Hoy,
9 de mayo, se celebra el día de Europa con motivo del aniversario de la
declaración de 1950, que fue el preludio de lo que luego sería la CECA, la CEE,
la UE… es festivo en las instituciones europeas y, para los que allí trabajan y
los que desarrollamos nuestra labor día a día en temas europeos, aunque nosotros
no disfrutemos de un día feriado, es una jornada conocida como San Schuman, en
recuerdo al ministro francés de exteriores así apellidado, que fue el que lanzó
esa declaración hace ya casi setenta años. Es considerado uno de los padres de
la Unión y su nombre se encuentra en presente en numerosas salas, edificios y
calles de Bruselas, ciudad en la que la UE se hace sentir más que en cualquier otra
parte.
Es
extraño el día de Europa de este 2019 porque coincide con unas elecciones
europeas, a celebrar dentro de tres fines de semana, de especial relevancia
para el futuro de este entramado europeo que hemos construido entre todos. En
España esas elecciones, normalmente vistas como algo menor, grave error, serán
esta vez aún menos mediáticas por la coincidencia con las municipales y gran parte
de las autonómicas, y por la inevitable, aunque también errónea, tendencia a
considerar las elecciones del próximo 26 como una segunda vuelta de las
celebradas el pasado 28. Por ello, me temo, será Europa un tema muy orillado en
el debate político nacional, justo cuando los vaticinios sobre cómo será el próximo
parlamento comunitario se muestran de lo más variados y, si se quiere,
peligrosos. Por primera vez un grupo de diversas formaciones euroescépticas,
cuando no directamente enfrentadas al sueño de la Unión, se presentan
coordinadas y con programas convergentes, centrados en menos Unión, menos
compromisos entre países y disolución de muchas de las estructuras vigentes. Es
paradójico, pero formaciones con programas radicales en los que prima el
nacionalismo de los países en los que radican se presentan a unas elecciones internacionales
sin llegar a conformarla, pero actuando en coalición. Es algo parecido al hecho
de que un partido antiautonomista como Vox se presente a las elecciones
regionales. Pensarán los cáusticos que lo hacen, unos y otros, por las
subvenciones que se pillan al acceder a las instituciones, y no andarán
desencaminados, pero no deja de ser algo amargo ver como los enemigos de un
sistema se aprovecha de él para destruirlo. Formaciones como en condenado UKIP
en Reino Unido, los seguidores de Le Pen en Francia, los muchos fanáticos de
Orban en Hungría, los movilizados por el fenómeno Salvini en Italia… son
bastantes los grupos que, analizados uno a uno, tienen visiones cerradas y muy distintas
de la vida, pero que comparten un ideario que podemos definir como populista,
nacionalista, tradicionalista y cerrado, frente al mundo abierto en el que
vivimos. Aprovechan la zozobra en la que ya nada es lo que parece y las certezas
que, si las hubo, reinaron en el pasado, ya no funcionan. Presuntamente
coordinados por el norteamericano Steve Bannon, antaño consejero áulico de Trump,
es discutible el peso que pueden alcanzar en el futuro parlamento, pero es
seguro que tendrán uno considerable. Frente a ellos, las tradicionales familias
políticas europeas, socialdemócratas, liberales y conservadores, ven amenazada
su prevalencia y, quizás, estén obligadas a coaligarse entre ellas, venciendo
los habituales rechazos y luchas que han existido toda la vida entre ellos. Si
finalmente eso sucediera la presencia de los populistas sería un revulsivo para
una nueva forma de hacer política, vía consensos transversales, pero está por
ver que eso sea así, y el riesgo que se corre es muy elevado. Por eso estas
elecciones europeas son tan tan importantes.
Y
en ellas, por cierto, se van a dar algunos absurdos dignos de estudio. En
España se celebran el domingo 26, pero es la fecha límite, y en otros países se
vota antes. ¿Cuál es el país que votará primero? Reino Unido, el jueves 23. Sí,
los enredados en el Brexit, los que se van pero no se van, los creadores de uno
de los principales problemas que afronta la Unión en su conjunto serán los
primeros llamados a las urnas para elegir unos parlamentarios que no debieran
ejercer su cargo si el Brexit se lleva finalmente a cabo. Y uno de los
elegidos, hay pocas dudas al respecto, es el inefable Nigel Farage, que vuelve
a la carga contra la Unión pero no hay nada en el mundo que desee más que vivir
a cuenta del presupuesto comunitario. Todo esto, más que política, es de
psicología avanzada. Sí, Europa, muchas veces, es postmodernismo en estado
puro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario