lunes, julio 31, 2017

Hay turistas hasta en Elorrio

Todos los días vemos noticias sobre el turismo en este, el año de la total invasión. Las cifras de pernoctaciones, entradas por aeropuertos, ingresos por divisas, se baten sin freno alguno. No hay estadística que no se vea superada por una realidad asombrosa que empuja la economía con mucha mayor fuerza de la prevista y crea empleo, temporal y estacional, pero lo crea, reventando las subidas de la EPA, que ha marcado su propio récord positivo en el segundo trimestre del año. Empieza a haber zonas saturadas, pero son tantos los que llegan que se desparraman por todo el país, e incluso se asoman a zonas donde el visitante es visto como algo exótico.

Y es ese el caso de Elorrio. El turismo en el País Vasco no deja de crecer desde que ETA desapareció, lo que permitió que muchos que querían venir a visitarlo se atrevieran. La costa y las capitales han sido los destinos más frecuentes, pero siempre con unas cifras modestas, ridículas si se compara su impacto en el PIB con el de las comunidades mediterráneas, pero existentes. La geografía, la naturaleza, la gastronomía y, también, el tiempo irregular y no caluroso han sido los atractivos que se han explotado para atraer al visitante. Así iba la cosa hasta hace dos o tres años, cuando se empezó a notar un repunte que sorprendió a muchos. Primero fueron las capitales, que vieron como sus hoteles se llenaban, con visitas de uno o dos días, nada de largas estancias, pero sí las suficientes como para hablar de un boom turístico, y luego el resto del territorio. Hace no muchos años, en Elorrio, el hotel, sito en San Agustín, el barrio en el que se encuentra la central de Eroski, vivía principalmente de bodas en temporada y los clientes del grupo empresarial de Mondragón, y al llegar el verano y las vacaciones, prácticamente cerraba, colgaba un cartel con el restringido horario de la cafetería y el servicio de habitaciones se acababa hasta la vuelta de septiembre. Eso ya no es así. Creo que fue hace dos veranos cuando el hotel decidió no cerrar en agosto, dado que empezaban a merodear algunos turistas, tímidos, pero visibles. Quizás ese ejercicio perdió dinero en el mes, porque no parecía haber suficiente gente como para mantener el negocio, pero aguantó. El año pasado la situación fue similar, con algún visitante más si me apuran, pero no muchos. Este año, el de la invasión, las cosas han cambiado notablemente. A lo largo de esta semana, en la que he pasado bastante por allí dando paseos y tomando cafés, en mis vacaciones estilo jubilado, el número de turistas era elevado, mucho, y las perspectivas para agosto eran excelentes. No es sólo que el hotel va a estar abierto todo el mes, sino que a día de hoy las reservas son tan altas que pocas son las habitaciones que quedan disponibles. Esta semana alguno de los foráneos alojados aún lo eran por motivo laboral, tanto por Eroski como por otras empresas de la zona, pero a partir de esta semana la inmensa mayoría de los que allí van a pernoctar lo harán por ocio, por visitar un pueblo del interior de Bizkaia o para usarlo como campamento base de cara a realizar excursiones por los alrededores. Para los que somos de allí el cambio es sorprendente, increíble si nos lo hubieran anunciado hace no muchos años, en los que ver a un turista por Elorrio era tan poco habitual como encontrar a alguien moderado al lado de Trump. Hoy no sólo se alojan en el hotel, sino que pasean por las calles del pueblo, fotografían la iglesia, palacios y otros monumentos, y se toman algo en las terrazas que, como es normal en verano, crecen por las aceras, con un ojo puesto en el bolsillo del cliente y con otro, es el norte, en el cielo, siempre cambiante y por momentos amenazador.


Este cambio es una excelente noticia, a la que no hay “peros” que ponerle. Quizás en otras partes del país el turismo empieza a generar problemas por exceso, pero en el norte, y más concretamente en el País Vasco, la capacidad de alojamiento y presencia turística está aún muy por debajo de cualquier punto de saturación. Y económicamente es genial que venga gente de vista, se deje sus euros y contribuya a difundir por sus lugares de origen las ventajas y virtudes de un lugar que escogieron para descansar y que les satisfizo. Eso es lo más valioso del turismo, es lo que ha permitido a España generar una enorme industria que aporta entorno al 11% del PIB y que puede hacer que Elorrio, pueblo bonito donde los haya, no viva sólo de los talleres y fábricas.

viernes, julio 21, 2017

¡¡Volvamos a la Luna!!

Ayer hace ocho años se cumplía el cuarenta aniversario de la llegada del hombre a la Luna. El 20 de julio de 2009 fue lunes, y por la tarde, calurosa si no recuerdo mal, me fui al conocido popularmente como el parque de las tetas, por la forma de las colinas que lo conforman, para ver anochecer en Madrid y contemplar las estrellas y la Luna. En aquella época estaba perdidamente enamorado de una chica, tan colgado por ella como lo está la propia Luna en el cielo oscuro. Le dije que viniera a ver la luz lunar y, por supuesto, no quiso. Años después dejé de estar en el supuesto cielo ilusionado de su presencia, constatando, una vez más, que resulta más sencillo poner los pies en otro mundo que alcanzar el corazón de las personas.

Desde 1972, año de la misión Apolo XVII, comandada por Eugene Cenan, no hemos vuelto a la Luna, y si no recuerdo mal ningún astronauta se ha alejado los 400 – 500 kilómetros de la órbita baja de la Tierra, en la que viven la actual Estación Espacial Internacional, ISS, y las que le precedieron (MIR, SkyLab, etc). Los Saturno V, los cohetes más grandes jamás construidos, dejaron de bramar una vez que EEUU ganó la carrera de la Luna a la extinta URSS, y desde hace muchos años no son sino piezas de museo, gigantescas, que emulan a dinosaurios, tumbados en hangares repartidos por el país norteamericano. Mucha de la tecnología de la época es, a ojos vista, antediluviana, pero varios de los valiosos conocimientos que se forjaron en aquellos años de competición desmedida se han perdido. Controlamos la vida en órbita baja de una manera nunca rutinaria, pero sí habitual, ¿pero seríamos capaces de hacer maniobras de encuentro tipo “rendez-vous” como antaño sin error alguno? ¿Y alunizar? Los soportes vitales de la ISS están testados cada día y permiten la supervivencia continuada de personas en su interior pero, por decirlo de una manera, están quietos, protegidos por la propia Tierra. Apenas a un segundo luz de nosotros, en la Luna, nada hay que nos permita el más mínimo fallo. Contemplar el módulo lunar en el que Armstrong y Aldrin se posaron sobre el polvo del satélite produce orgullo pero, también, por qué no negarlo, pánico, al ser consciente ante su presencia de la endeblez que transmite. No dejaban de ser aquellas unas misiones con un elevado componente suicida, en las que se habían probado trayectorias de escape y circunvalado el satélite en los últimos vuelos del Apollo antes del XI, pero el grado de improvisación necesario y el miedo a que cualquier cosa pudiera salir mal estaba en la mente de todos. Visto en perspectiva, el logro es de una audacia absoluta, total, asombrosa. El esfuerzo que tuvieron que hacer los EEUU para ganar esa carrera, y mostrar al mundo su superioridad frente al enemigo comunista requirió de lo mejor del país, de todos sus recursos y mentes. Y es más que seguro que el enorme esfuerzo inversor en tecnología que arrastró aquel programa volvió a otorgar a la nación americana una decisiva ventaja que se tradujo en mayor competitividad y crecimiento del PIB. Cuando alguno recuerda el pasado glorioso de aquel país añora momentos como ese, que lograron unir a todos, y de paso tapar cosas que no iban nada bien por aquel entonces. Hoy el mundo es muy distinto, imposible de imaginar desde aquellos finales de los sesenta, y resulta tan extraño como decepcionante comprobar que no hemos vuelto a la Luna, ni siquiera para reafirmar nuestra presencia allí, para reconquistarla. Cada vez que un proyecto lunar aparece en los medios a su lado lo hace un contable que demuestra la carestía de la aventura y lo imposible de su rentabilidad. No vamos por dinero. Y eso, quizás, sea lo más cutre de todo.

Dentro de dos años se cumplirá el medio siglo de aquel viaje. El 20 de julio de 2019 será sábado, un día que promete ser ideal para contemplar atardeceres y estrellas en una radiante noche de verano, a buen seguro nuevamente con el corazón solitario. ¿A qué sería una idea maravillosa volver a la luna cincuenta años después? Lograr posar nuevamente astronautas, que puedan ser llamados como tales, no meros orbitadores de la Tierra, como dice a veces Pedro Duque. Proyectos privados como el del SpaceX de Elon Musk o iniciativas públicas como el programa chino ambicionan volver a la Luna, y esta vez con una estrategia comercial de fondo, basada en la publicidad y en la posible explotación de recursos mineros. Creamos en nosotros mismos, tenemos tecnología para ello, sólo nos falta ambición. ¡¡Volvamos a la Luna!!


Subo a Elorrio para pasar una semana de vacaciones. Descansen mucho. Si no pasa nada raro, el siguiente artículo será el lunes 31 de julio.

jueves, julio 20, 2017

La muerte de Miguel Blesa

Películas y series de televisión suelen jugar en muchas ocasiones con giros imprevistos de guion que desconciertan al espectador, y que pueden llegar a engancharlo del todo a la trama, porque algo que sorprende interesa, mientras que lo previsible puede aburrir. Normalmente se juega con un personaje importante que fallece, o una subtrama que colapsa o deriva hacia algo muy distinto a lo que era de esperar. Juego de Tronos ha explotado este recurso hasta el límite y uno de los morbos de ver esa serie es tratar de adivinar cuánto sobrevivirá cada uno de los personajes, a sabiendas de la elevada “mortalidad” que se registra en Poniente.

La muerte de Miguel Blesa, sucedida ayer a primera hora de la mañana, es uno de esos giros que conmociona a un relato, el de la corrupción, y una sociedad, la nuestra, que va camino a acostumbrarse a todo lo imaginable, dada la actualidad que observamos cada día. Hoy se sabrá el resultado de la autopsia de lo que parece, casi con toda probabilidad, un suicidio. Blesa murió en una finca de caza de Córdoba a la que acudía con frecuencia, a causa de un disparo de una de sus propias armas, de las que era una experto usuario, lo que descarta casi con totalidad el accidente. Su historia es, en parte, la del pelotazo, la burbuja y el desmadre financiero de la década que precedió a la crisis de 2008. Funcionario de carrera, llega a la presidencia de la entonces Caja Madrid aupado por sus contactos con el gobierno, en ese caso del PP, y su amistad con el presidente, en ese caso Aznar. Su trayectoria es, en este sentido, paralela a la de tantos directivos de Cajas de Ahorro que, a todos los lados del espectro político, consiguen su cargo por la amistad que les une al poder político. Nuevo ejemplo de élite extractiva, como el ya mencionado ayer caso de Villar en la Federación de Fútbol. Desde su despacho, junto a la plaza de las Salesas, en pleno centro histórico de Madrid, Blesa sueña a lo grande y observa que tiene la máquina necesaria para conseguir sus sueños, la Caja, y los contactos que le permitirán llevar a cabo todos sus planes. Su gestión a lo largo de los años de presidencia es la de la huida hacia adelante, el disparo de volumen de la entidad, subida a la ola de la burbuja, la exposición absoluta al riesgo inmobiliario sin control ni mesura. El oso, logotipo de la entidad, no inverna nunca y engorda a base de créditos dudosos y operaciones internacionales bastante opacas, que elevan el prestigio de gestor de un Blesa ya convertido en un señor al que nadie tose. Con el tiempo se sabrá la fórmula, formato black, con la que mantenía en silencio y unanimidad a un consejo de administración en el que se sentaban todos los partidos políticos, y que ni aconsejaba ni administraba. Llega la crisis y Caja Madrid la sufre en primera línea, sus valoraciones se hunden y las noticias cada vez son más preocupantes. Instalado ya en lo alto de una de las torres Kio, abandonado su despacho histórico, Blesa ve como sus contactos empiezan a no poder defenderle ante la marea de deuda, morosidad y derrumbe financiero que ha dejado el madroño de la entidad apolillado hasta las raíces. Caja Madrid se empieza a convertir en un problema de estado, y Rodrigo Rato, hombre más poderoso y con más contactos que Blesa, es aupado al poder a la vez que Miguel cae del pódium. Se crea Bankia, rutilante juguete, Frankenstein financiero formado por entidades quebradas que no pueden seguir vivas salvo en la ficción política, y de mientras ese monstruo sale a andar, dando tumbos y arruinando a todos los que se cruzan en su camino, Blesa empieza a disfrutar a lo grande de los réditos de su gestión. Bankia quiebra, provoca el rescate financiero de España y Rato se cae del pódium, y llega Goorigolzarri, un banquero de verdad. Y Blesa sigue viviendo como si Dios, a su lado, fuera un simple mortal.


Su muerte no le hace ni mejor ni peor persona de lo que era, ni le libra de las culpas morales, ya no judiciales, derivadas de su nefasta gestión. Quizás pase a la historia por las “black” aunque debiera hacerlo por ser el precursor, junto a su sucesor Rato, de la quiebra de la caja madrileña. Su expediente judicial, abierto en canal tras la primera condena, y a la espera de nuevos juicios en los que probablemente iba a ser nuevamente calificado de culpable, se cerró ayer de golpe. Sus años de oro han quedado en nada, y ahora una tumba en Linares, Jaén, llevará su nada anónimo nombre. Su familia llora su pérdida, y su marcha deja no pocas preguntas sin responder, culpas sin cubrir y dinero, mucho dinero, por recuperar. Venga, Netflix, supera todo esto.

miércoles, julio 19, 2017

Fútbol y corrupción: sinónimos

Nos escandaliza la corrupción, de puertas a fuera, pero la consentimos y practicamos si no nos ven, y esa es la causa profunda de su existencia. La avaricia humana, innata, puede descontrolarse, y si no hay unos frenos, en forma de leyes, presión social o sistemas por el estilo, crece hasta hacerse con todo lo que encuentre a su alcance. Está presente en todos los regímenes políticos, estamentos sociales e instituciones, y la diferencia entre todos estos tipos de estructuras es la manera más o menos diligente, más o menos activa, más o menos efectiva, con la que luchan contra la corrupción. Porque estar está. Pregúntese usted qué haría de ocupar un cargo de responsabilidad púbica y poder optar a corromperse. Y no se mienta.

En el caso del deporte, y en particular de eso llamado fútbol, hay dos matices importantes en lo que hace a la corrupción. Una es la casi absoluta impunidad con la que se desarrolla, a veces tanta que se practica cara al público, sin tapujos, de forma obscena y hasta con alardeo. Dirigentes, jugadores y miembros de los equipos de fútbol tejen redes de influencia con políticos y demás estamentos de poder, que están encantados de acudir a esos palcos en los que se ve mejor un partido y, sobre todo, se reparten mordida, amaños e influencias. Hace mucho que los presidentes de los equipos dejaron de tener un aire de mafiosos de serie B para parecer, directamente, mafiosos de serie de pago por visión. Los jugadores, que cobran millonadas inimaginables, llevan trenes de vida que ríase usted del AVE, en competición permanente sobre quién es capaz de mostrarse más derrochón y presumir de una manera más absurda de dilapidar su fortuna, todo ello aderezado con contratos de representación y de otras figuras jurídicas que, lo único que buscan, es darle un aire de legalidad a lo que a todas luces no lo es. En este reino de la impunidad, el que no roba es porque no quiere, y es tachado de tonto por todos los demás, casi lo mismo que sucedía en el consejo de administración de Bankia con las famosas tarjetas black, que fueron usadas por casi todos, excepto tres personas que eran tachadas de pringados por el resto. Pero aquel comportamiento, corrupto, se hacía de manera oculta, para que no trascendiera, a sabiendas de que no había impunidad. En el caso del fútbol, como les insisto, todo la corruptela es obvia. La segunda diferencia, que es la causa de la primera, es la no recriminación social del delito, la aceptación por parte del grueso de la ciudadanía de que esa corrupción no es importante, que lo que importa son los títulos y los colores, y las estrellas que portan las camisetas. Hemos visto desfilar a presuntos corruptos en juicios relacionados con la estafa de las cajas de ahorro o de la financiación de los partidos políticos, que eran esperados a la entrada de los juzgados por ciudadanos indignados que los abucheaban e insultaban. Y hemos visto a jugadores de fútbol y representantes acudiendo a los mismos juzgados, acusados por causas muy similares, recibiendo aplausos por parte de aficionados, alientos y vivas que salían de gargantas poseedoras de bolsillos en los que esos “héroes” habían metido la mano, como lo hicieron los ejecutivos de las cajas. Alcaldes y cargos políticos de toda ideología y rango se desviven para defender a los jugadores que portan la imagen de su ciudad o territorio, y no dejan de firmar acuerdos en los que cientos de millones de dinero público se desvían para obras inacabables que permiten que los estadios de fútbol reluzcan siempre como nuevos y que sólo puedan ser usados por sus equipos titulares, expropiando así el dinero de todos para un fin privado, mientras algunas infraestructuras públicas adolecen de mantenimiento que no se presta “porque no hay recursos”. Y no es demagogia esto que escribo, no, sino el simple reflejo de una realidad que demuestra que allí donde hay dinero, más surgirá.

La detención de Villar, con casi tres décadas de dominio absoluto, descontrolado, sin supervisión alguna al frente del organismo encargado de la gestión del fútbol en España es cualquier cosa menos una sorpresa. Villar es el clásico ejemplo de cacique que ha logrado una cuota de poder y que a partir de ahí ha hecho todo lo posible para mantenerse en él y socavar recursos en su beneficio. Es una “élite extractiva” de primera división en la terminología de Acemoglu y Robinson, perfecto ejemplo de impunidad, de compra de voluntades, sobornos y amaños, todo con el presunto por delante, que eran conocidos por muchos, casi tantos como los beneficiados por esa auténtica trama que, amparada en “los colores” nadie denunciaba. Corrupción de libro.

martes, julio 18, 2017

El invierno…. Demográfico

Vamos hoy con uno de los factores de los que ayer hablaba en relación a EEUU y que también se da, y con mayor fuerza si cabe, entre nosotros, que es la caída estrepitosa de la natalidad y el envejecimiento de la población. Merece mucho la pena leer con detalle la última nota del INE referida a la población en España, publicada hace menos de un mes, en la que se describe como el número de residentes aumenta, 88.867 en el último año, crecimiento que se da por primera vez desde 2011. La recuperación económica también se nota en esta variable. Redondeando, somos 46 millones y medio de personas en el país, tamaño medio alto en el contexto europeo, ínfimo a nivel global.

La población puede crecer por dos motivos, porque nacen más de los que mueren, que es el llamado crecimiento vegetativo, o porque vienen más personas al país de las que se van, sean nacionales o extranjeras, vía migraciones. La combinación de ambas nos da en 2016 ese saldo positivo de casi noventa mil personas, pero señala el INE que el aporte vegetativo es, asómbrense, negativo. Es decir, se mueren más personas de las que nacen, concretamente 259, que parece poco, pero que es tremendo. Respecto a las migraciones, se reduce el número de españoles que dejan el país, principalmente por motivo económico, pero aun así son más los que se van de los que vuelven, lo que da un aporte negativo de -23.540. Dirá usted, querido lector, que si tenemos dos cifras negativas, vamos a necesitar una tercera positiva para que al final el saldo genere el valor de cerca de noventa mil al que antes me refería, y así es. Es 112.266 el saldo neto positivo que se queda en España entre los extranjeros que se marcharon, algo menos de doscientos cincuenta mil, y los que vinieron, algo más de trescientas cincuenta mil. En resumen, hemos ganado población, lo que es bueno, poniendo fin a una sangría de seis años continuados de descenso, pero esta ganancia no se debe tanto a nosotros mismos como a los que han decidido venir a vivir con nosotros. El saldo negativo del crecimiento vegetativo muestra, otra vez, que la natalidad española sigue derrumbada en uno de los niveles más bajos del planeta, y esto se traduce en un constante envejecimiento de la población. Cada vez nacen menos niños, los ancianos logran vivir hasta edades cada vez más elevadas y, obviamente, los inmigrantes que llegan suelen tener más edad que los recién nacidos, por lo que la edad media de la población no deja de crecer, y la presunta pirámide de población, a la que habrá que dejar de llamar de esa manera, se convierte cada vez más en un tronco, camino de un árbol de apenas raíces y lleno de amplias y longevas ramas. Las causas de este fenómeno, que se da con mayor o menor intensidad en todas las sociedades modernas, son múltiples, y tienen tanto que ver con motivos de comodidad y sanidad (es muy raro que se muera un niño, afortunadamente) como por la estructura económica, la imposibilidad de compatibilizar la maternidad con el trabajo, los horarios de imposible conciliación, los contratos precarios y otras causas que ustedes conocen perfectamente. Las consecuencias de este proceso de envejecimiento son enormes, empezando por la rígida inercia que poseen las variables demográficas. Al igual que un gran tren, que tiene que empezar a frenar mucho antes de aproximarse a la estación para que cuando llegue a ella esté quieto, modificar el rumbo de la demografía requiere tiempo y cambios sostenidos en las variables. Sólo conseguiríamos rejuvenecer nuestra población con unas tasas de maternidad que duplicaran a las actuales, y así se mantuvieran durante quizás varias décadas, o permitiendo la entrada en el país de muchísima población inmigrante joven. Y sinceramente no creo que ninguna de estas dos alternativas se de en nuestra realidad sea cual sea el plazo que utilicemos para medirla.


Una sociedad envejecida cambia sus prioridades, destina más dinero a sanidad que a educación, a ahorrar que a invertir, a protegerse que a innovar, se muestra más recelosa de un futuro que observa ya aquí y con temor frente a una joven, que se le antoja largo y esperanzador. Las consecuencias económicas y sociales de un envejecimiento continuado son enormes, y muchas de ellas se nos escapan. Japón, como país precursor en tantas cosas, que limita la inmigración desde antaño, se enfrenta a pérdidas de población continuadas y a un desarrollo de robots asistenciales para cubrir las necesidades de su sociedad, cada vez más senecta. Y su economía se aletarga poco a poco. ¿Será así nuestro futuro? ¿cómo gestionaremos este problema?

lunes, julio 17, 2017

Las drogas arrasan en EEUU

Varias son las noticias que los últimos meses han salido sobre este asunto, todas ellas alarmantes, pero creo que esta vez es la primera en la que una autoridad económica, la sacrosanta FED, hace referencia a este problema, oculto para muchos fuera y dentro de EEUU, pero que no deja de ir a más. Me refiero al abuso de las drogas, al disparo en sus niveles de consumo y en los estragos que está originando en la población. Yellen, en sus palabras, hace referencia a los jóvenes enganchados y en la reducción de la oferta laboral que supone su adicción, pero el fenómeno es generalizado en amplias franjas de edad, ni mucho menos estamos ante un problema de críos descarriados o algo por el estilo.

Las drogas que están invadiendo EEUU son de dos tipos. Por un lado, las clásicas ilegales, con la cocaína y heroína a la cabeza, cuyas tasas de consumo crecen con fuerza, especialmente la de esta última. Muchos descubrimos este problema tras la muerte del genial actor Philip Seymur Hoffman, fallecido por una sobredosis de heroína como si fuera la versión actualizada de los yonkis de los ochenta, que morían en portales tenebrosos ocultos bajo las luces de una movida que todo lo amparaba. A estas sustancias conocidas se han unido otras, especialmente opiáceos y sustancias similares, pero que tienen una cosa en común que las hace sorprendentes. Se venden con receta. Sí, la gente en EEUU se está enganchando a alta velocidad a fármacos legales que se dispensan para tratar enfermedades, o paliar sus síntomas, pero que se han convertido en una nueva vía de escape y consumo masivo para aquellos que se han hecho dependientes de los mismos. Las cifras de esta escalada de drogadicción son enormes, de tal manera que el consumo de sustancias ya es la primera causa de muerte entre la población juvenil, por encima de los accidentes de tráfico y de cualquier otra enfermedad que pueda existir. Y como les decía, no sólo los chavales se han vuelto adictos, no. En zonas económicamente débiles, como el medio oeste o áreas afectadas por procesos de reconversión industrial, se registran altas tasas de consumo de medicamentos entre población adulta, mucha de ella desempleada y desesperanzada, añorantes de un pasado laboral glorioso y que ven como las expectativas de futuro se derrumban. Muchos de ellos son votantes de Trump, que escogieron a ese candidato quizás pensando que no les podía ir peor que como están ahora, y que al menos él les mencionaba en los discursos, aunque a buen seguro saben que no hará nada por ellos. Dos factores adicionales contribuyen a dibujar el retrato del mal estado de salud del país. Por un lado, como nos pasa a todos los países avanzados, la población envejece, a menor ritmo que en Europa, pero de manera inexorable, dado que la tasa de natalidad y la inmigración, superior allí que aquí, tampoco pueden compensar las jubilaciones y decesos de las grandes franjas de población que nacieron en el Baby boom tras la II Guerra Mundial. El otro factor importante, más característico de EEUU, aunque tampoco exclusivo, es la obesidad, crónica en ciertos estados, que hace disparar las tasas de diabetes y enfermedades cardíacas, y que está detrás de gran parte de los problemas de salud del ciudadano medio. Comer sano y en cantidades moderadas no está al alcance del bolsillo más habitual en muchas zonas del país, en las que acceder a alimentos como frutas o verduras es más bien propio de clases altas, que los pueden pagar sin hacer sacrificios.

Todos estos factores explican este  asombroso dato. El año 2015, por primera vez desde hace dos décadas, la esperanza de vida se redujo en EEUU, tanto para hombres como para mujeres. Tremendo. Reitero que algunos de los factores que están detrás de este desastre, no puede calificarse de otra manera, también se dan entre nosotros, pero otros, y el caso de las drogas es clarísimo, tienen allí una incidencia que afortunadamente no se da en Europa. A buen seguro las limitaciones de la cobertura sanitaria norteamericana, y la idea de Trump de desmantelar el Obamacare, no ayudan en lo más mínimo, pero el problema de fondo, como pueden ver, no es ni mucho menos exclusivo de gestión médica. La adicción crece y el país debe tomar medidas para atajarla antes de que sea demasiado tarde.


viernes, julio 14, 2017

Liu Xiaobo y la libertad en China

Ayer falleció en China Liu Xiaobo, de una manera tan tenebrosa y oculta como ha sido su existencia durante los últimos años. Liu, opositor al régimen comunista, o más bien, defensor de la libertad, ha pasado un largo tramo final de su corta vida en la cárcel, sometido a un régimen de aislamiento estricto, tan hermético como sólo el gobierno de Beijing es capaz de producir. Cuando le fue concedido el Nobel de la Paz nada se vio de él, ni un testimonio de su existencia, palabras que acreditaran su aceptación y, desde luego, ni imágenes ni otro tipo de prueba de vida. Hace pocas semanas el gobierno cambió su estancia en prisión por un hospital, e hizo público que sufría un cáncer de hígado, que ha acabado con él a los 61 años.

Liu es, era, el principal exponente del movimiento en defensa de la libertad en China, país que nos deslumbra con su apabullante crecimiento económico y con su poderío demográfico y social, pero que sigue siendo regido por una dictadura de partido único, llamado comunista en este caso, que controla todas las estructuras del poder. A medida que la economía china ha ido creciendo, y como sucedió en otros países, como es el caso de España en los sesenta, las demandas de apertura y libertas en la sociedad china han ido creciendo. Pero el régimen, alumno aventajado en lo que hace a la represión, ha ido perfeccionando sus tácticas de control y dominio de la población, no quedándose atrás, ni mucho menos, en el uso de las nuevas tecnologías y capacidades económicas empleadas en labores de espionaje, adoctrinamiento y sometimiento. China es un espejo muy feo en el que podemos contemplar una realidad que, a muchos, nos parece repelente. Tras la represión de las protestas de Tian An Meng, cuyo balance de víctimas quizás no llegue a saberse, el régimen dejó claro que el uso y abuso de la fuerza estaba por completo en su mano, y ofreció a la sociedad china una especie de acuerdo, o pacto. Crecimiento a cambio de sometimiento, progreso económico sin libertad, prosperidad y riqueza sin elección. Y muchos de los ciudadanos chinos parecen haber optado por aceptar estas condiciones, o al menos es lo que se percibe desde la distancia geográfica y mental que tengo respecto a una sociedad tan diferente a la nuestra. Por eso, el régimen trata siempre de que la economía china crezca sin parar, a tasas altísimas, para que un descontento provocado por una crisis económica no se traduzca en una revuelta política. En este contexto, las voces disidentes son muy escasas, y hablan en chino, lo que las hace incomprensibles. Y no, no es una tontería. Xiaobo empezó a destacar entre los pocos opositores por su discurso, claro, contundente pero, a la vez, pacífico, y nunca deseando un enfrentamiento con otros sectores de la sociedad china. Era un intelectual, quizás sea mejor utilizar el sustantivo pensador, no un agitador político. Su figura estaba muy lejos de la del dirigente, el agitador de las masas, era mucho más profesor que cualquier otra cosa. Nunca opuso resistencia violenta ante ninguna medida del gobierno, y abominó de esas vías. Sólo la palabra, nunca una más alta que otra, fue su estrategia, su arma eran papeles, cartas, manifiestos en los que su firma estampada daba un aura de integridad. Libertad era un término que abundaba mucho en sus escritos, por la misma causa por la que el sediento no deja de pensar en agua. El régimen le enfiló pronto, e hizo su vida imposible. Ostracismo en la vida universitaria, detenciones, arrestos domiciliarios y, finalmente, una condena de cárcel a muchos años tras un juicio en el que fue declarado culpable pero que, a ojos vista, demostró que él era el único inocente de los que estaban en la sala. Desde entonces, encerrado en prisión en unas condiciones de aislamiento durísimas, su vida ha sido oculta, apagada y silenciosa. Y ayer, para regocijo del régimen y pena de los que amamos la libertad, murió.


Hay un libro publicado en España por RBA titulado “No tengo enemigos, no conozco el odio” que a buen seguro su editor trató de modificar, pero afortunadamente no lo consiguió. Es un volumen de no demasiadas páginas, pero de lectura necesaria. En él Xiaobo expone su ideario, que consiste sobre todo en defender la posibilidad de que todos los demás puedan exponer el que deseen. Su prosa es relajada, sin aristas, y en ningún momento ataca, aunque duele mucho leer su experiencia y lucha. Ahora que no está, su imagen es un referente aún mayor para los que en China, que los hay, siguen ansiando un futuro en libertad. Su testimonio y ejemplo de vida quedarán, y eso el gobierno de Beijing, por mucho que lo intente, no podrá ocultarlo nunca.

jueves, julio 13, 2017

El hijo de Trump

La expresión castellana “hijo de …” posee tal carga despectiva que es inútil cualquier ejercicio que trate de suavizarla o aminorarla. Quizás un diminutivo pueda rebajarla, pero nada más. Por eso, emplearla para hacer chistes o comentarios es peligroso, porque queda tan evidente la posición del que la emplea respecto a quien la utiliza que no sólo sesga el artículo, sino que le resta valor. En el caso de Trump y su familia, varios comentaristas han estado tentados de utilizarla, sin ambages, contra el nefasto presidente norteamericano y, cosas de la vida, ha sido la actuación irresponsable de su primogénito la que les ha permitido hacer una especie de juego de palabras para meterse con toda la familia de una sola tacada. Brillante, sí, aunque poco respetuoso.

Y es que el hijo, mayor, de Trump, está metido hasta el fondo en el lío ruso, esa conspiración que sobrevuela Washington desde hace más de un año y que va a condicionar todo el desarrollo de la presidencia Trump, le guste a él o no. Día a día surgen revelaciones e historias que, vistas en conjunto, asemejan cada vez más a una imagen clara, la de que Rusia interfirió en el desarrollo electoral del año pasado para perjudicar a la candidata demócrata y, así, beneficiar la llegada de Trump al poder. Este escándalo, mayúsculo, inaudito y sorprendente, no puede ser utilizado como excusa por los perdedores de las elecciones para justificar su derrota ante un nefasto candidato. Los demócratas cometieron errores profundos en su campaña y Hillary se estrelló contra un muro virtual que sí logró levantar Trump padre, pero cierto es que, en ese contexto de mala campaña demócrata, un “empujoncito” puede tener una importancia decisiva, como cuando dos ciclistas luchan agónicamente en una rampa de montaña, la más mínima ayuda puede distanciarlos de manera irrevocable. El último episodio de este culebrón lo protagoniza, como decía, el hijo, mayor, de Trump. Se ha sabido que varios meses antes de la elección de noviembre, el junior logró contactar con una abogada rusa, que posee contactos en el Kremlin, en busca de informaciones perjudiciales para el partido demócrata, tal y como esa abogada le había revelado que poseía. Quizás la abogada iba de farol, quizás el contacto era cierto y las pruebas falsas, a lo mejor todo era un montaje, pero lo cierto es que junios accedió al encuentro y mantuvo reuniones con esa abogada. Al conocerse la noticia la polvareda en Washington se ha levantado de una manera aún más exagerada de lo que ya lo está desde hace meses, no sólo por lo rocambolesco y sucio de la historia, sino porque junior tiene acceso muy directo a su padre y ha sido nombrado por este como responsable de las empresas familiares para separar los negocios de la familia de la labor presidencial (sí, sí, les imagino muertos de risa al leer eso). El mismo concepto de familia que utilizan los Trump, en la que el nepotismo y los negocios se cruzan de una manera tan intensa como corporativa, quedaba tocado por estas revelaciones, dado que ya no estamos hablando de un asesor o colaborador de campaña o nombramiento implicado con los rusos. No, no, es directamente un Trump el vinculado con la presunta trama. Para salvar la situación, el hijo, mayor, de Trump, ha optado por la exposición frente al escondite, no haciendo caso de la táctica Rajoy. Ofreció una entrevista en horario de máxima audiencia ante los comprensivos micrófonos de la Fox para defenderse y minimizar lo que él ve como un mero error infantil, sin consecuencias políticas ni de ningún otro tipo. Su padre alabó la entrevista y le defiende a capa y espada. Y en un movimiento interesante, el hijo ha publicado una serie de tuits en los que se hacen públicas las pruebas del encuentro y algunos detalles del mismo, cosa que habrá provocado que los periodistas que iban a publicar la exclusiva se acuerden, a voz en grito, de toda la familia Trump, de sus hijos y sus madres.


Hace unas semanas el gran Bob Woodward estuvo en España y, ante ansiosos periodistas ávidos de la última hora, les recordó que montar el caso Watergate, conseguir enlazar las pruebas y hallar las vinculaciones entre los culpables y los posibles delitos costó años, y puede que el caso ruso necesite también de mucho más tiempo y pruebas que permitan que la imagen a la que me refería al principio sea tan clara y evidente como imposible de rebatir. Pero hasta entonces la sombra de la sospecha residirá en la Casa Blanca y tendremos más episodios como este, no se si con hijos u otros familiares, pero que afectarán a los Trump y enfangarán aún más la imagen de EEUU.

miércoles, julio 12, 2017

Veinte años del asesinato de Miguel Ángel Blanco

12 julio. Hace veinte años lucía en Bilbao, y en todo el País Vasco, un sol espectacular, radiante, que elevaba la temperatura hasta unos límites veraniegos no muy habituales. Toda la luminosidad de aquel día, reflejada en cristales, fachadas y cualquier soporte, hasta ser cegadora, contrastaba de una manera absoluta con la negritud del ambiente, con la opresión del momento, con la sensación de congoja absoluta que dominaba a buena parte de la sociedad vasca, que veía como una sentencia de muerte caía de manera inapelable contra una víctima a la que, por primera vez, vio como suya. Fue Miguel Ángel Blanco el primero de los asesinados que se consideró “nuestro”. Esa fue su distinción.

Acudí esa mañana a la manifestación de Bilbao, la mayor realizada en la ciudad, a sabiendas de la absoluta inutilidad de aquel acto. Muchos éramos conscientes de que, fuéramos millones o sólo una, ETA no iba a cambiar de actitud y la ejecución de Miguel Ángel Blanco era inevitable. Sólo había un resquicio de esperanza en que los cuerpos de seguridad lo encontraran, pero el plazo de tiempo tan reducido, la sólida infraestructura con la que contaba ETA en aquel momento, su extensa y abundante red de cómplices y chivatos jugaban tan en contra que un éxito policial sería equivalente a un premio de lotería. Y normalmente la lotería no toca. Deambular por las calles de Bilbao en compañía de tantas y tantas personas anónimas, unidas por el desgarro, nos hizo bien a los presentes, y nos sirvió de terapia ante lo que vendría después, que todos sabíamos. Pero fue un acto inútil, tan inútil como todas las concentraciones que hacíamos los cuatro gilipollas que nos juntábamos cuando había asesinatos, o bien en la facultad o en la plaza de Elorrio, siempre con la mafia etarra en frente. Solos, abandonados, muertos de miedo en las concentraciones del pueblo, y a sabiendas de la absoluta inutilidad de aquellos actos. El asesinato de Miguel Ángel Blanco, su ejecución, la nueva pena de muerte impuesta por la dictadura etarra, rompió algunas de las costuras de la anestesiada sociedad vasca e, igualmente, la del resto de España. Por primera vez la rabia ante el terrorismo se expresó en la calle, la dictadura del miedo, ejercida con una eficacia industrial, se resquebrajó, y durante unos días, unas semanas, la sociedad respiró, se atrevió no sólo a salir a la calle, sino a mirar a los ojos de los asesinos, de sus cómplices, de sus amigos y de todos sus serviles, y llamarles como lo que eran, Cobardes, asesinos, traidores a las ideas que pretendían imponer. Esa revuelta se dio en llamar “Espíritu de Ermua” y duró algún tiempo, pero desde el principio los asesinos, y sobre todo los que medraban gracias a ellos, vieron el peligro real de ser derrotados, y no tardaron en rehacer su estrategia para desactivar esa movilización, para acusarla de “crispar”, de “enfrentar” y de otra serie de epítetos que, usados por ellos, se convertían en sarcasmos tan fríos como la sangre olvidada de muchos muertos del pasado. ETA siguió matando, fueron más de setenta los asesinados posteriores a Miguel Ángel Blanco que tuvieron que quedar en fosas, nichos y urnas hasta el momento en el que la mafia, extenuada, perseguida y desarbolada, decidió retirarse, pero ya nada sería igual. Las siguientes concentraciones a los sucesos de Ermua, las manifestaciones al posterior asesinato, contaron con la presencia de más gilipollas que en las anteriores, y poco a poco unos valientes decidieron que ya nunca se esconderían, que no se callarían ante el terror de la banda y las maniobras de los secuaces. Los chivatos siguieron trabajando, aún hoy algunos lo hacen, y muchos políticos se encargaron de que aquellos días no perturbaran la cosecha de nueces que, de manera regular, obtenían de un árbol que, por derecho de raza y sangre, sólo era suyo. Algo cambió entonces, en aquel soleado y oscuro día de julio.

Hoy, veinte años después, ETA quiere convertir su derrota en una historia de lucha liberadora, y cuenta con no pocos siervos que le hacen el trabajo para que así sea. La división política ante el recuerdo y homenaje de unos días de libertad democrática muestra hasta qué punto el sectarismo se ha instalado en las mentes de algunos, que siguen viendo ideologías y afiliaciones en lo que fue un asesinato, la ejecución de un hombre. Y nuevamente la dirigencia y sus representantes demuestran que, como ha sucedido a lo largo de casi toda la batalla contra el terrorismo, no están a la altura de la sociedad en la que viven. Mucho, muchísimo, hemos mejorado desde aquel horrendo julio, pero el fanatismo que alimentó aquellos crímenes sigue agazapado. La amenaza terrorista ha mutado en yihadismo. Y seguimos haciendo inútiles, pero necesarias, manifestaciones de condena y repulsa frente al terror.

martes, julio 11, 2017

Venezuela, la lenta agonía del régimen chavista

Las cosas no avanzan en Venezuela, país que sigue envuelto en una ola de conflictividad social que deja un reguero de muertos, daños materiales y una paralización que hunde aun más su maltrecha economía, que presenta algunos de los peores registros macroeconómicos de todo el planeta. Al frente de la misma, y de todo lo demás, sigue instalado el régimen chavista, madurista podría denominarse ahora, sumido en la falacia de una revolución que hace mucho tiempo dejó de ser tal para convertirse en una dictadura más o menos dura, que alienta ataques contra políticos, parlamentarios y todo aquel que disienta de lo que Miraflores, el palacio presidencial, dictamina como verdadero. Visto desde fuera, el panorama cada vez es peor.

Este fin de semana el gobierno de Maduro ha levantado un poco la mano y aliviado el castigo que impuso a Leopoldo López, uno de los líderes opositores, tornando su prisión por arresto domiciliario. Condenado a una grave pena de cárcel en un juicio sin garantías, por una acusación oscura, López empezaba a ser un problema en la cárcel para el régimen, dada la notoriedad de sus protestas, y las crecientes condenas internacionales, tanto de países como de organizaciones defensoras de los derechos humanos, que no cesaban de advertir cómo entre rejas su vida empezaba a correr peligro. Para algunos ha sido un gesto de magnanimidad del chavismo, para otros, de debilidad, y yo me inclino a pensar más por la segunda opción. Pese a estar confinado en casa, López puede movilizar con mayor fuerza a sus seguidores y mantener el pulso a las huestes violentas que hacen el trabajo sucio a un chavismo que, oficialmente, se desentiende de ellas pero que, en la práctica, consiente su actuación y busca la manera de apoyarlas. Estas imágenes de enfrentamientos continuos por las calles son tristes y reflejan la profunda, quizás ya irreversible, división que se vive en el país, división que hace cada vez más difícil la salida del problema político. El régimen enrocado enarbola su fantasmal asamblea constituyente para reformar la constitución y perpetuarse en el poder con una estrategia que está siendo imitada por otros iluminados como los soberanistas catalanes. Frente a ellos, la oposición, que posee una gran fuerza en la calle pero muy poco peso en los estamentos de poder del país, y que sabe que, de llevar a cabo sus planes de reforma, las elecciones en las que puede mostrar su fuerza dejarían de existir como tales, y la asamblea legislativa sería borrada del mapa, no de una manera tan burda como pretendían los violentos que la asaltaron la semana pasada, pero sí de una manera mucho más efectiva. Y en medio de todo está el ejército, el gran poder del país, acostumbrado a poner y quitar dirigentes. No olvidemos que Chávez era, sobre todo, un militar golpista. ¿Qué opina el ejército de lo que pasa ahora en el país? ¿Está dividido? ¿Va a consentir que el estado de revuelta social se perpetúe? ¿Acabará dejando sólo a Maduro, que se ha mostrado como un fracaso en todos los aspectos? ¿Se dividirá como la propia sociedad? No tengo respuesta para ninguna de estas preguntas, pero lo único que veo probable es que, de seguir la situación actual, tendrá que acabar tomando postura por uno u otro bando, o por una tercera alternativa, que sería la del golpe clásico y la instauración de un estado de orden bajo una tercera figura. En todo caso su papel actual de observador de la situación cada vez es más incómodo y difícil de sostener. La propia deriva de la crisis venezolana, que no deja de ir a más, le impedirá seguir estando sin pronunciarse. Y no perdamos de vista el precio del petróleo, el recurso básico para la economía nacional, que sigue bajo mínimos y drena toda posibilidad de aumentar los ingresos para el país y sus habitantes.


Los ejercicios de mediación internacional, en los que ha participado activamente, entre otros, el expresidente ZP, se han saldado con escasos resultados, dado el avispero en el que se ha convertido el país. Los pudientes de Caracas están optando por dejar su ciudad, y no pocos vienen a Madrid, en una entrada de capitales que ya nota, y con fuerza, el mercado inmobiliario de barrios como el del Salamanca, pero la inmensa mayoría de los venezolanos siguen allí, angustiados por su futuro y muy preocupados por su convulso presente. Es muy difícil saber lo que acabará pasando, pero lo ya sucedido es bastante triste, en una nación de riquezas naturales tan inmensas como desigual y nefastamente gestionadas. Pobre Venezuela, pobres sus ciudadanos. Ojalá el régimen de paso a una apertura de verdad, la situación se calme y el país logre reconstruirse. Lo merece y necesita.

lunes, julio 10, 2017

Trump y su monarquía a lo Juan Guerra

Se ha celebrado los pasados días, en la ciudad de Hamburgo, al cumbre del G20, que ha sido noticia sobre todo por la presencia de Trump y la de miles de manifestantes que han convertido a la rica y tranquila ciudad portuaria en escenario de batallas campales de muy alta intensidad. El G20 languidecía como foro hasta que la crisis de 2008 lo llevó al estrellato, como una suerte de gobierno global para tratar de coordinar políticas económicas que impidieran el desastre. Una vez pasada aquella emergencia, que no solucionado el problema, y con los vientos unilaterales que soplan desde varias geografías, puede que el G20 entre en otra etapa de decadencia, lo quieran admitir sus componentes o no.

Vamos con Trump. Ha sido su segunda visita a Europa y ha tenido dos momentos estelares. La muy esperada reunión con Putin, que se planificó para media hora y se alargó hasta las dos horas y media, quizás como enamorados que no querían separarse tras tanto tiempo de cariños mutuos y mensajitos sin verse la cara. La sintonía entre los dos dirigentes es obvia, y preocupante para todos los demás. Ambos desprecian las formas, la ley y la democracia, se consideran y admiran el liderazgo fuerte, aquel que está por encima de estorbos como parlamentos, constituciones y demás tonterías, y desprecian profundamente a los ciudadanos a los que rigen, y mucho más a aquellos, la inmensa mayoría, que no poseen tanto dinero como el que se atesora en sus cuentas. Pocos resultados prácticos de esa reunión, salvo un alto el fuego en Siria que veremos lo que dura, y sensación generalizada de que ambos personajes van a hacer muchos negocios juntos. El otro protagonismo de Trump han sido sus ausencias. A algunas reuniones no ha podido acudir, lo cual es normal, dado que ubicuo no es nadie. Pero lo noticioso es que ha sido su hija Ivanka la que ha acudido en su nombre a los foros en los que el presidente, y padre, no podía estar presente. Ivanka es “hija de”, nada más. Su carrera profesional se ha centrado en el mundo de la moda y el diseño, ha hecho un gran negocio con ello, y persisten las dudas de si eso hubiera sido así de no apellidarse Trump. Se dice que es la más inteligente del clan, y como no conozco a ninguno no tengo opinión al respecto, pero lo único seguro es que es “hija de” y está donde está por ser “hija de”. Esto es lo que se ha llamado toda la vida nepotismo, enchufar a los familiares en puestos y cargos, que no tiene nada de raro en un negocio privado, en el que las reglas las impone el dueño de la empresa, pero que es insoportable y obsceno en el campo de lo público. EEUU tiene un enorme, y abandonado por esta administración, Departamento de Estado, dirigido por Rex Tyllerson, con cientos de funcionarios de altísimo nivel que podían acudir a estas reuniones y representar a su país, empezando por el propio Tyllerson, que si bien carece de formación diplomática sí ostenta el cargo y el poder. También el departamento de Defensa puede hacer esa labor, y hay donde escoger para ocupar sillas y portavocías. Pero no, Trump ha seleccionado a su hija para que la represente, para que ocupe el papel de Presidente de los EEUU en un encuentro internacional de alto nivel. Inaudito. Piensen por un momento la cara del resto de los dirigentes en esos encuentros al ver cómo alguien de la familia Trump les hablaba por boca del Presidente. Es un caso de corrupción tan flagrante como asombroso, y una violación de las normas de gestión pública de tal tamaño que avergonzaría a la sociedad de cualquier país occidental. ¿Qué diablos está pasando en EEUU?

Si se acuerda, en los ochenta se organizó un lío de padre y señor mío con el despacho de juan Guerra, uno de los hermanos de Alfonso, entonces todopoderoso vicepresidente del gobierno, que negociaba mordidas y contratos amparado en la poderosa figura de su hermano. Los hijos de los Pujol han medrado también gracias al apellido y al poder que su padre (y madre superiora) tenían en la sociedad catalana. Por todo ello nos indignamos, y con razón. Ivanka, y el resto de los Trump, suponen el paroxismo de esta forma de corrupción, envuelto en formas elegantes y vestimentas de primera, todo muy chic, pero igual de nauseabundo e inmoral. Cada paso que da Trump destruye el espíritu fundacional de los EEUU, el contenido de su constitución y la imagen de ese país en el mundo. Putin puede estar más que satisfecho. 

viernes, julio 07, 2017

El grave riesgo de ser imprudentes

Finalmente ayer se desató una enorme tormenta en Madrid, por la tarde, tras un día de lluvias intermitentes pero intensas. Todo el espectáculo que uno pueda imaginar en el cielo servido en porciones tamaño restaurante vasco. En el refugio de la oficina todo era contemplar, admirar y agradecer el estar bajo techo y a resguardo. Imaginaba uno lo que podía ser estar en la calle, andando o moviéndose en cualquier vehículo y daban escalofríos de pensarlo. Las alertas amarillas que ayer por la mañana lucían los mapas estuvieron plenamente justificadas, y pese a que los bomberos hicieron múltiples salidas y se registraron inundaciones parciales, no hubo nada salvo incidentes menores, sin consecuencias serias.

No pasó lo mismo en Cáceres, en la zona del jerte, en la que numerosos ríos son utilizados para realizar barranquismo y otro tipo de deportes acuáticos. La tragedia se cebó en una familia, un matrimonio y dos de sus hijos, fallecidos, tragados por el río, y un tercer hijo, aún en el hospital, pero que no se si querrá salir de ahí cuando se entere de lo que ha sucedido. El monitor que les acompañaba durante el descenso salió vivo y podrá contar con más detalle qué es lo que pasó para que este desastre fuera posible. La zona estaba también en alerta amarilla por fuertes tormentas, lo que quiere decir que los caudales de los ríos pueden experimentar subida explosivas cuando el cielo se derrumba sobre ellos. Son cauces abruptos, escarpados y estrechos, en los que los niveles de las aguas no responden de manera progresiva ante una tormenta, sino que se comportan de forma brusca y descontrolada. Una apacible cascada de sonido relajante se puede convertir en minutos en una catarata bajo cuyo impulso no haya nadie capaz de salir. Con un pronóstico como ese era una imprudencia realizar actividades acuáticas en ese lugar, hubiera sido mucho mejor suspenderlas y quedarse en casa, renunciar a un día de descanso en el que se buscaban “experiencias intensas” y sustituirlo por otro más relajado, familiar, a resguardo, aburrido dirían algunos, pero seguro. Y es que cada vez son más los que buscan y practican actividades que entrañan riesgos tratando de encontrar en ellas emociones que den no se si sentido, pero sí más valor a sus vidas. Envalentonados tras leer alguno de esos horrendos (y falsos) libros de autoayuda en los que se repite como un mantra que uno es único, de valía infinita y con capacidad para superar todos los retos si se lo propone, el personal se lanza a aventuras para las que no está preparado y muchas veces todo acaba en un rosario de anécdotas más o menos dolorosas, y no pocas veces en desgracias como la sucedida ayer en el Jerte. Las montañas se llenan los fines de semana de sujetos que nunca han paseado por ellas y que, con unas deportivas, se lanzan a subir riscos de dos mil metros de altura porque ellos pueden, de no hacer nada se compra el sujeto de turno unas zapatillas, caras a ser posible, y se pone a correr diez kilómetros, porque el correr y llegar a la meta está siempre a tu alcance, y su corazón y articulaciones empiezan a crujir como locas, casi al mismo tiempo que se dispara la futura facturación de fisioterapeutas y otras especialidades médicas, que tienen en estos “valientes” a uno de sus principales nichos de clientes. Entiéndaseme bien, el deporte es sano y la práctica de excursiones y actividades al aire libre son beneficiosas, pero todo tiene que ir de una manera progresiva y segura. No es muy normal que, como pasó en mayo, casi cuarenta mil personas disputasen la maratón de Madrid, prueba de una exigencia salvaje que, aun estando en condiciones, pasa factura al cuerpo y lo desgasta muchísimo. Hace apenas una década eran muy pocos miles los que se apuntaban a esta prueba, muestra nuevamente del furor por lanzarse a conquistar “metas que están a tu alcance” y la particular burbuja de las carreras, que colapsa los centros urbanos de cualquier ciudad los fines de semana.


Si quiere hacer deporte, muy bien, adelante, pero como cabeza. Vaya poco a poco, escoja disciplinas que le sean más propicias y hágase chequeos médicos para saber cuál es su estado físico y los límites que posee para no forzar en exceso. Sea progresivo y casi seguro que notará mejorías en su rendimiento. No haga el loco y siga las recomendaciones de seguridad de expertos, monitores y autoridades cuando se prevén condiciones adversas, no arriesgue su vida por una tarde en la que una tormenta se la puede jugar. Y sobre todo, deshágase de todos esos libros de autoayuda, que son una basura, llenos de patrañas y mentiras, que buscan sacarle los cuartos y, si los ha leído, lo han conseguido. Nada hay en ellos que pueda ser útil.

jueves, julio 06, 2017

Tormenta en el calor de julio

Decía la previsión para hoy que el día será inestable en Madrid, con chubascos, tormentas y descenso de temperaturas desde los elevados 36 grados que se alcanzaron ayer. A esta hora de la mañana el cielo luce cubierto, plomizo, algo amenazador, pero sin la oscuridad que caracteriza al chubasco inminente. Cuando sí que ha habido tormenta ha sido esta noche, pasada la una de la mañana, en a menos dos tandas en lo que a mi barrio se refiere, separadas por cerca de una hora. La primera ha sido más aparatosa mientras que la segunda, a eso de las dos, ha tenido menos rayos, o al menos más espaciados. En ambas un buen chubasco ha caído y se ha agradecido por todos los que los han recibido.

Es 2017 un año seco e ingrato en lo que a meteorología se refiere, especialmente en el campo. Me pareció ver el otro día, no recuerdo donde, que en lo que llevamos de año el recurso a los seguros agrarios se había disparado, tanto por cauda de la sequía, que genera un goteo constante de los mismos, como por efecto de heladas tardías y tormentas. Las primeras tuvieron lugar en mayo, y afectaron especialmente a cultivos de vid y frutales. Se pudieron ver espectaculares imágenes de viñedos en zonas como Rioja o Ribera de Duero en los que, tras una noche gélida, los agricultores se afanaban por colocar antorchas entre las parras para que, por la noche, el fuego de las teas calentara algo los brotes y combatiera el previsto frío nocturno. Estas escenas, y pérdidas por las mismas causas, se dieron también en zonas vitivinícolas francesas. Las tormentas de primavera han sido este año frecuentes y virulentas, y se han cebado especialmente con la zona de Aragón y el interior frutal de Cataluña. Repetidos chubascos de elevada intensidad, granizo variable, enorme en no pocas ocasiones, y violentas descargas de agua y viento han perjudicado cosechas, principalmente de árboles frutales, provocando tanto la caída del fruto como su daño por el golpe del pedrisco. La fruta herida puede ser usada para zumos u otros fines, pero no para la venta en puesto, por su aspecto nada estético (somos una sociedad de la imagen, para todo, también para lo tonto) y eso hace que el valor por kilo del producto se derrumbe. Pero sin duda el gran enemigo de este año para muchos cultivos es la sequía, una falta de lluvias que es endémica, y que días de chubascos como hoy resultan ser apenas espejismos en un año en el que las lluvias no han querido llegar. Salvo el levante y la zona murciana, que curiosamente han recibido algo más de lluvia que lo que corresponde a sus medias, el resto del país está por debajo, especialmente en las dos castillas, valle del Ebro y Galicia. En algunas de esas comarcas la primavera ha sido nefasta, con precipitaciones comparables por su escasez a lo más intenso del verano. Miles de hectáreas de cereal han sido baldías, y las espigas en ellas plantadas no han alcanzado ni porte ni fruto necesario para ser cosechadas. Algunas de ellas han sido cortadas antes de tiempo, para ahorrar costes de cultivo que no iban a servir para nada, y utilizadas como forraje para el ganado, que también pasa apreturas. Las compras de cereales en el exterior serán elevadas este año, dada la mala cosecha que se espera. Lo perdido perdido está, y ahora la esperanza de los agricultores está puesta ya en el otoño, esperando que el déficit hídrico pueda ser paliado o, al menos, que no crezca.

Días de lluvias como los que se esperan hoy, no tan típicos para un seis de julio, suponen algo parecido al efecto del goteo de suero en un enfermo. Son vitales, le mantienen con vida, pero no sirven realmente de alimento. Permitirán refrescar el ambiente, dotar de algo de humedad al suelo para que, además, se frene la escalada de incendios forestales, que este año es realmente preocupante, y lave las ciudades, pueblos y campos, pero la situación de sequía persiste. Si el otoño invierno no llega con precipitaciones consistentes puede que estemos a las puertas de otro de esos ciclos de sequía de tres cuatro años que tan famosos y devastadores son en nuestro país, que tanto daño nos hacen y dinero cuestan. Aprovechen las lluvias de hoy y su frescor, este año el agua del cielo está muy cara.

miércoles, julio 05, 2017

El ejército iraquí reconquista Mosul

Ruinas, ruinas y más ruinas. Cascotes que lo invaden todo, procedentes de lo que un día fueron edificios y que hoy apenas se pueden distinguir de las contiguas montañas de escombros que flanquean las calles, en las que el firme no es irregular, sino inexistente. Fusionado con el entorno, la trama urbana es impracticable, llena de residuos, pedruscos, chatarra y restos de batalla que lo llenan todo. Cadáveres por doquier y cientos, miles de personas, que han vivido durante los últimos años en esa ciudad y que ahora huyen de sus ruinas sin apenas nada puesto, famélicas, deshechas, con sus cuerpos y almas a juego con el paisaje de destrucción que les rodea.

A finales del verano pasado el ejército iraquí comenzó la batalla de Mosul, la segunda ciudad de Irak, su capital en el norte, una urbe de dos millones de habitantes, la más poblada de entre las dominadas por el maldito DAESH. Los islamistas se hicieron con el control de la ciudad en el verano de 2015, cuando escasos pero bien armados, irrumpieron por sus calles y el ejército de Irak huyó de una manera cobarde y escandalosa. Casi sin pegar un tiro los fanáticos se hicieron con una gran ciudad, toda su población y sus enormes recursos, entre ellos mucho armamento, abandonado por quienes presuntamente tenían que defender a sus moradores de los salvajes. Fue en Mosul, en una de sus mezquitas más antiguas y valiosas, donde Al Bagdadí proclamó el califato en 2015, en ese vídeo que seguramente muchos de ustedes han visto, en el que el clérigo, orondo y vestido de negro, proclama una salmodia que, con el tiempo se ha traducido en dolor y sangre por medio mundo. Como síntoma de lo que vendría, las tracerías y bellas figuras geométricas que enmarcan la imagen del presunto califa son ahora mismo parte de esas ruinas que alfombran Mosul, dado que los fanáticos de DAESH volaron hace una semana la mezquita en la que están tomadas esas escenas. Volaron sus cúpulas, salas de oración y minarete, muy antiguo este, del siglo XII, y famoso por estar inclinado. ¿Acaso hay mayor afrenta al islam que la destrucción de uno de sus templos más antiguos? Pues ese es el último “servicio” prestado por estos salvajes a la religión a la que dicen servir y no hacen más que mancillar y violar. Nueve meses han sido necesarios para la reconquista de la ciudad, que ahora no es sino un campo de escombros y refugiados, demostrando por un lado que es posible ganar al terrorismo de DAESH sobre el terreno pero, también, poniendo de relieve que esa victoria ha venido tras una batalla de crueldad, desgaste y salvajismo difícil de imaginar, en la que los muertos se cuentan por miles (de hecho hace tiempo que se han dejado de contar) y los civiles no han sido sino carne de cañón, escudos utilizados por los fanáticos para retrasar el avance de las tropas iraquíes. ¿Se puede hablar de victoria en este contexto? Supongo que la lógica obliga a decir que sí, pero la realidad y las imágenes que se nos muestran más bien apuntan a que poca cosa se ha conquistado. Las crónicas de algunos enviados especiales, periodistas freelance que se han jugado la vida entre esas calles, por llamarlas de alguna manera, contando lo que veían, eran aterradoras. Mosul parecía una reedición de Stalingrado, con el ardiente sol sustituyendo al frío ruso, y sin frentes claros, pero con las mismas tácticas de desgaste, las mismas sucias estrategias y, claramente, los mismos y asesinos resultados. Ahora mismo la ciudad, como lo fue Stalingrado, no es más que un inmenso cementerio, en el que la trama urbana no hace sino disumular el aspecto de camposanto.


¿Y ahora, qué? El ejército iraquí tratará de desactivar aquellos grupúsculos de resistencia islamista que aún persistan en la ciudad y en lo que quede de territorio del país, y el delirio de un territorio sometido a los designios de DAESH se derrumbará, quizás a la misma velocidad a la que se levantó en las arenas de Siria e Iraq. Pero no nos engañemos, el fruto del delirio de Al Bagdadí y los suyos, que pueden estar muertos o no, ha prendido en muchas comunidades islamistas, de allí y de aquí, y no son pocas las manos y mentes que, en Siria, París o Mallorca, planean actos de honor para defender una fe por la que dar la vida y quitársela a los infieles. Una fe, pervertida, que yace bajo las filigranas convertidas en polvo de la mezquita de Mosul. Porque ese es el destino de todo lo tocado por el fanatismo, la destrucción.

martes, julio 04, 2017

Funeral de estado europeo por Helmut Kohl

El pasado sábado tuvo lugar en la sede del Parlamento europeo de Estrasburgo una ceremonia sentida, conmovedora y que, sin exageraciones, merecerá pasar a los libros de historia. En un hemiciclo lleno, ausente de parlamentarios y a rebosar de dignatarios y figuras de talla internacional, la eurocámara y, en su nombre, muchas naciones, no sólo europeas, rindieron un homenaje póstumo a la figura de Helmut Kohl, canciller federal de Alemania desde 1982 hasta 1998, y uno de los principales artífices del impulso que transformó la antigua CEE en la UE, la RFA en Alemania y Europa en una realidad tal y como la conocemos.

Kohl fue un gigante, y no sólo porque físicamente lo era. Canciller con amplia mayoría en una RFA que era ya la locomotora económica de Europa, su obsesión tenía forma de nación reunificada y de continente unido. A su llegada al poder la guerra fría está caliente, el muro se alza impertérrito en Berlín y el telón de acero es una realidad que ahora mismo seguimos sin ser capaces de imaginar. Empieza a surgir movimientos de disidencia en Polonia, pero son aplastados por la dictadura que rige el país. Cada día surgen noticias que elevan la tensión entre EEUU y al URSS, que tienen en el teatro europeo el más peligroso de sus escenarios, mientras se disputan guerras a través de peones en otras partes del mundo como Centroamérica, Afganistán y zonas de África. Kohl no se limita con soñar la reunificación, sino que empieza a trabajar para hacerla realidad. Cuenta con el apoyo de un Ronald Reagan en EEUU y Juan Pablo II en el Vaticano que luchan para desgastar el imperio soviético. Así mismo, en el plano europeo, Kohl se da cuenta rápidamente que el continente sólo puede ser uno si crece, acoge en su seno a las naciones que desde siempre lo han conformado y se convierte tanto en un espacio de prosperidad económica como, sobre todo, un lugar de defensa de la libertad y la democracia. Ve, como lo hizo en su tiempo Ortega con España, a Europa como la solución al problema alemán, a la destructiva tendencia de su país de querer conquistar el continente, siempre saldada con crueles y asesinas guerras, y se conjura para hacer todo lo posible para que eso no vuelva a suceder. Se fija rápidamente en el joven presidente del gobierno de España, un socialista llamado Felipe González, con el que ideológicamente le unen pocas cosas, pero con el que comparte el sueño europeo. Las negociaciones para la incorporación de España y Portugal avanzan a medida que la fragilidad del bloque comunista crece. Si en 1986 nuestros países entran en la entonces llamada CEE, en 1989 se derrumba un muro que, como cicatriz, dolía en toda Europa, y en 1990 se produce el milagro de la reunificación alemana, que vuelve a ser un solo país de un único nombre. Muchos ven con temor el poder que puede acaparar un gigante económico y demográfico como el que se empieza a crear, con una Berlín demacrada nuevamente como capital, pero Kohl lo tiene muy claro. No será una Europa alemana lo que verán los años posteriores, sino una Alemania europea, mensaje que no deja de repetir insistentemente no porque fuera un lema de campaña, no, sino porque era su auténtica creencia. Y en ella siguió hasta que dejó el poder en 1998, y en ella han seguido sus sucesores, primero el socialdemócrata Schroeder y luego una pupila de Kohl, su niña, una tal Angela Merkel, que quizás su mentor ni nadie nunca imaginaros que podría acaparar tanta influencia y poder.


Merkel, el sábado, conmovida hasta las lágrimas, expresó su gratitud hacia Kohl como europea, como alemana, como política y como persona, porque gracias a él estaba ella allí. Y dijo alto y claro que somos nosotros, los actuales dirigentes y ciudadanos europeos, los encargados de mantener vivo el espíritu y ejemplo que Kohl nos dio, de no descansar para seguir construyendo todo lo que él inicio. Este sábado se rindió en Europa un homenaje a una de sus figuras más destacadas de la segunda mitad del siglo XX. Uno de aquellos que creyeron que el destino del continente no es la guerra, sino la unión y la libertad, y que por ella trabajó sin descanso. Como dijo Merkel, en nuestra mano está continuar su obra.

lunes, julio 03, 2017

Madrid y el éxito del Orgullo gay

No he pasado por los conciertos y actos celebrados a lo largo de estos días en Madrid con motivo del día del orgullo gay, festividad este año que contaba con el añadido de ser el evento mundial, que cada dos años recala en una ciudad distinta. De hecho, dada la aglomeración de gente prevista, eran días ideales para no pasar mucho por el centro. Las previsiones eran de cerca de dos millones de visitas a lo largo de estos días y de concentraciones que rebasasen el millón, como probablemente sucedió en el desfile concierto del sábado, la cita más importante de todo el calendario festivo, que llenó y colapsó todo el centro urbano, con presencia de políticos de todo signo y una multitud inabarcable.

Es difícil hacer un balance de un evento de este tipo, porque las cifras siempre son difusas, pero lo más importante es que la gran beneficiada de todo ello ha sido la propia ciudad de Madrid. Visitantes de todo el mundo han llegado hasta aquí, en una semana en la que las temperaturas han sido engañosamente bajas para las fechas, y han disfrutado de la fiesta en un ambiente cordial y, muy importante, seguro. Había mucho miedo a que las concentraciones de personas fueran aprovechadas por terroristas y radicales de todo tipo para montar jaleo o planificar atentados que, contando con la ventaja de la marabunta, pudieran ser de gravedad. Finalmente no ha sucedido nada de nada, cosa de la que debemos alegrarnos todos, y en no poco habrá contribuido el trabajo de los miles de agentes de seguridad de todo tipo de cuerpos que se han desplegado por la ciudad, tomando incluso algunas zonas, pero dando en todo momento imagen de control. La suerte influye, sí, pero que la tengas y te pille trabajando. Salvo algunos incidentes aislados, típicos en las reuniones nocturnas en las que abunda el cachondeo, el alcohol y otras sustancias, el parte de sucesos de estos días es, comparativamente, menor al de una Nochevieja, por poner una fiesta masiva que nos pueda sonar. El impacto económico del evento es otro de los aspectos reseñables, y también ahí las cifras bailan. He oído estimaciones que van desde los 150 a los 300 millones de euros de beneficio para la ciudad, por lo que no se qué decirles, pero sí que ha sido rentable y beneficiosa, convirtiendo durante unos días a Madrid en el centro del turismo global, en el inicio de la temporada de verano que, hasta hace no muchos años, suponía el inicio del desalojo de la ciudad, que no era el punto fuerte de la oferta turística nacional. Esto está cambiando desde hace unos años, y Madrid se consolida como destino de ocio y turismo, pese a que carece de playa, el atractivo que hasta ahora se consideraba obligatorio para reclamar visitas foráneas. Hemos pasado de unos veranos capitalinos de desierto y locales cerrados a unos agostos en los que el centro luce lleno de terrazas y es imposible encontrar un sitio libre, imagen que resulta chocante para los locales tras décadas de remanso veraniego. La fiebre del turismo, con sus ventajas e inconvenientes, ha llegado a Madrid, y parece que lo ha hecho para quedarse un tiempo. Eventos como el del orgullo gay global recién celebrado consolidan a la ciudad como destino de ocio y disfrute, y le permiten sacar la cabeza en un mercado global en el que muchas ciudades del mundo ya poseen una imagen consolidada y Madrid, la verdad, aún carece de ella, o por lo menos no resulta tan definida. Lograr que durante unos días se hable de una ciudad en todo el mundo por un acontecimiento que se celebra en ella es el objetivo último de eventos como las Olimpiadas, campeonatos de fútbol y otros similares. La labor de promoción que ofrecen espectáculos de ese tipo para la ciudad que los alberga no tiene precio.


Por eso, lo sucedido estos días en Madrid se puede calificar de éxito sin paliativos. Más allá de los mensajes y las reivindicaciones sociales, el orgullo se ha convertido en una fiesta social de primera magnitud, cosa que no gusta mucho a alguno de sus promotores al perder precisamente parte de su carácter reivindicativo. Y en ese marco festivo Madrid ha ofrecido una imagen integradora, libre, de ciudad abierta y cosmopolita, que te acoge seas de donde seas, que te deja ser lo que quieras y que te permite expresarte, a ti y a tus amigos. Y ese carácter abierto de Madrid, que conocemos los que la habitamos, es lo que ha podido descubrir parte del mundo. No me digan que no es un éxito para la ciudad.