La expresión castellana “hijo de
…” posee tal carga despectiva que es inútil cualquier ejercicio que trate de
suavizarla o aminorarla. Quizás un diminutivo pueda rebajarla, pero nada más.
Por eso, emplearla para hacer chistes o comentarios es peligroso, porque queda
tan evidente la posición del que la emplea respecto a quien la utiliza que no
sólo sesga el artículo, sino que le resta valor. En el caso de Trump y su
familia, varios comentaristas han estado tentados de utilizarla, sin ambages,
contra el nefasto presidente norteamericano y, cosas de la vida, ha sido la
actuación irresponsable de su primogénito la que les ha permitido hacer una
especie de juego de palabras para meterse con toda la familia de una sola
tacada. Brillante, sí, aunque poco respetuoso.
Y es que el hijo, mayor, de
Trump, está metido hasta el fondo en el lío ruso, esa conspiración que
sobrevuela Washington desde hace más de un año y que va a condicionar todo el
desarrollo de la presidencia Trump, le guste a él o no. Día a día surgen
revelaciones e historias que, vistas en conjunto, asemejan cada vez más a una
imagen clara, la de que Rusia interfirió en el desarrollo electoral del año
pasado para perjudicar a la candidata demócrata y, así, beneficiar la llegada
de Trump al poder. Este escándalo, mayúsculo, inaudito y sorprendente, no puede
ser utilizado como excusa por los perdedores de las elecciones para justificar
su derrota ante un nefasto candidato. Los demócratas cometieron errores
profundos en su campaña y Hillary se estrelló contra un muro virtual que sí
logró levantar Trump padre, pero cierto es que, en ese contexto de mala campaña
demócrata, un “empujoncito” puede tener una importancia decisiva, como cuando
dos ciclistas luchan agónicamente en una rampa de montaña, la más mínima ayuda
puede distanciarlos de manera irrevocable. El último episodio de este culebrón
lo protagoniza, como decía, el hijo, mayor, de Trump. Se ha sabido que varios
meses antes de la elección de noviembre, el junior logró contactar con una
abogada rusa, que posee contactos en el Kremlin, en busca de informaciones
perjudiciales para el partido demócrata, tal y como esa abogada le había
revelado que poseía. Quizás la abogada iba de farol, quizás el contacto era
cierto y las pruebas falsas, a lo mejor todo era un montaje, pero lo cierto es
que junios accedió al encuentro y mantuvo reuniones con esa abogada. Al
conocerse la noticia la polvareda en Washington se ha levantado de una manera aún
más exagerada de lo que ya lo está desde hace meses, no sólo por lo
rocambolesco y sucio de la historia, sino porque junior tiene acceso muy
directo a su padre y ha sido nombrado por este como responsable de las empresas
familiares para separar los negocios de la familia de la labor presidencial (sí,
sí, les imagino muertos de risa al leer eso). El mismo concepto de familia que
utilizan los Trump, en la que el nepotismo y los negocios se cruzan de una
manera tan intensa como corporativa, quedaba tocado por estas revelaciones,
dado que ya no estamos hablando de un asesor o colaborador de campaña o
nombramiento implicado con los rusos. No, no, es directamente un Trump el
vinculado con la presunta trama. Para salvar la situación, el hijo, mayor, de
Trump, ha optado por la exposición frente al escondite, no haciendo caso de la
táctica Rajoy. Ofreció una entrevista en horario de máxima audiencia ante los
comprensivos micrófonos de la Fox para defenderse y minimizar lo que él ve como
un mero error infantil, sin consecuencias políticas ni de ningún otro tipo. Su
padre alabó la entrevista y le defiende a capa y espada. Y en un movimiento
interesante, el hijo ha publicado una serie de tuits en los que se hacen públicas
las pruebas del encuentro y algunos detalles del mismo, cosa que habrá
provocado que los periodistas que iban a publicar la exclusiva se acuerden, a
voz en grito, de toda la familia Trump, de sus hijos y sus madres.
Hace unas semanas el gran Bob
Woodward estuvo en España y, ante ansiosos periodistas ávidos de la última
hora, les recordó que montar el caso Watergate, conseguir enlazar las pruebas y
hallar las vinculaciones entre los culpables y los posibles delitos costó años,
y puede que el caso ruso necesite también de mucho más tiempo y pruebas que
permitan que la imagen a la que me refería al principio sea tan clara y
evidente como imposible de rebatir. Pero hasta entonces la sombra de la sospecha
residirá en la Casa Blanca y tendremos más episodios como este, no se si con
hijos u otros familiares, pero que afectarán a los Trump y enfangarán aún más
la imagen de EEUU.
No hay comentarios:
Publicar un comentario