Quizás
el día de ayer pase a los libros de texto como el que dio lugar, de manera
oficial, al inicio de una segunda guerra fría entre dos superpotencias
globales. Como los tiempos han cambiado mucho desde que se declaró la primera,
ahora no se enseñan cohetes, tanques y tropas desfilando, o al menos aunque
existen no se hace tanto alarde de ellas. En épocas virtuales como la nuestra
lo que manda es la tecnología, el ciberespacio y la economía, y ese es el nuevo
frente de batalla en el que se dirime la supremacía global. La rivalidad que
existe en todos los ámbitos entre EEUU y China se desata, de manera descarnada,
en el mundo virtual, donde la situación de igualdad es máxima entre ambas
potencias.
La
decisión de Trump, mediante un decreto, de considerar a Huawei como una amenaza
para la seguridad de los EEUU se tradujo en la
noche del domingo en un anuncio por parte de Google de que rompía relaciones
con la empresa china. Esa ruptura implica que Android, el sistema operativo
que usan los teléfonos de la marca castigada, ya no se instalará en los nuevos
terminales que salgan a venta a futuro, y no se actualizará en los ya
existentes. Así mismo, la tienda de aplicaciones de Google deja de estar
disponible para los modelos de la marca y, por tanto, no se podrán instalar
nuevos softwares ni actualizar los que ahora disponga cada usuario en su
terminal. Si eso se lleva a la práctica de manera estricta Google acaba de
mandar a la chatarra a millones, muchos millones de terminales y, de un
plumazo, se ha cargado una gran parte de la empresa Huawei, que en países como
España alcanza un tercio de las ventas de los terminales. Es un golpe
devastador, que ningún bombardeo físico sería capaz de hacer, en su extensión e
implicaciones. Así es la guerra moderna. Más allá de que este movimiento
demuestra hasta qué punto estamos en manos de empresas como Google, cuyas
decisiones pueden condicionar nuestras vidas de una manera insospechada, lo
cierto es que el golpe que recibe la entidad china es muy duro, y está por ver
cómo será capaz de soportarlo. Huawei es mucho más que una empresa de
smartphones, y es de hecho por otras de sus divisiones donde surge todo el
problema. Está presente en dos áreas de desarrollo tecnológico en las que es
puntera, más que las empresas norteamericanas, y ocupa una posición de dominio.
Una, a corto plazo, es todo lo relacionado con la tecnología móvil 5G (antenas,
infraestructuras, hardware y software de dispositivos, etc) y otro a más largo
plazo, con las tecnologías de la inteligencia artificial. En ambos campos
Huawei es una empresa líder en el mundo, y está a la cabeza de desarrollos,
contratos, facturación y descubrimientos. Es un dominador global que rinde
cuentas al mercado y, sobre todo, al gobierno chino. Es una empresa en la que
resulta difícil discernir dónde acaba el equipo directivo y comienza la
estructura de cargos del Partido Comunista chino, que es el que manda y decide
todo lo que sucede en aquel país. ¿Espía Huawei para el gobierno chino? Ninguna
duda al respecto. ¿Es ese espionaje una amenaza para los intereses nuestros y
para otras naciones como, por ejemplo, EEUU? Sí, sin duda. Ahora también
podemos hacernos dos preguntas a la inversa. ¿Espía Google para el gobierno norteamericano?
Ninguna duda al respecto. ¿Es ese espionaje una amenaza para los intereses
nuestros y para otras naciones como, por ejemplo, China? Sí, sin duda. Teniendo
esto bastante claro, y más nos vale que así sea, a lo que asistimos realmente
no es sólo, que también, una lucha por patentes, propiedad intelectual, dominio
de un mercado y jugosos contratos, sino una disputa al más alto nivel sobre la
supremacía global entre el actual regente, EEUU, y China, la potencia emergente
que crece y crece sin freno y que supone para Washington el rival más directo
en todos los ámbitos que uno sea capaz de imaginar, los ya creados y los que,
ahora mismo, se desarrollan en centros de investigación.
Es
obvio que Huawei no se va a quedar quieta, y mucho suponen que tiene
desarrollados planes por si algo como esto llegase a suceder, y el gobierno
chino puede reaccionar de igual manera, no limitando software, donde no posee
mercado, pero si imponiendo barreras de entrada de productos norteamericanos a
su fascinante mercado. Ayer Apple cayó en bolsa más de un 3% por ese miedo, pero
esas represalias, que se pueden escalar sin fin, pueden ser sólo el principio
de algo mucho más grave y serio, el de la parcelación del mundo en dos bloques,
en dos ideas y formas de entender la vida, que rompa las casi tres décadas que llevamos
viviendo de globalización abierta. Volver a un mundo bipolar es peligroso,
ruinoso en muchos aspectos y, para los que nos pilla en medio, un chantaje
permanente. Agárrense a la silla, vienen muchas curvas.
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