Tienen
ganada fama de tediosas las tardes del domingo, espacio en el que el tiempo se
frena y más que irse, gotea hacia la nada. En ellas se pierde como si nada, se
regala, se van las horas sin desmayo. Para algunos son tardes tristes, porque
acercan inexorablemente al amanecer del lunes laboral y al reencuentro con la
pesadilla del trabajo, o con la aún peor pesadilla de su ausencia, pero cierto
es que son momentos algo absurdos, que quedan en tierra de nadie, entre el
presuntamente maravilloso sábado, el día más celebrado de la semana, y el
odiado lunes, el que peor fama tiene. Son tardes de agonía de fin de semana, en
las que muchas veces no pasa nada de nada.
Otras
veces, como ayer, no dejan de suceder cosas, y la tarde se vuelve una locura en
la que las noticias, de gravedad creciente, se agolpan unas contra otras hasta
dejar al que las recibe atontado, anestesiado, sin saber si la última se refería
a una cosa o a otra. Hay momentos en los que la actualidad, que parece avanzar
a trompicones, pega un salto enorme y cambia de pantalla, y el contraste de la
nueva imagen que nos ofrece llega a aturdirnos. Fue
la de ayer una tarde de pesadilla en Canarias, con un temporal de viento
huracanado provocado por una DANA que a las fuertes rachas de viento unió una
calima de polvo sahariano como pocas veces se ha visto en el archipiélago. El
viento desatado y las altas temperaturas provocaron que lo que en otra ocasión
hubieran sido apenas unos chispazos degenerasen en graves incendios forestales
y de viviendas en distintas localidades de las islas, colapsando los servicios
de emergencias de la comunidad. Al principio de la tarde la calima era tan
intensa que AENA se vio obligada a cerrar los aeropuertos, y miles de personas
empezaron a vivir entonces un carnaval siniestro en forma de colas en los
mostradores de facturación y desparrame por el suelo de unas terminales que, a
estas horas de la mañana del lunes, siguen sin estar operativas. Fue la tarde
de ayer una locura para el PP, sección País Vasco y sección nacional, en el enésimo
intento de pegarse un tiro en el pie en la rama regional de un partido que no
deja de decaer en la representatividad del País Vasco. Alfonso
Alonso fue cesado por Pablo Casado tras dejar claro que no estaba de
acuerdo en los términos a los que la dirección nacional del partido había acordado
la presencia de militantes de Ciudadanos en las listas de las futuras
elecciones autonómicas. Casado le tenía ganas a Alonso desde que éste apoyó
claramente a su exjefa Soraya en la carrera por la presidencia del partido, y
ayer ejecutó su decisión de defenestrarlo, de una manera nada elegante. La
dirección nacional ha colocado como nueva cabeza en el País Vasco a Carlos
Iturgáiz, que lo fue hace ya bastantes años, que estaba de retirada política y
que ha pasado los últimos en el parlamento europeo, y que encabezará una
candidatura que, salvo sorpresa, se estrellará en los comicios, como muestra de
falta de visión y de irresponsabilidad de una marca, el PP, que no duda en
sacrificar el resultado posible en el País Vaco por una incierta remontada a
nivel nacional que a saber si algún día se dará. Seguro que más de uno brindó
ayer en la sede del PNV, el partido que siempre gana allí, porque los pocos
votos que esperaban para los peperos serán aún menos. Y fue una tarde de
angustia en Italia, más concretamente en el norte del país, con tres muertes a
lo largo de la jornada, un disparo en el número de contagiados y varias
localidades con orden de clausura como consecuencia de un brote de coronavirus
cuyo paciente cero no ha podido ser localizado y que supone la irrupción plena
de la enfermedad en Europa, dejando de ser algo exclusivamente asiático. A lo
largo de la tarde se sucedían las noticias de cancelación de actos, espacios y,
en general, la vida social en las localidades más afectadas y, por extensión,
en Milán, capital de la Lombardía, motor económico del país, pero la información
que ofrecían los corresponsales, meritorio trabajo de Lorenzo Mila en TVE,
enseñaban, sí, unas calles desiertas pero, también, una ausencia de controles a
las entradas y salidas de los pueblos que dejaban el concepto de cuarentena
reducido a un teatro absurdo.
Ya
con la puesta de sol las
noticias que llegaban desde Italia crecían en confusión y alcance, con del
decreto de cierre de escuelas y universidades a partir de hoy, y de
canarias sólo llegaba imágenes de fuego y de cielos rojos por una arena que lo
cubría todo cual plaga bíblica, y del PP sólo llegaban desmentidos cruzados y
bronca soterrada. Y otras noticias (Irán, elecciones en Hamburgo, resaca del
fracaso del consejo europeo de los presupuestos, etc) trataban de abrirse paso,
pero no lo conseguían, en una jornada que, a buen seguro, fue una pesadilla en
las redacciones de los medios, que soñaban con una plácida tarde de domingo y
se encontraron con otra cosa muy distinta.
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