Puede
que sea por la marcha de personas como HR McMaster o Jim Mattis, que ejercían
el papel de “adulto en la sala” que tanto se echa en falta, o por la llegada a
los más altos cargos de la administración de Michael Pompeo o John Bolton, que
son aún más impulsivos e intervencionistas que su jefe, pero lo cierto es que
en unas pocas semanas se han producido una serie de acontecimientos que han
colocado a cuatro de los frentes en los que se desarrolla la política exterior
norteamericana ante un panorama de enorme gravedad, con un deterioro evidente
de la situación (y sensación) de seguridad. Venezuela, Corea del Norte, Irán y
China son, ahora mismo, crisis plenamente abiertas.
Ya
hablamos aquí la semana pasada del pulso comercial entre EEUU y China, que va a
más y hace aumentar la sangría de las bolsas, que ya se han comido buena parte
de las ganancias de lo que parecía que iba a ser un gran año. Las otras tres
crisis tienen un componente mucho más militar que económico, y es en principio
la iraní la que posee el mayor potencial desestabilizador. Conocida es la
ojeriza mutua que se tienen los gobiernos de Washington y Teherán desde que la
revolución islámica triunfó en Persia y “muerte al satán de EEUU” se convirtió
en lema habitual de las manifestaciones en la capital iraní. Durante los
últimos años se han producido dos sucesos muy interesantes en este conflicto.
Uno fue la firma del tratado nuclear entre los ayatolás y las potencias
internacionales, que paralizaba el programa de enriquecimiento de uranio iraní,
que se vendía como una vía de investigación para fines civiles pero todo el
mundo sabía que era la base de un programa de armamento. El segundo ha sido el
enorme refuerzo de la posición de Irán en el tablero local tras el desarrollo
de las guerras de Irak y Siria. Hoy Irak es, en gran parte, un protectorado de
la propia Irán, donde extiende su influencia con poco disimulo, las batallas
sirias le han dado la posibilidad de acceder al control indirecto de varios de
sus territorios y, la verdad, todo lo sucedido allí en los últimos tiempos ha
tenido a Irán como uno de los ganadores. En paralelo, la influencia sunita de
Arabia Saudí, su gran rival en la región, ha salido muy mal parada, y las
guerras en las que, vía estados o fuerzas “proxy” ambas potencias se han
enfrentado han supuesto, en general, derrotas de Riad y victorias de Teherán. Israel
ha ido viendo esta situación con creciente nerviosismo, porque uno de los
objetivos declarados de Irán es acabar con el estado israelí, y las milicias
sostenidas por Teherán que actúan en las fronteras judías (Hamas en Gaza y
Hezbola en Líbano) no cesan en sus ataques. La llegada de Trump al poder supuso
un refuerzo instantáneo de las posiciones israelíes en la zona, con gesto como
el traslado de la embajada a Jerusalén, y la reanudación de las hostilidades de
palabra con Teherán. Hace un año EEUU revocó su compromiso con el pacto nuclear
y reanudó las sanciones sobre la economía persa, que ahora empieza a sufrirlas
en serio, momento en el que los ayatolás se han declarado abiertamente
partidarios de romper con ese acuerdo. ¿Está muerto el pacto? Así lo parece, y
eso es, en sí mismo, una mala noticia. En paralelo al lenguaje inflamado, EEUU
está aumentando la presión militar en la zona del golfo pérsico, con el envío de
una escuadra encabezada por el portaviones Abraham Lincoln, lo más parecido que
existe a un destructor estelar de “La guerra de las galaxias” y la acumulación
de fuerzas en la zona empieza a ser lo suficientemente considerable como para
que, no sólo la tensión crezca, sino que también lo haga la probabilidad de
incidentes, accidentes o eventos que puedan descontrolarse. El
gobierno español ha ordenado a la fragata Méndez Núñez que no entre en las
aguas del estrecho, para no verse involucrado en lo que allí pueda
pasar, y el temor a una escalada crece.
Es
estrecho de Ormuz es la salida natural de muchos petroleros que se abastecen de
las costas iraníes y saudíes, que se miran amenazantes unas a otras a escasa
distancia. Los oleoductos internacionales han reducido algo su valor
estratégico, pero sigue siendo uno de esos cuellos de botella de los que
depende la economía global. En
estos últimos días se han producido incidentes en la zona que ha afectado a
petroleros y que son calificados como sabotaje por Arabia Saudí.
¿Qué está pasando en la zona? ¿Hay escaramuzas entre los saudíes y los iraníes?
Jugar con fuego es peligroso, y el petróleo arde y hace arder, no sólo
metafóricamente. Desde que es independiente en lo que hace a producción de
crudo, EEUU ha perdido mucho miedo a un enfrentamiento que dispare los precios
del oro líquido. Mucho ojo a lo que allí pueda pasar.
Mañana,
San Isidro, es festivo en Madrid. Será el último día de gran calor. Nos
leeremos el jueves.
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