viernes, febrero 28, 2020

Coronacrack bursátil


Hasta hace una semana el inversor bursátil estaba más que contento. El Ibex marcaba máximos relativos desde hace un par de años, superando por poco, pero por fin, la cota de los 10.000 puntos y en Wall Street batir el récord de máximo histórico era algo que se hacía sesión a sesión sin darle mucha importancia. La enfermedad que atacaba a China se veía como algo distante y las voces que alertaban de que ese mal podía abrir la puerta a un desastre económico eran pocas, y clamaban en el desierto, mientras los alcistas seguían de fiesta. Quizás el pasado viernes 21 de febrero sea recordado, en bastante tiempo, como el día del máximo, el último de tranquilidad en las bolsas, antes de la erupción en el parqué del coronavirus.

Lo que los mercados han reflejado esta semana es miedo, mucho miedo, pánico incluso, en la sesión de ayer, donde el aguante temporal de Wall Street permitió a las bolsas europeas recuperar algo y cerrar con caídas que, en el Ibex llegaron al 3,55% pero que se vieron como un mal menor ante el 4,5% que caía apenas a una hora del cierre. El aguante de la bolsa americana, que a media sesión perdía un 1,5%, parecía una primera señal de suelo, de control de daños y de posible vía para encauzar las cosas, pero resultó ser una falsa esperanza, las últimas horas de negociación en Nueva York fueron un carrusel de pérdidas que acabaron cerrando en índice Dow Jones con una caída del 4,5%, unos 1.200 puntos de una tacada. Según he visto por ahí, esta semana la bolsa norteamericana ha batido su récord de velocidad a la hora de corregir un 10%, en apenas cuatro días, en un registro que se puede comparar a los aciagos días de 2008, y que nos deja un mercado bursátil vapuleado, deshecho. Es quizás el terreno apropiado para los cazadores de gangas, los valientes que entran cuando se produce la estampida, y que compran en estas grandes rebajas, pero para el inversor convencional, para el ahorrador que utiliza productos clásicos, para los fondos de inversión y pensiones… para casi todo el mundo esta semana es una catástrofe en toda la regla, que se verá reflejada en los extractos que llegarán a su casa, informándoles de la devaluación de sus inversiones, y en las expectativas futuras de compras, inversión y gasto. El efecto riqueza que hace que uno gaste de más, aunque no tenga ese dinero, cuando las cotizaciones suben, funciona a la inversa y deshace expectativas de gasto cuando los valores bajan, se haya ejecutado pérdida real al venderlos o no, estando entrampados en ellos. Por eso, cuando se dice “bueno, la bolsa me da igual, no tengo nada en ella” quien así opina no sabe muy bien cómo funciona el sistema financiero, y puede que sea verdad que no tenga dinero propio metido ahí, pero es más que probable que la empresa o negocio en el que trabaja sí tenga participaciones en ese mercado, y es casi seguro que los ahorros que posee en el banco estén, de una u otra forma, dando vueltas en el tiovivo financiero del que forman parte la bolsa y otros mercados. Por ello, le afecte directamente o no, subidas o bajadas de la bolsa van a acabar impactando en la economía de todos, más o menos, de una manera muy intensa o atenuada, pero de forma inexorable. Evidentemente los que trabajan en la industria de fondos de inversión y en empresas financieras deben estar sintiendo un pánico a lo largo de esta semana que no se puede valorar muy bien desde trabajos ajenos a ese mundo, y los que han puesto sus ahorros en ello ni les cuento. La alternativa de esperar a que pase la tormenta y no vender es la única posible, pero depende de cada caso, habrá quienes lo puedan aguantar y otros que no, y en días como los de ayer habrán saltado muchas órdenes automáticas de venta (stop loose) que habrán traducido a pérdidas reales las bajadas. Y hoy parece que no habrá tregua.

Y la bolsa, pese a lo distorsionada que está, sigue lanzando con esta sangría un grito de alerta sobre el futuro de la economía global que nos debe poner a todos en alerta. Cotiza recesión, grita desatada recesión, destrucción de valor y descomposición de cadenas productivas en un proceso no financiero, provocado por el coronavirus, que cierra fábricas y enclaustra a trabajadores, generando efectos económicos reales que se parecen más al resultado de una guerra física destructora de activos que al de una crisis provocada por motivos financieros, como la que vivimos en 2008. ¿Cómo vamos a responder ante ello? ¿Qué herramientas tenemos? ¿cómo va a evolucionar todo esto?

Subo a Elorrio y me cojo tres días de ocio. Si todo va bien nos leemos el jueves 5 de marzo.

jueves, febrero 27, 2020

El coronavirus y el helicóptero monetario


A medida que el caso de pacientes detectados con coronavirus vaya creciendo el impacto de los mismos disminuirá, siguiendo esa norma que hace que el ser humano se acostumbre a la reiteración de los estímulos, y sus efectos languidezcan. La alarma irá bajando de intensidad y el problema se absorberá por parte de nuestro ya saturado sistema sanitario en forma de carga adicional a los sacrificados trabajadores que en él se dejan la salud para atender a la de los demás. Sin embargo, efectos que hasta ahora han sido orillados por la urgencia médica irán adquiriendo dimensión propia, y muy relevante, y uno de ellos es la economía.

¿Va a generar el coronavirus una recesión económica? Tiene potencial para ello, y cada vez que autoridades y organismos internacionales se empeñan en medir en meras décimas los efectos que tienen cierres tan intensos como los que se viven en China o en Italia me surge la necesidad de transformar esas migajas en puntos enteros de PIB. No es la primera vez que modelos y organismos infravaloran los efectos de un suceso de este tipo, y se debe en parte a la propia inercia que poseen los modelos predictivos, que como grandes barcos mercantes, son buenos para mantenerse en la tendencia y avanzarla, pero pillan mal los cambios de rumbo, los puntos de inflexión, viran mucho más despacio que lo que lo hace la realidad. Si China resta puntos de PIB a su crecimiento por todo este desastre, si Italia entra en recesión y en España el turismo se ve afectado por el miedo al coronavirus es materialmente imposible que el crecimiento global o el de la UE permanezcan, por lo que es casi seguro que los datos reales de este trimestre y los siguientes reflejen caídas pronunciadas en las curvas de muchas variables macro. ¿Cómo responder ante ello? Enorme pregunta en un momento en el que la deuda pública de los estados alcanza valores endemoniados y la eficacia de las políticas monetarias, convencionales y no, está casi al límite de sus posibilidades. Una opción psicodélica, hasta ahora mencionada sólo en manuales teóricos y que ha sido tachada muchas veces de herejía, es la de usar el helicóptero monetario. En el ejemplo clásico de Milton Friedman, muestra al responsable del Banco Central de que se trate subido a un helicóptero sobrevolando la ciudad, y arrojando billetes desde arriba, para que los ciudadanos que se encuentran en el suelo los recojan y utilicen. Es, en definitiva, una inyección monetaria directa. Herejía porque la política monetaria se circunscribe a variables indirectas, como los tipos de interés y las compras de deuda, que modifican agregados generales y afectan a agentes monetarios, principalmente bancarios, por lo que la labor del que ejerce por parte del regulador monetario se hace a través de palancas que generan efectos a medio plazo y en variables que no son las últimas deseadas. Por ejemplo, si el consumo está desatado y eso hace subir la inflación, el regulador sube los tipos de interés y con ello limita la oferta de crédito de los bancos, por lo que el consumidor ve encarecida la oferta de préstamos, se reduce su capacidad de demanda y frena su consumo, disminuyendo la presión sobre los precios. En el argot monetario se denomina “mecanismos de transmisión” a todas las relaciones que existen entre las variables que puede tocar el regulador y las variables que le interesa modificar, principalmente precios, PIB y empleo. Y una de las cosas que ha mostrado la crisis financiera de nuestra época es que muchos de esos mecanismos de transmisión han dejado de funcionar. Por eso principalmente los bancos centrales han tenido que recurrir a las medidas llamadas “no convencionales” porque las de siempre se han mostrado no operativas. Ahora que estas no convencionales han sido explotadas en abundancia, ¿qué hacer si viene una crisis de verdad? ¿A qué recurrir? ¿Es lo del helicóptero un disparate o una alternativa viable?

Como casi todo lo imaginable puede llegar a suceder, Hong Kong se dispone a experimentar con esta idea del helicóptero en versión moderna y digital, y su gobierno ha anunciado una inyección de casi 1.200 euros a cada uno de sus habitantes para compensar los efectos del coronavirus y la crisis causada por las eternas manifestaciones en aquella ciudad. No es exactamente la autoridad monetaria la que haría la transferencia, pero el resultado sería el mismo, regar de dinero a los ciudadanos para que estos gastaran y así la economía se espoleara, como respuesta al frenazo del coronavirus. ¿Es posible que algo así llegue a suceder en nuestras naciones? Suena utópico, pero visto lo visto nada es descartable. Como experimento, la medida no tiene precio, y como transgresión a los manuales económicos, tampoco.

miércoles, febrero 26, 2020

El coronavirus y la buena información, para Lorenzo Milá


Era de esperar que los casos de coronavirus llegasen hasta nosotros en apenas días desde que se detectó el foco italiano. Los intercambios y viajes entre nuestro país y aquel son constantes y la importación de un caso se antojaba inevitable. Ayer se vivió una cascada de los mismos, con los detectados en Tenerife, Barcelona Castellón y, a última hora de la noche, Madrid. De momento son casos aislados y se mantienen vigilados, pero pese al celo que se puede poner es casi seguro que ahora mismo hay enfermos que no lo saben y contagiados que lo desconocen, y que la extensión real del virus se está dando entre nosotros.

A lo largo de la tarde de ayer se podía notar como el nerviosismo iba creciendo a medida que, en este caso sí hay relación, el Ibex volvía a profundizar en sus caídas. Algunos compañeros de trabajo se preguntaban qué hacer y se oían comentarios de visitas a supermercados en los que algunos productos, como geles desinfectantes, estaban agotados, y las existencias de legumbres o pasta seriamente mermadas. Es fácil decir una y mil veces que el miedo es el peor de los males asociados a este tipo de problemas, pero una vez que se desata resulta realmente difícil controlarlo. Es irracional por naturaleza, atávico, y nos bloquea, impide que usemos un mínimo de racionalidad a la hora de actuar, y eso multiplicado por mucha gente es la receta perfecta para el desastre. Es el clásico ejemplo del aviso de incendio en un teatro, de los escasos heridos provocados por el fuego y el humo, y el abultado balance de víctimas que se da al aplastarse en la salida. En el caso que nos ocupa el papel de los medios de comunicación es fundamental, porque cumplen la muy relevante función social de informar sobre lo que está pasando, cubriendo así una de las vías por las que el miedo crece, la desinformación, pero también pueden contribuir a crear aún mayor alarmismo en caso de que tiendan al espectáculo y el morbo. Bien sabidos son los casos de sucesos que han sido magnificados pro los medios hasta convertirse en casos de relevancia social únicamente por el afán de esos medios de explotarlos en pos de una audiencia elevada, es decir, de unos ingresos elevados. En este caso el suceso es global, el problema colectivo, serio, relevante y trascendente, y las consecuencias de su expansión y prolongación pueden ser enormes. Ante este reto los medios deben responder, en mi opinión, con la mayor de las rigurosidades posibles, no cayendo en complacencias (aquí no pasa nada) o en la histeria (vamos a morir todos) sino buscando en todo momento las fuentes veraces, el consejo de expertos y profesionales (uno no nace virólogo) y tratando de no caer en la lucha por el tuit más reenviado o el titular más comentado. Sabido es que en el panorama de medios nacionales los hay más sensacionalistas que otros, al igual que informativamente los hay que tratan de hacerlo y otros que buscan el espectáculo por encima de todo, aunque se vistan de objetivos, por lo que no nos extrañemos si a lo largo de los días vemos presuntos especiales informativos retransmitidos simultáneamente con conexiones a la isla de los marranos o mesas de debate de tertulianos que se arrojan enfermos al rojo virus candente, por mencionar sólo dos tipologías decadentes. Mi consejo es que huyan, escapen de esos programas, cambien de canal, apaguen la tele. Es mejor no escuchar nada que mala información. Y que decirles de las redes sociales, donde junto a profesionales de primera que comparten divulgación de calidad se encuentran todo tipo de bulos y patrañas que dejan la más repugnante basura convertida en menú de restaurante de estrella Michelín. Sean prudentes, criben la información y, por favor, no se dejen arrastrar por la histeria de un fenómeno que, nos guste o no, ha venido para quedarse un tiempo y con el que vamos a tener que aprender a combatir y convivir.

Un ejemplo de buena información es lo que ayer hizo Lorenzo Milá en TVE en una de sus crónicas desde la zona italiana que está viviendo con mayor gravedad la expansión del virus. En una pieza breve, llena de información y sentido, Milá explicó como están las cosas en Italia, lo que se sabe, lo que se duda, y de cómo el miedo corre que se las pela y está magnificando todo hasta el absurdo. Milá es un ejemplo de periodista profesional, de larga carrera, de dominio del medio, de trabajo serio y riguroso, de huida del sensacionalismo, de alguien que no se pega por ser el más retuiteado de la última media hora y al que la fama burda de las redes le da igual. Un periodista que va, cuenta lo que ve y sabe, y pregunta a los que saben para contar más y mejor. Sí, un periodista.

martes, febrero 25, 2020

Histeriavirus


Si no han visto la película “Contagio” no lo duden, háganlo. Recrea de manera realista el surgimiento de un brote infeccioso, su expansión por el mundo y las consecuencias, globales y locales, de una enfermedad en el mundo actual. Es seria, rigurosa y entretenida, y se aprende mucho. Cuando sale el tema todo el mundo recuerda “Estallido” que es mucho peor película y que tiene de verosimilitud lo que este febrero de invierno. Una de las cuestiones que refleja la película buena es el progresivo hundimiento de la paz social a medida que la angustia por la enfermedad crece en la población. El miedo corre más que cualquier virus, su R0 es infinita.

Algo similar lo podemos contemplar en vivo y en directo hoy mismo, con la epidemia del coronavirus, cuya aparición en Europa nos ha puesto a los occidentales de frente con el problema, que creíamos confinado en China, y ha mostrado que nuestro miedo es idéntico al de cualquier otro. El norte de Italia mantiene zonas aisladas pero, en su conjunto, toda la región empieza a sentirse confinada, y la población contempla con angustia creciente un panorama ante el que no sabe cómo responder ni mucho menos prever. Las escenas de los supermercados desabastecidos se contemplan por doquier y la batalla de precios por conseguir mascarillas se desata en concurridas farmacias y en la red, donde los paquetes de las mismas, sean reales o no, no dejan de subir de precio. Es ese miedo a lo desconocido, esa sensación de descontrol que se apodera poco a poco y convierte en barro todo lo que era sólido, usando la brillante metáfora con al que Antonio Muñoz Molina describió el derrumbe económico de nuestro tiempo. Ayer las bolsas también temblaron, y tras días de complacencia y respuestas tímidas los índices cayeron en Europa en torno al 4%, en la primera jornada de miedo bursátil, en medio del griterío de muchos analistas que decían que no había que vender pero que, a buen seguro, no renunciaron a sus comisiones cada vez que ejecutaban liquidaciones de posiciones de sus clientes. La bolsa es un termómetro sensible a los acontecimientos, y hasta ahora extrañaba lo poco que había reaccionado, la manera a lo pasota con la que se había tomado el brote, confiando sin duda en la brevedad del mismo y su no extensión, y teniendo siempre encima el mantra de que los bancos centrales harán lo que sea, un “whatever it takes” a lo Draghi, para sostener cotizaciones y flujos financieros. Sin embargo está por ver que con papeles de colores o anotaciones en cuenta se puede controlar el desplome de economías reales que no producen, compran ni venden porque los trabajadores están en casa. Quizás la magia monetaria pueda ser el salvavidas de algunas empresas cuya liquidez empezará a extinguirse a medida que sus persianas permanecen forzadamente bajadas, pero el destrozo en PIB y crecimiento no se salvará con ilusión monetaria. ¿Empiezan las bolsas y los analistas a ver la crisis real que puede provocar esta enfermedad? Si se acabara hoy mismo, ojalá, el impacto que ya ha provocado en China se contará, sin duda, no por décimas, sino por puntos de PIB, y la extensión de esos efectos en el comercio internacional será extensa y más o menos intensa en función del sector y nación, pero sin duda mayor de lo que hasta ayer por la mañana seguían afirmando muchos servicios de estudios y opinadores profesionales, bien debido a su prudencia natural o al deseo de no generar miedos adicionales o vaya usted a saber por qué. Las próximas gráficas de variables económicas empezarán a mostrar caídas y valles que serán apodados en el futuro como “los del coronavirus” y está por ver si adoptarán formas de “V” con bajadas y rebotes rápidos o de “U” con un tiempo en el fondo de la crisis provocada por este desastre. A medida que pasa el tiempo y el problema se extiende parece obvio que la “V” va camino de ser “U”.

Y todo por una enfermedad que, seamos serios, no es tan alarmante. No nos encontramos ante un virus tipo ébola o viruela, con elevadas tasas de mortalidad, sino con una especie de gran gripe con ratios de mortandad del 2%, y centrado en personas de mayor edad y/o con patologías ya presentes. Sí, se pueden disparar las víctimas globales en caso de pandemia pero, con la extensión actual, no supone un riesgo existencial para la vida, ni mucho menos. Sin embargo, el miedo corre, vuela, alimentado por la red social global que tanto sirve para que los investigadores compartan información sobre cómo combatir al virus como para extender bulos y patrañas. Y el miedo no se frena con mascarillas.

lunes, febrero 24, 2020

Loca tarde de domingo


Tienen ganada fama de tediosas las tardes del domingo, espacio en el que el tiempo se frena y más que irse, gotea hacia la nada. En ellas se pierde como si nada, se regala, se van las horas sin desmayo. Para algunos son tardes tristes, porque acercan inexorablemente al amanecer del lunes laboral y al reencuentro con la pesadilla del trabajo, o con la aún peor pesadilla de su ausencia, pero cierto es que son momentos algo absurdos, que quedan en tierra de nadie, entre el presuntamente maravilloso sábado, el día más celebrado de la semana, y el odiado lunes, el que peor fama tiene. Son tardes de agonía de fin de semana, en las que muchas veces no pasa nada de nada.

Otras veces, como ayer, no dejan de suceder cosas, y la tarde se vuelve una locura en la que las noticias, de gravedad creciente, se agolpan unas contra otras hasta dejar al que las recibe atontado, anestesiado, sin saber si la última se refería a una cosa o a otra. Hay momentos en los que la actualidad, que parece avanzar a trompicones, pega un salto enorme y cambia de pantalla, y el contraste de la nueva imagen que nos ofrece llega a aturdirnos. Fue la de ayer una tarde de pesadilla en Canarias, con un temporal de viento huracanado provocado por una DANA que a las fuertes rachas de viento unió una calima de polvo sahariano como pocas veces se ha visto en el archipiélago. El viento desatado y las altas temperaturas provocaron que lo que en otra ocasión hubieran sido apenas unos chispazos degenerasen en graves incendios forestales y de viviendas en distintas localidades de las islas, colapsando los servicios de emergencias de la comunidad. Al principio de la tarde la calima era tan intensa que AENA se vio obligada a cerrar los aeropuertos, y miles de personas empezaron a vivir entonces un carnaval siniestro en forma de colas en los mostradores de facturación y desparrame por el suelo de unas terminales que, a estas horas de la mañana del lunes, siguen sin estar operativas. Fue la tarde de ayer una locura para el PP, sección País Vasco y sección nacional, en el enésimo intento de pegarse un tiro en el pie en la rama regional de un partido que no deja de decaer en la representatividad del País Vasco. Alfonso Alonso fue cesado por Pablo Casado tras dejar claro que no estaba de acuerdo en los términos a los que la dirección nacional del partido había acordado la presencia de militantes de Ciudadanos en las listas de las futuras elecciones autonómicas. Casado le tenía ganas a Alonso desde que éste apoyó claramente a su exjefa Soraya en la carrera por la presidencia del partido, y ayer ejecutó su decisión de defenestrarlo, de una manera nada elegante. La dirección nacional ha colocado como nueva cabeza en el País Vasco a Carlos Iturgáiz, que lo fue hace ya bastantes años, que estaba de retirada política y que ha pasado los últimos en el parlamento europeo, y que encabezará una candidatura que, salvo sorpresa, se estrellará en los comicios, como muestra de falta de visión y de irresponsabilidad de una marca, el PP, que no duda en sacrificar el resultado posible en el País Vaco por una incierta remontada a nivel nacional que a saber si algún día se dará. Seguro que más de uno brindó ayer en la sede del PNV, el partido que siempre gana allí, porque los pocos votos que esperaban para los peperos serán aún menos. Y fue una tarde de angustia en Italia, más concretamente en el norte del país, con tres muertes a lo largo de la jornada, un disparo en el número de contagiados y varias localidades con orden de clausura como consecuencia de un brote de coronavirus cuyo paciente cero no ha podido ser localizado y que supone la irrupción plena de la enfermedad en Europa, dejando de ser algo exclusivamente asiático. A lo largo de la tarde se sucedían las noticias de cancelación de actos, espacios y, en general, la vida social en las localidades más afectadas y, por extensión, en Milán, capital de la Lombardía, motor económico del país, pero la información que ofrecían los corresponsales, meritorio trabajo de Lorenzo Mila en TVE, enseñaban, sí, unas calles desiertas pero, también, una ausencia de controles a las entradas y salidas de los pueblos que dejaban el concepto de cuarentena reducido a un teatro absurdo.

Ya con la puesta de sol las noticias que llegaban desde Italia crecían en confusión y alcance, con del decreto de cierre de escuelas y universidades a partir de hoy, y de canarias sólo llegaba imágenes de fuego y de cielos rojos por una arena que lo cubría todo cual plaga bíblica, y del PP sólo llegaban desmentidos cruzados y bronca soterrada. Y otras noticias (Irán, elecciones en Hamburgo, resaca del fracaso del consejo europeo de los presupuestos, etc) trataban de abrirse paso, pero no lo conseguían, en una jornada que, a buen seguro, fue una pesadilla en las redacciones de los medios, que soñaban con una plácida tarde de domingo y se encontraron con otra cosa muy distinta.

viernes, febrero 21, 2020

Terrorismo ultra en Hanau


No ha sido muy original Tobías R a la hora de ejecutar su sangrienta matanza en la noche del miércoles en la localidad alemana de Hanau. Siguiendo la estela de otros supremacistas asesinos, grabó un vídeo en el que expone sus convicciones y argumentos, lo que supuso el primer atentado de la noche, en este caso al sentido razona y racional del concepto de argumento y, tras ello, salió a la calle a buscar esos subhumanos que poblaban su mente, con el objetivo de acabar con ellos. Asesinó a ocho personas en dos locales, y luego, volviendo a casa, mató a su madre y se mató a sí mismo, concluyendo la barbarie que, a buen seguro, habría planificado.

Frente al terrorismo islamista, el supremacista no dispone de una estructura organizada como tal, unas cabezas que emiten y coordinan mensajes, sino que se basa en la actuación de lobos solitarios fanatizados, que de manera aparentemente aleatoria y descoordinada actúan de manera muy violenta en sus lugares de residencia, llevando el horror hasta allí. Curiosamente este perfil también se da entre los islamistas fanatizados, sobre todo desde la desarticulación de estructuras como DAESH y el descabezamiento de Al Queda, pero esa similitud no debiera extrañarnos tanto, porque aunque parezca que las motivaciones son completamente opuestas, sigo defendiendo que los asesinos islamistas y los supremacistas son dos formas idénticas de expresar violentamente unas ideas xenófobas basadas en la superioridad de una idea, grupo o colectivo frente a las demás. Con una coraza religiosa basada en el islam unos, con una concepción arcaica del mundo y al defensa de la superior raza blanca en otro caso, ambos tipos de asesinos viven en un mundo cerrado en el que ellos y los suyos son los superiores, amenazados por todos los demás, seres inferiores, y la violencia está permitida para combatir o exterminar a esos inferiores que no permiten que el paraíso, en forma de califato o de estado ario puro. Qué más da el falaz sueño que alimenta esas pesadillas, si se traduce en una misma manera de actuación, el asesinato en masa, que genera violencia y terror. Los que actúan a través de células organizadas son, potencialmente, más peligrosos, pero, paradójicamente, más fáciles de perseguir, mientras aquellos que maquinan sus planes en el interior de sus habitaciones y obtusas mentes pueden tener un alcance letal menor, pero la posibilidad de detectar sus intenciones es mucho más difícil. Lo cierto es que, nos guste o no, el terrorismo supremacista esta entre nosotros, y a las fuerzas y cuerpos de seguridad les va a tocar ponerse las pila ante esta nueva forma de agresión a la libertad y a nuestras sociedades que va cogiendo forma y fuerza de manera imparable. Naciones como Alemania, Nueva Zelanda o EEUU poseen focos de este terrorismo que han mostrado una virulencia exacerbada y ser un peligro cierto para la convivencia en ciertas zonas. Hay reiteradas acusaciones ante las autoridades de cierta pasividad, de sensación de dejadez, de falta de importancia ante este fenómeno, y de ser ciertas estas denuncias las autoridades estarían cometiendo algo mucho peor que un error, porque es necesario cortar de raíz todos estos movimientos que, ya sabemos, pueden ser algo mucho más denso y complicado de erradicar si arraigan en ciertas capas de la población. En España, afortunadamente, no tenemos casos similares a los comentados, pero no estamos libres de ese peligro, nadie lo está. Declaraciones racistas tan sentidas y profundas como las que realizó la alcaldesa de Vic la semana pasada son el caldo de cultivo para que el sentimiento de fanática superioridad que anida en parte del soberanismo catalán haga degenerar a algunos pocos. Y no olvidemos que el terrorismo etarra, vestido de internacionalismo y marxismo, era un movimiento muy racista, que consideraba a los vascos superiores al resto de españoles, dignos estos últimos de ser eliminados como seres inferiores que eran. Pensamientos de este tipo se siguen oyendo hoy en día, atenuados, pero latentes.

Ángela Merkel, la gran Ángela, condenó ayer sin paliativos la matanza de Hunau y dejó claro que los demócratas debemos estar siempre vigilantes para defender las libertades de aquellos que luchan,a sangre y fuego, para destruirlas. A medida que pasan los años y se pierde el recuerdo de los años treinta y cuarenta del siglo XX crecen los fantasmas de esa época y los emuladores de la misma, que dan tanto miedo como los que, subidos a lomos de su fanatismo, nos llevaron al desastre. Quizás como especie estemos condenados, cada cierto tiempo, a repetir los mismos males y combatir en las mismas batallas. Debemos ser conscientes de ello, y atajar toda ola de fanatismo desde el momento en el que asome su presencia. Nos va en ello la vida y la libertad.

jueves, febrero 20, 2020

Bruselas y el campo


Hoy comienza en Bruselas la batalla entre países para determinar las dimensiones y destinos del presupuesto comunitario para el próximo septenio 2021 – 2027, un periodo marcado en lo presupuestario por el Brexit. El Reino Unido era contribuyente neto, por lo que su marcha supone una detracción de ingresos y, necesariamente, un recorte en las partidas de gasto. La idea de los rectores de Bruselas es, desde hace tiempo, reducir los importes destinados a las políticas clásicas de la UE (agricultura y cohesión) y aumentar gastos en I+D+i, seguridad, defensa y acción exterior, por mencionar algunas áreas. Está por ver que esto pueda ser así.

El recorte de la PAC, los gastos comunitarios en subvenciones agrarias, es uno de los motivos, pero no el único, que está detrás de las manifestaciones agrarias que desde hace semanas se suceden en distintos puntos de la geografía española, y que son una versión liviana y sin broncas de lo sucedido en Francia con los chalecos amarillos. Las zonas rurales envejecen, se despueblan y económicamente agonizan. El campo es muy esclavo, requiere un trabajo constante y los ingresos que da cada vez son menores, de tal manera que muchos de los que en él trabajan se desloman para poco más que cubrir costes, en una situación injusta que apenas es percibida por el cada vez más numeroso urbanita. La competencia de productores internacionales, que luchan por nuestro mercado como lo hacen los nuestros en terceras naciones agudiza estos problemas, y ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de muchos, Tratados con desprecio olímpico por parte de sindicatos de clase (alta) y los neocomunistas que ahora cogobiernan en parte (que brillante lema “El coletas con lubina, y el campo en la ruina”) poco a poco el lado socialista del gobierno ha visto que tiene un problema en el campo que puede suponerle muchos dolores de cabeza y, lo que realmente le importa, la pérdida de votos. Ha comenzado a reunirse con agrupaciones de agricultores y ganaderos, con el constante torpedeo de la rama Iglesias, que no sabe nada de esto ni le importa, pero que parece verlo con simpatía, como queriendo ser partícipe de una versión actualizada del rural Novecento, sin haberse enterado de que ahora él y algunos de sus colegas son gobierno, gobiernan y cobran por ello. Más allá de la cutrez política que nos invade, los problemas que señalan desde el campo son serios, profundos y de largo recorrido. Algunas asociaciones agrarias, vía internet, logran colocar sus productos al consumidor de manera muy directa y, saltándose la cadena de intermediarios, recibir la mayor parte del beneficio de la cadena productiva, pero no son muchos y no es posible producir y vender de esta manera en muchos casos. El papel del intermediario es inevitable en la mayoría de productos y los precios finales que paga el consumidor en el lineal del supermercado por los productos muchas veces no son capaces de cubrir costes productivos, por lo que suponen una ruina para el que se encuentra al final de esa cadena. El consumidor, obviamente, no quiere pagar más, el productor quiere cobrar más y el intermediario necesita que haya una diferencia de precios entre ambos para cubrir costes y ganar algo en el camino, y en esa disputa entre las partes, que pueden ser sólo o tres o muchísimas más, se dirime gran parte de la bronca que se expresa en forma de tractores cortando carreteras y ciudades. Recordemos que, como en todo negocio, el agricultor planta, pongamos, boniatos, porque va a ganar dinero por ellos, sino no lo hace, igual que usted y yo no iríamos a trabajar si no nos pagasen. El campo es muchas cosas, pero sobre todas ellas es una actividad económica, y debe serlo rentable para que siga existiendo. Si estas poblaciones rurales, extenuadas, no encuentran alternativas de rentabilidad su futuro.

En el fondo, estas manifestaciones muestran otra de esas realidades del país en el que vivimos que permanecen ocultas, aplastadas por los artificiales debates políticos de enorme recorrido y presencia mediática, pero que responden casi exclusivamente a la demanda de algunas élites que quieren aún más poder y dinero del que ya tienen (sí, sí, me refiero al nacionalismo regionalista). No solo en España, en toda Europa el campo declina, las zonas rurales se agostan y despueblan, y lo que se decida a partir de hoy Bruselas será determinante para frenar este proceso de alguna manera. ¿Revertirlo? A día de hoy lo veo casi imposible

miércoles, febrero 19, 2020

El coronavirus va a más y la bolsa sube


Una de las cosas que más comentarios está suscitando estos días en el mundillo económico es la complacencia, cuando no ausencia total de sentido, con la que las bolsas globales están respondiendo al brote del coronavirus chino. Cuando los datos de la epidemia no dejan de crecer y extenderse, y el número de muertos ya ha superado la barrera de los dos millares, los mercados siguen subiendo como si nada, ajenos a las consecuencias económicas que la enfermedad puede tener sobre el crecimiento global. Como muestra nuestro Ibex que ayer, por segundo día consecutivo, aguantó por encima de la cuota de los 10.000 puntos, en un año que, de momento, es de clara ganancia.

¿A qué se debe esto? No lo se. Dos son las explicaciones que circulan por todas partes como excusa para estos ascensos. Una es que los inversores sí están preocupados por el coronavirus, pero el consenso general es que se trata de un problema de corto plazo. Es decir, que va a causar trastornos y problemas de todo tipo pero que, con la misma sorpresa con la que llegó, se irá, de tal manera que tras una caída de los indicadores económicos vendrá un fuerte rebote y esta enfermedad no supondrá un descenso en el camino del crecimiento económico sino un mero bache. La otra explicación es la de la magia monetaria, yes que día sí y día también el banco central chino anuncia nuevas medidas de estímulo e inyección financiera para tratar de ayudar a empresas y la economía del gigante asiático y que las cosas no descarrilen, y esta magia monetaria china se verá acompañada de medidas igualmente expansivas por el resto de autoridades monetarios mundiales si las cosas se ponen feas, o ese es al menos el mantra que repiten sin cesar los que son preguntados. La FED, el BCE o lso bancos centrales de Japón y Reino Unido actuarán de manera intensa y coordinada para evitar problemas globales si estos llegan a darse. En general, los dos argumentos se basan en uno, que es la confianza sobre las herramientas que tenemos para hacer frente a un sobresalto económico de baja intensidad, pero a mi hay muchas cosas que no me cuadran en todos estos argumentos, y por ello no acabo de estar ni convencido ni tranquilo. Mi principal duda es que las políticas monetarias, que están ya muy exhaustas, son útiles ante problemas financieros, pero en este caso nos enfrentamos a problemas reales, no sólo en el mundo económico, sino en todos los aspectos. Las fábricas no producen, los consumidores no consumen, la economía china está parada y los problemas de suministro en cadenas de producción, fábricas y comercio global no harán sino crecer y extenderse a medida que el parón se prolongue, todo ello mientras la enfermedad no esté controlada. Para cubrir una deuda o un impago una inyección de liquidez por parte de una autoridad monetaria puede ser una medida muy efectiva, sí, pero si la fábrica está cerrada porque los trabajadores no pueden salir de casa por la cuarentena y las ventas no existen por esa misma cuarentena, ¿de qué sirve una línea de crédito a muy buenas condiciones? Sospecho que nos encontramos ante una situación de inusitada y artificial complacencia ante un problema de dimensiones mucho más grandes e intensas de lo que nos imaginamos, y que esta complacencia lo único que está haciendo es alargar el momento de toma de consideración de la gravedad de la crisis, lo que aumentará aún más si cabe la dimensión futura de la misma. También pudiera ser que, como pasa muy a menudo, esté equivocado y que los efectos económicos del coronavirus sean leves y pasajeros, apenas una pequeña gripe financiera global. Ojalá sea así, pero lo dudo mucho.

Ayer Apple, gigante donde los haya, y que como tal puede actuar sin mucho miedo al mercado, lanzó lo que se denomina un “profit warning”, un aviso de que sus ingresos y beneficios estimados no van a ser los previstos como consecuencia del coronavirus. China es un mercado trascendental para la compañía californiana tanto por el hecho de que sus aparatos se montan allí (Foxcon) como por el enorme volumen de ventas que obtiene entre los consumidores de aquella nación. ¿Ha sido Apple el canario en la mina? ¿el primer valiente que se ha atrevido a cuantificar las pérdidas que va a generar el coronavirus? Está por ver, pero es de esperar nuevos anuncios por el estilo y números cada vez más rojos provocados por una enfermedad de efectos sanitarios locales pero de consecuencias económicas, no lo duden, globales.

martes, febrero 18, 2020

Un gobierno que cesa periodistas


Ayer el gobierno comunicó el cese del hasta entonces presidente de la agencia EFE, pública, el periodista Fernando Garea. Garea llegó a ese puesto nombrado por el gobierno de Sánchez poco después de la moción de censura. Acreditado cronista parlamentario, desarrolló gran parte de su carrera en El País, del que salió poco tiempo antes de alcanzar la agencia pública, desempeñando labores en medios digitales como El Confidencial. En su despedida, Garea señaló que el que EFE sea una agencia pública no quiere decir que sea una agencia del gobierno, ni que deba estar a su servicio, ni ser una agencia oficial. Palabras loables, ciertas, pero que me temo pocos escuchan y nadie aplica.

Asistimos con absoluta normalidad a hechos que no lo son. Durante la época dictatorial era obvio que los medios estaban controlados por el régimen, y daba igual si fueran públicos o privados, porque en este asunto todo era competencia del gobierno y su censura. La llegada de la democracia cambió notablemente, y para mejor, aspectos en casi todas las áreas de la vida, pero en lo que hace a los medios de comunicación las inercias de manipulación desde el poder del pasado, aunque se volvieron más sutiles, nunca dejaron de estar ahí. En el caso de los medios públicos, que son pagados por el bolsillo de todos y cada uno de los españoles, la tendencia de los gobiernos a controlarlos y usarlos es antológica, y hasta cierto punto se ha instalado una preocupante normalidad en el hecho de ver que si cambia el partido en el poder cambia el equipo directivo de, pongamos, RTVE, y hasta los presentadores de los telediarios. Esto es algo, repito, que es inaudito y vergonzoso, y que nunca debiéramos ver con normalidad. El poder, sea quien sea el que lo detenta, detesta la oposición y la información libre, vive instalado en fantasiosos comunicados que se venden como si fueran noticia, cuando sólo son propaganda, y aspira a controlar los medios para que su discurso sea el preponderante, para que la agenda de la actualidad la dicte ese poder que controla y no la realidad del día a día. Un ejemplo de hasta dónde puede llegar esta aberración es el caso de las televisiones autonómicas, auténticos cortijos al servicio del poder regional de turno que no es que sean manipulados, sino que directamente son una extensión del gobierno de turno. El hecho de que las cadenas regionales no sean vistas en el resto del país ayuda a que esos nichos sean lo que son, espectaculares aparatos de propaganda y desinformación, y fábricas de contenidos informativos que no aguantan ni un par de minutos de visionado mínimamente objetivo. En los medios nacionales, que son vistos potencialmente por todos, las disputas del poder por controlarlos y las batallas internas por ello son más crueles, soterradas y, a veces, visibles. En el final del gobierno de Rajoy se puso de moda en TVE la campaña de los viernes negros, una protesta de los trabajadores de la casa en contra de la tendencia del entonces gobierno del PP a la hora de dictar de qué y cómo debían informar los telediarios. Loable movimiento, que apoyo, pero que no he visto de la misma manera cuando era, en el pasado y ahora, el PSOE el que realizaba esos mismos ejercicios. La sensación que da es que hay un pequeño grupo de profesionales que luchan por una independencia efectiva de, en este caso, TVE, pero que el grueso de los equipos de la casa se divide en dos bandos antagónicos que se turnan en el control de la institución a medida que el color ideológico se releva al frente de la Moncloa. Ahora mismo, con el PSOE en el poder, el intento de controlar la tele pública es tan intenso como el ejercido por el PP en el pasado, con el agravante de que es sabida la querencia que tiene Iglesias por los telediarios, lo que sueña con que se conviertan en una versión de su tuerka o, mejor aún “Aló Presidente”, en este caso “Aló Vice”.

Todo este panorama, delirante, se suma a la crisis de credibilidad general de los medios, a la precariedad creciente del oficio periodístico y al cada vez más ridículo sesgo que domina las líneas informativas de los medios privados, convertidos en meras correas de transmisión de los argumentarios de los partidos de turno, con cada vez menos voces discordantes que desentonen en el vacío de la secta ideológica. El sueño húmedo del gobernante son esas comparecencias sin preguntas a las que los medios se pliegan porque han perdido la independencia económica y deben acudir para facturar algo para poder vivir. Y que sea la tele del gobierno la que retransmita, en bucle, las maravillas del nuevo mundo alumbrado por el nuevo gobierno, sea este, el pasado o el que venga. Muy malos tiempos estos para el periodismo.

lunes, febrero 17, 2020

Dos muertos en el vertedero de Zaldíbar


Zaldíbar está muy cerca de Elorrio, mi pueblo. Sale uno de la villa paterna rumbo a Miota y a los seis kilómetros se alcanza Bérriz, y de ahí a la Zaldíbar apenas hay cuatro kilómetros más, de camino por la N634 junto a la que, más o menos, aparece la autopista AP8 en sus márgenes. Hace ya más de una semana que la ladera de un vertedero se desplomó arrastrando toneladas de escombros y residuos, colapsando la autopista y enterrando en vida a dos trabajadores, cutos nombres son Joaquín Beltrán y Alberto Solaluze, que permanecen desde entonces sepultados en lo que obviamente es una tumba provisional. El corte de la autopista fue subsanado a las pocas horas, el resto del desastre sigue vivo y, cada vez, presenta un estado más putrefacto.

Al día siguiente del derrumbe las labores de rescate de los cuerpos de los trabajadores desaparecidos se tuvieron que suspender por la inestabilidad del terreno y porque se descubrió amianto entre los residuos que se almacenaban en aquel lugar, junto con otro tipo de sustancias tóxicas de peligrosa manipulación y de necesario tratamiento previo a su abandono. El mosque de vecinos y medios en torno a lo que se acumulaba en lo que parecía una vulgar escombrera empezaba a crecer. Al par de días del derrumbe comenzó un incendio en el montón de escombros desplazados, típico de estas situaciones, producto del calor acumulado por la presión y de las emisiones de metano que se generan por parte de los residuos comprimidos, y más de uno señaló que un incendio en el que se estaban quemando, entre otras cosas, productos altamente contaminantes como los anteriormente mencionados y toneladas de plásticos que asomaban por todas partes no podía tener un humo limpio y sano con olor a barbacoa. Las negaciones constantes sobre la peligrosidad de lo ya sucedido y de lo que se veía por parte de un Gobierno Vasco muy superado empezaron a ser contestadas por la población y, finalmente, la administración autonómica tuvo que poner medidores de la calidad del aire en la propia Zaldíbar y en las vecinas localidades de Ermua y Éibar, muy juntas estas dos y separadas ambas del pueblo de origen del vertedero por el pequeño alto de Areitio. El mensaje del Gobierno Vasco ante las mediciones de contaminación del aire era, en todo momento, de tranquilidad y de ausencia de peligro, pero hete aquí que llega este sábado 15, y la previsión de que se juegue un partido de fútbol de primera división en Éibar lo altera todo. Ante la inminente presencia de los futbolistas el mensaje de tranquilidad desaparece, y las mediciones que antes no señalaban nada ahora sí dicen que hay toxinas peligrosas en el aíre, furenos y dioxinas entre otras, y aconsejan que no se ventile las casas ni se realicen actividades deportivas al aire libre, pese a que la concentración de las mismas no es relevante. Sin embargo el partido se suspende a toda velocidad para garantizar la salud de los jugadores, y entonces más de uno se empieza a preguntar, con toda la lógica del mundo, si lo que es malo para un futbolista no lo es para un ciudadano cualquiera. Empieza a cundir la lógica indignación entre las poblaciones sitas alrededor del vertedero al comprobar que, frente a unos privilegiados futbolistas, sus pulmones no son importantes, y se pregunta todo el mundo si lo que hasta el viernes no era peligroso pero el sábado sí es por un cambio en la medición, por una manipulación en los datos o, simplemente, una gran mentira. Descubren muchos otra vez que, no sólo fiscalmente, los futbolistas son los auténticos privilegiados de esta sociedad, a los que se destinan los mimos y cuidados, y que el resto estamos aquí poco más que para pagar impuestos y para ser llamados al voto cada cierto tiempo (en el País Vasco, sin ir más lejos en abril) y la sensación de estafa se extiende aún a más velocidad que la contaminación del vertedero que, espoleado por el viento sur que ha soplado por allí este fin de semana, se dispersa diluido y sin freno.

Poco a poco se empieza a conocer el típico rosario de noticias que una catástrofe de este tipo lleva consigo, relacionadas principalmente con irregularidades administrativas, y ya veremos si acaban saliendo las relaciones que pudiera haber entre los dueños del vertedero y el poder político local, donde el PNV no es que mande mucho, sino que es Dios sobre todas la cosas. Lo cierto es que más de una semana después los vecinos del vertedero están asustados, la gestión de la información de lo sucedido y sus consecuencias ha sido digna estar dirigida por el gobierno chino y dos trabajadores, recordemos sus nombres, Joaquín Beltrán y Alberto Solaluze, siguen enterrados, en medio del desastre, sin que sus familias sepan cuándo serán rescatados sus restos.

viernes, febrero 14, 2020

Abascal en TVE


Ayer Carlos Franganillo entrevistó a Santiago Abascal, líder de Vox, en el tiempo del Telediario, como se ha hecho anteriormente con Sánchez y Casado. Llegaba la entrevista con cierta polémica porque el sindicato CCOO había pedido que no se hiciera, postura en la que esta organización se quedó sola. Erraba el sindicato en fondo y forma. No sólo es un ciudadano como otro cualquiera, sino que vox ha recibido muchos votos y eso le coloca como la tercera fuerza en el Congreso. La televisión pública puede y debe entrevistar a cualquiera, porque todo ciudadano la paga vía impuestos. Por comparar extremos, me genera un rechazo profundo tanto la ideología de Abascal como la del actual Vicepresidente Iglesias. Negar entrevistas a ambos sería un idéntico ejercicio de censura.

Por hacer un chiste fácil, la ideología de Abascal es de sota, caballo y Rey, y que me perdone la Casa real por la broma y, sobre todo, disculpe dicha institución el manoseo que sobre ella pretende ejercer Abascal. Envuelto en la ola de populismo que recorre las democracias occidentales, alimentada por el miedo de unas sociedades a un futuro que no controlan y a un mundo que empiezan tanto a no entender como no dominar, Vox supone la respuesta del castillo, la de levantar murallas y fosos para resguardarnos ante el exterior. Su discurso se basa en el sentimiento nacionalista y en el rechazo a todo lo que no sea “de aquí” donde “aquí” es lo que los gerifaltes de la organización definan. Las similitudes entre ese discurso de Vox y el que realizan los xenófobos independentistas catalanes son tan asombrosas como lógicas, y réplicas del mismo pueden verse en Italia, Francia, Holanda, EEUU y, en general, cualquier nación que queramos analizar. Protección de los valores y costumbres propios, rechazo al otro, tradición, son mantras en los que Vox basa su respuesta, y muy poca cosa más, y encuentra votos en una población que se siente desnortada, sin respuestas, y muchas veces abandonada por los políticos tradicionales que la han dejado de lado por considerar sus votos como prescindibles. El éxito de Vox es, en gran parte, fruto del fracaso de la política tradicional, de sus mensajes equivocados, de sus corruptelas diarias. Abascal, como líder, no es capaz de salirse de las reglas básicas de su formación y muestra un perfil tan rocoso en lo físico como ausente de ideario. Criado en las juventudes del PP durante muchos años, abandonó esa formación cuando las siglas ya no le pudieron garantizar nómina y sustento, y creó Vox, que transitó por el desierto de la irrelevancia hasta que el populismo internacional y el separatismo catalán le ofrecieron una ventana de oportunidad que la formación supo aprovechar, disparando sus votos y escaños a costa de un PP que sigue manteniendo una imagen de marca empañada por la corrupción y escándalos pasados. Vox es también un genial invento para un PSOE que, por fin, se ha encontrado con una división en la derecha española, y la alienta lo que puede a sabiendas de que la fragmentación de voto, muy penalizada por el sistema electoral, drenará escaños en la derecha cada vez que PP y Vox se enfrenten a los socialistas. Miran en Ferraz con envidia al PS francés, que logró espolear al frente Nacional de Le Pen padre para sembrar la discordia en el gaullismo, la derecha clásica francesa. Viendo el desastre posterior que ha sido la política francesa gracias al auge de esa extrema derecha harían bien los aprendices de brujo de Ferraz en no alimentar monstruitos que pueden irse de madre, y el PP debiera tener una estrategia clara para desgastar a los pupilos de Abascal y reconquistar esos fueros, no mediante un discurso extremista, que sólo hará daño al votante pepero (ya se sabe que entre el original y la copia siempre gana el original) sino con una estrategia inteligente. En medio de la división Vox coge aire, y eso es en sí mismo una mala noticia.

Un punto importante de la entrevista fue el intento, por parte de Carlos Franganillo, de poner a Abascal frente a los bulos que difunden en internet sus cuentas propias y las de simpatizantes del partido. Lamentablemente esta táctica está extendida por todas las formaciones, pero los de Abascal, que son de los más nuevos, se han subido a ella con deleite e intensidad. Desvió el tema el dirigente de Vox cada vez que el entrevistador le mencionaba ejemplos claros de manipulación, considerando menor el que lo que se mostrase no fuera cierto y volviendo al mensaje de fondo que repite sin cesar, para el cual los hechos no son importantes. Vox ha venido para quedarse un cierto tiempo, tocará gestionar el mucho ruido que va a generar.

jueves, febrero 13, 2020

El Mobile de Barcelona, quieto


Era de esperar la decisión que se tomó ayer al cancelar el Mobile, el congreso de telefonía móvil de Barcelona, tras el rosario de ausencias que se han ido conociendo a lo largo de los últimos días. Una cita como esta sólo tiene sentido por las relaciones personales que se desarrollan entre los asistentes y los contactos y contratos que ahí se firman. No son necesarias para exponer productos, y si el evento como reunión se desinfla porque a él no acuden los que interesan, no tiene sentido celebrarlo. Las presiones de los gobiernos central y autonómico eran absurdas ante unas bajas que ya cancelaban, de facto, todo el congreso.

Parodiando a la descripción que se suele hacer de la influencia de lo más remoto y pequeño en la teoría del caos, se puede decir que el indeseado paseo de un pangolín por un mercado de Wuhan ha causado la mayor ruina económica de la ciudad condal en mucho tiempo. Las cifras que se manejan sobre el impacto del Mobile en Barcelona son estratosféricas, del entorno de varios cientos de millones de euros, y el arrastre no se queda sólo en la ciudad, sino que toda Cataluña y el conjunto de España se ven muy beneficiadas por un congreso que supone una inversión tremenda. A medida que las cancelaciones se daban se podía escuchar a hosteleros, restauradores, empleados de montaje de pabellones y representantes de cualquier sector dando su opinión sombría sobre un futuro que pintaba mal, manteniendo la esperanza de que al final e celebrase, aunque sea disminuido, un congreso para pasar el trámite y diera algo de rendimiento. Finalmente, no será así, y desde ayer, a eso de las 20 horas, todo el mundo en la ciudad hace cuentas sobre cuánto va a dejar de ganar este mes tras la suspensión, cuánto ha gastado en previsión del congreso y cuánto de todo eso, que era inversión, pasa a ser coste puro y duro. Son miles los empleos que, sobre todo indirectamente, pero también directos, se evaporarán con la no celebración del Mobile, y las cuentas de casi todos los negocios de la ciudad lo notarán, de una manera u otra, en forma de caída de ingresos. Recordemos, además, que no se ha aplazado a unos meses posteriores, que era una de las alternativas que sonaba a principios de semana, sino que directamente se ha cancelado, este año no habrá Mobile. La organización ha señalado que se prepara ya para la cita del año 2021, pero que este lo da por finiquitado, y ahora tendrá ante la mesa la gestión de una cancelación que le va a causar un gran perjuicio económico. Abogados de todo tipo, expertos en buscar negocio en las desgracias ajenas, empiezan a rebuscar entre los estatutos de GSM, entidad privada organizadora del evento, y los seguros contratados por ella y los participantes las opciones que existen para recupera algunos de los gastos en los que los participantes ya han incurrido, y nuevamente las cifras que se barajan son mareantes. Es posible que justo sean los abogados de los pocos sectores que puedan sacar tajada de la desgracia que supone la noticia que conocimos ayer, pero es que, como bien señalo el gran Woody Allen, repleto está el piso que ocupan en el infierno de Dante, y pese a ello no dejan de proliferar. Para la ciudad, y el conjunto de España, el Mobile es una de esas loterías que nos han tocado en el mundo de los negocios, de la que se habla menos que de otras, pero que posee un enorme efecto de arrastre en todos los sentidos financieros y de negocio que uno sea capaz de imaginar (e incluso en los inimaginables u oscuros) y como desgracia es como debe verse la noticia de su cancelación. Pase lo que pase, ya se puede decir que la crisis del coronavirus ha causado un serio impacto en la economía española, y si esta tarde se diera por finalizado el brote, cosa que no va a suceder, ya son cientos de millones de euros lo que nos ha costado la broma de esta enfermedad.

Todo esto nos permite reflexionar, aunque sea mínimamente, sobre lo imbricado que se encuentra el mundo en el que vivimos y cómo la globalización nos ofrece oportunidades insospechadas para los negocios y la vida, pero también riesgos imprevistos ante los cuales poco podemos hacer para cubrirnos. En un mundo complejo como el que habitamos los lazos que nos unes a sitios remotos y desconocidos nos ayuda a no caernos cuando nos sujetan, pero pueden a sí mismo arrastrarnos si desde allí surge un problema. Es la típica disyuntiva que se vive en las cordadas de montaña, donde uno se salva al ir atado, pero varios pueden arrastrar a todos si caen. De momento lo seguro es que el Mobile se ha caído, nada se puede aventurar a ciencia cierta sobre la evolución de la crisis del coronavirus.

miércoles, febrero 12, 2020

¿Miente China sobre el coronavirus?


Internet es una fuente de información maravillosa, algo casi mágico que resulta inimaginable que no existiera desde el principio de los tiempos, pero que surgió un día, cuando algunos de, por ejemplo mi generación, acabábamos de terminar la Universidad. Como todas las grandes herramientas, puede ser muy peligrosa si es mal usada, y como vía de desinformación y difusión de bulos internet es tan efectiva como atemorizante. El mundo de las falsas noticias en el que vivimos existe gracias a internet, porque mentiras siempre ha habido, pero nunca han podido extenderse con la rapidez, alcance masivo e intensidad con la que ahora lo hacen.

¿Miente China sobre el coronavirus? Quizás sea esa una de las preguntas más repetidas a lo largo de estos días en todo el mundo, y para responderla no tenemos otra opción que recurrir a los datos oficiales y prestar poco caso a las referencias web que hablan de otra cosa. Curiosea uno por ahí y encuentra fácilmente enlaces en los que el número de fallecidos es disparatado y los infectados e cuentan por cientos de miles. Es imposible saber de dónde salen estas cifras tan altas y la credibilidad de las mismas es tan endeble como intenso el alarmismo que transmiten. ¿Por qué surgen entonces? Por dos factores principalmente: Por un lado, por la psicosis que se genera ante estos fenómenos, en los que el miedo corre mucho más que cualquier virus y su efectividad, sin ser letal, es absoluta. El otro factor, particular en este caso, es la tradicional opacidad del gobierno chino, una perfeccionada dictadura que trata de controlar toda la información posible y que, en el caso de este virus, hizo todo lo que pudo para evitar que la existencia del mismo se conociera, provocando el arresto de personal médico y el ninguneo de los primeros pacientes. Ya comentamos aquí la semana pasada el trágico caso del doctor Li Wenliang, y de cómo su muerte es el principal exponente de esa oscurantista política que caracteriza a las dictaduras. Casos como estos, y el eterno recuerdo de cómo se comportó el régimen soviético ante desastres internos como el del Chernóbil alimentan las especulaciones de todo tipo y suponen echar más y más gasolina al incendio de la desinformación global. El recelo aumente el miedo y así la bola no deja de crecer. La cada vez más probable cancelación del congreso Mobile de telefonía de Barcelona por el goteo de ausencias de empresas es una buena muestra de la extensión del pánico sin que las razones médicas profesionales avalen un comportamiento similar. ¿Es este coronavirus un problema grave? Desde luego, y sobre todo para China, pero de momento el número de casos que se registran en el exterior de aquella nación son más bien anecdóticos. Cierto es que si todo el planeta se queda encerrado en casa dos semanas el brote remitirá, pero también lo es que las consecuencias económicas de este brote, fruto de la paralización de la economía china y la reducción de intercambios globales, pueden ser bastante más lesivas que las causadas estrictamente por la enfermedad ¿Dónde está el punto de cordura para actuar? Las autoridades debieran fijarlo, pero siguiendo el estricto consejo de los profesionales médicos y expertos en este tipo de enfermedades. Estos profesionales no se cansan de repetir que las probabilidades de contagio fuera de China son muy escasas, que las mascarillas son efectivas, pero mucho más lo es el lavarse las manos, y que la gripe estacional, la normal de cada año, mata a mucha más gente que la que, probablemente, alcance el coronavirus. Debemos estar muy atentos al seguimiento de la enfermedad, el gobierno chino debe colaborar de la manera más transparente posible con las autoridades internacionales, pero el pánico ni está justificado ni sirve de nada. De momento ni las bolsas reaccionan como sería lógico ante un problema de estas dimensiones, y eso cada vez me extraña más.

Para conocer los datos oficiales de la enfermedad hay dos webs excelentes que se actualizan a diario. Una de ellas, esta, muestra los datos de contagiados, muertos y recuperados con una referencia geográfica global, de tal manera que se puede descender en el mapa para ver las zonas más afectadas. La otra, esta, muestra la evolución temporal de afectados y fallecidos comparada con dos brotes pasados, el del SARS y el de la gripe aviar, pudiendo uno seleccionar si quiere ver las gráficas con sus datos puros o en logaritmos, para así comparar de manera más precisa la tasa de crecimiento de las curvas. Los datos, 1.115 fallecidos hasta la fecha, son muy serios, el reto que planeta este brote lo es. Pero si acudimos a bulos y rumores lo agravaremos aún más.

martes, febrero 11, 2020

Parásitos hace historia en los Oscar


Independientemente del palmarés final, esta edición de los Oscar ha contado con un plantel de películas de alta calidad como no se recuerda en mucho tiempo. Es difícil escoger entre varias de las candidatas a mejor película. Érase una vez en Hollywood, de Tarantino, que no he visto, es alabada por todo el mundo, y puedo decir de primera mano que 1917, Joker y El Irlandés son excelentes películas. Cualquiera de las cuatro (no he visto Le Mans, Mujercitas y sí Jojo Rabbitt, que está bien pero creo que un escalón por debajo) podría ser escogida como la menor cinta del año y el galardón, en lo artístico, sería irreprochable.

Pero todas ellas han sido derrotadas por un film surcoreano titulado Parásitos, que es un espectáculo absorbente de tensión, crítica social e intriga que te deja aplastado en la butaca tanto por lo que cuenta como por la intensidad y brillantez como lo hace. Cuando se estrenó en salas era reticente a ir a verla, por dos motivos. El cine coreano no me llama mucho y era la cinta premiada en Cannes, y eso, los premios de los festivales, puede ser a veces señal de que estamos ante una obra de autor que sólo el autor es capaz de entender y degustar. Pero empecé a leer críticas y todas eran tan elogiosas que me picó la curiosidad. Un comentario de MJBP, una buena amiga del trabajo, elogiándola plenamente, hizo que finalmente me decidiera a verla, y acudí con escasas expectativas, con la idea de presenciar algo experimental. Y no. Lo que se desplegó ante mi era un ejercicio de puro cine, una historia de lo más interesante excelentemente narrada. Sólo por eso ya es disfrutable, pero es que, además, parásitos supone una mezcla de géneros que permite observar la cinta desde muchos planos distintos y sacar de ella casi lo que uno desee. Los que quieran la picaresca tienen ante sí un divertido juego de estafas y engaños, los que busquen crítica social encontrarán una denuncia de las desigualdades elaborada con una inteligencia y ausencia de maniqueísmo digan del mejor y más honesto analista, y los que quieran tensión y acción podrán sentir como la trama se retuerce de una manera tan intensa que lo que parecía un pasatiempo lleva a convertirse en algo realmente terrorífico. El ritmo de la cinta no decae en ningún momento y el plantel de actores borda cada uno de los papeles, sin que puede citarles el nombre de ninguno de los protagonistas, que no me suenan de nada, pero que dan una lección de interpretación en cada uno de los planos. La cámara es ágil y le lleva al espectador por distintos barrios de una megalópolis como Seúl en la que conviven millonarios envueltos en burbujas ajardinadas en lo alto de las colinas con densos barrios de infraviviendas, con zonas en las que la lluvia es un regalo y con arrabales en los que una tormenta puede ser una pesadilla que destroce vidas y enseres. Los planos interiores y de exterior son de una gran belleza pero, sobre todo, de un dinamismo que hace que la historia avance sin cesar en una secuencia de escenas en las que llega un momento en el que el espectador empieza a sentir que se le ha subido a una montaña rusa de acción. No hay superhéroes, ni falta que hacen. El Oscar que también le han otorgado al guión original es el reconocimiento a los creadores de una historia que es brillante en su concepción y desarrollo, basada en una premisa poco original (la envidia que sienten los pobres de los ricos) pero que está llena de matices y giros que la enredan hasta el clímax. Salí del cine convertido a la fe parásita, y desde entonces se la recomiendo a todo el mundo, y desde que se conocieron las nominaciones me parecía posible que se llevara el premio frente al resto de candidatas, como finalmente ha sido, en una decisión histórica, porque por primera vez el Oscar a mejor película se otorga a una cinta no inglesa, con subtítulos. El premio es muy merecido y eleva tanto a la película como al galardón que recibe.

Un apunte colateral sobre los prejuicios. Todos los tenemos, y este que les escribe también. Si finalmente me hubiera llevado por ellos me habría perdido esta película y, la verdad, sería un grave error, por lo que tengo que agradecer a MJBP su recomendación y a los críticos que la alabaron. Y también me toca hacer una reflexión sobre el hecho de que, si hubiera sido sólo por mi, a lo mejor no la hubiera visto. ¿Cuántas decisiones tomamos al día en función de presunciones propias que son erróneas y nos hacen cometer equivocaciones? En ocasiones acertamos, pero en no pocas, esos prejuicios anidados en nuestro interior actúan como, precisamente, parásitos, chupándonos vida y oportunidades. Regálense esta película y luego, si eso, si les queda tiempo tras su disfrute, reflexionen.

lunes, febrero 10, 2020

David Gistau, 49 años


Desde enanísimo leo periódicos, me gustan, los disfruto, y me encantaba la figura del columnista, que subido a lo alto de la página te hacia bajar por ella contando una reflexión que acababa en el borde inferior de la hoja, y tantas veces de manera tan brillante como jocosa. Con los años seguí leyendo periódicos, pero vi que ser columnista era imposible, hasta que apareció internet y se nos dio este regalo, que entre otras cosas utilizo para crear una columna propia. Años son ya los que llevo escribiendo y, pese a los esfuerzos, cada vez que leo a columnistas profesionales compruebo lo lejos que siguen de mi, en calidad, estilo, gracia y soltura. Pero como aficionado, aquí seguiré, a su vera.

Gistau era uno de esos maestros, y cuánto cuesta utilizar el verbo “era” para referirse a una persona de 49 años que, en la plenitud de la vida, se marcha en medio de la consternación de todos. Trotamundos de vida y cabeceras, dos han sido sus lugares de residencia en el mundo del periodismo escrito, el ABC y, desde hace no muchos años, El Mundo. Eran sus crónicas un derroche de sapiencia, porque Gistau era muy culto, cultísimo, y sabía elaborar textos que podían ser leídos al pie de la letra, con socarronería y garbo, y en profundidad, con referencias literarias e históricas que mostraban el conocimiento de un joven que ya empezaba a ser de los grandes de la tribu. Estandarte de los nuevos columnistas que desde hace unos años apuntan maneras, era de los más respetados entre ellos. Daniel Gascón, Rosa Belmonte o Manuel Jabois, por citar a algunos, comparten época de aparición en los medios con su figura, pero es él el que más despunta, y consigue un éxito rápido. Se multiplica en los medios y compagina su trabajo escrito con presencia en tertulias radiofónicas, donde su tono de voz, grave, y su dicción, acelerada, no son las más adecuadas para el escuchante atento, y su nivel cultural tampoco llega a satisfacer al oyente de radio militante que quiere a los vocíferos de partido que no cesan de aturdir con su soflama vacía. Precisamente eso es lo que le hace ser un excelente tertuliano. Carlos Alsina, que es brillante hasta el absurdo, se da cuenta y un viernes dado, cuando dirigía la brújula en Onda Cero, se le ocurre hacer media hora de debate en horario de alta audiencia de noticias con una serie de enfermos culturetas, entre ellos Gistau, en uno de esos experimentos de transgresión que tantas veces fracasan, y en contadas ocasiones triunfan. Este es el último caso, y La Cultureta se convierte, con el tiempo, de sección en programa propio, y no deja de crecer. Gistau debe abandonar el programa por motivos contractuales, cuando deja la emisora de Planeta, pero su legado en el espacio es enorme. Polifacético como pocos, describe la actualidad política con brillantez, pero se le nota que eso, el fango político de nuestra sociedad, no es lo que le motiva, y no pocas veces sus columnas empiezan describiendo la última niñería de nuestros presuntos responsables para a los dos párrafos tirar hacia el mundo de las películas, el arte o las mil vivencias que llenaban su gran cabeza. Poseedor de un cuerpo enorme, y aspecto osezno no muy dulcificado por los años, la vida de Gistau no cabía en el periodismo, aunque más de una vez él comentase que era el periodismo lo que le daba la vida. Sus necesidades culturales eran inmensas, como sus deseos vitales, y lo absorbían. Amante del boxeo, entrenaba de vez en cuando con sparrings y no eran pocas las crónicas que escribía sobre las historias del cuadrilátero y de sus avatares, o de cómo el, calzones puestos, trataba de hacer algunas figuras y ganchos en recuerdo de sus ídolos. En la última película de Garcia, el Crack cero, aparece de extra en unas escenas que se desarrollan en un gimnasio, en el que los aficionados observan a unos púgiles dándose mamporros. Así era Gistau, verso libre, ajeno a clanes y familias.

Sólo una familia, la suya, extensa. Deja mujer y cuatro hijos, a los que quería con pasión, como relataba, y por los que un día se prometió moderar su juvenil vida de excesos, a sabiendas de que su padre murió joven, y con el deseo de verles crecer, cuidarles y ofrecerlas la figura de un padre que a él lo dejó pronto. Desgraciadamente no ha podido ser. Un derrame sufrido hace un par de meses lo llevó al hospital, donde ha pasado dos meses en coma, hasta que ayer por la noche se supo de su fallecimiento. La prensa, la radio, los libros, las tertulias, la cultura, la Anábasis de Jenofonte, las crónicas barbitúricas de Karina Sáinz Borgo…. Cuántos hoy penan y saben, sabemos, que somos menos, que hemos perdido un agarre, una pluma, una voz.

viernes, febrero 07, 2020

El virus de la dictadura, para Li Wenliang


Durante toda la tarde de ayer hubo mucha confusión sobre la muerte de Li Wenliang, médico de la ciudad de Wuhan, que fue el primero en advertir, el 30 de diciembre de 2019, la existencia de una nueva enfermedad contagiosa de tipo neumónico que se había desarrollado en aquella localidad. Suyas fueron las primeras advertencias e intentos de cuidar a los enfermos, antes de que nadie pudiera imaginar lo que ese brote iba a causar. Ayer salió la noticia de que había fallecido víctima de esa enfermedad, pero luego fue desmentida por fuentes oficiales. Finalmente, la mala noticia ha resultado ser cierta y Li ya cuenta como uno de los varios cientos de fallecidos que ya deja el coronavirus de Wuhan.

La figura de Li ejemplifica como pocas lo mejor del ser humano y algunas de sus más oscuras facetas, encarnado lo primero en su persona y lo segundo en la actitud del régimen al que Li y el resto de China vive sometida desde hace décadas. No dudó en cumplir su deber y auxiliar a los enfermos, aunque no tuviera muy claro qué tipo de enfermedad tenía delante ni los riesgos que podía llegar a asumir. Tampoco dudó en saltarse el veto que las autoridades chinas imponen a toda información y trató de avisar a todo el que pudo de algo que le parecía muy grave. Y lo está siendo. A primeros de enero, gracias a Li, algunos ya vimos en redes sociales noticias sobre una especie de nueva enfermedad que había surgido en China de la que muy poco se sabía, y de la que ninguna fuente oficial informaba, como siempre sucede en aquel país cuando algo no le gusta al régimen. A medida que pasaron los días las noticias del brote iban creciendo y llegó un momento en el que las autoridades ya no fueron capaces de ocultar que algo muy serio estaba sucediendo en una ciudad de dimensiones gigantescas y de nombre, Wuhan, desconocido para casi todos aquellos que vivimos fuera de ese imperio. Los casos empezaron a crecer con fuerza, llegaron los primeros muertos, y con ellos el poder omnímodo de un gobierno militarizado que empezó a imponer cuarentenas por doquier con la intención de frenar un brote que hacía ya varios días que se estaba expandiendo sin apenas medios de control, más allá de la actitud de héroes como Li y otros desconocidos. Su muerte se produce cuando la cifra de fallecidos alcanza los 657, la de contagiados los 30.812 y las curvas de crecimiento de ambas variables, como pueden ver aquí, siguen rutas exponenciales que denotan descontrol. El todopoderoso gobierno chino se enfrenta a un problema para el que las medidas coercitivas que tan bien funcionan de cara a aplacar y someter el pensamiento de la población bien poco pueden hacer frente a la capacidad de contagio de un virus que no es monitorizable. El apagón informativo que desde Beijing se quiere imponer a esta crisis busca controlar tanto el miedo de la población como las quejas que surgen con cada vez más fuerza a medida que el brote se extiende, los daños económicos empiezan a ser muy significativos y la sensación es que el gobierno trató de ocultar al principio lo que pasaba para que, ante la ausencia de noticias, el brote no fuera una de ellas. Vieja táctica comunista, en general de todas las dictaduras, que suele funcionar ante problemas localizados y menores, pero que fracasa ante situaciones que escapan del clásico control humano, y las epidemias son una de ellas. Los accidentes nucleares y la radioactividad es otra, y la URSS dio una lección práctica de ocultamiento de lo que pasó en Chernóbil, de incompetencia en la gestión y de paranoia en todo lo relacionado con aquella crisis, donde lo vital era proteger al régimen, no a los súbditos que aplastaba. ¿Puede ser el coronavirus de Wuhan el equivalente a Cherrnóbil para el régimen chino? Es pronto para decirlo, pero estoy seguro que en no pocos gerifaltes comunistas de Beijing ese es el miedo que les domina, no el del virus y la enfermedad.

De hecho, los esfuerzos de hoy viernes del gobierno chino se centran en censurar los mensajes que en las redes sociales de aquel país alaban al doctor Li Wenliang, que se extienden con mayor velocidad, pero misma forma de funcionamiento que el virus infeccioso. Quizás, como alfeñiques que somos, tengamos que esperar varios años para que una plataforma produzca una serie, que sea alabada por todos los críticos, para que se reconozca el valor de Li, su heroísmo y su coraje frente a la enfermedad y la dictadura, pero de momento es poco probable que nada de ese reconocimiento se de en el resto de un mundo que cada vez depende, dependemos, más de China. Su figura debiera ser reconocida mundialmente, como símbolo de lo que es la ciencia médica y el deseo humano de libertad.

jueves, febrero 06, 2020

Trump, exonerado en el Impeachment


No ha habido las casi imposibles sorpresas de guion que debían darse para obtener un resultado distinto y, en un plazo de tiempo muy breve, Trump ha resultado absuelto del proceso de destitución, eso que llaman impeachment, por el Senado, convertido en tribunal durante los días que ha durado este proceso. Era necesaria una mayoría muy cualificada de votos a favor de la destitución presidencial y, para ello, se necesitaba que los republicanos abandonasen en masa a su líder, cosa que no era esperada por nadie. Finalmente, sólo uno de ellos, el que fuera candidato a presidente Mitt Rommney ha votado en contra de Trump. Evidentemente eso no es suficiente.

¿Para qué ha servido este proceso? No es una mala pregunta, y las respuestas dependerán completamente de la fuente que sea consultada. Cada uno de los bandos enfrentados en la causa tratará de sacarle rédito en el espacio preelectoral en el que nos encontramos, pero fríamente quizás ninguno de ellos ha conseguido plenamente sus objetivos. Es evidente el fracaso demócrata al no lograr la mayor, la destitución, y la rapidez con la que se ha desarrollado el proceso le impide seguir sacando petróleo de un caso que le ofrece atractivos para movilizar a su electorado. En su haber, los demócratas tienen la baza de que la sospecha fundada de que Trump realizó acciones ilegales en relación con Ucrania se ha asentado en gran parte de la opinión pública, aunque eso no baste, ni mucho menos, para alterar la posición del voto de cara a las elecciones. Mucha inversión y muy poco rédito. Trump festejaba ayer en tuits esquizoides su infinitud y cómo ni este proceso ni ningún otro podrán detenerle. Puede estar contento, tanto por el resultado del juicio como, sobre todo a mi entender, por la docilidad que ha mostrado el partido republicano, completamente abducido ahora mismo bajo su figura y correa de transmisión de sus mensajes. Si hubo un tiempo en el que los republicanos observaban con justificado horror como alguien como Trump se hacía con el poder, ese tiempo pasó. A las puertas de unas elecciones en las que se renuevan cargos, sueldos y sillones, esa unanimidad tras el líder que encabeza las encuestas es más que comprensible. El trabajo efectuado por algunas figuras republicanas, especialmente el líder del grupo en el senado, Mitch McConnell, ha sido determinante para que el proceso sea rápido e indoloro para los interese presidenciales, y McConnell no es un “trumpista” de toda la vida, sino un político de larga carrera, amplio conocimiento de los entresijos de las cámaras y un olfato de primera a la hora de detectar sangre en los rivales y oportunidades de supervivencia propias. En definitiva, el que iba a ser el proceso del siglo a la presidencia de Trump se ha quedado en algo bastante aguado y que va a ser sumido en el olvido en breve a medida que el fragor de las elecciones de noviembre vaya creciendo en intensidad. Ambos bandos darán por amortizado este episodio y se centrarán nuevamente en la batalla política sin cuartel. Y quizás sea esa, la manera encarnizada y cruel con la que se desarrolla hoy en día la política en EEUU no el fruto pero sí la escena que nos ha mostrado este proceso. El país sale aún más dividido de lo que entró en el impeachment y la fractura que la presidencia de Trump ha provocado en la sociedad norteamericana no deja de crecer a medida que se consolida una figura tan rupturista y sectaria como la del actual presidente. La victoria de la nación por encima de las luchas particulares de los partidos, algo que estaba muy grabado en el ADN de los EEUU, empieza a borrarse a golpe de sesgo ideológico y de odio personal. Ese será, quizás, el peor de los legados que dejen los años de mandato de Trump, sean cuatro u ocho.

Una pieza ha quedado suelta en el proceso que hemos vivido, y es la declaración frustrada del exasesor de seguridad nacional, el polémico John Bolton, que quería testificar, pero que no pudo por el voto en contra de la mayoría republicana. Lo que no comente ya en el Senado puede que lo haga en un libro sobre el que pesa tanto interés en su lectura como presiones para que no sea publicado. Halcón reconocido, extremista de largo recorrido, Bolton alabó a Trump todo lo que pudo hasta que el magnate le despidió como ha hecho con todos los demás, con unas formas deplorables y sin que estén muy claras las causas. ¿Qué sabe Bolton? ¿Actúa por venganza?  ¿Es relevante para el caso? Y, sobre todo ¿influirá en el voto de noviembre?

miércoles, febrero 05, 2020

El desastre demócrata de Iowa


No es Iowa el estado más representativo de EEUU, aunque sí encarna el interior de un país en el que la granja y la tierra son modo y forma de vida, dispersas entre la infinitud de paisajes que no se acaban nunca. No muy poblado, y con el maíz y la soja como principales productos de su industria, cada cuatro años el ojo político del mundo se centra ahí porque es el primer lugar en el que se celebran los caucus, un sistema arcaico de asambleas locales para determinar los representantes de ese estado para las convenciones de los partidos demócrata y republicano. Es el ser el primero el que le da la relevancia y, en no pocas ocasiones, el poder para determinar tendencias, crear candidatos o generar problemas en presuntos favoritos.

Dos días después de la celebración de los citados caucus de iowa, aún hay dudas sobre quién ha sido el ganador, pero resulta obvio que el claro derrotado no es otro que el partido demócrata. Dividido entre multitud de candidatos, los problemas técnicos que están retrasando el escrutinio y la sensación de caos que se ha generado es, sin duda alguna, un duro golpe para el conjunto de esa formación, que es la que tiene que escoger candidato para enfrentarse al actual presidente. Los republicanos, que ahora mandan, también realizan el proceso de primarias, pero sin aliciente alguno, porque es tradición que el candidato que se presenta a la reelección apenas cuenta con oposición en su partido y todo ese proceso de primarias es un mero trámite para que el vigente presidente visite localidades que apenas ha pisado a lo largo de su mandato. Por cierto, si los demócratas son los perdedores del caos de Iowa, son los republicanos los grandes beneficiados de la monumental chapuza en que se ha convertido esa cita política, e imagino a Trump muerto de risa en la Casa Blanca, con toda la razón del mundo, insultando sin cesar a los inútiles que han convertido al partido de los burros en el hazmerreír de medio mundo. Se dice que todo se ha debido a una aplicación de móvil utilizada para remitir los resultados y recontarlos, no suficientemente testada, que ha fallado, pero sea esa o no, la sensación general es de frustración ante la incapacidad organizativa del partido, y dado como corren los bulos en estos tiempos, la mejor excusa para reducir la legitimidad de los resultados, cuando se disponga de los mismos. Acusaciones de fraude, amaños, intento por parte de algunos dirigentes demócratas de alterar los resultados que se iban conociendo… puede usted escoger entre un ramillete de teorías conspirativas en las que, esta vez, los rusos parecen pesar poco porque visto lo visto no hace falta mucha injerencia extranjera para sabotear unos comicios norteamericanos. Sí, me dirán que no es lo mismo, pero en España nos hemos acostumbrado a la extraña situación de que, apenas pasadas dos horas del cierre de las urnas en unas elecciones, tenemos un resultado que suele estar ya basado en más de la mitad del escrutinio completo del voto, sin asomo de problemas ni incidencias destacables. En esto somos de una eficiencia digna de ser admirable, de las mejores del mundo. Pese a ello, no lo dude, serán algunos de los que han organizado este caos en Iowa los que sigan dictando sentencia sobre la limpieza de los procesos electorales de medio mundo y la legitimidad de los mismos, en base a un historial de recuento de votos que no es mucho más serio que el de la elección de delegado de cualquier clase de instituto, donde ella era un milagro que el número de votos emitidos no superase por mucho al de alumnos presentes. Mucho, mucho, mucho va a tener que recapacitar la formación demócrata para superar el baldón con el que se ha coronado en Iowa y que, aún más, aumenta las probabilidades de que Trump sea reelegido en noviembre, sea cual sea el candidato contra el que se enfrente.

Los resultados. Con el 62% escrutado, dos días después, el ganador demócrata, por los pelos, es el novato Pete Buttigieg, poseedor de un apellido que va a desesperar a casi todos los periodistas, seguido muy de cerca por Sanders, Warren en tercer lugar y Biden en cuarto. Este resultado se aleja de las encuestas nacionales, que ponen a Biden como favorito a la nominación. Recordemos también que a estos caucus no se presenta Bloomberg, que se centra en el supermartes de marzo, por lo que todo está aún más confuso de lo que estaba antes. Eso sí, Buttigieg, poseedor de una biografía chocante y de lo más propicia para la carrera política, se une al carro de grandes favoritos, y puede llegar a dar la campanada de la nominación. Sigan su carrera, merece mucho la pena.