Si recuerdan, hace pocos días
tuvo lugar una subasta en Nueva York en la que una obra de Leonardo Da Vinci
batió todos los récords, al venderse por unos 400 millones de dólares, una
cifra desorbitada que estaba muy por encima del ya enorme precio de salida. Se
habló mucho entonces de la burbuja del arte y de la inundación de liquidez de
los bancos centrales, que está disparando el precio de todos los activos (bonos,
bolsa, bitcoins, etc). Se supo que un príncipe saudí estaba detrás de la
compra, y saltó la duda sobre qué hace un rigorista musulmán comprando un
cuadro en el que la efigie de Jesús, un profeta, aparece dibujado, algo que está
completamente prohibido en su religión.
Poco a poco se han ido conociendo
detalles de la compra y quien es, al final, el verdadero dueño del cuadro, y la
verdad, no ha hecho falta moverse muy lejos de Riad, quizás sólo saltar de un
palacio al de enfrente, dado
que el comprador que actuaba mediante príncipe interpuesto ha resultado ser MBS,
el heredero del trono saudí, y responsable de la revolución en el poder que
se está produciendo en el país. Ya hablé de este personaje aquí hace unas
semanas, cuando ejecutó una purga que, si no ha habido novedades, mantiene
retenidos a numerosos príncipes en habitaciones de lujo de Riad desde las que
pueden ver como la estrella de su poder declina ante la imparable ascendencia
de MBS. Este es sin duda uno de los personajes del año, desconocido para la
mayoría, pero dotado de un creciente poder, una ambición desmesurada y un comportamiento
algo caprichoso que, no lo duden, va a ser determinante en todo lo que suceda
en aquella convulsa región. Obsesionado, según se dice, por el desarrollo económico
de su país y la modernización, para no depender del petróleo, MBS no ha dudado
un minuto en derrochar una cantidad ingente de dinero para hacerse con el
cuadro y, por lo visto, no ha sido la única de sus comprar. Ya puestos, se debió
decir MBS mientras se miraba a un espejo dorado preguntándose de paso si
alguien en el reino era más rico y poderoso que él, ¿por qué no me hago con un
castillito en Francia? Dicho y hecho, y como en una oferta de dos por uno del
supermercado de la esquina, compró cuadro y casa. La
casita es un chateau sito al oeste de París por el que el personaje ha soltado
300 millones de dólares, lo que es menos que el cuadro, argumento que
seguro utiliza para justificar el gran negocio que ha hecho. Se ve que sus
compras tienen que ser múltiplos de cien millones, sino no le queda suelto para
el redondeo. Para que luego digan que estos gustos son decadentes y horteras,
el castillo, que perteneció a Luis XIV, qué solete, posee un sistema de fuentes
decorativas que puede ser manejado desde una aplicación móvil, por lo que MBS
ya tiene otro argumento para justificar sus ansias de modernización y
desarrollo. En el fondo la compra no tiene un afán inmobiliario y de ostentación,
sino que se trata de una inversión en I+D+i, de las que no se hacen en España,
con el objeto de trasladar a Arabia Saudí el conocimiento para poder manejar el
riego de los palacios y campos de golf con mayor eficacia y comodidad. Algún
mal pensado podría sugerir que para qué quieren automatizar algo los príncipes
saudíes cuando tienen un ejército de esclavos que ya funciona en la práctica en
modo automático y poseen movilidad sin necesidad de aplicaciones. Seguro que
MBS es capaz de refutar ese argumento y, si no es así, tirará de chequera y
comprará la fuente que eso afirma, que al instante dejará de hacerlo y
reconocerá la perspicacia del gran líder de la casa de los Saud, la nueva
estrella del reino suní.
Con un poco menos de coñas, la
situación en Riad y toda la península arábiga se ha transformado mucho en este
año tras la irrupción de MBS y su casi ya real ascenso al poder. En este
artículo de Ángeles Espinosa vienen descritos los personajes de la trama que se
desarrolla en aquel desierto, repleto de suníes, chiíes y petróleo, en el
que se dirimen luchas centenarias, odios religiosos y codicia hasta decir
basta. La tensión en la zona entre un Irán, de momento triunfante y expandido,
y una Arabia Saudí que no va a dudar en gastar lo que sea para vencer al régimen
de los Ayatolas seguirá creciendo, y en 2018 y años posteriores deberemos
fijarnos muy a menudo en lo que allí pase. Y también, por qué no, en la lista
de la compra de MBS, al que no le veo en plan Ángela Merkel bajando al super de
la esquina.
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