viernes, diciembre 22, 2017

Ciudadanos gana, el independentismo podrá gobernar

Definió Felipe Gonzalez como amarga victoria aquel resultado de Aznar en 1996 que apenas le permitía sacar la cabeza para decir que había ganado las elecciones, pero que le permitió formar el primero de sus gobiernos. Pero para amargor el que se debe sentir ahora en la sede de Ciudadanos, y en el ánimo de muchos, entre ellos el que esto les escribe, tras contemplar los resultados de las elecciones catalanas de ayer, que son una mezcla de números y vaivenes que se traducen, de manera apresurada, en que el problema sigue ahí, y sigue siendo enorme. Pueden consultar los resultados oficiales del escrutinio, para nada hackeado, en esta web.

Si queremos fijarnos en las buenas noticias, las hay. Por primera vez un partido constitucionalista gana con claridad unas elecciones en Cataluña. Ciudadanos logra unos resultados excelentes, gloriosos, toca los 1.100.000 votos y se lleva 37 escaños, en lo que es un triunfo sin discusión. La otra buena noticia es la proporción de votos entre independentistas y no, que ofrece un saldo claro. De los 4,3 millones de votos emitidos, en lo que hace una participación extraordinaria del 81,9% los constitucionalistas ganan en votos con 2,3 millones frente a 2 millones, por lo que sin poseer una mayoría muy holgada, el electorado catalán manifiesta claramente su rechazo al independentismo. Hay se acaban las buenas noticias. Las mañas son amplias, empezando por esa cifra de dos millones de votos independentistas, que son un montón, y que muestran una resistencia rocosa, a pesar de empezarse a ver las consecuencias económicas y sociales de los disparates efectuados durante este simulacro de gobierno que se ha vivido los últimos años en Cataluña. En escaños los independentistas podrán gobernar porque alcanzan la mayoría absoluta en la cámara, sumando a ERC, JPC y CUP. El partido de Puigdemont, el personaje, se convierte en el líder del independentismo y propina a Esquerra una derrota entre sus huestes que a buen seguro dolerá mucho a los de Junqueras, que se veían como ganadores de las elecciones en su conjunto y, desde luego, del ala soberanista. Es de esperar que esa mayoría nacionalista en el parlamento lea con detalle los resultados electorales y compruebe que su fuerza en escaños no lo es en votos, y por tanto actúe de manera más razonable que hasta ahora, pero esperar es una cosa y confiar es otra. Y yo ya no me fío, por lo que es probable que veamos una segunda versión de lo que hemos vivido a lo largo de 2017, todo ello aderezado con problemas judiciales y legales de fondo, que lo van a enturbiar todo aún más. El resto de resultados, ya hemos visto que también un poco los de Esquerra, se miden en función de la dimensión del fracaso cosechado. Relativo pero serio en el PSC, que aspiraba a mucho y saca unos resultados muy parecidos a los de 2015, mostrando a Iceta como un candidato muy querido por muchos pero votado por pocos. Como bien puso ayer uno en un tuit, el “Icetatón” medicamento del PSC, ha resultado ser homeopático. Los comunes podemos etc se han dado un porrrazo serio, perdiendo tres diputados y sacando unos resultados nefastos en la Barcelona que gobierna Colau, la emperadora de la ambigüedad. Este es el fruto de su política filoindependentista y que, sin duda, pone en la picota el liderazgo del líder supremo Iglesias en el Podemos nacional, que ve cómo se deshacen sus expectativas electorales. La CUP pierde seis escaños, pero sus cuatro resultan determinantes, y el PP… bueno, el PP desaparece en Cataluña. Su fracaso es total, absoluto. Y deja su papel nacional y a Rajoy sumido en una crisis que puede afectarle muy seriamente. El grupo mixto que van a formar PP y CUP puede dar tardes de gloria.

Lo más trascendente, y grave, es que tras el convulso año 2017 que hemos vivido, y tras la intentona de golpe de estado llevada a cabo por los soberanistas, sus millones de votos no se mueven, y la dimensión del problema permanece, por lo que la inestabilidad se prolonga sine die. Con este panorama ninguna empresa va a volver a una Cataluña sumida en el marasmo, el Ibex no va a poder recuperar su desfase con el resto de mercados europeos y las perspectivas para 2018 son, en este asunto, sombrías. La esperanza sigue llamándose Ciudadanos, y desde ayer es más real, pero el problema del independentismo ha venido para quedarse durante muchos muchos muchos años. A ver cómo somos capaces de gestionarlo.


Subo a Elorrio a pasar la Navidad y fin de año. Si no pasa nada raro, la próxima entrada del blog será el jueves 4 de enero de 2018. Pásenlo muy bien, disfruten con los suyos, cuidado en la carretera, y muy feliz año nuevo.

jueves, diciembre 21, 2017

Se acaba el convulso 2017

Se acaba el año, y mañana será la última entrada del ejercicio del blog, por lo que debiera ser mañana cuando hiciera un brevísimo resumen del año, pero dado que hoy tenemos unas trascendentales elecciones en Cataluña y tocará tras ellas hacer reflexión de los resultados y el panorama que dejan, hoy me dedicaré a pensar un poco en lo que ha sucedido en este 2017 que se nos va. Y Cataluña ha sido el centro de la actualidad nacional, tanto por el dolor causado tras los salvajes atentados yihadistas de agosto en Barcelona como el pesar generado por el proceso soberanista, esa exhibición nacionalista desatada y sectaria que acabó dando un golpe de estado, vara en mano, amenazando la legalidad constitucional y la convivencia.

En la política española, con el terremoto catalán de fondo, hay pocos movimientos en la superficie pero sí se mueven corrientes de fondo. El PP no logra rentabilizar ni su actuación catalana ni la buena marcha, mejor de lo esperada, de la economía, y cae en las encuestas, siendo Ciudadanos el que saca más rédito de todo este desaguisado (quizás en los resultados de hoy veamos una versión exagerada, caricaturesca, de este proceso). El PSOE de Sánchez se consolida un año después de su vuelta y Podemos muestra grietas evidentes y síntomas de crisis, azuzada por su esperpéntico comportamiento en la crisis catalana y las divisiones internas en su liderazgo, que sigue ostentado con mano de hierro un iluminado Iglesias. La crisis que ahora se vive en el ayuntamiento de Madrid es otro exponente de la descomposición, en parte, de este movimiento. En la escena internacional, son cuatro los nombres que me vienen de golpe a la cabeza. Macron, que ganó en Francia en mayo, en una campaña sorprendente, salida de la nada, y paró las hordas populistas de Le Pen, aportando un respiro a la UE, que se creía decisivo y, tras la victoria no útil de Merkel se ha mostrado transitorio. Trump, que ha cumplido el primer año de mandato en la Casa Blanca, despejando las dudas que había sobre su comportamiento, mostrando que es un niño mal criado, rencoroso e inestable. La mayor parte de sus decisiones han servido para erosionar la imagen de EEUU en el mundo, debilitar las alianzas internacionales y aumentar los riesgos globales, y de paso la división interna en su país. Aupado a una bolsa neoyorquina que sube como la espuma y su reciente victoria en la reforma fiscal, siente el aliento del caso ruso y del fiscal Mueller cada vez más cerca de su cogote, y está por ver cómo podrá sobrevivir a él, pero descarten “impeachment” en breve o renuncias, el problema Trump persistirá. El tercer nombre es una sigla, MBS, príncipe heredero de Arabia Saudí, que se ha hecho con las riendas del poder en esa monarquía y, a pesar de que sigue reinando su padre, ejerce ya como soberano, al menos de las fuerzas militares. Impulsivo, decidido, arriesgado y sin escrúpulos, MBS quiere alterar la actual estructura de poder en Oriente Medio y disputar la victoria que, de momento, Irán se está llevando de calle. El cuarto nombre es Xi Jinping, el mandatario chino, que ha sido entronizado como nuevo emperador, y que regenta un poder que no deja de crecer en China y en el mundo entero. Si Trump agudiza la decadencia de EEUU, cosa que está por ver, Xi ya ha presentado su candidatura para ser el nuevo dirigente global, el faro, el representante del poder. China sigue creciendo a algo más del 6% anual y su papel en el mundo empieza a ser omnipresente. Frente a ella el resto cada vez pintamos menos, y bien que lo sabe Xi. En 2017 hemos hablado mucho de Corea del Norte y su cada vez más agresivo y efectivo programa de armamento, no tanto como en otros años de Siria, en su séptimo año de guerra, semiganada por Asad y sus amigos rusos, con un DAESH en retirada y desposeído del terreno que llegó a controlar, y apenas hemos dicho una palabra de la crisis de los Rohingyas en Myanmar, otra crisis humanitaria provocada por el sectarismo y al visión fanática, en este caso de los budistas frente a los musulmanes, que se traduce en lo de siempre. Muerte, miseria, huida y sufrimiento.


No se si en 2017 hemos aprendido lo que es una criptomoneda o el blockchain, pero sí parece que algunos espabilados le han sacado rendimiento a estos conceptos en forma de bitcoin, que ha multiplicado por veinte su valor hasta alcanzar una forma de burbuja perfecta a la espera de que reviente, o no. CRISPR, otra sigla, el genial sistema de edición genética, se ha revelado este año como una vía maravillosa para atacar enfermedades ante las que poco se podía hacer. Alphazero nos vapuleo en ajedrez y se ha convertido en la primer Inteligencia Artificial que, glups, parece realmente inteligente, y Juno nos enseñó un Júpiter de ensueño alucinógeno. En 2018 SpaceX de Musk promete lanzar su cohete pesado y acercarnos algo más a la Luna. A saber qué cosas buenas, malas, inesperadas, ocurrirán en ese año nuevo.

miércoles, diciembre 20, 2017

Libros recomendados 2017

Mi particular lista de recomendaciones de libros, de entre los leídos, de este año 2017 que ya se nos va. Salvo el "ganador", el orden no indica preferencia ni mayor o menor valía

Mejor libro de ficción. Morir en primavera, de Ralf Rothmann, Editorial Libros del Asteroide, 240 páginas
· Almas grises, de Philippe Claudel, ed Salamandra, 244 páginas
· El corazón de los hombres, de Nickolas Butler, editorial Libros del Asteroide, 416 páginas
· Canción dulce, de Leila Slimani, editorial Cabaret Voltaire, 288
· El monarca entre las sombras, de Javier Cercas, editorial Random House, 288 páginas
· Recordarán tu nombre, de Lorenzo Silva, editorial Destino, 496 páginas
· Quien pierde paga, de Stephen King, editorial De Bolsillo, 448 páginas
· La vegetariana, de Hang Kang, editorial Rata, 240 páginas
· Kanada, de Juan Gómez Bárcenas, editorial Sexto Piso, 196 páginas
· Esa puta tan distinguida, de Juan Marsé, editorial De Bolsillo, 240 páginas
· La historia de tu vida, de Ted Chiang, ed Alamut Ediciones, 240 páginas
· Dictator, de Robert Harris, editorial De Bolsillo, 480 páginas


Mejor libro de no ficción. También una elección difícil. Viajar en el tiempo, de James Gleick, editorial Crítica, 352 páginas
· El Gen, una historia personal, de Siddhartha Mukherjee, editorial Debate, 768 páginas
· Un espía en la trinchera, de Enrique Bocanegra, editorial Tusquets, 380 páginas
· Las leyes de la economía, de Dani Rodrik, ediciones Deusto, 224 páginas
· Sobre la tiranía, de Timothy Snyder, editorial Galaxia Gutemberg, 152 páginas
· Años de vértigo, de Philip Bloom, editorial Anagrama, 688
· Travesía aérea, de Mark Vanhoenacker, editorial capitán Swing, 326 páginas
· Deshaciendo errores, de Michael Lewis, editorial Debate, 400 páginas
· China, la edad de la ambición, de Evan Osnos, editorial El hombre del tres, 544 páginas
· Lingo, de Gaston Dorren, editorial Turner, 320 páginas
· Ataulfo Argenta, música interrumpida, de Ana Arambarri, editorial Galaxia Gutemberg, 544 páginas
· Oriente Medio, Oriente Roto, de Mikel Ayestarán, editorial Península, 220 páginas

· Atlas de metros del mundo, de Mark Ovenden, editorial Nórdica, 186 páginas

Cada vez somos menos y más viejos

La demografía es una de las ciencias a las que menos caso se le hace. En el Bachillerato y la Universidad de la estudia en historia, y se asocia a épocas de alta mortalidad, pirámides muy marcadas y lucha por la supervivencia. En nuestra época, en la que la vida se da por segura y larga, hasta que deja de serlo, se la considera una rama del estudio asociada a otros tiempos. Pero nada más lejos de la realidad. Sus análisis son determinantes para la evolución futura de la economía, el diseño de políticas públicas y su financiación y, desde luego, la gestión de una sociedad y los valores que en ella anidan. Pues bien, desde hace tiempo los demógrafos están aterrados.

Y lo están porque las cifras, que no mienten, gritan a los cuatro vientos que nos morimos. Este artículo publicado ayer vuelve a poner sobre la mesa cifras de escándalo. La natalidad en España vuelve a situarse en mínimos históricos, con cifras de 8,79 nacidos por mil habitantes. No nacen niños, hoy lo hacen en la menor cantidad medida desde que hay registros, y las tasas están muy bajas desde hace décadas. A finales de los setenta estábamos en cifras del entorno de los 18 hijos por mujer, más del doble, y desde entonces no han dejado de caer. Hay varios factores que explican este descenso, tanto sanitarios (derrumbe de la mortalidad infantil y, por tanto, garantía casi segura de supervivencia de los hijos que se tengan) y el revolucionado papel de la mujer, tanto por su incorporación al mercado de trabajo como por el control de la natalidad derivado del uso de métodos anticonceptivos. Pero no quiero escribir sobre el porqué de estas cifras, cosa sobre la que hay muchos y muy buenos artículos por ahí, sino sobre las consecuencias. Hoy en días las generaciones jóvenes son aproximadamente la mitad de lo que lo eran en los años ochenta, y siguen declinando. La edad media de la población española no deja de crecer y supera ya los cuarenta años, y el colectivo de pensionistas y jubilados crece sin parar, y más que lo va a hacer cuando se empiecen a jubilar en masa las generaciones del baby boom del cincuenta y sesenta, las mayores que ha conocido nuestra sociedad. Un nacido a mediados de los cincuenta llegará a los sesenta y cinco años en 2020, y ese fenómeno estresará aún más a un sistema de pensiones diseñado para unos tiempos de trabajo abundante y, sobre todo, muchos empleados cotizantes frente a pocos receptores de pensión. Si el número de los primeros no crece, o no lo hacen sus cotizaciones porque los salarios no aumentan, y el número de jubilados sí aumenta, no quiero utilizar el término quiebra, pero el resultado de hacer las cuentas se le parece bastante. Además, los efectos del aumento de la edad media de una sociedad son mucho más profundos, dado que supone un cambio de visión de la misma, de prioridades y decisiones. Los presupuestos se volverán más conservadores para sostener cada vez a una población más dependiente y la inversión en educación se verá reducida, quizás no en importes absolutos, pero sí desde luego en su peso sobre el total, convirtiéndola poco a poco en una partida menos relevante. El que la sociedad envejezca tiene ventajas e inconvenientes, pero es inevitable que suponga un cambio respecto a lo que estamos acostumbrados, y esto sucederá nos guste o no. Además, y esto es lo más profundo, a la demografía le pasa como al Titanic, que aunque vea el iceberg al fondo es un barco tan grande y pesado que no puede maniobrar con agilidad suficiente para responder, debe empezar a cambiar de rumbo antes de que aparezca el obstáculo para que tenga opciones de eludirlo. La inercia de los procesos demográficos es enorme e intensa, y medidas que pretendan revertirlos deben ser implantadas con intensidad, mantenidas mucho tiempo y a sabiendas de que sus resultados se verán en el muy largo plazo. Todo ello es aborrecible para una gestión política de corto plazo, que es el pan nuestro de cada día.


Hay mucho escrito sobre este asunto, quizás lo último sea el libro “El muro invisible” del colectivo Politikon, lectura muy recomendable donde se estudia la situación de las generaciones jóvenes en España desde todos los aspectos posibles, con la demografía de fondo. Pero lo cierto es que este fenómeno de envejecimiento, acelerado al extremo en España, se da en todo occidente, frente a la pujanza de naciones como México, Indonesia, Nigeria, Pakistán y otras que crecen a tasas enormes y que, en pocas décadas, contarán sus habitantes por varios cientos de millones. Y contar habitantes es una forma de medir poder político e influencia global. Esta es otra de esas variables que juegan en estos tiempos de cambio para alterar el equilibrio, ahora internacional, que hemos conocido durante décadas y que también se modifica sin remedio.

martes, diciembre 19, 2017

Leonardo Da Vinci se va al desierto

Si recuerdan, hace pocos días tuvo lugar una subasta en Nueva York en la que una obra de Leonardo Da Vinci batió todos los récords, al venderse por unos 400 millones de dólares, una cifra desorbitada que estaba muy por encima del ya enorme precio de salida. Se habló mucho entonces de la burbuja del arte y de la inundación de liquidez de los bancos centrales, que está disparando el precio de todos los activos (bonos, bolsa, bitcoins, etc). Se supo que un príncipe saudí estaba detrás de la compra, y saltó la duda sobre qué hace un rigorista musulmán comprando un cuadro en el que la efigie de Jesús, un profeta, aparece dibujado, algo que está completamente prohibido en su religión.

Poco a poco se han ido conociendo detalles de la compra y quien es, al final, el verdadero dueño del cuadro, y la verdad, no ha hecho falta moverse muy lejos de Riad, quizás sólo saltar de un palacio al de enfrente, dado que el comprador que actuaba mediante príncipe interpuesto ha resultado ser MBS, el heredero del trono saudí, y responsable de la revolución en el poder que se está produciendo en el país. Ya hablé de este personaje aquí hace unas semanas, cuando ejecutó una purga que, si no ha habido novedades, mantiene retenidos a numerosos príncipes en habitaciones de lujo de Riad desde las que pueden ver como la estrella de su poder declina ante la imparable ascendencia de MBS. Este es sin duda uno de los personajes del año, desconocido para la mayoría, pero dotado de un creciente poder, una ambición desmesurada y un comportamiento algo caprichoso que, no lo duden, va a ser determinante en todo lo que suceda en aquella convulsa región. Obsesionado, según se dice, por el desarrollo económico de su país y la modernización, para no depender del petróleo, MBS no ha dudado un minuto en derrochar una cantidad ingente de dinero para hacerse con el cuadro y, por lo visto, no ha sido la única de sus comprar. Ya puestos, se debió decir MBS mientras se miraba a un espejo dorado preguntándose de paso si alguien en el reino era más rico y poderoso que él, ¿por qué no me hago con un castillito en Francia? Dicho y hecho, y como en una oferta de dos por uno del supermercado de la esquina, compró cuadro y casa. La casita es un chateau sito al oeste de París por el que el personaje ha soltado 300 millones de dólares, lo que es menos que el cuadro, argumento que seguro utiliza para justificar el gran negocio que ha hecho. Se ve que sus compras tienen que ser múltiplos de cien millones, sino no le queda suelto para el redondeo. Para que luego digan que estos gustos son decadentes y horteras, el castillo, que perteneció a Luis XIV, qué solete, posee un sistema de fuentes decorativas que puede ser manejado desde una aplicación móvil, por lo que MBS ya tiene otro argumento para justificar sus ansias de modernización y desarrollo. En el fondo la compra no tiene un afán inmobiliario y de ostentación, sino que se trata de una inversión en I+D+i, de las que no se hacen en España, con el objeto de trasladar a Arabia Saudí el conocimiento para poder manejar el riego de los palacios y campos de golf con mayor eficacia y comodidad. Algún mal pensado podría sugerir que para qué quieren automatizar algo los príncipes saudíes cuando tienen un ejército de esclavos que ya funciona en la práctica en modo automático y poseen movilidad sin necesidad de aplicaciones. Seguro que MBS es capaz de refutar ese argumento y, si no es así, tirará de chequera y comprará la fuente que eso afirma, que al instante dejará de hacerlo y reconocerá la perspicacia del gran líder de la casa de los Saud, la nueva estrella del reino suní.


Con un poco menos de coñas, la situación en Riad y toda la península arábiga se ha transformado mucho en este año tras la irrupción de MBS y su casi ya real ascenso al poder. En este artículo de Ángeles Espinosa vienen descritos los personajes de la trama que se desarrolla en aquel desierto, repleto de suníes, chiíes y petróleo, en el que se dirimen luchas centenarias, odios religiosos y codicia hasta decir basta. La tensión en la zona entre un Irán, de momento triunfante y expandido, y una Arabia Saudí que no va a dudar en gastar lo que sea para vencer al régimen de los Ayatolas seguirá creciendo, y en 2018 y años posteriores deberemos fijarnos muy a menudo en lo que allí pase. Y también, por qué no, en la lista de la compra de MBS, al que no le veo en plan Ángela Merkel bajando al super de la esquina.

lunes, diciembre 18, 2017

Star Wars VIII Los últimos Jedi. Riesgo y acierto

Puede que eso que denominamos “universo Star Wars” sea el mayor mito de nuestro tiempo, la historia de ficción que ha alcanzado un éxito más rotundo y global en un mundo disperso como el nuestro. Tocarla, hacer algo con y sobre ella, se convierte en sí mismo en un asunto de debate internacional. La decisión de Disney, la actual propietaria, de realizar los episodios VI a XIX levantó una enorme polvareda, a sabiendas de que el negocio, lo que sostiene a la franquicia, iba a ser fabuloso. Esto, el negocio, es un arma de doble filo que, por una parte, permite que la saga continúe pero por otra la desvirtúa. Como siempre, los idealistas son un puñado de rebeldes, sea cual sea la galaxia que habitemos.

El estreno hace un par de años de SW VII gustó mucho a los fanáticos de la serie y tuvo críticas muy buenas, aunque en general se acordó que era una revisión, actualizada en medios y presupuestos, del episodio IV originario. JJ Abrahams, hizo salivar a los nostálgicos y, como muchos pensamos al salir del cine y se dijo luego en las redes, le dejó un inmenso marrón al encargado de la siguiente película. Rain Johnson, el director, creador de obras como Looper (una de las películas sobre viajes en el tiempo más interesantes que existen) debía decidir si seguir la estela de Abrahams y hacer una revisión del episodio V, el de mayor calidad de la saga, o escoger una vía propia y crear algo nuevo. La primera opción sería del agrado de los fieles y demostraría a todo el mundo que la franquicia está agotada en lo que hace a ideas y tramas. La segunda opción equivalía a meterse en un jardín peligroso, del que podría salir mal herido y con el desprecio de todo tipo de públicos. ¿Cuál ha sido el resultado final? Pues un poco de todo, una serie de guiños a los mitos y recuerdo de las películas clásicas junto a una visión innovadora de la saga y los personajes que hace que SW VIII sea la más extraña de todas las películas de la serie, y quizás por eso el debate en la red es intenso y crudo entre partidarios y detractores, que la alaban y critican con igual intensidad. Probablemente Johnson no ha tenido libertar total para crear y desarrollar una historia completamente ajena al pasado, pero lo ha intentado, y ha dado un aire nuevo a la historia y creado una serie de elementos que condicionan bastante lo que podemos pensar de los personajes, sus acciones y motivaciones. En una época como la nuestra donde destripar un argumento es visto como causa de pena capital, pueden estar tranquilos porque no voy a caer en ese gravísimo delito (qué pueriles nos hemos vuelto todos) pero creo que cuando vean la película, y les recomiendo que lo hagan, van a tener la sensación de que algo no les cuadra, de que les han contado algo que no es lo que esperaban, y eso en sí ya es algo interesante, que vuelve a hacer de SW una fuente no sólo de aventuras, sino de historias. Creo que no se puede entender este episodio sin “Rogue One” película del verano pasado que contaba una historia sita entre el episodio III y justo como preámbulo del IV. Ese trabajo, que fue visto como un sacacuartos para reventar la taquilla veraniega, cosa que logró, escondía muchas claves sobre cómo son los personajes actuales de la saga, y el complejo mundo en el que se mueven, en el que la bondad y la maldad están, por así, decirlo, difuminadas por todas partes. La parte militar de la historia era determinante en Rogue One, y empieza a serlo en el universo SW, porque es una de las fuentes del poder que se mantiene inalterable en una galaxia caótica en la que todo el mundo puede disparar, haga o no uso de la fuerza. En resumen, SW VIII arriesga, quizás no todo lo que el director quería, y sale ganadora, a mi entender, del enorme reto al que se enfrentaba. No es una película perfecta, desde luego, pero brilla y, sobre todo, algo innova.


Un punto que no quiero dejar de mencionar es que, en general, SW no se ha caracterizado por tener grandes interpretaciones de actores, dado que el peso de sus personajes en ocasiones los aplastaba. No es este el caso. Daisy Ridley crea una Rey con convicción y una personalidad mucho más ambigua de lo esperado, lo que entra en su haber. Pero creo que los dos grandes actores de esta función son Mark Hammill y Adan Driver, que componen a un Luke y Kylo que se comen las escenas en las que aparecen. Driver es un inmenso actor que fue muy atacado en SW VII por su aspecto de niño malcriado. Ahora se destapa como un inmenso malcriado que asusta y domina con su mirada. Y crea un villano de película. Si quieren pasar un largo rato entretenidos, dos horas y media, vayan a verla.

viernes, diciembre 15, 2017

¿Alphazero es inteligente?

Leí una noticia al respecto hace unos pocos días, pero centrado en otros temas no he podido abordarlo hasta hoy. Y da vértigo, tanto el contenido del tema como los esfuerzos que dedicamos, cada día, a cosas mucho más arcaicas e intrascendentes frente a asuntos de importancia capital que están empezando a irrumpir en nuestra vida, y quizás la cambien para siempre, de una manera que ni siquiera nosotros seamos capaces de imaginar. La pregunta que titula el artículo de hoy se refiere a inteligencia Artificial, IA, algo de lo que se habla mucho pero poco se concreta, pero espero que les haya picado la curiosidad al leerla. Y es que Alphazero da curiosidad y, también, respeto.

Alphazero es un sowtware desarrollado por Deepmind, empresa dedicada a la IA que fue comprada por (qué raro) Google hace pocos años, y que hace unos días acabó con el juego del ajedrez. Ya habíamos visto años atrás a softwares derrotando a humanos en este juego, pero digamos que sus victorias se debían al empleo de la fuerza bruta. Esos programas calculan millones de jugadas por segundo, evalúan millones de estrategias y escogen, y por ello pueden ver alternativas que el humano no sea capaz de descubrir. Pero carecen por completo de instinto, capacidad de improvisación y cosas por el estilo. Utilizan bases de datos de millones de partidas jugadas en el pasado, rebuscan movimientos similares a los que allí se produjeron y responden de manera mimética. Y eso les da una potencia bestial. Alphazero es diferente. Es un software basado en aprendizaje, una red neuronal que se autoajusta en función de los resultados que obtiene y determina cuáles son las soluciones óptimas en cada caso. Se le enseñaron las reglas del ajedrez, se le dieron unas cuantas partidas de muestra y se le dejó jugando consigo mismo. Al cabo de cuatro horas Alphazero “sabía” jugar al ajedrez, y sus desarrolladores lo retaron a un duelo a muerte contra Stockfish, el más popular y potente de los programas de ajedrez, basado en la fuerza bruta que antes comentábamos, y que es prácticamente imbatible por humanos. El resultado del enfrentamiento es contundente. 28 victorias de Alphazero y 72 tablas. Stockfish, con millones de datos en su base y una potencia de cálculo muy superior no pudo hacer nada frente a un software que, en cuatro horas, en cuatro horas, había aprendido a jugar sólo. Y lo más asombroso según cuentan los que han seguido el desarrollo del juego no es el resultado en sí, sino la manera en la que Alphazero ha jugado. Y no es que ese software haya mostrado indicios de comportamiento humano inteligente, no, es que lo ha superado con creces. Ha sido arriesgado, astuto, decidido e innovador, desplegando unos recursos y estrategias que han dejado con la boca abierta a maestros del ajedrez, que no podían creer lo que estaban viendo. Lo cierto es que la descripción que hacen de lo sucedido invita a pensar que no contemplaban a una máquina jugando, sino a una inteligencia, superior, desplegando un juego que ninguno de ellos hubiera desarrollado. Hay varias webs de expertos en ajedrez que han comentado este asunto y se les acaban los términos para describirlos, esta es una de ellas, y todos coinciden en que el ajedrez ha pasado a otra dimensión en la que los humanos nos vamos a entretener jugando en el tablero pero que nunca vamos a ser ya los reyes del juego, porque Alphazero es, simplemente, imbatible por cualquier inteligencia biológica conocida. Así de simple y aplastante.


Lo trascendental de Alphazero es que es un software no diseñado para jugar al ajedrez, no sino que carece de propósito general. Simplemente es genial en todo aquello que posea reglas y tiene capacidad de aprendizaje. Esto ha hecho que el ajedrez sea uno de los juegos en los que ya se ha vuelto imbatible, pero esas dos características, propósito general y autoaprendizaje, lo vuelven sospechosamente capaz de ser adaptado a innumerables áreas del conocimiento. Y en todas ellas puede desarrollar inteligencia y comportamientos propios de mentes superiores como las nuestras (bueno, más bien como las suyas, querido lector). ¿Es Alphazero la primera máquina realmente inteligente creada por humanos? La respuesta a esta pregunta, de ser afirmativa, cambiaría el mundo tal y como lo conocemos. Créanme, esto es de una importancia trascendental.

jueves, diciembre 14, 2017

Brexit o Breturn

Desde que el verano pasado se produjera el disparate del Brexit, en una de las fechas más aciagas para la construcción europea y para la defensa de la ciudadanía sobre la tribu, toda han sido problemas en el Reino Unido y en la UE para poder gestionar una situación indeseable que sólo genera perjuicios a ambas partes. El malhadado Brexit provocó la caída del gobierno de David Cameron y la llegada al número 10 de Downing Street de una Theresa May que no parecía consolidar su liderazgo entre los conservadores. Su genial idea de convocar elecciones este año para fortalecer la mayoría parlamentaria de gobierno se saldó con la pérdida del control de las cámaras y un debilitamiento aún mayor. Muy mal negocio.

De ahí que la firma de un acuerdo el pasado 8 de diciembre en Bruselas entre la UE y el Reino Unido sobre los tres preliminares del Brexit fuese visto por muchos como una primera rendición de Londres ante los postulados de Bruselas. Esas tres áreas eran la de cuánto debía pagar el Reino Unido a la UE por los compromisos ya pactados (el coste del divorcio), la situación y derechos de los europeos residentes en gran Bretaña y la frontera entre Irlanda del Norte e Irlanda, futura frontera física entre zona UE y zona exterior. Esas cuestione fueron definidas como preliminares por los negociadores antes de afrontar las rondas de debate sobre cuál será el estatus comercial del Reino Unido y su relación con los exsocios. Ese es el tema principal del proceso negociador de salida, y desde el pasado viernes 8 se puede hablar de ello. Lo que se ha sabido de los puntos de preacuerdo va desde una concreción de pago en el entorno de los 40.000 millones de euros por parte de las autoridades británicas, que no querían inicialmente soltar una libra, a la inconcreción más absoluta sobre cómo será la frontera entre las irlandas, definiendo una situación imposible en la que se habla de una frontera efectiva pero “no dura” sin que esté nada claro qué quiere decir eso. May llegó a Londres con el acuerdo tratando de venderlo como una victoria, pero estaba claro para todos que no era nada de eso. No desde luego una derrota en toda regla, pero sí algo muy alejado de los postulados ultras que lograron llevarse el maldito gato al agua en el referéndum de hace año y medio. En la práctica Reino Unido renuncia al club comunitario pero observa cómo durante un periodo transitorio de varios años va a tener que seguir pagando y acatando las normas de la UE sin poder ya decir nada al respecto al carecer de voto efectivo. Si lo que deseaba era una soberanía mayor para escapar del yugo de Bruselas se va a encontrar en una situación de aún mayor desgobierno, con la menor soberanía posible. Esto ha exacerbado la crisis que vive el partido conservador, dividido al menos en dos familias, los duros, que recelan de todo lo que signifique Europa, consideran a May una fracasada y quieren ejecutar una salida brusca y radical, y los posibilistas, que también ven en May una líder no válida, pero que aspiran a un acuerdo con Bruselas lo más suave posible que permita mantener las máximas relaciones comerciales y financieras. La división entre ellos es, de momento, la garantía que tiene May para seguir en el poder, dado que no se van a poner de acuerdo ni en quién le sustituiría ni cuál sería su política, pero en cada votación que se celebre en Westminster, donde los conservadores perdieron la mayoría absoluta en verano (necesitan a un partido ultra unionista irlandés para todas las votaciones) hace que la posición del gobierno sea, como mínimo, frágil. Y ayer se vio hasta qué punto alcanza esa fragilidad. El voto contrario al gobierno de May de un pequeño grupo de parlamentarios conservadores permitió, por 309 frente a 305, aprobar una norma que obliga a que el Parlamento ratifique el futuro acuerdo del Brexit, el pacto final que se alcance con Bruselas para, como muy tarde, marzo de 2019.


Esto arroja a May a los pies de los caballos, dado que sin mayoría sabe que Westminster jamás aprobará un acuerdo de Brexit duro, lo que supone un revés en su planteamiento negociador, una enmienda total al resultado de salida brusca de la UE y, de cara a las negociaciones futuras, un ejercicio público de debilidad, que compromete por completo la posición británica en la mesa de diálogo. Lo de ayer fue una enorme derrota de May y de los partidarios del brexit “duro”. ¿Quiere decir esto que, finalmente, el acuerdo puede llegar a ser tan descafeinado que sería como sí realmente no hubiera una salida efectiva? Pudiera ser, no está nada claro lo que va a pasar, pero es cierto que desde verano del año pasado la UE tiene un problema con este tema y Reino Unido, un problemón.

miércoles, diciembre 13, 2017

Trump y la Luna (para Eugene Cernan)

El incidente del metro de ayer me impidió comentar el aniversario del día 11. En esa jornada, hace 45 años, en el ejercicio en el que yo nací (vértigo me da recordarlo) la última de las misiones Apolo logró su objetivo y se posó en la Luna. El comandante Eugene Cernan y el piloto Harrison Schmitt se posaron en el satélite mientras Ronald Evans los esperaba en el módulo de mando. Cernan falleció a principios de este 2017, y con su muerte se apagó una de las luminarias de aquella carrera espacial que acompañó muchos de nuestros sueños de infancia. Buzz Aldrin sigue vivo, y es de los últimos testigos de una época gloriosa y, dolor, efímera.

Quizás por esa coincidencia escogió Trump (más bien sus asesores) el día 11 para el anuncio de la firma de la orden llamada “Directiva 1 de política espacial” en lo que es un acto político de, literalmente, altos vuelos. En el anuncio de la firma Trump expresó su deseo de la próxima vuelta de astronautas norteamericanos a la Luna y, posteriormente, en viaje a Marte. La comparecencia tuvo cierto bombo, aire de propaganda y escasa sustancia, y la orden en sí es un mandato a la NASA que más parece una declaración de intenciones que una estrategia política o científica. No consta una asignación presupuestaria asociada ni un plan detallado que ponga fechas, medios, recursos, estructuras y personal al servicio del objetivo. Lo más probable es que estemos ante otro de estos anuncios a lo Trump, en los que domina la escena y la cartelería patriótica, sin que haya debajo de los mismos contenido alguno salvo carnaza para tuiteros y periodistas alocados. Por ello, pese a mi fanatismo por la carrera espacial, la cautela me puede, y no me hago ilusión alguna con las intenciones expresadas por un presidente veleta que sólo tiene como objeto montar bronca allá donde apunte con su fusil mediático. La NASA es un organismo mastodóntico, que padece restricciones presupuestarias que van a más ejercicio tras ejercicio, y que no tiene un rumbo claro en su política de astronáutica tripulada desde la liquidación de la flota de transbordadores. El programa Orion Constellation, surgido de la presidencia del segundo Bush, ya apuntaba a un retorno lunar tripulado con cohetes más herederos del estilo Saturno que de la tecnología del transbordador, pero la llegada de Obama a la Casa Blanca y al crisis financiera dieron al traste con aquellas ideas y todo se vino abajo. Se decidió diseñar un lanzador pesado, el SLS, con capacidad para metas lunares y marcianas, pero sin un destino claro. El proceso de su construcción avanza, y quizás en un par de años veamos sus primeros lanzamientos, pero resulta obvio que a día de hoy la agencia no dispone de la tecnología necesaria para una misión lunar tripulada, ni es previsible que la tenga en varios años, y varios aquí se acerca a muchos. Por ello el anuncio de Trump puede servir para desviar presupuestos de otras áreas hacia el destino lunar, y acelerar los plazos, pero en ningún caso podríamos imaginar un viaje al satélite con el logotipo oficial del gobierno norteamericano antes de cuatro o cinco años, siendo generoso. Una derivada de esa afirmación es que a lo mejor el próximo alunizaje no lleva financiación norteamericana. ¿Pueden los chinos ser capaces de mandar un astronauta al satélite, que tome suelo en él, y que vuelva? Hay muchas dudas al respecto, dado el secretismo de Beijing sobre tantos temas, pero no es descartable de ningún modo, y quizás la decisión de Trump esconda el miedo de que EEUU sea adelantado en su posición preminente en el espacio, amenazada ya desde hace mucho, lo que supondría, en esta dimensión, un nuevo ejemplo de la ascendencia del poder chino frente al norteamericano, en supuesta decadencia.


Otra derivada de este asunto, muy importante y novedosa, es que quizás el próximo vuelo lunar sí lleve la bandera de las barras y estrellas pero no el logotipo de la NASA. Los planes de Elon Musk con su Falcon Heavy apuntan al satélite como vía para llegar a Marte, y supuestamente a principios del año que viene, con retardo respecto a lo esperado, tendremos el primer lanzamiento de prueba de ese cohete que, por capacidad, si puede llevar una tripulación hasta la Luna. La iniciativa privada, actor que no existía en el pasado, puede ser el ganador inesperado de la batalla lunar, lo que sería revolucionario y, para Musk, el mayor golpe de marketing imaginable. Puede que acelerar los plazos de todos los actores involucrados sea el mayor de los logros del anuncio de Trump. Veremos a ver qué es lo que acaba pasando.

martes, diciembre 12, 2017

Cuando se estropea el metro

Una de las pesadillas, o al menos así la siento, que tenemos los que vivimos en ciudad y dependemos del transporte púbico es que falle, que desaparezca, que se anule, que por averías, huelgas, accidentes o imprevistos el servicio “no se preste con normalidad” y eso nos impida movernos. Las ciudades grandes son, sobre todo, grandes, y uno se da plena cuenta de ello cuando, en algún transporte, se pone a pensar en las distancias que se recorren entre uno y otro punto, distancias que se miden en decenas de manzanas, kilómetros y kilómetros. Difícilmente abordables si no se afrontan como reto deportivo. Insalvables ante ciertas cargas o edad.

Hoy esa pesadilla se ha hecho realidad en parte. Al llegar a la boca de metro he visto que un cartel bloqueaba los tornos avisando que el servicio en la línea 9, que es la que sirve a mi barrio, estaba suspendido en la mayor parte de la misma, y desde luego en las estaciones que me son útiles, por causas técnicas, durante más de una hora. No se cuáles serán esas causas ni qué las ha originado, pero lo cierto es que el servicio no existe, y eso poco después de las siete de la mañana camino del trabajo supone, sobre todo, un gran problema. En mi zona el servicio de autobuses urbanos es débil dado que el metro absorbe la mayor parte de los viajes, y en ocasiones como estas su debilidad es total. Dejando la boca del metro, convertida esta mañana en monumento decorativo, me he dirigido a la parada de autobús más cercana a mi casa, esperando la línea que pasa por allí que, en su término, cruzando la M30, alcanza una plaza que posee líneas de metro. Al poco de estar esperando me he preguntado si hacía bien en estar ahí quieto, con una temperatura gélida, o hubiera sido mejor salir andando desde un principio camino al centro. Como el tiempo pasaba me autoconvencía de que había hecho bien esperar, y así hasta que ha llegado el autobús, atestado, y no ha parado en mi marquesina porque allí no podía entrar más gente. Visto el error de mi espera, me he puesto a caminar hacia el centro, en un viaje en el que he ido surcando paradas de autobús colapsadas en las que decenas de personas hacían colas y algunas unidades pasaban, repletas, incapaces de parar para acoger a más viajeros. Resulta evidente que el corte ha cogido desprevenido al servicio de la EMT y no ha puesto un refuerzo en las líneas que, en superficie, se han visto afectadas, por lo que se ha vuelto a demostrar que hablamos mucho de bg data, Smart cities y otros conceptos novedosos pero que a la hora de la verdad los viejos problemas siguen causando las viejas consecuencias. Visto lo visto me he convencido de que los autobuses ya no servían de nada y he optado por caminar hasta la estación de metro de la línea 6 que está más cerca de mi casa, en un paseo de un poco menos de dos kilómetros desde el punto en el que lo he emprendido, bajo un cielo negro y frío como el sólo, y en compañía de una multitud que llenaba las aceras por momentos y vadeaba las montañas de hojas dejadas por el temporal del fin de semana. Muchos de los caminantes éramos novatos, domingueros de entre semana, impelidos al paseo por la necesidad y no por la afición, presurosos ante un reloj que avanza y un amanecer que quería despuntar, en medio de un tráfico espectacular que dejaba una M30 convertida en un rosario de luces rojas de subida y blancas de bajada que parecían un rosario, o guirnaldas navideñas extendidas a todo lo largo que la vista podía abarcar. Eso sí, supongo que carentes de jovial espíritu festivo.


Llegar al metro ha sido una liberación, tanto para mis pies como para el rostro, entumecido por la sesión de frío prolongado que no tenía previsto recibir. En la parada carteles y personal de metro avisaban que la línea 9, que también pasa por allí, no ofrecía servicio y que la gente debía evitar sus pasillos y andenes. Llegar un andén diferente, en el que al poco ha acudido un tren, ha sido una sensación de liberación, y los apretones del viaje han ejercido de cálida manta que arropa en exceso pero que abriga y calienta como ella sola. Con más de media hora de retraso sobre lo habitual, he llegado a la oficina, ya de día, como si estuviera en febrero avanzado y los amaneceres ya se hubieran comido una parte de la oscuridad invernal, pero con el recuerdo de los caminantes improvisados, y del caos de una mañana no prevista.

lunes, diciembre 11, 2017

La lluvia se llamaba Ana

A eso de las tres y media de la mañana de hoy llovía en mi barrio como si no lo hubiera hecho nunca, y dado lo que ha caído en Madrid a lo largo de este año la expresión es algo más que una mera forma de hablar. Cortinas cerradas de lluvia con viento, que se movían de manera violenta golpeando ventanas, árboles y las hojas que aún permanecen sobre ellos. Alcantarillas rebosantes de agua y hojas, miles, millones, caídas a lo largo de estos días de heladas que las han ido tirando y que, la ausencia de temporal ha impedido que se desplazasen a otro sitio. La imagen, desde el refugio de mi casa, era espectacular.

Casualidades de la vida, a partir de este otoño varios servicios meteorológicos europeos, entre ellos AEMET, han acordado poner nombre a las borrascas atlánticas que alcancen cierta magnitud y puedan suponer un riesgo para la población, y el temporal que nos ha azotado esta noche, y que hoy ya nos abandona, es el primero que cumple esas características y ha tomado el primer nombre de la lista, alfabética, que esta vez empieza por “Ana”. Es una lista de nombres alternos entre varón y mujer y se usarán aquellos que sean necesarios en función de la intensidad de los temporales. Esta idea de nombrar a las borrascas, algo peregrina en nuestras latitudes, se ha tomado, entre otras cosas, para facilitar a los medios de comunicación y a los organismos de protección civil la denominación de los fenómenos y que estos calen más en la población, a la hora de que las medidas de precaución previstas sean más eficaces. ¿Servirá para algo? Está por ver, aunque la experiencia de Ana deja un cierto sabor amargo. Y es que Ana se ha generado por un proceso de ciclogénesis explosiva, que no es sino una de las maneras mediante las que una borrasca puede nacer, en este caso caracterizada por la velocidad del proceso de formación, pero que no determina la intensidad o efectos del temporal en cuestión. Una borrasca de este tipo puede ser más o menos intensa que otra generada por un proceso menos abrupto, pero los dos términos combinados, “ciclogénesis explosiva” son como un imán para los medios y desatan titulares que van desde el alarmismo hasta lo ridículo, pasando todos ellos por la inexactitud. Si me permiten el ejemplo tonto, poco importa para la capacidad de berreo de un niño por la noche si este ha sido concebido de manera natural o por fertilización de la madre, y de la misma manera el proceso de formación de la borrasca poco nos puede decir de su intensidad y efectos. Cierto es que estas borrascas tienden a ser más profundas que otras, y su proceso de generación acelerado las hace más peligrosas en la zona en la que se crean, habitualmente sobre el Atlántico, pero eso es un dato que, siendo muy relevante para los barcos que por ahí transitan, resulta de menor importancia para los que, en tierra firme, podemos llegar a sufrir sus efectos. Pero, como en tantas ocasiones, el sensacionalismo de algunos medios apenas entiende de terminología y se lanzan al morbo que se expande en palabras grandiosas y explosivas, literalmente. Eso contribuye al alarmismo de la población y, me temo, a su desinformación. Ante situaciones de este tipo hay que conservar la calma, no hacer tonterías como irse a cimas o paseos marítimos para contemplar el desatado oleaje y atender las indicaciones de protección civil y organismos fiables, como AEMET y medios de comunicación de primera. Desconfíe de los que anuncian el apocalipsis para dentro de media hora y montan espectáculos con el vendaval.


¿Servirá Ana para paliar la sequía? No, pero su ayuda no vendrá nada mal. Como en el caso de la recuperación de un enfermo, terrenos y pantanos necesitan un proceso gradual y constante de entrada de nuevas reservas para recuperarse tras la escasez, y aunque Ana ha dejado precipitaciones intensas en algunas zonas, muy necesitadas, es necesario que las lluvias sean continuas, generosa y mansas para que su efecto benéfico sea el mayor posible. De todas maneras, lo caído bien caído está, en algunas zonas permitirá plantar cultivos de invierno, salvar bosques y praderas, y aliviar a algunos de los maltrechos embalses que malviven tras un 2017 reseco y árido hasta la extenuación. Ana ha sido bien recibida.

jueves, diciembre 07, 2017

Trump y Jerusalén

Si algo nos ha dejado claro ya Donald Trump es que es imprevisible y no convencional. Estarán encantados los amantes de las sorpresas y aquellos que reniegan del tacticismo y la parsimonia política habitual, alabando el comportamiento de la fiera Trump completamente desbocada. Como un niño al frente de la juguetería, fracasan uno a uno todos los intentos de poner vigilantes y moderadores que controlen sus actos, y no deja el crío de desordenar estantes, abrir paquetes y descolocar referencias, dejando la tienda completamente desordenada y patas arriba. Parece que no le importen las consecuencias de sus actos.

La decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como capital oficial de Israel y la orden de trasladar allí la embajada desde Tel Aviv es algo que se barruntaba desde hace tiempo, y que venía en el programa electoral del magnate, por lo que el anuncio es, vaya vaya, una nueva promesa cumplida por parte del único que no hubiéramos deseado que ejecutase su programa electoral. En este espinoso asunto EEUU ha actuado con hipocresía táctica, si se me permite la expresión. Ya en 1995 aprobó una ley que instaba a dar a Jerusalén el estatus oficial, pero ningún presidente desde entonces la ha llevado a la práctica, tanto por el miedo a disturbios en la zona como por la sensación, certera, de que un movimiento de este tipo colocaría a EEUU en una posición de clara parcialidad, casi irreversible, arruinando su papel de mediador en unas posibles negociaciones palestino israelíes, que son siempre uno de los temas de la agenda presidencial de la Casa Blanca, especialmente durante los segundos mandatos. Todo el mundo en Washington tenía claro que el estatus de Jerusalén, tres veces santa y tres veces odiada, debía ser fruto de un acuerdo mucho más amplio entre los representantes de Israel y Palestina, y que llegado un día en el que la solución de los dos estados fuera posible, la administración de la ciudad quizás fuera compartida, o sostenida por una entidad internacional que garantizas el derecho de ambos, en acuerdo con los cristianos, para el uso de los santos lugares y los demás espacios urbanos. También tenía más o menos claro todo el mundo que Jerusalén sería lo último que, de existir ese ansiado acuerdo, se negociaría, porque ahí sí que las posturas son tensas e irreconciliables, dado que se llega al punto mollar de las creencias religiosas mutuas, y por lo visto excluyentes. Y si cada parte siente que Dios, su Dios, el único y verdadero, está de su parte, y ese Dios pasó una temporada entre esas piedras y muros, la posibilidad de acuerdo se antoja más como un milagro que como otra cosa. Por ello EEUU, a lo largo de estas décadas, en una política de tira y afloja con Israel de cara al freno de los asentamientos y de nula relación con las facciones islamistas terroristas de los palestinos, nada ha dicho de la sacrosanta ciudad, para evitar meterse aún más en un embrollo del que difícilmente podría salir. Cuando ya en campaña Trump anunció que tomaría esta medida surgieron muchas voces en los países occidentales, y más en EEUU, para que no la llevara a cabo, porque sería un gesto unilateral peligroso que, muy probablemente, no iba a contribuir a solucionar problema alguno, sino más bien a agravarlo. Pareció por un momento, al poco de llegar el magnate al poder, que la agenda interna y el desprecio por las cuestiones internacionales iban a tener aparcado el tema de Oriente Medio durante bastante tiempo, pero ha resultado que no, que Trump y algunos de sus asesores lo estaban estudiando. Hace pocos días el rumor tomo fuerza y ayer se hizo realidad.


¿Y ahora, qué? A saber. Trump utilizo ayer en su comparecencia una expresión que se atribuye a Einstein (pobre Albert, quiénes osan a mencionarte) afirmando que tras décadas de políticas inamovibles que no han servido para nada es hora de cambiar algo para provocar nuevas reacciones. Es de suponer que la tensión en la zona crecerá, y que habrá disturbios, pero se me antoja casi imposible estimar su intensidad y alcance. La decisión también supone otro baldón para un Departamento de Estado que, tras la llegad de Trump, está en franco retroceso global, con un Tillerson al frente cuya dimisión o cese se comenta todos los lunes y viernes, pero que no pinta nada de nada en las decisiones políticas de su jefe. La diplomacia norteamericana, poderosísima, hace aguas y se deshace justo cuando más se la necesita.

martes, diciembre 05, 2017

Manuel Marín, un europeo

Al poco de que llegara ayer por la noche a casa saltó la noticia, inesperada, de la muerte de Manuel Marín, y ya se me amargó lo que quedaba de día. Marín falleció a los 68 años, muy joven, por un cáncer de pulmón, que yo desconocía que padecía desde hace algo más de dos años. Las últimas veces que le vi en entrevistas y actos ya estaba enfermo, pero pese a ello mantenía una entereza y porte propio de quien se sabe ocupado y con un destino. Los últimos años de su vida laboral los dedicó a la fundación Iberdrola, lejos de la política, a la que todo lo dio y de la que no recibió los elogios y parabienes que merecía.

En un país de prisas, cortoplacismo y bronca, Marín era un hombre de luces largas y visión amplia. Y en una nación cerrada y centrada en sus menudencias, Marín era un hombre volcado en Europa, en la construcción de un continente, de una supranacionalidad que nos acogiera y diera la estabilidad y paz que nunca hemos podido lograr los europeos en solitario, cada uno por nuestro lado. Afiliado al PSOE desde los setenta, pero siempre partidario más de una visión política que de unas siglas de partido, es nombrado secretario de estado para las comunidades europeas, que así se llamaba por aquel entonces la UE, con la llegada de Felipe González al gobiernos. Desde entonces se desvive en el proceso negociador que culmina con nuestra incorporación al club comunitario, en un acto de firma que, por así decirlo, vuelve a integrarnos en la modernidad, en la Europa que abandonamos muchas décadas atrás y que, Aleluya, nos volvía a acoger. Tras esa firma Marín sigue volcado en las relaciones con la Unión, y empieza una carrera de puestos de responsabilidad en las instituciones comunitarias que le lleva a ocupar el rango de vicepresidente de la UE, el cargo más importante que un español ha ocupado jamás en la historia de la Unión. Y no lo obtuvo por una cuota de territorios o negociaciones de poder, no, sino por su capacidad de trabajo, de dedicación, de profesionalidad absoluta y desinteresada hacia un proyecto que él veía como la culminación, el sueño que permitía escapar de la pesadilla que relata Zweig en sus memorias, la de una Europa destruida por sus egoísmos. El servicio público al ciudadano y la búsqueda de su mejora es, en todo momento, la meta de Marín, y eso lo convierte, día a día, en un político cada vez más extraño en el mercadeo patrio, en el que las afinidades a la siga, a “los míos” están por encima de la verdad, la eficiencia y el servicio. Vuelve a la política española y con la llegada de ZP al poder alcanza el rango de Presidente del Congreso de los Diputados. Lucha día a día para modernizar la cámara, implantar costumbres europeas en los modos, maneras e instrumentales, pero choca con la realidad de una política de frentes, cainita y antediluviana. Poco a poco es sólo su autoridad moral lo que le permite sobrevivir en ese circo de fieras, dado que los suyos y los otros le tratan cada vez peor, y llega un día en el que, viendo cómo ha fracasado su proyecto de reforma del reglamento de la Cámara y que su soledad es manifiesta, deja el cargo con el final de la legislatura y anuncia el abandono de la política como profesión. Desde entonces se embarca en una aventura en la empresa privada, Fundación Iberdrola, callada, silenciosa, nada vistosa, centrada en labores culturales, de restauración de patrimonio y de iluminación de monumentos. Concede entrevistas en contadas ocasiones y su voz, siempre clara y lúcida, anuncia los tiempos populistas que se avecinan. Ve llegar antes que nadie la sobra de un referéndum en el Reino Unido y confiesa sus temores ante un futo incierto, que la muerte le impedirá contemplar.

Cuando pocos creían en la Unión y en ese futuro compartido, Marín se dejó la piel para crear instituciones y reglamentos que le dieran cuerpo, solidez y tarea. Puso en marcha programas como el Erasmuas, sabedor de que no hay unión sin que los ciudadanos compartan sus vidas y se unan en proyectos comunes y tangibles. Su vocación le dio un trabajo inmenso y muchas veces silencioso, pero es uno de los hombres que más ha logrado cambiar, y a mejor, la vida de todos los españoles y el conjunto de los europeos. En tiempos de mentiras, populistas, mensajes falaces y nacionalismos, su pérdida aún es más dolorosa. Nos queda a todos el ejemplo que nos dio. Y “gracias” es una palabra que se queda muy corta para reconocer su legado. Un fuerte abrazo a los suyos. Descanse en paz.


En esta caótica semana mañana y el viernes es fiesta, pero el jueves trabajo, por lo que habrá artículo. Descansen, abríguense y si viajan, mil ojos en la carretera

lunes, diciembre 04, 2017

Música, color, viento (para Maria Parra e ISM)

Sigo sin entender cómo funciona la magia de la música, pero la siento plena cuando la escucho. Supongo que me pasa como a tantos otros, y como decía San Agustín refiriéndose al tiempo, que cuando la oigo se lo que es, pero que cuando tengo qué explicarlo me veo incapaz de expresarlo en palabras y frases, no pudiendo explicarlo. Cómo un lenguaje tan abstracto, carente de letras que podamos entender, de fonemas y estructuras, nos puede transmitir mensajes y emociones de una forma a veces más intensa que el más apasionado de los textos. No se cómo es posible, pero sucede. Y quizás sea mejor dejarlo así.

El pasado viernes tuve la oportunidad de volver a sentir una sensación musical, gracias a ISM, antigua jefa mía ya jubilada, que con motivo del arreglo del piano de pared que está en el sótano de su casa, organizó un concierto privado al que invitó a pocas personas, no llegaríamos a la veintena, en una velada tan exclusiva como lujosa. Para nosotros en exclusiva iba a interpretar la pianista María Parra, mujer llena de talento y fuerza, que nos narró, con el teclado y de viva voz, el contenido de su segundo disco, centrado en piezas del impresionismo francés y algunas selecciones de repertorio español. Cuando hace unas semanas ISM me comentó la idea del concierto, surgida de la amistad de María con una de sus hermanas, me pareció una idea curiosísima, extraña y, pensaba para mi, loca, de esas que se dan en las ciudades y que son extravagantes de por sí, y me hizo mucha ilusión que ISM me invitase a un acto así. Cuando iba a él, bajo el viento frío de este invierno anticipado, y ya sentado en una silla en el sótano de la casa, al resguardo, en el calor del hogar, y con el piano al fondo, no podía dejar de pensar en lo insólito que era lo que estaba a punto de suceder, lo difícil que es conocer a un músico y lo casi imposible que es que toque para ti, que no estés en lo alto de un anfiteatro oyendo, y viendo las cosas a una distancia enorme, sino ahí, al lado, a tres cuatro metros de la silla que, todavía, seguía vacía. Supongo que la pianista estaría nerviosa, como ante cualquier actuación, y más si cabe en una de este tipo donde las caras de los espectadores están ahí, encima, junto a ella, pero yo estaba en esos momentos casi tan nervioso como ella. Bueno, quizás no fueran exactamente nervios, pero sí esa sensación de tensión que a uno le embarga ante situaciones importantes que se antojan difíciles. Supongo que no para la intérprete, pero esa sensación desapareció por completo para mi al poco de que María entrase en la sala de concierto y comenzara a tocar, y la música lo llenase todo. Música centrada en un Debussy desatado, cromático y volátil, con piezas que tratan de reflejar esos paisajes impresionistas que dieron nombre a la corriente artística, y que el compositor francés logra, de manera mágica, describir con pentagramas, y el intérprete tiene el reto de convertirlos en sonidos de color y sensaciones. María iba desgranando las piezas del repertorio, agrupándolas por bloques, y realizando antes de ello una introducción explicando qué es lo que íbamos a oír, qué significado le había dado el compositor a la obra y lo que esas piezas habían supuesto para ella a lo largo de su carrera profesional y de estudio del piano, que es lo mismo que decir de su vida, dedicada en cuerpo y alma a una pasión, a un instrumento, a una tortura, a una esclavitud, que todo lo pide, y que todo lo ofrece si uno se entrega sin límite. El concierto duró algo más de una hora y tuvo varias propinas, pero cada uno de los minutos de entrega de Maria ante el teclado, con nuestra absorta atención embelesada en sus manos y postura, se hicieron intemporales. Su interpretación fue excelente, su entrega total, nuestro disfrute, pleno.


Tras escuchar la música, estuvimos un buen tiempo en el salón de la casa de ISM de charla, picoteo y tertulia, no sólo de cuestiones musicales, y durante bastante tiempo el grupo de personas a las que yo conocía, que fuimos los últimos en marcharnos, tuvimos la oportunidad de contar con María como tertuliana, y pudimos hacerle preguntas sobre su carrera, gustos musicales, cuestiones sobre otros intérpretes, compositores y obras. Y hablamos largo y tendido de otros muchos temas no musicales, en una velada que fue un placer para los que la pudimos disfrutar, y de la que sólo puedo dar gracias a María por su arte y entrega, y a ISM y sus hermanas por habernos permitido disfrutar de una noche impresionista llena de calor y color.

viernes, diciembre 01, 2017

Corea del Norte ya tiene misiles de verdad

Esta semana Corea del Norte ha efectuado un nuevo ensayo balístico. Ha lanzado un misil que ha llegado a una altura de varios miles de kilómetros sobre la superficie para acabar estrellado en el mar, en un proceso de prueba que ha demostrado a todo el mundo su mejora en este tipo de armamentos. Según los expertos, esta prueba ha mostrado, por primera vez, que el amigo King Jon Un tiene misiles no sólo capaces de alcanzar territorio norteamericano, sino cualquier punto del mismo. Sus proyectiles llegan sobreviven al retorno atmosférico e impactan sobre el objetivo señalado. Aún es probable que la tecnología norcoreana no pueda equiparlos con cabezas nucleares, pero ese es el siguiente paso. Ya posee un vector global.

Cada vez que Corea del Norte lanza un nuevo pulso surge la pregunta inevitable. Y ahora, ¿qué? ¿Cómo respondemos? ¿Qué hacemos? De poco sirven las reuniones y condenas de una ONU escasamente operativa en lo general y nula absolutamente en lo que hace al problema norcoreano. Nuevas bravatas tuiteras de Trump muestran su enfado y disposición a hacer cosas, pero nada sucede y el progreso norcoreano es evidente. Si no suceden cosas extrañas o accidentes, es probable que en poco tiempo lleguemos a una situación de equilibrio estratégico, o de equilibrio del terror, como también se le denominaba en el pasado, entre EEUU y Corea del Norte. La capacidad mutua de atacarse nuclearmente impone una cautela en ambas partes muy medida. Cierto es que la superioridad militar norteamericana es abrumadora, pero la probabilidad de que los norcoreanos puedan causar una desgracia nuclear en suelo estadounidense ya no es cero, y ambas partes lo saben. Eso cambia notablemente las estrategias de los dos oponentes y, curiosamente vista la experiencia de la guerra fría, los convierte en más cautelosos. Ninguno de los dos posee incentivos reales para ir a la guerra, a sabiendas de que EEUU saldrá dañado y Corea del Norte liquidado por completo, pero este equilibrio quizás sea la única garantía que puede esgrimir seriamente el régimen de Pyongyang para garantizarse su supervivencia, que es lo único que le importa al gordito y sus gerifaltes. Las conversaciones de EEUU con China, único aliado de los norcoreanos y suministrador de energía y otras materias primas al régimen, no avanzan por buen camino. China promete colaborar en el control del régimen satánico del norte, pero todos saben que, en el fondo, el conviene que esa dictadura permanezca. Le evita un éxodo de población norcoreana, pobre hasta decir basta, y le hace de tapón con respecto a Corea del Sur, aliado norteamericano. De no existir el tramo del norte un gran aliado de EEUU tendría frontera física con China, y eso es algo que en Beijing no se quiere ni imaginar. Por ello todo lo relacionado con Corea del Norte tensa las relaciones entre China y EEUU y complica la geoestrategia en la zona, hasta llevarla a situaciones de alta tensión que pueden ser indeseables. Con todo esto encima de la mesa y otros muchos factores que me dejo y olvido, pueden ustedes concluir que la situación allí es, como mínimo, difícil, y no se vislumbra una salida. Quizás a medio plazo tengamos que acostumbrarnos a vivir con un régimen tan abominable que parece una caricatura, pero que está tan armado y es, aparentemente, rabioso, que mejor no tocarlo. Este status quo de estabilidad a cambio de persistencia de la dictadura garantiza la seguridad en la zona a cambio de la intranquilidad de los vecinos y la opresión infinita e infame de la población norcoreana. Si este es el mejor de los escenarios posibles, ¿cuál es el peor? Una guerra.


Cualquier guerra que se de en la zona, sea con el armamento que sea y de la dimensión que se desee, generaría un balance de muertos difícil de imaginar por su dimensión, y es probable que acabara con un enfrentamiento total, a sabiendas los norcoreanos que, en caso de batalla, no tienen opciones de ganar, sólo de hacer el mayor daño posible a sus vecinos y enemigos antes de ser aniquilados. Cifras de muertos, daños materiales y económicos…. El balance de cualquier conflicto armado en la zona alcanzaría proporciones históricas, y no por lo bueno. Quizás hace unas décadas fuera posible realizar ataques quirúrgicos que impidieran la escalada armamentística y nuclear norcoreana, pero hoy en día eso ya parece fuera de todo alcance. Así que les dejo sobre la mesa la pregunta de antes. Y ahora ¿Qué?

jueves, noviembre 30, 2017

Suicidio en directo ante el Tribunal de La Haya

La escena parece sacada de una de esas crónicas de los juicios de Núremberg, donde las cápsulas de ácido prúsico jugaron un papel tan determinante a la hora de “sentenciar” a muchos de los condenados El acusado, general de las tropas serbias durante la guerra bosnia, mira al tribunal desde su altiva posición, con un rostro serio, rígido, cubierto con una barba blanca que le da un porte inmerecido, y en medio de un alegato en favor de su inocencia, saca un pequeño recipiente del bolsillo, no más que uno de esos minivasitos que portan aceite y se usan para aliñar ensaladas, y se lo bebe delante de la sorpresa de todos los presentes en la sala. Afirma el acusado que acaba de ingerir veneno. Tras ello, la vista se suspende y el acusado muere en apenas un par de horas.

En sí misma, la Corte Penal Internacional de La Haya, y cualquier otro tribunal internacional que juzgue delitos contra la humanidad, es heredera de los juicios de Núremberg, de aquellos procesos instaurados tras la derrota del régimen nazi y el descubrimiento, generalizado y público, de las atrocidades cometidas durante y en sus dominios. Algunas de ellas, como la existencia de los campos de concentración eran sabidas, y no pocos eran los rumores sobre lo que allí sucedía realmente, pero una incredulidad general y una cierta sensación de desidia acallaban las escasas voces que denunciaban el genocidio que se estaba cometiendo. De aquella época horrenda como pocas, pozo oscuro de nuestra historia de seres humanos, vienen conceptos como genocidio, Holocausto, crímenes contra la humanidad, y otros relacionados con ellos. De hecho los acusados y condenados en Núremberg lo fueron por figuras jurídicas que tuvieron que ser creadas para poder definir lo que allí se estaba juzgando. ¿Cómo calificar a Auschwitz antes de la existencia de semejante lugar y acciones? ¿Cómo tipificarlo, definirlo, meramente llamar a semejante dimensión del horror? Núremberg necesitaba de la imaginación de los juristas para delimitar y calificar los delitos, y la capacidad inimaginada de asombro por parte de todos para asumir lo que allí se estaba juzgando. Muchos de los condenados optaron por el suicidio antes o durante el proceso, lo que impidió a la justicia hacer su trabajo. La mera idea de que la muerte de Himler hubiera podido ser evitada cuando se le detuvo e imaginar su simplona cara entre rejas frente a un Tribunal resulta tan fascinante como difícil de concebir. ¿Qué nos hubiera podido contar el gestor de la solución final, el responsable máximo de las SS, uno de los hombres con mayor poder en el régimen nazi?. Quizás nos podría haber explicado en detalle cómo se gestó, planificó y desarrolló el crimen masivo perfecto, quizás no el más numeroso (Rusia y China ganan de calle) pero sí el más depravado de los asesinatos masivos concebidos a lo largo de la historia. O quizás no. Puede que, de haber sobrevivido a su suicidio y llevado a juicio, el testimonio de Himler nos hubiera adelantado algunos años el concepto de banalidad del mal que tan lúcidamente desarrollo Hanna Arendt durante las sesiones del juicio de Adolf Eichmann, celebrado varios años después. Quizás Himler se nos rebelase como un oscuro funcionario, un hombre gris, adusto, eficiente, serio, riguroso, fanatizado, pero lleno de procedimientos, que generaba órdenes que se traducían en muerte con la misma eficacia y frialdad que se requiere a la hora de aprobar procedimientos de subvenciones a empresas. Y es que Himler, al parecer, era así. Y eso, como supo ver Arendt, es quizás una de las conclusiones más devastadoras de aquellos juicios, de aquellos años de infamia absoluta.


Entre los “méritos” del fallecido ayer general Praljak está el de ordenar la voladura del puente de Mostar, uno de los símbolos de aquella cruel guerra, en una ciudad que era un lugar de convivencia entre etnias y religiones y que, desde entonces, tras el paso del fanatismo y las armas, ya no ha vuelto a ser lugar de unidad y respeto, pese a que el puente haya sido reconstruido. Hasta el último minuto de su vida Prajlak ha estado convencido de la rectitud de sus actos, de haber hecho lo debido, de obedecer órdenes precisas y justas en una guerra en la que desempeñaba el papel que tenía asignado. No ha visto el mal causado, no se ha sentido culpable por lo que sus actos generaron. Se ha considerado un militar obediente, y como tal ha escenificado su final. ¿Qué nos dice esto sobre la justicia, el arrepentimiento y la verdad?

miércoles, noviembre 29, 2017

¿Es China el futuro?

Si ayer les preguntaba si el bitcoin es la moneda del futuro (ayer subió otro 3%), y no era capaz de darles una respuesta, hoy subo la apuesta y les interrogaré, nos interrogaremos, sobre el futuro del mundo en su totalidad, y el papel que China puede ejercer en él. El desatado crecimiento de la economía china desde la liberalización controlada de Den Xiao Ping ha cambiado los patrones económicos del globo y va camino de alterar los geopolíticos. A un ritmo sostenido que no baja del 6% con una población camino del estancamiento pero que supera de largo los mil millones, China se hace cada día más grande, poderoso y temible. Lo que allí se decide, crea y desarrolla nos acabará influyendo a todos, querámoslo o no.

Venía este pasado domingo un reportaje apasionante en la revista de El País dedicado a Shenzen, ciudad china limítrofe al norte de Hong Kong, que hasta hace pocos años era una localidad de algunas decenas de miles de habitantes y que hoy es una urbe de más de diez millones de personas, rascacielos que surgen por todas partes y excavadoras que no cesan de tirar viejas construcciones para seguir ampliando una urbe que crece sin control ni, desde luego, freno. Shenzen es el paraíso del hardware, la cacharrería. Si Silicon Valley se asocia al software, a la programación, esta ciudad china es el paraíso de los cachivaches. Placas de ordenadores, sensores, dispositivos, elementos de todo tipo que son los encargados de recopilar los datos que nos van a monitorizar y espiar sin fin para sacarnos hasta el último euro de nuestra cuenta. En esta ciudad ha nacido Huawei, marca china de móviles que hace cinco años nadie conocía y que hoy se disputa el trono de ventas junto a Apple y Samsung. En el reportaje se entrevista a varios ciudadanos que allí viven, chinos, de otras nacionalidades asiáticas y de procedencia occidental, y la sensación que uno saca al escucharles es común. La ciudad no para, la economía no para, Shenzen no duerme jamás porque dormir es ocio y no da dinero. La inventiva, el trabajo desatado y la competencia feroz se encuentran por todas partes, en un ecosistema darwiniano al extremo en el que las ideas consiguen financiaciones bajas, tiempo escaso de desarrollo y e infinitos y potenciales beneficios, lo que obliga a todo el mundo a desvivirse para sacarlas adelante. Muchos de los entrevistados coinciden al tener una imagen de Shenzen, y de China en su conjunto, como el futuro, como la nueva economía, frente a unos EEUU estancados en una peligrosa complacencia y una Europa directamente decadente y que camina hacia la decrepitud. Sin duda es la fuerza de la juventud, tan intensa como alocada y, a veces, equivocada, pero es cierto que la fuerza del gigante chino es tal que arrasa en todos aquellos sectores en los que pone el ojo. Durante años China ha sido el paraíso de la subcontrata barata, del ahorro de costes de las empresas occidentales, la “fábrica del mundo” como se le llegó a llamar, pero empieza a verse que, cierto que todavía en zonas escogidas, la I+D+i, la innovación y el desarrollo tecnológico propio están empezando a dominar sobre el montaje y ensamblado. Las empresas chinas poco a poco, a base de esfuerzo propio, copiado al rival e inventiva, están situándose a la altura de empresas punteras occidentales, y el dominio de la tecnología y su desarrollo está en la base del crecimiento futuro. Y todo ello, nunca lo olvidemos, en un sistema dictatorial de partido único, con represión, sin libertades, sin derechos humanos. Unas cortapisas inaceptables que a nadie de los entrevistados parecen importarle demasiado. Creciendo a tasas del 6% se asimila mejor el no poder abrir la boca, dado lo garantizado que está el bolsillo y la cartera llena. Pero es también cierto que el mercado laboral chino se parece demasiado a las novelas de Charles Dickens, pestilencia de humos industriales incluidos.

¿Es este el futuro? ¿Una regresión en las libertades a cambio de la prosperidad económica? ¿Un sistema global regido por una potencia dura como la China? ¿Es Shenzen, Shanghái y otras urbes de nombre desconocido el relevo a San Francisco, Nueva York o Chicago? Aún es pronto para decirlo, y no es menos cierto que la economía china esconde debilidades estructurales (y una más que posible pirámide financiera muy peligrosa) que pueden sacudirle y hacerle retroceder varios pasos, como le pasó al exitoso e imparable Japón de los ochenta. Pero no debemos ser ingenuos, como se señala en el artículo, un tercio del planeta vive a un par de horas de avión de Shenzen, y su renta per cápita no deja de crecer. Y el dominio que ejercerá sobre el planeta tampoco. El mundo gira, y cada vez apunta más a Asia. Y eso sí que parece imparable. Nos guste o no, tocará adaptarse

martes, noviembre 28, 2017

Un bitcoin, 8.200 euros. ¿Hay burbuja?

Ayer el Bitcoin batió un nuevo récord y alcanzó una cotización de 8.289,77 euros la unidad, más de nueve mil dólares. Hay muchas páginas donde ver la evolución de esta moneda, he aquí una de ellas, y si nos dedicamos a ampliar el rango temporal de la gráfica veremos como la subida de estos últimos meses es exponencial, disparada, desatada, desenfrenada. Siempre es difícil decirlo a priori, pero si quieren ver cuál es el aspecto de una burbuja antes de estallar, les recomendaría quedarse con esa imagen, porque creo que la refleja perfectamente. Ahora, recuerden, para que sea burbuja, tiene que venir un derrumbe en el futuro. Sino, estamos ante otra cosa muy distinta, y mucho más importante.

El otro día en la cafetería del trabajo salió el tema de los bitcoin y muchos de los allí reunidos no tenían ni idea de lo que era, y ni les cuento lo que pueda pensar mi madre cuando, dentro de unas semanas, llegue a leer esto. ¿Qué es el Bitcoin? Decir que es una criptomoneda tampoco ayuda mucho, afirmar que es la resolución de un modelo matemático menos, que es un invento virtual de un grupo informático lo complica aún más, y que ese juego adquiera semejante valor resulta ya casi incomprensible. El bitcoin es todo eso, y puede llegar a serlo mucho más. Es la primera moneda virtual, artificial, fruto de la tecnología informática, creada por un grupo de programadores de software que querían diseñar una unidad de cuenta que no fuera manipulable. Sus diseñadores la concibieron como la solución a un conjunto de complejos problemas matemáticos que requieren un uso intensivo de ordenadores, lo que se llama “minado” y que consume mucha electricidad. Tal y como está diseñada, hay un límite de bitcoins o soluciones a esos problemas, que es de 21 millones de unidades. No puede haber más. En ese sentido se ha comparado al bitcoin con el oro, y a sus creadores como unos idealistas que soñaban con una moneda que no pudiera ser multiplicada hasta el infinito por parte de los gobiernos, habituales creadores y manipuladores del dinero. Pero que el bitcoin sea una moneda implica que debe ser aceptada como tal para poder ser usada como medio de pago, intercambio y atesoramiento, que es para lo que se utiliza el dinero. Supongamos que usted tiene bitcoins, lo que implica que posee una memoria USB o un disco duro en el que se alojan esas soluciones matemáticas, si nadie se al acepta a cambio de cosas, de poco sirve su moneda. Hay algunos lugares en los que si se puede pagar con bitcoins, pocos en el mundo real, variados en la internet normal y bastantes en la “deep web” la internet profunda y oscura en la que se encuentran muchos negocios ilegales o, al menos, no regulados. No es sólo una moneda de piratas, pero si son muchos los piratas que la usan, dado que tampoco deja mucho rastro en sus transacciones. Pero lo que sí es cierto es que, como instrumento de inversión, muy volátil, el bitcopin es ahora mismo la estrella del momento. A mediados de julio de este año el bitcoin valía, se pagaba, a 2.200 euros, lo que quiere decir que desde entonces, en cuatro meses, casi ha cuadruplicado su valor. El 10 de enero de este año se pagaba a 859 euros, por lo que la revalorización en el año se acerca al 1000 por ciento, ha multiplicado por diez su valor. El mercado de bitcoins es de una volatilidad extrema, y junto a subidas disparadas se encuentran desplomes igualmente abruptos, pero es cierto que para los amantes de la ruleta rusa financiera no hay hoy en día otro lugar en el que poder ganar más y más rápido que en el intercambio de este particular activo. Ahora mismo hay algo más de dieciséis millones de bitcoins descubiertos, minados con esos incesantes ordenadores que los trabajan en todo el mundo, y que consumen mucha electricidad, por lo que si multiplicamos obtenemos que el mercado de bitcoins vale unos 140.000 millones de euros, el 14% del PIB de España. Una burrada.


¿Cuánto vale realmente un bitcoin? ¿Millones? ¿nada? La única respuesta válida en cada momento es lo que el mercado determine, en función de la oferta, demanda y legislación. Cada vez que China, país en el que se ejecutan la mayor parte de transacciones, ha alterado algunas reglas la cotización ha pegado saltos muy bruscos, casi siempre hacia abajo. ¿Son las criptomonedas el futuro del dinero? No lo se, pero ahora mismo muchos bancos centrales y analistas observan lo que pasa en el mercado de bitcoins (y de otras igualmente virtuales como ethereum) para saber si el futuro va por ahí o no. ¿Será el dinero del futuro una especie de bitcoin creado y regulado por los estados? Así nacieron muchas monedas y billetes que, con el tiempo, fueron confiscados por los gobiernos para su monopolio. Toca esperar, ver y, de paso, saber si hay burbuja o no