Varias son las noticias que los
últimos meses han salido sobre este asunto, todas ellas alarmantes, pero creo
que esta vez es la primera en la que una autoridad económica, la sacrosanta
FED, hace referencia a este problema, oculto para muchos fuera y dentro de EEUU,
pero que no deja de ir a más. Me refiero al abuso de las drogas, al disparo en
sus niveles de consumo y en los estragos que está originando en la población. Yellen,
en sus palabras, hace referencia a los jóvenes enganchados y en la reducción de
la oferta laboral que supone su adicción, pero el fenómeno es generalizado
en amplias franjas de edad, ni mucho menos estamos ante un problema de críos
descarriados o algo por el estilo.
Las drogas que están invadiendo
EEUU son de dos tipos. Por un lado, las clásicas ilegales, con la cocaína y
heroína a la cabeza, cuyas tasas de consumo crecen con fuerza, especialmente la
de esta última. Muchos descubrimos este problema tras la muerte del genial
actor Philip Seymur Hoffman, fallecido por una sobredosis de heroína como si
fuera la versión actualizada de los yonkis de los ochenta, que morían en
portales tenebrosos ocultos bajo las luces de una movida que todo lo amparaba.
A estas sustancias conocidas se han unido otras, especialmente opiáceos y
sustancias similares, pero que tienen una cosa en común que las hace
sorprendentes. Se venden con receta. Sí, la gente en EEUU se está enganchando a
alta velocidad a fármacos legales que se dispensan para tratar enfermedades, o
paliar sus síntomas, pero que se han convertido en una nueva vía de escape y
consumo masivo para aquellos que se han hecho dependientes de los mismos. Las
cifras de esta escalada de drogadicción son enormes, de tal manera que el
consumo de sustancias ya es la primera causa de muerte entre la población
juvenil, por encima de los accidentes de tráfico y de cualquier otra enfermedad
que pueda existir. Y como les decía, no sólo los chavales se han vuelto adictos,
no. En zonas económicamente débiles, como el medio oeste o áreas afectadas por
procesos de reconversión industrial, se registran altas tasas de consumo de
medicamentos entre población adulta, mucha de ella desempleada y
desesperanzada, añorantes de un pasado laboral glorioso y que ven como las
expectativas de futuro se derrumban. Muchos de ellos son votantes de Trump, que
escogieron a ese candidato quizás pensando que no les podía ir peor que como
están ahora, y que al menos él les mencionaba en los discursos, aunque a buen
seguro saben que no hará nada por ellos. Dos factores adicionales contribuyen a
dibujar el retrato del mal estado de salud del país. Por un lado, como nos pasa
a todos los países avanzados, la población envejece, a menor ritmo que en
Europa, pero de manera inexorable, dado que la tasa de natalidad y la inmigración,
superior allí que aquí, tampoco pueden compensar las jubilaciones y decesos de
las grandes franjas de población que nacieron en el Baby boom tras la II Guerra
Mundial. El otro factor importante, más característico de EEUU, aunque tampoco
exclusivo, es la obesidad, crónica en ciertos estados, que hace disparar las
tasas de diabetes y enfermedades cardíacas, y que está detrás de gran parte de
los problemas de salud del ciudadano medio. Comer sano y en cantidades
moderadas no está al alcance del bolsillo más habitual en muchas zonas del país,
en las que acceder a alimentos como frutas o verduras es más bien propio de
clases altas, que los pueden pagar sin hacer sacrificios.
Todos estos factores explican este
asombroso dato. El
año 2015, por primera vez desde hace dos décadas, la esperanza de vida se
redujo en EEUU, tanto para hombres como para mujeres. Tremendo. Reitero que
algunos de los factores que están detrás de este desastre, no puede calificarse
de otra manera, también se dan entre nosotros, pero otros, y el caso de las
drogas es clarísimo, tienen allí una incidencia que afortunadamente no se da en
Europa. A buen seguro las limitaciones de la cobertura sanitaria
norteamericana, y la idea de Trump de desmantelar el Obamacare, no ayudan en lo
más mínimo, pero el problema de fondo, como pueden ver, no es ni mucho menos
exclusivo de gestión médica. La adicción crece y el país debe tomar medidas
para atajarla antes de que sea demasiado tarde.
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