Puede que eso que denominamos
“universo Star Wars” sea el mayor mito de nuestro tiempo, la historia de
ficción que ha alcanzado un éxito más rotundo y global en un mundo disperso
como el nuestro. Tocarla, hacer algo con y sobre ella, se convierte en sí mismo
en un asunto de debate internacional. La decisión de Disney, la actual
propietaria, de realizar los episodios VI a XIX levantó una enorme polvareda, a
sabiendas de que el negocio, lo que sostiene a la franquicia, iba a ser
fabuloso. Esto, el negocio, es un arma de doble filo que, por una parte,
permite que la saga continúe pero por otra la desvirtúa. Como siempre, los
idealistas son un puñado de rebeldes, sea cual sea la galaxia que habitemos.
El estreno hace un par de años de
SW VII gustó mucho a los fanáticos de la serie y tuvo críticas muy buenas,
aunque en general se acordó que era una revisión, actualizada en medios y
presupuestos, del episodio IV originario. JJ Abrahams, hizo salivar a los
nostálgicos y, como muchos pensamos al salir del cine y se dijo luego en las
redes, le dejó un inmenso marrón al encargado de la siguiente película. Rain
Johnson, el director, creador de obras como Looper (una de las películas sobre
viajes en el tiempo más interesantes que existen) debía decidir si seguir la
estela de Abrahams y hacer una revisión del episodio V, el de mayor calidad de
la saga, o escoger una vía propia y crear algo nuevo. La primera opción sería
del agrado de los fieles y demostraría a todo el mundo que la franquicia está
agotada en lo que hace a ideas y tramas. La segunda opción equivalía a meterse
en un jardín peligroso, del que podría salir mal herido y con el desprecio de
todo tipo de públicos. ¿Cuál ha sido el resultado final? Pues un poco de todo,
una serie de guiños a los mitos y recuerdo de las películas clásicas junto a
una visión innovadora de la saga y los personajes que hace que SW VIII sea la
más extraña de todas las películas de la serie, y quizás por eso el debate en
la red es intenso y crudo entre partidarios y detractores, que la alaban y
critican con igual intensidad. Probablemente Johnson no ha tenido libertar total
para crear y desarrollar una historia completamente ajena al pasado, pero lo ha
intentado, y ha dado un aire nuevo a la historia y creado una serie de
elementos que condicionan bastante lo que podemos pensar de los personajes, sus
acciones y motivaciones. En una época como la nuestra donde destripar un
argumento es visto como causa de pena capital, pueden estar tranquilos porque
no voy a caer en ese gravísimo delito (qué pueriles nos hemos vuelto todos)
pero creo que cuando vean la película, y les recomiendo que lo hagan, van a
tener la sensación de que algo no les cuadra, de que les han contado algo que no
es lo que esperaban, y eso en sí ya es algo interesante, que vuelve a hacer de
SW una fuente no sólo de aventuras, sino de historias. Creo que no se puede entender
este episodio sin “Rogue One” película del verano pasado que contaba una historia
sita entre el episodio III y justo como preámbulo del IV. Ese trabajo, que fue
visto como un sacacuartos para reventar la taquilla veraniega, cosa que logró,
escondía muchas claves sobre cómo son los personajes actuales de la saga, y el
complejo mundo en el que se mueven, en el que la bondad y la maldad están, por
así, decirlo, difuminadas por todas partes. La parte militar de la historia era
determinante en Rogue One, y empieza a serlo en el universo SW, porque es una
de las fuentes del poder que se mantiene inalterable en una galaxia caótica en
la que todo el mundo puede disparar, haga o no uso de la fuerza. En resumen, SW
VIII arriesga, quizás no todo lo que el director quería, y sale ganadora, a mi
entender, del enorme reto al que se enfrentaba. No es una película perfecta,
desde luego, pero brilla y, sobre todo, algo innova.
Un punto que no quiero dejar de
mencionar es que, en general, SW no se ha caracterizado por tener grandes
interpretaciones de actores, dado que el peso de sus personajes en ocasiones
los aplastaba. No es este el caso. Daisy Ridley crea una Rey con convicción y
una personalidad mucho más ambigua de lo esperado, lo que entra en su haber. Pero
creo que los dos grandes actores de esta función son Mark Hammill y Adan
Driver, que componen a un Luke y Kylo que se comen las escenas en las que
aparecen. Driver es un inmenso actor que fue muy atacado en SW VII por su
aspecto de niño malcriado. Ahora se destapa como un inmenso malcriado que
asusta y domina con su mirada. Y crea un villano de película. Si quieren pasar
un largo rato entretenidos, dos horas y media, vayan a verla.
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