Independientemente
del palmarés final, esta
edición de los Oscar ha contado con un plantel de películas de alta calidad
como no se recuerda en mucho tiempo. Es difícil escoger entre varias de las
candidatas a mejor película. Érase una vez en Hollywood, de Tarantino, que no
he visto, es alabada por todo el mundo, y puedo decir de primera mano que 1917,
Joker y El Irlandés son excelentes películas. Cualquiera de las cuatro (no he
visto Le Mans, Mujercitas y sí Jojo Rabbitt, que está bien pero creo que un
escalón por debajo) podría ser escogida como la menor cinta del año y el galardón,
en lo artístico, sería irreprochable.
Pero
todas ellas han sido derrotadas por un film surcoreano titulado Parásitos, que
es un espectáculo absorbente de tensión, crítica social e intriga que te deja
aplastado en la butaca tanto por lo que cuenta como por la intensidad y
brillantez como lo hace. Cuando se estrenó en salas era reticente a ir a verla,
por dos motivos. El cine coreano no me llama mucho y era la cinta premiada en
Cannes, y eso, los premios de los festivales, puede ser a veces señal de que
estamos ante una obra de autor que sólo el autor es capaz de entender y degustar.
Pero empecé a leer críticas y todas eran tan elogiosas que me picó la
curiosidad. Un comentario de MJBP, una buena amiga del trabajo, elogiándola
plenamente, hizo que finalmente me decidiera a verla, y acudí con escasas
expectativas, con la idea de presenciar algo experimental. Y no. Lo que se
desplegó ante mi era un ejercicio de puro cine, una historia de lo más
interesante excelentemente narrada. Sólo por eso ya es disfrutable, pero es
que, además, parásitos supone una mezcla de géneros que permite observar la
cinta desde muchos planos distintos y sacar de ella casi lo que uno desee. Los
que quieran la picaresca tienen ante sí un divertido juego de estafas y
engaños, los que busquen crítica social encontrarán una denuncia de las
desigualdades elaborada con una inteligencia y ausencia de maniqueísmo digan
del mejor y más honesto analista, y los que quieran tensión y acción podrán
sentir como la trama se retuerce de una manera tan intensa que lo que parecía
un pasatiempo lleva a convertirse en algo realmente terrorífico. El ritmo de la
cinta no decae en ningún momento y el plantel de actores borda cada uno de los
papeles, sin que puede citarles el nombre de ninguno de los protagonistas, que
no me suenan de nada, pero que dan una lección de interpretación en cada uno de
los planos. La cámara es ágil y le lleva al espectador por distintos barrios de
una megalópolis como Seúl en la que conviven millonarios envueltos en burbujas
ajardinadas en lo alto de las colinas con densos barrios de infraviviendas, con
zonas en las que la lluvia es un regalo y con arrabales en los que una tormenta
puede ser una pesadilla que destroce vidas y enseres. Los planos interiores y
de exterior son de una gran belleza pero, sobre todo, de un dinamismo que hace
que la historia avance sin cesar en una secuencia de escenas en las que llega
un momento en el que el espectador empieza a sentir que se le ha subido a una
montaña rusa de acción. No hay superhéroes, ni falta que hacen. El Oscar que
también le han otorgado al guión original es el reconocimiento a los creadores
de una historia que es brillante en su concepción y desarrollo, basada en una
premisa poco original (la envidia que sienten los pobres de los ricos) pero que
está llena de matices y giros que la enredan hasta el clímax. Salí del cine
convertido a la fe parásita, y desde entonces se la recomiendo a todo el mundo,
y desde que se conocieron las nominaciones me parecía posible que se llevara el
premio frente al resto de candidatas, como finalmente ha sido, en una decisión
histórica, porque por primera vez el Oscar a mejor película se otorga a una
cinta no inglesa, con subtítulos. El premio es muy merecido y eleva tanto a la
película como al galardón que recibe.
Un
apunte colateral sobre los prejuicios. Todos los tenemos, y este que les
escribe también. Si finalmente me hubiera llevado por ellos me habría perdido
esta película y, la verdad, sería un grave error, por lo que tengo que
agradecer a MJBP su recomendación y a los críticos que la alabaron. Y también
me toca hacer una reflexión sobre el hecho de que, si hubiera sido sólo por mi,
a lo mejor no la hubiera visto. ¿Cuántas decisiones tomamos al día en función
de presunciones propias que son erróneas y nos hacen cometer equivocaciones? En
ocasiones acertamos, pero en no pocas, esos prejuicios anidados en nuestro
interior actúan como, precisamente, parásitos, chupándonos vida y
oportunidades. Regálense esta película y luego, si eso, si les queda tiempo tras
su disfrute, reflexionen.
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