jueves, noviembre 30, 2017

Suicidio en directo ante el Tribunal de La Haya

La escena parece sacada de una de esas crónicas de los juicios de Núremberg, donde las cápsulas de ácido prúsico jugaron un papel tan determinante a la hora de “sentenciar” a muchos de los condenados El acusado, general de las tropas serbias durante la guerra bosnia, mira al tribunal desde su altiva posición, con un rostro serio, rígido, cubierto con una barba blanca que le da un porte inmerecido, y en medio de un alegato en favor de su inocencia, saca un pequeño recipiente del bolsillo, no más que uno de esos minivasitos que portan aceite y se usan para aliñar ensaladas, y se lo bebe delante de la sorpresa de todos los presentes en la sala. Afirma el acusado que acaba de ingerir veneno. Tras ello, la vista se suspende y el acusado muere en apenas un par de horas.

En sí misma, la Corte Penal Internacional de La Haya, y cualquier otro tribunal internacional que juzgue delitos contra la humanidad, es heredera de los juicios de Núremberg, de aquellos procesos instaurados tras la derrota del régimen nazi y el descubrimiento, generalizado y público, de las atrocidades cometidas durante y en sus dominios. Algunas de ellas, como la existencia de los campos de concentración eran sabidas, y no pocos eran los rumores sobre lo que allí sucedía realmente, pero una incredulidad general y una cierta sensación de desidia acallaban las escasas voces que denunciaban el genocidio que se estaba cometiendo. De aquella época horrenda como pocas, pozo oscuro de nuestra historia de seres humanos, vienen conceptos como genocidio, Holocausto, crímenes contra la humanidad, y otros relacionados con ellos. De hecho los acusados y condenados en Núremberg lo fueron por figuras jurídicas que tuvieron que ser creadas para poder definir lo que allí se estaba juzgando. ¿Cómo calificar a Auschwitz antes de la existencia de semejante lugar y acciones? ¿Cómo tipificarlo, definirlo, meramente llamar a semejante dimensión del horror? Núremberg necesitaba de la imaginación de los juristas para delimitar y calificar los delitos, y la capacidad inimaginada de asombro por parte de todos para asumir lo que allí se estaba juzgando. Muchos de los condenados optaron por el suicidio antes o durante el proceso, lo que impidió a la justicia hacer su trabajo. La mera idea de que la muerte de Himler hubiera podido ser evitada cuando se le detuvo e imaginar su simplona cara entre rejas frente a un Tribunal resulta tan fascinante como difícil de concebir. ¿Qué nos hubiera podido contar el gestor de la solución final, el responsable máximo de las SS, uno de los hombres con mayor poder en el régimen nazi?. Quizás nos podría haber explicado en detalle cómo se gestó, planificó y desarrolló el crimen masivo perfecto, quizás no el más numeroso (Rusia y China ganan de calle) pero sí el más depravado de los asesinatos masivos concebidos a lo largo de la historia. O quizás no. Puede que, de haber sobrevivido a su suicidio y llevado a juicio, el testimonio de Himler nos hubiera adelantado algunos años el concepto de banalidad del mal que tan lúcidamente desarrollo Hanna Arendt durante las sesiones del juicio de Adolf Eichmann, celebrado varios años después. Quizás Himler se nos rebelase como un oscuro funcionario, un hombre gris, adusto, eficiente, serio, riguroso, fanatizado, pero lleno de procedimientos, que generaba órdenes que se traducían en muerte con la misma eficacia y frialdad que se requiere a la hora de aprobar procedimientos de subvenciones a empresas. Y es que Himler, al parecer, era así. Y eso, como supo ver Arendt, es quizás una de las conclusiones más devastadoras de aquellos juicios, de aquellos años de infamia absoluta.


Entre los “méritos” del fallecido ayer general Praljak está el de ordenar la voladura del puente de Mostar, uno de los símbolos de aquella cruel guerra, en una ciudad que era un lugar de convivencia entre etnias y religiones y que, desde entonces, tras el paso del fanatismo y las armas, ya no ha vuelto a ser lugar de unidad y respeto, pese a que el puente haya sido reconstruido. Hasta el último minuto de su vida Prajlak ha estado convencido de la rectitud de sus actos, de haber hecho lo debido, de obedecer órdenes precisas y justas en una guerra en la que desempeñaba el papel que tenía asignado. No ha visto el mal causado, no se ha sentido culpable por lo que sus actos generaron. Se ha considerado un militar obediente, y como tal ha escenificado su final. ¿Qué nos dice esto sobre la justicia, el arrepentimiento y la verdad?

miércoles, noviembre 29, 2017

¿Es China el futuro?

Si ayer les preguntaba si el bitcoin es la moneda del futuro (ayer subió otro 3%), y no era capaz de darles una respuesta, hoy subo la apuesta y les interrogaré, nos interrogaremos, sobre el futuro del mundo en su totalidad, y el papel que China puede ejercer en él. El desatado crecimiento de la economía china desde la liberalización controlada de Den Xiao Ping ha cambiado los patrones económicos del globo y va camino de alterar los geopolíticos. A un ritmo sostenido que no baja del 6% con una población camino del estancamiento pero que supera de largo los mil millones, China se hace cada día más grande, poderoso y temible. Lo que allí se decide, crea y desarrolla nos acabará influyendo a todos, querámoslo o no.

Venía este pasado domingo un reportaje apasionante en la revista de El País dedicado a Shenzen, ciudad china limítrofe al norte de Hong Kong, que hasta hace pocos años era una localidad de algunas decenas de miles de habitantes y que hoy es una urbe de más de diez millones de personas, rascacielos que surgen por todas partes y excavadoras que no cesan de tirar viejas construcciones para seguir ampliando una urbe que crece sin control ni, desde luego, freno. Shenzen es el paraíso del hardware, la cacharrería. Si Silicon Valley se asocia al software, a la programación, esta ciudad china es el paraíso de los cachivaches. Placas de ordenadores, sensores, dispositivos, elementos de todo tipo que son los encargados de recopilar los datos que nos van a monitorizar y espiar sin fin para sacarnos hasta el último euro de nuestra cuenta. En esta ciudad ha nacido Huawei, marca china de móviles que hace cinco años nadie conocía y que hoy se disputa el trono de ventas junto a Apple y Samsung. En el reportaje se entrevista a varios ciudadanos que allí viven, chinos, de otras nacionalidades asiáticas y de procedencia occidental, y la sensación que uno saca al escucharles es común. La ciudad no para, la economía no para, Shenzen no duerme jamás porque dormir es ocio y no da dinero. La inventiva, el trabajo desatado y la competencia feroz se encuentran por todas partes, en un ecosistema darwiniano al extremo en el que las ideas consiguen financiaciones bajas, tiempo escaso de desarrollo y e infinitos y potenciales beneficios, lo que obliga a todo el mundo a desvivirse para sacarlas adelante. Muchos de los entrevistados coinciden al tener una imagen de Shenzen, y de China en su conjunto, como el futuro, como la nueva economía, frente a unos EEUU estancados en una peligrosa complacencia y una Europa directamente decadente y que camina hacia la decrepitud. Sin duda es la fuerza de la juventud, tan intensa como alocada y, a veces, equivocada, pero es cierto que la fuerza del gigante chino es tal que arrasa en todos aquellos sectores en los que pone el ojo. Durante años China ha sido el paraíso de la subcontrata barata, del ahorro de costes de las empresas occidentales, la “fábrica del mundo” como se le llegó a llamar, pero empieza a verse que, cierto que todavía en zonas escogidas, la I+D+i, la innovación y el desarrollo tecnológico propio están empezando a dominar sobre el montaje y ensamblado. Las empresas chinas poco a poco, a base de esfuerzo propio, copiado al rival e inventiva, están situándose a la altura de empresas punteras occidentales, y el dominio de la tecnología y su desarrollo está en la base del crecimiento futuro. Y todo ello, nunca lo olvidemos, en un sistema dictatorial de partido único, con represión, sin libertades, sin derechos humanos. Unas cortapisas inaceptables que a nadie de los entrevistados parecen importarle demasiado. Creciendo a tasas del 6% se asimila mejor el no poder abrir la boca, dado lo garantizado que está el bolsillo y la cartera llena. Pero es también cierto que el mercado laboral chino se parece demasiado a las novelas de Charles Dickens, pestilencia de humos industriales incluidos.

¿Es este el futuro? ¿Una regresión en las libertades a cambio de la prosperidad económica? ¿Un sistema global regido por una potencia dura como la China? ¿Es Shenzen, Shanghái y otras urbes de nombre desconocido el relevo a San Francisco, Nueva York o Chicago? Aún es pronto para decirlo, y no es menos cierto que la economía china esconde debilidades estructurales (y una más que posible pirámide financiera muy peligrosa) que pueden sacudirle y hacerle retroceder varios pasos, como le pasó al exitoso e imparable Japón de los ochenta. Pero no debemos ser ingenuos, como se señala en el artículo, un tercio del planeta vive a un par de horas de avión de Shenzen, y su renta per cápita no deja de crecer. Y el dominio que ejercerá sobre el planeta tampoco. El mundo gira, y cada vez apunta más a Asia. Y eso sí que parece imparable. Nos guste o no, tocará adaptarse

martes, noviembre 28, 2017

Un bitcoin, 8.200 euros. ¿Hay burbuja?

Ayer el Bitcoin batió un nuevo récord y alcanzó una cotización de 8.289,77 euros la unidad, más de nueve mil dólares. Hay muchas páginas donde ver la evolución de esta moneda, he aquí una de ellas, y si nos dedicamos a ampliar el rango temporal de la gráfica veremos como la subida de estos últimos meses es exponencial, disparada, desatada, desenfrenada. Siempre es difícil decirlo a priori, pero si quieren ver cuál es el aspecto de una burbuja antes de estallar, les recomendaría quedarse con esa imagen, porque creo que la refleja perfectamente. Ahora, recuerden, para que sea burbuja, tiene que venir un derrumbe en el futuro. Sino, estamos ante otra cosa muy distinta, y mucho más importante.

El otro día en la cafetería del trabajo salió el tema de los bitcoin y muchos de los allí reunidos no tenían ni idea de lo que era, y ni les cuento lo que pueda pensar mi madre cuando, dentro de unas semanas, llegue a leer esto. ¿Qué es el Bitcoin? Decir que es una criptomoneda tampoco ayuda mucho, afirmar que es la resolución de un modelo matemático menos, que es un invento virtual de un grupo informático lo complica aún más, y que ese juego adquiera semejante valor resulta ya casi incomprensible. El bitcoin es todo eso, y puede llegar a serlo mucho más. Es la primera moneda virtual, artificial, fruto de la tecnología informática, creada por un grupo de programadores de software que querían diseñar una unidad de cuenta que no fuera manipulable. Sus diseñadores la concibieron como la solución a un conjunto de complejos problemas matemáticos que requieren un uso intensivo de ordenadores, lo que se llama “minado” y que consume mucha electricidad. Tal y como está diseñada, hay un límite de bitcoins o soluciones a esos problemas, que es de 21 millones de unidades. No puede haber más. En ese sentido se ha comparado al bitcoin con el oro, y a sus creadores como unos idealistas que soñaban con una moneda que no pudiera ser multiplicada hasta el infinito por parte de los gobiernos, habituales creadores y manipuladores del dinero. Pero que el bitcoin sea una moneda implica que debe ser aceptada como tal para poder ser usada como medio de pago, intercambio y atesoramiento, que es para lo que se utiliza el dinero. Supongamos que usted tiene bitcoins, lo que implica que posee una memoria USB o un disco duro en el que se alojan esas soluciones matemáticas, si nadie se al acepta a cambio de cosas, de poco sirve su moneda. Hay algunos lugares en los que si se puede pagar con bitcoins, pocos en el mundo real, variados en la internet normal y bastantes en la “deep web” la internet profunda y oscura en la que se encuentran muchos negocios ilegales o, al menos, no regulados. No es sólo una moneda de piratas, pero si son muchos los piratas que la usan, dado que tampoco deja mucho rastro en sus transacciones. Pero lo que sí es cierto es que, como instrumento de inversión, muy volátil, el bitcopin es ahora mismo la estrella del momento. A mediados de julio de este año el bitcoin valía, se pagaba, a 2.200 euros, lo que quiere decir que desde entonces, en cuatro meses, casi ha cuadruplicado su valor. El 10 de enero de este año se pagaba a 859 euros, por lo que la revalorización en el año se acerca al 1000 por ciento, ha multiplicado por diez su valor. El mercado de bitcoins es de una volatilidad extrema, y junto a subidas disparadas se encuentran desplomes igualmente abruptos, pero es cierto que para los amantes de la ruleta rusa financiera no hay hoy en día otro lugar en el que poder ganar más y más rápido que en el intercambio de este particular activo. Ahora mismo hay algo más de dieciséis millones de bitcoins descubiertos, minados con esos incesantes ordenadores que los trabajan en todo el mundo, y que consumen mucha electricidad, por lo que si multiplicamos obtenemos que el mercado de bitcoins vale unos 140.000 millones de euros, el 14% del PIB de España. Una burrada.


¿Cuánto vale realmente un bitcoin? ¿Millones? ¿nada? La única respuesta válida en cada momento es lo que el mercado determine, en función de la oferta, demanda y legislación. Cada vez que China, país en el que se ejecutan la mayor parte de transacciones, ha alterado algunas reglas la cotización ha pegado saltos muy bruscos, casi siempre hacia abajo. ¿Son las criptomonedas el futuro del dinero? No lo se, pero ahora mismo muchos bancos centrales y analistas observan lo que pasa en el mercado de bitcoins (y de otras igualmente virtuales como ethereum) para saber si el futuro va por ahí o no. ¿Será el dinero del futuro una especie de bitcoin creado y regulado por los estados? Así nacieron muchas monedas y billetes que, con el tiempo, fueron confiscados por los gobiernos para su monopolio. Toca esperar, ver y, de paso, saber si hay burbuja o no

lunes, noviembre 27, 2017

Terrible atentado yihadista en el Sinaí

Quizás el balance del atentado aún se mueva, pero daría igual, es lo suficientemente abultado para quedarse, otra vez, sin adjetivos para calificarlo. Un comando islamista, formado por más de veinte atacantes, irrumpió el viernes en una mezquita de una localidad del norte de la península del Sinaí, en Egipto, a sangre y fuego. Candó las puertas y se dedicó a exterminar a todos los que se encontrasen en el interior del templo. Con un uso indiscriminado de armas automáticas y nulo de la conmiseración, el resultado no podía ser otro. Más de trescientos muertos y algo más de un centenar de heridos, en una carnicería que recuerda al de Mogadiscio de hace unas semanas, y que resulta insoportable.

Desde hace tiempo los grupos islamistas actúan a discreción en el Sinaí, un territorio enorme, en su mayor parte desértico, y que es desconocido para todo el mundo a excepción de los enclaves turísticos de Sharm el Sheikj, en el Mar Rojo. Sus ataques se han centrado contra las fuerzas del ejército egipcio, que apenas son capaces de controlar una zona ya de por sí difusa. Pero en todo este tiempo no se habían visto atentados contra la población civil ni, desde luego, nada parecido a lo que pasó el viernes. Quizás esto sea una nueva muestra de hasta qué punto el gobierno de El Cairo no es capaz de controlar ese territorio y la estrategia islamista adquiere fuerza en él, asistida por retornados de la guerra de Siria, huidos tras la derrota de DAESH, o más bien la erradicación de su califato físico. Varios han sido los analistas que han defendido la tesis de que, a medida de que DAESH perdiera territorio se convertiría en una banda terrorista más “clásica” por así llamarla, realizando ataques dispersos mediante comandos, contando para ello con seguidores en el terreno y la ayuda de combatienetes de DAESH que, o bien retornados o escapados del extinto califato, apoyan a los locales y les otorgan una capacidad letal dada su experiencia en combate militar. Es por ello fácil de suponer que el riesgo de atentados islamistas en el mundo ha crecido en estos días, y eso nos incluye a nosotros. Pero desde luego también afecta a otros lugares, que nos pueden parecer remotos y olvidados, pero en los que residen personas como usted y como yo, que viven, sueñan, crecen y padecen. Egipto es una de las naciones más golpeadas por el yihadismo, tanto por las víctimas causadas como por el daño, letal, provocado a su industria turística, la principal en una nación carente de estructuras económicas modernas. Su población crece de una manera desaforada, acercándose a los cien millones de habitantes, la inmensa mayoría de los cuales son jóvenes, carentes de futuro laboral. Sumido en una crisis económica y regido por un militar, Al Sisi, que llegó al cargo tras la revuelta que expulsó a Mubarak, la estabilidad de Egipto es precaria, y atentados sádicos como el del viernes vuelven a ponerlo de manifiesto. El gobierno de El Cairo, que no es capaz de crear empleo, y ni siquiera puede poner orden en el territorio, por muchos galones que exhiban sus dirigentes, se enfrenta a una situación de completa deslegitimación frente a su población. En este caldo de cultivo el islamismo es capaz de conseguir adeptos, quizás no los suficientes como para hacerse con el poder, pero sí los bastantes como para pervivir y seguir royendo las estructuras del país, debilitándolo, haciéndole daño y llevándolo a un callejón sin salida. La situación de Egipto es, por lo tanto, grave, y requiere que el resto de países le ayudemos en lo posible, tanto a vencer a los terroristas que se han hecho fuertes en su territorio como a capear la crisis económica que vice su sociedad.

Los exterminados en el atentado del pasado viernes son musulmanes, de la rama sufí, una de las más minoritarias, caracterizados por su introspección, vida meditativa y ascetismo. Son una versión mística, por así decirlo, del islam, y han sido vistos en algunas naciones como una posible vía para canalizar la creencia extrema y desactivar el islamismo radical. Los nazis de DAESH los consideran herejes, y desean exterminarlos, como a todos los que no piensan como ellos (bueno, escribo la palabra pensar por poner algo). Antes atacaron a los coptos egipcios, y mañana a cualquier otro grupo que, para ellos, no sea digno de su sádica concepción del mundo. Hoy sigue el dolor en el Sinaí, pese a que no hayamos puesto banderas egipcias ni en nuestros monumentos ni en perfiles sociales. Hoy, allí, se llora en silencio.

viernes, noviembre 24, 2017

El cuponazo del PNV

Acostumbrado a pactar con todo el mundo, y diestro a la hora de llevarse tajada en cada acuerdo, en pocas ocasiones se ha visto el PNV tan propicias y rentables como la presente, vistas las cifras de la renovación del cupo. Probablemente al gobierno no le ha quedado otra que ceder todo y un poco más para poder garantizarse un mínimo apoyo que salve esta compleja legislatura, y aunque las críticas de Ciudadanos sobre el pacto alcanzado son ciertas, quizás ellos, con los escaños suficientes para poder gobernar pero insuficientes para dar estabilidad asu gobierno, hubieran hecho lo mismo. Tal como van las encuestas puede que en el futuro salgamos de dudas.

Lo trascendente no es el acuerdo sino el sistema, la asimetría del concierto respecto a lo que rige para el resto de CCAA, y todo ello en pleno debate sobre su modelo de financiación. España es así, país de contrastes donde o te mueres de sed o te ahogas en una riada. Conviven en nuestro modelo dos tipos de comunidades, y voy a simplificar las cosas para que sea más sencillo entenderlas, a sabiendas de que hay errores (Canarias Ceuta y Melilla tienen particularidades). Las forales, que son Navarra y país Vasco, que recaudan la gran mayoría de los impuestos que se determinan en su territorio, que ejecutan gasto, y transfieren al estado el coste correspondiente a las competencias no transferidas. Es este importe que se transfiere lo que se denomina cupo, y suele ser inferior al coste real. El resto de comunidades, que apenas recaudan nada de los impuestos que se determinan en su territorio, que ejecutan gasto, y obtienen recurso de lo que el estado les transfiere vía recaudación nacional. Es al calcular lo que recibe cada CCAA donde se organiza la bronca sobre que unas están mejor financiadas (o peor) que otras. Conviven por tanto dos modelos opuestos, el de la plena responsabilidad fiscal (las forales) y el de la casi total irresponsabilidad, lo que a mi entender es la receta para obtener el peor de los resultados posibles. Por un lado las forales apuran lo que pueden en su pago al resto de la nación y saben muy bien lo que recaudan y cómo ser flexibles al respecto, lo que les da margen para jugar. Por otro lado, el resto de CCAA tienden a gastar mucho y son vistas por sus ciudadanos como “buenas” proveedoras de servicios sociales (sanidad y educación principalmente) frente al “malo” gobierno central que es el recaudador. Esto no tiene mucho sentido, pero es a donde hemos llegado. Y de fondo, una estructura impositiva muy parcheada que ahora recupera capacidad de recaudación gracias a la recuperación económica, pero que en la burbuja se mostró ilusoriamente generosa y en la crisis mostró su real ineficacia para afrontar una caída de la actividad general. ¿Cómo arreglamos esto? Es muy difícil, ya lo se, pero creo que hay que tener una serie de principios claros para rediseñarlo. No son los territorios los que pagan impuestos, sino los ciudadanos y empresas sitos en ellos, por lo que donde haya más riqueza más se recaudará y menos donde escasee. Todos los ciudadanos del país deben tener unos servicios sociales y prestaciones públicas mínimas iguales, que funcionen de la misma manera y posean idéntica cobertura, y aquellas CCAA que deseen ampliarlos deben correr por su cuenta con este coste. Y debe haber corresponsabilidad en los ingresos. Si las CCAA tienen gastos transferidos deben poseer impuestos transferidos que les proporcionen ingresos, o al menos la mayor parte de ellos. El gobierno central puede actuar como compensador y tratar de pulir diferencias, pero no tiene sentido que el agente que gasta no ingrese y el que ingrese no gaste. Eso sólo genera distorsiones un constante enfrentamiento institucional.


¿Se puede extender el sistema de concierto al resto de CCAA? Sí, pero entonces los “cupos” serían más altos y las ventajas de la fórmula menores que las que algunas regiones, como Cataluña, desean. Quizás lo óptimo sea lo intermedio, de tal manera que un impuesto completo sea cedido a gestión regional, pongamos IRPF, y el IVA sea la fuente de financiación del gobierno central, o fórmulas por el estilo que, en todo caso, pongan a las CCAA a ingresar y, con techos de deuda, hacerse adultas a la hora de vivir de lo que ganen y no de la paga que reciben del gobierno central. ¿Es posible llegar a un acuerdo para reformar este modelo en esta legislatura? Sí, si hay voluntad de todos para ello, aunque me da que no abunda. Urgente es, y no sólo por razones políticas o electorales. Económicamente el sistema actual no da más de sí.

jueves, noviembre 23, 2017

Mladic y el genocidio de Srebrenica

Mucha razón tenía Javier Marías en su columna de hace unas semanas cuando denunciaba con que intensidad y frecuencia se procede al vaciado de las palabras, a su uso sin sentido, para calificar cualesquiera que sean los hechos, más allá de si representan lo que significan. Cuando todo es histórico, nada lo es, y ese término se convierte en una cáscara hueca, desprovista de significado alguno, se transforma en letras que caminan juntas, pero que hacia ningún sitio transitan. Y con ellas la historia a la que hacen referencia se desdibuja y pierde valor. Destruir palabras por su abuso es destruir los hechos que referencian.

Genocidio es uno de esos términos que cada vez se utilizan con una mayor frivolidad, y que corre el riesgo de convertirse en vulgaridad, en nada. La palabra se crea tras la II Guerra Mundial para tratar de describir los horrendos asesinatos perpetrados contra comunidades humanas, matanzas justificadas en ideología, creencias o criterios culturales, y que buscan exterminar no sólo a un grupo de personas, que también, sino a una colectividad, a una cultura, a una sociedad. Hace referencia a un hecho de una crueldad y dimensiones difíciles de imaginar, y trivializar este concepto es, en sí mismo, un hecho despreciable, que en el fondo busca rebajar el mal cometido. Cuando uno escucha ese término por boca de algunos dirigentes políticos de nuestros días refiriéndose a hechos absolutamente ridículos algo se retuerce en el fondo del alma, al sentir como miles de víctimas inocentes vuelven a ser masacradas en nombre de la falsedad. El último de los crímenes perpetrados en Europa y que sí debe ser denominado genocidio se produjo en los Balcanes, durante las guerras yugoslavas. En el verano de 1995, en plena ofensiva servida sobre Bosnia, las tropas eslavas encabezadas por el general Ratko Mladic, y espoleadas por el ideólogo Radovan Karadzic, cercaron la localidad de Srebrenica, que en aquellos días contaba con la presencia de un contingente de cascos azules de la ONU, de procedencia holandesa. Mladic prometió que la toma de la ciudad, carente de defensas militares, sería pacífica y que no se producirían víctimas si no se oponía resistencia. Las tropas de la ONU salieron de allí, los militares serbios entraron en la ciudad, y en pocos días cerca de ocho mil civiles fueron asesinados de manera sistemática y organizada por el mero hecho de ser musulmanes, de tener una lengua distinta a la serbia, por no ser de la etnia elegida. Lo sucedido en Srebrenica tardó en llegar a la opinión pública, que no lo asimiló en un principio como lo que realmente era, y fue el trabajo de los periodistas el que permitió hacerse una idea de lo que allí había sucedido, en medio de la más absoluta impunidad, y sin que nadie hiciera nada para evitarlo, ni siquiera intentarlo. Posteriores derrotas serbias, especialmente tras Kosovo, condujeron al derrumbe del sanguinario régimen de Slobodan Milosevic y se “pudo” capturar a los responsables de las matanzas de años pasados, entre ellos al psicólogo Karadzic y al general Mladic, y se pusieron en marcha una serie de juicios en el Tribunal Penal Internacional, con el objeto de castigar a los culpables y tranquilizar las conciencias de los que nada hicieron para impedir que los hechos se produjeran. Ayer, tal y como se esperaba, Ratko Mladic fue condenado a cadena perpetua, acusado de un delito de genocidio, de destrucción de una población por causas ideológicas, culturales religiosas o de origen. Mladic sí es un genocida, y sobre él puede caer todo el peso, ominoso, de ese término. Y será utilizado con propiedad, con la gravedad, inmensa, inabarcable, que se esconde tras sus combinadas nueve letras.


Se deduce de la lectura del artículo de hoy Guillermo Altares que muy amargas son las lecciones del genocidio de Srebrenica, porque replica en su génesis y desarrollo las matanzas acaecidas en la Guerra que todos juramos no volver a vivir, y porque como indica el experto Laurecce Rees, “nunca ha fracasado ningún genocidio por falta de voluntarios para asesinar". Ayer mismo la condena de Mladic era seguida por partidarios del genocida, que lo jaleaban y vitoreaban, portando camisetas con su efigie y reclamando, orgullosos, los hechos que su héroe había cometido, deslegitimando el juicio y negando la existencia de víctimas. Ese es el mal que atenaza, no sólo a Europa, y que algunos, imprudentes, iluminados, suicidas, pretenden destapar nuevamente, utilizar para su beneficio. Nunca, nunca, nunca. Es nuestra responsabilidad evitar que vuelva a suceder algo así.

miércoles, noviembre 22, 2017

Las vacunas nos salvan la vida

Vivimos una época absurda, paradójica, cruel. Nunca la ciencia ha avanzado tanto, subida a los hombros de los gigantes que nos han precedido, nunca la tecnología, que es su aplicación práctica, nos ha dado tantos y tan maravillosos productos para expandir nuestras capacidades y facilitarnos la vida. Muchas de las cosas que soñábamos hace décadas como imposibles ahora son corrientes, y las posibilidades futras que se abren son aún más espléndidas. Nunca el acceso a la cultura y el conocimiento fu más barato y universal que en nuestro tiempo. Y pese a ello, la increencia y la oposición a ese desarrollo científico y técnico no deja de crecer cada día.

El caso de la medicina es, sin duda, uno de los más exitosos. La inmensa mayoría de nosotros, desde luego yo, no estamos vivos hoy en día por la fortaleza intrínseca de nuestros genes o por la suerte (bueno, esto en caso de accidentes sí influye) sino porque los avances médicos nos han salvado de enfermedades que hemos padecido o, directamente, evitando que las pasemos. Los medicamentos, técnicas de diagnóstico y operación, la tecnología de los aparatos médicos y la cada vez mejor formación de los profesionales del ramo son, por citar algunos, aspectos en los que los avances de cada década han salvado, literalmente, millones de vidas. Y uno de esos avances trascendentales son las vacunas. Gracias a las vacunas muchas enfermedades que, a lo largo de la historia, han diezmado a la población y, especialmente, han segado incontables vidas infantiles, han sido erradicadas o convertidas en algo anecdótico. Sarampión, rubeola, varicela y otros nombres así son denominaciones más o menos técnicas que, hasta la invención de las vacunas, eran sinónimos de muerte. Hoy en día no somos conscientes de ese riesgo porque, casi todos vacunados, esos agentes infecciosos son ineficaces. Siguen con nosotros, pero una barrera invisible que no vemos nos protege, la vacunación nuestra y la de los que nos rodean. Y en este escenario de éxito, absoluto y total de la investigación y la ciencia, día a día surgen noticias de grupos que, amparados en la creencia y la facilidad con la que corren las noticias, difunden bulos, en este caso no sobre política, sino sobre salud. Los llamados antivacunas, grupos organizados que critican el uso de estas terapias, han encontrado en las redes sociales un gran altavoz para difundir sus mentiras, basadas en correlaciones espurias, casos aislados y coincidencias que magnifican hasta lograr titulares alarmistas que tratan de hundir la vacunación y todo el avance que ella ha significado. Algunos padres, que como todos aman a sus hijos sobre todas las cosas, hacen caso de estos mensajes, y no los vacunan y al actuar así lo que están haciendo es, realmente, poner una pistola en la sien de sus criaturas y obligarles a jugar una mortífera ruleta rusa. Y no sólo a ellos. Si varios niños no son vacunados, y se encuentran en contacto, uno de ellos basta para que se pueda propagar una infección de alguna enfermedad que, con el tiempo, pueda contagiar a todos ellos y causar víctimas y sufrimiento. Debemos repetirlo una, mil, millones de veces. Las vacunas salvan vidas, los antivacunas mienten, y todos esos mensajes que circulan por internet por ellos difundidos son falsos. Los padres deben hacer caso a sus pediatras y a la comunidad cienctífica, y no a uno “que sale en la tele” o tiene un vídeo en Facebook que dice que por vacunarse le salió una ubre de vaca en la pierna. Sí, sí, ríanse, pero cosas peores se pueden ver hoy en día dándose una vuelta por algunos de los estercoleros que, llenos de basura, tanto éxito tienen a la hora de difundirse entre la población.


¿Cómo combatimos, en la práctica, estas mentiras? Con divulgación, y de la buena, accesible y bien contada. Ayer tuvo lugar la presentación de dos libros sobre este tema, el de la vacunación y el de las matemáticas asociadas a las vacunas y el desarrollo de los procesos infecciosos, escritos por cuatro científicos que saben muchísimo más de estos temas que yo, y que son capaces de contarlo de una manera accesible, directa, graciosa y efectiva. El acto fue organizado por una pequeña editorial que, en palabras de su valiente responsable, encontró en la divulgación la vía para difundir la ciencia y así lograr que la verdad se abra paso entre tanta oscuridad. Muchas gracias por el acto de ayer, por iniciativas de este tipo, y recordemos una y mil veces. La ciencia salva vidas. ¡Las vacunas salvan vidas!

martes, noviembre 21, 2017

¿Repetirá elecciones Alemania, como ya lo hizo España?

¿Se enfrenta Alemania a una repetición electoral? ¿va a vivir un escenario tan absurdo como el que pasamos los españoles en 2015? No es descartable a día de hoy, una vez que los liberales han anunciado que rompen las negociaciones de la llamada coalición Jamaica, extraña unión de liberales, ecologistas y conservadores, única forma viable de gobierno que se aventuraba posible tras el resultado electoral del pasado septiembre. Está por ver si todo es una pose negociadora, que busca conseguir réditos extra a base de amedrentamientos, pero Merkel ya ha dejado claro que prefiere unas nuevas elecciones a un gobierno en minoría que, por definición, es inestable. Rajoy podría asesorarle sobre cómo hacerlo viable.

Ya en septiembre, tras las elecciones, muchos analistas españoles sacaron a relucir ese concepto de la “amarga victoria” que tanto éxito tuvo en la España de los noventa tras la última victoria del PSOE de Felipe Gonzalez. Un triunfo, sí, pero claramente insuficiente, que dejaba claras grietas y fracturas en el poder. Merke, con su semblante serio, mostraba en la noche electoral de hace dos meses una pose que dejaba a las claras su decepción, su preocupación por unos resultados que no eran los esperados. Antes del verano las encuestas otorgaban una amplia mayoría a su CDU y una derrota clara para los socialdemócratas del SPD. Esto último sucedió, pero no lo primero, ya que la CDU se dejó mucho voto en forma de desilusionados y, sobre todo, ciudadanos que fueron captados por los populistas neonazis de Alternativa por Alemania, que obtuvieron un excelente resultado, o nefasto si se mira por el bien de todos. Con un SPD en mínimos históricos y renunciando expresamente a una nueva gran coalición, la alternativa Jamaica parecía la única posible, y desde ese día la política alemana entró en un impasse que empieza a paralizar al conjunto de Europa. Era clave este año 2017, con las elecciones francesas y alemanas, para relanzar la UE o sentenciarla, según el resultado de ambos comicios. Curiosamente los franceses, que eran los que presentaban peor aspecto, resultaron ser los más beneficiosos para la UE y la política global, tras la derrota del populismo a cargo de un advenedizo, Macron, que encarna la esperanza de un mundo abierto, global y moderno. Y las alemanas, que se presumían certeras y sin incertidumbre, se están convirtiendo en un problema que crece día a día. Si Merkel estuviera ya en el poder, y con estabilidad, su alianza con Macron sería una gran fuerza para relanzar la Unión, empezar a reformarla y luchar de manera decidida contra los populismos, separatistas en Cataluña, de extrema derecha en Polonia y otras naciones del este, que surgen con fuerza, y todo ello con el Brexit de fondo. Aunque muy distintos, Macron y Merkel, alguien seguro que ya los ha apodado M&M, poseen una visión de lo que quieren para Europa, tienen una idea de futuro. Nos podrá gustar más o menos, ser más audaz o parecernos insuficiente, pero algo tienen en mente. Si uno pregunta en Moncloa, en el Quirinal de Roma o Helsinki nadie le va a contestar sobre la Europa que quiere construir, porque parece que nadie se la ha llegado a plantear. Ese liderazgo compartido, esencial para construir, se enfrenta ahora al riesgo de la parálisis permanente, en esta ocasión muy lejos del espíritu de la movida, y esa parálisis es lo que menos necesitamos de cara a un futuro lleno de oportunidades si, pero también retos y amenazas por doquier. China parece tener muy claro qué es lo que quiere en el futuro, EEUU con Trump al frente se repliega y deja de ser un socio fiable, y Europa, o se espabila, o se convertirá en un apéndice comercial del futuro global, recibiendo millones de turistas que dejan dinero para disfrutar de nuestra espléndida decadencia. O nos espabilamos todos o nos comen.


No es broma, Rajpy debiera hablar con Merkel y asesorarle para salir de este atolladero, y ver qué escenario es el mejor para ella y Alemania en su conjunto. Nuestras segundas elecciones fueron una muestra de fracaso, y como uno de enormes dimensiones se verían, de producirse, en la eficiente Germania. ¿Qué efecto tendría sobre el voto populista una repetición? ¿Aumentaría aún más? Esa es una de las preocupaciones que gravita sobre muchas cabezas en el Berlín oficial. Vamos a confiar en que finalmente haya un acuerdo porque, de lo contrario, y como mínimo, una repetición electoral nos haría perder un tiempo precioso, que no tenemos.

lunes, noviembre 20, 2017

La muerte del Fiscal Maza

Como una de esos repentinos giros de guion que tan de moda se han puesto ahora en las series televisivas, la muerte de Jose Manuel Maza, Fiscal General del Estado, este pasado sábado en Buenos Aires, ha sido una sorpresa mayúscula para todos. Imposible de prever, inesperada y fuera de todo rango de visión, la desgracia cayó sobre este hombre de 66 años, en forma de proceso infeccioso que se complicó de manera repentina, pasando del riñón al resto del cuerpo y haciendo que su vida se deshiciera en apenas unas horas. Su familia y allegados deben estar igual de tristes que de aturdidos por una noticia tan inesperada y cruel.

No quiero pensar en la muerte de Maza en los planos habituales, léanse judicial o político, con el trasfondo de Cataluña en todo momento, ni en si su actuación fue acertada o no en este asunto y en otros que le costaron muchos disgustos, como la corrupción. No. Lo que pensé al poco de enterarme de la noticia, y que me produjo el tradicional escalofrío que me surge cada vez que pienso en el tema, es en lo volátil que es nuestra propia vida, y que cualquier momento, el menos pensado, puede ser el último. No nos paramos a pensarlo porque nos detendríamos, nos invadiría la congoja y el miedo, y el cerebro no deja de generar ideas y ocupaciones para tenernos entretenidos, lo mismo que lo que sucede a nuestro alrededor y quienes nos rodean. En este caso incluso podría decirse que nuestros jefes realizan una labor terapéutica. Accidentes, enfermedades, casualidades, fatalidades… cada segundo que avanza nuestra vida es un paso ganado a la muerte del que no somos conscientes y que, paradójicamente, nos acerca más a ella. En ocasiones como esta, o cuando ese mal acontece en nuestro entorno cercano, pensamos en el final, en el propio, y reflexionamos desde nuestra experiencia y creencia, pero en general ese momento dura poco, porque como los silencios, nos enfrenta a una pregunta a la que no podemos dar respuesta, y eso nos asusta. Evadimos el tema, nos largamos a otra parte, física y emocionalmente, en la creencia de que eso es algo que les pasa a los demás, y volvemos a sentirnos invulnerables ante la muerte. En nuestra sociedad, en la que el infantilismo copa cada vez un espacio mayor, no es que no se pueda pensar en la muerte, sino que se ha proscrito hasta la tristeza. El bombardeo de la felicidad obligatoria resulta tan abusivo como falso su mensaje, y nada, desde la enfermedad hasta el desempleo o cualquier otro avatar negativo de la vida puede asumirse con congoja, sino que debe ser relativizado y visto como una forma de aprender y autosuperarse, como una excusa más para lucir una sonrisa frente a la adversidad y que todo quede aún más lucido en nuestro público perfil de redes sociales. Pues mire, no. No. La muerte, la tristeza y todo lo que ella provoca siguen ahí, cada día, mostrándonos su amarga cara, y eludirla, esconderla, esconderse ante ella no es sino postergar el inevitable momento en el que nos va a visitar, en nuestro entorno o en nosotros mismos. No abogo por una obsesión, ni por sumergirse constantemente en pensamientos nihilistas, pero sí actuar de una manera lógica, natural y adulta frente a algo tan serio como es el morir. ¡Cuánto daño ha hecho “Mr Wonderful” y toda esa falsa filosofía de la sonrisa permanente! ¡Hasta qué punto nos ha debilitado para poder reaccionar ante una vida que, tantas veces, muestra una faceta cruel y despiadada!


Dice Philip Roth, que sigue fiel a su maldita promesa de no escribir más, que hacerse mayor es ir tachando nombres de la agenda de conocidos, porque ya nunca podrás llamarles o contactar de cualquier otra manera. Sesenta y seis años son pocos para dejar este mundo, tras tantos de entrega profesional y, apenas uno, en lo más alto de la carrera a la que se ha dedicado una vida de trabajo y sacrificio. Maza será recordado como fiscal no tanto por sus decisiones como por ser el breve, el que murió en su cargo al poco de haber llegado a su puesto. Su familia y amigos le lloran, lo mismo que hoy, cada día, lo hacen los conocidos de cada uno de los que fallecen en este mundo, miles, cerca o lejos de nosotros, por los que se derraman lágrimas, tantas veces escondidas.

viernes, noviembre 17, 2017

“La manada” y la violación de Pamplona

Hay veces en las que los nombres que denominan a las personas y colectivos los definen perfectamente, una vez conocidos sus comportamientos. Si, por ejemplo, te apellidas Rufián, y eres parlamentario en el Congreso, el que cada día que acudes y actúas hagas honor a tu apellido simplifica a los demás el cómo debemos calificarte. Si un grupo de chicos salidos se denominan a sí mismos como “la manada” no es de esperar que pertenezcan a un club de lecturas existencialistas, sino que se comporten como animales sueltos, salvajes y despiadados. Asombra la precisión de ciertos términos que escogemos para autodefinirnos.

Teniendo la presunción de inocencia por delante, resulta asombroso, a la par que triste, todo lo que está sucediendo en torno al caso de violación grupal perpetrado hace un año en los Sanfermines por parte de ese colectivo de mentes preclaras así mismo denominadas como recua salvaje, agresión sufrida por una chica que, desde ese momento, ha visto su vida sometida a un calvario procesal y social. Afortunadamente no hemos conocido nunca la identidad de esa mujer, y ojalá que nunca se haga pública, pero su imagen, después de la presunta comisión del delito que nos ocupa, ha sido arrastrada por el fango por parte de la caterva que utiliza las redes sociales como si fueran las antiguas antorchas inquisitoriales, y por un cierto sector de la sociedad que sigue viendo como normal la posesión de la mujer por parte del hombre, la sumisión debida al sexo masculino y la no tipificación como delito de lo que no es sino, según su visión, un desfogue, una actitud propia de lo masculino. Súmenle a todo esto que, por definición, los delitos de violación o abusos son bastante difíciles de probar, y tendrán los ingredientes perfectos para un caso en el que la víctima tiene colgado un sambenito de culpable por parte de la sociedad. Se juzga, se valora, el comportamiento de la misma después de los hechos, intentando utilizarlo para rebajar la carga de la culpa y el dolor causado. ¿Cómo debe comportarse alguien después de haber sido violado? ¿Acaso eso importa en lo más mínimo? ¿Y si han matado a un familiar, el cómo se reaccione tras el entierro afecta a la dimensión del asesinato? Resulta que el comportamiento de la víctima en unas redes sociales tras la comisión del presunto delito es esgrimido, no sólo por los abogados de los animalitos, como prueba de que el hecho no fue para tanto, de la relativa escasa importancia de lo sucedido. Una víctima no sabe cómo va a reaccionar ante un hecho. ¿Cómo lo haríamos usted, yo, cualquier otro, ante algo así? Quizás nos daría una depresión, o caeríamos en el silencio absoluto, u olvidaríamos, o cambiaríamos de vida, o quizás optásemos por el suicidio. A saber. Pero eso es irrelevante para el asunto que nos ocupa, el delito que se está juzgando, que sucedió durante unos minutos de una noche de julio de 2016, y que se acaba ahí. Nada de lo que pudiera pasar después puede ni debe alterar la valoración de lo sucedido. En este caso, como en tantos otros en este país, como tan bien se llegó a extremar en el caso del terrorismo etarra, se convierte en culpable. El maldito “algo habrá hecho” que estigmatizaba a los asesinado por ETA, jaleado por sus cómplices, se extiende ahora sobre esa mujer y, en general, sobre todas ellas, a las que se les otorga una cierta carga de responsabilidad en la comisión de un repugnante delito. Nunca, nunca, nunca debemos caer en este infame juego. Siempre debemos estar con la víctima, protegerla, defenderla, arroparla, ayudarla, hacer que podamos darle algo de lo que le fue arrancado en el momento de la comisión del delito.


Los que violan, abusan, pegan y vejan lo hacen siempre desde una posición de superioridad, casi siempre falsa, muchas veces física. Escogen al que ven más débil, y en ocasiones, se agrupan para reducir a su víctima. Su comportamiento es de una bajeza y zafiedad tan infame como despreciable, y no es tolerable la más mínima comprensión ante estos hechos y sus perpetradores. Sigue habiendo mucha parte de la sociedad que entiende estos hechos, un cuarto de los adolescentes ven bien un grado de violencia en su relación de pareja, y por ello es aún más necesario que los demás seamos capaces de enfrentarnos a este mal. De denunciar, de ayudar a la víctima, de no callar ante los abusadores. De no permitir que las manadas campen por ahí.

jueves, noviembre 16, 2017

Un nuevo exoplaneta: Ross 128b

De mientras tantos trabajan sin descanso para levantar fronteras, separar gentes y sembrar odios, la ciencia avanza y demuestra cada día hasta qué punto somos triviales en el universo o, potencialmente, comparables con otros. Nuestra Tierra ya no es la joya absoluta, y el catálogo de exoplanetas que se le parecen empieza a crecer a buen ritmo, con lo que las probabilidades de que exista otro lugar como este, o al menos parecido, aumentar. Ayer la noticia fue el descubrimiento de Ross 128b, está en la constelación de Virgo, apenas a 11 años luz de aquí, casi nada en términos estelares, y aunque resulte imposible ir hasta allí, su proximidad favorecerá el estudio de sus características mediante telescopios terrestres.

Ross 128b orbita en torno a una enana toja, el estadio final de vida de muchas estrellas, y uno de los formatos estelares más habituales de entre todos los existentes. Eso ha permitido que el catálogo de exoplanetas sitos en torno a estas estrellas empiece a ser el dominante respecto al global. También son estrellas que facilitan la detección de planetas, dado que su pequeño tamaño y menor luz se ven más afectados por el paso de un cuerpo que orbite en torno a ellas, tanto en lo que hace a la luz emitida como al balanceo gravitatorio, y nuestros instrumentos lo captan mucho mejor. También tienen inconvenientes prácticos para uno de los objetos de la búsqueda, el encontrar mundos habitables. Las enanas rojas suelen ser muy activas tanto a la hora de expulsar radiación como partículas. El viento solar que nos afecta es muy poca cosa en comparación a lo que estas estrellas emiten, y su menor tamaño obliga a los planetas que las orbitan a estar situados mucho más cerca de ellas, por lo que la afectación por radiación y “viento solar” es doble. La Tierra se protege de estos fenómenos gracias a la atmósfera y al campo magnético. Cuando se producen auroras boreales lo que estamos viendo es realmente la ionización del escudo protector frente a las partículas que, emitidas por el Sol, llegan hasta nosotros. Si no existieran esos factores de protección la superficie terrestre sería alcanzada por la radiación y, ya se sabe, eso dejaría la vida muy frita. También, en caso de ser un planeta más pequeño y con menor gravedad, el viento solar podría desgarrar la propia atmósfera y arrastrarla al espacio exterior, eliminando parte de la capa protectora. Hay modelos científicos que aseguran que Marte sufrió procesos de este estilo. Su tamaño, radio mitad que el nuestro, y composición, le otorgan menos gravedad que la nuestra, aproximadamente un tercio, y por ello menos “agarre” para poder retener su atmósfera. Algunas tormentas solares violentas del pasado pudieron afectarle con virulencia y provocar pérdidas que, sin duda, resultarían fatales para el ecosistema marciano, sin que aún tengamos muy claro qué queremos decir con “ecosistema” en este contexto. En definitiva, la convivencia entre Ross 128b y su estrella Ross 128 se antoja, como mínimo, convulsa, y es probable que haya sufrido tensiones de este tipo. Por tanto, para que un planeta sito en un sistema orbital de este tipo pueda contener componentes y densidad en su atmósfera que nos gusten (vapor de agua, oxígeno, nitrógeno, etc) debe no sólo estar en la zona de habitabilidad sino, también, poder resistir a la influencia mala de su estrella, vía quizás de una mayor masa que la terrestre y, por tanto, mayor gravedad para retener con más fuerza la atmósfera. Ross 128b es mayor que La Tierra, por lo que ese supuesto se da. ¿Habrá sido suficiente para conseguirlo? Eso tendremos que averiguarlo, porque a día de hoy nada más se puede decir salvo que existe, como objeto, en ese lugar.


Son estos exoplanetas muy cercanos los que, siendo mejor o peor candidatos a albergar potencial vida, resultan de estudio prioritario, ya que poseemos instrumentos que permiten analizarlos desde aquí, obteniendo información, rudimentaria quizás, pero certera, de cómo es su atmósfera, ciclo orbital y otro tipo de cuestiones básicas. En todo caso este descubrimiento vuelva ponernos sobre la mesa la necesidad de invertir más no sólo en sistemas de detección de exoplanetas, que funcionan muy bien, sino en instrumental de análisis de cómo son, dado que el catálogo de mundos estudiables empieza a ser enorme. Y eso es una excelente, maravillosa, noticia. 

miércoles, noviembre 15, 2017

Diez días seguidos de bajada del Ibex

Con su bajada de ayer, del 0,59% el Ibex dijo adiós a los 10.000 puntos y encadenó una racha de diez días seguidos de bajada, igualando el récord de jornadas de pérdidas consecutivas. Si hoy se repite el descenso estaremos ante la peor racha de sesiones de la historia del selectivo madrileño. Suceda eso o no, y créanme que hay récords que no compensa batir, el sentimiento de mercado se está estropeando bastante, pasando de la euforia que se vivió hasta la primavera de este año a una impresión más sombría. ¿Responde este cambio a un viraje en la tendencia económica de fondo o es sólo una corrección bursátil aislada? No lo se, pero espero que sea lo segundo y temo lo primero.

El inicio del año en las bolsas fue excepcional. En pocas ocasiones han coincidido todos los analistas entrevistados, que otorgaban a 2017 unas perspectivas de subida excelentes, y más en las bolsas periféricas, una de las cuales es la nuestra. Y en efecto, esto es lo que sucedió hasta marzo abril, en el que el Ibex y sus valores subieron con una determinación espectacular. Muchas carteras se encontraron, cubierto el primer cuatrimestre, con unas rentabilidades altísimas, que si fueran las del conjunto del año darían para festejar una Nochevieja histórica. Partiendo del 9.418 el 2 de enero, se alcanzó un máximo de 11.135 el 5 de mayo. Y a partir de ahí empezó un lento goteo, una estabilización que poco a poco iba perdiendo niveles, sin mucho ruido, pero con una constante bajada. Muy rápido se perdió la cota del 11.000, y el rango de 10.100 – 10.500 ha sido en torno al que nos hemos movido durante meses, sin perforarlo ni superarlo. A medida que el desastre catalán iba tomando cuerpo el Ibex se quedaba, claramente, rezagado del resto de mercados, lo cual es muy lógico. La bolsa americana y algunas europeas alcanzaban máximos históricos día tras día mientras nosotros nos pegábamos un tiro en el pie delante de las televisiones de todo el mundo. Nos perdimos una potencial subida en esos meses, y ahora que parece que la crisis catalana se encauza, que no arregla, los mercados globales empiezan a mostrar, desde esos máximos, esperables síntomas de debilidad, casi hasta sanos, y han comenzado a gotear a la baja, lo que arrastra a nuestro selectivo. ¿Eso lo explica todo? En el caso de la bolsa es muy fácil encontrar explicaciones a posteriori que justifiquen lo que no se supo ver a priori, por lo que no esperen milagros de mi opinión (y, la verdad, de la de nadie). Los bancos centrales ya han anunciado que empieza el recorte de la barra de liquidez extraordinaria diseñada para sobrevivir al desplome de la crisis, y gran parte de esa liquidez ha sostenido el mercado de bonos y acciones. Retirarla será como ir privando de muletas a un señor que todavía cojea o bajar la dosis de droga al adicto que a ella se ha enganchado. Se generaran problemas, incrementos de volatilidad y reajustes en precios de activos que, hoy en día, para nada reflejan los llamados “fundamentales” porque todos son altos gracias al exceso de liquidez. Habrá ganadores y perdedores, como siempre, y se hará dura la vuelta a la normalidad. Pero claro, la economía real va por su lado y la que tenemos hoy en día no se parece en nada a la que hubo antes de la crisis, aunque se puedan estar gestando también burbujas en su interior (¿es una de ellas la actual cotización de la bolsa de EEUU o la del mercado de bonos? Enorme pregunta). La “uberización” creciente de servicios, la digitalización de todo, el constante auge asiático y el imparable envejecimiento occidental cambian el panorama global. Las variables económicas empiezan a no responder como era de prever según los modelos.


¿Dónde está la inflación que tenía que aparecer tras esa política monetaria salvaje practicada por los bancos centrales? ¿Se la ha comido la trampa de liquidez? ¿El spmartphone, derrumbando precios de servicios asociados, se la ha tragado? ¿Está esperando para dar un zarpazo? ¿Por qué los salarios no suben en economías como la norteamericana que tienen tasas de paro de pleno empleo? ¿por qué la productividad sigue estancada? ¿Puede subir la bolsa sin que esa productividad logre hacerlo? Montones de preguntas, y muchas más, para las que no tengo respuestas, y que dejan el comportamiento del Ibex en algo un poco anecdótico, aunque pude ser la señal de turbulencias futuras que, por una u otra causa, se están formando en el horizonte.

martes, noviembre 14, 2017

Desde Rusia, con internet y sin amor

El año pasado tuvimos, delante de nuestros ojos, la evidencia de hasta qué punto los bulos y falsedades sembrados en internet causaban efectos políticos reales. Las dos grandes decisiones de ese año, el Brexit y Trump, en las que el mundo anglosajón se suicidó delante de todo el planeta, lo que no le sirve como freno para seguir presumiendo de todo y dar lecciones da a todo el mundo, pase lo que pase. En esas elecciones las campañas se llenaron de mentiras, bulos, rumores y otras ponzoñas, calificadas de manera eufemística como “postverdad”. Los efectos de tanta mentira fueron nocivos, y hoy los vemos con claridad en la política de esos países.

Si uno cree que su país o sociedad es inmune a todos estos fenómenos es que no ha entendido qué es esto de la globalización en la que vivimos. En Europa continental la mentira política está instalada como en todas partes, aunque de momento hemos conseguido que, por los pelos, no se haga con el poder, pero es evidente que va en auge. Movimientos xenófobos como el Frente Nacional francés o la extrema derecha alemana la utilizan día tras día, y sus resultados electorales son muy buenos. Lo interesante de este fenómeno es que se viste con trajes distintos en función del electorado al que se dirija, buscando la eficacia por encima de todo. A primera vista pocas son las coincidencias ideológicas entre un británico de extrema derecha como Nigel Farage y un dirigente de Esquerra Republicana de Catalunya, pero están unidos por vínculos muy estrechos, y profundos. Ambos necesitan la mentira, la intoxicación para crecer. Uno puede hacer creer a los residentes en las islas que Bruselas les roba y otro propagar que es España quien “ens roba” cuando ambos están diciendo lo mismo, acudiendo al mismo supermercado de discursos políticos. Y sus tácticas son muy similares, sus campañas de propaganda, su forma de movilizar… tantos parecidos que resultan no sólo sospechosos. ¿Quién está detrás de todos estos grupos? ¿Quién financia y adoctrina sus estrategias? ¿Quién apoya en las redes y en el conjunto de internet a estos movimientos? Es difícil saberlo, porque el anonimato que está en la base misma del diseño de internet impide a ciencia cierta saber la persona o el lugar desde el que se produce el bombardeo de propaganda. En EEUU llevan meses investigando la ingerencia rusa en las elecciones de hace un año, negada con tanta vehemencia por Putin y Trump que la hace muy factible. Va a ser muy difícil poder probar que el gobierno ruso está detrás de todos estos movimientos, o que los apoya y financia, porque si es así bien se habrán encargado los servicios secretos rusos de ocultar su papel y crear pantallas y estructuras que opaquen su presencia. Pensemos de otra manera y, usando el aforismo ese que dice que para resolver un caso mira quién gana con su ejecución, pensemos en qué beneficia a Rusia una desestabilización occidental. El país de Putin está sumido en una crisis económica, demográfica y existencial desde hace tiempo. Su tecnología se ha quedado atrás y el poder que detenta se basa en viejas estructuras, muy efectivas, pero que no ofrecen relevo. La táctica de debilitar a los rivales para que no parezcan tan fuertes no es mala, y la desunión de los rivales ayuda a los propósitos de una nación, la rusa, que es un continente en sí misma. A Putin, y no sólo a él, le viene muy bien que Europa esté sometida a tensiones, sean estas en Ucrania, Reino Unido o Cataluña, porque debilita la posición europea, lo que directamente refuerza la suya.


Más allá de la posible detención de hackers individuales, resulta evidente que Rusia, y otros países como Corea del Norte y China, poseen instituciones dedicadas al ciberespionaje y al activismo. Lo sabemos muy bien porque también conocemos como la NSA norteamericana se dedica a fines similares. Cataluña es el último de los casos, pero habrá otros más en el futuro, y cada vez más intensos, dada la credulidad de las sociedades modernas, el nerviosismo de todos ante un futuro que corre más de lo que somos capaces de entender y el desprestigio de los medios de comunicación tradicionales, que ha sembrado el terreno para que crezcan los fabricantes de bulos, amparados en herramientas geniales como Facebook o Twitter que, mal usadas, pueden ser devastadoras. Bienvenidos al frente de guerra del siglo XXI.

lunes, noviembre 13, 2017

El frío ya está aquí

No llueve, y cada vez hace más falta que lo haga. Salvo las precipitaciones, abundantes, que caen en el Cantábrico, regando aquellas tierras y desaguando hacia el mar, y la nieve caída en Pirineos, que permite abrir las estaciones de esquí y dar esperanza de una buena temporada a operadores y hosteleros de la zona, no llegan frentes atlánticos. De vez en cuando algún hecho raro genera un ocasional día de lluvia, pero que no es seguido por ningún otro, sino por largas semanas de estancado anticiclón, monótonos días de Sol emergente y poniente y ausencia total de nubes y otros fenómenos. Hay previsiones optimistas para la semana que viene, pero ya no me fío.

Lo que sí ha llegado es el frío. Y le ha costado esta vez, tras casi seis meses de verano. Prácticamente desde mayo a octubre, ambos inclusive, se han vivido jornadas interminables con temperaturas por encima de los treinta grados en Madrid y mucho más en zonas del sur peninsular, en un verano que tuvo sus extraños altibajos en julio, pero que desde mediados de ese mes encarriló sus jornadas típicas como las cuentas de un infinito collar, indistinguibles. Llegado septiembre sólo la hoja del calendario y la actividad escolar y laboral indicaban que el verano había terminado, y lo mismo pasó con octubre. Terrazas llenas, noches cálidas, mañanas agradables y mediodías de sol a plomo en gran parte del país, sin apenas una gota de agua. Los vendedores de abrigos notaban el calor en sus venas y sentían un frío virtual en sus ingresos, derivado de la ausencia del real en la calle. Los mostradores de chanclas y camisetas seguían atestados de clientes, que miraban a los abrigos y sus vendedores como si de un ejército de zombis se tratasen. Noviembre empezó y, durante unos pocos días, el estío se mantuvo, pero ya no podía más, su alargada vida, tan antinatural, era exagerada, como la que siente con desagrado Bilbo Bolsón al inicio de El Señor de los Anillos, y expiró con un valiente frente frío que, hace un par de fines de semana, consiguió penetrar en la península, dejó lluvias más o menos intensas y generalizadas del cuatro al cinco del mes y, como recuerdo, una bajada de temperaturas que se mantiene desde entonces. Ese frente se llevó los treinta grados, y también los veinte. Pasamos en un par de días de la manga corta a la chaqueta, y en otras dos jornadas al abrigo. Los de las chancletas de la tienda, extenuados, por fin pudieron coger el descanso merecido, y los zombies de los abrigos empezaron a revivir a medida que la clientela cambiaba de mostrador o de planta, en busca de unas prendas o complementos que ya pensaba que no iban a ser usados este año. La facturación del comercio textil se empezó a animar y, casi con las ofertas del tonto viernes negro en la cabeza, y poniendo los primeros espumillones navideños, se empezaron a vender bufandas, gorras, abrigos y botas, en el año del eterno verano. Los que siguen sin hacer un gran negocio son los del paraguas. En Madrid los últimos meses se han saldado con un día de lluvia por cada treintena, de tal manera que la probabilidad de mojarse, o el riesgo de sufrirlo, si así lo prefieren, es tan bajo que puede uno vivir perfectamente sin protección. Y si llega el día que toca agua, se moja y tiene todo el resto del mes para secarse. ¿Se romperá esta endiablada secuencia? Ojalá. También el calor se fue, pero ya han visto lo que ha costado. Pregunten a sus vendedores de abrigos su opinión sobre el tiempo este año y se unirán a agricultores y otros afectados en una retahíla de insultos, tacos y expresiones soeces de todo tipo, que quizás les hagan entrar en calor y, con un poco de mala suerte, hacer ponerse en mangas de camisa.


No me gusta el frío, lo reconozco. Me aletarga e incomoda mucho. Se hace desagradable la sensación de salir de casa, de dejar la protección y temperatura adecuada para pisar una calle en la que el viento y la sensación son desagradables, hoscas y hostiles. Es necesario, higiénico, limpiador y natural, pero me incomoda. Lo mejor del frío es acudir a un local cálido, tomar un café caliente y, desde el interior, ver cómo ahí fuera la temperatura hace a la gente moverse rápido, en busca de un calor corporal o un refugio en el que guarecerse. Y siempre temiendo el momento en el que uno se convierta en uno de esos buscadores de refugio, que ansían escapar del frío, que ya, por fin, está aquí.

viernes, noviembre 10, 2017

Barcelona pierde la Agencia Europea del Medicamento

Ayer, festivo en Madrid capital, todos los ojos de la actualidad estaban puestos en el Tribunal Supremo, donde comparecían Carma Forcadell y el resto de miembros de la mesa del Parlament. Tras haber traicionado a la Constitución que juraron, Forcadell y resto decidieron traicionar a sus compañeros de sedición para eludir la cárcel y salvar su pellejo, por lo que preventivamente han sido condenados al pago de fianzas que les otorgan la libertad. Sólo Forcadell ha pasado esta noche en la cárcel. Previsiblemente abone hoy los 150.000 euros exigidos (se los puede pasar Xavir Trias de su trust) y saldrá a la calle

A donde no miraba ayer ojo alguno era a la torre Agbar de Barcelona, edificio moderno diseñado por Jean Nouvell, que se encuentra al principio de la Diagonal: Ese rascacielos con iluminación llamativa y cierto aspecto fálico, ahora vacío, va a seguir así durante un buen tiempo, y es una pena. Era la sede, flamante, emblemática, de lujo, que ofrecía Barcelona a la UE para alojar la Agencia Europea del Medicamento, EMA en inglés, que dejará Londres tras el Brexit. Varias son las ciudades europeas candidatas a alojar esta agencia, y Barcelona era la indiscutible favorita para llevarse el gato al agua, antes de que la deriva soberanista y su locura lo ensombrecieran todo. Con el paso de los meses, y a medida que se acercaba el momento de defender oficialmente la candidatura, cosa que sucedió hace pocas semanas, el optimismo de la delegación española se tornó en amarga realidad. Todo era la bronca y disturbios del 1O, las soflamas de Puigdemont y el espectáculo de la intolerancia nacionalista. A Bruselas acudieron representantes del gobierno central, CCAA y ayuntamiento, tratando de hacer piña, pero sus caras eran reflejo de un fracaso anunciado. Ayer el FT daba por descartada a la ciudad condal y otorgaba a Bratislava y, especialmente, Milán, como finalistas de la carrera. Cerca de mil profesionales de alto nivel económico y conocimientos forman parte de esta agencia, y junto a ellos se desplazarán numerosos representantes del sector, uno de los más potentes del mundo en inversiones, I+D+i y capacidad de lobby, en lo que será uno de los polos de generación de riqueza más obvios y jugosos imaginables. La EMA, junto a la EBA, la agencia bancaria, son las dos joyas que estaban situadas en Londres (chicos listos los británicos, se quedaron con lo que más dinero otorga) y la marcha de ambas, además de un golpe para la capital británica, será un regalo para las ciudades que las acojan, sonando Frankfurt como destino obvio del organismo financiero. Empleos de calidad, riqueza, relevancia internacional, peso específico en el sector y todo tipo de sinergias y oportunidades asociadas se dan en la localización de estas instituciones, y Barcelona las ha perdido de golpe gracias a la irresponsable actitud de su dirigencia, por así llamarla. Y decir que Barcelona las ha perdido es decir que España las ha perdido, en lo que es otro fracaso, en esta ocasión por causas diferentes, a la hora de otorgar a nuestro país una representación en las instituciones comunitarias acorde a la dimensión de nuestra economía y sociedad. Estamos infrarrepresentados en la dirigencia europea, tanto por el hecho de que no nos valoran lo debido como que no nos lo trabajamos, y una cosa con otra generan vacíos que otros estados miembros ocupan con gran celeridad. Lograr la EMA hubiera sido un triunfo para el país, y perderla es, otra vez, un fracaso en el juego de poder europeo. Y gracias al procés y la imagen que los independentistas están sembrando de nuestro país, no esperen que logremos nada en mucho tiempo.


Hoy Puigdemont, Junqueras, Forcadell, Anna Gabriel y todos los que forman parte de la locura independentista debieran explicar a los vecinos de Barcelona el por qué la ciudad no va a acoger una inversión tan beneficiosa, y va a dejar escapar miles de empleos de calidad, todo por su locura secesionista. El nacionalismo sólo genera pobreza, fracaso y frustración, y eso en el mejor de los casos. Cataluña está perdiendo muchísimo dinero, cada día, por la ceguera identitaria de todos esos alocados personajes, y dinero que pierde Cataluña es dinero que perdemos todos los españoles. Qué fracaso más grande el de todos, que envidia de los que acojan la EMA. Nos deben una copa, porque se la hemos regalado.

miércoles, noviembre 08, 2017

Un año, ya, de la victoria de Donald Trump

Desde que vivo solo en Madrid disfruto de las noches electorales norteamericanas, cosa que sería imposible en casa materna. Me voy un poco antes a la cama, duermo dos o tres horas y a eso de las dos de la mañana me levanto y sigo la programación especial, viendo cómo caen los estados para uno u otro lado, en un sistema de votación extraño, algo anticuado, y con sesgos derivados de su carácter mayoritario puro, que sigue siendo ejecutado el primer martes después del primer lunes de noviembre, cada cuatro años en las presidenciales, desde hace más de dos siglos. Un ritual democrático del que pueden orgullecerse los norteamericanos.

La democracia garantiza legitimidad, pero no acierto. Hace cuatro años, cuando Florida cayó para Trump, empezaron a levantarse fantasmas asustados que, poco después, serían de cuento de terror. A estas horas de la mañana ya sabíamos que Trump, el peor candidato imaginable, el más populista, abusón, simplista, demagogo, mal formado y bochornoso de los candidatos posibles, se hacía con el cetro del poder de la nación más poderosa del mundo. Glups. Lo inimaginable había sucedido, tras un año en el que, elección a elección, Trump había ido eliminando a rivales republicanos que, salvo excepciones, demostraron ser al menos tan inútiles como él. La campaña con Hillary fue sucia, tanto por lo que vimos y oímos como por lo que no, que poco a poco sale a la luz, aunque quizás nunca tengamos muy claro hasta qué punto las influencias externas, principalmente rusas, fueron determinantes para lograr la derrota demócrata. Para eso habrá que investigar mucho y conseguir pruebas certeras y, un año después, estamos más cerca de tenerlas, pero es cierto que aún no están. Transcurrido este tiempo, ¿qué podemos decir de la presidencia de Trump? Lamentablemente, lo más acertado es que se equivocaron aquellos que afirmaban que el poder domaría al payaso, que la responsabilidad le haría comportarse de una manera más ajustada a derecho y a lo convencional. No, Trump es el personaje que parece, y tiene una edad en la que ya le da igual casi todo. Su actitud ha sido la de un fanfarrón que, entrando en una casa, se dedica a perturbarlo todo. A lo largo de este tiempo ha desequilibrado la situación de EEUU en el contexto global, haciéndolo pasar de actor decisivo para la estabilidad global y defensor de los valores occidentales a foco de incertidumbre y comportamiento antisocial. El proteccionismo, algo inaudito, figura en la agenda norteamericana, tanto en la faceta económica como en la política. Los aliados, europeos y del resto del mundo, empiezan a ver a Washington como un problema más que una fuente de soluciones. La retórica populista de Trump es igual de básica y errada sea cual sea el problema, y trata las crisis internacionales de calado, como la de Corea del Norte o Irán con la misma bravuconería con la que se mete con los medios de comunicación que le critican, de tal manera que los tuits que dedica a King Jon Un o al New York Times podrían ser perfectamente intercambiables. Su ignorancia se manifiesta en decisiones como la retirada de EEUU del tratado por el clima de París o la restricciones de fondos para programas de investigación médica. Sólo la bolsa, que sigue subiendo, marcando máximos históricos, y la economía, que se mantiene fuerte, parecen ajenas al vendaval Trump, demostrando que los ciclos económicos viven ajenos a las decisiones de los gobernantes y que, pese a la ineptitud, la economía subirá hasta que no pueda más y empiece a caer.


Lo peor que ha hecho Trump en este año de mandato es haber sembrado la división dentro de los propios estadounidenses. Incidentes como el de Ferguson este verano han vuelto a reabrir la herida entre supremacistas y defensores de los derechos humanos. Trump gobierna claramente “frente a” parte de la sociedad de su país, actúa orgulloso contra lo que considera una versión blanda, progre y falaz del norteamericano, y ha despertado fantasmas que, con dificultad, permanecían encerrados en la sociedad americana, que desea en su conjunto que esas pesadillas no se reaviven. Como Puigdemont y sus secuaces, Trump está siendo muy efectivo a la hora de dividir, fracturar, romper la sociedad que dice gobernar. Ese es su principal pecado, la mayor de las taras que arrastramos desde su llegada al poder.

martes, noviembre 07, 2017

Kevin Spacey, actor vs persona

Dijo una vez Pérez Reverte que una de sus mayores suertes es que los literatos a los que más admira (Sthendal, Dumas, Conrad…) llevan un tiempo muertos y no hay posibilidad alguna de conocerlos, y así el cómo fueron como personas no afecta a la valoración de sus obras. No nos pasa lo mismo con los artistas que conviven hoy en día con nosotros. Apreciamos su trabajo, más o menos, pero su vida y comportamiento nos influyen a la hora de valorarlo, y no debiera ser así, porque son dos planos distintos de la realidad, que no tienen por qué coincidir. Ser un gran escritor, pintor o actor, por decir tres profesiones artísticas, no tiene nada que ver con ser buena o mala persona.

El escándalo Weinstein, que ha puesto sobre la mesa la figura del abuso de poder que, desde siempre, se practica en Hollywood y en todas partes en las que hay poderosos y necesitados, amenaza con llevarse por delante la carrera de muchas figuras de relumbrón. Acosados de edades diversas se han atrevido a contar sus crueles experiencias y eso está poniendo en la picota no ya al productor caído en desgracia, sino a otras figuras mucho más relevantes, por su exposición pública. Kevin Spacey está ahora mismo en el ojo del huracán. Ganador de dos Oscar (secundario por Reservoir Dogs y principal por American Beauty, creo recordar) actor de teatro muy premiado y jefe de la televisión a través de su presidencial “House of Cards” lo que en principio fue una denuncia individual de un actor que, hace décadas, sufrió abusos de su mano se ha convertido en una catarata de acusaciones y demandas, mostrando al parecer una conducta rayana en la psicopatía. El término “depredador sexual” se ha citado en varias ocasiones por parte de compañeros del actual rodaje y de pasadas estancias londinenses del actor en su faceta teatral. La carrera de Spacey corre serio peligro una vez que Netflix, la productora de la serie televisiva, ha cancelado el rodaje de la misma y exige, para continuar, cargarse al personaje que interpreta el actor, que es el protagonista absoluto. Ahora, recluido al parecer en una de esas clínicas carísimas en las que los de Hollywood dilapidan sus fortunas para, dicen, curar sus adicciones (y enriquecer a los que se hacen pasar por curadores) Spacey tiene toda la pinta de acabar siendo un apestado por aquellos que, durante tantos años le admiraron, encubrieron, taparon y conocieron algunas de sus, presuntamente, soeces prácticas. Quizá llegue un día, subidos a la ola de lo políticamente correcto en la que vivimos, en el que la Academia le despoje de sus Oscar, y así se cierre la carrera de actor del personaje. No lo se, pero tampoco lo descarto. ¿Y qué opino yo de todo esto? Pues lo que señalaba al principio, que se deben separar los dos planos vitales de la persona, y que el Spacey actor no es el Spacey persona. Si las acusaciones se demuestran el malo de Kevin puede acabar entre rejas por una buena temporada, cosa que es lo correcto, y ahí debe estar si así es, pero ¿qué influencia tiene eso sobre el valor de sus películas y actuaciones? ¿las reduce o descalifica? Se que es difícil permanecer frío ante esta realidad, pero creo que es lo correcto. El buen desempeño de la profesión, sea la que sea, ni absuelve ni justifica conductas delictivas de ningún tipo, pero al revés, el delinquir no hace que un trabajo bien hecho sea peor o mejor. Los Oscar que ganó Spacey se los llevó por enormes interpretaciones en películas muy buenas (American Beauty me sigue pareciendo de lo mejor que he visto en mi vida) y si, tras los juicios que vendrán, se pasa el resto de su vida entre rejas, es lo justo y debido, pero sus papeles seguirán siendo igual de buenos. Se que nunca se verán así, pero lo son. Y es que como nos pongamos a escarbar en la vida de todos los creadores que en el mundo han sido, descubriremos tachas personales, y en muchos casos delitos muy graves, que alterarán nuestro juicio de su obra.

Lo que tiene que quedar claro, muy claro, del caso Weinstein Spacey etc es que el abuso de poder debe ser perseguido sin descanso, en el entorno del cine y en todos aquellos en los que se de, que son casi todos. Aquellos hombres que acosan y se aprovechan de mujeres porque creen que pueden deben ser desenmascarados, perseguidos, acusados y condenados si se demuestra su delito, y debe desaparecer ese halo de protección que, en el caso Weinstein, ha durado décadas y generaba hasta chistes maliciosos por parte de quienes sabían lo que pasaba y no actuaban para evitarlo (eran actores en muy mal sentido del término). Pero, reitero, eso no debe ser utilizado para valorar de otra manera las obras creativas. Son dos planos muy distintos y, en demasiadas ocasiones, contrapuestos. Aquí tampoco valen las posturas "buenistas" o maniqueas.

lunes, noviembre 06, 2017

MBS ejecuta una gran purga en Arabia Saudí

Tremendo fin de semana en lo que hace a la actualidad informativa, sin que para ello haga falta recurrir a la noticia que lo llena todo y ahoga a las demás. Gracias a ella, lo que son breves en el Telediario son historias enormes que no pueden ser tratadas con la intensidad y tiempo requerido. Es una pena. De entre las de estos dos días la más relevante me parece la acaecida en Arabia Saudí, ese país lejano, tan importante, rico en recursos como atrasado en mentalidad, lleno de príncipes que rigen de manera feudal los destinos de su harén, que es como consideran a toda la nación. Tras dos días convulsos, algunos de esos principitos saudíes han acabado entre rejas.

El sábado por la tarde empezaron a surgir noticias sobre detenciones en Riad, pero no las habituales; mujeres, occidentales, impíos, depravados a los ojos del régimen, extranjeros que trabajan como esclavos, etec. No, en este caso se trataba de algo interno, de un movimiento del poder contra otro poder, es decir, de luchas intestinas en la familia Saud, el clan que fundó el país y lo dirige con mano firme. MBS, que son las siglas de Mohamed Bin Salman, es actualmente el hombre fuerte del régimen. Con poco más de treinta años, hijo del actual monarca, ostenta los cargos de Ministro de Defensa, posee enromes competencias en el área económica y lidera un proyecto para modernizar el país y transformar su economía del actual monocultivo del petróleo hacia un modelo mixto, como ya lo han logrado en parte en los sultanatos de EAU. MBS también tiene una visión menos rigorista del islam, del wahabismo integrista que domina en el país y que el dinero saudí exporta a todo el mundo. Esa visión se traduce en la permisividad a la hora de que las mujeres puedan conducir, caso que ha causado bastante polémica hace unos meses en todo el mundo, e indignación entre los fundamentalistas suníes de Riad (sí, sí, aquí el aperturismo se mide a través de tan estrechas franjas). El movimiento de este pasado sábado fue llevado a cabo por la comisión para la lucha contra la corrupción, o algo así, un ente creado hace apenas un par de días y que preside, vaya vaya, MBS, y se ejecutó de manera rápida y eficaz. Decenas de príncipes, exministros y altos cargos del régimen y afines fueron detenidos bajo acusaciones de corrupción, en lo que ya se interpreta como un golpe de mano de MBS para desactivar movimientos que estarían tratando de desestabilizar su posición. MBS ya acumula un enorme poder dentro del régimen, pero su osadía también le ha generado enemistades, y no sólo por lo que antes he comentado. Apenas sale en las noticias, pero Arabia Saudí sigue embarcada en una cruel guerra en Yemen, su vecino pobre del sur, en la que las atrocidades cometidas por el ejército saudí no van muy a la zaga respecto a las de las huestes de Asad en Siria. Esta guerra, que no avanza, empieza a ser criticada desde esferas privadas y del poder de Riad, no tanto por el coste que supone sino por el riesgo para la seguridad del reino. Hubo rumores el sábado noche de un misil yemení que se acercó a Riad, algo que no había sucedido nunca en los años que llevamos de guerra. En fin, muchos frentes tiene MBS para hacerse con todos los resortes del poder, pero parece que poco a poco los va controlando. Entre los detenidos está Alwalid Bin Talal, una de las mayores fortunas del mundo, ocupa un puesto en torno al cincuenta en la lista Forbes, y que posee enormes inversiones en empresas occidentales que cotizan en Wall Street, por lo que no es descartable algún movimiento en la bolsa neoyorkina tras lo sucedido.


Arabia Saudí es un país trascendental en la zona y estratégico para el planeta. Residencia de los santos lugares del islam, potencia suní enfrentada eternamente a Irám, potencia chií, posee un ejército que no deja de crecer a base de inversiones desaforadas, decididas el último tiempo por, como no, MBS, fruto también de una política expansionista que le sitúa en todos los frentes conflictivos de la región, que son infinitos. Con una población muy joven, ociosa, y una economía que más allá del petróleo no genera riqueza alguna, los retos de aquella monarquía para mantenerse en el poder absoluto y controlar el país con un barril de crudo barato y cada vez más decrépito son inmensos. Mucha atención a lo que allí pase en los próximos años.

viernes, noviembre 03, 2017

El terrorismo y Trump

El martes Nueva York sufrió un atentado islamista que, por la forma en la que fue cometido, recuerda demasiado a la atroz matanza perpetrada en Las Ramblas de Barcelona a finales de agosto, en una acto criminal que, con una atroz amnesia, ha sido sepultado en nuestras memorias por la inquina independentista, después de ni siquiera un decente homenaje a las víctimas de aquella barbarie. Ambos hechos, el de Barcelona y Nueva York, fueron perpetrados por un conductor que embistió a un grupo de ciudadanos inocentes, aunque en el caso catalán la matanza era la punta del iceberg de una trama yihadista y lo de Manhattan parece, de momento, obra de un sujeto aislado.

Es este el primer atentado de corte yihadista que sufre la ciudad después de la atrocidad del 11S y, creo, el primero de este tipo con Trump en la presidencia. No es su primer acto terrorista, porque no se puede calificar de otra manera, por ejemplo, la salvaje matanza perpetrada en Las Vegas hace unas semanas por un tirador solitario, pero este que hoy nos ocupa vuelve a poner al islamismo en el ojo del huracán de la actualidad en EEUU, y al frente del mismo se encuentra un sujeto que no ofrece garantía alguna sobre cómo poder afrontarla. Trump, que en sus tuits anteriores a la elección decía que acabaría con el terrorismo de un plumazo, mantiene la misma visión simplista y maniquea desde la Casa Blanca, en este y en todos los demás temas, y eso es una receta segura para equivocarse. Ante lo sucedido en Manhattan ha calificado al terrorista de animal, ha pedido que sea trasladado a Guantánamo y ha solicitado para él la pena de muerte, en lo que es una pequeña muestra de cómo entiende Donald el concepto de separación de poderes. Lo único bueno de lo sucedido en Manhattan es que el autor está vivo, y pude ser interrogado por las autoridades. Uzbeko, de menos de treinta años, Sayfullo Saipov, que así se llama el terrorista (no se por qué, pero me da la risa cada vez que pronuncio ese nombre y apellido) se ha mostrado muy orgulloso de lo que ha hecho, ha reconocido su filiación al Estado Islámico, filiación vía adhesión unilateral por su parte, y al parecer se ha radicalizado por internet, donde también obtuvo material de entrenamiento para preparar su acto, que le ha llevado algunas semanas de planificación. No muestra síntoma alguno de arrepentimiento y, por lo que he leído por ahí, sólo lamenta no haber causado más víctimas, ya que quizás considere que es escaso el fruto obtenido tras su sacrificio. Si el capullo de Sayfullo no tiene cómplices ni redes de apoyo, cosa que habrá que estudiar muy en detalle, estaríamos ante el caso del lobo solitario que tanto se menciona en estas ocasiones, y que resulta prácticamente imposible de prevenir y esquivar. La presencia de células organizadas, como la que se creó en torno a la casa de Alcanar en el atentado catalán, permite más puntos de fuga de información y aumenta las posibilidades de ser detectada, y pese a ello pudimos ver en aquel momento que la célula sólo se destapó una vez que se produjo el error que llevó a la voladura de la base operativa. Por eso, ante todo tipo de terrorismo, pero más si cabe ante éste, hay que ser cautos, pacientes y reflexivos, y actitudes como las de Trump son de lo más nocivas. Se inclina el Presidente por aumentar la intensidad de su veto migratorio y suprimir la lotería de visados, sin que se pueda afirmar que ninguna de estas medidas tendrá efectos disuasorios sobre presuntos terroristas que, muy probablemente, lleven mucho tiempo en EEUU, y sean oriundos de allí o del extranjero. Tenemos ya una amplia muestra de atentados para ver terroristas nacidos en los países en los que actúan, y las fronteras legales no frenan un mal que se transmite mediante ideas. Esto es mucho más difícil, pero claro, Trump no lo puede ver.

Entre las víctimas del atentado de Manhattan, casi todos ciclistas, está un grupo de argentinos que se conocían desde hace décadas, cuando coincidieron en la escuela, en la versión porteña de nuestra EGB, y que para celebrar los treinta años de haber terminado el colegio acudieron a Nueva York en un viaje conjunto. Pedaleaban, junto a otras tantas personas, por el carril bici de la calle Chambers, en el bajo Manhattan, en una zona reformada hace pocos años que ha mejorado mucho, disfrutando de un agradable día de finales de octubre, incapaces de sospechar que la muerte, en forma de conductor asesino, de yihadista, de mente lobotomizada por el fanatismo, saldría a su búsqueda y los encontraría. Qué dolor y pena.

jueves, noviembre 02, 2017

Puigdemont, el nuevo capitán Schettino

Cuando el viernes subía en autobús hacia Bilbao Elorrio la situación era deprimente. Un grupo de sediciosos daba, orgullosamente, un golpe de estado, arrastraba a la ignominia al Parlamento de Cataluña y pisoteaba las libertades de todos en nombre de una soñada patria por la que todo era sacrificable. Un horror. Cinco días después la situación sigue siendo grave, pero está bajo control, los sediciosos han perdido el poder y parece que la democracia, la de la sociedad y las leyes, esa que tanto invocan como manipulan, ha logrado sobreponerse y llevar a todos esos elementos a declarar ante el juez.

¿A todos? No, como imitando a los irreductibles galos del cómic, Puigdemont y un pequeño grupo de exconsejeros permanecen en Bruselas, a donde viajaron el fin de semana, con el objeto de mantener viva la llama de la nueva república y, sobre todo, escapar de la justicia. Ha demostrado ser bastante cobardica el tal Puigdemont. De mientras disfrutó de la escolta oficial y el mando de los Mossos se dedicaba a amedrentar, chantajear y alardear de su poder, pero cuando fue desposeído de todo ello huyó, lo más rápido posible, para tratar de salvar su pellejo de una muy probable condena. Ha demostrado que no le importa nadie. Los que menos, sus conciudadanos de Cataluña, a los que ha llevado a un lugar de vergüenza difícilmente imaginable, pero es que tampoco se ha preocupado en lo más mínimo de sus socios de fechorías, de los presuntos delincuentes y para él compañeros e inclusos subordinados. Mientras Puigdemont permanece huido y sin comparecer ante la justicia, el resto de miembros del Gobern y la mesa del Parlament acudirán hoy, a lo largo de la mañana, a testificar ante la Audiencia Nacional o Tribunal Supremo, lo que les toque según su aforamiento, al que desde luego no pretenden renunciar. Y claro, para todos ellos el que su principal jefe esté fugado no es precisamente una garantía de cara a jurar y perjurar que ellos no harán lo mismo si la juez no toma medidas cautelares. En cierto modo, la verdad es que de manera ostentosa, “Puchi” ha dejado vendidos a los suyos para salvarse, lo que le hace acreditar galones para ser nombrado como nuevo Capitan Schetino del crucero Costa Concordia soberanista, embarrancando contra los arrecifes de la realidad tras la borrachera de demagogia de estos últimos meses. ¿Y en qué está empleando el tiempo Puigdemont en su estancia belga? No consta si es aficionado al chocolate y los gofres, pero a buen seguro ha catado varias de las numerosas cervezas locales, dada su actitud. Envalentonado en medio de su desastre, iluminado, creyéndose alguien, Puigdemont organiza caóticas ruedas de prensa en múltiples idiomas en las que no dice nada, más allá de reiterar el discurso de la España opresiva frente a la democrática Cataluña. Sigue creyendo ser el President de la Generalitat, y pontifica como tal con la misma vehemencia y credo con el que algunos dementes, en los fines de semana, en la Puerta del Sol, advierten de la llegada del Apocalipsis. Sus apariciones, que pretenden ser una muestra de rebeldía y poder, son patética, sobrepasan el absurdo y llegan al más absoluto de los ridículos. Diríase que “Puchi” se cree lo que dice, rodeado de unos pocos fieles que le aclaman y una prensa, nacional e internacional, que se va cayendo del guindo y empieza a pensar que es mejor cambiar los corresponsales políticos por los de sucesos y medicina para seguir estos actos. Nadie toma en serio al personaje, ni siquiera los suyos, que empiezan a verlo como un estorbo, y en cada nueva aparición el ridículo alcanza cotas que ni los infinitos memes de internet logran reflejar.


¿Algún día será consciente Puigdemont del desastre, y del ridículo, que ha generado? Como Don Quijote, ¿tendrá un acceso de lucidez que le permita reencontrarse con la realidad y, ante los escombros generados, lamentarse y pedir perdón? No lo se, pero de producirse, ese momento parece aún lejos en el tiempo. De momento, quizás, trate “Puchi” de cobrar por sus espectáculos, cada vez más propios de un Dalí venido a menos, y ello le ayude a financiar su estancia en la cara Bruselas, dado que no está claro ni quién paga sus viajes ni estancia allí. Quizás esa sería la pregunta que los periodistas debieran hacerle una y otra vez, para demostrar, por si no queda claro, hasta qué punto es un estafador. A ver si algún corresponsal extranjero, a los únicos a los que deja preguntar, se atreve.