lunes, febrero 24, 2020

Loca tarde de domingo


Tienen ganada fama de tediosas las tardes del domingo, espacio en el que el tiempo se frena y más que irse, gotea hacia la nada. En ellas se pierde como si nada, se regala, se van las horas sin desmayo. Para algunos son tardes tristes, porque acercan inexorablemente al amanecer del lunes laboral y al reencuentro con la pesadilla del trabajo, o con la aún peor pesadilla de su ausencia, pero cierto es que son momentos algo absurdos, que quedan en tierra de nadie, entre el presuntamente maravilloso sábado, el día más celebrado de la semana, y el odiado lunes, el que peor fama tiene. Son tardes de agonía de fin de semana, en las que muchas veces no pasa nada de nada.

Otras veces, como ayer, no dejan de suceder cosas, y la tarde se vuelve una locura en la que las noticias, de gravedad creciente, se agolpan unas contra otras hasta dejar al que las recibe atontado, anestesiado, sin saber si la última se refería a una cosa o a otra. Hay momentos en los que la actualidad, que parece avanzar a trompicones, pega un salto enorme y cambia de pantalla, y el contraste de la nueva imagen que nos ofrece llega a aturdirnos. Fue la de ayer una tarde de pesadilla en Canarias, con un temporal de viento huracanado provocado por una DANA que a las fuertes rachas de viento unió una calima de polvo sahariano como pocas veces se ha visto en el archipiélago. El viento desatado y las altas temperaturas provocaron que lo que en otra ocasión hubieran sido apenas unos chispazos degenerasen en graves incendios forestales y de viviendas en distintas localidades de las islas, colapsando los servicios de emergencias de la comunidad. Al principio de la tarde la calima era tan intensa que AENA se vio obligada a cerrar los aeropuertos, y miles de personas empezaron a vivir entonces un carnaval siniestro en forma de colas en los mostradores de facturación y desparrame por el suelo de unas terminales que, a estas horas de la mañana del lunes, siguen sin estar operativas. Fue la tarde de ayer una locura para el PP, sección País Vasco y sección nacional, en el enésimo intento de pegarse un tiro en el pie en la rama regional de un partido que no deja de decaer en la representatividad del País Vasco. Alfonso Alonso fue cesado por Pablo Casado tras dejar claro que no estaba de acuerdo en los términos a los que la dirección nacional del partido había acordado la presencia de militantes de Ciudadanos en las listas de las futuras elecciones autonómicas. Casado le tenía ganas a Alonso desde que éste apoyó claramente a su exjefa Soraya en la carrera por la presidencia del partido, y ayer ejecutó su decisión de defenestrarlo, de una manera nada elegante. La dirección nacional ha colocado como nueva cabeza en el País Vasco a Carlos Iturgáiz, que lo fue hace ya bastantes años, que estaba de retirada política y que ha pasado los últimos en el parlamento europeo, y que encabezará una candidatura que, salvo sorpresa, se estrellará en los comicios, como muestra de falta de visión y de irresponsabilidad de una marca, el PP, que no duda en sacrificar el resultado posible en el País Vaco por una incierta remontada a nivel nacional que a saber si algún día se dará. Seguro que más de uno brindó ayer en la sede del PNV, el partido que siempre gana allí, porque los pocos votos que esperaban para los peperos serán aún menos. Y fue una tarde de angustia en Italia, más concretamente en el norte del país, con tres muertes a lo largo de la jornada, un disparo en el número de contagiados y varias localidades con orden de clausura como consecuencia de un brote de coronavirus cuyo paciente cero no ha podido ser localizado y que supone la irrupción plena de la enfermedad en Europa, dejando de ser algo exclusivamente asiático. A lo largo de la tarde se sucedían las noticias de cancelación de actos, espacios y, en general, la vida social en las localidades más afectadas y, por extensión, en Milán, capital de la Lombardía, motor económico del país, pero la información que ofrecían los corresponsales, meritorio trabajo de Lorenzo Mila en TVE, enseñaban, sí, unas calles desiertas pero, también, una ausencia de controles a las entradas y salidas de los pueblos que dejaban el concepto de cuarentena reducido a un teatro absurdo.

Ya con la puesta de sol las noticias que llegaban desde Italia crecían en confusión y alcance, con del decreto de cierre de escuelas y universidades a partir de hoy, y de canarias sólo llegaba imágenes de fuego y de cielos rojos por una arena que lo cubría todo cual plaga bíblica, y del PP sólo llegaban desmentidos cruzados y bronca soterrada. Y otras noticias (Irán, elecciones en Hamburgo, resaca del fracaso del consejo europeo de los presupuestos, etc) trataban de abrirse paso, pero no lo conseguían, en una jornada que, a buen seguro, fue una pesadilla en las redacciones de los medios, que soñaban con una plácida tarde de domingo y se encontraron con otra cosa muy distinta.

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