Dijo una vez Pérez Reverte que
una de sus mayores suertes es que los literatos a los que más admira (Sthendal,
Dumas, Conrad…) llevan un tiempo muertos y no hay posibilidad alguna de
conocerlos, y así el cómo fueron como personas no afecta a la valoración de sus
obras. No nos pasa lo mismo con los artistas que conviven hoy en día con
nosotros. Apreciamos su trabajo, más o menos, pero su vida y comportamiento nos
influyen a la hora de valorarlo, y no debiera ser así, porque son dos planos
distintos de la realidad, que no tienen por qué coincidir. Ser un gran
escritor, pintor o actor, por decir tres profesiones artísticas, no tiene nada
que ver con ser buena o mala persona.
El escándalo Weinstein, que ha
puesto sobre la mesa la figura del abuso de poder que, desde siempre, se
practica en Hollywood y en todas partes en las que hay poderosos y necesitados,
amenaza con llevarse por delante la carrera de muchas figuras de relumbrón.
Acosados de edades diversas se han atrevido a contar sus crueles experiencias y
eso está poniendo en la picota no ya al productor caído en desgracia, sino a
otras figuras mucho más relevantes, por su exposición pública. Kevin Spacey
está ahora mismo en el ojo del huracán. Ganador de dos Oscar (secundario por
Reservoir Dogs y principal por American Beauty, creo recordar) actor de teatro
muy premiado y jefe de la televisión a través de su presidencial “House of
Cards” lo que en principio fue una denuncia individual de un actor que, hace
décadas, sufrió abusos de su mano se ha convertido en una catarata de
acusaciones y demandas, mostrando al parecer una conducta rayana en la
psicopatía. El término “depredador sexual” se ha citado en varias ocasiones por
parte de compañeros del actual rodaje y de pasadas estancias londinenses del
actor en su faceta teatral. La carrera de Spacey corre serio peligro una vez
que Netflix, la productora de la serie televisiva, ha cancelado el rodaje de la
misma y exige, para continuar, cargarse al personaje que interpreta el actor,
que es el protagonista absoluto. Ahora,
recluido al parecer en una de esas clínicas carísimas en las que los de
Hollywood dilapidan sus fortunas para, dicen, curar sus adicciones (y
enriquecer a los que se hacen pasar por curadores) Spacey tiene toda la pinta
de acabar siendo un apestado por aquellos que, durante tantos años le
admiraron, encubrieron, taparon y conocieron algunas de sus, presuntamente,
soeces prácticas. Quizá llegue un día, subidos a la ola de lo políticamente
correcto en la que vivimos, en el que la Academia le despoje de sus Oscar, y
así se cierre la carrera de actor del personaje. No lo se, pero tampoco lo
descarto. ¿Y qué opino yo de todo esto? Pues lo que señalaba al principio, que
se deben separar los dos planos vitales de la persona, y que el Spacey actor no
es el Spacey persona. Si las acusaciones se demuestran el malo de Kevin puede
acabar entre rejas por una buena temporada, cosa que es lo correcto, y ahí debe
estar si así es, pero ¿qué influencia tiene eso sobre el valor de sus películas
y actuaciones? ¿las reduce o descalifica? Se que es difícil permanecer frío
ante esta realidad, pero creo que es lo correcto. El buen desempeño de la
profesión, sea la que sea, ni absuelve ni justifica conductas delictivas de
ningún tipo, pero al revés, el delinquir no hace que un trabajo bien hecho sea
peor o mejor. Los Oscar que ganó Spacey se los llevó por enormes
interpretaciones en películas muy buenas (American Beauty me sigue pareciendo
de lo mejor que he visto en mi vida) y si, tras los juicios que vendrán, se
pasa el resto de su vida entre rejas, es lo justo y debido, pero sus papeles
seguirán siendo igual de buenos. Se que nunca se verán así, pero lo son. Y es
que como nos pongamos a escarbar en la vida de todos los creadores que en el
mundo han sido, descubriremos tachas personales, y en muchos casos delitos muy
graves, que alterarán nuestro juicio de su obra.
Lo que tiene que quedar claro,
muy claro, del caso Weinstein Spacey etc es que el abuso de poder debe ser
perseguido sin descanso, en el entorno del cine y en todos aquellos en los que
se de, que son casi todos. Aquellos hombres que acosan y se aprovechan de
mujeres porque creen que pueden deben ser desenmascarados, perseguidos,
acusados y condenados si se demuestra su delito, y debe desaparecer ese halo de
protección que, en el caso Weinstein, ha durado décadas y generaba hasta
chistes maliciosos por parte de quienes sabían lo que pasaba y no actuaban para
evitarlo (eran actores en muy mal sentido del término). Pero, reitero, eso no
debe ser utilizado para valorar de otra manera las obras creativas. Son dos
planos muy distintos y, en demasiadas ocasiones, contrapuestos. Aquí tampoco
valen las posturas "buenistas" o maniqueas.
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