viernes, febrero 28, 2020

Coronacrack bursátil


Hasta hace una semana el inversor bursátil estaba más que contento. El Ibex marcaba máximos relativos desde hace un par de años, superando por poco, pero por fin, la cota de los 10.000 puntos y en Wall Street batir el récord de máximo histórico era algo que se hacía sesión a sesión sin darle mucha importancia. La enfermedad que atacaba a China se veía como algo distante y las voces que alertaban de que ese mal podía abrir la puerta a un desastre económico eran pocas, y clamaban en el desierto, mientras los alcistas seguían de fiesta. Quizás el pasado viernes 21 de febrero sea recordado, en bastante tiempo, como el día del máximo, el último de tranquilidad en las bolsas, antes de la erupción en el parqué del coronavirus.

Lo que los mercados han reflejado esta semana es miedo, mucho miedo, pánico incluso, en la sesión de ayer, donde el aguante temporal de Wall Street permitió a las bolsas europeas recuperar algo y cerrar con caídas que, en el Ibex llegaron al 3,55% pero que se vieron como un mal menor ante el 4,5% que caía apenas a una hora del cierre. El aguante de la bolsa americana, que a media sesión perdía un 1,5%, parecía una primera señal de suelo, de control de daños y de posible vía para encauzar las cosas, pero resultó ser una falsa esperanza, las últimas horas de negociación en Nueva York fueron un carrusel de pérdidas que acabaron cerrando en índice Dow Jones con una caída del 4,5%, unos 1.200 puntos de una tacada. Según he visto por ahí, esta semana la bolsa norteamericana ha batido su récord de velocidad a la hora de corregir un 10%, en apenas cuatro días, en un registro que se puede comparar a los aciagos días de 2008, y que nos deja un mercado bursátil vapuleado, deshecho. Es quizás el terreno apropiado para los cazadores de gangas, los valientes que entran cuando se produce la estampida, y que compran en estas grandes rebajas, pero para el inversor convencional, para el ahorrador que utiliza productos clásicos, para los fondos de inversión y pensiones… para casi todo el mundo esta semana es una catástrofe en toda la regla, que se verá reflejada en los extractos que llegarán a su casa, informándoles de la devaluación de sus inversiones, y en las expectativas futuras de compras, inversión y gasto. El efecto riqueza que hace que uno gaste de más, aunque no tenga ese dinero, cuando las cotizaciones suben, funciona a la inversa y deshace expectativas de gasto cuando los valores bajan, se haya ejecutado pérdida real al venderlos o no, estando entrampados en ellos. Por eso, cuando se dice “bueno, la bolsa me da igual, no tengo nada en ella” quien así opina no sabe muy bien cómo funciona el sistema financiero, y puede que sea verdad que no tenga dinero propio metido ahí, pero es más que probable que la empresa o negocio en el que trabaja sí tenga participaciones en ese mercado, y es casi seguro que los ahorros que posee en el banco estén, de una u otra forma, dando vueltas en el tiovivo financiero del que forman parte la bolsa y otros mercados. Por ello, le afecte directamente o no, subidas o bajadas de la bolsa van a acabar impactando en la economía de todos, más o menos, de una manera muy intensa o atenuada, pero de forma inexorable. Evidentemente los que trabajan en la industria de fondos de inversión y en empresas financieras deben estar sintiendo un pánico a lo largo de esta semana que no se puede valorar muy bien desde trabajos ajenos a ese mundo, y los que han puesto sus ahorros en ello ni les cuento. La alternativa de esperar a que pase la tormenta y no vender es la única posible, pero depende de cada caso, habrá quienes lo puedan aguantar y otros que no, y en días como los de ayer habrán saltado muchas órdenes automáticas de venta (stop loose) que habrán traducido a pérdidas reales las bajadas. Y hoy parece que no habrá tregua.

Y la bolsa, pese a lo distorsionada que está, sigue lanzando con esta sangría un grito de alerta sobre el futuro de la economía global que nos debe poner a todos en alerta. Cotiza recesión, grita desatada recesión, destrucción de valor y descomposición de cadenas productivas en un proceso no financiero, provocado por el coronavirus, que cierra fábricas y enclaustra a trabajadores, generando efectos económicos reales que se parecen más al resultado de una guerra física destructora de activos que al de una crisis provocada por motivos financieros, como la que vivimos en 2008. ¿Cómo vamos a responder ante ello? ¿Qué herramientas tenemos? ¿cómo va a evolucionar todo esto?

Subo a Elorrio y me cojo tres días de ocio. Si todo va bien nos leemos el jueves 5 de marzo.

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