Desde octubre septiembre, momento en el que hicieron mínimo, las bolsas suben, con ganas, en lo que ha dejado de ser un rebote tras el desplome para convertirse en todo un movimiento alcista que ha borrado gran parte de las pérdidas que se acumularon en la primera parte de 2022. El inicio del año en los mercados está siendo deslumbrante, con un Ibex, para no irse muy lejos, que gana en el entorno del11%, margen más que suficiente para vender hoy mismo y quedarse el resto del ejercicio mirando y disfrutando de lo ganado. En EEUU los índices muestran una fortaleza igualmente notable y, a mi escaso entender, sorprendente.
Esta mejora bursátil no es una mera excepción. Ayer, en su revisión de las previsiones, la UE elevó la tasa de crecimiento del PIB de la economía española para este año del 1,1% al 1,4%, cifras bajas todas ellas, pero crecientes, y alejó la temida recesión técnica, tanto en nuestro país como en el conjunto de la Unión. Existe una sensación de dulzura en los análisis económicos a medida que llegamos al final del invierno y el peor de los escenarios no se ha hecho realidad. Los precios energéticos, desatados a lo largo del verano pasado, ha ido aflojando a medida que se acercaba el frío. El mismo frío ha sido menor de lo habitual, en otro invierno no extremo en Europa, y el suministro de gas natural licuado, especialmente desde EEUU, ha permitido tener las reservas altas y la garantía de suministro. Putin no ha logrado que nos congelemos y el precio de la energía no se ha convertido en un muro infranqueable. Eso ha deshecho el panorama negro con el que afrontábamos este invierno, por lo que la sensación de alivio generalizado que se respira en las capitales occidentales y los institutos de previsión económica tiene su sentido. ¿Quiere decir esto que hemos vencido a los problemas económicos? No, me temo que no. La inflación sigue muy alta, castigando el bolsillo de consumidores y empresas, y las subidas de tipos decretadas por los bancos centrales para tratar de controlarla ya se nota en las cuotas de las hipotecas y en la restricción del acceso al crédito. Siguen funcionando numerosos frenos a la demanda que la están llevando a pararse, especialmente en lo que hace al consumo privado, el gran motor. El endeudamiento de familias y empresa crece para poder mantener un ritmo de gasto ante precios ascendentes y ahorros pandémicos agotados, por lo que ese motor del consumo se debe ir parando. Por el contrario, de manera sorprendente, el empleo sigue tirando con fuerza, y los datos de creación del mismo, aquí y en EEUU, muestran una fortaleza que resulta muy llamativa, asombrosa en un contexto tan tenso como el que vivimos. Si uno empieza a juntar todos los elementos y los contrapesa se da cuenta de que o algo no cuadra o, simplemente, este que escribe es corto y no lo entiende. Debiéramos estar ante un debilitamiento de la economía más intenso pero, afortunadamente, no es así. ¿Qué está provocando esta bendita resistencia? En el caso español se me ocurren tres factores. Uno es el constante y disparatado endeudamiento del sector público, cuyos déficits no dejan de crecer y suponen un estímulo a la economía, aunque sean una losa en el medio y largo plazo. Otro es la capacidad exportadora de nuestras industrias y servicios, cuya competitividad internacional no deja de crecer y les permite ganar cuota, por lo que el sector exterior es, ya, uno de nuestros motores de crecimiento. Este quizás sea uno de los cambios estructurales más profundos, y en este caso positivo, que nos dejó la crisis de 2008 – 2013. El tercer factor que veo es el del disparo del turismo. Como país “exportador” de sol y ocio la pandemia nos arrasó, somos de las muy pocas economías occidentales que aún no llegamos al PIB pre covid, y la vuelta del turismo en 2022 ha sido un revulsivo tremendo. Este año es de prever que ese factor siga mejorando y, con la apertura de China, el retorno del turismo asiático nos puede venir de perlas en forma de sustanciales ingresos.
En todo caso, y con la sensación de que hemos salvado el agujero del invierno, no podemos lanzar campanas al vuelo en lo más mínimo. Ese freno en la demanda de los consumidores va a ir a más, y el factor de la vuelta de China tras el cierre covid, que nos viene bien como turismo, puede sentarnos a todos muy mal si eso supone un tirón en la demanda de productos energéticos y una nueva ronda de subidas de precios por ese lado. La guerra sigue, por lo que las disrupciones que provoca se mantendrán. En definitiva, que no ha sucedido lo peor, pero no se muy bien dónde estamos ni lo que va a pasar de ahora en adelante. La incertidumbre sigue siendo muy alta.
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