viernes, mayo 31, 2019

Tontos en el Everest


Hace unos días triunfó en los medios de todo el mundo una imagen espectacular, en la que se veía un atasco de personas, una procesión detenida en el punto final del ascenso al Everest, la cima más alta del mundo. Era una imagen completamente absurda, de un lugar inhóspito, peligrosísimo, hostil para la vida, pero que estaba tan concurrido como la Gran Vía en una tarde de fin de semana. Luego se ha sabido que han sido varios los muertos entre los atascados, porque ascender a esa cima y esas alturas sin oxígenos es, simplemente, mortal, y no pocos de los que allí estaban llevaban dosis mínimas, para cargar con el menor peso posible, en un intento de ascender el tramo final a toda prisa, coronar, sacarse montañas de fotos presuntuosas y correr otra vez de vuelta al campo base.

Sin mencionarlo en ningún momento, se ha sabido por fin y era de justicia conocerlo, que el autor de esa imagen es un alpinista nepalí llamado Nirmal Purja, al que el atasco pilló en su ascensión. Eran más de doscientas personas las que formaban esa concurrencia y, al parecer, los fallecidos de esa jornada alcanzan los diez. Cifras enormes, impactantes, y llenas de absurdo. Resulta que uno puede escalar el Everest aunque carezca prácticamente de cualquier cualidad o experiencia montañera, basta con tener suficiente dinero como para contratar un servicio de lo más exclusivo que casi te porta hasta el tramo final de la ascensión, sin que tengas que cargar con pertrechos ni otro tipo de petates. Basta con ir andando por una ruta trillada y muy segura y que el tiempo lo permita. En jornadas despejadas como las que retrata la imagen se producen las avalanchas de salto a la cumbre, de primeras porque es más seguro para hacerlo y de segundas porque, obviamente, las fotos quedan mucho más bonitas. ¿Es esto alpinismo o deporte? No, obviamente no. En la práctica se trata de comprar el ascenso, de pagar para obtener una plaza en un proceso en el que casi a uno se le lleva en volandas hasta el punto más alto para que pueda presumir de haberlo logrado. Y ese punto más alto, como antes señalaba, es sin duda un lugar bello hasta el éxtasis, pero igualmente peligroso. A partir de 7.000 metro de altura es casi imposible poder respirar salvo que una persona haya nacido en esas zonas altas y este aclimatada o posea facultades especiales. Es necesario portar oxígeno porque el aire está tan enrarecido que uno se ahoga por mucho que inhale un fluido en el que apenas hay fuerza para que la respiración humana sea capaz de ser efectiva. No es ningún juego subir a esas alturas. Aunque estuviéramos en la terraza de un edificio de esos kilómetros de altura, a la que hubiéramos subido en un inocuo y enorme ascensor, salir a la “calle” nos pondría en absoluto riesgo de muerte. A los más de 8.800 metros de la cumbre del Everest estar sin oxígeno auxiliar es, directamente, suicida. El atasco de la foto provocó, sin duda, que más de uno agotase sus provisiones de oxígeno mucho antes de lo previsto, bloqueado en el ascenso y, claro, obligado a respirar de mientras. Más allá de su peligrosidad, la escena que contemplamos supone un enorme monumento al absurdo y la vanidad, a un grupo de personas, que creo que representan bastante bien a la sociedad en la que nos movemos, que se mueven por el mero hecho de “tachar” uno más de los objetivos que consideran que deben cubrir para ser algo, y con el consiguiente y obsesivo retrato fotográfico que lo inmortalice y le permita alardear de ello. Es algo muy similar a lo que vemos en las marabuntas que se agolpan en torno a La Gioconda del Louvre, donde ninguna de las personas allí presentes observa el cuadro, entre otras cosas porque es físicamente imposible, sino que se inmortaliza con él y con la masa, presume de estar allí, lo relata en las redes, y “tacha” a ese icono de nuestro mundo como otra de las piezas de caza que suma a su zurrón personal. Como los ciegos visitantes del Louvre, los que hacían cola en el Everest ha ollado su cima, sí, pero no han escalado la montaña. Han llegado hasta allí, pero no han ido allí. Esa imagen de atasco dice tantas cosas de nosotros que es fascinante. Nos describe perfectamente como sociedad, y no, no es nada bonito lo que nos está diciendo, gritando.

El gobierno de Nepal obtiene enormes beneficios de toda la industria que se ha organizado en torno a la subida masiva al Everest, cobrando tasas y derechos por cualquiera de los trámites del proceso, siendo esta una de sus fuentes de ingresos más significativas, por lo que es de esperar que aliente todo este absurdo, con el que hace un gran negocio. Y otra de las cosas de las que nadie habla es de la enorme cantidad de desperdicios que esta marabunta de gente puede dejar a su paso en todo el entorno de la montaña, cumbre incluida. En tiempos de ecologismo exacerbado, ¿cuál es el impacto medioambiental de estas prácticas tan irracionales? Enorme, a buen seguro, pero invisible si el dinero que paga esta fiesta es lo suficientemente elevado como para acallarlo. Seré raro, pero no entiendo que lleva a la gente a hacer estas tonterías.

jueves, mayo 30, 2019

May se va


A la pobre Theresa May le han hecho chistes dese que llegó a ser primera ministra del Reino Unido por el mes, mayo, que significa su apellido y si sería capaz de llegar a junio, en una forma de expresar que casi nadie daba un duro por su liderazgo. Al final su mandato va a ser de tres años, lo que no está mal para las peripecias políticas que ha vivido. No se cómo le juzgará la historia, no estaré aquí para verlo, pero su figura ha ido adquiriendo, para mi, una talla mayor a medida que era obvio que se encaminaba la fracaso, que todos los suyos le empujaban al precipicio, y que nada de lo que hiciera sería suficiente para volver a enderezar el rumbo. Gobernando un barco fantasma, May encarna el sentido griego de la tragedia inevitable.

El anuncio de su dimisión tuvo lugar el viernes, después de las elecciones europeas, que en Reino Unido se celebraron en primer lugar de toda la UE. Si, los británicos conducen por la izquierda y votan los jueves, como mínimo gente curiosa. Aunque los resultados se conocieron, como en todas partes el domingo, las encuestas los clavaron bastante. El partido del eurófobo Niguel Farage ganó con algo más del 30% de los votos, los liberales antibrexit subieron bastante y conservadores y laboristas, las dos grandes formaciones, sufrieron un varapalo enorme que roza el ridículo para ambos partidos. May sabía que la derrota en esas elecciones era absoluta, incuestionable. Es más, era consciente de que el hecho mismo de celebrarlas era una derrota en sí mismo para los partidarios del Brexit, porque volvía a mostrar a las claras hasta qué punto sin firmes los lazos que unen a los británicos con la UE y lo difícil que es cortarlos. Durante los tres años de su mandato, dominado de manera obsesiva por este asunto, May ha buscado una salida con acuerdo y, tras el designio del parlamento que así lo forzó, una aprobación en la Cámara de los Comunes de Westminster. Tras casi dos años de negociaciones logró el acuerdo, que dejaba claras muchas cosas y otras no tanto, especialmente las salvaguardias con respecto al mercado único y el espinoso tema de la frontera de Irlanda. Los radicales entre los conservadores vieron desde un principio este acuerdo como una traición, porque sí suponía la salida de la UE, pero de una manera en la que no pocas de las disposiciones comunitarias seguirían siendo normas a acatar por un Reino Unido que, ya fuera de las instituciones europeas, nada podría hacer para alterarlas. Era un dictado, lo veían como un dictado, y por eso su oposición a ese acuerdo fue frontal desde el inicio. Los laboristas, tan divididos como los conservadores, y con un Corbyn al frente que demuestra día a día la incapacidad de su liderazgo y lo trasnochado de sus ideas, vieron en ese acuerdo y la división conservadora no una vía de salida al Brexit, sino una forma de derribar al gobierno para, en el mejor de los casos, acceder a él. Atacada sin piedad por todos lados, con un goteo constante de dimisiones en su gobierno, May llevó hasta tres veces el texto del acuerdo al parlamento y, de manera humillante, tres veces fue rechazado. En cada votación perdida el poder del gobierno se le escapaba, como si cada rechazo fuera una nueva raja en una rueda hinchada que aumenta la fuga de aire. Consciente de que su situación empezaba a ser insoportable, intentó en las emanas antes de las elecciones que se produjera una cuarta votación del acuerdo, pero ya carecía de influencia y capacidad para siquiera convocar esa reunión. Sabedora de la derrota conservadora en los comicios, May compareció sola el viernes 24 ante la puerta de ese 10 de Downing Street, una de las residencias del poder del mundo más conocidas y menos llamativas, y entre sollozos, anunció que se irá para principios de junio. Era la imagen de la derrota, de la pena, de la impotencia, de la traición sufrida por todos. Su presencia era propia de una obra de Esquilo.

La salida de May puso en marcha la pugna por el poder conservador, para la que ya hay casi una decena de candidatos, de todos los pelajes posibles. Dice la lógica que el ganador debiera pertenecer al ala dura de los partidarios de la salida sin acuerdo, que el tratado firmado por May está muerto y que las opciones de que los trenes británico y europeo descarrilen el 31 de octubre son muy altas. Pero ya sabemos que, desde el principio, todo este estúpido proceso del Brexit es cualquier cosa menos racional. No tengan dudas de que vamos a asistir aún a episodios insospechados, quizás alguno de los grandes favoritos (el inefable Boris) no logren sus propósitos y otros sí. Y May lo verá todo desde su casa con pena y amargura, y Cameron desde la suya, sin sentir un ápice de remordimientos por el desastre que causó en 2016.

miércoles, mayo 29, 2019

Mortífero viral de internet (para Verónica)


Es bastantea adecuada la metáfora que asocia el comportamiento de los virus y su forma de propagación al fenómeno que experimentan los memes y, en general, la noticias y mensajes en internet. Siguen reglas muy similares y procesos de auge y caída que son calcados a los epidémicos. Lo malo es que a veces esa metáfora llega hasta el extremo y, como en el caso de las enfermedades, puede producir la muerte, bien por la imitación de comportamientos irracionales (gente que se cuelga de cornisas, autoheridas y cosas por el estilo) o por la vergüenza que supone que información íntima se convierta en carne de comentario público al haber sido difundida en el entorno cercano. A veces el miedo puede ser insuperable y lleva a tomar decisiones dramáticas.

Este parece ser el caso de la empleada de Iveco que se ha suicidado en Madrid tras, al parecer, hacerse público y difundirse un vídeo íntimo de hace algunos años en el que desarrollaba actos sexuales. La mujer, casada y con dos hijos, en los inicios de su treintena, se había convertido, según se dice, en el motivo de comentario de toda la empresa cuando cientos de empleados habían recibido y compartido el supuesto vídeo a través de las redes sociales, en las que entran tanto las públicas conocidas como los servicios de mensajería tipo whatsapp o las cadenas de correos electrónicos. La mujer se llamaba Verónica, y el hecho de usar la forma verbal en pasado para referirse a ella lo dice todo sobre las desastrosas consecuencias de todo lo que ha sucedido. Creo que está penalmente castigada la difusión de este tipo de material íntimo, pero el tipificar algo como delito no evita que se siga produciendo. Si las cosas han sido como se dice que han sido, ¿qué responsabilidad tienen los empleados de la empresa y, en general, los que contribuyeron, de una manera u otra, a difundir ese vídeo? La penal, si existe, tendrá que ser probada y dilucidada por los jueces, pero la moral, que es personal y colectiva, parece algo más clara, y sólo puede ser evaluada por la conciencia de cada uno. ¿Se ha visto usted alguna vez ante un caso así? Me refiero al hecho de que le haya llegado, por la vía que sea, una cadena con imágenes o vídeos de contenido explícito, y ha colaborado en su reenvío. ¿Cómo reaccionaría en ese caso, si nunca lo ha vivido? ¿Lo compartiría entre sus grupos, o sólo entre aquellos “selectos” en los que el porno circula con más fluidez? ¿se lo pensaría? ¿se abstendría de hacerlo? ¿eliminaría el vídeo? El comportamiento de cada uno de nosotros ante situaciones de este tipo es determinante a la hora de que esas informaciones, que nunca debieran empezar a circular, lo hagan. Al contrario que los virus, que ni sienten ni padecen, la viralidad en internet responden a actos conscientes y decididos por los usuarios, que son los que aprietan a los iconos que hacen que un mensaje se transmita o se quede quieto en nuestro teléfono, o sea borrado. El que, como señalaba antes, la expansión de enfermedades siga idénticos patrones al de los memes indica, sobre todo, que pese a que nos consideramos personas racionales, no actuamos como tales en la mayor parte de las ocasiones. Instintos y deseos de todo tipo, primarios y profundos, condicionan nuestros actos y en muchas ocasiones los determinan. Nos llega un vídeo sexual íntimo y el yo racional dice que no hagas nada con eso, que no lo mandes, pero el yo primitivo se pone en marcha, se “activa” y empieza a condicionarlo todo. Los que provocan cadenas de memes lo saben y tratan de cazar a ese primitivo que vive en nuestro interior con señuelos que saben que funcionan. En ocasiones consiguen éxito y en otras no, pero atacan conocidos puntos débiles. Lo mismo sucede con quienes, poseedores de información de terceros, buscan hundirles propagándola, a sabiendas de que no pocos les van a ayudar.

Todo esto es, la verdad, muy viejo. Es la versión 4.0 de esas situaciones que empezaban con “oye, no se lo digas a nadie pero fulanito…” y el supuesto secreto se derrumbaba. La potencia de las redes, su velocidad y conectividad extrema en la que nos movemos son las que disparan y globalizan los fenómenos, y los sacan de su ámbito local para hacerlos globales. Como consejo práctico, por favor, trate de poseer la menor cantidad de imágenes y vídeos íntimos, suyos o de otros. No se grabe ni deje grabar por nadie. Seamos conscientes de que la única información que controlamos plenamente es la que no suministramos. Y si recibe una cadena de este tipo, por favor, no colabore con ella, frénela, evite que siga creciendo. Literalmente está en nuestras manos impedir que estas desgracias vuelvan a darse.

martes, mayo 28, 2019

Elecciones europeas salvadas


De las tres elecciones del domingo, quizás la más importante fuera la de las europeas, a la que menos caso se le hace, pero que es determinante en nuestras vidas. Cada vez más normativa viene impuesta dese Bruselas y lo que allí se decide, de facto, nos integra en un embrión de nacionalidad común, muy de juguete, pero que responde a unos parámetros y sentimientos comunes. Todos aquellos que hayan sido estudiantes Erasmus (no lo fui) tienen en su interior la sensación de que Europa es algo más que normas y reuniones ministeriales, que es mucho más que le politiqueo de Bruselas. Es compartir un destino, trenzar lazos entre naciones diferentes que comparten destinos y problemas comunes y tratan de huir de pasados atroces. Eso es Europa.

En España esas elecciones se ciñeron al guion previsto, y las ganó el PSOE, seguido del PP, Ciudadanos y Podemos. Siendo circunscripción nacional, las tendencias de voto no se ven distorsionadas en la selección de escaños, y estos comicios mostraron el dominio socialista, la recuperación de voto del PP, el ascenso, constante e insuficiente, de Ciudadanos, y el derrumbe de Podemos, así como el desinfle de Voz. Lamentablemente la lista Puigdemoníaca no consiguió un escaño, sino dos, para el indeseable y su segundo de fuga, Toni Comín. La norma indica que tienen que acatar la Constitución en Madrid a mediados de junio, por lo que volveremos a tener un circo de recursos y acusaciones falaces por parte de esta panda de delincuentes sobre nuestras instituciones y sociedad, y tristemente algo de eco tendrán en el resto de Europa, tanto en los tontos útiles que les hagan bombo como en los falaces que usan este problema, o el que sea, para dividir a la Unión. En el conjunto de Europa había mucho miedo a estas elecciones por el ascenso de los movimientos populistas y eurófobos, y pese a que ese fenómeno se ha dado, puede decirse que ha sido de manera lo suficientemente contenida como ser manejable. En varios países han triunfado esas listas que reniegan de la Unión, como Italia, con Salvini a la cabeza, Hungría con una nueva y apabullante victoria de Orban, Francia, donde Le Pen, por poco, vuelve a ser la más votada, y como no, el Reino Unido, el primer país en el que se votó, siendo el que está a punto (o no) de irse, donde Niguel Farage sacó más de un 30% de los votos y se asegura escaño y sueldo comunitario hasta que su país se vaya. Este ascenso populista ha sido compensado, en gran parte, por la subida de partidos verdes y liberales, que son defensores de la Unión. En Alemania, por ejemplo, ha ganado la CDU de Merkel, que equivale a nuestro PP, pero la segunda fuerza han sido los verdes, y los socialdemócratas del SPD se han derrumbado, ahondando su crisis más y más, y la extrema derecha ha caído. Es el resultado alemán un buen reflejo de lo que ha sucedido en el conjunto de Europa. Por primera vez la suma de los dos grandes grupos políticos, conservadores y socialdemócratas, no tiene mayoría en el Parlamento. Había temor a que ese escenario se diera y, sobre todo, a que esa falta de poder hiciera a los populistas determinantes de cara a lograr acuerdos, pero el mencionado ascenso de verdes y liberales ha convertido a estas formaciones en claves a la hora de alcanzar pactos. ¿Será más complicado articular mayorías que en el pasado? Sí, pero lo cierto es que el sentimiento proeuropeo seguirá dominando la cámara, y eso asegura, en principio, cinco años de relativa tranquilidad en Bruselas, sobre todo tras lo que muchos se temían. Nuevamente, todo es cuestión de expectativas, y el resultado global, frente a los temores anunciados, parece una rotunda victoria de Europa. Ojo, no es exactamente así, no lo olvidemos, los enormes problemas y desafecciones ahí siguen, pero parecer parece un éxito.

Mientras se recontaban los votos imaginaba a Trump, Putin y Xi Jinping mirando de reojo estos comicios y sin poder evitar una sonrisa. Quizás tengan un grupo conjunto de whatsapp, llamado “the fucking masters of the universe” o algo así y seguro que se cruzaban mensajes sobre la ingenuidad de estos europeos, que votan para escoger su futuro cuando el de todo el mundo está realmente en manos de ellos tres. Imagino caritas de risa y memes cruzados entre ellos riéndose de nuestras aspiraciones de participar en una gobernanza global que cada vez es más imperial, de bloques, y menos colaborativa. Europa debe avanzar en su proceso de construcción, entre otras cosas, porque en este escenario imperial al que vamos esa quizás sea la única manera que le permita no ya progresar, sino meramente existir, sobrevivir.

lunes, mayo 27, 2019

Ganar no es gobernar


Esta es la gracia de las elecciones, que hasta que no acaba el recuento no se puede afirmar casi nada. En unas como las de ayer, con miles de instituciones en juego, el reparto de poder es de tal magnitud que casi todos los partidos pueden realmente sentirse hasta cierto punto ganadores, pero no es conveniente caer en ese engaño. Hubo triunfadores claros de la noche, el PSOE en números absolutos, ganadores respecto a sus expectativas, el PP, perdedores respecto a esas mismas expectativas, Ciudadanos, y un derrotado clamoroso, Podemos, que empieza a naufragar como estructura y que reclama, a todas luces, un urgente cambio de liderazgo para no acaba convirtiéndose en una versión 2.0 de la irrelevante IU de antaño. Vox también está entre los perdedores.

El PSOE ganó, en términos absolutos, las tres elecciones. Sin discusión las europeas, y las autonómicas y municipales por el conjunto de votos y representantes obtenidos, pero la victoria socialista resultó ser más amarga de lo esperado. El conjunto de la izquierda pierde plazas de poder importantes, como los ayuntamientos de Zaragoza y Barcelona y, especialmente, el de Madrid. Aquí Carmena y su plataforma son los claros ganadores y perdedores de la noche. Más Madrid es el partido más votado en la capital, pero no logra mantener el ayuntamiento porque el PSOE de Pepu Hernández saca un muy mal resultado. Hace décadas que el PSOE no es casi nada en el ayuntamiento de la capital y la operación “Pepu” idea personal de Pedro Sánchez, se ha saldado como si fuera otra intentona eurovisiva, con mucha esperanza y casi ningún voto. La Comunidad de Madrid ha sido el otro lugar en el que las expectativas socialistas se han visto frustradas. Han ganado, cosa que no lograban desde hace décadas, y eso es muy meritorio, pero tampoco les sirve para alcanzar el poder, y Gabilondo, presumiblemente, seguirá en la oposición. Es Madrid, ambas instituciones, lo que permite salvar la cabeza de Casado, que con las encuestas de las ocho empezaba apuntar al cadalso. Dos candidatos escogidos por él, muy desconocidos, Martínez Almeida para el ayuntamiento y Díaz Ayuso para la comunidad, alcanzarán el poder desde la nada, en un reto que está por ver si les superará o no. En general las ganancias de poder del PP y los no logros del PSOE se han debido al desplome de Podemos. Hace cuatro años esta formación y sus confluencias irrumpieron en tromba, movilizaron voto y llevaron al poder a coaliciones de izquierda, en las que el PSOE era, muchas veces, comparsa. Ahora la cosa se ha trastocado, Podemos continúa el desplome que vivió en las generales de abril y alcanza resultados lamentables en antiguos feudos. Su comportamiento concreto en Madrid es para estudiar. Fomentando la división de las fuerzas de izquierda y peleándose en todo momento, Iglesias ha sido el ejemplo de líder tóxico que destroza un proyecto porque no es él el que lo encabeza. Dos días antes del final de la campaña pidió expresamente el voto para la candidatura anticapitalista que se presentaba a la alcaldía, encabezada por antiguos colaboradores de Carmena, que dejaron aquel proyecto porque siguen imbuidos de trasnochado marxismo en sus seseras. Los miles de votos cosechados por esa candidatura no han llegado al mínimo exento, han acabado en la basura y, quizás, de haberse sumado a Más Madrid, hubieran dado un vuelco al resultado y permitido a la izquierda conservar el ayuntamiento. El inspirador mesiánico de este particular “frente de liberación de judea” que aspira a ser ministro para ocultar sus derrotas en alfombras y sueldos oficiales debiera ser relevado si los votantes de esa ideología quieren conseguir algo de poder y ser más que la comparsa de un sujeto henchido de ego hasta el hartazgo.

Ciudadanos tampoco puede estar demasiado contento. Sube, sí, mejora resultados, sí, determinará la formación de gobiernos locales, sí, pero no logra superar al PP ni en feudos como Madrid y se convierte en un aliado necesario, pero no en el líder de su espectro. Tendrá que mirar con cuidado qué pactos hace, y no es descartable que se incline a uno y otro lado en función de conveniencias locales. Vox, por su parte, se desinfla. Ha sacado concejales, todos ellos más de los que debiera haber obtenido, y en algunos casos sostendrá gobiernos, pero parece que su suflé empieza a bajar, cosa que es positiva. Confiemos en que un largo tiempo sin elecciones los condene a la irrelevancia y, en futuras elecciones, a la pérdida de representación. A ver si mañana comento algo de las elecciones europeas.

viernes, mayo 24, 2019

Fin de la segunda campaña electoral


Hoy termina la segunda campaña electoral en apenas dos meses y, en principio, se abriría un largo tiempo político sin lecciones a la vista, en el que el fragor de la batalla, las simplezas y las descalificaciones debieran dejar paso a algo de sosiego y, quizás, consenso, para abordar grandes problemas que tenemos en el país, y afrontar no menos pequeños asuntos que nos vienen de fuera. ¿Se creen mis palabras? Seguro que no, y en el fondo yo tampoco me las creo. Habrá un complicado recuento el domingo, con ganadores y perdedores en unos y otros lados, y luego, casi seguro, otra vez a la matraca diaria del enfrentamiento, con los soberanistas catalanes pervirtiéndolo todo y los medios, como alharacas, pregonando cada uno a su barquero.

Ha sido esta una campaña rara, deslavazada. Sita después de unas generales adelantadas que ofrecieron resultados bastante más claros de lo esperado y que dejaron a un PSOE ganador y a un PP noqueado, sonado. La muerte de Rubalcaba ocupó la totalidad del primer fin de semana de campaña y la acalló, y esta segunda semana está monopolizada por la constitución de las cámaras y las tristes argucias de sus nuevas presidencias para no suspender a los políticos presos para tratar de arañar votos nacionalistas hasta el domingo. De la campaña en sí se habla poco, y menos aún de las tres elecciones en liza que se juegan. En las municipales, que se dan en todo el país, el foco está puesto en las grandes ciudades, especialmente Madrid y Barcelona, donde las encuestas ofrecen una situación más reñida. Parece claro que Carmena ganará en Madrid, pero no se puede afirmar nada sobre quién será capaz de gobernar. La situación en Barcelona es aún más confusa, dado que se atisba un posible empate entre ERC y la candidatura de Ada Colau, en una competición sobre quién es más soberanista que deja a los demás un tanto atrás. Otras ciudades como Sevilla, Valencia o Bilbao parecen tener bastante más claro el futuro signo de su alcaldía, mientras que en Zaragoza o Coruña se mantiene la incertidumbre. En las elecciones autonómicas, en las comunidades en las que se celebren, lo más interesante vuelve a ser Madrid y, en general, las comunidades que ahora gobierna un PP en franco retroceso, donde su posición hegemónica corre grave riesgo de sufrir un colapso similar al que sufrió hace apenas un mes. No parece haber cuajado la idea del PP de convertir estas elecciones en una segunda vuelta de las generales, tratando de compensar la pérdida de poder de unas con el mantenimiento del mando en otras. Feudos clásicos de los populares como Castilla y León o la citada Comunidad de Madrid corren riesgo de bascular, en el caso capitalino, o de ser necesarios acuerdos de gobernabilidad en el castellano leonés, abriéndose en ese caso un abanico de posibilidades. Tanto en ayuntamientos como en comunidades veremos pactos de todo tipo, con alianzas de Ciudadanos tanto con PP como con PSOE, y muchos dan por seguro que los “cromos” que se comercien en esos pactos locales se verán reflejados en acuerdos de gobernabilidad en el Congreso, de uno u otro tipo. De cara a los liderazgos, son los más débiles los que más peligran, y ahí el de Casado en el PP realmente pende de un hilo. Si quiere seguir al frente de la formación necesita imperiosamente no perder Madrid, y lo tiene difícil. Una segunda derrota en este campo tras el palo de abril debiera ser letal para su carrera política, y situaría al PP ante la encrucijada existencial que, entre campaña y campaña, no quiere ver ni afrontar. El PSOE, con el viento a favor de abril, se ve como ganador, lo sea o no, y el resto tratarán de mantener sus posiciones de poder o agrandarlas. Veremos a ver lo que consiguen.

¿Y las elecciones europeas? Se escandalizarán de lo que voy a decirles, pero creo que, de las tres, son las más importantes. En un contexto internacional que se polariza y se vuelve peligroso, la UE no es el mejor paraguas que tenemos, no, simplemente es el único. Ojalá las fuerzas moderadas de derecha e izquierda batan a los sondeos y sean capaces de alcanzar un gran número de escaños, haciendo que los populismos unidos fracasen en su intento, subvencionado por no pocos, de torpedear a las instituciones y el proyecto europeo. Mi principal aspiración en estas elecciones es que el sedicioso fantasma de Puigdemont no saque escaño, que fracase. Su derrota sería una victoria para todos nosotros. En todo caso, y saben, vayan a votar. Siempre, y el lunes vemos a ver qué dicen los recuentos, que esta vez serán largos y complicados.

jueves, mayo 23, 2019

EEUU, China y la trampa de Tucídides


Tucídides fue uno de esos griegos brillantes que vio mucho más allá de sí mismo, y que sin medios ni tecnologías logro generar excelentes textos e ideas, que aún hoy resuenan. Eliminar a los clásicos de Grecia y Roma es una muestra de nuestra estúpida soberbia, eran más clarividentes que nosotros y podemos seguir aprendiendo de ellos. El personaje que nos ocupa hoy era historiador, y entre otras cosas escribió varios volúmenes sobre las guerras del Peloponeso, que enfrentaron a Atenas y Esparta. En esos textos detalló lo que, desde entonces se conoce como la trampa de Tucídides, que es una de las vías que naciones de todo tipo han usado para entrar en guerra.

¿En qué consiste la trampa? Se da en una situación en la que una potencia consolidada observa el ascenso de una rival, y empieza a notar que de seguir en esa progresión su liderazgo se verá amenazado. Eso se traduce en miedo en la potencia dominante y presiones internas para provocar una guerra que, mientras se encuentre en posición ventajosa, le sirva para impedir el ascenso de su rival. Es, en otras palabras, una guerra preventiva para mantener el estatus dominante. En el caso clásico Esparta, la belicosa ciudad del sur, era la potencia dominante, y Atenas, la comerciante, la emergente. Los espartanos sintieron ese miedo y desencadenaron la guerra, que tuvo múltiples fases y que acabó con una victoria espartana, pero con el común debilitamiento de ambas metrópolis, dejándolas en algunos casos convertidas en ruinas. ¿Era inevitable aquella guerra? Desde luego que no, una gestión fría y racional por parte de los espartanos probablemente hubiera servido para no desatar el conflicto y, con el tiempo, la colaboración entre ambas ciudades empezaría ser vista por muchos sectores como una vía de beneficio mutuo. Sin embargo, ese escenario alternativo no se dio. Desde entonces este caso se estudia en historia como ejemplo desencadenante de un tipo de guerras que, siendo evitables, acaban sucediendo. A lo largo de los siglos es incesante el proceso de auge y caída de imperios, potencias y dinastías, y eso no dejará de ocurrir en el futuro. Siempre va a haber alguien al mando del mundo, o con más poder que el resto para ejercer influencias más allá de sus dominios, y esa potencia, sabedora de que su tiempo es limitado, no dejará de estudiar el proceso de auge de posibles rivales, y las alternativas que existan para controlarlos, domesticarlos o, si llega el caso, destruirlos. Hay varios textos en los que se estudia este asunto y se analizan guerras de distintas épocas para ver si esa trampa de Tucídides se ha dado o no. Este análisis, como todos los históricos, tiene la ventaja de realizarse a posteriori, cuando sabemos qué pasó y cómo concluyó el episodio, y el inconveniente de que aplicarlo al tiempo presente supone situarse en un punto en el que sabemos cómo estamos pero desconocemos las consecuencias de los distintos actos futuros. Un buen y reciente libro sobre este tema se llama “Destinated for War” de Graham Allison, en el que analiza el caso clásico y otras contiendas a lo largo de la historia y los continentes, con el objeto constante de fijarse en la rivalidad chino norteamericana. La tesis del libro es averiguar si esas dos potencias están condenadas a enfrentarse a esa trampa de Tucídides y si serán capaces de evitarla. El libro concluye, para resumirlo en exceso, diciendo que sí, que esa trampa se va a dar, porque en EEUU cunde el miedo ante el ascenso de China y la progresiva pérdida de ventajas que en Washington creían consolidadas, pero también argumenta el texto que hay múltiples y poderosos factores que frenan la posible escalada militar. Uno de ellos, no el menor, vuelve a ser que una guerra entre superpotencias en nuestro mundo supone el final del mundo en sí mismo.

Lo que si admite Allison es que parece inevitable que las tensiones crezcan y se camine hacia un mundo bipolar, con dos potencias que definan sus ámbitos de actuación, segmenten sus aliados, tecnologías y relaciones. Creo recordar que no lo llama explícitamente guerra fría, pero sí una situación similar. De la inteligencia de los regentes de ambas potencias y sus equipos de trabajo dependerá que la situación no vaya a más y la trampa se de en su versión más cruda. De hecho, si muchos de esos asesores leen historia, verán el negativo resultado que tuvieron las guerras del Peloponeso para ambos contendientes, y como evitar la trampa y el miedo que ella conlleva es el mejor camino, a largo plazo para esquivar el desastre. ¿Leerán historia? ¿Aprenderemos de ella?. Crucen los dedos para que así sea.

miércoles, mayo 22, 2019

Europa, entre EEUU y China


Si recuerdan algo de la pasada guerra fría, es que tienen una cierta edad, y si no es así, envidia que me da su juventud. En aquellos tiempos, ahora idealizados, pero que eran una constante pesadilla, ni EEUU ni la URSS podían enfrentarse directamente, por riesgo de guerra nuclear mundial. Para aliviar tensiones y probarse, escogían países terceros, en Asia, África o América Latina, cada uno armaba a uno de los bandos y se enfrentaban mediante intermediarios, en lo que se llamaban guerras proxy. Servía para desentumecerse, aliviar presión, ensayar tácticas y armamentos, etc. Lo que les sucediera a los ciudadanos de esos países no importaba a ninguno de los bandos. Mala suerte por estar ahí.

Europa era en aquellos años el principal teatro de operaciones de la tensión, donde no se desataban guerras proxy, pero se armaba a ambos combatientes en suelo continental para la que sería la única y definitiva guerra. Las naciones europeas, divididas por el telón de acero, estaban infectadas de espías de uno y otro lado y eran constantes las operaciones de sabotaje, información y guerrilla que se daban a uno y otro lado de ese telón, especialmente en Alemania y más en un Berlín dividido y en tierras del este. Asombra leer ahora las crónicas de aquel momento y comprobar la enorme tensión que se vivía cada día y lo cerca que estuvimos en demasiadas ocasiones de una guerra real, dura y letal. No sabemos la suerte que tenemos. Pues bien, ahora que se ha desatado una nueva guerra fría entre dos potencias podremos ir comprobando hasta qué punto la historia se repite y diverge. Una de las principales diferencias es que, para ambos contendientes, Europa ya no es el objeto principal de atención. Por motivos geográficos y económicos nuestro continente ha perdido mucho peso y es, desde hace tiempo, un actor secundario en el escenario global, nos guste o no. La Unión Europea en su conjunto posee cifras de PIB y otras variables macro que la convierten en uno de los grandes jugadores globales, pero la falta de coordinación de los países europeos convierte a esta Unión en un gigante en el papel y un grupo de enanitos en la práctica. Todo parece indicar que el papel geográfico que desempeñó Europa de los años cincuenta a ochenta lo va a ocupar el sureste asiático, donde se encuentran numerosos países vecinos de China, y las aguas que bañan a todas esas naciones y Japón, aguas infestadas de islas artificiales, peñones y demás accidentes que pueden convertirse en cualquier momento en lugares de fricción potencialmente peligroso. Como en el pasado, habrá que contar con la suerte para que Taiwan o lugares cercanos no sean escenarios bélicos, pese a la creciente presión que van a vivir. ¿Y las guerras proxy? Se darán, pero parece que de otra manera, al menos por ahora. De hecho lo de Huawei es una nueva versión de ese tipo de guerras, en las que las nuevas tecnologías permiten amplificar exponencialmente el número de afectados y al intensidad de las mismas, a la vez que, parece, disminuir la crueldad. No parece que, de momento, vayamos a vivir “Nicaraguas”, “Angolas” o “Vietnams, pero sí que conflictos como el de la tecnológica suponen el llevar el campo de batalla a las vidas de los ciudadanos de todo el mundo, que se ven perjudicados, y a las cuentas de resultados de los gigantes empresariales de ambos lados, que son los mayores portaviones del mundo, operando sin cesar en el infinito mar de las finanzas y colectividad globales. Los daños económicos que pueden generar decisiones como las de esta semana son enormes, extensos y de difícil gestión, y amplifican mucho el efecto de medidas que, sin disparar tiros, tratan de derrotar al enemigo. Este es otro ejemplo de que nuevas tecnologías traen, inevitablemente, nuevas armas.

¿Y entonces, qué papel le espera a Europa en todo este escenario? Pues en parte de comparsa, de sufridor y de potencial aprovechador de las fisuras que puedan surgir. En un mundo de relaciones comerciales, Europa las mantiene a todo trapo con ambas partes, y si las empresas norteamericanas son penalizadas por los chinos, o viceversa, las europeas pueden intentar ganar cuota en ambos mercados como oferentes de sustitución. Por el lado malo, el que no dominemos las tecnologías ni tengamos poder de mercado nos deja a merced de las decisiones de ambos contendientes, que pueden hacernos mucho daño. En todo caso, nuestro protagonismo es mucho menor y eso hace que la historia sea muy distinta a lo que hemos vivido en el pasado. Oportunidades, sí, las hay, y riesgos, sin duda enormes. A saber lo que va a pasar.

martes, mayo 21, 2019

Huawei y la nueva guerra fría


Quizás el día de ayer pase a los libros de texto como el que dio lugar, de manera oficial, al inicio de una segunda guerra fría entre dos superpotencias globales. Como los tiempos han cambiado mucho desde que se declaró la primera, ahora no se enseñan cohetes, tanques y tropas desfilando, o al menos aunque existen no se hace tanto alarde de ellas. En épocas virtuales como la nuestra lo que manda es la tecnología, el ciberespacio y la economía, y ese es el nuevo frente de batalla en el que se dirime la supremacía global. La rivalidad que existe en todos los ámbitos entre EEUU y China se desata, de manera descarnada, en el mundo virtual, donde la situación de igualdad es máxima entre ambas potencias.

La decisión de Trump, mediante un decreto, de considerar a Huawei como una amenaza para la seguridad de los EEUU se tradujo en la noche del domingo en un anuncio por parte de Google de que rompía relaciones con la empresa china. Esa ruptura implica que Android, el sistema operativo que usan los teléfonos de la marca castigada, ya no se instalará en los nuevos terminales que salgan a venta a futuro, y no se actualizará en los ya existentes. Así mismo, la tienda de aplicaciones de Google deja de estar disponible para los modelos de la marca y, por tanto, no se podrán instalar nuevos softwares ni actualizar los que ahora disponga cada usuario en su terminal. Si eso se lleva a la práctica de manera estricta Google acaba de mandar a la chatarra a millones, muchos millones de terminales y, de un plumazo, se ha cargado una gran parte de la empresa Huawei, que en países como España alcanza un tercio de las ventas de los terminales. Es un golpe devastador, que ningún bombardeo físico sería capaz de hacer, en su extensión e implicaciones. Así es la guerra moderna. Más allá de que este movimiento demuestra hasta qué punto estamos en manos de empresas como Google, cuyas decisiones pueden condicionar nuestras vidas de una manera insospechada, lo cierto es que el golpe que recibe la entidad china es muy duro, y está por ver cómo será capaz de soportarlo. Huawei es mucho más que una empresa de smartphones, y es de hecho por otras de sus divisiones donde surge todo el problema. Está presente en dos áreas de desarrollo tecnológico en las que es puntera, más que las empresas norteamericanas, y ocupa una posición de dominio. Una, a corto plazo, es todo lo relacionado con la tecnología móvil 5G (antenas, infraestructuras, hardware y software de dispositivos, etc) y otro a más largo plazo, con las tecnologías de la inteligencia artificial. En ambos campos Huawei es una empresa líder en el mundo, y está a la cabeza de desarrollos, contratos, facturación y descubrimientos. Es un dominador global que rinde cuentas al mercado y, sobre todo, al gobierno chino. Es una empresa en la que resulta difícil discernir dónde acaba el equipo directivo y comienza la estructura de cargos del Partido Comunista chino, que es el que manda y decide todo lo que sucede en aquel país. ¿Espía Huawei para el gobierno chino? Ninguna duda al respecto. ¿Es ese espionaje una amenaza para los intereses nuestros y para otras naciones como, por ejemplo, EEUU? Sí, sin duda. Ahora también podemos hacernos dos preguntas a la inversa. ¿Espía Google para el gobierno norteamericano? Ninguna duda al respecto. ¿Es ese espionaje una amenaza para los intereses nuestros y para otras naciones como, por ejemplo, China? Sí, sin duda. Teniendo esto bastante claro, y más nos vale que así sea, a lo que asistimos realmente no es sólo, que también, una lucha por patentes, propiedad intelectual, dominio de un mercado y jugosos contratos, sino una disputa al más alto nivel sobre la supremacía global entre el actual regente, EEUU, y China, la potencia emergente que crece y crece sin freno y que supone para Washington el rival más directo en todos los ámbitos que uno sea capaz de imaginar, los ya creados y los que, ahora mismo, se desarrollan en centros de investigación.

Es obvio que Huawei no se va a quedar quieta, y mucho suponen que tiene desarrollados planes por si algo como esto llegase a suceder, y el gobierno chino puede reaccionar de igual manera, no limitando software, donde no posee mercado, pero si imponiendo barreras de entrada de productos norteamericanos a su fascinante mercado. Ayer Apple cayó en bolsa más de un 3% por ese miedo, pero esas represalias, que se pueden escalar sin fin, pueden ser sólo el principio de algo mucho más grave y serio, el de la parcelación del mundo en dos bloques, en dos ideas y formas de entender la vida, que rompa las casi tres décadas que llevamos viviendo de globalización abierta. Volver a un mundo bipolar es peligroso, ruinoso en muchos aspectos y, para los que nos pilla en medio, un chantaje permanente. Agárrense a la silla, vienen muchas curvas.

viernes, mayo 17, 2019

Locos por los tronos


Parece una obviedad el hecho de que vivimos en un mundo de alto grado de postmodernismo, que muchas veces me supera por completo. Los mayores problemas para miles, millones de occidentales hoy mismo no son ni las elecciones europeas ni el cambio climático ni la economía ni lo que suceda en el Golfo Pérsico. No, tienen que ver con series de televisión, que consumen de manera compulsiva, como de forma ávida y desmadrada, a veces con una tendencia a la bulimia que es preocupante. Este fin de semana se acaban dos que han marcado una época en el medio, y han forrado completamente a todos los que han estado involucrados en su desarrollo y creación.

Creo que es hoy cuando se emite en EEUU el último capítulo de The Big Bang Theory, ejemplo perfecto de genialidad que, al ser alargada en exceso para hacer caja, pierde gran parte de su sentido. ¿Personajes como esos que se casan, tienen sexos e hijos? Eso es algo completamente inverosímil. Larga vida a Sheldom y su tropa, aunque es mejor eliminar las últimas temporadas en su totalidad y quedarse con la grandeza de las primeras. Pero lo que tiene a todo el mundo desquiciado es el final de Juego de Tronos, que creo que tendrá lugar la noche del domingo en EEUU. El último capítulo de esta octava temporada se emitirá y, en teoría, se acabará la franquicia más elefantiásica, rentable y apabulladora de la historia reciente de la televisión. Las audiencias no son espectaculares, dado que se emite por plataforma, no en abierto, y aun así superan de largo la decena de millón de espectadores al otro lado del charco, pero el impacto que ha generado la serie es global. Aquí ha pasado algo parecido, con audiencias cortas y dependientes de plataformas y streamming y millones de comentarios en redes sociales, descargas ilegales e intentos de asesinatos ante la que se ha convertido, sin lugar a dudas, la serie en la que el destripe posee mayor valor como arma y resulta tan mortal para el espectador como para los personajes de la trama. Millones de personas han seguido en todo el mundo las andanzas y penares de las criaturas creadas por George RR Martin, que en televisión se simplificaron para poder ofrecer un conjunto coherente que se desborda en unos libros complejos, muy bien escritos pero de lectura difícil a la hora de hacerse una idea completa de la trama. Llegó un punto en el que la serie alcanzó a los libros y se tuvo que optar por esperar a Martin o buscar otro camino. La facturación en aquel momento ya era salvaje, el negocio financiero de la serie generaba una cantidad de millones que ni la fortaleza de los Lannister en Roca Casterly sería capaz de alojar y, obviamente, los productores pasaron de la tendencia de Martin a disiparse y emprendieron un nuevo rumbo, diseñando tramas alternativas y una tendencia a futuro, con un final que se hará público este fin de semana. La promoción que ha tenido la serie ha sido espectacular, y a ella han contribuido personajes como Trump, que en sus inefables tuits la ha mencionado muchas veces, y casi todos nuestros políticos, carentes de ideas sobre cómo gestionar el país (ni apenas saben cómo mantener en pie sus propios partidos) que se autoproclaman Khalessis, guardianes de la noche o cualquier otra cosa, cometiendo ridículos de talla mayor cada vez que hacen mención a la trama. Si el abuso de poder, la codicia infinita y la irresponsabilidad son los males que se retratan una y otra vez en los libros y la serie, ¿qué narices hace un candidato electoral, que ansía el poder sobre todas las cosas, apropiándose de un texto que, si uno se fija bien, lo pone como peligro público? En fin, quizás algunos hayan cobrado de la productora por todo el juego que le han dado al tema.

El absurdo del fanatismo de la serie está llegando a que ya son cientos de miles las firmas que solicitan un final alternativo porque no les gusta el que les están dando. Imagino al bueno de Martin, desde su sofá, riéndose a carcajadas, ante tanta tontería, y pergeñando unas novelas en las que las cosas no acabarán como lo han diseñado los guionistas de la serie. Y preveo que en el futuro, una mañana de agosto, en un campo desolado de Iowa, miles de seguidores de la serie y miles de los libros se enfrentarán a muerte para dilucidar cuál de los dos finales es el correcto. Volarán cabezas, manos y la crueldad extrema se alzará como la victoriosa, y sobre los restos de los vencidos, sin dragones, el fuego de las piras funerarias se alzará para coronar al mayor de los fanáticos de la televisión, que tendrá siervos, hijos, amantes, y soñará con un castillo enorme al borde de un fiordo, donde pueda desembarcar como Rey.

Subo a Elorrio y me cojo el lunes festivo. Nos leemos el martes.

jueves, mayo 16, 2019

Iceta se queda sin pista de baile


Tengo serias dudas sobre lo que estamos viendo en relación a la designación de Miquel Iceta como próximo presidente del Senado. El que dentro de nueve días se vuelva a votar me produce la sensación de que algo hay orquestado en todo este proceso, que no es casual que Sánchez se embarre en una decisión que va camino del fracaso y que Esquerra renuncie a apoyar al candidato socialista. ¿Ganan votos ambos partidos con sus respectivas jugadas? ¿Les resulta rentable de cara a sus electorados sacrificar a Iceta en el altar de los medios para reclutar adeptos? Si es así, estaríamos ante otra de esas jugadas sibilinas de las que tan aficionado es Sánchez, aunque admito que en este caso el retorcimento de la realidad puede resultar exagerado.

La decisión de Sánchez de hacer a Iceta presidente del Senado descolocó a muchos, quizás incluso al propio nominado, y dejó en el aire la pregunta de por qué, justo después de celebrar elecciones a Congreso y Senado, el PSOE escoge como candidato para presidir la cámara alta a un político que no estaba en las listas electorales, no fue por tanto escogido como senador, y debe ser nombrado como tal por la cámara autonómica. Y llevar una votación al parlamento catalán, sobre lo que sea, es asistir al triste espectáculo diario del independentismo sectario y manipulador. Normalmente las designaciones de senadores por los parlamentos autonómicos han sido un mero trámite, todos los grupos han apoyado a los candidatos que se han presentado por uno u otro lado porque si ahora te toca a ti, luego me tocará a mi, y el papel mismo del senado es visto, con razón, como algo secundario. Sólo en la pasada legislatura, con el bloqueo al presupuesto y la puesta en marcha del 155 se pudo ver a esa cámara como un reducto de poder auténtico. Si Sánchez confiaba en que esa tradición se fuera a mantener se ha dado con un canto en los dientes. Desde un principio era obvio que la candidatura de Iceta a senador dependía en exclusiva de los votos del independentismo, dado que PP y Ciudadanos iban a dejar hacer. Era obvio que, con elecciones a dos semanas vista, Sánchez no iba a pactar nada con los independentistas para conseguir un puesto que se había sacado de la manga, por lo que el proceso de elección del político catalán podía ser vendido al electorado del conjunto del país como una nueva muestra de que (antes de unas elecciones) el PSOE no se sienta con los independentistas. Es una buena jugada. Por el lado secesionista, bando moderado y bando radical (aunque cada vez sea más difícil decir quién es quién) la propuesta de Iceta les ponía sobre la mesa la posibilidad de mostrarse duros con los suyos. En un ambiente de lucha fratricida entre Esquerra y los puigdemoníacos, si uno de ellos afloja la presión el otro le puede acusar de traidor ante los electores desatadamente independentistas, que son legión. No hay alicientes para ser moderados, y las decisiones que han tomado ambos partidos, con excusas peregrinas de todo tipo, esconden en el fondo esa rivalidad por ver quién es más extremista ante el mismo votante, para llevárselo. De ahí que la decisión que han adoptado, y que salvo enorme sorpresa se llevará hoy a la práctica, se encuadre en este proceso de competencia electoral que termina el 26 de mayo. La alcaldía de Barcelona y otros centros de poder están en juego y ambas formaciones, que se odian, quieren ser decisivas. En la primera vuelta del 28A ERC le ganó la mano a los herederos del pirado en Bélgica. Ahora está por ver si eso se repite o no, y el escaño en el Parlamento europeo también está en juego.

¿Sería todo esto muy distinto si estuviéramos en un escenario postelectoral? Muy probablemente sí, porque entonces ni PSOE ni ERC tendrían nada que perder, en votos que ya están contados, si pactan, acuerdan o se acuestan, y probablemente pueda suceder algo por el estilo en un par de semanas o tres, quizás en otros ámbitos. Pero el senado se constituye la semana que viene y creo que es obligado escoger cargos y presidencia antes del día 26, por el correr de los plazos formales. De ser así Iceta perdería ese tren, y quizás otro en forma de ministerio le esperase para salvar su cara tras este bochornoso proceso. En todo caso queda claro que, con o sin paripé, la influencia de los independentistas en la gobernabilidad nacional sigue siendo muy alta, y eso en sí mismo es una muy mala noticia.

martes, mayo 14, 2019

Descontrol en el Golfo Pérsico


Puede que sea por la marcha de personas como HR McMaster o Jim Mattis, que ejercían el papel de “adulto en la sala” que tanto se echa en falta, o por la llegada a los más altos cargos de la administración de Michael Pompeo o John Bolton, que son aún más impulsivos e intervencionistas que su jefe, pero lo cierto es que en unas pocas semanas se han producido una serie de acontecimientos que han colocado a cuatro de los frentes en los que se desarrolla la política exterior norteamericana ante un panorama de enorme gravedad, con un deterioro evidente de la situación (y sensación) de seguridad. Venezuela, Corea del Norte, Irán y China son, ahora mismo, crisis plenamente abiertas.

Ya hablamos aquí la semana pasada del pulso comercial entre EEUU y China, que va a más y hace aumentar la sangría de las bolsas, que ya se han comido buena parte de las ganancias de lo que parecía que iba a ser un gran año. Las otras tres crisis tienen un componente mucho más militar que económico, y es en principio la iraní la que posee el mayor potencial desestabilizador. Conocida es la ojeriza mutua que se tienen los gobiernos de Washington y Teherán desde que la revolución islámica triunfó en Persia y “muerte al satán de EEUU” se convirtió en lema habitual de las manifestaciones en la capital iraní. Durante los últimos años se han producido dos sucesos muy interesantes en este conflicto. Uno fue la firma del tratado nuclear entre los ayatolás y las potencias internacionales, que paralizaba el programa de enriquecimiento de uranio iraní, que se vendía como una vía de investigación para fines civiles pero todo el mundo sabía que era la base de un programa de armamento. El segundo ha sido el enorme refuerzo de la posición de Irán en el tablero local tras el desarrollo de las guerras de Irak y Siria. Hoy Irak es, en gran parte, un protectorado de la propia Irán, donde extiende su influencia con poco disimulo, las batallas sirias le han dado la posibilidad de acceder al control indirecto de varios de sus territorios y, la verdad, todo lo sucedido allí en los últimos tiempos ha tenido a Irán como uno de los ganadores. En paralelo, la influencia sunita de Arabia Saudí, su gran rival en la región, ha salido muy mal parada, y las guerras en las que, vía estados o fuerzas “proxy” ambas potencias se han enfrentado han supuesto, en general, derrotas de Riad y victorias de Teherán. Israel ha ido viendo esta situación con creciente nerviosismo, porque uno de los objetivos declarados de Irán es acabar con el estado israelí, y las milicias sostenidas por Teherán que actúan en las fronteras judías (Hamas en Gaza y Hezbola en Líbano) no cesan en sus ataques. La llegada de Trump al poder supuso un refuerzo instantáneo de las posiciones israelíes en la zona, con gesto como el traslado de la embajada a Jerusalén, y la reanudación de las hostilidades de palabra con Teherán. Hace un año EEUU revocó su compromiso con el pacto nuclear y reanudó las sanciones sobre la economía persa, que ahora empieza a sufrirlas en serio, momento en el que los ayatolás se han declarado abiertamente partidarios de romper con ese acuerdo. ¿Está muerto el pacto? Así lo parece, y eso es, en sí mismo, una mala noticia. En paralelo al lenguaje inflamado, EEUU está aumentando la presión militar en la zona del golfo pérsico, con el envío de una escuadra encabezada por el portaviones Abraham Lincoln, lo más parecido que existe a un destructor estelar de “La guerra de las galaxias” y la acumulación de fuerzas en la zona empieza a ser lo suficientemente considerable como para que, no sólo la tensión crezca, sino que también lo haga la probabilidad de incidentes, accidentes o eventos que puedan descontrolarse. El gobierno español ha ordenado a la fragata Méndez Núñez que no entre en las aguas del estrecho, para no verse involucrado en lo que allí pueda pasar, y el temor a una escalada crece.

Es estrecho de Ormuz es la salida natural de muchos petroleros que se abastecen de las costas iraníes y saudíes, que se miran amenazantes unas a otras a escasa distancia. Los oleoductos internacionales han reducido algo su valor estratégico, pero sigue siendo uno de esos cuellos de botella de los que depende la economía global. En estos últimos días se han producido incidentes en la zona que ha afectado a petroleros y que son calificados como sabotaje por Arabia Saudí. ¿Qué está pasando en la zona? ¿Hay escaramuzas entre los saudíes y los iraníes? Jugar con fuego es peligroso, y el petróleo arde y hace arder, no sólo metafóricamente. Desde que es independiente en lo que hace a producción de crudo, EEUU ha perdido mucho miedo a un enfrentamiento que dispare los precios del oro líquido. Mucho ojo a lo que allí pueda pasar.

Mañana, San Isidro, es festivo en Madrid. Será el último día de gran calor. Nos leeremos el jueves.

lunes, mayo 13, 2019

Rubalcaba


Poco voy a poder añadir a lo mucho que se ha escrito sobre la figura de Pérez Rubalcaba en este fin de semana, tras su fallecimiento el pasado viernes. Apenas un par de días estuvo ingresado en el hospital, lo que muestra lo devastador que fue el ictus que sufrió, que de raíz eliminó todas sus opciones vitales. Poseía antecedentes de cardiopatías, pero los condenados ictus pueden presentarse antes o después, y no requieren tener un perfil dado, aunque evidentemente hay factores de riesgo que los alientan. A los sesenta y siete años no era mayor, y es una pena que una vida tan intensa, sabia, llena de conocimientos, secretos e historias se apague en un suspiro, perdiéndose todo lo que en ella se albergaba, que sin dura era mucho.

Cultivó Rubalcaba la imagen de hombre con tono siniestro, de genio del mal, de ser tan conspiranoico como sibilino, de estar tan informado que sólo su mirada imponía un cierto miedo al rival, estuviera en el partido de enfrente o en el suyo propio. Quizás al final vio que era mejor mantener esa imagen y el plus de respeto y temeridad que otorgaba que admitir que no tenía ni tanta información ni tanto poder. Sus elecciones de liderazgo resultaron erradas, como cuando apostó por Susana Díaz y se enfrentó a Pedro Sánchez, lo que nos puede hacer suponer que la inteligencia, que poseía en abundancia, no está necesariamente unida al éxito político. A lo largo de su carrera lo fue todo, absolutamente todo, excepto presidente del gobierno. Curiosamente, hasta que ganó las elecciones, era Rajoy el político con el que compartía una carrera más similar, habiendo desempeñado ambos portavocías, ministerio de educación y otras esferas del poder. Cierto, difícil encontrar a dos políticos más opuestos en tono, estilo y formas, pero sus carreras eras curiosamente paralelas. Cuando Rajoy llega a la Moncloa esa similitud se rompe, porque lo hace precisamente a costa de un Rubalcaba que recoge los despojos del PSOE para estrellarse con ellas en los acantilados de la crisis. Carente de opción alguna en esas elecciones, Rubalcaba se presenta a sabiendas de que va a perder, pero tiene un proyecto a largo plazo para el partido y empieza a recabar el poder. Alcanza la secretaría general y se convierte en la oposición certera de un gobierno popular que gana unas elecciones y descubre que todo lo que podía ir mal iba a ir mucho peor. Las sucesivas citas electorales siguen hundiendo el suelo del PSOE y su liderazgo empieza a fracturarse. Él, que fue el mejor número dos de la política española, empieza a sentir el vértigo del número uno. Acostumbrado a la gestión pública y a los tejemanejes internos, comprueba que estar en lo alto del poder de una organización no es exactamente lo suyo. Carece de un “Rubalcaba” que le gestione el día a día y le arregle los entuertos que van saliendo, y poco a poco se desencanta. Una estrepitosa derrota en las europeas de 2014 le aboca a dejarlo. Podía haber tratado de aguantar, pero se ve incapaz. Dimite de sus responsabilidades y deja la política para volver a la universidad, donde daba clases de química orgánica. Como se dice de todo rival cuando deja de serlo, el resto de políticos empiezan a ensalzar su figura y poco a poco se le va reconociendo más fuera de su partido que dentro de él. El PSOE inicia entonces una lucha interna que lo desgarra hasta niveles no imaginados, Rubalcaba apuesta por yegua no ganadora y el caballo vencedor le reservara animadversión infinita hasta este fin de semana, en el que ha presidido su capilla ardiente en el Senado, compungido por fuera, y también en parte por dentro, porque para los socialistas, sean de la familia que sean, la pérdida de Rubalcaba es devastadora.

Ya lo dijo una vez, en España se entierra muy bien, y hemos vuelto a comprobarlo. Estos días de homenaje han reunido a casi toda la clase política española, en recuerdo de una figura única, controvertida, que no dejaba de suscitar admiración y que como señaló Rajoy en el precioso artículo que escribió el viernes, era demandado por todos los partidos. Todos queríamos a un Rubalcaba, y eso ya lo dice todo. Tentado mil veces para escribir sus memorias, dijo en más de una ocasión que lo que podía contar no le interesaría a la gente y lo que le interesaba a la gente no podía contarlo. Ahora, ya, entre las sombras, su mente no existe, y todo lo que ella dilucidaba, sabía, creaba y, también, maquinaba, no es sino vagos recuerdos de los que, aún vivos, le trataron y conocieron. Demasiado joven se ha marchado. DEP

viernes, mayo 10, 2019

La guerra comercial nos aplasta


Hay un viejo adagio bursátil anglosajón que reza “sell in May ando go away” algo así como “vende en mayo y lárgate” que viene a recomendar que, si el primer tramo del año ha sido muy bueno, ya has hecho el ejercicio, liquida posiciones y dedícate a ver pasar el tiempo. Los muy buenos resultados de la bolsa en este primer trimestre hicieron que el pasado fin de semana se hablara mucho de este consejo, y análisis numerosos salieron sobre si mayo es un mes bajista o no. Al final, como siempre, conclusiones para todos los gustos. Desde luego, a viernes 10, la bajada del Ibex de más de un 5% que llevamos en la semana hará pensar a muchos que siguen en mercado que por qué no hicieron caso a esas palabras del dicho y vendieron antes de la caída.

¿Por qué estas caídas? Como buena ciencia forense, la economía es atinada encontrando culpables para sucesos que no fue capaz de prever antes de que se dieran. En este mayo revuelto todos los ojos se vuelven hacia EEUU y China, y sus disputas comerciales. Esta semana concluye el plazo, en teería, para firmar una serie de acuerdos entre ambas potencias para desescalar las hostilidades, y a lo largo de la semana la sensación general ha ido mutando desde la expectativa optimista al temor al desastre. ¿Por qué? No hay mucha información disponible, pero si ruido e indicios. Los indicios hacen referencia al viaje de varios altos cargos de la economía china a Washington con cara de pocos amigos, ánimo de decir casi nada y muestras de preocupación en su semblante. Todo esto por sí mismo no quiere decir (casi) nada. El ruido proviene del inefable Trump. Armado con su twitter, que parece ser mucho más efectivo como arma de destrucción masiva de mercados que cualquier bomba convencional, el disparate que gobierna EEUU lleva toda la semana lanzando amenazas contra los chinos, reiterando que subirá los aranceles y mostrando su hartazgo ante unas conversaciones que ni avanzan ni se encaminan hacia sus intereses. A golpe de tuit Trump ha desestabilizado los mercados y ha marcado su rumbo, en un proceso que es tan absurdo como peligroso. ¿Juega Trump de farol? Muchos son los que dicen que esta es su táctica habitual de negociar, rodear al enemigo, asustarlo, aterrorizarlo y, luego, acabar firmando un acuerdo en el que obtiene algunas ganancias, pero no muchas. Tácticas marrulleras de este estilo pueden ser válidas entre pillos que juegan al pelotazo inmobiliario en un solar de Manhattan, pero están completamente fuera de lugar en el contexto de las relaciones internacionales y, si me apuran, dese luego de son impropias de ser narradas en vivo y en directo. Quizás entre bambalinas las negociaciones comerciales sean mucho más agresivas que las broncas de aficionados a esa cosa que se juega pegando patadas a un balón (que ya es decir) pero no se narran en abierto, porque eso supone ofrecer bazas al contrario y genera daños en todos los actores que pueden ser más o menos permanentes. De hecho gran parte de los profesionales de los mercados empiezan a estar más que hartos de trump, sus tuits y su pose, que sólo crea inestabilidad, incertidumbre, malos ratos. Algún muy mal pensado cree que Trump, quizás, lo que busca, es forrarse en la bolsa. Es el que posee la información privilegiada de mayor calado, y gestiona los tiempos. Hunde el mercado con dos tuits en los que anuncia el fracaso de las conversaciones y su furibunda ira, compra, y luego vuelve a tuitear diciendo que en el último minuto se ha alcanzado u acuerdo que le hace muy feliz. El mercado reacciona, sube, y Trumo se forra. De acuerdo, eso sería MUY ilegal, pero ¿a que no le sorprendería que el personaje actuase de esta manera?

De momento, en los hechos, a las seis de la mañana horario nuestro ha entrado en vigor un recargo adicional del 10% por parte de EEUU a las importaciones de miles de productos chinos, recargo que se suma al 15% que ya estaba establecido. ¿Una última baza negociadora para meter miedo y demostrar que no se juega de farol? ¿Preludio del acuerdo? ¿Síntoma de ruptura de negociaciones? ¿Tacticismo o estrategia? No lo se, aún es pronto para ello, pero es probable que en pocas horas o días sepamos como acaba este episodio. De momento veremos cómo responden hoy los mercados y cómo acaba esta semana aciaga para el Ibex. En todo caso, recuerden, en las guerras comerciales no gana nadie, perdemos todos. Unos más y otros menos, pero todos perdedores.

jueves, mayo 09, 2019

Día de Europa y elecciones


Hoy, 9 de mayo, se celebra el día de Europa con motivo del aniversario de la declaración de 1950, que fue el preludio de lo que luego sería la CECA, la CEE, la UE… es festivo en las instituciones europeas y, para los que allí trabajan y los que desarrollamos nuestra labor día a día en temas europeos, aunque nosotros no disfrutemos de un día feriado, es una jornada conocida como San Schuman, en recuerdo al ministro francés de exteriores así apellidado, que fue el que lanzó esa declaración hace ya casi setenta años. Es considerado uno de los padres de la Unión y su nombre se encuentra en presente en numerosas salas, edificios y calles de Bruselas, ciudad en la que la UE se hace sentir más que en cualquier otra parte.

Es extraño el día de Europa de este 2019 porque coincide con unas elecciones europeas, a celebrar dentro de tres fines de semana, de especial relevancia para el futuro de este entramado europeo que hemos construido entre todos. En España esas elecciones, normalmente vistas como algo menor, grave error, serán esta vez aún menos mediáticas por la coincidencia con las municipales y gran parte de las autonómicas, y por la inevitable, aunque también errónea, tendencia a considerar las elecciones del próximo 26 como una segunda vuelta de las celebradas el pasado 28. Por ello, me temo, será Europa un tema muy orillado en el debate político nacional, justo cuando los vaticinios sobre cómo será el próximo parlamento comunitario se muestran de lo más variados y, si se quiere, peligrosos. Por primera vez un grupo de diversas formaciones euroescépticas, cuando no directamente enfrentadas al sueño de la Unión, se presentan coordinadas y con programas convergentes, centrados en menos Unión, menos compromisos entre países y disolución de muchas de las estructuras vigentes. Es paradójico, pero formaciones con programas radicales en los que prima el nacionalismo de los países en los que radican se presentan a unas elecciones internacionales sin llegar a conformarla, pero actuando en coalición. Es algo parecido al hecho de que un partido antiautonomista como Vox se presente a las elecciones regionales. Pensarán los cáusticos que lo hacen, unos y otros, por las subvenciones que se pillan al acceder a las instituciones, y no andarán desencaminados, pero no deja de ser algo amargo ver como los enemigos de un sistema se aprovecha de él para destruirlo. Formaciones como en condenado UKIP en Reino Unido, los seguidores de Le Pen en Francia, los muchos fanáticos de Orban en Hungría, los movilizados por el fenómeno Salvini en Italia… son bastantes los grupos que, analizados uno a uno, tienen visiones cerradas y muy distintas de la vida, pero que comparten un ideario que podemos definir como populista, nacionalista, tradicionalista y cerrado, frente al mundo abierto en el que vivimos. Aprovechan la zozobra en la que ya nada es lo que parece y las certezas que, si las hubo, reinaron en el pasado, ya no funcionan. Presuntamente coordinados por el norteamericano Steve Bannon, antaño consejero áulico de Trump, es discutible el peso que pueden alcanzar en el futuro parlamento, pero es seguro que tendrán uno considerable. Frente a ellos, las tradicionales familias políticas europeas, socialdemócratas, liberales y conservadores, ven amenazada su prevalencia y, quizás, estén obligadas a coaligarse entre ellas, venciendo los habituales rechazos y luchas que han existido toda la vida entre ellos. Si finalmente eso sucediera la presencia de los populistas sería un revulsivo para una nueva forma de hacer política, vía consensos transversales, pero está por ver que eso sea así, y el riesgo que se corre es muy elevado. Por eso estas elecciones europeas son tan tan importantes.

Y en ellas, por cierto, se van a dar algunos absurdos dignos de estudio. En España se celebran el domingo 26, pero es la fecha límite, y en otros países se vota antes. ¿Cuál es el país que votará primero? Reino Unido, el jueves 23. Sí, los enredados en el Brexit, los que se van pero no se van, los creadores de uno de los principales problemas que afronta la Unión en su conjunto serán los primeros llamados a las urnas para elegir unos parlamentarios que no debieran ejercer su cargo si el Brexit se lleva finalmente a cabo. Y uno de los elegidos, hay pocas dudas al respecto, es el inefable Nigel Farage, que vuelve a la carga contra la Unión pero no hay nada en el mundo que desee más que vivir a cuenta del presupuesto comunitario. Todo esto, más que política, es de psicología avanzada. Sí, Europa, muchas veces, es postmodernismo en estado puro.

miércoles, mayo 08, 2019

Pucherazos Erdogán presenta


La degeneración de Turquía es imparable, y la pérdida de calidad democrática de su sistema de poder parece que ya no tiene vuelta atrás. La usurpación absoluta del poder por parte de Erdogán tras el fallido golpe de estado de 2016 le ha otorgado todas las riendas del poder, a la vez que la coacción a los medios de comunicación y las fuerzas opositoras no ha dejado de crecer. El sultanato que ha organizado el líder desde su macropalacio de Ankara tiene cada vez más resortes disponibles, y como en todo buen régimen autoritario, si se permiten elecciones es para ratificar los designios del líder y de su formación. No se contempla que un dictador pierda unos comicios y, si eso sucede, se amañan para que el resultado sea el que debe ser.

Una prueba fantástica de todo esto lo tenemos en las muy recientes elecciones municipales celebradas en la misma Turquía. El régimen controlaba los ayuntamientos más importantes del país, encabezados por Estambul y Ankara, y se presentó esas elecciones como un trámite para mantener el poder. Pero, oh, sorpresa, las perdió. Por los pelos, por décimas de porcentaje de voto, pero las alcaldías de esas ciudades fundamentales, y de otras, cayeron para el lado de la oposición. Y todo en medio de un recuento con parálisis, horas de sombra y sospechas de todo tipo. Imagino a los socios de Erdogán, los autoritarios unidos del mundo, que quizás tengan hasta un propio grupo de whatsapp, riéndose del sultán por su chapucera forma de gestionar las elecciones. Putin, Xi Jinping, y toda esa tropa mandándole memes divertidos a un furibundo residente del palacio presidencial de Ankara. ¿Cómo se arregla esto? Pues nada, se anulan las elecciones y vuelta a votar. Eso es lo que ha decidido la junta electoral suprema sobre los comicios celebrados en Estambul, y obliga a repetirlos en esa ciudad, la más poblada, rica y poderosa del país, por considerar que ha habido irregularidades que falsean el resultado. Todo el mundo sospecha que esas “irregularidades” son las que han permitido que la oposición se haga con el gobierno local, y que lo “regular” y debido es que el AKP, partido islamista de Erdogán, gane los comicios. A buen seguro estas votaciones se celebrarán con todas las garantís posibles, la publicidad de las formaciones será ecuánime, no se producirán presiones sobre el electorado, la jornada de votación transcurrirá en calma y el recuento será claro, rápido, directo y sin mancha alguna de duda sobre su fidelidad. Todo lo anterior no es sino una serie de frases falsas en las que no meto las comillas necesarias para no agobiar al lector. Tras el susto sufrido en la votación anterior, Erdogán y los suyos se esforzarán al máximo para que el resultado de estas municipales repetidas les sea propicio. Seguramente no forzarán una victoria escandalosa, que levante no ya suspicacias, sino absoluto cachondeo global, pero sí una lo suficientemente clara como para disipar dudas y mantener el control sobre la urbe y sus ciudadanos, cosa más que necesaria para la legitimidad de un régimen que no puede permitirse el lujo de tener un bastión opositor en el principal escaparate global de su país. Escarmentado de lo sucedido, es casi seguro que no se volverán a repetir errores del pasado y que esta vez las elecciones darán lo que debe ser. Seguro que mira Erdogán con envidia los referéndums celebrados hace pocos días en Egipto, en los que el mariscal Al Sisi ha conseguido bajas participaciones, en el entorno del 40%, y aplastantes victorias en el entorno del 90%, en un perfecto ejemplo de lo que es un plebiscito organizado por una dictadura, que no es más que el eco de su autoritarismo. Émulos de personajes como el hombre fuerte egipcio también habrán sentido un gustirrinín por cómo se han hecho las cosas allí. Trump, Bolsonaro, Salvini soñarían con algo similar, y en nuestro patio político Torra, Puigdemont y todos sus repugnantes secuaces se habrán repetido una y mil veces lo democrática que ha sido la votación egipcia, y que ellos también quieren una así, y que cómo les gustaría ser como Turquía, anular las votaciones en las que pierden y volver a celebrarlas hasta ganar (y después, con el triunfo en la mano, para qué volver a votar?)

Derivada económica que nos pilla de cerca de lo sucedido en Turquía es el desplome de la lira turca y, de rebote, el destrozo que eso hace a las cuentas del BBVA, poseedor del banco Garanti, una de las principales entidades financieras de aquel país. La economía turca lleva meses de recesión y la actitud irresponsable de su sátrapa gobernante no hace nada para levantarla, sino más bien al contrario. La lira se deprecia cada día y decisiones como las de este pucherazo en Estambul hacen huir a cualquier inversor razonable. En medio de un ambiente internacional caldeado, que insólitamente hace esfuerzos por frenar el crecimiento, al BBVA le salen constantemente enanos en el jardín, y el de Turquía es uno que puede hacerle un destrozo, y no sólo en los rosales. Desde el banco se mira con mucha preocupación lo que allí pasa. Como para no.

martes, mayo 07, 2019

Tregua eurovisiva en Gaza


Llevamos ya más de un día de frágil, insegura, pero cierta tregua entre Israel y Gaza, tras un recrudecimiento de la tensión que ha llevado al mayor choque bélico desde la guerra de 2014. El constante lanzamiento de cohetes desde la franja por parte de las milicias islamistas de Hamas y la respuesta contundente del ejército israelí dejan un balance de cuatro israelíes y veinte palestinos muertos, cifras que sorprenden sobre todo por parte del bando israelí, donde las víctimas suelen ser muy reducidas en este tipo de choques, a veces inexistentes. Nuevamente el papel de Egipto parece haber sido determinante para que las hostilidades no vayan a más.

Bueno, y en esta ocasión a las buenas artes de la diplomacia egipcia se debe sumar un factor ajeno, novedoso, que puede parecer ridículo, pero que no lo es en absoluto, y es la celebración en Tel Aviv del festival de Eurovisión. Si no recuerda mal ese evento tendrá lugar el próximo sábado 18 de mayo, y el mero hecho de que delegaciones y turistas de casi toda Europa, y de lugares tan cercanos como Australia viajen allí a celebrar el acontecimiento supone una presión enorme para Israel como anfitrión. La seguridad del evento se puso en primera línea del debate sobre el festival nada más conocerse el resultado del año anterior, que daba el triunfo a la cantante israelí, cuyo nombre no recuerdo, que cantaba una cosa machacona y coreografía algo horrible que tenía relación con el baile del pollito, no estoy seguro. Ganó con gran claridad, y desde entonces se discutió si era una buena idea juntar a tanta gente en un país en el que el tema de la seguridad es un problema de primer orden. Normalmente Tel Aviv, donde se celebra el acontecimiento, la capital oficiosa y el emblema de la modernidad y la sociedad abierta que hay en Israel, se encuentra ajena a ataques islamistas desde Gaza y a otro tipo de asaltos terroristas, mucho más frecuentes estos últimos en Jerusalén, donde no cesan las disputas religiosas, pero eso desde luego no supone una ausencia total de riesgos. Que una reedición de la guerra con Hamas se produzca en medio de los ensayos y el festival es una pesadilla para los organizadores de semejante acto y, en conjunto, para las opiniones públicas europeas, que reniegan cada dos por tres de eurovisión pero que le otorgan año tras año una audiencia más que respetable, casi nunca por el interés musical y casi siempre por el morbillo de ver quién hace la puesta en escena más chocante o, directamente, absurda. Por ello, no resulta nada extraño imaginar que en esta ocasión, a la diplomacia de El Cairo se le habrán sumado presiones de todo tipo, y de muchas cancillerías europeas, para rebajar la tensión entre las partes, atemperar al gobierno israelí para que frene su ofensiva de ataques aéreos y buscar que Irán, que es el duelo de Hamas y de la franja, obligue a su brazo armado local a frenar sus lanzamientos. Si eso es así y al menos, durante un par de semanas, se consigue parar una incipiente guerra, algo bueno habrá conseguido el evento eurovisivo de este año, al margen de las canciones que en él se presenten (probablemente tan nefastas como un bombardeo) pero queda la duda de cómo garantizar la seguridad de la propia ceremonia eurovisiva, larga, compleja y con muchísima gente participante en calidad tanto de público como profesionales e invitados. El reto para Israel es enorme.

¿Y después? Apagados los ecos de las canciones, algo que sin duda agradeceremos en no pocos casos, ¿nada frenará un posible nuevo conflicto? La respuesta es amarga, porque parece que así sería. La situación política en la zona es de estancamiento, cuando no involución. Netanyahu ha conseguido ganar las elecciones, pero el parlamento israelí está profundamente dividido y las minorías religiosas siguen teniendo mucho peso. Hamas sigue fuerte en Gaza y su discurso de odio no cesa, y en Cisjordania la Autoridad Nacional Palestina cada vez tiene menos de autoridad y casi nada de nacional, con un Mahmud Abás atrincherado en un cargo para el que ya carece de capacidad de ejercicio. La solución de los dos estados agoniza y la actitud de Trump aquí (y dónde no) es una fuente constante de problemas. Casi es deseable que en las votaciones de eurovisión haya empate y al final tenga que repetirse para que la tregua dure más.

lunes, mayo 06, 2019

Una noche de rock (para JAOP y FJSH)


¿Estamos viviendo el ocaso del rock? La edad media de sus seguidores crece a medida que las nuevas generaciones parecen ser víctimas de otras influencias, con el malvado reguetón a la cabeza, pero un par de noticias de estos pasados días dan algo de esperanza al género. Hace dos domingos Mark Knopfler llenó el palacio de los deportes de Madrid, y mucho me dolió no estar presente en lo que parece es la gira de despedida de un mito de la guitarra, y el pasado viernes, en el recinto de Valdebebas destinado al a veces esperpéntico Mad Cool, Metallica congregó a 66.000 espectadores en un triunfo absoluto, al que no me hubiera gustado asistir, porque no me va el estilo, pero en una muestra de dominio y seguimiento de masas indiscutible.

Sin tantas alharacas, este pasado sábado noche nos juntamos un grupo de nostálgicos, llamémonos así, en una sala del madrileño barrio de Fuencarral, para escuchar a una banda de tributo, de esas que se dedican a homenajear a los clásicos de los setenta, ochenta y noventa. Armados con batería, bajo, guitarra solista, voz y un teclista que, a última hora, no pudo asistir por un problema médico, la banda, llamada 5 jotas” desgranó un repertorio agradecido, jovial y con mucha fuerza, en el que se alternaban autores como la Creedence, Staus Quo, Joe Cocker, Robert Palmer, Alaska y muchos otros. Como sucede en los conciertos de música clásica, muchos de los que allí nos encontrábamos acudíamos a la llamada de nuestros amigos, que con toda la ilusión del mundo han montado la banda para recordar, pasárselo bien y tocar música, que es lo más importante, y por lo que pude apreciar el poder de convocatoria de alguno de los miembros del grupo, concretamente del batería, fue muy superior al del resto. La ausencia del teclista enmarañó un poco la actuación prevista, obligó a reducir las canciones ya preparadas y, en algunos casos, a recomponerlas para que no se notara la ausencia del instrumento. Ello sin duda aumentó la presión del grupo, en lo que era ya una cita trascendental al ser el primer concierto que hacían en público. Pese a ello el resultado fue muy bueno. Se notaba que los componentes del grupo, a pesar del sudor y nervios, disfrutaban de lo que estaban haciendo y, en el caso de la guitarra, al mando del JAOP, se pudo ver que quien tuvo, retuvo. Ya hace años formó parte de algunos grupos musicales y, tras mucho tiempo alejado de la escena, muy ocupada su vida por el trabajo y la familia, el gusanillo de la música volvía a rugir entre sus dedos, y esta nueva banda ha supuesto la oportunidad de encontrarse con un escenario, los amplificadores conectados y el sonido de la guitarra, rasgada, punteada o de las mil maneras que puede ser tañida, en un repertorio que gira, en su mayor parte, en el lucimiento más o menos virtuoso de la guitarra, instrumento fetiche del rock. Batería y bajo crean la secuencia de acordes y base fundamental para que la pieza funcione, no son tan apreciados por el oyente como debieran pero son fundamentales (heredan el papel del bajo continuo barroco) y el cantante solista acapara flashes y focos cuando canta, hace poses y se queda con el público, pero es ese momento en el que la guitarra empieza a hacer “cosas” el que levanta a todo el mundo, el que enfervoriza al rockero de verdad y al impostado, que sin poder evitarlo empiezan a simular que tienen un mástil entre las manos, y juegan con trastes y cuerdas invisibles, en unas poses que tratan de replicar lo que, desde el escenario, el profesional ejecuta con primura, trabajo y entrega. El que se hayan creado concursos internacionales de “Air guitar” o ejecución sin guitarra es una muestra de hasta dónde llega la fiebre por el instrumento en el rock.

El concierto duro algo más de hora y media y todos los que allí estuvimos pasamos un rato excelente, escuchando canciones que, para muchos, son la banda sonora de su adolescencia, que durante un tiempo reinaron en las emisoras de radio y que hoy, en época de plataformas, sobreabundancia de ofertas y desplome de la radio fórmula, suenan privadamente en el hogar o auriculares del aficionado. Sí, quizás el rock ha pasado ya sus mejores años y, como nos pasa a los seguidores de la clásica, sus aficionados serán poco a poco una legión cada vez más compacta y minoritaria, pero eso no quita nada de la calidad de las canciones que se escucharon el sábado, la entrega de los intérpretes, su valor para salir al escenario y los buenos momentos que pasamos entre todos. Todo fue “simply irresistible”.