lunes, julio 17, 2017

Las drogas arrasan en EEUU

Varias son las noticias que los últimos meses han salido sobre este asunto, todas ellas alarmantes, pero creo que esta vez es la primera en la que una autoridad económica, la sacrosanta FED, hace referencia a este problema, oculto para muchos fuera y dentro de EEUU, pero que no deja de ir a más. Me refiero al abuso de las drogas, al disparo en sus niveles de consumo y en los estragos que está originando en la población. Yellen, en sus palabras, hace referencia a los jóvenes enganchados y en la reducción de la oferta laboral que supone su adicción, pero el fenómeno es generalizado en amplias franjas de edad, ni mucho menos estamos ante un problema de críos descarriados o algo por el estilo.

Las drogas que están invadiendo EEUU son de dos tipos. Por un lado, las clásicas ilegales, con la cocaína y heroína a la cabeza, cuyas tasas de consumo crecen con fuerza, especialmente la de esta última. Muchos descubrimos este problema tras la muerte del genial actor Philip Seymur Hoffman, fallecido por una sobredosis de heroína como si fuera la versión actualizada de los yonkis de los ochenta, que morían en portales tenebrosos ocultos bajo las luces de una movida que todo lo amparaba. A estas sustancias conocidas se han unido otras, especialmente opiáceos y sustancias similares, pero que tienen una cosa en común que las hace sorprendentes. Se venden con receta. Sí, la gente en EEUU se está enganchando a alta velocidad a fármacos legales que se dispensan para tratar enfermedades, o paliar sus síntomas, pero que se han convertido en una nueva vía de escape y consumo masivo para aquellos que se han hecho dependientes de los mismos. Las cifras de esta escalada de drogadicción son enormes, de tal manera que el consumo de sustancias ya es la primera causa de muerte entre la población juvenil, por encima de los accidentes de tráfico y de cualquier otra enfermedad que pueda existir. Y como les decía, no sólo los chavales se han vuelto adictos, no. En zonas económicamente débiles, como el medio oeste o áreas afectadas por procesos de reconversión industrial, se registran altas tasas de consumo de medicamentos entre población adulta, mucha de ella desempleada y desesperanzada, añorantes de un pasado laboral glorioso y que ven como las expectativas de futuro se derrumban. Muchos de ellos son votantes de Trump, que escogieron a ese candidato quizás pensando que no les podía ir peor que como están ahora, y que al menos él les mencionaba en los discursos, aunque a buen seguro saben que no hará nada por ellos. Dos factores adicionales contribuyen a dibujar el retrato del mal estado de salud del país. Por un lado, como nos pasa a todos los países avanzados, la población envejece, a menor ritmo que en Europa, pero de manera inexorable, dado que la tasa de natalidad y la inmigración, superior allí que aquí, tampoco pueden compensar las jubilaciones y decesos de las grandes franjas de población que nacieron en el Baby boom tras la II Guerra Mundial. El otro factor importante, más característico de EEUU, aunque tampoco exclusivo, es la obesidad, crónica en ciertos estados, que hace disparar las tasas de diabetes y enfermedades cardíacas, y que está detrás de gran parte de los problemas de salud del ciudadano medio. Comer sano y en cantidades moderadas no está al alcance del bolsillo más habitual en muchas zonas del país, en las que acceder a alimentos como frutas o verduras es más bien propio de clases altas, que los pueden pagar sin hacer sacrificios.

Todos estos factores explican este  asombroso dato. El año 2015, por primera vez desde hace dos décadas, la esperanza de vida se redujo en EEUU, tanto para hombres como para mujeres. Tremendo. Reitero que algunos de los factores que están detrás de este desastre, no puede calificarse de otra manera, también se dan entre nosotros, pero otros, y el caso de las drogas es clarísimo, tienen allí una incidencia que afortunadamente no se da en Europa. A buen seguro las limitaciones de la cobertura sanitaria norteamericana, y la idea de Trump de desmantelar el Obamacare, no ayudan en lo más mínimo, pero el problema de fondo, como pueden ver, no es ni mucho menos exclusivo de gestión médica. La adicción crece y el país debe tomar medidas para atajarla antes de que sea demasiado tarde.


No hay comentarios: