Es
bastantea adecuada la metáfora que asocia el comportamiento de los virus y su
forma de propagación al fenómeno que experimentan los memes y, en general, la
noticias y mensajes en internet. Siguen reglas muy similares y procesos de auge
y caída que son calcados a los epidémicos. Lo malo es que a veces esa metáfora
llega hasta el extremo y, como en el caso de las enfermedades, puede producir
la muerte, bien por la imitación de comportamientos irracionales (gente que se
cuelga de cornisas, autoheridas y cosas por el estilo) o por la vergüenza que
supone que información íntima se convierta en carne de comentario público al
haber sido difundida en el entorno cercano. A veces el miedo puede ser
insuperable y lleva a tomar decisiones dramáticas.
Este
parece ser el caso de la empleada de Iveco que se ha suicidado en Madrid
tras, al parecer, hacerse público y difundirse un vídeo íntimo de hace algunos
años en el que desarrollaba actos sexuales. La mujer, casada y con dos hijos,
en los inicios de su treintena, se había convertido, según se dice, en el
motivo de comentario de toda la empresa cuando cientos de empleados habían
recibido y compartido el supuesto vídeo a través de las redes sociales, en las
que entran tanto las públicas conocidas como los servicios de mensajería tipo
whatsapp o las cadenas de correos electrónicos. La mujer se llamaba Verónica, y
el hecho de usar la forma verbal en pasado para referirse a ella lo dice todo
sobre las desastrosas consecuencias de todo lo que ha sucedido. Creo que está
penalmente castigada la difusión de este tipo de material íntimo, pero el
tipificar algo como delito no evita que se siga produciendo. Si las cosas han
sido como se dice que han sido, ¿qué responsabilidad tienen los empleados de la
empresa y, en general, los que contribuyeron, de una manera u otra, a difundir
ese vídeo? La penal, si existe, tendrá que ser probada y dilucidada por los
jueces, pero la moral, que es personal y colectiva, parece algo más clara, y sólo
puede ser evaluada por la conciencia de cada uno. ¿Se ha visto usted alguna vez
ante un caso así? Me refiero al hecho de que le haya llegado, por la vía que
sea, una cadena con imágenes o vídeos de contenido explícito, y ha colaborado
en su reenvío. ¿Cómo reaccionaría en ese caso, si nunca lo ha vivido? ¿Lo
compartiría entre sus grupos, o sólo entre aquellos “selectos” en los que el
porno circula con más fluidez? ¿se lo pensaría? ¿se abstendría de hacerlo? ¿eliminaría
el vídeo? El comportamiento de cada uno de nosotros ante situaciones de este
tipo es determinante a la hora de que esas informaciones, que nunca debieran
empezar a circular, lo hagan. Al contrario que los virus, que ni sienten ni
padecen, la viralidad en internet responden a actos conscientes y decididos por
los usuarios, que son los que aprietan a los iconos que hacen que un mensaje se
transmita o se quede quieto en nuestro teléfono, o sea borrado. El que, como
señalaba antes, la expansión de enfermedades siga idénticos patrones al de los
memes indica, sobre todo, que pese a que nos consideramos personas racionales, no
actuamos como tales en la mayor parte de las ocasiones. Instintos y deseos de
todo tipo, primarios y profundos, condicionan nuestros actos y en muchas
ocasiones los determinan. Nos llega un vídeo sexual íntimo y el yo racional
dice que no hagas nada con eso, que no lo mandes, pero el yo primitivo se pone
en marcha, se “activa” y empieza a condicionarlo todo. Los que provocan cadenas
de memes lo saben y tratan de cazar a ese primitivo que vive en nuestro
interior con señuelos que saben que funcionan. En ocasiones consiguen éxito y
en otras no, pero atacan conocidos puntos débiles. Lo mismo sucede con quienes,
poseedores de información de terceros, buscan hundirles propagándola, a
sabiendas de que no pocos les van a ayudar.
Todo
esto es, la verdad, muy viejo. Es la versión 4.0 de esas situaciones que
empezaban con “oye, no se lo digas a nadie pero fulanito…” y el supuesto
secreto se derrumbaba. La potencia de las redes, su velocidad y conectividad
extrema en la que nos movemos son las que disparan y globalizan los fenómenos,
y los sacan de su ámbito local para hacerlos globales. Como consejo práctico,
por favor, trate de poseer la menor cantidad de imágenes y vídeos íntimos,
suyos o de otros. No se grabe ni deje grabar por nadie. Seamos conscientes de
que la única información que controlamos plenamente es la que no suministramos.
Y si recibe una cadena de este tipo, por favor, no colabore con ella, frénela, evite
que siga creciendo. Literalmente está en nuestras manos impedir que estas
desgracias vuelvan a darse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario