miércoles, mayo 29, 2019

Mortífero viral de internet (para Verónica)


Es bastantea adecuada la metáfora que asocia el comportamiento de los virus y su forma de propagación al fenómeno que experimentan los memes y, en general, la noticias y mensajes en internet. Siguen reglas muy similares y procesos de auge y caída que son calcados a los epidémicos. Lo malo es que a veces esa metáfora llega hasta el extremo y, como en el caso de las enfermedades, puede producir la muerte, bien por la imitación de comportamientos irracionales (gente que se cuelga de cornisas, autoheridas y cosas por el estilo) o por la vergüenza que supone que información íntima se convierta en carne de comentario público al haber sido difundida en el entorno cercano. A veces el miedo puede ser insuperable y lleva a tomar decisiones dramáticas.

Este parece ser el caso de la empleada de Iveco que se ha suicidado en Madrid tras, al parecer, hacerse público y difundirse un vídeo íntimo de hace algunos años en el que desarrollaba actos sexuales. La mujer, casada y con dos hijos, en los inicios de su treintena, se había convertido, según se dice, en el motivo de comentario de toda la empresa cuando cientos de empleados habían recibido y compartido el supuesto vídeo a través de las redes sociales, en las que entran tanto las públicas conocidas como los servicios de mensajería tipo whatsapp o las cadenas de correos electrónicos. La mujer se llamaba Verónica, y el hecho de usar la forma verbal en pasado para referirse a ella lo dice todo sobre las desastrosas consecuencias de todo lo que ha sucedido. Creo que está penalmente castigada la difusión de este tipo de material íntimo, pero el tipificar algo como delito no evita que se siga produciendo. Si las cosas han sido como se dice que han sido, ¿qué responsabilidad tienen los empleados de la empresa y, en general, los que contribuyeron, de una manera u otra, a difundir ese vídeo? La penal, si existe, tendrá que ser probada y dilucidada por los jueces, pero la moral, que es personal y colectiva, parece algo más clara, y sólo puede ser evaluada por la conciencia de cada uno. ¿Se ha visto usted alguna vez ante un caso así? Me refiero al hecho de que le haya llegado, por la vía que sea, una cadena con imágenes o vídeos de contenido explícito, y ha colaborado en su reenvío. ¿Cómo reaccionaría en ese caso, si nunca lo ha vivido? ¿Lo compartiría entre sus grupos, o sólo entre aquellos “selectos” en los que el porno circula con más fluidez? ¿se lo pensaría? ¿se abstendría de hacerlo? ¿eliminaría el vídeo? El comportamiento de cada uno de nosotros ante situaciones de este tipo es determinante a la hora de que esas informaciones, que nunca debieran empezar a circular, lo hagan. Al contrario que los virus, que ni sienten ni padecen, la viralidad en internet responden a actos conscientes y decididos por los usuarios, que son los que aprietan a los iconos que hacen que un mensaje se transmita o se quede quieto en nuestro teléfono, o sea borrado. El que, como señalaba antes, la expansión de enfermedades siga idénticos patrones al de los memes indica, sobre todo, que pese a que nos consideramos personas racionales, no actuamos como tales en la mayor parte de las ocasiones. Instintos y deseos de todo tipo, primarios y profundos, condicionan nuestros actos y en muchas ocasiones los determinan. Nos llega un vídeo sexual íntimo y el yo racional dice que no hagas nada con eso, que no lo mandes, pero el yo primitivo se pone en marcha, se “activa” y empieza a condicionarlo todo. Los que provocan cadenas de memes lo saben y tratan de cazar a ese primitivo que vive en nuestro interior con señuelos que saben que funcionan. En ocasiones consiguen éxito y en otras no, pero atacan conocidos puntos débiles. Lo mismo sucede con quienes, poseedores de información de terceros, buscan hundirles propagándola, a sabiendas de que no pocos les van a ayudar.

Todo esto es, la verdad, muy viejo. Es la versión 4.0 de esas situaciones que empezaban con “oye, no se lo digas a nadie pero fulanito…” y el supuesto secreto se derrumbaba. La potencia de las redes, su velocidad y conectividad extrema en la que nos movemos son las que disparan y globalizan los fenómenos, y los sacan de su ámbito local para hacerlos globales. Como consejo práctico, por favor, trate de poseer la menor cantidad de imágenes y vídeos íntimos, suyos o de otros. No se grabe ni deje grabar por nadie. Seamos conscientes de que la única información que controlamos plenamente es la que no suministramos. Y si recibe una cadena de este tipo, por favor, no colabore con ella, frénela, evite que siga creciendo. Literalmente está en nuestras manos impedir que estas desgracias vuelvan a darse.

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