jueves, julio 06, 2017

Tormenta en el calor de julio

Decía la previsión para hoy que el día será inestable en Madrid, con chubascos, tormentas y descenso de temperaturas desde los elevados 36 grados que se alcanzaron ayer. A esta hora de la mañana el cielo luce cubierto, plomizo, algo amenazador, pero sin la oscuridad que caracteriza al chubasco inminente. Cuando sí que ha habido tormenta ha sido esta noche, pasada la una de la mañana, en a menos dos tandas en lo que a mi barrio se refiere, separadas por cerca de una hora. La primera ha sido más aparatosa mientras que la segunda, a eso de las dos, ha tenido menos rayos, o al menos más espaciados. En ambas un buen chubasco ha caído y se ha agradecido por todos los que los han recibido.

Es 2017 un año seco e ingrato en lo que a meteorología se refiere, especialmente en el campo. Me pareció ver el otro día, no recuerdo donde, que en lo que llevamos de año el recurso a los seguros agrarios se había disparado, tanto por cauda de la sequía, que genera un goteo constante de los mismos, como por efecto de heladas tardías y tormentas. Las primeras tuvieron lugar en mayo, y afectaron especialmente a cultivos de vid y frutales. Se pudieron ver espectaculares imágenes de viñedos en zonas como Rioja o Ribera de Duero en los que, tras una noche gélida, los agricultores se afanaban por colocar antorchas entre las parras para que, por la noche, el fuego de las teas calentara algo los brotes y combatiera el previsto frío nocturno. Estas escenas, y pérdidas por las mismas causas, se dieron también en zonas vitivinícolas francesas. Las tormentas de primavera han sido este año frecuentes y virulentas, y se han cebado especialmente con la zona de Aragón y el interior frutal de Cataluña. Repetidos chubascos de elevada intensidad, granizo variable, enorme en no pocas ocasiones, y violentas descargas de agua y viento han perjudicado cosechas, principalmente de árboles frutales, provocando tanto la caída del fruto como su daño por el golpe del pedrisco. La fruta herida puede ser usada para zumos u otros fines, pero no para la venta en puesto, por su aspecto nada estético (somos una sociedad de la imagen, para todo, también para lo tonto) y eso hace que el valor por kilo del producto se derrumbe. Pero sin duda el gran enemigo de este año para muchos cultivos es la sequía, una falta de lluvias que es endémica, y que días de chubascos como hoy resultan ser apenas espejismos en un año en el que las lluvias no han querido llegar. Salvo el levante y la zona murciana, que curiosamente han recibido algo más de lluvia que lo que corresponde a sus medias, el resto del país está por debajo, especialmente en las dos castillas, valle del Ebro y Galicia. En algunas de esas comarcas la primavera ha sido nefasta, con precipitaciones comparables por su escasez a lo más intenso del verano. Miles de hectáreas de cereal han sido baldías, y las espigas en ellas plantadas no han alcanzado ni porte ni fruto necesario para ser cosechadas. Algunas de ellas han sido cortadas antes de tiempo, para ahorrar costes de cultivo que no iban a servir para nada, y utilizadas como forraje para el ganado, que también pasa apreturas. Las compras de cereales en el exterior serán elevadas este año, dada la mala cosecha que se espera. Lo perdido perdido está, y ahora la esperanza de los agricultores está puesta ya en el otoño, esperando que el déficit hídrico pueda ser paliado o, al menos, que no crezca.

Días de lluvias como los que se esperan hoy, no tan típicos para un seis de julio, suponen algo parecido al efecto del goteo de suero en un enfermo. Son vitales, le mantienen con vida, pero no sirven realmente de alimento. Permitirán refrescar el ambiente, dotar de algo de humedad al suelo para que, además, se frene la escalada de incendios forestales, que este año es realmente preocupante, y lave las ciudades, pueblos y campos, pero la situación de sequía persiste. Si el otoño invierno no llega con precipitaciones consistentes puede que estemos a las puertas de otro de esos ciclos de sequía de tres cuatro años que tan famosos y devastadores son en nuestro país, que tanto daño nos hacen y dinero cuestan. Aprovechen las lluvias de hoy y su frescor, este año el agua del cielo está muy cara.

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