A eso de las tres y media de la mañana
de hoy llovía en mi barrio como si no lo hubiera hecho nunca, y dado lo que ha
caído en Madrid a lo largo de este año la expresión es algo más que una mera
forma de hablar. Cortinas cerradas de lluvia con viento, que se movían de
manera violenta golpeando ventanas, árboles y las hojas que aún permanecen
sobre ellos. Alcantarillas rebosantes de agua y hojas, miles, millones, caídas
a lo largo de estos días de heladas que las han ido tirando y que, la ausencia
de temporal ha impedido que se desplazasen a otro sitio. La imagen, desde el
refugio de mi casa, era espectacular.
Casualidades de la vida, a partir
de este otoño varios servicios meteorológicos europeos, entre ellos AEMET, han
acordado poner nombre a las borrascas atlánticas que alcancen cierta magnitud y
puedan suponer un riesgo para la población, y
el temporal que nos ha azotado esta noche, y que hoy ya nos abandona, es el
primero que cumple esas características y ha tomado el primer nombre de la
lista, alfabética, que esta vez empieza por “Ana”. Es una lista de nombres
alternos entre varón y mujer y se usarán aquellos que sean necesarios en
función de la intensidad de los temporales. Esta idea de nombrar a las
borrascas, algo peregrina en nuestras latitudes, se ha tomado, entre otras
cosas, para facilitar a los medios de comunicación y a los organismos de
protección civil la denominación de los fenómenos y que estos calen más en la
población, a la hora de que las medidas de precaución previstas sean más
eficaces. ¿Servirá para algo? Está por ver, aunque la experiencia de Ana deja
un cierto sabor amargo. Y es que Ana se ha generado por un proceso de ciclogénesis
explosiva, que no es sino una de las maneras mediante las que una borrasca
puede nacer, en este caso caracterizada por la velocidad del proceso de
formación, pero que no determina la intensidad o efectos del temporal en
cuestión. Una borrasca de este tipo puede ser más o menos intensa que otra
generada por un proceso menos abrupto, pero los dos términos combinados,
“ciclogénesis explosiva” son como un imán para los medios y desatan titulares
que van desde el alarmismo hasta lo ridículo, pasando todos ellos por la
inexactitud. Si me permiten el ejemplo tonto, poco importa para la capacidad de
berreo de un niño por la noche si este ha sido concebido de manera natural o
por fertilización de la madre, y de la misma manera el proceso de formación de
la borrasca poco nos puede decir de su intensidad y efectos. Cierto es que estas
borrascas tienden a ser más profundas que otras, y su proceso de generación
acelerado las hace más peligrosas en la zona en la que se crean, habitualmente
sobre el Atlántico, pero eso es un dato que, siendo muy relevante para los
barcos que por ahí transitan, resulta de menor importancia para los que, en
tierra firme, podemos llegar a sufrir sus efectos. Pero, como en tantas
ocasiones, el sensacionalismo de algunos medios apenas entiende de terminología
y se lanzan al morbo que se expande en palabras grandiosas y explosivas,
literalmente. Eso contribuye al alarmismo de la población y, me temo, a su
desinformación. Ante situaciones de este tipo hay que conservar la calma, no
hacer tonterías como irse a cimas o paseos marítimos para contemplar el
desatado oleaje y atender las indicaciones de protección civil y organismos
fiables, como AEMET y medios de comunicación de primera. Desconfíe de los que
anuncian el apocalipsis para dentro de media hora y montan espectáculos con el
vendaval.
¿Servirá Ana para paliar la sequía?
No, pero su ayuda no vendrá nada mal. Como en el caso de la recuperación de un
enfermo, terrenos y pantanos necesitan un proceso gradual y constante de
entrada de nuevas reservas para recuperarse tras la escasez, y aunque Ana ha
dejado precipitaciones intensas en algunas zonas, muy necesitadas, es necesario
que las lluvias sean continuas, generosa y mansas para que su efecto benéfico
sea el mayor posible. De todas maneras, lo caído bien caído está, en algunas
zonas permitirá plantar cultivos de invierno, salvar bosques y praderas, y aliviar
a algunos de los maltrechos embalses que malviven tras un 2017 reseco y árido
hasta la extenuación. Ana ha sido bien recibida.
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