Internet
es una fuente de información maravillosa, algo casi mágico que resulta
inimaginable que no existiera desde el principio de los tiempos, pero que surgió
un día, cuando algunos de, por ejemplo mi generación, acabábamos de terminar la
Universidad. Como todas las grandes herramientas, puede ser muy peligrosa si es
mal usada, y como vía de desinformación y difusión de bulos internet es tan
efectiva como atemorizante. El mundo de las falsas noticias en el que vivimos
existe gracias a internet, porque mentiras siempre ha habido, pero nunca han
podido extenderse con la rapidez, alcance masivo e intensidad con la que ahora
lo hacen.
¿Miente
China sobre el coronavirus? Quizás sea esa una de las preguntas más repetidas a
lo largo de estos días en todo el mundo, y para responderla no tenemos otra opción
que recurrir a los datos oficiales y prestar poco caso a las referencias web
que hablan de otra cosa. Curiosea uno por ahí y encuentra fácilmente enlaces en
los que el número de fallecidos es disparatado y los infectados e cuentan por
cientos de miles. Es imposible saber de dónde salen estas cifras tan altas y la
credibilidad de las mismas es tan endeble como intenso el alarmismo que
transmiten. ¿Por qué surgen entonces? Por dos factores principalmente: Por un
lado, por la psicosis que se genera ante estos fenómenos, en los que el miedo
corre mucho más que cualquier virus y su efectividad, sin ser letal, es
absoluta. El otro factor, particular en este caso, es la tradicional opacidad
del gobierno chino, una perfeccionada dictadura que trata de controlar toda la
información posible y que, en el caso de este virus, hizo todo lo que pudo para
evitar que la existencia del mismo se conociera, provocando el arresto de
personal médico y el ninguneo de los primeros pacientes. Ya comentamos aquí la
semana pasada el trágico caso del doctor Li Wenliang, y de cómo su muerte es el
principal exponente de esa oscurantista política que caracteriza a las
dictaduras. Casos como estos, y el eterno recuerdo de cómo se comportó el régimen
soviético ante desastres internos como el del Chernóbil alimentan las
especulaciones de todo tipo y suponen echar más y más gasolina al incendio de
la desinformación global. El recelo aumente el miedo y así la bola no deja de
crecer. La cada vez más probable cancelación del congreso Mobile de telefonía
de Barcelona por el goteo de ausencias de empresas es una buena muestra de la
extensión del pánico sin que las razones médicas profesionales avalen un
comportamiento similar. ¿Es este coronavirus un problema grave? Desde luego, y
sobre todo para China, pero de momento el número de casos que se registran en
el exterior de aquella nación son más bien anecdóticos. Cierto es que si todo
el planeta se queda encerrado en casa dos semanas el brote remitirá, pero también
lo es que las consecuencias económicas de este brote, fruto de la paralización
de la economía china y la reducción de intercambios globales, pueden ser
bastante más lesivas que las causadas estrictamente por la enfermedad ¿Dónde
está el punto de cordura para actuar? Las autoridades debieran fijarlo, pero
siguiendo el estricto consejo de los profesionales médicos y expertos en este
tipo de enfermedades. Estos profesionales no se cansan de repetir que las
probabilidades de contagio fuera de China son muy escasas, que las mascarillas
son efectivas, pero mucho más lo es el lavarse las manos, y que la gripe
estacional, la normal de cada año, mata a mucha más gente que la que, probablemente,
alcance el coronavirus. Debemos estar muy atentos al seguimiento de la
enfermedad, el gobierno chino debe colaborar de la manera más transparente
posible con las autoridades internacionales, pero el pánico ni está justificado
ni sirve de nada. De momento ni las bolsas reaccionan como sería lógico ante un
problema de estas dimensiones, y eso cada vez me extraña más.
Para
conocer los datos oficiales de la enfermedad hay dos webs excelentes que se
actualizan a diario. Una
de ellas, esta, muestra los datos de contagiados, muertos y recuperados con una
referencia geográfica global, de tal manera que se puede descender en el
mapa para ver las zonas más afectadas. La otra,
esta, muestra la evolución temporal de afectados y fallecidos comparada con dos
brotes pasados, el del SARS y el de la gripe aviar, pudiendo uno
seleccionar si quiere ver las gráficas con sus datos puros o en logaritmos,
para así comparar de manera más precisa la tasa de crecimiento de las curvas.
Los datos, 1.115 fallecidos hasta la fecha, son muy serios, el reto que planeta
este brote lo es. Pero si acudimos a bulos y rumores lo agravaremos aún más.
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