Esta
es la gracia de las elecciones, que hasta que no acaba el recuento no se puede
afirmar casi nada. En unas como las de ayer, con miles de instituciones en
juego, el
reparto de poder es de tal magnitud que casi todos los partidos pueden
realmente sentirse hasta cierto punto ganadores, pero no es conveniente caer en
ese engaño. Hubo triunfadores claros de la noche, el PSOE en números
absolutos, ganadores respecto a sus expectativas, el PP, perdedores respecto a
esas mismas expectativas, Ciudadanos, y un derrotado clamoroso, Podemos, que
empieza a naufragar como estructura y que reclama, a todas luces, un urgente
cambio de liderazgo para no acaba convirtiéndose en una versión 2.0 de la
irrelevante IU de antaño. Vox también está entre los perdedores.
El
PSOE ganó, en términos absolutos, las tres elecciones. Sin discusión las
europeas, y las autonómicas y municipales por el conjunto de votos y
representantes obtenidos, pero la victoria socialista resultó ser más amarga de
lo esperado. El conjunto de la izquierda pierde plazas de poder importantes,
como los ayuntamientos de Zaragoza y Barcelona y, especialmente, el de Madrid.
Aquí Carmena y su plataforma son los claros ganadores y perdedores de la noche.
Más Madrid es el partido más votado en la capital, pero no logra mantener el
ayuntamiento porque el PSOE de Pepu Hernández saca un muy mal resultado. Hace
décadas que el PSOE no es casi nada en el ayuntamiento de la capital y la
operación “Pepu” idea personal de Pedro Sánchez, se ha saldado como si fuera
otra intentona eurovisiva, con mucha esperanza y casi ningún voto. La Comunidad
de Madrid ha sido el otro lugar en el que las expectativas socialistas se han
visto frustradas. Han ganado, cosa que no lograban desde hace décadas, y eso es
muy meritorio, pero tampoco les sirve para alcanzar el poder, y Gabilondo,
presumiblemente, seguirá en la oposición. Es Madrid, ambas instituciones, lo
que permite salvar la cabeza de Casado, que con las encuestas de las ocho
empezaba apuntar al cadalso. Dos candidatos escogidos por él, muy desconocidos,
Martínez Almeida para el ayuntamiento y Díaz Ayuso para la comunidad, alcanzarán
el poder desde la nada, en un reto que está por ver si les superará o no. En
general las ganancias de poder del PP y los no logros del PSOE se han debido al
desplome de Podemos. Hace cuatro años esta formación y sus confluencias
irrumpieron en tromba, movilizaron voto y llevaron al poder a coaliciones de
izquierda, en las que el PSOE era, muchas veces, comparsa. Ahora la cosa se ha
trastocado, Podemos continúa el desplome que vivió en las generales de abril y
alcanza resultados lamentables en antiguos feudos. Su comportamiento concreto
en Madrid es para estudiar. Fomentando la división de las fuerzas de izquierda
y peleándose en todo momento, Iglesias ha sido el ejemplo de líder tóxico que
destroza un proyecto porque no es él el que lo encabeza. Dos días antes del final
de la campaña pidió expresamente el voto para la candidatura anticapitalista
que se presentaba a la alcaldía, encabezada por antiguos colaboradores de
Carmena, que dejaron aquel proyecto porque siguen imbuidos de trasnochado marxismo
en sus seseras. Los miles de votos cosechados por esa candidatura no han llegado
al mínimo exento, han acabado en la basura y, quizás, de haberse sumado a Más Madrid,
hubieran dado un vuelco al resultado y permitido a la izquierda conservar el
ayuntamiento. El inspirador mesiánico de este particular “frente de liberación
de judea” que aspira a ser ministro para ocultar sus derrotas en alfombras y
sueldos oficiales debiera ser relevado si los votantes de esa ideología quieren
conseguir algo de poder y ser más que la comparsa de un sujeto henchido de ego
hasta el hartazgo.
Ciudadanos
tampoco puede estar demasiado contento. Sube, sí, mejora resultados, sí,
determinará la formación de gobiernos locales, sí, pero no logra superar al PP
ni en feudos como Madrid y se convierte en un aliado necesario, pero no en el líder
de su espectro. Tendrá que mirar con cuidado qué pactos hace, y no es
descartable que se incline a uno y otro lado en función de conveniencias
locales. Vox, por su parte, se desinfla. Ha sacado concejales, todos ellos más de
los que debiera haber obtenido, y en algunos casos sostendrá gobiernos, pero
parece que su suflé empieza a bajar, cosa que es positiva. Confiemos en que un
largo tiempo sin elecciones los condene a la irrelevancia y, en futuras
elecciones, a la pérdida de representación. A ver si mañana comento algo de las
elecciones europeas.
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