lunes, octubre 28, 2019

Al Bagdadi ha caído


Como sucedió con la muerte de Bin Laden, que con posterioridad nos enteramos de bastantes detalles y de otros muchos nunca sabremos nada, la ejecución de Abu Baker al Bagdadi, que tuvo lugar ayer, es una de esas grandes operaciones de contrainteligencia que asestan un duro golpe a la organización que el líder preside, en este caso el infame DAESH, que queda descabezada, pero no supone el fin de la organización ni, mucho menos, que nos podamos relajar en la lucha contra el terrorismo islamista. La de ayer fue una jornada de triunfo frente a ese imperio del mal, pero como la hidra clásica, no tardarán en surgir nuevas cabezas dotadas de estrategias mortíferas.

De hecho uno ve la evolución del terrorismo islamista con los años y comprueba que su sofisticación y densidad maligna no dejan de crecer. La caída de Al Queda y Bin Laden fue suplida por la creación del califato asesino de Al Bagdadi, que fue mucho más poderoso y cruel de lo que nuca soñó el malnacido de Osama. Su creación de un auténtico reino del mal logró un éxito sin precedentes, tanto por la extensión del territorio conquistado como por los recursos que llegó a manejar y la población que sometió. Fue necesaria una coalición internacional, que sólo se vio realmente espoleada tras los crueles atentados yihadistas en Europa, en especial en Francia, para derrotar a DAESH sobre el terreno, y se hizo mediante la subcontratación de ese crudo trabajo principalmente a los milicianos kurdos, esos mismos a los que ahora EEUU, es decir, nosotros, volvemos a abandonar a su suerte tras haber derramado su sangre para librarnos de la pesadilla. En pocos lugares como el escenario sirio se han cometido vilezas, traiciones y salvajadas de dimensión tan enorme como irracional. Rusia, que en un principio miraba la situación de reojo, acabó entrando en esa guerra usando el combate contra DAESH como excusa, pero teniendo claro en todo momento que su único interés era el de mantener en pie el gobierno aliado de Asad en Damasco para conservar su acceso al Mediterráneo y posición en la zona. El devenir de los acontecimientos ha sido el mejor de los sueños para los estrategas de Moscú. Asad sigue en el poder de un gobierno que ya controla gran parte del antiguo territorio del país, el islamismo ha sido derrotado en gran parte, las milicias kurdas, abandonadas, se repliegan de sus posiciones y las tropas rusas campan por sus anchas por un país devastado que, en la práctica, empieza a ser un protectorado de Moscú y Teherán, el otro ganador en esta contienda. El papel de los occidentales en la guerra empezó siendo escaso y ha acabado en la más absoluta irrelevancia, o más bien ignominia tras los movimientos amparados por Trump, que si quería regalar el terreno de juego a su amigo Putin al menos podía haber disimulado un poco. La eliminación de Al Bagdadi es un gran golpe, y como tal lo vendió ayer la Casa Blanca, y bien que hace, porque no le falta razón al congratularse de la noticia, pero resulta algo irónico, por usar un término suave, que sean los americanos los que se atribuyen el éxito de una operación que, quizás sí, ha sido finalmente ejecutada por sus tropas, pero que en ningún momento se ha debido a los esfuerzos militares de la superpotencia. La cada vez más evidente intención de Trump de replegarse de los escenarios internacionales de conflicto llevará la tranquilidad a los buenistas que no desean las guerras sólo cuando son encabezadas por EEUU, que ahora observan con dilema que es este presidente precisamente el que les hace caso, pero esa retirada del imperio deja sitio a otros, que actúan aún con mayor crueldad y, desde luego, menor transparencia. Atrévase usted a preguntar a Putin cuál es su estrategia en Oriente Medio, y si es capaz de soportar la fría mirada de ese líder, que expresa odio sereno a cada momento, me lo cuenta.

Y sobre los islamistas, ¿es posible que resurjan? Sí, lo harán, pero de otra manera, sin lugar a dudas. Muchos de sus combatientes y los que hasta allí viajaron para unirse a la pesadilla de DAESH directamente ya no son un problema porque han sido liquidados en la guerra, pero no son pocos los que seguían encarcelados en manos de los kurdos, y uso un término en pasado porque la ofensiva turca de estos últimos días está contribuyendo a que muchos huyan y puedan reagruparse. La zona seguirá siendo inestable mucho tiempo y es casi seguro que muy pocas buenas noticias puedan surgir de allí. Junto con su nuevo aliado turco, Moscú expresa dudas sobre lo sucedido, pero parece que esta vez sí, que Al Bagdadi ha caído. Su vida de terror ha terminado.

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