jueves, octubre 31, 2019

Otra campaña electoral


Esta media noche, entre calabazas decorativas, vestimentas góticas y recuerdos mortuorios vestidos de moderna jarana, comienza una nueva campaña electoral, la enésima que nos toca vivir en meses, que como ayer oí en una emisora de radio, va a convertir a la fiesta de la democracia en un aquelarre permanente, El acto de la pegada de carteles, cada vez más desvirtuado en tiempos digitales y de constante propaganda, reunirá a unos pocos fieles, y la diferencia práctica más palpable será que, a partir de mañana, el candidato puede pedirle expresamente su voto. Hasta ahora sólo se lo podía insinuar. Hasta la sutileza perdemos.

Se lo confieso. A mi, amante de la política y de las campañas, me pilla ésta en un estado de hastío y apatía que me va a hacer muy difícil el seguirla como es debido. No va a solucionar ninguno de los problemas que tenemos y, quizás, los agudice, dado que si exceptuamos las encuestas del CIS de Tezanos, tan pro PSOE que dan risa, el panorama de pactos que se augura es tan necesario como endiablado, y el ya asumido por todos desplome de Ciudadanos puede evitar una de las posibles soluciones de acuerdo que sí otorgaban los resultados de abril, el acuerdo de los naranjas con el PSOE. Otra de las causas de mi apatía es Cataluña. Es muy grave lo que allí está sucediendo, y profundamente triste, Me entristece ver como la deriva secesionista catalana copia paso por paso las acciones y actitudes del sectarismo vasco que, durante décadas, ha oprimido a la sociedad vasca, y que ahora, en una especie de versión más y tecnológica, aspira a hacer lo mismo en la vida de los catalanes. Y es un clima electoral el menos propicio para analizar lo que allí está pasando y tratar de buscar soluciones y conseguir imponer la fuerza de la ley. Arrojarse Cataluña a la cabeza como un todo será una de las estrategias electorales más socorridas por todos, rentando más a unos que a otros, y ver eso resulta deprimente. Es de suponer que mi hartazgo electoral no es sino el reflejo de una sensación que se extiende por la ciudadanía, o al menos eso es lo que dice todo el mundo cuando se habla de este tema, y a excepción de los muy convencidos, que siguen siendo fieles a su sigla haga lo que haga, muchos, entre los que me incluyo, observamos la política como la vía más civilizada para sobrellevar los desacuerdos que son inevitables en sociedades complejas como las nuestras, en las que las opiniones sobre cada tema se pueden transformar en debates, dudas, puntos a favor, puntos en contra y puntos de no saber a qué carta quedarse. La oferta electoral que se nos presenta, por el contrario, ahonda el sectarismo, la división, la simplificación infantil del sí o no tajante ante cualquier tema, la elección de un menú único del que no se puede uno escapar, todo ello aderezado de sectarismos fanáticos de izquierda y derecha, así se hacen etiquetar, pero que no son sino la expresión más actualizada de un mismo sentimiento populista gritón, barriobajero y macarra que busca la imposición de un discurso en el que el componente violento y autoritario se percibe con una claridad que pasma tanto como asusta. En épocas de duda y convulsión estas formaciones extremistas, que no solucionan nada, son vistas con atractivo por el votante que ya está de vuelta de todo y que quiere firmeza, sea eso lo que sea. Podemos y Vox, a la baja la primera, al alza la segunda, son los partidos que, a nivel nacional, encarnan ahora este sentimiento. La suma conjunta de sus votos y escaños mide la dimensión de un enorme problema de fondo, de desafección por las sociedades abiertas y las políticas moderadas. Y ese problema no es solo español, nos rodea por todas partes.

Aún con este panorama tan desalentador, ya he votado. Lo hice ayer, por correo, a sabiendas de que, como decía el lema de la campaña del partido del karma democrático en Bilbao a finales de los noventa, el voto ha sido completamente inútil (“como tú” terminaba aquel lema visionario). Se que esta vez es difícil, pero pese a todo les animo a que vayan a votar, a que ejerzan ese derecho sagrado, a pesar de que los representantes electos mediante el sufragio ni respeten la liturgia ni el valor de lo escogido. Dado que el debate electoral que se va a realizar no será sino una pantomima, monólogos de cinco presuntos incapaces, ni eso servirá para escoger su elección. Piense, vote, y reserve su cabreo para una no descartable repetición.

miércoles, octubre 30, 2019

El INE soy yo


Sorprendió ayer el INE con un comunicado en el que anunciaba un experimento que va a realizar con datos de las operadoras de móviles para analizar la dinámica de movilidad de población. La idea es muy sugerente. Se trocea el país en retículas que posean aproximadamente la misma cuantía de población, unas 5.000 personas, y durante unos días se estudiarán los movimientos de esos grupos de personas, sus entradas y salidas de los espacios en los que viven y pernoctan, para ver cuáles son los flujos de población entre retículas y el movimiento asociado a la jornada laboral y a los fines de semana. Los datos serán agregados y anonimizados por las operadoras y el INE no conocerá la identidad de nadie.

Se ha desatado cierta polémica al respecto, que considero algo absurda y, sobre todo, trasnochada, al respecto de la privacidad y sobre la violación de la misma que supone un experimento de este tipo. Y creo que es una crítica que no tiene sentido porque, admitámoslo, hace mucho tiempo que nuestra privacidad desapareció por completo, absorbida por las empresas y regalada por nosotros mismos. Cada una de las operadoras, de las redes sociales, de las plataformas de ocio, de las webs de compras on line, tiene perfiles muy detallados de todos nosotros, suyos y míos, opere usted a través de esos canales o no. Esas empresas nos tienen más que identificados, y conocen cosas privadas como nuestros gustos, apetencias, criterios personales o sentimentales, ademá de los datos personales como el nombre, dirección, teléfono, DNI y, desde luego, lo que más les interesa; tarjetas de crédito, cuentas corrientes y saldo de las mismas. Si viviéramos en un mundo en el que esa información fuera nuestra y sólo nuestra tendría sentido que fuéramos suspicaces sobre las intenciones del INE y, pongamos, le obligaríamos a firmar un compromiso con cada ciudadano para que los datos privados siguieran siéndolo, pero hace mucho que abandonamos un estadio de anonimidad así. Las cámaras de las calles quizás no nos reconozcan aquí, ahora, pero lo hacen ya en China, y lo harán aquí en el futuro. Nuestros teléfonos, los televisores, los asistentes de voz, nos controlan sin cesar, sin que les demos permiso para ello, con el único objeto de sacarnos dinero mediante la detección de nuestras necesidades y apetencias, ofreciéndonos productos para saciarlas y, desde luego, también crearlas. La idea es que gastemos dinero con y en las webs que nos vigilan. Y dado que eso existe, ¿qué hay de malo en que se use esa información para generar conocimiento? Día tras día compañeros míos del trabajo sufren atascos intensos que se suceden sin que parezca que haya soluciones posibles. Un sistema de información que identifique a cada ciudadano y que le ofrezca rutas alternativas en tiempo real para evitar colapsos que le esperan en pocos metros puede ser un sistema que logre evitar atascos, con el ahorro de tiempo, dinero, emisiones de CO2 y ganancia de calidad de vida que ello supone. Ahora mismo esos sistemas nos vendes cachivaches, nos ofrecen series y productos de entretenimiento y, sobre todo, nos sacan dinero. Iniciativas como la del INE son una primera vía para que, como dicen por ahí algunos gurús que hablan mucho pero no saben muy bien cómo aplicar lo que vende, el ciudadano no vuelva a hacerse dueño de sus datos, porque eso ya no parece posible, pero que sí trabajen para su auténtico y real beneficio, porque quizás la oferta de series de las plataformas pueda ser atractiva para unos u otros, pero todos los que cada mañana viajan desde el extrarradio de una urbe como Madrid hacia su interior desean hacerlo en el menor tiempo posible y con las menores incomodidades. Coordinar coches, autobuses, trenes, metros, semáforos… todo eso es ya teóricamente posible mediante sistemas informáticos avanzados y la monitorización en tiempo real de los flujos de movimiento. ¿Por qué no hacerlo?

Si el contador de Blogger no se equivoca, y dudo que lo haga, este será el artículo número tres mil desde que empecé esta aventura bloguera el 15 de febrero de 2006. Sólo han pasado trece años, ya han pasado trece años, y asusta la barbaridad que he escrito en ese tiempo, y lo pesado que he sido, pero sobre todo me asombra que un artículo como el de hoy hubiera sido imposible de imaginar hace nada más y nada menos que trece años, porque sería una utopía futurista a la que le faltarían tantas patas para sostenerse que no sería nada creíble. ¿Cómo será el mundo dentro de otros tres mil artículos? ¿de otros seis mil? ¿estaré aquí para poder escribirlos? No lo se, en todo caso, miles de miles de gracias a los que alguna vez se han pasado por esta columnita para leer algo.

martes, octubre 29, 2019

Llorar por Argentina


Es Argentina la demostración evidente de que la riqueza y prosperidad de las sociedades bien poco tiene que ver con la disponibilidad de recursos. Sita su población en un territorio de ensueño, en el que el sector primario da de todo sin restricciones y con unos recursos mineros de impresión, su historia económica es la de una desolación tras otra hasta la angustia existencial, todo ello aderezado con inflaciones inmensas, como la que se vive ahora, y un dólar que anida como sueño en el corazón de todo ciudadano, sea habitante de la gran Buenos Aires o resida en lo más hondo de la Patagonia. El dólar, y no el inválido peso, es el sol de su bandera.

No se han equivocado los pronósticos y el peronismo, uno de los causantes de su desgracia, ha vuelto al poder a Argentina de la mano de un tándem algo extraño y que está por ver qué rendimiento ofrecerá. El ganador se llama Alberto Fernández, como muchos otros de sus conciudadanos, de allí y de aquí. Según cuentas las crónicas, es moderado, pragmático y serio. Fue jefe de gabinete de Néstor Kichner, expresidente peronista, y ha ganado las elecciones en compañía de Cristina, la viuda de Néstor, la inefable Cristina, que es un ir y venir constante de la política argentina, causante también de desgracias sin fin durante sus años de esposa de gobernante y de gobernante propiamente dicha. La sombra de la corrupción se llevó por delante a muchos miembros de su ejecutivo y, finalmente, la asedió hasta que tuvo que dejar el poder. Maestra del populismo, como buena peronista, Cristina supone un factor de enorme inestabilidad en el rumbo de la futura política argentina, y está por ver cómo congeniaran lo que, en apariencia, son dos personalidades tan opuestas como ella y Alberto. Si el peronismo instaura un gobierno demagógico en sus mensajes pero serio en lo profundo el país tendrá unas posibilidades muy distintas respecto a un mandato en el que la demagogia cristinera esté tanto al frente de los mensaje como de las políticas. De momento el inicio del nuevo mandato empieza bien, con una reunión a solas entre el próximo presidente Fernández y el ya saliente Macri. Debe estar Mauricio Macri mesándose los cabellos sin cesar, estudiando desde todos los ángulos el por qué no tanto de su derrota como su fracaso en estos cuatro años. Llegó a la presidencia con un amplio margen de votos y confianza popular, con el deseo del país de librarse de la corrupta Cristina y su banda de asociados, y el balance que ofrece su gestión es pobre. Trató de enderezar la economía y, bien porque no pudo o no supo, aumentó la deuda del país en la esperanza de que ese vivir a crédito le permitiera sostener su mandato el tiempo suficiente para ser reelegido, y durante unos primeros años parecía que el modelo funcionaba, pero no. Bastaron un par de tensiones monetarias emitidas desde la FED norteamericana para que el dólar cogiera vuelo y el peso argentino se derrumbase, y comenzara una nueva carrera de los porteños hacia, primero, las casas de cambio legales, y luego las oscuras, en las que el llamado dólar “blue” cotizaba cifras mucho más altas de las oficiales, que se convertían en contadores de falsa melancolía a cada día que pasaba. La insostenibilidad creciente de la deuda obligó a Macri a firmar un acuerdo con el FMI para que realizara un enorme préstamo al país, de más de cincuenta mil millones de dólares, a cambio de medidas de control y austeridad que empezaron a desatar la inquietud social. La inflación no frena, el derrumbe del peso está más o menos controlado, pero cotiza a unos valores que lo dejan inerme frente al billete verde, el Banco Central apenas tiene ya divisas para contener su cotización y sólo la imposición de “cepos” restricciones legales para el cambio de divisas, está permitiendo que la situación no se descontrole. Eso aboga a los argentinos a vivir en un corralito nacional, dado que no pueden convertir su divisa libremente. El resto de variables macro muestran un mismo panorama comatoso, de grave riesgo de colapso.

¿Qué alternativas ofrece Alberto Fernández? Está por ver. De momento la credibilidad de toda medida que emane de la Casa Rosada, la sede de aquel gobierno, es casi nula, y desde luego un discurso inflamado por parte del peronismo puede ser una puntilla a las economías de los ciudadanos del país. El fracaso de la gestión de Macri sucede al fracaso corrupto de Cristina. ¿Está condenado Alberto al fracaso? No, pero lo tiene muy muy difícil. De momento uno de los exdirigentes que le ha felicitado por su elección es Zapatero, lo que en términos económicos resulta muy inquietante. Será educado Alberto si responde amablemente a la felicitación, y listo si, tras ello, cuelga el teléfono y no hace caso a los consejos que le pueda dar el expresidente español.

lunes, octubre 28, 2019

Al Bagdadi ha caído


Como sucedió con la muerte de Bin Laden, que con posterioridad nos enteramos de bastantes detalles y de otros muchos nunca sabremos nada, la ejecución de Abu Baker al Bagdadi, que tuvo lugar ayer, es una de esas grandes operaciones de contrainteligencia que asestan un duro golpe a la organización que el líder preside, en este caso el infame DAESH, que queda descabezada, pero no supone el fin de la organización ni, mucho menos, que nos podamos relajar en la lucha contra el terrorismo islamista. La de ayer fue una jornada de triunfo frente a ese imperio del mal, pero como la hidra clásica, no tardarán en surgir nuevas cabezas dotadas de estrategias mortíferas.

De hecho uno ve la evolución del terrorismo islamista con los años y comprueba que su sofisticación y densidad maligna no dejan de crecer. La caída de Al Queda y Bin Laden fue suplida por la creación del califato asesino de Al Bagdadi, que fue mucho más poderoso y cruel de lo que nuca soñó el malnacido de Osama. Su creación de un auténtico reino del mal logró un éxito sin precedentes, tanto por la extensión del territorio conquistado como por los recursos que llegó a manejar y la población que sometió. Fue necesaria una coalición internacional, que sólo se vio realmente espoleada tras los crueles atentados yihadistas en Europa, en especial en Francia, para derrotar a DAESH sobre el terreno, y se hizo mediante la subcontratación de ese crudo trabajo principalmente a los milicianos kurdos, esos mismos a los que ahora EEUU, es decir, nosotros, volvemos a abandonar a su suerte tras haber derramado su sangre para librarnos de la pesadilla. En pocos lugares como el escenario sirio se han cometido vilezas, traiciones y salvajadas de dimensión tan enorme como irracional. Rusia, que en un principio miraba la situación de reojo, acabó entrando en esa guerra usando el combate contra DAESH como excusa, pero teniendo claro en todo momento que su único interés era el de mantener en pie el gobierno aliado de Asad en Damasco para conservar su acceso al Mediterráneo y posición en la zona. El devenir de los acontecimientos ha sido el mejor de los sueños para los estrategas de Moscú. Asad sigue en el poder de un gobierno que ya controla gran parte del antiguo territorio del país, el islamismo ha sido derrotado en gran parte, las milicias kurdas, abandonadas, se repliegan de sus posiciones y las tropas rusas campan por sus anchas por un país devastado que, en la práctica, empieza a ser un protectorado de Moscú y Teherán, el otro ganador en esta contienda. El papel de los occidentales en la guerra empezó siendo escaso y ha acabado en la más absoluta irrelevancia, o más bien ignominia tras los movimientos amparados por Trump, que si quería regalar el terreno de juego a su amigo Putin al menos podía haber disimulado un poco. La eliminación de Al Bagdadi es un gran golpe, y como tal lo vendió ayer la Casa Blanca, y bien que hace, porque no le falta razón al congratularse de la noticia, pero resulta algo irónico, por usar un término suave, que sean los americanos los que se atribuyen el éxito de una operación que, quizás sí, ha sido finalmente ejecutada por sus tropas, pero que en ningún momento se ha debido a los esfuerzos militares de la superpotencia. La cada vez más evidente intención de Trump de replegarse de los escenarios internacionales de conflicto llevará la tranquilidad a los buenistas que no desean las guerras sólo cuando son encabezadas por EEUU, que ahora observan con dilema que es este presidente precisamente el que les hace caso, pero esa retirada del imperio deja sitio a otros, que actúan aún con mayor crueldad y, desde luego, menor transparencia. Atrévase usted a preguntar a Putin cuál es su estrategia en Oriente Medio, y si es capaz de soportar la fría mirada de ese líder, que expresa odio sereno a cada momento, me lo cuenta.

Y sobre los islamistas, ¿es posible que resurjan? Sí, lo harán, pero de otra manera, sin lugar a dudas. Muchos de sus combatientes y los que hasta allí viajaron para unirse a la pesadilla de DAESH directamente ya no son un problema porque han sido liquidados en la guerra, pero no son pocos los que seguían encarcelados en manos de los kurdos, y uso un término en pasado porque la ofensiva turca de estos últimos días está contribuyendo a que muchos huyan y puedan reagruparse. La zona seguirá siendo inestable mucho tiempo y es casi seguro que muy pocas buenas noticias puedan surgir de allí. Junto con su nuevo aliado turco, Moscú expresa dudas sobre lo sucedido, pero parece que esta vez sí, que Al Bagdadi ha caído. Su vida de terror ha terminado.

viernes, octubre 25, 2019

La supremacía cuántica


Enredados como estamos en las miserias de nuestra política, en el recuerdo del pasado siglo XX y en los peores residuos del romanticismo del XI; que son los nacionalismos, ni nos damos cuenta de que el mundo corre, cada vez más, y que nos rebasa por todas partes. Esta semana, la carrera que llevan a cabo dos empresas privadas norteamericanas, Google e IBM, en pos del ordenador cuántico ha dado un salto de gigante. Una de ellas, Google, afirma haber alcanzado lo que se llama la supremacía, mientras que la otra dice que lo anunciado es relevante pero no para tanto. Lo cierto es que, de manera incipiente, esta semana ha alumbrado una revolución.

A ver si soy capaz de explicar todo esto, en lo que no soy nada experto. Supongo que cometeré errores enormes, así que si lo lee alguien que domine la materia, por adelantado, mil disculpas. Los ordenadores que tenemos en la mesa de nuestro trabajo, en la palma de la mano, ya en casi todas partes, usan transistores eléctricos que pueden adoptar una posición de encendido (valor 1) o apagado (valor 0). Cada valor expresado de esa manera es lo que se llama un bit, una unidad de información. Miles, millones de transistores apelmazados en una minúscula superficie permiten la explosión de la informática actual, en la que todo se expresa con código binario. Los ordenadores cuánticos usan un concepto más o menos similar, pero basado en una tecnología muy distinta. Su unidad de trabajo es el qbit, un transistor cuántico en el que, gracias a las teorías de la física cuántica, puede superponer sus estados, siendo 1, 0 o a la vez un valor intermedio. Es lo que se llama la superposición cuántica, que se basa en el hecho de que todo, a ese nivel, está indeterminado y puede ser a la vez cualquier valor hasta que, observado, colapsa en uno determinado, que es el que apreciamos. Los qbits son capaces de elevar de manera fulgurante las posibilidades de cálculo que ofrecen los sistemas basados en transistores y bits, pero requieren una tecnología muy compleja y cara, basada entre otras cosas en la superconductividad (que se logra enfriando a temperaturas próximas al cero absoluto, -273 grados Celsius) y son inestables, o al menos lo eran hasta ahora. Las dos empresas citadas llevan tiempo tratando de crear ordenadores operativos basados en qbits, y Google ha construido uno que posee 55 de estas unidades, que es con el que ha realizado la proeza que ha publicado esta semana. Se considera que la supremacía cuántica se alcanza cuando un ordenador de este tipo resuelve un problema en un tiempo inferior al que emplearía cualquier ordenador tradicional. Para ello se ha usado un problema relacionado con los números aleatorios, de escasa utilidad a priori, que el ordenador cuántico ha resuelto en algo menos de tres minutos, y que se afirma que los superordenadores actuales tardarían miles de años. IBM ha replicado diciendo que mejoras en los algoritmos y software permitirían a los superordenadores actuales resolver ese problema en apenas tres días, pero aun así la ganancia parece clara. Lo importante, el concepto, es que al menos ya hay un problema real en el que el ordenador cuántico gana, sin discusión, al ordenador convencional, y eso es alcanzar la supremacía. Las máquinas de ambas empresas son joyas tecnológicas en la que se han invertido millonadas y que, en opinión de no pocos expertos, eran poco más que quimeras en las que fundir dinero, sin que se esperasen resultados más allá de una década. El anuncio de esta semana es impactante, porque rompe esas fronteras temporales y nos presenta una nueva tecnología que, aún balbuceante, puede ser revolucionaria. No esperen ordenadores cuánticos, en su mesa de trabajo en unos años, pero sí un desarrollo que puede dar muchas sorpresas y abrir vías hasta ahora ni imaginadas en ciencias como la química, medicina, meteorología, y muchas otras.

Más allá de la polémica entre los dos contendientes sobre lo alcanzado, un aspecto muy relevante de todo esto se esconde en estas tres palabras, “empresas privadas norteamericanas”. En la carrera cuántica EEUU da un salto de gigante respecto a China, otra nación que está invirtiendo también mucho dinero en este asunto, y las empresas le ganan la partida a los gobiernos en un campo puntero de investigación que tiene obvias y trascendentales aplicaciones en cuestiones relacionadas con la seguridad, tales como la criptografía, la simulación de pruebas nucleares, el rastreo de señales y muchas otras. Esas dos empresas, monstruos en lo que hace a sus cifras financieras y relevancia global, desarrollan su propia guerra fría de descubrimientos, a sabiendas del enorme pastel que pueden acabar consiguiendo. No me digan que no es apasionante.

jueves, octubre 24, 2019

Franco y Santos Juliá


Hoy, en medio de un revuelo mediático de primera división, tendrá lugar la inhumación de los restos de Franco y su traslado al cementerio de Mingorrubio, a no demasiados kilómetros de distancia en línea recta. Tiene sentido que los restos del dictador salgan del Valle de los Caídos porque, siendo como fue él el causante de innumerables caídos, resulta absurdo que repose con ellos e impropio que presida el altar de una basílica. Además, como el personaje se supone se creía perpetuo, no indicó donde quería ser enterrado, por lo que la idea de dejarle allí se le ocurrió a Arias Navarro, personaje gris y obtuso donde los haya, y décadas lleva ocupando un lugar indebido.

A partir de aquí, el circo electoral, a dos tres semanas de las elecciones. El PSOE intentará rentabilizar en la medida de lo posible la ejecución de una de sus promesas esgrimidas en la moción de confianza de 2018, el PP, sin que tenga muy claro el por qué, rehuirá el debate y se pondrá de perfil ante una figura que representa de lo peorcito de la historia de España, el resto hará algo de ruido y los iluminados de Vox organizarán una jornada de martirologio que, rodada en blanco y negro, bien pudiera servir como escena de figurantes para películas de la época de los años cuarenta. Sólo el cuello dislocado que apunta la cabeza a la perpetua pantalla de móvil aportará un matiz ajeno a las masas, ruidosas y escasas, de exaltados que hoy esgrimirán nostalgia ante el pasado oscuro, tan nefastos y equivocados como los que recuerdan en Rusia (y en algunas villas de Galapagar, sospecho) los años de Stalin como gloriosos. En fin, resulta deprimente ver que tras tantos libros de historia tenemos no sólo a viejecitos anclados en el pasado sino a algunos jóvenes que llaman a glorificar los peores años de nuestro país del siglo XX, acompañados de los inevitables religiosos que siempre se alían con los dictadores en cada momento, se llamen franco, ETA o el separatismo catalán (o lo que surja). Lo que no veo a nadie, casi nadie, es pensando en qué hacer con el Valle en sí. Ahora que Franco sale de allí su denominación, de los Caídos, es más precisa, porque todos los restos que allí reposan corresponden a víctimas de aquella atroz guerra. Urge que el proceso de resignificación que muchos han defendido sea llevado a cabo, sin prisa, pero sin pausa, con seriedad, para que ese monumento tan inmenso como extravagante tenga un sentido y significado. No estoy de acuerdo con la idea de demolerlo, por la misma razón por la que muchos de los lugares donde el nazismo y otros horrores han actuado siguen en pie, porque forman parte de la historia, y porque sirven para enseñar a las futuras generaciones lo que en ellos se cometió, para evitar que se vuelvan a producir semejantes atrocidades. ¿Son útiles estos espacios? Quiero pensar que sí, aunque siempre me asaltan las dudas cuando, como les comentaba, veo a jóvenes que alaban al franquismo en España o al nazismo en el resto de Europa. Cada vez que se produce un atentado antisemita en Europa los fallecidos jerarcas nazis se revuelven de gozo en el infierno en el que, si existe, residen permanentemente, y que el mayor crimen de la historia moderna, el Holocausto, sea negado y banalizado como lo es por muchos a pesar del trabajo divulgativo de historiadores o entidades como las que se encargan de la custodia de los antiguos campos de concentración me genera sombras de escepticismo. Pese a ello creo sinceramente que el esfuerzo merece la pena. La guerra civil sucedió, fue nuestro mayor fracaso como sociedad en siglos, genero muerte y destrucción en todas las familias y episodios de violencia ciega que no distinguieron de ideologías o localidades, y tras ella hubo una dictadura de casi cuarenta años. El pasado no se puede borrar, pero sí relatar y describir, en la esperanza de que no se reproduzca o que, al menos, haya ciudadanos que no vuelvan a ser engañados de la misma manera.

Triste casualidad la de este día es que, ante un hecho histórico, nos encontramos con la muerte de Santos Juliá, uno de los mayores y mejores historiadores del pasado siglo XX español, autor de algunos de los mejores análisis sobre la transición, defensor de las libertades, de la reconciliación y del trabajo del profesional de la historia en desentrañar lo sucedido para, en la medida de lo posible, explicarlo, y en todo momento, divulgarlo. Sereno, sin palabras altisonantes, alejado de polémicas, docto y serio, Juliá no era arma de uso por parte de políticos y demagogos, valga la redundancia, que poco le han leído y menos aprendido de sus escritos. Su reivindicación de la transición como un éxito quedará. Su falta será sentida.

miércoles, octubre 23, 2019

Otoño de conflictos sociales


Más allá de los desgraciados incidentes provocados por el nacionalismo sectario en las calles de Barcelona, observa uno la actualidad global y se encuentra con broncas generalizadas en varias naciones, que parecen sucederse y coincidir de manera un tanto curiosa. Fueron Ecuador e Irak los que hace unas semanas acapararon, más el primer caso que el segundo, el interés informativo, con asaltos de parte de la población a la capital de esas naciones, violencia, saqueo y muertos, pocos en el caso latinoamericano frente a las cifras alcanzadas a orillas del Tigris. En apariencia, esos focos de conflicto se han apaciguado, o al menos ya no salen en los medios. Y no, no es lo mismo.

La atención de los focos se dirige ahora hacia otras dos naciones sudamericanas. Una es Bolivia, donde las artimañas del recuento en las presidenciales por parte de Evo Morales y los suyos han extendido una sombra de pucherazo sobre todo el proceso y provocado levantamientos que aún están en proceso de ir a más. El otro foco de tensión es Chile, quizás el país más tranquilo y próspero de la región, que vio hace casi un par de semanas como la decisión de subir nuevamente el precio del billete de metro en la capital, Santiago, se convertía en la espoleta que generaba toda una revuelta social ante la que el gobierno de Sebastián Piñera apenas es capaz de hacer frente. La militarización parcial del país y el decreto de toques de queda ha servido para que los disturbios no vayan a más, pero no logra reconducir la situación, que ha causado ya daños por valor de muchísimos millones de euros, principalmente por destrozos en el sistema de metro y otros transportes públicos. De fondo, mientras un conflicto se amortigua y otro se enciende, permanece Hong Kong como referente de las protestas callejeras y de la continua algarada, reprimida por la policía local y las fuerzas pro chinas. ¿Hay algo en común en todas estas revueltas? ¿Son síntomas de un malestar global o es una mera casualidad? Supongo que habrá un poco de todo, pero a primera vista las causas de lo que está pasando parecen ser bastante distintas. En Hong Kong predomina, sobre todo, el componente político, de defensa de la libertad que goza la colonia frente al autoritarismo de una China que va camino de comerse a la isla sin remedio. También la política es la causa de lo que está pasando en Bolivia, y en parte en lo que sucedió en Ecuador. Sin embargo, en el caso de Irak y especialmente Chile es la economía, la desigualdad, la que se encuentra en el fondo de las protestas, lo que las hace algo distintas a las otras. Los expertos siguen advirtiendo que la desigualdad global se reduce, porque los países pobres cada vez lo son menos respecto a los ricos, pero aumentan las desigualdades en el interior de los países, dentro de las propias sociedades, con una creciente polarización de rentas y estrechamiento de la clase media. Esa clase media que ha servido de pegamento para la cohesión y estabilidad social en muchos lugares amenaza con desgajarse o, al menos, perder su influencia moderadora, y por eso quizás el de Chile sea el acontecimiento más interesante de todos, reflejando algunos de los males que afligen a sociedades de las que no nos distanciamos tanto como creemos. ¿Es posible una revuelta de este tipo en nuestras naciones? La respuesta es que sí, y el ejemplo son los chalecos amarillos franceses, que antes de su degeneración comenzaron como un movimiento de protesta económica de parte de la Francia olvidada y empobrecida, que veía cómo se le volvían a subir unos impuestos de los que no tenía escapatoria, frente a las clases urbanas acomodadas de las grandes ciudades, especialmente París, cuya vida no está sujeta a las mismas limitaciones fiscales. El gravamen de las gasolinas y gasóleos, en principio por causas ecológicas, generó aquellas protestas que soliviantaron al país y dejaron durante unos días a su capital convertida en la ciudad de la luz de las hogueras. Por lo tanto, sí, aquí también pueden darse protestas y movimientos similares, y los gobiernos y los que deciden las políticas económicas y sociales deben tenerlo presente.

El gran factor común a todos estos movimientos, y lo que los deslegitima, es la violencia que no cesa y que se extiende. Amparados en las protestas surgen grupos de vándalos con agendas propias, desestabilizadoras, o meros saqueadores que aprovechan la coyuntura para dedicarse al pillaje y sacar rédito de los destrozos. Las formas de coordinación de los ataques y sus movimientos sí parecen seguir estructuras similares en todos los casos, incluido el de los salvajes independentistas catalanes, y el papel de las redes sociales y la tecnología está muy presente en todos ellos. Revueltas locales con tecnologías globales, otro elemento a añadir al cada vez más complejo y volátil mundo en el que vivimos.

viernes, octubre 18, 2019

¿Acuerdo de Brexit?


Es normal que ponga el titular de hoy entre interrogantes, porque todo lo relacionado con este tema ha sido una sorpresa continua que nos ha llevado a plantearnos nuevas preguntas, casi siempre sin respuesta, por lo que dar por sentado que el paso logrado ayer va a ser el definitivo es, como mínimo, arriesgado. Pese a ello, es innegable que el acuerdo alcanzado entre la Unión Europea y Reino Unido supone un avance y una posible puerta de salida para todos los actores involucrados en este triste vodevil. Entre hoy y mañana los jefes de estado y gobierno de la Unión lo rarificarán y todo quedará a expensas del parlamento británico y su sesión del sábado.

El nuevo acuerdo es, básicamente, el anterior ya alcanzado por Theresa May y los negociadores europeos, con modificaciones en lo que hace a la frontera de Irlanda. Este es uno de los más graves escollo en todo este asunto, y no tiene solución buena. Un brexit duro obliga a establecer una frontera física entre Irlanda del Norte, perteneciente a Reino Unido, e Irlanda, perteneciente a la UE, y la mera imposición de fronteras y controles agita el fantasma de la violencia que durante años sacudió esa zona. La solución que se ha acordado supone una cesión de soberanía del Reino Unido sobre su apéndice irlandés, dado que admite que esa región esté dentro de la Unión Aduanera y por tanto, no haya fronteras entre las irlandas. Esos controles se situarán en el mar, que es una manera de decir que sí habrá una frontera entre Irlanda del norte y la isla del Reino Unido, por lo que lo que ahora es un país unificado se convierte en algo ligeramente distinto. Esto era para Theresa May una de sus líneas rojas, entre otras cosas porque la mayoría parlamentaria de su gobierno se sustentaba en el apoyo del DUP, un partido nacionalista norirlandés pro británico, que ahora ve como el gobierno conservador de Londres apoya una solución que está completamente en contra de sus planteamientos. Y claro, los del DUP están que trinan y ya han anunciado que en la votación del sábado se opondrán firmemente. Johnson, que ha perdido la mayoría parlamentaria que tuvo May, presentará este acuerdo a los comunes con la esperanza de que las bajas del DUP y de los muy eurófobos de su partido sean compensadas por liberales y algunos laboristas que, como mal menor, vean este acuerdo como una escapatoria posible para todos. Sin embargo, es evidente que las posibilidades de que la votación sea favorable no son muchas, y eso desinfló ayer gran parte de las ilusiones que, en forma de subida bursátil, suscitó el anuncio de acuerdo. La noticia hizo subir los índices europeos de golpe más del uno por ciento, pero luego los analistas empezaron a contar cuántos votos podría tener el acuerdo en los comunes y las cuentas les daban resultados feos. Se supone que hoy y mañana serán días frenéticos en la política londinense, donde reuniones de todo tipo se sucederán y, es probable, se hagan promesas de alto voltaje y presupuesto a cambio de unos votos que pueden ser vitales. Así, a muy corto plazo, los escenarios que se plantean son dos. El bueno es que el acuerdo se apruebe, y el 1 de noviembre el Reino Unido ya no sea miembro de la UE amparada su relación bajo ese acuerdo, y se evita así el Brexit duro. El malo es que el acuerdo no se apruebe, y en virtud de las leyes aprobadas hace unas semanas, Johnson se vea obligado a pedir una prórroga para que no se produzca un Brexit duro en la noche de Todos los Santos. Y ese escenario, además de malo, es muy incierto.

Así que este fin de semana, como dice esa frase clásica que usamos cada dos minutos para casi todo, se vivirán los momentos decisivos en el proceso del Brexit, con una emoción por todo lo alto y, a buen seguro, intensas y curiosas escenas en la cámara de los comunes que, como lo fue el parlamento griego en su momento, se convierte por un momento en nuestro Congreso de los Diputados. Pónganse cómodos, crucen los dedos y prepárense para todo tipo de escenarios, confiando en el bueno, y temiendo todos los demás. Lo más lógico es que las bolsas el lunes reaccionen con fuerza ante cualquiera de los dos resultados posibles, aunque hacer predicciones sobre esto ya es jugársela el todo por el todo. Y Johnson cubrirá un nuevo capítulo de su tumultuosa historia al frente del (des)gobierno británico.

Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo dos días de ocio. Pásenlo bien, ojo con la lluvia y nos leemos el miércoles.

jueves, octubre 17, 2019

Cien años de metro de Madrid


Hoy se cumplen exactamente cien años desde que se inauguró el metro de Madrid, la entonces línea única, hoy llamada 1, que realizaba un trayecto entre Sol y Cuatro Caminos exactamente por el mismo lugar por el que hoy transita esa misma línea. Fue la tarde de aquel día cuando las autoridades primero, y luego los habitantes de Madrid, recibieron a la nueva infraestructura, con la que la ciudad se sumaba a las ya unas cuantas que en el mundo poseían ese medio de transporte. Fue Londres la pionera en la creación de un sistema ferroviario subterráneo, y su “tuve” sigue siendo, a día de hoy, todo un espectáculo.

Lo reconozco, me gusta el metro. Es obvio para alguien a quien, como yo, el gustan los trenes, pero el metro es un poco especial: Además de servir como medio de transporte eficiente y capaz de descongestionar (algo) el caos que produce la aglomeración urbana, el metro ofrece muchas veces una versión B de la ciudad que se sitúa sobre su superficie. A veces la imagen es bastante distinta, como el caso de Nueva York, en el que avenidas que ostentan dinero y pujo a raudales son surcadas, en ese caso a muy poca profundidad, por trenes andrajosos, pintarrajeados, y estaciones con desconchados y suciedad abundante. En Manhattan el metro funciona bien, pero es la cara oculta de la ciudad, una versión mucho más sórdida de lo que se ve en la superficie (quizás también más real). En las ciudades europeas que conozco, con la salvedad de Roma, donde el metro es un juguete poco útil dado que perforar su subsuelo es caer en el infinito de los restos arqueológicos, no existe semejante diferencia entre el arriba y abajo. Hay urbanitas que nunca han bajado al metro, es verdad, y se niegan a ello en redondo, pero en general son sistemas de transporte eficientes, seguros, limpios y que tratan a sus viajeros igual o mejor que los de superficie. ¿Acaso no hay agobios ya preturas en los autobuses urbanos?. Apretujarse en el vagón forma parte de la manera de viajar que uno imagina en estos servicios, y sin llegar a los extremos de Japón, donde dicen que funcionan esos empujadores profesionales, hay días de esos donde la técnica falla, o el servicio no se cumple, o llueve, o todo junto, que suponen el caos en los andenes, y se suceden las escenas de agobio y apretón. Pero eso es, casi siempre, entre semana en hora punta. Los fines de semana los servicios se espacian (a veces demasiado) y se juntan menos viajes por trabajo y muchos más por placer y ocio, lo que también cambia la fisonomía de sus ocupantes. En algunos casos, volviendo de noche de fin de semana, más de uno, especialmente de una, echaría en falta que los vagones llevasen más personal, que se dieran agobios y apreturas antes que trayectos con tan pocas personas alrededor que puede dar hasta miedo el hecho de que alguno de ellos planee algún acto ilícito. Hasta el día de hoy nunca he tenido sensación de inseguridad en el metro madrileño, afortunadamente, aunque sí he visto algunas escenas que no me han gustado, escenas que se dan ahí abajo y en otros lugares de la ciudad, porque el delincuente actúa donde cree que le es más propicio el destino, y eso muchas veces se acompaña de radiante sol exterior. Con sus problemas, sus particularidades y curiosidades, el metro de Madrid es uno de los más grandes del mundo, con poco menos de 300 kilómetros de servicio activo, y uno de los más sencillos para usar que conozco, dado que no hay líneas bifurcadas ni servicios exprés ni nada de nada. Todos los trenes hacen todo el recorrido de la línea, y salvo el hecho de que va por la izquierda, es mucho más fácil de usar y de aprender que otros equivalentes extranjeros. Eso sí, es imposible no perderse en Nuevos Ministerio, ese agujero negro donde se junta todo y el caos es casi perfecto.

Con motivo del centenario está convocada, entre otros “actos” una huelga de maquinistas para protestar contra el problema del amianto y la falta de personal. En los años posteriores a la crisis el servicio del metro sí se ha deteriorado, especialmente en lo que hace a las frecuencias (suelo decir que lo que más echo de menos de la época de la burbuja es la frecuencia de paso de los trenes de aquellos años) y se nota que no se ha invertido lo necesario, por falta de presupuesto y dejadez institucional. En todo caso, sirva este aniversario como excusa para felicitarse por tener una red de primera división mundial (sí, lo es) y dar las gracias a todos los que trabajan para que, cada día, las ruedas echen a girar sobre los raíles y el “próximo tren” llegue raudo.

miércoles, octubre 16, 2019

Secesión


Si son lectores habituales de este pequeño hueco de la red, cosa que les agradezco profundamente, habrán notado que, tan pegados como están los comentarios a la actualidad, Cataluña es uno de los temas que no abunda, y no es por casualidad. Me produce un enorme hastío ese inmenso problema y, sobre todo, me genera melancolía, tristeza, mucha tristeza. Ver, otra vez, como el virus del nacionalismo sectario se inocula en una sociedad y la descompone, la agrieta, es doloroso. Demuestra, otra vez, que no aprendemos nada, que repetimos una y mil veces los mismos errores, que la violencia y el tribalismo siguen anidando en ostros y que políticos zafios y sectarios pueden avivarlo para defensa de sus corruptos intereses cuando les plazca.

La sentencia del Tribunal Supremo sobre los hechos de octubre de 2017 se hizo pública el lunes, y ha dejado insatisfechos a muchos. Dictamina el alto tribunal que lo sucedido fue secesión y establece unas condenas que están en el rango bajo de lo pedido por la fiscalía. Nada que no fuera la absolución iba a contentar a los independentistas que, como bebes caprichosos, sólo velan por sus espurios intereses. También han surgido muchas críticas contra el tribunal por aquellos que esperaban sentencias más duras. No esperen que yo me pronuncie al respecto, ni una exégesis de las casi quinientas páginas del fallo; de primeras porque no soy un experto en derecho y obviamente no tengo base para poder enjuiciarlo lo que allí se expone y argumenta, de segundas porque no me he leído la sentencia ni, lo reconozco, lo voy a hacer. Como he dicho en varios cafés, lo que diga el Supremo, supremo es, y se acabó. Es lo que opinaba el viernes pasado, es lo que creía el sábado al mediodía cuando se habían filtrado los detalles básicos del veredicto y es lo que creo hoy miércoles, tras dos días de montañas de artículos valorativos de todo signo y calidad. Juzga el Supremo el caso y toca aplicar las sentencias, así de sencillo. No nos encontramos ante un juicio político, ni mucho menos, como quieren hacer ver los independentistas y sus socios útiles, sino un juicio A políticos, que se parece mucho más a instrucciones como las de Bankia que a otro tipo de avatares judiciales. Se les juzga porque, en su calidad de dirigentes, usaron sus cargos para saltarse la ley, en este caso no sólo para malversar, como también los de Bankia, sino para atacar el orden legal vigente. Es tan sencillo como profundo. El que los condenados tengan gente que les jalee en las calles no tiene nada que ver con los hechos cometidos y juzgados, como no lo sería en caso contrario. El ruido político lo perturba todo, pero es así de crudo y duro como creo que debe analizarse este asunto, y todos los que tienen que ver con la política y los delitos. El Supremo no ha juzgado al independentismo, porque esa ideología no es ilegal, sino que ha juzgado a unos líderes independentistas que cometieron delitos y que se quedaron en España. Otros líderes independentistas que cometieron delitos y huyeron no han podidos ser juzgados, empezando por el fantasma puigdemoníaco, y ese es uno de los aspectos más frustrantes de todo este asunto. Imagínense que el juicio de Bankia se celebra sin la presencia de Rodrigo Rato, que hubiese huido a, pongamos, Brasil. Se realizarían las vistas, se emitiría un fallo, pero uno de los grandes presuntos culpables de lo sucedido no sería sentenciado. La huida de Puigdemont y sus secuaces, y el vergonzoso comportamiento de distintas instancias judiciales menores de naciones de la UE al respecto es uno de los temas más deprimentes de todo este avatar judicial, y de fondo el mal funcionamiento de la euroorden, que ni es euro porque los países de la UE son los que la incumplen ni es orden porque nadie las ejecuta. Una vez emitida la sentencia, son decenas, cientos, los líderes independentistas que, tras ella, siguen con su vida normal, como el resto de ciudadanos del país, porque no han cometido delito alguno, por lo que, como habrá que repetir una y mil veces, juzgar un delito no es juzgar unas ideas, sino juzgar un delito. Y no hay ideas que amparen la comisión de delitos. Delinquir es delinquir, sin apellido alguno.

Escenas de violencia como las vividas esta noche en Barcelona y otras ciudades catalanas empezarán a ser cada vez más frecuentes, una vez que el virus de la intolerancia nacionalista sembrada por Puigdemont, Torra y demás sujetos ha calado en capas no pequeñas de aquella sociedad, y la radicalidad se ve justificada por el entorno comprensivo. Cuesta muy poco soltar el genio de la violencia irracional, y se tardan años, décadas, en volver a encerrarlo en la botella de la que nunca debió salir. Habrá detenciones y condenas, pero los culpables últimos de esos altercados son los políticos que han mentido, manipulado, engañado a su sociedad con una ensoñación falsa, mientras ellos robaban lo que querían. El nacionalismo, siempre mentiroso sea cual sea su apellido, sólo genera destrozos.

martes, octubre 15, 2019

Joker, película y mensaje


Como se lo prometí ayer, hablemos hoy de Joker, la película que más está dando que hablar en los últimos tiempos. Antes que nada, les adelanto que me gustó y que creo que se merece los premios y alabanzas que está cosechando, pero también es verdad que es una cinta no apta para todos los púbicos, que revuelve algo las tripas y transmite mensajes inquietantes sobre el orden, la legalidad y las respuestas sociales. También reconozco, es imposible evitarlo, que Joaquin Phoenix está desbordante en su papel, que lo llena todo, y que borda hasta un extremo que da que pensar sobre la salud mental de quien lo interpreta.

En un mundo de películas de superhéroes en los que los personajes tienden a ser cada vez más complejos y las tramas oscuras, Joker plantea la creación de un genio del mal desde la más absoluta y cruda realidad, sin recurrir a poderes ni a ninguna acción que pudiera ser entendida como sobrenatural. La bondad está en nosotros mismos, y la maldad no digamos. Nos presenta el relato a un pobre hombre, aquejado de un grave trastorno psiquiátrico, necesitado de medicación constante, que vive obsesionado por hacer reír a los demás pero que fracasa en sus intentos. Vive en un cutre apartamento con su madre, que está en mal estado físico y con síntomas de incipiente demencia, y su deambular se desarrolla en una ciudad que llaman Gotham, pero que es el Nueva York de finales de los setenta y principios de los ochenta, o más exactamente el Bronx de esa ciudad, un lugar inhóspiuto, sucio, cruel, depravado, en el que la violencia se mezcla con ventanas rotas y desconchados, esquina mugrientas y trenes de metro pintarrajeados hasta el extremo. Este ambiente de sordidez en el que se mueven todos los personajes envuelve a toda la trama, y la complementa, porque es sórdido el proceso de degeneración del personaje, de la pérdida de sus escasos recursos vitales, de sus fracasos como payaso y cómico, y del descubrimiento de la violencia extrema como respuesta ante todo. No es una película que se regodee en la violencia, pero sí es intensa cuando aparece, dura hasta el extremo en ocasiones, pero es la idea de que esa violencia es una respuesta moral válida lo que resulta más perturbador de la cinta, hasta qué punto la apología de la respuesta violenta es legítima y cómo alguien puede acabar siendo encumbrado por la masa por el simple hecho de ser el más violento de todos. El protagonista se sume cada vez más en una espiral de delitos y depravación a medida que su entorno se derrumba, y en paralelo logra un éxito profesional, porque es llamado por el responsable del espacio de entretenimiento nocturno favorito de la ciudad, interpretado por Robert de Niro con la profesionalidad marca de la casa, para que haga unos chistes. Las escenas que se desarrollan en ese plató de televisión, precedidas del viaje desde su casa hasta el mismo por parte de un Joker ya en formación, son excepcionales. Suponen un proceso de crescendo excelentemente rodado y tensionado, en el que el espectador no puede evitar la sensación de estar cayendo en un pozo de infamia del que ya no podrá escapar. El colofón de la actuación televisiva da paso al tramo final, en el que ya vemos al Joker completamente formado, en el que se nos muestra a un líder de la algarabía, del lumpen, que les ofrece una respuesta a su miserable vida, carente de casi todo, en forma de disturbio, quema, bronca, destrozo, arrasamiento. En ese momento busca la película, y conseguirá de muchos espectadores, la plena solidaridad con lo que allí pasa, la aclamación del siniestro personaje que se ha ido creando a lo largo de toda la narración como el auténtico héroe, el salvador, el que será elevado por la masa como su redentor y seguido por fieles que ansían respuesta. Ese es el mensaje más repulsivo de la historia, pero que narrado con maestría, es imposible que no sea sentido con un cierto toque de simpatía por el espectador que asiste, tenso, a un espectáculo visual impactante.

Rodada con gusto y estilo, con un reparto que, hasta en sus papeles más pequeños (literalmente) lo borda, es Joker un trabajo de cine casi de autor, de escenas semiteatrales en muchos casos, en el que se aprecia el enorme trabajo de todos los que han participado en su creación. Algunos pasos de la trama, como el papel de los recortes en la asistencia social o las respuestas que ofrece Thomas Wayne, el rico padre del futuro Batman Bruce Wayne, son simplonas y desentonan en el ejercicio de complejidad que es toda la película, pero no la desmerecen. Es una gran obra, no apta para todos los públicos, para nada una película de entretenimiento y palomitas. Merece la pena verla, mucho, pero no vayan pensando en cosas de superhéroes, acción y evasión. No es el caso.

lunes, octubre 14, 2019

Una butaca de cine


Una de las cosas que me parecen asombrosas de vivir en una gran ciudad como Madrid es que cada día, paseando por la calle, en el transporte público, donde sea, se cruza uno con un montón de personas que, probablemente, nunca vuelva a encontrar en su vida. Soy regular en mis horarios para venir al trabajo, y ahí suele haber coincidencias y rostros que acaban siendo familiares, pero lo habitual es hacer acopio de imágenes de personas que pasan fugazmente por la existencia de uno mismo, que comparten por unos instantes espacio y tiempo, y que luego desaparecen, abandonan ese conjunto intersección que la casualidad nos ha dado y se hunden en el vacío infinito de la cambiante realidad. Vidas que van y vienen y, unos segundos, se cruzan.

Este sábado fui al cine, solo, y me tocó el penúltimo asiento de una fila, junto al pasillo, en la zona más bien cercana a la pantalla. Compré la entrada el día anterior porque la película, Joker, tiene una muy alta demanda, y aun así no abundaban los huecos. Cuando adquirí la entrada toda la fila a mi derecha estaba llena y el sitio que, a mi izquierda, completaba el rango, seguía libre, pero no sabía si eso iba a ser así o no en el momento en el que me senté en mi butaca. Pensé para mi que si alguien lo ocupaba también vendría sólo, casi son seguridad, y que compartiría la peli con ese acompañante sin saber nada de él, sin conocerle, dos horas a oscuras en una sala llena. Pocos minutos antes de que comenzasen los anuncios llegó la persona que ocuparía esa butaca durante la película, y resultó ser una chica de esas que a uno le llenan de interés y hacen plantearse hasta qué punto la vida es un fracaso por no haber acabado al lado de alguien así. De aspecto moderno, diría que más de treinta años, aunque soy malo para las edades. De pelo largo ondulado, gafas de pasta modernas, americana, camiseta blanca y pantalones vaqueros con los ya habituales rotos, pero de esos que son comprados con rasgado hecho, zapatillas deportivas y bolso pequeño, discreto. Nos dijimos el “hola” de cortesía que se dedican dos desconocidos y que no tiene significado alguno, y se sentó en la butaca. Al poco de asentarse, dejó en ella algunas de sus pertenencias y, coincidiendo con el inicio de la publicidad, volvió con un refresco comprado en el bar del cine, que sorbía con pajita sin hacer apenas ruido. Durante la sesión de anuncios que nos echaron, de duración y pesadez creciente, no pudo evitar la tentación moderna y entró en Instagram para ver algo, pero fue una consulta rápida, fugaz, de apenas un anuncio. Volvió a meter el móvil en el bolso y no tengo la sensación o recuerdo de que lo volviera a utilizar durante todo el resto de la sesión, cosa que, lamentablemente, cada vez es más infrecuente. Al comenzar la película estiró sus piernas y se puso algo más cómoda, sin quitarse la americana en ningún momento, y cogió una postura algo ladeada, porque no estábamos en el centro de la sala, pese a tener un diseño moderno, el centro de la imagen estaba algo escorado hacia nuestra derecha. A medida que avanzaba la proyección y la historia se retorcía, me surgía la duda de si le estaría gustando. No ya si le haría gracia lo que veía, dado que no es precisamente una película cómica, pero sí me empezaba a intrigar hasta qué punto lo que veía le llamaba la atención, correspondía a sus expectativas, le causaba repulsión o inquietud… y me contestaba a mi mismo que no habría forma de saberlo nunca. Apenas centímetros de distancia separaban nuestros cuerpos y, sobre todo, nuestras mentes, que estaban concentradas en lo que veían, pero podían estar situadas a años luz en gustos, aficiones, apetencias, vivencias y cualquier otro tipo de experiencia o sensación. Éramos dos absolutos extraños que, esta vez, habíamos coincidido por un tiempo largo, dos horas de película y un montón de anuncios, y que tras acabarse la proyección volveríamos a divergir. La peli terminó, se encendieron las luces y, al poco de empezar los títulos de crédito, se levantó de su asiento rumbo a la salida. Me quede un rato en la sala pensando en lo visto y en ella, en la belleza desaparecida entre las luces de “exit” que ya no iba a ver más.

Salí del cine y, en la calle, oh sorpresa, me esperaba una tormenta para nada prevista en el pronóstico meteorológico. Desprevenido, corrí hasta el tejadillo de un local de espectáculos cercando para guarecerme de la lluvia, que caía con ganas. En el cielo que contemplaba de fondo, los rayos se sucedían, y el edificio de Telefónica de gran Vía se apreciaba, rojo, envuelto en descargas. Corría la gente para evitar mojarse, y al verles me daba cuenta de que, quizás, o no, una de las personas que corría para protegerse del chubasco era la chica con la que compartí la película, si se puede usar ese verbo, y que su recuerdo, su rostro apenas esbozado, se diluirá entre muchos otros miles de desconocidos a lo largo de mi vida como, usemos una metáfora de cine, lágrimas en la lluvia. Ya si eso mañana les cuento qué me pareció la muy alabada Joker.

viernes, octubre 11, 2019

Turquía avanza en el norte de Siria


Algún día terminará la guerra de Siria, y alguien escribirá un libro en el que la cuente en su totalidad. Empezará con la pretendida ilusión de unas revueltas populares que se llamaron primaveras árabes y que dieron lugar en todos los casos, salvo Túnez, a inviernos de sangre y dictadura. Hoy es el día en el que en tierra siria ha empezado otro capítulo militar de esa interminable contienda, en la que cambia poco el decorado de fondo y se repiten las caras de amargura de los sufrientes, las caravanas de desplazados y la huida en medio del ruido de proyectiles y las columnas de humo que se elevan sobre destrozos ardientes.

Tal y como amenazó, Turquía ha comenzado su ofensiva en la zona fronteriza. Su idea, o así la ha vendido, es la de crear una especie de marca o zona de contención en la resituar a los refugiados sirios que atestan el sur del país y de paso liquidar las posiciones kurdas que se han hecho fuertes en el norte de Siria yq eu suponen un peligro vistas desde el régimen de Ankara. Aviación y tropas turcas han atacado posiciones kurdas y comenzado a provocar la huida de civiles. Los kurdos también han respondido causando víctimas en el lado kurdo de la frontera, y se puede decir que ya tenemos en marcha la guerra turco kurda en la zona. Las consecuencias de este conflicto pueden ser muy serias, y ni mucho menos restringidas a su ámbito geográfico. No es menor la preocupación sobre lo bien que le va a venir al yihadismo de DAESH que aquellos que casi acaban con él sean ahora golpeados, y el riesgo serio de que los prisioneros islamistas que los kurdos conservan en su poder huyan de sus cárceles y se reagrupen de alguna manera. Este es, digamos, un riesgo a medio plazo, pero es que a corto la ofensiva turca ha mostrado claramente la alineación de los intereses de Rusia y Trump en la zona, y fíjense que digo Trump y no EEUU. En la reunión de ayer del consejo de seguridad de una ONU cada vez más irrelevante, se pudo comprobar como Rusia dedicaba algunas malas palabras a los turcos pero que, en el fondo, se desentendía de lo que allí pasase. Como potencia dominante en el tablero sirio, lo que Turquía pueda limpiar de poblaciones problemáticas en el norte del país es algo que se ve con buenos ojos desde Moscú desde sus títeres de Damasco. La representación de EEUU tuvo un papel bochornoso y vino a avalar las posiciones rusas, siguiendo el dictado emanado desde una Casa Blanca que en este episodio está enfangando el prestigio de aquella nación hasta unos límites no ya difícilmente asumibles, sino simplemente inimaginables. Dentro de EEUU existe un movimiento bipartidista que trata de frenar lo que considera, con toda razón, una traición a los aliados kurdos por parte de un Erdogan del que nadie se fía, y se busca aprobar una ley que imponga sanciones a Ankara. Las últimas declaraciones del veleta Trump al respecto muestran un aparente rechazo a la posición de Turquía, pero se expresa en este caso el mandatario con un tono tan comedido que se le nota a la legua que miente, algo que en él es casi la normalidad. Trump ve dinero, negocios a muy corto plazo, y admiración en lo político por los autócratas que no tienen que responder ante parlamentos y electores. Quizás por eso (y por lo que hubiera podido pasar en la campaña de 2016) admira tanto a Putin y se lleva muy bien con él. Y si Putin le dice que cargarse a los kurdos es bueno, pues Trump lo apoya. La fosa moral y política que está clavando el personaje que desgobierna a los EEUU es, en este caso, digna del mayor de los reproches. ¿Qué entiende Trump por aliado? ¿Sólo aquel que le prometa construir uno de sus hoteles casino en su territorio?

La división del consejo de seguridad de la ONU en este asunto no ha venido de la complacencia de las grandes potencias, no, sino del enfrentamiento entre estas y las naciones europeas allí representadas, que han salido en tromba a denunciar la infamia que se está produciendo. Pero no ha tardado en llegar la respuesta del autócrata Erdogan, amenazando con liberar el flujo de refugiados que el mantiene en sus fronteras, a cambio de nuestro pago económico, y provocar una nueva crisis como la del verano de 2016, si las naciones europeas no se callan y le dejan hacer lo que le plazca. Amenazas de primera división que, me temo, surgirán efecto en unas debilitadas naciones europeas donde los movimientos xenófobos no necesitan mucha más gasolina para ser influyentes. Qué absoluta desgracia es todo lo que sucede allí. Sólo dolor e impotencia es lo que genera contemplarlo.

jueves, octubre 10, 2019

Atentado antisemita en Alemania


El mero título del artículo de hoy, esa malhadada triple A que resulta de convertirlo en acrónimo, esconde una perturbadora pesadilla que revive, como en la peor de las películas de terror, sea cual sea su letra de serie. Años, décadas de educación, de historiografía, de documentales y libros, de concienciación, de recuerdo de lo sucedido, no han servido para que un sector de la población de esa nación siga teniendo en mente a algunos de los mayores criminales de la historia como héroes de su panteón, y a los judíos, sufridores de la persecución y exterminio organizado más cruel y sádico imaginable como enemigos eternos, como elementos a abatir. Esa maldita triple A encierra todo el mal que uno pueda ser capaz de concebir.

Ayer, en Halle, localidad alemana, un sujeto que se llama Stephan B, trató de causar una masacre en una sinagoga, en la que decenas de fieles se reunían para celebrar el Yon Kippur, el día de la expiación, la más sagrada y respetada de las fiestas del judaísmo. A Stephan le salió mal el plan, porque la llegar a la sinagoga comprobó que las medidas de seguridad que el gobierno de Alemania ha adoptado para defenderlas eran efectivas, y consiguieron ser lo suficientemente disuasorias como para que su idea original no pudiera ser llevada a cabo. Según parece, complicaciones técnicas con el arma que portaba tampoco se lo pusieron fácil. Antisemita y chapucero, Stephan empieza a ver cómo su idea de emular lo que el seguro considera gloriosa matanza perpetrada en marzo en Cristchurch, Nueva Zelanda, empieza a ser casi imposible. Rabioso, abandona el objetivo inicial, pero no puede irse de vacío, no puede hacer como si no hubiera pasado nada, ha salido a la calle dispuesto a matar, a cazar subhumanos, a exterminar a aquellos que no merecen vivir en suelo ario y que son inferiores a él. A sus 27 años el destino, la providencia que tanto mencionaba su adorado Fürher, le ha llamado a él para que sea el brazo ejecutor de sus deseos, y no le va a fallar. En su deambular por la calle, dispara a unos transeúntes, y luego ve un local de comida turca, un kebap, y entonces decide cambiar de nacionalidad de exterminio pero no de racista consideración. Los turcos también son basura inferior, sujetos despreciables, no humanos, bestias con nuestra forma, pero no son como nosotros, y cree que allí puede hacer el trabajo que ha venido a cumplir. Entra en el local y dispara, en medio de gritos de horror de los allí presentes y de proclamas a favor de la raza aria y en contra de la propaganda judía por parte de Stephan. A la salida del local ya se oyen sirenas de policía y de cuerpos sanitarios, que escucharon los primeros disparos efectuados en plena calle y se han puesto alerta. Llegan al lugar en el que se encuentra el kebap y logran atrapar a Stephan, pero hay mucha confusión sobre lo sucedido, sobre si él es el único atacante o son más los que desarrollan esa acción. Algunos testigos hablan de varias personas, hay miedo y nerviosismo. Y también víctimas. Dos personas han muerto a manos de Stephan y su paseo de disparos. Dos personas que esa mañana de octubre estaban haciendo algo, pensando en cosas distintas, con ideas para el nuevo día y con agenda para los siguientes, que tuvieron la desgracia de encontrarse con un fantasma salido de las pesadillas del pasado de la desquiciada Europa del siglo XX y vieron como la muerte decidió llevárselas, usando para ello a Stephan B. El asesino, de pensamiento retrógrado pero dotado de la tecnología de su época, lleva una cámara encima, al parecer del casco que porta, y lo ha grabado todo, y subido a Internet en tiempo real, en otro acto que copia al asesino neozelandés, y esas imágenes y sonido son la prueba perfecta de lo que ha sucedido, y justifican su futura condena en prisión, que de nada servirá para restaurar las dos vidas perdidas.

En el Yon Kippur de 2019 se ha producido en Alemania el primer atentado antisemita desde 1945, el año en el que el nacismo fue derrotado en la mayor guerra que el mundo ha conocido. ¿Cómo es posible que la semilla de ese abominable mal siga germinando en nuestro tiempo? ¿cómo alguien de 27 años puede ser imbuido a cometer actos semejantes y poseer una fe tan ciega que le lleva a creer que es su deber? En algún punto profundo de nuestra mente está un gen que nos hace olvidar lo sucedido, que por mucho que se nos enseñe impide que recordemos las atrocidades pasadas, que nos condena a ser una civilización de Sísifos que no dejan de cometer, con décadas de intervalo, los mismos y crueles errores. La tecnología avanza, pero el alma humana contiene siempre los mismos ángeles y demonios, en lucha permanente.

miércoles, octubre 09, 2019

Casas de apuestas "bien" situadas


Este domingo tuvo lugar en Tetuán, un barrio de Madrid sito cerca del lugar en el que trabajo, una manifestación, dicen las crónicas que la primera, en contra de las casas de apuestas, uno de los negocios que más ha proliferado en los años posteriores a la crisis y en la recuperación económica. Para que se vayan situando, la oficina en la que paso gran parte del día está en pleno Paseo de la Castellana, zona rica y cara donde las haya. A medida que uno se aleja de la gran avenida hacia el sentido oeste de la ciudad el nivel de renta media va bajando (no pasa lo mismo hacia el este) y en unas cuantas manzanas uno llega al citado Tetuán, barrio popular y populoso. Y allí estas casas de apuestas aparecen por todas partes.

Dentro de mi profunda ignorancia sobre la vida real, el del juego es uno de esos sectores que no logro entender cómo funciona. Jugar sólo es rentable para el que lo organiza, sea un entre privado o las administraciones públicas, y es una pérdida de dinero prácticamente segura para el ciudadano que destina a ello sus ingresos. Es uno de esos sectores que, a mi modo de ver, estafan de manera socialmente consentida al consumidor, pero que persisten de manera perpetua pasen los años que pasen. En los últimos tiempos se ha producido un boom de casas de apuestas al calor de las nuevas tecnologías y la difusión globalizada de los deportes, que son la excusa para organizar timbas en las que se juega el dinero, pero a falta de espectáculos deportivos también son válidas las cartas, ruletas o cualquier otro tipo de juego de azar. Esos locales han crecido mucho y desarrollado publicidades intentas, con campañas en medios de comunicación muy bien diseñadas y financiadas, con la contratación de famosos de todo pelaje, en las que se anima al juego como si fuera otro artículo de consumo más, cuando es algo bastante distinto. Se puede comprobar pisando la calle como los locales de apuestas han florecido especialmente en los barrios de renta baja y media, donde es más fácil engañar a la gente y las opciones de ocio alternativo son menores, y resulta más que llamativo como muchos se arremolinan a las puertas de los colegios, tratando de crear clientela desde edades pequeñas, a sabiendas de que si se introduce el gusanillo del juego en los críos es más que probable que alguno de ellos, más de uno, se convierta en jugador recurrente. Al final de todo este proceso de bombardeo de atractivos por el juego se encuentra la ludopatía, una patología que no es sino la situación en la que vive el adicto al juego, que es el más rentable, la vaca lechera de los locales de este tipo, aquel que no puede dejar de jugar y perder dinero en esos modernos lugares de ocio. Es una minoría el número de personas que presentan estos comportamientos, pero su número está creciendo al calor de la proliferación de estos locales y de sus campañas, y poco a poco el juego se está convirtiendo en un problema específico, que genera situaciones tan absurdas como sospechas en las que empresas apostadoras patrocinan equipos deportivos o locales en los que se ofrecen bonos de juego gratuito para probar. Resulta curioso, visto desde fuera, como este sector está avanzando por la misma senda, de manera acelerada, que en su tiempo recorrieron las tabaqueras, que pasaron de ser algo consustancial en nuestro mundo a convertirse en empresas semiproscritas. Durante décadas fumar era bueno, moderno, atractivo, hasta que se logró convencer a la sociedad que es todo lo contrario, además de canceroso. ¿Pasará lo mismo con el juego? La principal diferencia con el tabaco, y que le asimila a la bebida, es que es un comportamiento privado que no afecta a terceros (el humo del fumador me perjudica a mi pero el juego de alguien no me genera efectos) pero no deja de ser una problemática que va a más, y que empieza a exigir una regulación y controles mucho más exhaustivos.

Decía al principio que era el del juego un sector que no entendía. De pequeño, alguna vez con mi padre en el bar, le preguntaba por qué la gente jugaba echando dinero a una máquina que se llama “tragaperras” si se las iba a tragar, y ni él ni nadie me supo contestar nunca. Hoy las tragaperras han mutado para convertirse en locales modernos, visualmente atractivos, llenos de tecnología que apasiona a los jóvenes. También el juego por internet nos invade potencialmente en la palma de la mano gracias a nuestros teléfonos móviles. ¿Cómo gestionarlo? Me da que estamos ante otro sector que, en medio de las sombras, ha crecido de manera descontrolada y está aún pendiente la creación de normas y, sobre todo, estructuras sociales, que lo acoten y regulen.

martes, octubre 08, 2019

EEUU abandona a los aliados en Siria


Es habitual ver traiciones en la política nacional, en la que unos se escinden, otros se largan y terceros forman grupos de presión para defender sus cuotas de poder, esperando el momento más preciso para asestar un golpe que derribe al rival. Es el día a día y nos describe como seres humanos de manera precisa. En el campo de las relaciones internacionales, la situación es si cabe más virulenta, porque la inevitable sensación de lejanía que las rodea atenúa los sentimientos de empatía y fortalece los egoísmos propios. Dice un viejo dicho que una nación no tiene aliados, sino intereses, y cuando estos cambian, se producen deserciones y cambios de bando que pueden asombrar e indignar. Correcto lo segundo, pero no debiera darse el primer sentimiento

Ayer mismo EEUU decidió dejar en la estacada a sus aliados kurdos, a nuestros aliados kurdos, que durante varios años han estado matando y les han matado en la lucha contra los yihadistas de DAESH en el polvorín sirio. Las guerras se ganan apilando cadáveres contrarios y recogiendo cadáveres propios, y ante la inacción y cobardía de las naciones occidentales, que no soportamos la muerte de los propios, hemos usado a los kurdos como fuerza de ataque sobre el terreno para acabar con el infame califato yihadista que se había convertido en el autollamado estado islámico. Uno de nuestros socios en esta guerra, Turquñia, siempre fue muy reticente a esta opción, porque los kurdos son para el gobierno de Ankara un dolor de cabeza por su separatismo y actos terroristas. El caso de los kurdos es uno de esos de una nación sentimental formada por un amplio grupo de personas que carece de estado propio, que malvive en el territorio de varios estados que se asientan en lo que ellos consideran su territorio y que es maltratado de una u otra manera por todos los que rigen sus destinos desde las capitales de las naciones en las que viven. Especialmente cruda es la vida de los kurdos asentados en Turquía, Irak y Siria. Pues bien, estos kurdos sirios, y parte de los turcos, son los que han trabajado como fuerza de ataque contra los yihadistas durante estos años para acabar derrotándolos y logrando liberar ciudades como Raqqa, donde instalaron su capital los infames islamistas. Ahora, con el trabajo a medio hacer, con la guerra de Siria aún abierta y con múltiples dudas sobre cómo gestionar los restos del califato y los muchos de sus combatientes que permanecen detenidos, EEUU, por boca y tuit de Trump, ha decidido que se larga de allí y da vía libre a Turquía para que ataque a esas tropas turcas y defina así una tierra de nadie entre Siria y Turquía que le ofrezca la seguridad de que los combatientes kurdos no se den la vuelta y empiecen a luchar contra Ankara a la búsqueda de su supervivencia. En medios militares norteamericanos se ve esta decisión como un disparate estratégico, porque deja la zona completamente descontrolada y a merced de que actores como la mencionada Turquía, Irán o el propio gobierno de Damasco, con apoyo ruso, decidan entrar y convertirlo todo en un nuevo escenario de guerra local. Además, consideran los mandos estadounidenses, con razón, que esa retirada es una traición en toda regla a los que hasta ayer, y durante años, han sido sus aliados, y que eso es repugnante. Y por si fuera poco, que el mensaje conjunto que se obtiene de todo este tema es que la fiabilidad de la nación más poderosa de la tierra es nula, que depende de la voluble voluntad de un presidente que según cómo se levanta tuitea enfadado o directamente histérico. La dimisión hace unos meses del entonces Secretario de Defensa, James Mattis, estaba muy relacionada con este asunto. Trump lleva tiempo diciendo que quería largarse de allí porque no estaba obteniendo los beneficios que esperaba (quizás ansiaba construir una de sus torres con casino en esos terrenos de guerra) y todos los militares le decían que salir de esa forma sería un desastre desde todas las perspectivas posibles. La progresiva retirada de “adultos” del entorno de Trump le está dejando sólo al cargo de las decisiones, y a él parece importarle bien poco si estas son correctas o no.

Este es el último caso de una larga lista en la que Trump como cabeza visible muestra a unos EEUU en retroceso internacional. Es secular la tendencia aislacionista que domina gran parte de la política de ese país, y muchos estarán encantados de que la gran potencia deje de inmiscuirse en asuntos de terceros, pero la retirada de efectivos sin previo aviso y la sensación de búsqueda de un mero interés mercantil en las relaciones exteriores que revela Trump en cada uno de sus mensajes es un disparo a la línea de flotación del prestigio global de su nación, y se festeja en aquellos países que, aspiren al trono o no, actuarán de una manera mucho más descarnada y directa si los EEUU dejan libre el control del poder global. Créanme, Trump es lo peor que le podía haber sucedido a los EEUU, y lo peor que nos ha podido pasar a los occidentales.

lunes, octubre 07, 2019

Albert Rivera en su laberinto


Parece que se empieza a coger un cierto tono en la campaña electoral de las elecciones del 10 de noviembre y que los resultados no van a ser tan miméticos a los que tuvieron lugar en abril. Parece que algunas formaciones van a mejorar y otras a empeorar en función de lo que ha sucedido estos meses. Y parece que “parece” puede ser el mejor término para calificar la situación que creemos que es la que observamos y la que puede darse en forma de resultado en los futuros comicios, dado que la incertidumbre y volatilidad que vivimos es alta y cada uno analiza las variables en juego de una forma torticera. Como todos son portavoces de parte, cada relato que se escucha favorece a la parte interesada. Tengamos siempre eso en cuenta.

Todos los sondeos coinciden en que Ciudadanos va a ser uno de los perjudicados el próximo noviembre. Hay una amplia horquilla sobre cuánto va a bajar, pero nadie discute el signo de la evolución de su voto y número de escaños. La situación de los naranjas, cómoda y exitosa tras los comicios de abril, puede volverse pesadillesca en apenas seis meses, dejando a muchos de los actuales parlamentarios y cargos sin asiento en el que dejarse caer y a la directiva del partido, encabezada por su líder único Albert Rivera, como responsable directo de lo que pueda suceder. Si el exitoso resultado de abril fue mérito suyo, también lo será un hipotético fracaso en noviembre. ¿Qué es lo que ha pasado en estos meses? Más bien es lo que no h pasado, y es la opción de gobierno que existía en caso de alianza entre el PSOE y Ciudadanos. Desde un primer momento Rivera se empeñó en que esa opción no era no ya sólo posible, sino siquiera imaginable. Veía a su partido como nuevo sucesor del PP en el liderazgo de la derecha, y no era consciente, o no quería serlo, de que sus muchos votos eran producto de una amalgama de descontentos moderados del PP, sí, pero también de descontentos moderados del PSOE y de descontentos moderados en general. Ciudadanos actuaba como una fuerza de centro, o eso se vendía, y en sus cargos y militantes había personas que flirteaban con la izquierda y la derecha de manera tibia, sensata, sin alaracas. Votantes centrados que veían la formación como una vía para aportar estabilidad y servir de palanca de acuerdos que quitase a los nacionalistas su capacidad de bloqueo. Era sencillo, por tanto, pensar que tras los comicios de abril se abriese una puerta para el diálogo entre Sánchez y Rivera. Los gritos de la noche electoral en Ferraz que proclamaban “con Rivera no” era la manifestación de los socialistas exaltados, pero con los miembros exaltados de un partido nada se hace, son los templados los que llegan a acuerdos (por eso con Podemos y vox poco se puede hacer, porque sólo hay exaltados en sus filas). Y al día siguiente de las elecciones Rivera se empeñó en el no acuerdo como guía estratégica, destruyendo esa opción de gobierno. Su negativa a reunirse con el candidato Sánchez y a plantar cara frente a un PSOE sin concesión era una vía para rascar más votos del PP, pero una forma segura de perder todos los demás. Comenzaron las deserciones de miembros de la ejecutiva, como Toni Roldán, personas de talla y valía que veían como Ciudadanos no era lo que ellos creían que debía ser ni, sobre todo, lo que les habían dicho que era. A pocos días del final de la legislatura Rivera cambió de rumbo y ofreció una posibilidad de acuerdo al PSOE cuando ya era imposible llegar a compromiso alguno. Error tras error. Su mejor alternativa hubiera sido, desde el principio, ofrecer ese acuerdo al PSOE a cambio de una serie de compromisos (Navarra, Cataluña, economía…) y dejar que fuera Sánchez el que, si lo rechazaba sin contemplaciones, apareciese como el culpable del no acuerdo, pero no ha sido así, y en plena precampaña Ciudadanos aparece como un partido bisagra que no gira y como una formación creada para llegar a acuerdos que los niega, y es uno de los responsables del bloqueo y fracaso político en el que nos encontramos. Las deserciones son muestra de la sangría de votos y el resultado que puede cosechar en noviembre será, sin duda, peor que el de abril. Queda la duda de lo duro que será el castigo.

Resulta curioso, pero desde dos ópticas completamente diferentes, y posiciones enfrentadas, Albert Rivera y Pablo iglesias van camino de descomponer las formaciones políticas que crearon y lograron llevar hasta unos resultados muy exitosos. Cegados por el éxito, la soberbia y el ego personal, se han convertido en los líderes de sus formaciones y hace tiempo que no escuchan el consejo de nadie que les contradiga, lo que es la receta perfecta para el desastre. Han desperdiciado los resultados de abril y las excelentes oportunidades políticas que se les abrían, y quizás nunca vuelvan a verse en otra mejor. Dado su carácter, ninguno parece que está dispuesto a admitir sus errores y fracasos, y quizás sólo lo hagan cuando un resultado electoral nefasto les arrincone en la esquina de la irrelevancia. Tan curioso como triste.

viernes, octubre 04, 2019

Aranceles al sector agrario y a la España vacía


Bastantes malas noticias estamos recibiendo en el plano económico en el inicio de este curso, y si se fijan todas provienen de un exterior que impacta directamente en nosotros. Eso nos vuelve a recordar que, aunque queramos negarlo, el mundo es global, para lo bueno y para lo malo. Tristemente nuestros dirigentes políticos siguen anclados en épocas arcaicas y pensamientos trasnochados, (lo que dijo ayer Díaz Ayuso es de juzgado de guardia, metafórica y mentalmente hablando) mientras que el mundo real de hoy en día camina en otra dirección; China va hacia el liderato global, la tecnología nos supera sin freno y lo transforma todo, la revolución verde empieza a ser una exigencia y una oportunidad, la inteligencia artificial despunta, etc.

El que por un conflicto entre dos empresas aeronáuticas un olivarero de Jaén vaya a ver cerrado el mercado de exportación de EEUU es una muestra de lo compleja que es la urdimbre económica en la que nos movemos y lo difícil, cuando no directamente imposible, que resulta hacer previsiones sobre su evolución futura. Analizando un poco en detalle los sectores, productos y estimaciones de impacto de los aranceles que ha aprobado el gobierno de Trump encuentra uno una retahíla de sectores y zonas que van a sufrir de lo lindo, y es que el agroalimentario es uno de nuestros principales sectores económicos, y genera riqueza, empleo y divisas a lo largo de todo el país. Los invernaderos de Almería o la huerta murciana o Valenciana son máquinas de generar dinero, y llenan los mercados europeos de sus productos, siendo imprescindibles para que en el continente se puedan consumir frutas y verduras, el mayor viñedo del mundo es La Mancha que, junto al resto de denominaciones de origen nacionales, copan mercados vitivinícolas en todo el mundo, somos el primer productor mundial de aceite de oliva y sus ventas en el exterior no dejan de crecer…. Y así podríamos estar un buen rato cantando las alabanzas propias y, sobre todo, analizando regiones, empresas, inversiones y empleos que son los que permiten esas cosechas, producciones y exportaciones. Cerca de mil millones de euros están implicados en los sectores sometidos a arancel, que no es poca cosa, y tras ellos existen empresas y familias que viven de esos negocios. La decisión norteamericana es, además, perversamente dañina, porque ha decidido que serán los cuatro países que participamos en el consorcio Airbus los penalizados, y esto afecta a Alemania, Francia, Reino Unido y España, pero, ojo, no a otros como Grecia o Italia. Y es precisamente Italia nuestro gran competidor en muchas de las producciones que antes señalaba, especialmente en vino y aceite. Como buen país mediterráneo, los transalpinos también producen mucho y muy bueno en ambos sectores y, no nos engañemos, han sido más listos y hábiles que nosotros a la hora de posicionarse en los mercados exteriores. En los últimos años España ha hecho un enorme esfuerzo para superar esta desventaja comercial, que se ha traducido en incrementos constantes de volumen y cuota exportadora, pero ahora estos aranceles pueden ser muy dañinos. Artificialmente, nuestros productos quedan penalizados frente a los de la competencia italiana, y el comprado de EEUU, que no es muy capaz de distinguir entre unos y otros, ni realmente lo necesita, optará lógicamente por el más barato. Si se fijan esto también es una manera de meter una cuña en la posibilidad de respuesta de la UE como entidad, porque es de suponer que cuando este asunto se discuta en Bruselas la opinión será distinta en función de si el país sale beneficiado o perjudicado. Imagino a italianos y griegos apaciguadores frente a cabreados españoles y franceses, y eso lo perturbará todo aún más. Es bastante probable que, a la hora de determinar qué productos y que países van a ser sancionados los norteamericanos hayan sopesado este factor.

Otro detalle colateral de este problema económico es que afecta a todo el país, porque no hay región que no posea explotaciones agrarias de alguno de los productos señalados, y para más ataca con fuerza no las zonas urbanas, sino las ya debilitadas áreas rurales de la España vacía, que tienen en la agricultura uno de los mayores motores económicos, en muchos casos el único. Si estos aranceles finalmente se imponen y generan algunos de los efectos temidos, las zonas rurales sufrirán aún más, y en algunos casos ese puede ser el último sufrimiento que vean, porque signifique el cierre de empresas y el despoblamiento absoluto. Toca hacer cuentas, ver cómo se responde y, sobre todo, buscar mercados alternativos de exportación, trabajo difícil y lento donde los haya. Nos va a tocar sudar.