Se acaba el año, y mañana será la
última entrada del ejercicio del blog, por lo que debiera ser mañana cuando
hiciera un brevísimo resumen del año, pero dado que hoy tenemos unas
trascendentales elecciones en Cataluña y tocará tras ellas hacer reflexión de
los resultados y el panorama que dejan, hoy me dedicaré a pensar un poco en lo
que ha sucedido en este 2017 que se nos va. Y Cataluña ha sido el centro de la
actualidad nacional, tanto por el dolor causado tras los salvajes atentados
yihadistas de agosto en Barcelona como el pesar generado por el proceso
soberanista, esa exhibición nacionalista desatada y sectaria que acabó dando un
golpe de estado, vara en mano, amenazando la legalidad constitucional y la
convivencia.
En la política española, con el
terremoto catalán de fondo, hay pocos movimientos en la superficie pero sí se
mueven corrientes de fondo. El PP no logra rentabilizar ni su actuación
catalana ni la buena marcha, mejor de lo esperada, de la economía, y cae en las
encuestas, siendo Ciudadanos el que saca más rédito de todo este desaguisado
(quizás en los resultados de hoy veamos una versión exagerada, caricaturesca,
de este proceso). El PSOE de Sánchez se consolida un año después de su vuelta y
Podemos muestra grietas evidentes y síntomas de crisis, azuzada por su
esperpéntico comportamiento en la crisis catalana y las divisiones internas en
su liderazgo, que sigue ostentado con mano de hierro un iluminado Iglesias. La
crisis que ahora se vive en el ayuntamiento de Madrid es otro exponente de la
descomposición, en parte, de este movimiento. En la escena internacional, son
cuatro los nombres que me vienen de golpe a la cabeza. Macron, que ganó en
Francia en mayo, en una campaña sorprendente, salida de la nada, y paró las
hordas populistas de Le Pen, aportando un respiro a la UE, que se creía decisivo
y, tras la victoria no útil de Merkel se ha mostrado transitorio. Trump, que ha
cumplido el primer año de mandato en la Casa Blanca, despejando las dudas que
había sobre su comportamiento, mostrando que es un niño mal criado, rencoroso e
inestable. La mayor parte de sus decisiones han servido para erosionar la
imagen de EEUU en el mundo, debilitar las alianzas internacionales y aumentar
los riesgos globales, y de paso la división interna en su país. Aupado a una
bolsa neoyorquina que sube como la espuma y su reciente victoria en la reforma
fiscal, siente el aliento del caso ruso y del fiscal Mueller cada vez más cerca
de su cogote, y está por ver cómo podrá sobrevivir a él, pero descarten “impeachment”
en breve o renuncias, el problema Trump persistirá. El tercer nombre es una
sigla, MBS, príncipe heredero de Arabia Saudí, que se ha hecho con las riendas
del poder en esa monarquía y, a pesar de que sigue reinando su padre, ejerce ya
como soberano, al menos de las fuerzas militares. Impulsivo, decidido,
arriesgado y sin escrúpulos, MBS quiere alterar la actual estructura de poder
en Oriente Medio y disputar la victoria que, de momento, Irán se está llevando
de calle. El cuarto nombre es Xi Jinping, el mandatario chino, que ha sido
entronizado como nuevo emperador, y que regenta un poder que no deja de crecer
en China y en el mundo entero. Si Trump agudiza la decadencia de EEUU, cosa que
está por ver, Xi ya ha presentado su candidatura para ser el nuevo dirigente
global, el faro, el representante del poder. China sigue creciendo a algo más
del 6% anual y su papel en el mundo empieza a ser omnipresente. Frente a ella
el resto cada vez pintamos menos, y bien que lo sabe Xi. En 2017 hemos hablado
mucho de Corea del Norte y su cada vez más agresivo y efectivo programa de
armamento, no tanto como en otros años de Siria, en su séptimo año de guerra,
semiganada por Asad y sus amigos rusos, con un DAESH en retirada y desposeído
del terreno que llegó a controlar, y apenas hemos dicho una palabra de la
crisis de los Rohingyas en Myanmar, otra crisis humanitaria provocada por el
sectarismo y al visión fanática, en este caso de los budistas frente a los
musulmanes, que se traduce en lo de siempre. Muerte, miseria, huida y sufrimiento.
No se si en 2017 hemos aprendido
lo que es una criptomoneda o el blockchain, pero sí parece que algunos
espabilados le han sacado rendimiento a estos conceptos en forma de bitcoin,
que ha multiplicado por veinte su valor hasta alcanzar una forma de burbuja
perfecta a la espera de que reviente, o no. CRISPR, otra sigla, el genial
sistema de edición genética, se ha revelado este año como una vía maravillosa
para atacar enfermedades ante las que poco se podía hacer. Alphazero nos
vapuleo en ajedrez y se ha convertido en la primer Inteligencia Artificial que,
glups, parece realmente inteligente, y Juno nos enseñó un Júpiter
de ensueño alucinógeno. En 2018 SpaceX de Musk promete lanzar su cohete
pesado y acercarnos algo más a la Luna. A saber qué cosas buenas, malas,
inesperadas, ocurrirán en ese año nuevo.
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