jueves, julio 20, 2017

La muerte de Miguel Blesa

Películas y series de televisión suelen jugar en muchas ocasiones con giros imprevistos de guion que desconciertan al espectador, y que pueden llegar a engancharlo del todo a la trama, porque algo que sorprende interesa, mientras que lo previsible puede aburrir. Normalmente se juega con un personaje importante que fallece, o una subtrama que colapsa o deriva hacia algo muy distinto a lo que era de esperar. Juego de Tronos ha explotado este recurso hasta el límite y uno de los morbos de ver esa serie es tratar de adivinar cuánto sobrevivirá cada uno de los personajes, a sabiendas de la elevada “mortalidad” que se registra en Poniente.

La muerte de Miguel Blesa, sucedida ayer a primera hora de la mañana, es uno de esos giros que conmociona a un relato, el de la corrupción, y una sociedad, la nuestra, que va camino a acostumbrarse a todo lo imaginable, dada la actualidad que observamos cada día. Hoy se sabrá el resultado de la autopsia de lo que parece, casi con toda probabilidad, un suicidio. Blesa murió en una finca de caza de Córdoba a la que acudía con frecuencia, a causa de un disparo de una de sus propias armas, de las que era una experto usuario, lo que descarta casi con totalidad el accidente. Su historia es, en parte, la del pelotazo, la burbuja y el desmadre financiero de la década que precedió a la crisis de 2008. Funcionario de carrera, llega a la presidencia de la entonces Caja Madrid aupado por sus contactos con el gobierno, en ese caso del PP, y su amistad con el presidente, en ese caso Aznar. Su trayectoria es, en este sentido, paralela a la de tantos directivos de Cajas de Ahorro que, a todos los lados del espectro político, consiguen su cargo por la amistad que les une al poder político. Nuevo ejemplo de élite extractiva, como el ya mencionado ayer caso de Villar en la Federación de Fútbol. Desde su despacho, junto a la plaza de las Salesas, en pleno centro histórico de Madrid, Blesa sueña a lo grande y observa que tiene la máquina necesaria para conseguir sus sueños, la Caja, y los contactos que le permitirán llevar a cabo todos sus planes. Su gestión a lo largo de los años de presidencia es la de la huida hacia adelante, el disparo de volumen de la entidad, subida a la ola de la burbuja, la exposición absoluta al riesgo inmobiliario sin control ni mesura. El oso, logotipo de la entidad, no inverna nunca y engorda a base de créditos dudosos y operaciones internacionales bastante opacas, que elevan el prestigio de gestor de un Blesa ya convertido en un señor al que nadie tose. Con el tiempo se sabrá la fórmula, formato black, con la que mantenía en silencio y unanimidad a un consejo de administración en el que se sentaban todos los partidos políticos, y que ni aconsejaba ni administraba. Llega la crisis y Caja Madrid la sufre en primera línea, sus valoraciones se hunden y las noticias cada vez son más preocupantes. Instalado ya en lo alto de una de las torres Kio, abandonado su despacho histórico, Blesa ve como sus contactos empiezan a no poder defenderle ante la marea de deuda, morosidad y derrumbe financiero que ha dejado el madroño de la entidad apolillado hasta las raíces. Caja Madrid se empieza a convertir en un problema de estado, y Rodrigo Rato, hombre más poderoso y con más contactos que Blesa, es aupado al poder a la vez que Miguel cae del pódium. Se crea Bankia, rutilante juguete, Frankenstein financiero formado por entidades quebradas que no pueden seguir vivas salvo en la ficción política, y de mientras ese monstruo sale a andar, dando tumbos y arruinando a todos los que se cruzan en su camino, Blesa empieza a disfrutar a lo grande de los réditos de su gestión. Bankia quiebra, provoca el rescate financiero de España y Rato se cae del pódium, y llega Goorigolzarri, un banquero de verdad. Y Blesa sigue viviendo como si Dios, a su lado, fuera un simple mortal.


Su muerte no le hace ni mejor ni peor persona de lo que era, ni le libra de las culpas morales, ya no judiciales, derivadas de su nefasta gestión. Quizás pase a la historia por las “black” aunque debiera hacerlo por ser el precursor, junto a su sucesor Rato, de la quiebra de la caja madrileña. Su expediente judicial, abierto en canal tras la primera condena, y a la espera de nuevos juicios en los que probablemente iba a ser nuevamente calificado de culpable, se cerró ayer de golpe. Sus años de oro han quedado en nada, y ahora una tumba en Linares, Jaén, llevará su nada anónimo nombre. Su familia llora su pérdida, y su marcha deja no pocas preguntas sin responder, culpas sin cubrir y dinero, mucho dinero, por recuperar. Venga, Netflix, supera todo esto.

No hay comentarios: