miércoles, mayo 22, 2019

Europa, entre EEUU y China


Si recuerdan algo de la pasada guerra fría, es que tienen una cierta edad, y si no es así, envidia que me da su juventud. En aquellos tiempos, ahora idealizados, pero que eran una constante pesadilla, ni EEUU ni la URSS podían enfrentarse directamente, por riesgo de guerra nuclear mundial. Para aliviar tensiones y probarse, escogían países terceros, en Asia, África o América Latina, cada uno armaba a uno de los bandos y se enfrentaban mediante intermediarios, en lo que se llamaban guerras proxy. Servía para desentumecerse, aliviar presión, ensayar tácticas y armamentos, etc. Lo que les sucediera a los ciudadanos de esos países no importaba a ninguno de los bandos. Mala suerte por estar ahí.

Europa era en aquellos años el principal teatro de operaciones de la tensión, donde no se desataban guerras proxy, pero se armaba a ambos combatientes en suelo continental para la que sería la única y definitiva guerra. Las naciones europeas, divididas por el telón de acero, estaban infectadas de espías de uno y otro lado y eran constantes las operaciones de sabotaje, información y guerrilla que se daban a uno y otro lado de ese telón, especialmente en Alemania y más en un Berlín dividido y en tierras del este. Asombra leer ahora las crónicas de aquel momento y comprobar la enorme tensión que se vivía cada día y lo cerca que estuvimos en demasiadas ocasiones de una guerra real, dura y letal. No sabemos la suerte que tenemos. Pues bien, ahora que se ha desatado una nueva guerra fría entre dos potencias podremos ir comprobando hasta qué punto la historia se repite y diverge. Una de las principales diferencias es que, para ambos contendientes, Europa ya no es el objeto principal de atención. Por motivos geográficos y económicos nuestro continente ha perdido mucho peso y es, desde hace tiempo, un actor secundario en el escenario global, nos guste o no. La Unión Europea en su conjunto posee cifras de PIB y otras variables macro que la convierten en uno de los grandes jugadores globales, pero la falta de coordinación de los países europeos convierte a esta Unión en un gigante en el papel y un grupo de enanitos en la práctica. Todo parece indicar que el papel geográfico que desempeñó Europa de los años cincuenta a ochenta lo va a ocupar el sureste asiático, donde se encuentran numerosos países vecinos de China, y las aguas que bañan a todas esas naciones y Japón, aguas infestadas de islas artificiales, peñones y demás accidentes que pueden convertirse en cualquier momento en lugares de fricción potencialmente peligroso. Como en el pasado, habrá que contar con la suerte para que Taiwan o lugares cercanos no sean escenarios bélicos, pese a la creciente presión que van a vivir. ¿Y las guerras proxy? Se darán, pero parece que de otra manera, al menos por ahora. De hecho lo de Huawei es una nueva versión de ese tipo de guerras, en las que las nuevas tecnologías permiten amplificar exponencialmente el número de afectados y al intensidad de las mismas, a la vez que, parece, disminuir la crueldad. No parece que, de momento, vayamos a vivir “Nicaraguas”, “Angolas” o “Vietnams, pero sí que conflictos como el de la tecnológica suponen el llevar el campo de batalla a las vidas de los ciudadanos de todo el mundo, que se ven perjudicados, y a las cuentas de resultados de los gigantes empresariales de ambos lados, que son los mayores portaviones del mundo, operando sin cesar en el infinito mar de las finanzas y colectividad globales. Los daños económicos que pueden generar decisiones como las de esta semana son enormes, extensos y de difícil gestión, y amplifican mucho el efecto de medidas que, sin disparar tiros, tratan de derrotar al enemigo. Este es otro ejemplo de que nuevas tecnologías traen, inevitablemente, nuevas armas.

¿Y entonces, qué papel le espera a Europa en todo este escenario? Pues en parte de comparsa, de sufridor y de potencial aprovechador de las fisuras que puedan surgir. En un mundo de relaciones comerciales, Europa las mantiene a todo trapo con ambas partes, y si las empresas norteamericanas son penalizadas por los chinos, o viceversa, las europeas pueden intentar ganar cuota en ambos mercados como oferentes de sustitución. Por el lado malo, el que no dominemos las tecnologías ni tengamos poder de mercado nos deja a merced de las decisiones de ambos contendientes, que pueden hacernos mucho daño. En todo caso, nuestro protagonismo es mucho menor y eso hace que la historia sea muy distinta a lo que hemos vivido en el pasado. Oportunidades, sí, las hay, y riesgos, sin duda enormes. A saber lo que va a pasar.

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