Tucídides
fue uno de esos griegos brillantes que vio mucho más allá de sí mismo, y que
sin medios ni tecnologías logro generar excelentes textos e ideas, que aún hoy
resuenan. Eliminar a los clásicos de Grecia y Roma es una muestra de nuestra
estúpida soberbia, eran más clarividentes que nosotros y podemos seguir
aprendiendo de ellos. El personaje que nos ocupa hoy era historiador, y entre
otras cosas escribió varios volúmenes sobre las guerras del Peloponeso, que
enfrentaron a Atenas y Esparta. En esos textos detalló lo que, desde entonces
se conoce como la trampa de Tucídides, que es una de las vías que naciones de
todo tipo han usado para entrar en guerra.
¿En
qué consiste la trampa? Se da en una situación en la que una potencia
consolidada observa el ascenso de una rival, y empieza a notar que de seguir en
esa progresión su liderazgo se verá amenazado. Eso se traduce en miedo en la
potencia dominante y presiones internas para provocar una guerra que, mientras
se encuentre en posición ventajosa, le sirva para impedir el ascenso de su
rival. Es, en otras palabras, una guerra preventiva para mantener el estatus
dominante. En el caso clásico Esparta, la belicosa ciudad del sur, era la
potencia dominante, y Atenas, la comerciante, la emergente. Los espartanos
sintieron ese miedo y desencadenaron la guerra, que tuvo múltiples fases y que
acabó con una victoria espartana, pero con el común debilitamiento de ambas
metrópolis, dejándolas en algunos casos convertidas en ruinas. ¿Era inevitable
aquella guerra? Desde luego que no, una gestión fría y racional por parte de
los espartanos probablemente hubiera servido para no desatar el conflicto y, con
el tiempo, la colaboración entre ambas ciudades empezaría ser vista por muchos
sectores como una vía de beneficio mutuo. Sin embargo, ese escenario
alternativo no se dio. Desde entonces este caso se estudia en historia como
ejemplo desencadenante de un tipo de guerras que, siendo evitables, acaban
sucediendo. A lo largo de los siglos es incesante el proceso de auge y caída de
imperios, potencias y dinastías, y eso no dejará de ocurrir en el futuro.
Siempre va a haber alguien al mando del mundo, o con más poder que el resto
para ejercer influencias más allá de sus dominios, y esa potencia, sabedora de
que su tiempo es limitado, no dejará de estudiar el proceso de auge de posibles
rivales, y las alternativas que existan para controlarlos, domesticarlos o, si llega
el caso, destruirlos. Hay varios textos en los que se estudia este asunto y se
analizan guerras de distintas épocas para ver si esa trampa de Tucídides se ha
dado o no. Este análisis, como todos los históricos, tiene la ventaja de
realizarse a posteriori, cuando sabemos qué pasó y cómo concluyó el episodio, y
el inconveniente de que aplicarlo al tiempo presente supone situarse en un
punto en el que sabemos cómo estamos pero desconocemos las consecuencias de los
distintos actos futuros. Un buen y reciente libro sobre este tema se llama “Destinated
for War” de Graham Allison, en el que analiza el caso clásico y otras
contiendas a lo largo de la historia y los continentes, con el objeto constante
de fijarse en la rivalidad chino norteamericana. La tesis del libro es
averiguar si esas dos potencias están condenadas a enfrentarse a esa trampa de
Tucídides y si serán capaces de evitarla. El libro concluye, para resumirlo en
exceso, diciendo que sí, que esa trampa se va a dar, porque en EEUU cunde el
miedo ante el ascenso de China y la progresiva pérdida de ventajas que en
Washington creían consolidadas, pero también argumenta el texto que hay múltiples
y poderosos factores que frenan la posible escalada militar. Uno de ellos, no
el menor, vuelve a ser que una guerra entre superpotencias en nuestro mundo
supone el final del mundo en sí mismo.
Lo
que si admite Allison es que parece inevitable que las tensiones crezcan y se
camine hacia un mundo bipolar, con dos potencias que definan sus ámbitos de
actuación, segmenten sus aliados, tecnologías y relaciones. Creo recordar que no
lo llama explícitamente guerra fría, pero sí una situación similar. De la
inteligencia de los regentes de ambas potencias y sus equipos de trabajo
dependerá que la situación no vaya a más y la trampa se de en su versión más
cruda. De hecho, si muchos de esos asesores leen historia, verán el negativo
resultado que tuvieron las guerras del Peloponeso para ambos contendientes, y
como evitar la trampa y el miedo que ella conlleva es el mejor camino, a largo
plazo para esquivar el desastre. ¿Leerán historia? ¿Aprenderemos de ella?.
Crucen los dedos para que así sea.
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