lunes, julio 10, 2017

Trump y su monarquía a lo Juan Guerra

Se ha celebrado los pasados días, en la ciudad de Hamburgo, al cumbre del G20, que ha sido noticia sobre todo por la presencia de Trump y la de miles de manifestantes que han convertido a la rica y tranquila ciudad portuaria en escenario de batallas campales de muy alta intensidad. El G20 languidecía como foro hasta que la crisis de 2008 lo llevó al estrellato, como una suerte de gobierno global para tratar de coordinar políticas económicas que impidieran el desastre. Una vez pasada aquella emergencia, que no solucionado el problema, y con los vientos unilaterales que soplan desde varias geografías, puede que el G20 entre en otra etapa de decadencia, lo quieran admitir sus componentes o no.

Vamos con Trump. Ha sido su segunda visita a Europa y ha tenido dos momentos estelares. La muy esperada reunión con Putin, que se planificó para media hora y se alargó hasta las dos horas y media, quizás como enamorados que no querían separarse tras tanto tiempo de cariños mutuos y mensajitos sin verse la cara. La sintonía entre los dos dirigentes es obvia, y preocupante para todos los demás. Ambos desprecian las formas, la ley y la democracia, se consideran y admiran el liderazgo fuerte, aquel que está por encima de estorbos como parlamentos, constituciones y demás tonterías, y desprecian profundamente a los ciudadanos a los que rigen, y mucho más a aquellos, la inmensa mayoría, que no poseen tanto dinero como el que se atesora en sus cuentas. Pocos resultados prácticos de esa reunión, salvo un alto el fuego en Siria que veremos lo que dura, y sensación generalizada de que ambos personajes van a hacer muchos negocios juntos. El otro protagonismo de Trump han sido sus ausencias. A algunas reuniones no ha podido acudir, lo cual es normal, dado que ubicuo no es nadie. Pero lo noticioso es que ha sido su hija Ivanka la que ha acudido en su nombre a los foros en los que el presidente, y padre, no podía estar presente. Ivanka es “hija de”, nada más. Su carrera profesional se ha centrado en el mundo de la moda y el diseño, ha hecho un gran negocio con ello, y persisten las dudas de si eso hubiera sido así de no apellidarse Trump. Se dice que es la más inteligente del clan, y como no conozco a ninguno no tengo opinión al respecto, pero lo único seguro es que es “hija de” y está donde está por ser “hija de”. Esto es lo que se ha llamado toda la vida nepotismo, enchufar a los familiares en puestos y cargos, que no tiene nada de raro en un negocio privado, en el que las reglas las impone el dueño de la empresa, pero que es insoportable y obsceno en el campo de lo público. EEUU tiene un enorme, y abandonado por esta administración, Departamento de Estado, dirigido por Rex Tyllerson, con cientos de funcionarios de altísimo nivel que podían acudir a estas reuniones y representar a su país, empezando por el propio Tyllerson, que si bien carece de formación diplomática sí ostenta el cargo y el poder. También el departamento de Defensa puede hacer esa labor, y hay donde escoger para ocupar sillas y portavocías. Pero no, Trump ha seleccionado a su hija para que la represente, para que ocupe el papel de Presidente de los EEUU en un encuentro internacional de alto nivel. Inaudito. Piensen por un momento la cara del resto de los dirigentes en esos encuentros al ver cómo alguien de la familia Trump les hablaba por boca del Presidente. Es un caso de corrupción tan flagrante como asombroso, y una violación de las normas de gestión pública de tal tamaño que avergonzaría a la sociedad de cualquier país occidental. ¿Qué diablos está pasando en EEUU?

Si se acuerda, en los ochenta se organizó un lío de padre y señor mío con el despacho de juan Guerra, uno de los hermanos de Alfonso, entonces todopoderoso vicepresidente del gobierno, que negociaba mordidas y contratos amparado en la poderosa figura de su hermano. Los hijos de los Pujol han medrado también gracias al apellido y al poder que su padre (y madre superiora) tenían en la sociedad catalana. Por todo ello nos indignamos, y con razón. Ivanka, y el resto de los Trump, suponen el paroxismo de esta forma de corrupción, envuelto en formas elegantes y vestimentas de primera, todo muy chic, pero igual de nauseabundo e inmoral. Cada paso que da Trump destruye el espíritu fundacional de los EEUU, el contenido de su constitución y la imagen de ese país en el mundo. Putin puede estar más que satisfecho. 

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