No he pasado por los conciertos y
actos celebrados a lo largo de estos días en Madrid con motivo del día del
orgullo gay, festividad este año que contaba con el añadido de ser el evento
mundial, que cada dos años recala en una ciudad distinta. De hecho, dada la
aglomeración de gente prevista, eran días ideales para no pasar mucho por el
centro. Las previsiones eran de cerca de dos millones de visitas a lo largo de
estos días y de concentraciones que rebasasen el millón, como
probablemente sucedió en el desfile concierto del sábado, la cita más
importante de todo el calendario festivo, que llenó y colapsó todo el
centro urbano, con presencia de políticos de todo signo y una multitud
inabarcable.
Es difícil hacer un balance de un
evento de este tipo, porque las cifras siempre son difusas, pero lo más
importante es que la gran beneficiada de todo ello ha sido la propia ciudad de
Madrid. Visitantes de todo el mundo han llegado hasta aquí, en una semana en la
que las temperaturas han sido engañosamente bajas para las fechas, y han
disfrutado de la fiesta en un ambiente cordial y, muy importante, seguro. Había
mucho miedo a que las concentraciones de personas fueran aprovechadas por
terroristas y radicales de todo tipo para montar jaleo o planificar atentados
que, contando con la ventaja de la marabunta, pudieran ser de gravedad.
Finalmente no ha sucedido nada de nada, cosa de la que debemos alegrarnos
todos, y en no poco habrá contribuido el trabajo de los miles de agentes de
seguridad de todo tipo de cuerpos que se han desplegado por la ciudad, tomando
incluso algunas zonas, pero dando en todo momento imagen de control. La suerte
influye, sí, pero que la tengas y te pille trabajando. Salvo algunos incidentes
aislados, típicos en las reuniones nocturnas en las que abunda el cachondeo, el
alcohol y otras sustancias, el parte de sucesos de estos días es, comparativamente,
menor al de una Nochevieja, por poner una fiesta masiva que nos pueda sonar. El
impacto económico del evento es otro de los aspectos reseñables, y también ahí
las cifras bailan. He oído estimaciones que van desde los 150 a los 300
millones de euros de beneficio para la ciudad, por lo que no se qué decirles,
pero sí que ha sido rentable y beneficiosa, convirtiendo durante unos días a Madrid
en el centro del turismo global, en el inicio de la temporada de verano que,
hasta hace no muchos años, suponía el inicio del desalojo de la ciudad, que no
era el punto fuerte de la oferta turística nacional. Esto está cambiando desde hace
unos años, y Madrid se consolida como destino de ocio y turismo, pese a que
carece de playa, el atractivo que hasta ahora se consideraba obligatorio para
reclamar visitas foráneas. Hemos pasado de unos veranos capitalinos de desierto
y locales cerrados a unos agostos en los que el centro luce lleno de terrazas y
es imposible encontrar un sitio libre, imagen que resulta chocante para los
locales tras décadas de remanso veraniego. La fiebre del turismo, con sus
ventajas e inconvenientes, ha llegado a Madrid, y parece que lo ha hecho para
quedarse un tiempo. Eventos como el del orgullo gay global recién celebrado
consolidan a la ciudad como destino de ocio y disfrute, y le permiten sacar la
cabeza en un mercado global en el que muchas ciudades del mundo ya poseen una
imagen consolidada y Madrid, la verdad, aún carece de ella, o por lo menos no
resulta tan definida. Lograr que durante unos días se hable de una ciudad en todo
el mundo por un acontecimiento que se celebra en ella es el objetivo último de
eventos como las Olimpiadas, campeonatos de fútbol y otros similares. La labor
de promoción que ofrecen espectáculos de ese tipo para la ciudad que los
alberga no tiene precio.
Por eso, lo sucedido estos días
en Madrid se puede calificar de éxito sin paliativos. Más allá de los mensajes
y las reivindicaciones sociales, el orgullo se ha convertido en una fiesta
social de primera magnitud, cosa que no gusta mucho a alguno de sus promotores
al perder precisamente parte de su carácter reivindicativo. Y en ese marco
festivo Madrid ha ofrecido una imagen integradora, libre, de ciudad abierta y
cosmopolita, que te acoge seas de donde seas, que te deja ser lo que quieras y
que te permite expresarte, a ti y a tus amigos. Y ese carácter abierto de
Madrid, que conocemos los que la habitamos, es lo que ha podido descubrir parte
del mundo. No me digan que no es un éxito para la ciudad.
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