En su artículo del pasado sábado en El País, comentaba Antonio Muñoz Molina la eterna desidia que tenemos en España con los números, con la exactitud, con el rigor a la hora de medir, valorar, evaluar y tratar las magnitudes. Eso nos hace no sólo ser descuidados, sino cometer errores de bulto sin que muchas veces ni si quiera seamos conscientes, nos lleva al desprecio de la realidad y luego nos estrellamos contra deudas que no sabemos de dónde vienen, proyectos mastodónticos que iban a revolucionar una localidad y siguen ahí, abandonados desde el primer día, y tantos y tantos ejemplos que no hace falta reiterar. Nuestro orgulloso anumerismo, fruto de una ignorancia de la que aún nos orgullecemos, nos condena.
Es más que error en los números ponerse a construir unos trenes que no caben en los túneles por los que tienen que pasar, se acerca a la típica trama de una peli cutre o de humor absurdo, pero cuando algo así sucede, la gracia que provoca es escasa, y mucha la indignación de quienes iban a ser usuarios de esos trenes. Que Asturias y Cantabria estén relegadas de la atención de los medios y despreciadas por parte de gestores, comentaristas y todos aquellos que se creen algo (y no lo son) es algo sabido, y que no están solas esas regiones en su abandono, frente a otras, las más ricas, que no dejan de protestar como niños mimados que son. Por una vez se iba a realizar una inversión en sus redes de cercanías, que usan vagones de los años ochenta del siglo pasado e infraestructuras de principios del siglo XX y finales del XIX, pero mira por donde, esta vez tampoco iban a tener suerte. Se hizo público el error en las condiciones técnicas de la adjudicación de los nuevos convoyes y apenas sucedió nada, hasta que Revilla, el populista y popular presidente cántabro montó en cólera. El gobierno del Principado, socialista como el nacional, debió sentirse igual de estafado que el regionalista, que gobierna en coalición con los socialistas, pero optó por dar la callada cuando la noticia fue publicada por primera vez en un diario asturiano. Al tronar del cántabro el presidente asturiano se unió, porque no le quedaba otra, y el escándalo de los trenes y los túneles empezó a crecer y abrirse hueco entre los medios, centrados en polémicas más graves. Al principio el tono era jocoso, pero luego se empezó a ver hasta qué punto llegaba una chapuza en la que estaban implicados RENFE, ADIF, el Ministerio de Fomento, la empresa CAF y todos los organismos que usted quiera recordar. Unos y otros empezaron a echarse las culpas mutuamente porque eran los demás los que se habían equivocado, pero que daba igual, porque este desastre no iba a tener consecuencias ni financieras ni de ningún otro tipo. Ante el ruido creciente, el Ministerio de Fomento, sin dar una rueda de prensa en ningún momento, destituyó a dos cargos. Uno era una persona que estaba cercana a la jubilación y otro había pedido un traslado a otro organismo público. Dos nombres vacíos, carcasas para ver si con eso los “pesados esos del norte” se callaban, seguro que pensó algún alto cargo de la sede ministerial. Mala suerte, porque con Revilla habían topado. A tres meses de las elecciones autonómicas no hay político regional que no use un desprecio gubernamental de este calibre como munición para su campaña. Fomento empezó a admitir que la chapuza tendría consecuencias en los plazos de la entrega de los bienes, y ni siquiera los periodistas al servicio del gobierno eran capaces de hacer artículos en los que, con la intención de salvar a los suyos, evitasen denunciar una situación de atraso en las infraestructuras ferroviarias del norte, de desidia de las administraciones con ellas y de ineptitud en todos los organismos implicados en este desastre, que han estado ocultando el fallo desde el momento que lo descubrieron, para evitar que les salpicase. En todo caso, reiteraban sin cesar desde Fomento, esto no tendrá efectos en el presupuesto ni en los gastos previstos, repetían sin cesar los que ya habían dilapidado millones en un contrato infructuoso.
Ayer, en la sede ministerial de Fomento, la ministra ofreció dos cabezas de verdad para aplacar el enfado de los presidentes de Cantabria y Asturias. El presidente de RENFE y la secretaria de estado de infraestructuras, que antes fue presidenta de ADIF, fueron cesados como muestra de que alguien con cargo se iba a hacer responsable de lo sucedido. No caerán sobre lecho duro, cosa habitual en aquellos que saben moverse entre despachos e instituciones. Tarde, mal, pero al menos alguien ha sido cesado. Eso sí, hasta dentro de tres años, si todo va bien, no habrá nuevos trenes. El coste del contrato crecerá notablemente, y la promesa de otorgar cercanías gratis a las dos comunidades hasta la fecha de la entrega de las nuevas unidades como compensación hará que la factura presupuestaria del error sea enorme. Nadie la cuantificará, seguro.
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