Ayer
Carlos Franganillo entrevistó a Santiago Abascal, líder de Vox, en el tiempo
del Telediario, como se ha hecho anteriormente con Sánchez y Casado. Llegaba
la entrevista con cierta polémica porque el sindicato CCOO había pedido que no
se hiciera, postura en la que esta organización se quedó sola. Erraba el
sindicato en fondo y forma. No sólo es un ciudadano como otro cualquiera, sino
que vox ha recibido muchos votos y eso le coloca como la tercera fuerza en el
Congreso. La televisión pública puede y debe entrevistar a cualquiera, porque
todo ciudadano la paga vía impuestos. Por comparar extremos, me genera un rechazo
profundo tanto la ideología de Abascal como la del actual Vicepresidente Iglesias.
Negar entrevistas a ambos sería un idéntico ejercicio de censura.
Por
hacer un chiste fácil, la ideología de Abascal es de sota, caballo y Rey, y que
me perdone la Casa real por la broma y, sobre todo, disculpe dicha institución
el manoseo que sobre ella pretende ejercer Abascal. Envuelto en la ola de
populismo que recorre las democracias occidentales, alimentada por el miedo de
unas sociedades a un futuro que no controlan y a un mundo que empiezan tanto a
no entender como no dominar, Vox supone la respuesta del castillo, la de levantar
murallas y fosos para resguardarnos ante el exterior. Su discurso se basa en el
sentimiento nacionalista y en el rechazo a todo lo que no sea “de aquí” donde “aquí”
es lo que los gerifaltes de la organización definan. Las similitudes entre ese
discurso de Vox y el que realizan los xenófobos independentistas catalanes son
tan asombrosas como lógicas, y réplicas del mismo pueden verse en Italia,
Francia, Holanda, EEUU y, en general, cualquier nación que queramos analizar.
Protección de los valores y costumbres propios, rechazo al otro, tradición, son
mantras en los que Vox basa su respuesta, y muy poca cosa más, y encuentra
votos en una población que se siente desnortada, sin respuestas, y muchas veces
abandonada por los políticos tradicionales que la han dejado de lado por
considerar sus votos como prescindibles. El éxito de Vox es, en gran parte, fruto
del fracaso de la política tradicional, de sus mensajes equivocados, de sus
corruptelas diarias. Abascal, como líder, no es capaz de salirse de las reglas
básicas de su formación y muestra un perfil tan rocoso en lo físico como
ausente de ideario. Criado en las juventudes del PP durante muchos años,
abandonó esa formación cuando las siglas ya no le pudieron garantizar nómina y
sustento, y creó Vox, que transitó por el desierto de la irrelevancia hasta que
el populismo internacional y el separatismo catalán le ofrecieron una ventana
de oportunidad que la formación supo aprovechar, disparando sus votos y escaños
a costa de un PP que sigue manteniendo una imagen de marca empañada por la corrupción
y escándalos pasados. Vox es también un genial invento para un PSOE que, por
fin, se ha encontrado con una división en la derecha española, y la alienta lo
que puede a sabiendas de que la fragmentación de voto, muy penalizada por el sistema
electoral, drenará escaños en la derecha cada vez que PP y Vox se enfrenten a
los socialistas. Miran en Ferraz con envidia al PS francés, que logró espolear
al frente Nacional de Le Pen padre para sembrar la discordia en el gaullismo,
la derecha clásica francesa. Viendo el desastre posterior que ha sido la política
francesa gracias al auge de esa extrema derecha harían bien los aprendices de
brujo de Ferraz en no alimentar monstruitos que pueden irse de madre, y el PP
debiera tener una estrategia clara para desgastar a los pupilos de Abascal y
reconquistar esos fueros, no mediante un discurso extremista, que sólo hará
daño al votante pepero (ya se sabe que entre el original y la copia siempre
gana el original) sino con una estrategia inteligente. En medio de la división
Vox coge aire, y eso es en sí mismo una mala noticia.
Un
punto importante de la entrevista fue el intento, por parte de Carlos
Franganillo, de poner a Abascal frente a los bulos que difunden en internet sus
cuentas propias y las de simpatizantes del partido. Lamentablemente esta táctica
está extendida por todas las formaciones, pero los de Abascal, que son de los más
nuevos, se han subido a ella con deleite e intensidad. Desvió el tema el
dirigente de Vox cada vez que el entrevistador le mencionaba ejemplos claros de
manipulación, considerando menor el que lo que se mostrase no fuera cierto y
volviendo al mensaje de fondo que repite sin cesar, para el cual los hechos no
son importantes. Vox ha venido para quedarse un cierto tiempo, tocará gestionar
el mucho ruido que va a generar.
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