miércoles, febrero 22, 2023

Primer año de la guerra de Ucrania

Este viernes 24 se cumplirá el primer aniversario del inicio de la guerra de Ucrania, una devastación organizada por Putin y su ejército que pilló a muchos por sorpresa. Otros llevábamos tiempo siguiendo las señales, cada vez más amenazantes, pero nos agarrábamos a la esperanza de que finalmente no se produjese algo así. Era una ilusión basada en cálculos racionales, pero la guerra es una de esas cosas que destruye la razón y provoca que la irracionalidad lo domine todo. Un año después, todos los pronósticos están rotos, el ejército ruso es un desastre, Ucrania sobrevive desangrándose y nadie sabe lo que va a pasar.

Ayer Biden y Putin hicieron dos discursos potentes, significativos, de los que merecerán ser recordados en el futuro, independientemente de lo que suceda en el devenir de la guerra. El día anterior en Kiev, ayer en Varsovia, Biden mostró el arrojo que es capaz de mostrar un señor de ochenta años cuando tiene la motivación de su vida delante. Estos días han sido para el presidente Biden el equivalente al “Ich bin berliner” de Kennedy ante el muro durante su visita al Berlín occidental. El mandatario norteamericano ha seguido prometiendo apoyo y medios a una ucrania que resiste como puede las embestidas rusas y que ve como cada día sus suministros de munición son más precarios y las bajas en sus filas no dejan de crecer. Fue un discurso motivados, al estilo de las películas de Hollywood, con escenografía abierta, público entusiasta y arengas colectivas. Desde Moscú, Putin dio el discurso sobre el estado de la unión que aplazó el año pasado con motivo del inicio de las hostilidades. La escenografía no podía ser más distinta que la empleada por Biden. Salón solemne, a cubierto, público rígido. Uniformado o trajeado, estático, la audiencia miraba con fervor, devoción y, seguro, miedo, al único hombre que ocupaba un estrado gigantesco flanqueado por banderas rusas enormes y con el gran escudo del águila bicéfala de fondo. Serio, rígido, Putin leía desde su atril con la rigidez que es acostumbrada a los que hablan en eslavo, o que al menos así nos suena a los que lo escuchamos, y mostraba una tez fría, seria, displicente. De dar miedo. Era la escena típica de un dictador absoluto que se dirige a los suyos para decirles lo que deben hacer y recordar, en todo momento, quien manda, por si hubiera alguna duda. La calidez del acto en Varsovia y la frialdad del de Moscú no podían ser más opuestas, y dejan bien a las claras el abismo que separa a ambos mundos. Nosotros estamos en uno de ellos, el de las imperfectas, ruidosas, agotadoras y a veces ineficientes democracias liberales, en las que la libertad individual y el derecho rigen en el día a día de nuestros deberes, ilusiones y frustraciones. En frente, las autocracias, o las dictaduras, en las que el individuo está al designio de lo que diga un líder que ni es electo ni puede ser contradicho, y donde las mismos deberes, ilusiones y frustraciones de los ciudadanos que en ellas viven están sometidos a los caprichos de un poder que actúa sin justificar sus decisiones. Un mundo de ciudadanos frente a un mundo de siervos, un lugar para la discusión y el acuerdo frente a un espacio de imposición y acatamiento. Alguno me acusará de simplificar las cosas, y como es obvio en este mundo complejo en el que vivimos, y en el pequeño espacio de un artículo de estos, algo de eso ahí, pero seguro que usted, sea cual sea su ideología, tiene bastante claro en cuál de esos dos mundos desea vivir, y que vivan los suyos. En pocas ocasiones queda tan claro, en tan coincidente espacio de tiempo, y con una estética tan clara, las diferencias entre una de las concepciones de la sociedad y la otra. Sí, ayer fue un día para la historia. De los que merecerán la pena ser recordados.

Ucrania es, ahora mismo, el lugar en el que se enfrentan esas dos concepciones de la sociedad, del poder, de la idea de lo que es una persona y de su valor intrínseco. En las trincheras del frente del Donbas también se juega nuestra libertad, y son los ucranianos los que mueren por ella, a diario, a cientos. En frente, son los rusos los que mueren, a diario, a cientos, por orden de su líder, para preservar el poder y orgullo que Putin reclama para sí. A lo largo de las próximas semanas, meses, es de esperar que la guerra se recrudezca y nadie tiene claro qué resultado saldrá de las ofensivas que se anuncian con la primavera. Lo único seguro es que son otros, los ucranianos, los que mueren por usted, por mi. Esa es una de las mayores crueldades de esta guerra desatada por Putin

Cojo cuatro días de ocio y subo a Elorrio, parece que con un tiempo que empeora. El siguiente artículo debiera ser el miércoles 1 de marzo. Pásenlo bien

martes, febrero 21, 2023

Trenes, túneles y malos números

En su artículo del pasado sábado en El País, comentaba Antonio Muñoz Molina la eterna desidia que tenemos en España con los números, con la exactitud, con el rigor a la hora de medir, valorar, evaluar y tratar las magnitudes. Eso nos hace no sólo ser descuidados, sino cometer errores de bulto sin que muchas veces ni si quiera seamos conscientes, nos lleva al desprecio de la realidad y luego nos estrellamos contra deudas que no sabemos de dónde vienen, proyectos mastodónticos que iban a revolucionar una localidad y siguen ahí, abandonados desde el primer día, y tantos y tantos ejemplos que no hace falta reiterar. Nuestro orgulloso anumerismo, fruto de una ignorancia de la que aún nos orgullecemos, nos condena.

Es más que error en los números ponerse a construir unos trenes que no caben en los túneles por los que tienen que pasar, se acerca a la típica trama de una peli cutre o de humor absurdo, pero cuando algo así sucede, la gracia que provoca es escasa, y mucha la indignación de quienes iban a ser usuarios de esos trenes. Que Asturias y Cantabria estén relegadas de la atención de los medios y despreciadas por parte de gestores, comentaristas y todos aquellos que se creen algo (y no lo son) es algo sabido, y que no están solas esas regiones en su abandono, frente a otras, las más ricas, que no dejan de protestar como niños mimados que son. Por una vez se iba a realizar una inversión en sus redes de cercanías, que usan vagones de los años ochenta del siglo pasado e infraestructuras de principios del siglo XX y finales del XIX, pero mira por donde, esta vez tampoco iban a tener suerte. Se hizo público el error en las condiciones técnicas de la adjudicación de los nuevos convoyes y apenas sucedió nada, hasta que Revilla, el populista y popular presidente cántabro montó en cólera. El gobierno del Principado, socialista como el nacional, debió sentirse igual de estafado que el regionalista, que gobierna en coalición con los socialistas, pero optó por dar la callada cuando la noticia fue publicada por primera vez en un diario asturiano. Al tronar del cántabro el presidente asturiano se unió, porque no le quedaba otra, y el escándalo de los trenes y los túneles empezó a crecer y abrirse hueco entre los medios, centrados en polémicas más graves. Al principio el tono era jocoso, pero luego se empezó a ver hasta qué punto llegaba una chapuza en la que estaban implicados RENFE, ADIF, el Ministerio de Fomento, la empresa CAF y todos los organismos que usted quiera recordar. Unos y otros empezaron a echarse las culpas mutuamente porque eran los demás los que se habían equivocado, pero que daba igual, porque este desastre no iba a tener consecuencias ni financieras ni de ningún otro tipo. Ante el ruido creciente, el Ministerio de Fomento, sin dar una rueda de prensa en ningún momento, destituyó a dos cargos. Uno era una persona que estaba cercana a la jubilación y otro había pedido un traslado a otro organismo público. Dos nombres vacíos, carcasas para ver si con eso los “pesados esos del norte” se callaban, seguro que pensó algún alto cargo de la sede ministerial. Mala suerte, porque con Revilla habían topado. A tres meses de las elecciones autonómicas no hay político regional que no use un desprecio gubernamental de este calibre como munición para su campaña. Fomento empezó a admitir que la chapuza tendría consecuencias en los plazos de la entrega de los bienes, y ni siquiera los periodistas al servicio del gobierno eran capaces de hacer artículos en los que, con la intención de salvar a los suyos, evitasen denunciar una situación de atraso en las infraestructuras ferroviarias del norte, de desidia de las administraciones con ellas y de ineptitud en todos los organismos implicados en este desastre, que han estado ocultando el fallo desde el momento que lo descubrieron, para evitar que les salpicase. En todo caso, reiteraban sin cesar desde Fomento, esto no tendrá efectos en el presupuesto ni en los gastos previstos, repetían sin cesar los que ya habían dilapidado millones en un contrato infructuoso.

Ayer, en la sede ministerial de Fomento, la ministra ofreció dos cabezas de verdad para aplacar el enfado de los presidentes de Cantabria y Asturias. El presidente de RENFE y la secretaria de estado de infraestructuras, que antes fue presidenta de ADIF, fueron cesados como muestra de que alguien con cargo se iba a hacer responsable de lo sucedido. No caerán sobre lecho duro, cosa habitual en aquellos que saben moverse entre despachos e instituciones. Tarde, mal, pero al menos alguien ha sido cesado. Eso sí, hasta dentro de tres años, si todo va bien, no habrá nuevos trenes. El coste del contrato crecerá notablemente, y la promesa de otorgar cercanías gratis a las dos comunidades hasta la fecha de la entrega de las nuevas unidades como compensación hará que la factura presupuestaria del error sea enorme. Nadie la cuantificará, seguro.

lunes, febrero 20, 2023

La represión de Ortega en Nicaragua crece y crece

Es Nicaragua una de las historias más tristes entre todas las que se desarrollan en centro y Sudamérica. Sometida a dictaduras constantemente, objeto de revoluciones alabadas desde los salones de la progresía europea, sin que nunca muchos de los que las respaldaban pisasen el país, la población de esa pequeña nación casi siempre ha tenido un dictador que le ha aplastado, por un motivo u otro. La derrocación de Somoza por el frente sandinista y el apoyo norteamericano a la insurgencia contra esa revolución, la llamada “contra” puso a este país en el mapa durante el siglo XX, como objeto de deseo político de algunos.

Daniel Ortega fue el dirigente principal de ese frente sandinista que logró, enarbolando la bandera de una revolución marxista, que la dictadura militar de Somoza cayera, pero sólo para ser sustituida por otro tipo de régimen en lo ideológico, sin apenas diferencias en la militarización de la vida política y el férreo control social. Al poco de llegar Ortega al poder empezó a verse que la dictadura se mantenía, en una especie de triste versión del “quítate tú pa ponerme yo” con la diferencia de que Ortega era respaldado por movimientos izquierdistas de medio mundo. Esto le ha permitido ir fortaleciendo un régimen que ha condenado a la miseria a la población de un país que ya era de los más pobres de América. Con la entrada de capitales chinos, a los que nada más les importa que lo que sea de interés para Beijing, la dictadura de Ortega se ha apuntalado y su represión ha ido creciendo en medio de la desaparición de Nicaragua del mapa mediático. A Ortega hay que reconocerle que tiene los mimbres de los dictadores latinoamericanos clásicos, y es un bien heredero del propio Somoza, o de Trujillo, o de la familia Duvalier, pero ha incorporado al catálogo de infamias de la región el factor religioso, o más bien chamánico. Su mujer, Rosario Trujillo, ejerce el poder con la misma fiereza y autoridad que él, pero lo adereza con invocaciones a la santería y una parafernalia de símbolos que le asocian más a la gurú de una secta que a una dictadora convencional. El matrimonio Ortega Murillo se ha hecho con los resortes del poder en la nación y reprime con la misma dureza con la que realiza rituales que no dejan de ser absurdos, pero que añaden a la violencia dictatorial un folclore que la hace única. Hace ya un par de años se produjeron las últimas protestas contra el régimen, que fueron acalladas con el uso desatado de la violencia. Muertes, detenciones arbitrarias, torturas, encarcelamientos sumarios… el régimen habitual de medidas que los dictadores imponen para seguir al frente y quitarse de en medio a quienes protestan. Los líderes opositores que no pudieron huir del país fueron apresados, y la violencia se adueñó de Managua y otras ciudades del país, todo a mayor gloria de los Ortega Murillo. En estos días, la pareja presidencial ha tomado una decisión curiosa, que es la sacar de las cárceles a varios de los opositores represaliados, embarcarlos en un avión y dejarlos en EEUU, el gran satán a ojos de Ortega, con la propina de eliminarles la nacionalidad nicaragüense. El gobierno ha declarado apátridas a todos estos encarcelados, y a otros muchos que siguen en las cárceles del país o que se encuentran en el exilio. En España, este exilio tiene, como figuras más relevantes, a la poetisa Gioconda Belli y al escritor ergio Ramírez. Ramírez fue, hace décadas, sandinista, opositor a Somoza, y miembro de los grupos que lograron tomar el poder y derrocar a esa dictadura. Observó desde dentro la deriva de Ortega, viendo cómo se convertía en otro dictador, y huyó para salvar su vida de lo que ya eran olas de represión indiscriminadas. Afincado en España desde hace mucho, fue premio Cervantes hace no muchos años, y es el intelectual que más se pronuncia en los medios denunciando lo que sucede en su nación.

Ahora Ortega le ha “desnacionalizado”, le ha quitado valor legal al pasaporte que lleva en el bolsillo y que dice que nació y es ciudadano nicaragüense. A él y a otros cientos de personas el régimen les considera traidores y les arrebata una nacionalidad que tienen por derecho desde que nacieron, y que no es una dispensa de gobierno alguno. El manifiesto firmado por cientos de personajes de la cultura y otras áreas en defensa de los represaliados es una luz de apoyo internacional a la causa democrática nicaragüense, pero no hará efecto alguno en el dueto Ortega Murillo, que a buen seguro mantendrán su aparato represivo trabajando sin fin hasta el último de sus días en este mundo. El horror que vive aquel país no descansa.

viernes, febrero 17, 2023

La asesina milicia Wagner en Ucrania

A medida que la guerra de Ucrania se prolonga, camino de su primer año, y el papel del ejército regular ruso resulta cada vez más decepcionante, el protagonismo de la milicia Wagner no deja de crecer. Este grupo no es sino una especie de ejército privado formado por reclutas y profesionales, gestionado como una empresa, y que posee características más propias de formaciones medievales que de las modernas empresas de seguridad que colaboran, en un sentido muy amplio del término, con las fuerzas regulares. Wagner es una de las mayores bazas ofensivas de Putin en Ucrania y, también, otras naciones.

Ya en la guerra de Irak de 2003 vimos de manera destacada la participación de empresas de seguridad, bastante más empotradas con el ejército norteamericano que los periodistas. Black Rock fue un caso bastante claro, pero pese a su relevancia, era común que estas empresas entrasen “después” de que el ejército regular hubiera hecho su trabajo. Se encargaban de la seguridad de las zonas ocupadas, de la gestión de los presidios y de otro tipo de labores sucias. Mantenían un contrato con el Pentágono y se daba por su puesto que, mordidas a parte, se llevaban comisiones abundantes vía pillaje sobre el terreno. En los casos de torturas destapadas en Abu Graib y otros lugares siempre estaba algún componente de Black Rock metido en el ajo. Wagner es otra cosa, bastante más complicada y fea. Es, sí, un ejército bis, una fuerza de ataque y hostigamiento que responde sólo a la voluntad de su fundador, el oligarca Yevgeny Prigozhin, que ha ascendido meteóricamente a la cúpula del poder ruso. Se le ha apodado vulgarmente como “el cocinero de Putin” por ser el responsable del catering que se sirve en el kremlin y otros lugares oficiales, pero su gran proyecto vital es Wagner. Era conocido desde hace tiempo, sobre todo por su creciente presencia en países africanos, a los que Rusia trata con mimo para conseguir favores de todo tipo. Cuando se acordaba algo entre el sátrapa local y Putin, ahí aparecía Wagner en forma de personal de seguridad, de apoyo a los cuerpos militares locales. A veces en labores de consultoría, la mayor parte de las ocasiones como fuerza militar de apoyo para hacer trabajos sucios. En Ucrania las cosas van mucho más allá. Moviliza miles y miles de hombres bajo su bandera. Una en al que la calavera ocupa un lugar destacado, y es una milicia que, en muchas ocasiones, supera en capacidad y eficacia a las fuerzas regulares del ejército ruso. Se ha encargado de realizar sus propias levas en prisiones rusas, reclutando convictos prometiéndoles la libertar si combaten y ganan, y son conocidos varios episodios en los que la estrategia Wagner ha sido la más intensa a la hora de tratar a esos reclutas como meros objetivos de tiro del ejército ucraniano, provocando bajas masivas que servían para dar a conocer los puntos desde los que las fuerzas ucranianas disparaban. Si la crueldad del ejército ruso y de sus altos mandos sobre las propias tropas es conocida, en el caso de Wagner alcanza unos niveles de sadismo difíciles de imaginar. No está clara cuál es su actitud a la hora de gestionar zonas ocupadas, pero lo cierto es que uno se puede esperar lo peor. La competencia entre el ejército regular y Wagner es creciente, y ya se han reportado casos de enfrentamientos directos entre ellos por ser el primer en llegar a un objetivo, por ondear la bandera, por publicitar la conquista como propia y así ganar méritos ante los superiores. Las declaraciones de Prigozhin han ido subiendo de tono, especialmente en sus críticas sobre la gestión de la ofensiva rusa, a medida que sus huestes son más relevantes sobre el terreno, y ahora mismo el enfrentamiento entre él y Shoigú, el ministro de defensa ruso, es tan obvio como intenso.

Si uno repasa la historia observa que, aunque existen diferencias, el papel de Wagner en la guerra y su relación con la estructura militar profesional cada vez se parece más a lo que sucedía entre las SS y la Wermacht en la Alemania nazi. Frente a las tropas regulares del ejército, las SS de Himler desarrollaron su propia estructura militar paralela, las Waffen SS, y ejecutaban acciones de ataque muchas veces sin avisar al alto mando de los ejércitos, en un ejercicio competitivo cada vez más carao. La crueldad de las Waffen SS era máxima, en este caso por un extremo fanatismo ideológico, y hubo momentos en los que fueron más determinantes que el propio ejército regular en la conquista y dominio de plazas. Estremece pensar que hoy en día podamos contemplar cosas que se parezcan a las peores pesadillas del siglo XX, pero así es.

jueves, febrero 16, 2023

La maldita inflación

Una de las novedades que vive con nosotros desde hace algo más de un año es la inflación, el impuesto encubierto que supone la subida de precios. Ya antes de la guerra de Ucrania los precios subían con ganas, con algo más del 6% como registro al comienzo de 2022. La remontada comenzó ya en verano del 2021, y no ha dejado de agudizarse desde entonces, con causas que se han ido relevando unas a otras, y que han dejado a los expertos y a los que seguimos todo esto con cara de muy tontos. Con los datos del INE de ayer, enero de 2023 cerró al 5,9% en tasa general y 7,5% en subyacente.

Sí, ha habido un fracaso general a la hora de tratar el problema de la inflación, no se si fruto de que realmente sabemos menos de lo que creemos (algo de esto siempre hay en todo) o que, directamente, no se ha querido ver. Con las primeras subidas las explicaciones lo achacaban a la tensión en las cadenas de suministro por la reapertura tras la pandemia y al gasto en ocio tras los meses de restricciones, y se decía que era un golpe puntual. Ya por las navidades de 2021 se veía que de golpe tenía mucho, pero de puntual poco, y el argumento general tiró del adjetivo “transitorio” para tratar de quitar hierro al problema. Las noticias de que la FED, el BCE de EEUU para entendernos, estaba pensando en subir los tipos se consideraban como rumores sin mucha consistencia. En febrero el maldito Putin declaró el inicio de su guerra de conquista y exterminio, y los precios de todo se volvieron locos. El factor Ucrania se convirtió en el catalizador de un alza generalizada de todo lo habido y por haber, en muchos de los casos con causa justificada, en otros por mero aprovechamiento de la coyuntura, y el término “transitorio” empezó a perder fuelle, siendo sustituido en algunos casos por “permanente” con no pocas críticas. Lo cierto es que durante el pasado año la inflación no sólo ha sido permanente, como habrán podido comprobar, sino directamente sangrante. Las subidas de tipos de los bancos centrales, que se veían hace dos años como disparatadas, hoy son generalizadas y bruscas. Estas instituciones buscan frenar los precios encareciendo el dinero, restringiendo así la demanda de crédito y, con ello, la presión compradora. No son medidas que puedan actuar frente a alzas de precios derivadas de una escasez de, pongamos, gasóleo o aceite de girasol, no. Son medidas generalistas que tratan de apaciguar la capacidad de compra y consumo de los agentes, sea cual sea su renta y situación, y su efectividad, complicada de medir, es diferida en el tiempo, por lo que no es de esperar que una subida de tipos hoy se traduzca en contención de precios en tres meses, ni mucho menos. Pero es lo que está en las manos de estas instituciones para tratar de controlar los precios. La inflación es un monstruo que, en dosis bajas, actúa como lubricante de la economía, pero en dosis altas es un disolvente de la economía y del propio orden social. La apuesta de hasta cuándo van a subir los tipos, dónde se van a quedar y en qué momento se darán la vuelta es uno de los grandes temas de debate en los mercados financieros globales, que han llamado “pivote” a este momento en el que se alcance el máximo de la curva de tipos. En EEUU, que los tiene ya más altos que aquí, se lleva tiempo diciendo que la FED no podrá ir mucho más allá del 5%, pero los mensajes del organismo regulador recalcan que subirá lo que haga falta para contener unos precios que allí también está desatado. Durante gran parte de 2022 las bolsas subían y Powell, el jefe de la FED, reiteraba su discurso duro, subía tipos y las bolsas se pegaban un porrazo. Al poco empezaban otra vez a subir, creyendo que los ascensos de los tipos se acercaban ya al final y, nuevamente, palabras y actos de Powell las sacaban de su error. Así transcurrió gran parte del año pasado, dejando como fruto pérdidas considerables en los mercados. Desde hace unos meses, como les comentaba ayer, las bolsas suben y ya les da un poco igual lo que diga Powell, parecen estar seguras de que el “pivote” ya está aquí, lo desee la FED o no. ¿Será así?

Los datos de empleo en EEUU y en Europa muestran economías que se comportan de una manera anómala, con dinamismo, pese a la inflación. De momento tenemos crecimiento con subidas de precios, que es mejor que la temida estanflación, caídas de PIB y subidas de precios, pero no hay garantías de que en los próximos meses las cosas sigan por el camino del PIB al alza. Hay revisiones al alza de la mayor parte de organismos para este 2023, pero detecto un cierto grado de complacencia con la coyuntura en la que estamos, anómala, que me mosquea. Moderar la inflación debe ser una obsesión de técnicos y gobernantes, pero por ahora las tasas siguen siendo altas. Este problema puede que nos acompañe, persistentemente, a lo largo de todo el año.

miércoles, febrero 15, 2023

Profesionales destruidos (para Antonio y Judith)

El lunes, hace dos días, se supieron los nombres acordados por PP y PSOE para ocupar las plazas a renovar en el Banco de España. Antonio Cabrales, a propuesta del PP, es un económetra de gran prestigio en lo científico y docente, con publicaciones y gran currículum, Judith Arnal, a propuesta del PSOE, es funcionaria de alta graduación, economista del estado y tiene un expediente educativo de relumbrón. Ambos son técnicos en lo suyo, profesionales de primera fila y trabajadores en la sombra, alejados de los focos. Muchos les conocieron el lune, hace sólo dos días.

Tras su propuesta, empezó a trabajar la picadora nacional de carne, ávida de purezas y deseosa de encontrar tachas en todo aquel que es propuesto para cualquier cargo. Cierto es que en nuestro país el nepotismo funciona a raudales y el ser amigo o pariente de alguien en el poder te abre puertas que jamás soñarías con cruzar. El caso muy reciente del intento de colocación del marido de Nadia Calviño es el último, y eso hace que todo el mundo sea suspicaz. Lo cierto es que esta vez la dupla escogida era de un nivel técnico de primera y su destino un organismo frío y gris, comandado por Pablo Hernández de Cos, uno de los profesionales de lo público con mayor y merecido prestigio dentro y fuera de nuestro país. A la hora de buscar pegas, el caso de Arnal era el más sencillo. Ejerció como jefa de gabinete de Calviño hasta hace pocos meses, un puesto de alta responsabilidad, asignado por mérito pero, desde luego, por deseo de quien lo nombra, que requiere de un perfil profesional y de confianza. Los artículos contra Arnal empezaron a publicarse a las pocas horas de que su nombre se hubiera conocido, y era sencillo escribirlos. Casi seguro que ninguno de los que contra ella opinaba conocía su carrera, sus titulaciones, sus trabajos o la seriedad de sus opiniones económicas. Era una pieza con cierto grado político que poder cobrarse y así hacer daño al rival. Más tarde, ayer, empezaron los artículos contra Cabrales, en este caso no por causa de quién le había propuesto, sino porque en un momento dado firmó un manifiesto a favor de Clara Ponsatí, una de las huidas del Procés, socia del infame Puigdemont. El revuelo fue creciendo a lo largo de un martes en el que el nombre de Arnal iba siendo sustituido por otro con mayor carnaza. Es un error firmar algo a favor de personajes como los independentistas, no lo niego, pero de economía Cabrales sabe una barbaridad, y para lo que fue designado cumplía de sobra todos los requisitos necesarios. En ese mismo escrito también apoyaba a Mas Collel, otro miembro del grupo independentista, que finalmente no se unió a los Puigdemoniacos, pero que es en lo suyo, la microeconomía, una referencia internacional de muy primer nivel. Sus libros están presentes en todas las facultades del mundo, y hasta yo he estudiado con uno de ellos. En el grado de suciedad buscado al candidato, la mancha de Cabrales era más apetitosa y, desde luego, útil para los que buscan acabar con figuras que, en lo profesional, son mucho más válidos que ellos. Eso de acabar con la tiranía de la meritocracia, que ahora tanto se lleva, permite que incapaces que no saben se hagan con el control de organismos y capacidades para las que, desde luego, carecen de formación y conocimiento, y luego pasa lo que pasa. En fin, que las publicaciones contra Cabrales no dejaron de crecer y él, que como Arnal, es un técnico ajeno a la bronca e incapaz de hacer frente a la presión que los medios y las redes pueden ejercer contra alguien, se vio superado. Ayer, martes, un día después de conocerse su nombre, Antonio Cabrales renunciaba a ser candidato a un puesto para el que está más que preparado. Cerraba sus redes sociales, emitía un comunicado en el que se mostraba muy molesto por todo el ruido generado, solicitaba el silencio en el que vivía hasta el pasado domingo y reclamaba calma a una sociedad enferma que disfruta lapidando a todo aquel que pueda.

Lo sucedido este par de días, infame, es una llamada de atención especialmente a los expertos y profesionales de un tema, que ven como ser nombrados para un cargo de responsabilidad es la vía más rápida para destruir sus carreras y vidas privadas. Quizás el objetivo buscado sea que sujetos como Irene Montero y las asesoras que le rodean en su Ministerio, el vicepresidente Voxero de Castilla y León, sean los únicos llamados a cargos de responsabilidad, porque no sólo soportan la presión de las redes, sino que son maestros en su uso zafio, con fines inquisitoriales. El daño que se les ha hecho a Cabrales y Arnal es grande, difícilmente reparable, y por el que, seguro, nadie pedirá perdón. España, occidente, año 2023. Este es nuestro mundo.

martes, febrero 14, 2023

La economía aguanta

Desde octubre septiembre, momento en el que hicieron mínimo, las bolsas suben, con ganas, en lo que ha dejado de ser un rebote tras el desplome para convertirse en todo un movimiento alcista que ha borrado gran parte de las pérdidas que se acumularon en la primera parte de 2022. El inicio del año en los mercados está siendo deslumbrante, con un Ibex, para no irse muy lejos, que gana en el entorno del11%, margen más que suficiente para vender hoy mismo y quedarse el resto del ejercicio mirando y disfrutando de lo ganado. En EEUU los índices muestran una fortaleza igualmente notable y, a mi escaso entender, sorprendente.

Esta mejora bursátil no es una mera excepción. Ayer, en su revisión de las previsiones, la UE elevó la tasa de crecimiento del PIB de la economía española para este año del 1,1% al 1,4%, cifras bajas todas ellas, pero crecientes, y alejó la temida recesión técnica, tanto en nuestro país como en el conjunto de la Unión. Existe una sensación de dulzura en los análisis económicos a medida que llegamos al final del invierno y el peor de los escenarios no se ha hecho realidad. Los precios energéticos, desatados a lo largo del verano pasado, ha ido aflojando a medida que se acercaba el frío. El mismo frío ha sido menor de lo habitual, en otro invierno no extremo en Europa, y el suministro de gas natural licuado, especialmente desde EEUU, ha permitido tener las reservas altas y la garantía de suministro. Putin no ha logrado que nos congelemos y el precio de la energía no se ha convertido en un muro infranqueable. Eso ha deshecho el panorama negro con el que afrontábamos este invierno, por lo que la sensación de alivio generalizado que se respira en las capitales occidentales y los institutos de previsión económica tiene su sentido. ¿Quiere decir esto que hemos vencido a los problemas económicos? No, me temo que no. La inflación sigue muy alta, castigando el bolsillo de consumidores y empresas, y las subidas de tipos decretadas por los bancos centrales para tratar de controlarla ya se nota en las cuotas de las hipotecas y en la restricción del acceso al crédito. Siguen funcionando numerosos frenos a la demanda que la están llevando a pararse, especialmente en lo que hace al consumo privado, el gran motor. El endeudamiento de familias y empresa crece para poder mantener un ritmo de gasto ante precios ascendentes y ahorros pandémicos agotados, por lo que ese motor del consumo se debe ir parando. Por el contrario, de manera sorprendente, el empleo sigue tirando con fuerza, y los datos de creación del mismo, aquí y en EEUU, muestran una fortaleza que resulta muy llamativa, asombrosa en un contexto tan tenso como el que vivimos. Si uno empieza a juntar todos los elementos y los contrapesa se da cuenta de que o algo no cuadra o, simplemente, este que escribe es corto y no lo entiende. Debiéramos estar ante un debilitamiento de la economía más intenso pero, afortunadamente, no es así. ¿Qué está provocando esta bendita resistencia? En el caso español se me ocurren tres factores. Uno es el constante y disparatado endeudamiento del sector público, cuyos déficits no dejan de crecer y suponen un estímulo a la economía, aunque sean una losa en el medio y largo plazo. Otro es la capacidad exportadora de nuestras industrias y servicios, cuya competitividad internacional no deja de crecer y les permite ganar cuota, por lo que el sector exterior es, ya, uno de nuestros motores de crecimiento. Este quizás sea uno de los cambios estructurales más profundos, y en este caso positivo, que nos dejó la crisis de 2008 – 2013. El tercer factor que veo es el del disparo del turismo. Como país “exportador” de sol y ocio la pandemia nos arrasó, somos de las muy pocas economías occidentales que aún no llegamos al PIB pre covid, y la vuelta del turismo en 2022 ha sido un revulsivo tremendo. Este año es de prever que ese factor siga mejorando y, con la apertura de China, el retorno del turismo asiático nos puede venir de perlas en forma de sustanciales ingresos.

En todo caso, y con la sensación de que hemos salvado el agujero del invierno, no podemos lanzar campanas al vuelo en lo más mínimo. Ese freno en la demanda de los consumidores va a ir a más, y el factor de la vuelta de China tras el cierre covid, que nos viene bien como turismo, puede sentarnos a todos muy mal si eso supone un tirón en la demanda de productos energéticos y una nueva ronda de subidas de precios por ese lado. La guerra sigue, por lo que las disrupciones que provoca se mantendrán. En definitiva, que no ha sucedido lo peor, pero no se muy bien dónde estamos ni lo que va a pasar de ahora en adelante. La incertidumbre sigue siendo muy alta.

lunes, febrero 13, 2023

Un globo, dos globos, tres gloooobos

Twitter, ese lugar en el que el odio campa por sus anchas como el levante en el Estrecho, es también un sitio lleno de gracia e ingenio. En estos días el número de gracias y memes sobre lo cerca que estamos de una guerra con los extraterrestres se ha disparado no tanto porque, tras lo que nos ha pasado, ya toca, sino por el hecho de que cada vez son más los objetos no identificados derribados por la fuerza aérea norteamericana, y muchos temen que en vez de espías chinos estemos tirando OVNIs con hombrecillos verdes. Y claro, de ahí a que una federación interestelar nos declare como hostiles e invada no hay nada.

Ayer fue derribado el cuarto de estos objetos, sobre la vertical del lago Hurón, uno de los grandes lagos del noreste de EEUU. El sábado Canadá derribó otro objeto sobre la zona de Yukón, muy al oeste del país, y el viernes EEUU lo volvió a hacer en Alaska. Tras el gran globo de la semana pasada, parece que el resto de objetos abatidos son de menor tamaño y que se encontraban a una altura superior a la de los vuelos comerciales pero menor que la que llegó a registrar el globo chino que desencadenó este curioso fenómeno. Un globo espía cazado es noticia. Varios tan seguidamente empieza a ser pura curiosidad. Y genera preguntas, muchas preguntas. Si estos objetos de espionaje son novedad, ¿por qué ahora los emplea China y no antes? Y si no estamos ante una novedad ¿Llevan tiempo surcando EEUU a gran altura y los servicios de seguridad del país no se han enterrado? ¿O sí y lo mantenían en secreto? Dentro del catálogo de avistamientos que ha dado lugar a gran parte de la fenomenología OVNI, la inmensa mayoría se han resuelto al identificarse tanto vuelos de tipo comercial o militar como fenómenos meteorológicos, pero un pequeño número de casos han quedado sin explicación clara. A ellos se han agarrado los que siguen creyendo en la posibilidad de que seres de otros mundos nos estén, realmente, visitando. Quizás los casos no aclarados puedan serlo si consideramos la posibilidad de que estemos ante objetos espías de naciones hostiles a EEUU, y que en su momento las autoridades del país no detectaron. No se si eso es así, pero de serlo el agujero de seguridad norteamericano sería tan grande como la información que esos dispositivos hayan sido capaces de recolectar. El que ahora se detecten esos objetos y se abatan puede ser síntoma de que, tras el gran globo, la inteligencia y el ejército norteamericano se ha dado cuenta de que tenía un agujero de seguridad. No lo se, y las dudas, en estos casos, alimentan las sospechas y los miedos. La sensación que puede cundir en el país es que China los espía sin mucha capacidad de respuesta por parte de la seguridad interior, y eso no va a hacer otra cosa que escalar las tensiones crecientes entre ambas naciones. La única información que ha trascendido de los aparatos derribados hace referencia al primero de ellos, y a su carácter de objeto de espionaje, y a su procedencia china, pero no se ha aclarado aún qué tipo de dispositivos portaba y de qué tipo de información era capaz de recolectar. De los otros tres objetos nada sabemos, salvo que son de menor tamaño. Urge que las autoridades norteamericanas empiecen a difundir datos y expliciten a qué tipo de situación nos enfrentamos. En el caso de la guerra de Ucrania EEUU ha adoptado lo que se ha dado en llamar la diplomacia “del megáfono” de tal manera que iba trasladando a los medios y opinión pública la información que tenía sobre las intenciones de Putin y sus secuaces, en un intento de debilitarle. Funcionó. Y no sólo por deshacer el factor sorpresa. Permitió dejar claro que las intenciones atacantes de Rusia no obedecían a un calentón, sino a una estrategia premeditada, planificada, buscada. En el caso de los objetos abatidos, sería conveniente una política de comunicación semejante, que dejará claro de qué nación provienen y cuáles son sus fines. Eso, además de tranquilizar, debilitaría el esfuerzo hostil de esa otra nación al dejar en evidencia sus sistemas y el fracaso de los mismos.

Todo esto sucede, como comentaba, en un contexto de creciente tensión entre EEUU y China, y de incomunicación entre las altas autoridades de ambas naciones. Se supone, o quiero suponer, que hay contactos entre niveles que no se ven, que hay llamadas en la sombra que permiten informarse mutuamente de los “movimientos” que se dan entre ambas potencias, pero es evidente que, ahora mismo, esa tensión no deja de crecer, y que, si como todo indica, los objetos son de origen chino, las acusaciones de espionaje mutuo van a alimentar una espiral de acusaciones que son peligrosas. Más allá de los chistes tuiteros, este tema tiene un fondo inquietante, y nos afecta a todos.

viernes, febrero 10, 2023

Casi nadie mira, casi todos graban

Esta semana Lebron James batió el récord de puntos anotados por un jugador en activo en la NBA, desbancando la marca que poseía Karim Abdul Jabar. Como no me va mucho el deporte el registro se me hace una estadística más del mundo del baloncesto, pero lo que me pareció interesante fue un tuit que se publicó ese día comparando la imagen del pasado con Karim y al del presente, que en formato se asemejaban bastante pero incorporaban una profunda diferencia que retrata, nunca mejor dicho, el tiempo que vivimos, y lo que hacemos con él. No les enlazo el tuit en este artículo porque escribo desde el ordenador del trabajo y la red corporativa capa casi todas las redes sociales, pero aquí pueden observar la imagen moderna, la de esta semana.

Ambas escenas tienen un encuadre similar. Tomadas desde el medio campo, enfocan a la canasta a la que el jugador protagonista de la noticia está lanzado para encestar, y el graderío repleto es el marco en el que toda la escena se desarrolla. El color más apagado de una denota cual es la precedente, pero la similitud de ambas es grande. Lo realmente interesante es el graderío. En la antigua, cientos de personas contemplan la escena. Aficionados al baloncesto que están siguiendo a sus ídolos y saben que están en un día especial. En la segunda volvemos a ver cientos de aficionados en un día que, también, saben que es especial, pero realmente lo que vemos no es a los espectadores, sino a sus teléfonos. La inmensa mayoría de los que están contemplando la escena desde el público realmente no están viendo lo que sucede en la cancha, sino lo que su teléfono móvil, enfocado en ella, les muestra. Cientos y cientos de móviles, algunos en apaisado, otros en horizontal, sí contemplan lo que sucede en el terreno de juego y junto a la canasta, pero sus dueños no. Están allí, pero no ven lo que pasa. Su objetivo no es vivir ese momento, disfrutar del juego o admirarse al contemplar el récord de puntuación que saben que va a caer, no. Su objetivo es atesorar las imágenes, la escena. Guardarla. Quedarse con ella. Almacenarla, junto a otros cientos, miles, en sus dispositivos y, seguramente, acto seguido, compartirla en redes sociales para dar testimonio de que han estado allí viéndolo, cuando la realidad es que sí han estado, pero no lo han visto. El capturar la escena es lo que les obsesiona, y pueden sustituir ese “les” por “nos” sin problema alguno. El despliegue de cámaras resulta tan avasallador que las poquísimas personas que no las portan y ven la jugada destacan sobremanera. Son unos pocos. Un señor mayor que está sentado en primera fila, que según he leído es el propietario de la empresa Nike, y, poco detrás de él, dos personas casi en línea que sí que miran; una chica negra y, un poco a su derecha, otra chica de melena rubia que se convierte, con su gesto y la suerte apenas tener a nadie delante, en la protagonista involuntaria de la escena. Esos tres personajes están rodeados por todos los demás, y son no ya la excepción, sino la absoluta rareza de una imagen que, la verdad, se repite a diario en nuestro entorno, en el que todos vivimos obsesionados por captar lo que nos interesa sin ni si quiera mirarlo. En un concierto las escenas que se viven son muy similares. Ya casi nadie mira al escenario donde la banda toca para disfrute del espectador, sino que son miles los flashes de las cámaras de los móviles los que enfocan allí donde la música surge, nuevamente para guardarlos, para encerrarlos y tenerlos siempre, en la ilusión de que ese siempre se prolongue más allá de lo que nuestros recuerdos sean capaces de pervivir, aunque en no pocas ocasiones sea un siempre falso, un espacio de tiempo limitado, en el que la acumulación de capturas de imágenes y vídeos haga que no podamos ya guardar tanto y, por pura pereza, eliminemos muchos de nuestros recuerdos eternos, depositándolos en la papelera de reciclaje, ese lugar en el que acaban tantas y tantas cosas.

Vivimos en un mundo “móvildependiente”, todos lo somos. Eso no es, por definición, malo. Las posibilidades que ofrece la tecnología son maravillosas y permiten hacer cosas que siempre hubiéramos deseado, pero nunca conseguido, y eso es genial, pero el hecho de que veamos como normal la renuncia a los momentos en los que vivimos algo especial para registrarlo constantemente, y que toda nuestra existencia se base en mirar fijamente la pantalla de nuestro dispositivo es algo que ya es no sólo un signo definitorio de nuestro tiempo, sino la fuente de varios problemas. La vida es eso que sucede a nuestro alrededor de mientras miramos al móvil. Perdérsela es un error.

jueves, febrero 09, 2023

El desgobierno se descompone

Llega un momento en el que el poder empieza a agrietarse, al menos en la gestión democrática del mismo. Se cometen errores, fruto de la inconsciencia, la soberbia, la creencia de estar en posesión de la verdad y otras causas tan bien conocidas por reiteradas. Y se empieza a perder el poder. La rueda de prensa que dio Cospedal, en la presidencia de Rajoy, con el espectáculo del despido en diferido fue el principio del fin de aquel gobierno, la vía de agua que era imparable. Después de aquel ridículo algo era fácil de quebrar, y Sánchez, que era tan taimado como ahora pero pocos le conocían, fu espabilado y lo aprovechó. El PP perdió el poder por sus propios errores y no lo quiso ver. Es lo habitual.

¿Será desastre del sólo sí es sí el iceberg que hunda el Titanic sanchista? Cada vez lo parece más, aunque se lo confirmaré cuando el naufragio sea constatable. Meses y meses de advertencias sobre un texto lleno de fallos y construido desde el sectarismo por parte de juristas de todo tipo fueron olvidados tras la aprobación legislativa de una norma que la máquina de propaganda monclovita elevó a los altares del progresismo. Todo falso, claro. Con las primeras sentencias revisionistas de pena empezaron a surgir no una voz, sino miles, que denunciaban que serían una marabunta los delincuentes beneficiados, y que ya lo habían advertido, pero que la necedad de Irene Montero y la soberbia de Sánchez no escuchaban a nadie. Montero, que no sabe razonar, que sólo es capaz de gritar consignas baratas, no se ha bajado de su pedestal de fracaso en todo este tiempo, y es Sánchez el que ha ido virando, sin que le importen en lo más mínimo ni las rebajas de penas ni el inmenso daño causado a las víctimas de abusos sexuales, sino el efecto electoral que ese goteo de infamias tiene en sus expectativas electorales. Sánchez no es bobo, sabe que Tezanos miente, para eso le paga, y que a cada condena revisada pierde miles de votos. Así que, la semana pasada, tras cuatro meses de insultos a los jueces, a los expertos y, desde luego, a las víctimas, volantazo desde Moncloa para tratar de tapar una grieta en el casco por la que no deja de entrar agua. Y en ese volantazo el bigobierno se muestra como lo que es, una mera coalición de intereses para mantenerse mutuamente en el poder pero nada relacionado con la gestión, el proyecto o nada que se le parezca a gobernar. Decisiones colegiadas que el Consejo de Ministros aprueba en pleno son descalificadas por una parte u otra en función de lo que interese, ministras como Montero o Belarra se muestran desatadas y no dejan de insultar a todo aquel que ose llevarles la contraria, como buenas sectarias que son, pero tampoco dudan en insultar a sus compañeros de gabinete ni en despreciar al que los preside a todos, cuya autoridad pública se deshace a cada comentario sectario de una banda que sirve para poco más que hacer tuits macarras. Desde hace un par de días, la ministra de Justicia, a la que Podemos no dejó ni que abriera la boca en todo el trámite legislativo de la ley, empieza a tener cara de cordero degollado en el altar de las responsabilidades políticas, al que quizás eleve su jefe Sánchez como chivo expiatorio de un desastre tan monumental como infame. Ella, que ha tenido la parte de culpa colegiada que le toca, como a todo el Consejo de Ministros, en todo lo que está pasando, al menos ha tenido el valor de salir a decir que la ley es un desastre y que sus efectos son crueles y dolorosos. ¿Consecuencias de sus palabras? Lapidación por parte de Podemos y sus terminales, que quizás deseen, como sueña el macho alfa de esa manada, en azotarla hasta que sangre. Por parte de la bancada socialista, sumida en el marasmo, apenas algunas palabras de apoyo a su compañera ministra, que ahora sabe bien cómo son los más cobardes de entre los suyos, que cobran a final de mes pase lo que pase, porque sólo cobrar les importa. Y por parte de Yolanda, la que quiere sumar, lo de siempre. La nada, la vacuidad, las palabras huecas propias de cualquier baratija de autoayuda que ahora arrasan en ventas.

El componente sectario de Podemos se ha ido ahondando a medida que el partido ha ido evolucionando, curiosamente en dos de los planos semánticos de la palabra; el de la intolerancia política y el del comportamiento como una pura secta de fanáticos, en la que el líder supremo sigue manipulando en la sombra. El desastre que vemos era fácil de prever, pero no tanto las causas del mismo. Todo lo que ha tocado Podemos se ha visto destrozado en forma y fondo, y las causas a las que se ha acercado se han pervertido profundamente. El daño que esa formación ha hecho al país es grande. Y a sus socios de coalición también. No es tanto el ridículo como la vergüenza lo que vemos en estos días. Y de fondo, las víctimas. Humilladas. Olvidadas.

miércoles, febrero 08, 2023

El final de las mascarillas

Hace tres años, en febrero del 2020, el covid era una cosa a la que no le poníamos siquiera ese nombre, porque no sabíamos nada de él. Desde luego éramos incapaces de imaginar lo que se nos venía encima. Para finales de febrero algunos empezamos a temer que se nos echaba encima una pesadilla que sólo habíamos visto en libros de historia y películas. Luego, en marzo, la realidad nos aplastó, y a partir de ahí todo lo demás; los muertos, los sanitarios desbordados, el confinamiento, las medidas absurdas, la negación política, la sociedad asustada, el mundo que iba a cambiar para siempre y un montón de cosas más. Algunas, como el desborde de los sanitarios, se han quedado, el resto no. Y la necedad política, como constante, es invencible.

Durante todos estos años hemos tenido una relación extraña con las mascarillas, en la que el desconocimiento, la irracionalidad y la ley de la oferta y la demanda han sido las que más han mandado. Ya desde el inicio más de un experto aconsejaba su uso, porque ya veía que la vía principal de contagio eran los aerosoles, pero no teníamos mascarillas, no las había, por lo que las autoridades decidieron mentir y decir que no eran necesarias, que eran alarmistas y contraproducentes. Seguro que más de uno que hizo declaraciones semejantes sí tenía acceso a mascarillas y las usaba cuando las cámaras no le enfocaban. Con los meses la demanda de mascarillas se fue disparando a medida que la población era consciente de que, tras el encierro, el virus volvería en olas sucesivas porque no se había eliminado. El precio de las mismas enloqueció, en un mercado global que no era capaz de abastecer una demanda desatada. Varias empresas se reconvirtieron a fabricantes de ese y otros productos sanitarios e incluso se dieron casos absurdos, como esos pañuelos que el gobierno de Cantabria elaboró, sin garantía sanitaria alguna, pero con el logo de la administración bien impreso, que sólo servían como elemento decorativo a la hora de la borrachera en las bodas y celebraciones que no tenían lugar. Las autoridades, cuando ya hubo mascarillas, sí decidieron hacerlas obligatorias, porque era obvio que se necesitaban, y desde un primer momento. Se forzó a su uso en exteriores, donde nunca han sido útiles, y en interiores, donde sí eran efectivas para impedir contagios. A lo largo del año 2020 las mascarillas se convirtieron en parte del paisaje colectivo y llevarlas era una muestra de interés por la seguridad propia y ajena. En ausencia de vacunas era de lo poco que realmente servía para tratar de frenar la expansión del virus. La llegada de las cuatro maravillas que nos sacaron del pozo (Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Jannsen, benditas seáis) supuso el final en la práctica de la pandemia, porque una vez que vacunado el riesgo de enfermedad grave se reducía en un 95% el problema sanitario y social quedaba disuelto. A medida que la inmunización avanzaba la necesidad de uso de mascarilla se fue relajando, no sin retrocesos absurdos, como el que se vivió con la ola Omicron y la obligatoriedad nuevamente de su uso en el exterior, que apenas fue respetada por lo incongruente que resultaba. Poco a poco el Covid fue derrotado, única y exclusivamente por la inmunidad que nos otorgaron las vacunas, y las mascarillas fueron desapareciendo de los interiores, quedando su uso reducido sólo a la obligación legal de portarlas en los transportes públicos y los centros sociosanitarios. Mientras en el resto del mundo la obligación de la mascarilla se levantaba casi sin excepciones en España la norma forzaba aún a su uso en lugares como el transporte colectivo, por lo que ha sido una imagen habitual el seguir viendo a miles de personas embozadas en metros, trenes, autobuses y todo tipo de medios de transporte. Iberia y demás líneas aéreas nacionales lo han seguido imponiendo en sus vuelos, y pese a que se ha dado un relajamiento creciente en su uso, la verdad es que la mayoría hemos cumplido la norma y nos la hemos puesto donde era obligado por ley. Hasta hoy.

Desde este 8 de febrero la mascarilla en España ya sólo es obligatoria en centros de salud, hospitales, residencias y farmacias, y deja de requerirse en los transportes públicos. Hoy, en mi viaje en metro hasta el trabajo, no la he llevado, primer día en más de dos años en que así ha sido, y éramos mayoría los que no la portábamos, pero ni mucho menos absoluta. Aún se veían muchas mascarillas, portadas por aquellos que creen que deben llevarlas. Es lo correcto. El Covid ha pasado en algo menos de tres años de no existir a ser una enfermedad más, y por el camino ha destruido millones de vidas, empresas, negocios, proyectos e ilusiones, Todo lo relacionado con él es un desastre, una mierda. Sólo cuatro vacunas, cuatro vacunas, son lo que nos ha salvado y nos ha permitido vencerlo. Lo demás, una absoluta y deprimente mierda.

martes, febrero 07, 2023

Terremoto en Turquía y Siria

De entre todos los desastres naturales el terremoto es el peor de todos, porque a su capacidad de destrucción une la enorme extensión geográfica que puede llegar a alcanzar. Un volcán lo arrasa todo, sí, pero en una zona mucho más localizada, y a excepción de supererupciones, con impacto global, supone un fenómeno muy local, en el que las poblaciones distantes algunos kilómetros de la erupción pueden verse perfectamente libres de sus efectos (sí, cada caso es un mundo) pero en el terremoto, sea donde sea el epicentro, sus efectos se sentirán a grandes distancias y provocará daños lejos, muy lejos, en los que la fortuna y la renta del lugar determinarán finalmente quiénes pueden salvarse y quién no.

El terremoto que ayer se produjo en la zona fronteriza entre Turquía y Siria, con más de siete grados de magnitud, es enorme, y entre sus muchas réplicas se dio una que volvió a llegar a esos mismos siete grados, añadiendo inevitablemente un destrozo aún mayo al ya causado. La zona es un lugar de confluencias entre placas, tiene registros históricos de seísmos y, pese a que este ha sido de los más intensos, es un punto habitual en el que los sismógrafos no paran quietos. Sobre la superficie se encuentra uno de los lugares de conflicto perpetuo, con restos de la inacabable guerra de Siria, el problema kurdo y el este de Turquía, desde donde las milicias comandadas por Ankara realizan ataques frecuentes a todos estos vecinos. Es una zona en la que la renta no es alta, precisamente, las construcciones son convencionales y los efectos de un temblor evidentes. En todo caso, ante una magnitud tan elevada es probable que lugares con edificaciones más sólidas quedasen también muy afectados, con daños de enorme gravedad. No me gustaría experimentar un grado siete en Madrid, Londres, cualquier otra ciudad europea. El movimiento principal se produjo de noche, en medio de unas jornadas muy frías, con nevadas y vientos desapacibles, por lo que todo el que podía estar a refugio, bajo techo, allí se encontraba, y esto, evidentemente, agrava las consecuencias de unos derrumbes que se contabilizan, por ahora, en más de dos mil, con bloquees enteros desplomados como castillos de naipes y muchos otros convertidos en crueles remedos de la Torre de Pisa, tan inclinados como amenazantes. Las imágenes de ciertas localidades en las que la trama urbana ha pasado a ser una escombrera en apenas minutos dejan claro la magnitud de los daños, la irreversibilidad de los mismos y, tristemente, la idea de que el recuento de víctimas será muy extenso. A esta hora de la mañana las cifras oficiales hablan de 4.300 fallecidos y decenas de miles de heridos, pero la probabilidad de que estos números se queden muy bajos es elevada, cruelmente elevada. Se va a tardar mucho en desescombrar las zonas en las que los edificios se han apilado unos contra otros y es casi seguro que en ellos se encuentren muchos de sus moradores, que a buen seguro dormían mientras el invierno golpeaba tras ventanas y paredes, que pasaron en un instante de ser sus protectores a convertirse en verdugos. El trabajo de los que se afanan en rescatar a los que sea posible se ve dificultado, entre otras muchas causas, precisamente por ese tiempo invernal, que acorta las posibilidades de supervivencia de los que, milagrosamente, hayan encontrado un hueco que les proteja entre los escombros, y entumece la labor de los valientes que se enfrentan a montañas de cascotes y polvo, siempre en una carrera contra el reloj en la que cada segundo lo pone todo más difícil. Es probable que las imágenes que hoy nos lleguen de allí estén teñidas de blanco, de nieve nueva depositada sobre los restos de edificaciones. La habitual estampa bucólica de un paisaje nevado, que enternece, va a contrastar hasta hacerse insoportable con la crueldad de lo que va a cubrir, y entre el decorado níveo los que buscan vidas serán apenas manchas. Y los que, milagrosamente, aguanten, tendrán en el frío otro enemigo poderoso.

Ante situaciones como estas poco se puede decir, apenas mirar y compadecer a los que les ha tocado esta desgracia, y sentir un consuelo tan egoísta como innato al no ser uno el que se encuentra en esa situación, ni los conocidos, ni los entornos que conforman los recuerdos. La aleatoriedad de una tensión acumulada en una placa tectónica a varios kilómetros por debajo de la superficie se liberó ayer y ha segado vidas y bienes de una manera tan efectiva como absurda. Poco se puede añadir a tanto dolor, nada es posible aportar desde un texto escrito. Qué valentía la de los que trabajan rescatando, luchando contra el tiempo en todas sus dimensiones, y qué coraje el de los que a allí han acudido para ayudarles desde muchos otros países.

lunes, febrero 06, 2023

Pinchar el globo chino

Muchas son las metáforas y chistes que, en castellano, se pueden hacer a cuenta de los globos, y el episodio de vivido este fin de semana en los cielos norteamericanos a cuenta de uno chino ha dado juego a comentaristas y tuiteros ingeniosos. Las gracias han servido para rebajar algo la tensión en un incidente serio en el que, nuevamente, resulta cargante la absoluta hipocresía desplegada por el régimen de Beijing. De los portavoces que aconsejaban no obsesionarse por las cifras de covid en el país cuando eran miles los que caían al día ha salido el nuevo mensaje de no obsesión por lo que no es una actividad de espionaje. Lo de la política zen china es tan “oriental” como sarcástica.

El principal asunto en esto del globo es que muestra que la tensión entre las dos grandes potencias no deja de subir y, con ellas, el recelo mutuo. Nadie se cree que el globo, descubierto sobre los cielos de Montana, justo encima de un montón de silos nucleares, es un instrumento meteorológico. Cierto es que este tipo de globos se usan para investigar la atmósfera y que, por definición, la trayectoria de un globo está sujeta a un componente errático que puede llevarle a un sitio imprevisto, pero como mínimo, las sospechas de que Beijing no estaba estudiando el vórtice polar en la frontera entre EEUU y Canadá son elevadas., Estos globos permite observar con un coste mucho más reducido que el de un satélite y pueden aguantar hasta un mes en el cielo, en alturas de unos 20 kilómetros, bastante más allá del techo de la aviación comercial, y su uso como instrumento de espionaje está ampliamente documentado desde los tiempos de la guerra fría, la del siglo XX, va a haber que empezar a puntualizar. China y EEUU se observan de manera obsesiva y cada uno trata de inmiscuirse en el otro de la manera más efectiva y secreta posible. La opacidad de lo que sucede en Beijing es bastante más elevada de lo que conocemos de Washington, pero los servicios de inteligencia de ambas naciones juegan en las sombras y lo hacen sin que ni usted ni yo podamos adivinar qué es lo que traman. De hecho, es su trabajo actuar de tal manera que sean inexistentes. Cuanto menos se perciba su labor mejor la están haciendo. Para China lo de globo es un revés, porque ha quedado al descubierto uno de sus aparatos de manera clamorosa, y ahora corre el riesgo de que, si se puede recuperar algo del material transportado en volandas, la inteligencia americana pueda acceder no tanto a sus tecnologías de observación como a lo que interesaba al gobierno chino. El derribo del aparato se produjo una vez que abandonó la vertical de las aguas territoriales norteamericanas en la costa de las Carolinas, por lo que los restos no podían causar daño alguno en su caída, pero se han ido al agua. Hay equipos de la marina buscándolos con buzos y naves especializadas, y es poco probable que sepamos si el pecio es finalmente hallado y, menos aún, de que se trataba. A lo sumo es de esperar que EEUU confirme que estamos ante un acto de espionaje y presenta algunas pruebas que no podremos determinar plenamente si son reales o no, pero que servirán para asentar lo dicho. El comunicado oficial del gobierno chino, mostrando su enfado por el derribo y anunciando futuras acciones para compensarlo es ya la muestra de que lo que defiende EEUU es cierto y que el acto de espionaje denunciado realmente lo era. La suspensión del viaje del secretario de estado Blinken a Beijing, prevista para este fin de semana ha sido la primera gran consecuencia de este suceso, y un daño serio al sistema de relaciones y contactos entre ambas potencias. Los desencuentros mutuos no dejan de crecer, el apoyo poco disimulado de China a Rusia en su infame guerra ha posicionado claramente a China frente a occidente y las sanciones tecnológicas impuestas por EEUU al gigante asiático son una muestra de que la rivalidad entre las naciones sigue escalando posiciones en un proceso de “enfriamiento guerrero” que puede ser irreversible, con los riesgos que ello lleva.

Que China es el gran rival de EEUU, en todos los planos posibles, es de las pocas cosas en las que están de acuerdo demócratas y republicanos, y las posturas de fuerza de Washington frente a Beijing no aflojarán en un año este que es previo al de las elecciones presidenciales. Kevin McCarthy, el que republicano que fue elegido presidente de la cámara de representantes tras aquel montón de fracasadas votaciones, ya ha anunciado que tienen previsto viajar a Taiwán con toda la cohorte de asesores y representantes que sea capaz de reunir. El rumbo de colisión de los gigantes en torno a esa isla es cada vez más claro, y tarde o temprano puede suceder algo que desencadene una respuesta no “fría”. Esto del globo, en el fondo, tiene poco de broma.

viernes, febrero 03, 2023

Problema para Ucrania en el frente

En noviembre vivimos lo que se denomina el “momentum” del ejército ucraniano, una fase en la que sus tropas lograron derrumbar el frente ruso, tanto en las proximidades de Jarkov en el noreste como en torno a la ciudad de Jersón, en el sureste, que fueron capaces de recuperar. El derrumbe de las líneas rusas, fruto de su mala logística y de una planificación sobre el terreno muy deficiente, fue bastante espectacular, y supuso pérdidas de varios miles de kilómetros en el terreno que había sido invadido por las huestes del Kremlin. Ucrania llevó sus avances hasta el límite de lo que le permitía su cadena de abastecimiento y la sensación de que la guerra podía decantarse no por la presunta victoria rusa que tanto se suponía se extendió.

Hoy, principios de febrero, la sensación es algo más amarga para el cuartel general ucraniano y no tan humillante para el ruso. Tras algo más de un mes de frentes estabilizados tras la recuperación ucraniana, algo se han movido las líneas. No mucho en el sureste, donde Kiev sigue controlando Jersón, pero la urbe se ha vuelto parcialmente inevitable por el acoso al que le somete la artillería rusa desde el otro lado del Dniépr. Va camino de ser una ciudad fantasma, donde muchos civiles han huido porque las opciones se reducen día a día. Es en el este donde se están produciendo los movimientos, de momento cortos. Kiev ha reconocido la toma rusa de la ciudad de Soledar, pequeña pero con cierto carácter estratégico, y sigue la encarnizada batalla de Bakhmut, en la que ambos contendientes se están desangrando de una manera aterradora. Las bajas diarias se cuentan por centenares, según algunas fuentes, y parece que las tropas rusas están logrando avanzar por la zona urbana, o lo que vaya quedando de ella. Una de las ventajas que tiene el avance ruso es que, aunque les pueda parecer asombroso, no les importa en lo más mínimo la supervivencia de los suyos. Las milicias de Wagner, que como una cruel imitación de la Waffen SS nazi se presentan como los más aguerridos guerreros, preceden a las tropas regulares, y llevan con ellos a algunas unidades fruto de la leva decretada por Putin, entre los que abundan los presidiarios y otros sujetos a los que se les ha prometido la libertad de las prisiones rusas a cambio del combate. Wagner los usa como carne de cañón, y aquí esto no es una frase hecha, sino la cruda descripción de lo que sucede. Los lanza en la ofensiva y, siendo masacrados muchos de ellos, sirven para que los listos de la milicia posiciones correctamente las fuerzas ucranianas, en ubicación y capacidad de disparo, por lo que en un segundo ataque, con unidades más preparadas, pueden impactar de manera más certera y dañina frente al enemigo. Avanzan sobre los cuerpos de los incautos a los que se les prometió una mentira y van a acabar siendo abono de la fértil tierra negra ucraniana. Así, el avance es posible a un coste humano insoportable para el ejército ucraniano y para la mentalidad de combate occidental, pero Rusia siempre ha sido una de las naciones que peor ha tratado a los suyos, y en esto Putin también es amante de las tradiciones. Si los rusos logran tomar Bakhmut y mantienen el desgaste actual a las líneas ucranianas sus opciones de extenderse hacia el oeste crecen notablemente y pueden lograr hacerse con toda la provincia de Donetsk, acercándose peligrosamente a Dinipro y a la línea que es el Diniéper, el río que divide al país en dos mitades, occidental y oriental. Los rumores de que Moscú prepara una gran ofensiva en las próximas semanas pueden estar fundados si es verdad que la toma de Bakhmut se consolida y sirve a los intereses rusos como cabeza de puente para suministros y logística, una de las áreas en las que por se están comportando.

La petición de Zelensky de hade unas semanas de tanques occidentales para preparar una contraofensiva ucraniana venía a cuento de aprovechar la ventaja posicional con la que contaba Ucrania, pero ese margen se puede estar estrechando y, si el ataque ruso se da, los carros occidentales puede que lleguen demasiado tarde como para ser efectivos. La falta de información certera sobre lo que pasa en el terreno complica mucho las cosas, pero sí, la sensación de que estas semanas están siendo malas para el ejército ucraniano es bastante compartida. Y de mientras, continúan los ataques rusos a civiles y a infraestructuras energéticas en otras partes del país. Al resistencia que muestra Ucrania es admirable, pero no va a poder ser eterna,

jueves, febrero 02, 2023

Ceder ante el sátrapa a cambio de qué

Nos podemos poner tan dignos como queramos, pero todos caemos en la hipocresía en nuestra vida diaria. Decimos que sí cuando queremos decir no, actuamos por interese y no por convicciones… es humano. El imperativo categórico kantiano funciona muy bien sobre el papel, pero se estrella sin cesar contra un mundo real que nos exige vivir con otras personas y deseos. No se fustigue por ello, vivir y convivir son juegos en los que lo que deseamos no es lo que se va a producir, y exigen tomar decisiones que no nos gustan para ir tirando. Todo tiene sus límites y cuando la hipocresía toma totalmente el control es mejor evitar a quienes así viven, pero santos y puros, no, no existen.

En política la hipocresía es el ABC de la actuación diaria, y en las relaciones internacionales, más. Ahí, como han dicho muchos, sólo hay intereses, no amistades. Nuestro caso con Marruecos es uno de esos problemas que están ahí para quedarse, nos guste o no, y que tenemos que lidiar con él de la mejor manera posible, que en ocasiones es algo que está muy lejos de nuestros deseos. Todos los gobiernos españoles, este y los anteriores, han tenido el problema marroquí en la mesa y, a sabiendas de que ambas naciones juegan con distintas barajas a la hora de lograr sus objetivos, han tratado de mantener relaciones y de sobrellevar los enormes problemas de fondo. En el caso de Sánchez se ha producido un cambio profundo desde las tradicionales posiciones españolas en el caso del Sahara, uno de los grandes temas de la relación diplomática entre ambas naciones (no el más grave, pero sí importante) con el cambio de postura que realizó, sin avisar a nadie, hace algo menos de un año. El realineamiento de España en el tema saharaui, dando la razón a Marruecos en un conflicto que lleva décadas enquistado, nos enfrentó con Argelia, aliado del frente Polisario y tenso vecino de Marruecos en su frontera este, y nos colocó en los brazos de la política de Mohamed VI, que previamente había sido bendecida por la administración Trump. Nunca nadie ha explicado las causas de nuestro cambio de postura, expresado en aquella carta tan mal redactada que Sánchez envió a Mohamed VI, que se hizo pública por parte del gobierno marroquí, en un gesto que nos descolocó a todos, supongo que los primeros a los estrategas de Moncloa que querían mantenerla en secreto. Del cese de González Laya tras el episodio de acogida del dirigente Polisario Brahim Gali en un hospital en Logroño en los momentos pandémicos hasta el asalto a Ceuta alentado por las autoridades marroquíes, han pasado demasiadas cosas en las relaciones entre ambas naciones estos años como para que no haya nadie que no esté sorprendido, mosqueado o ambas cosas. Sobre ese cambio de postura de nuestro gobierno ha habido hipótesis de todo tipo, desde las conspiranoicas hasta las basadas en el puro miedo a las amenazas militares alauíes, pasando por el cambio de postura de una parte del PSOE en un tema como el del Sáhara que no da mucho de sí a presiones por parte de EEUU y otros aliados. No hay nada cierto que se sepa, y esto alimenta los rumores, las especulaciones y los chismes. Si a eso le sumamos que en el actual desgobierno la parte podemita se muestra plenamente pro saharaui tendremos el divertido espectáculo de un presidente que canta las bondades de Rabat y hace que sus diputados en Bruselas no se sumen a un voto condenatorio a las persecuciones de los derechos humanos en el país vecino mientras que una vicepresidenta de extraño prestigio (homenaje a Rosa Belmonte) arremete contra el gobierno marroquí y lo que hace un instante había defendido su jefe, el presidente de nuestro gobierno. Como verán, un circo de muchas pistas, algunas folclóricas, otras serias, llenas de fieras amenazantes.

Bien, todo esto viene a cuento de la visita oficial que Sánchez comenzó ayer a Rabat para estrechar lazos y dar por inaugurada esta nueva etapa en las relaciones de ambos vecinos. Vendida por el departamento de propaganda de Moncloa como el nuevo amanecer, el desprecio mostrado por Mohamed VI hacia el encuentro ha resultado ser tan absoluto como llamativo. Ni se ha presentado por allí, estando como está de vacaciones navideñas (sí, sí) en Gabón. Apenas una llamada de cortesía entre su realeza y Sánchez, en un gesto que ha sido interpretado por todos como una descortesía absoluta. El enorme coste del arrodillamiento de Sánchez ante Mohamed VI no ha servido ni para que le reciba. Negociar con sátrapas puede ser necesario, pero es peligroso.

miércoles, febrero 01, 2023

¿ChatGPT es el nuevo Google?

Como verán, me he respondido a la pregunta de por qué escribir escribiendo, demostrado la irracionalidad, en esta ocasión en forma de cabezonería, que llevo en mi seno, y que aflora no pocas veces. El impacto que una tecnología como la de ChatGPT puede tener es enorme, pero resulta realmente difícil calibrarlo. Sólo el tiempo determina lo que acaba pasando con las novedades tecnológicas, algunas de ellas se prometen grandiosas y lo son, pero otras acaban en la irrelevancia. Cuando Steve Jobs presentó el Iphone pocos lo vieron como la pieza que alteraría todo nuestro mundo, social y económico, como así ha resultado ser. Quienes menos, los ejecutivos de Nokia, la que era entonces la mayor empresa de telefonía móvil del mundo.

Quien sí ha mostrado nerviosismo, o directamente alarma, ante las posibilidades de ChatGPT es Google. A finales de diciembre la compañía solicitó que sus fundadores, Sergey Bryn y Larry Page, que ostentan cargos de representación institucional pero no ejecutiva, volvieran a reunirse con desarrolladores y el equipo profundo para ver hasta qué punto esta IA les podía hacer la competencia a su buscador. Google no responde con contenidos, sino con enlaces que contienen la información que estamos buscando. Su algoritmo rastrea la red de una manera eficiente y con tino halla lo que deseamos, pero no crea contenidos. El negocio de Google, dada su eficiencia como buscador, está en la publicidad que se inserta en los resultados que obtenemos la humanidad entera que a él acudimos a buscar, porque “Google lo sabe todo.” Es ese inmaterial que ha calado en nuestras vidas, el hecho de crear un verbo para ello, googlear, lo que le da a la empresa su poder, representatividad y, desde luego, fortuna. Si ChatGPT deja de ser esta demo que ahora vemos para convertirse en un servidor con capacidad de soportar millones de accesos y se conecta a la red para “aprender” en tiempo real, la expresión de que “Google lo sabe todo” puede quedarse obsoleta, y pasar de ser una metáfora a la descripción de una realidad en la que ChatGPT sea quien, realmente, todo lo sepa, porque lo ha aprendido. Pasaríamos de un proceso de búsqueda de información a uno de creación de contenidos personalizados para cada uno, en cada momento, en función de lo que quisiéramos saber. No preguntaríamos a ChatGPT dónde hay información sobre, pongamos, un animal extraño cuyo nombre hemos visto y no nos suena de nada, no. Le diríamos que nos diga qué es ese animal, y que nos cuente cosas sobre él (esto, de hecho, ya es perfectamente posible) por lo que nos ahorraríamos el paso de acceder a la fuente suministrada por el buscador y comprobar si en ella se encuentra realmente la respuesta a lo que buscábamos. La posibilidad de que ChatGPT, o una IA de este tipo, se convierta en el oráculo global y desbanque a los buscadores es tan cierta como prometedora e inquietante, sobre todo para las empresas que viven de la búsqueda. Al mensaje de alarma que ha salido de las oficinas de Google se le ha sumado la noticia de los 10.000 millones de dólares que Microsoft ha decidido invertir en OpenAI, la empresa que ha desarrollado ChatGPT, que ya contaba con financiación de la empresa de Redmond pero que ahora se ha convertido en la potencial joya de la compañía. Frente a Google Microsoft siempre ha perdido en sus apuestas, tanto en la creación de navegadores (ay el Explorer) como en buscadores (Bing no es competencia para Google) y ha tenido la vista de saber expandir su negocio de software vía nube (Azure es, desde hace tiempo, su principal fuente de ingresos) pero el resquemor ante la empresa de Sergey y Larry permanece en los cuarteles del gigante del software. Y ahora, puede ser, quizás haya encontrado, de una manera no prevista, la manera de poder ganarles.

¿Va a ser esto así? No lo se. Google también tiene mucho dinero invertido en IA, en la empresa DeepMind, creadora de los software “Alpha” como el que derrotó al campeón del juego del go (Alphago) o el que logró encontrar todas las soluciones al problema del plegamiento de las proteínas (Alphafold) y la tecnología de estos sistemas es muy similar a la de ChatGPT, redes neuronales de capas profundas de enorme cantidad de componentes, entrenadas de manera masiva y con capacidad de autoaprendimiento al alterar las ponderaciones que determinan sus resultados. ¿Tendrá Googel un AlphaChat preparado para sacarlo a la luz? No es descartable. La competencia entre ambas empresas, y terceras, espoleará aún más los desarrollos en IA, veremos hasta dónde.