A medida que la guerra de Ucrania se prolonga, camino de su primer año, y el papel del ejército regular ruso resulta cada vez más decepcionante, el protagonismo de la milicia Wagner no deja de crecer. Este grupo no es sino una especie de ejército privado formado por reclutas y profesionales, gestionado como una empresa, y que posee características más propias de formaciones medievales que de las modernas empresas de seguridad que colaboran, en un sentido muy amplio del término, con las fuerzas regulares. Wagner es una de las mayores bazas ofensivas de Putin en Ucrania y, también, otras naciones.
Ya en la guerra de Irak de 2003 vimos de manera destacada la participación de empresas de seguridad, bastante más empotradas con el ejército norteamericano que los periodistas. Black Rock fue un caso bastante claro, pero pese a su relevancia, era común que estas empresas entrasen “después” de que el ejército regular hubiera hecho su trabajo. Se encargaban de la seguridad de las zonas ocupadas, de la gestión de los presidios y de otro tipo de labores sucias. Mantenían un contrato con el Pentágono y se daba por su puesto que, mordidas a parte, se llevaban comisiones abundantes vía pillaje sobre el terreno. En los casos de torturas destapadas en Abu Graib y otros lugares siempre estaba algún componente de Black Rock metido en el ajo. Wagner es otra cosa, bastante más complicada y fea. Es, sí, un ejército bis, una fuerza de ataque y hostigamiento que responde sólo a la voluntad de su fundador, el oligarca Yevgeny Prigozhin, que ha ascendido meteóricamente a la cúpula del poder ruso. Se le ha apodado vulgarmente como “el cocinero de Putin” por ser el responsable del catering que se sirve en el kremlin y otros lugares oficiales, pero su gran proyecto vital es Wagner. Era conocido desde hace tiempo, sobre todo por su creciente presencia en países africanos, a los que Rusia trata con mimo para conseguir favores de todo tipo. Cuando se acordaba algo entre el sátrapa local y Putin, ahí aparecía Wagner en forma de personal de seguridad, de apoyo a los cuerpos militares locales. A veces en labores de consultoría, la mayor parte de las ocasiones como fuerza militar de apoyo para hacer trabajos sucios. En Ucrania las cosas van mucho más allá. Moviliza miles y miles de hombres bajo su bandera. Una en al que la calavera ocupa un lugar destacado, y es una milicia que, en muchas ocasiones, supera en capacidad y eficacia a las fuerzas regulares del ejército ruso. Se ha encargado de realizar sus propias levas en prisiones rusas, reclutando convictos prometiéndoles la libertar si combaten y ganan, y son conocidos varios episodios en los que la estrategia Wagner ha sido la más intensa a la hora de tratar a esos reclutas como meros objetivos de tiro del ejército ucraniano, provocando bajas masivas que servían para dar a conocer los puntos desde los que las fuerzas ucranianas disparaban. Si la crueldad del ejército ruso y de sus altos mandos sobre las propias tropas es conocida, en el caso de Wagner alcanza unos niveles de sadismo difíciles de imaginar. No está clara cuál es su actitud a la hora de gestionar zonas ocupadas, pero lo cierto es que uno se puede esperar lo peor. La competencia entre el ejército regular y Wagner es creciente, y ya se han reportado casos de enfrentamientos directos entre ellos por ser el primer en llegar a un objetivo, por ondear la bandera, por publicitar la conquista como propia y así ganar méritos ante los superiores. Las declaraciones de Prigozhin han ido subiendo de tono, especialmente en sus críticas sobre la gestión de la ofensiva rusa, a medida que sus huestes son más relevantes sobre el terreno, y ahora mismo el enfrentamiento entre él y Shoigú, el ministro de defensa ruso, es tan obvio como intenso.
Si uno repasa la historia observa que, aunque existen diferencias, el papel de Wagner en la guerra y su relación con la estructura militar profesional cada vez se parece más a lo que sucedía entre las SS y la Wermacht en la Alemania nazi. Frente a las tropas regulares del ejército, las SS de Himler desarrollaron su propia estructura militar paralela, las Waffen SS, y ejecutaban acciones de ataque muchas veces sin avisar al alto mando de los ejércitos, en un ejercicio competitivo cada vez más carao. La crueldad de las Waffen SS era máxima, en este caso por un extremo fanatismo ideológico, y hubo momentos en los que fueron más determinantes que el propio ejército regular en la conquista y dominio de plazas. Estremece pensar que hoy en día podamos contemplar cosas que se parezcan a las peores pesadillas del siglo XX, pero así es.
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