martes, julio 04, 2017

Funeral de estado europeo por Helmut Kohl

El pasado sábado tuvo lugar en la sede del Parlamento europeo de Estrasburgo una ceremonia sentida, conmovedora y que, sin exageraciones, merecerá pasar a los libros de historia. En un hemiciclo lleno, ausente de parlamentarios y a rebosar de dignatarios y figuras de talla internacional, la eurocámara y, en su nombre, muchas naciones, no sólo europeas, rindieron un homenaje póstumo a la figura de Helmut Kohl, canciller federal de Alemania desde 1982 hasta 1998, y uno de los principales artífices del impulso que transformó la antigua CEE en la UE, la RFA en Alemania y Europa en una realidad tal y como la conocemos.

Kohl fue un gigante, y no sólo porque físicamente lo era. Canciller con amplia mayoría en una RFA que era ya la locomotora económica de Europa, su obsesión tenía forma de nación reunificada y de continente unido. A su llegada al poder la guerra fría está caliente, el muro se alza impertérrito en Berlín y el telón de acero es una realidad que ahora mismo seguimos sin ser capaces de imaginar. Empieza a surgir movimientos de disidencia en Polonia, pero son aplastados por la dictadura que rige el país. Cada día surgen noticias que elevan la tensión entre EEUU y al URSS, que tienen en el teatro europeo el más peligroso de sus escenarios, mientras se disputan guerras a través de peones en otras partes del mundo como Centroamérica, Afganistán y zonas de África. Kohl no se limita con soñar la reunificación, sino que empieza a trabajar para hacerla realidad. Cuenta con el apoyo de un Ronald Reagan en EEUU y Juan Pablo II en el Vaticano que luchan para desgastar el imperio soviético. Así mismo, en el plano europeo, Kohl se da cuenta rápidamente que el continente sólo puede ser uno si crece, acoge en su seno a las naciones que desde siempre lo han conformado y se convierte tanto en un espacio de prosperidad económica como, sobre todo, un lugar de defensa de la libertad y la democracia. Ve, como lo hizo en su tiempo Ortega con España, a Europa como la solución al problema alemán, a la destructiva tendencia de su país de querer conquistar el continente, siempre saldada con crueles y asesinas guerras, y se conjura para hacer todo lo posible para que eso no vuelva a suceder. Se fija rápidamente en el joven presidente del gobierno de España, un socialista llamado Felipe González, con el que ideológicamente le unen pocas cosas, pero con el que comparte el sueño europeo. Las negociaciones para la incorporación de España y Portugal avanzan a medida que la fragilidad del bloque comunista crece. Si en 1986 nuestros países entran en la entonces llamada CEE, en 1989 se derrumba un muro que, como cicatriz, dolía en toda Europa, y en 1990 se produce el milagro de la reunificación alemana, que vuelve a ser un solo país de un único nombre. Muchos ven con temor el poder que puede acaparar un gigante económico y demográfico como el que se empieza a crear, con una Berlín demacrada nuevamente como capital, pero Kohl lo tiene muy claro. No será una Europa alemana lo que verán los años posteriores, sino una Alemania europea, mensaje que no deja de repetir insistentemente no porque fuera un lema de campaña, no, sino porque era su auténtica creencia. Y en ella siguió hasta que dejó el poder en 1998, y en ella han seguido sus sucesores, primero el socialdemócrata Schroeder y luego una pupila de Kohl, su niña, una tal Angela Merkel, que quizás su mentor ni nadie nunca imaginaros que podría acaparar tanta influencia y poder.


Merkel, el sábado, conmovida hasta las lágrimas, expresó su gratitud hacia Kohl como europea, como alemana, como política y como persona, porque gracias a él estaba ella allí. Y dijo alto y claro que somos nosotros, los actuales dirigentes y ciudadanos europeos, los encargados de mantener vivo el espíritu y ejemplo que Kohl nos dio, de no descansar para seguir construyendo todo lo que él inicio. Este sábado se rindió en Europa un homenaje a una de sus figuras más destacadas de la segunda mitad del siglo XX. Uno de aquellos que creyeron que el destino del continente no es la guerra, sino la unión y la libertad, y que por ella trabajó sin descanso. Como dijo Merkel, en nuestra mano está continuar su obra.

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