miércoles, septiembre 30, 2015

Hay agua salada en Marte. Vamos para allá!!!

Vámonos a Marte. Ese es el mensaje principal que me gustaría que les quedase de mi artículo de hoy. Retrasar ese viaje una y otra vez por excusas que, en el fondo, esconden falta de ambición y presupuesto, es un engaño. Cada vez conocemos más de nuestro vecino y resulta evidente que la caja de sorpresas que supone, como todos lo que orbita ahí fuera, es inmensa y apasionante. Y por si fuera poco, cada descubrimiento nos acerca más y más al momento en el que, ojalá llegue pronto, se descubran trazas de vida (microbiana, escala molecular) que ahora mismo pueda existir en el planeta, o que existió en el pasado. Como siempre, Daniel Marín se lo cuenta millones de veces mejor que yo.

El agua en Marte es un elemento que lleva tiempo dando vueltas y de cuya presencia en el pasado ya no hay dudas. Muchas de las formaciones geológicas que hoy vemos en la superficie del planeta son producto de años de erosión causada por flujos de agua, constantes o periódicos. El por qué Marte perdió esa agua en superficie y cómo se dio ese proceso es una de las preguntas más importantes que debemos responder. También se sabía desde hace tiempo que en los polos de Marte, en esos blancos casquetes, casi todos ellos conformados por CO2 congelado, hay trazas de hielo de agua, y que no puede haber agua en la superficie porque las condiciones atmosféricas de bajísima presión harían que hirviera y se evaporase al instante. ¿Qué es, entonces, lo que ha anunciado la NASA? Algo muy importante, y es el afloramiento a la superficie de salmueras procedentes del interior del planeta. La salmuera no es sino una sal con un componente de agua, o un agua muy muy muy salada. Quizás les suene el nombre por ser uno de los residuos que generan las depuradoras de agua marina, que vierten nuevamente al mar. En este caso se trata de sales minerales no tan habituales como las que usamos para dar sabor a la comida, pero que hacen que, combinadas con el agua, ésta pueda mantenerse en la superficie de Marte el tiempo suficiente como para que genere surcos, trazas, escorrentías, que poseen un carácter estacional, y duran pocos meses, pero que surgen de manera periódica en distintas zonas del planeta. Este descubrimiento implica, sobre todo, que bajo la superficie de Marte sí existe agua líquida, que hay depósitos, acuíferos, lagos o ríos subterráneos, no se sabe de qué dimensión, cuantía o profundidad, pero que resguardada de un exterior que es insoportable, se mantiene a cubierto. Y de vez en cuando aflora en esas disoluciones, que en semanas se frenan porque el agua que, de una manera u otra, asome a la superficie de Marte, se evaporará tarde o temprano. En salmuera muy tarde, pero lo hará. Y claro, si existe constancia de agua subterránea en Marte, recordemos que a resguardo de temperaturas y presiones extremas y del bombardeo de la radiación solar, la imaginación puede dispararse sobre si en esos “pozos” de agua pueden existir formas de vida, que o bien provengan de un pasado antiquísimo y se hayan adaptado a ese entorno o se hayan ido surgiendo y desarrollando en él. Esto no es sino una especulación, o quizás mejor, un deseo, y recordemos que no tenemos nada claro si quiere cómo se produjo el surgimiento de la vida en la Tierra, pero es obvio que para empezar a soñar con la posibilidad de que “algo” pueda existir en Marte el escenario de un lago subterráneo resulta mucho más atractivo que cualquiera de los áridos e insoportables parajes de la torturada superficie. Elimina muchos problemas previos, algunos de ellos insalvables en apariencia y ofrece una nueva oportunidad.

Recordemos que, en el fondo, conocemos muy poco de Marte. Lo tenemos cartografiado a una resolución alta, pero hay valles y zonas en las que nada vemos más allá de su planta, si saber si esconden cuevas o recovecos de otro tipo. Y nada sabemos de lo que hay bajo su superficie. Por eso el descubrimiento de la NASA resulta importante, y la mera idea de que perforando Marte podamos lograr extraer agua allí enclaustrada resulta sugerente y revolucionaria, tanto para esa búsqueda de vida mencionada como para el abastecimiento de los astronautas que, algún día, puedan pisar su superficie. En serio, ¿por qué no vamos?

martes, septiembre 29, 2015

La locura del caso Volkswagen

Aprovechen la oportunidad. Hoy los periódicos y medios en general hablan de Marte. A ver si mañana les puedo comentar algo de esa noticia, importante, que constata que hay agua bajo la superficie, pero como la semana pasada no pude escribir nada, no me resisto a darles hoy algunas opiniones sobre el llamado caso Volkswagen, el trucaje de los motores diésel, la estafa asociada y el desastre que para esa marca, la imagen de Alemania y las implicaciones para la regulación económica tiene el asunto, que es de una trascendencia tan grande como parece, e incluso más.

Alemania lo hace todo a lo grande. Cuando crece, como ninguna, cuando batalla, genera guerras mundiales, y cuando estafa, deja las trampas de los países del sur de Europa convertidas en inocentes timos del tocomocho. Lo de Volkswagen es una estafa en toda regla, porque no deja de ser un acto premeditado para falsear uno de los valores en alza de los vehículos, su carácter poco contaminante, por el que se reciben subvenciones, descuentos fiscales y otra serie de ventajas, además de un aura de marca que es bien vista por el consumidor. Ese engaño, multiplicado por los millones de coches sobre los que se ha practicado, ha inflado las cuentas de la compañía de una manera fabulosa, y lo más triste de todo es que ni siquiera hubiera hecho falta que Volkswagen hiciera trampas para forrarse. Ya el año pasado se convirtió en el primer fabricante mundial de vehículos, superando a Toyota, estando ambas marcas por encima de los cinco millones de unidades vendidas. Una barbaridad. La fiabilidad de la empresa estaba, como las de todas las de ingeniería alemana, en lo más alto, y solamente citar las marcas comerciales de Volkswagen y del resto de automovilísticas germanas supone, para muchos, recitar un mantra de ensueño que evoca distinción, poder, calidad, clase y estatus. Pues bien, parte de esa nube de irrealidad, que posee un valor inmenso, se ha evaporado al conocerse la dimensión y detalles de la estafa, que puede suponer una enorme herida en las cuentas del imperio de Wolfsburg no sólo en lo que hace a indemnizaciones, reparaciones y pleitos judiciales, que los habrá y en cantidades industriales, sino sobre todo el daño se lo va a llevar ese intangible tan difícil de crear y de mantener, que es la marca, ahora herida y dañada. Como aspecto positivo, y frente a la velocidad de reacción a la que estamos acostumbrados en España ante la aparición de los escándalos (nula) en una semana ha dimitido el presidente de la empresa y la entidad ha admitido que realizó prácticas incorrectas. La frase “la hemos cagado” pronunciada por el jefe de la empresa en EEUU, y que no hemos escuchado nunca a empresas o partidos políticos en España (y no faltan motivos para declamarla casi a diario) es una mínima, pero válida, prueba de que se quieren hacer las cosas mejor, y desde luego es el mejor primer paso para poder abordar una crisis de este tipo. Pero está claro que el caso Volkswagen va para largo, tendrá enormes costes en la industria automovilística de todo el mundo y, en lo que nos toca, ensombrece el futuro de las plantas de Landaben (W) y SEAT en Martorell, que pese a lo que se anuncia en público de garantías de inversión, hacen bien en temer futuros recortes ya que el impacto en la cuenta de resultados de la empresa promete ser, realmente, bestial.

Y más allá de la empresa, hay una lección que, otra vez, este caso nos revela, y que ya vimos cuando la banca se desmadró en la crisis de 2008. El mito de la autorregulación no funciona. Las empresas y todos los demás agentes, en un mundo de información imperfecta, el mundo real en el que vivimos, están tentadas a engañar y hacer trampas, y el regulador debe evitarlas. En este caso, otra vez, ha sido la investigación llevada a cabo en EEUU, y no en Europa, la que ha permitido descubrir la trampa. Nunca me cansaré de repetirlo. La economía debe ser lo más abierta y libre posible, y el regulador lo más eficiente, preparado y severo, para evitar que un jardín se convierta en una selva. Como a Volkswagen lo han cazado, sabemos de su trampa. Sino no. Y ese mensaje debiera calar muy hondo en todos los agentes del mercado.

lunes, septiembre 28, 2015

Resaca electoral en Cataluña

Les confieso, aunque debiera darme pudor dado el mundo en el que vivimos, que no me he emborrachado nunca, por lo que no se lo que es la presunta sensación de euforia que se vive en pleno éxtasis alcohólico ni, obviamente, la resaca posterior. Pese a ello creo que hoy muchos catalanes se levantan con la sensación de una inmensa resaca, de un agotamiento absoluto, y más en el caso de los partidarios del proceso independentista, que convocan elecciones con una frecuencia que ni en Grecia, para ir perdiendo posiciones en cada una de ellas. Los resultados de ayer fueron muy interesantes y, en gran parte, inesperados.

Me gusta cómo titula hoy El País, Los independentistas ganan las elecciones pero pierden su plebiscito. Ellos fueron los que trataron de convertir estas elecciones en un plebiscito, en la consulta que no pudieron efectuar el 9N, y ellos son los que han destrozado una campaña electoral, en la que los partidos deben exponer a los ciudadanos sus ideas para solucionar su problemas, en un soniquete continuado sobre la independencia sí o también, sobre la desconexión y la huida. Esa irresponsable campaña ha hecho que el desempleo, el primer problema de los catalanes, como el del resto de los españoles, ni haya aparecido en los debates, y mucho menos la corrupción, de la que mucho debieran explicar algunos de los independentistas, empezando por Mas, su jefe en la sombra. Con 62 escaños, la lista de Junts per Sí gana las elecciones, pero comparados con la suma de que disponían anteriormente CiU y Esquerra, pierden bastantes. Nuevamente, Mas obtiene menos escaños a cada elección a la que se presenta. La suma de los partidos independentistas, (Junts y la CUP) alcanza la mayoría absoluta, situada en 68, con 72 escaños, pero no olvidemos que en esa suma se encuentran grupos de la derecha de toda la vida (como Artur Mas y sus huestes) y extremistas anarquistas que conforman gran parte de la CUP, y en medio un revuelto de izquierdas que se lleva mal consigo mismo. Lo que quiero decir es que si esa presunta mayoría quiere encabezar un gobierno es muy probable que acabe dividida y enfrentada entre sí. Esa victoria en escaños NO es en votos porque la ley electoral catalana, como casi todas, prima el voto rural a la hora de la representación. Así, la suma independentista obtiene 1.952.482 votos, un montón, frente a 1.964.350 de los no independentistas, a los que hay que sumar los algo más de 200.000 votos obtenidos por Unió, que no ha logrado representación parlamentaria. Por tanto, si Mas quiere ver lo de ayer como un plebiscito, no tiene más remedio que darlo por perdido, pese a las soflamas que soltó por la noche, un conjunto de falsedades en las que se otorgaba una mayoría social que no posee y que le hace subir muchos puestos en el ranking de los demagogos, en donde ya ocupaba un lugar de privilegio. Mas tendría que estar ahora en el rincón de pensar, junto a los otros dos grandes derrotados de la noche, el PP de Rajoy y Pablo Iglesias. Los antagonistas de la P, si quieren llamarlos así, cosecharon un resultado desastroso. La unión de Esquerra con Podemos obtuvo dos diputados menos que lo que sacó Esquerra en la pasadas elecciones y el PP perdió 8 diputados, pasando de 19 a 11. Es el penúltimo partido en votos y sale, de cara a las generales, muy tocado. En Cataluña, segunda comunidad por población de España, es un partido al borde de lo residual.

Los ganadores de la noche son tres. La CUP, que triplica representación, y vuelve a mostrar que cuando el panorama se radicaliza son los más radicales los que sacan más tajada, el PSC, que se consuela con una bajada de cuatro escaños que, vistas las encuestas que le daban una pérdida mucho mayor, saben a victoria (l baile de iceta ha sido rentable) y Ciudadano, el gran vencedor de la noche, segunda fuerza política, veinticinco escaños y ganadora en numerosas ciudades del área metropolitana de Barcelona. Rivera y Arrimadas han dado un golpe sobre la mesa, han logrado parar el independentismo y, de cara a las generales, se presentan con todo el terreno por delante. Una sorpresa, a media, tras unas elecciones que dejan claro que la independencia puede ser un juego de exaltados y señoritos ricos, pero no la desea la ciudadanía.

viernes, septiembre 18, 2015

Muchas elecciones, pocas vacaciones

Hoy subo a Elorrio para una semana de vacaciones que preveo relajada y sin muchos alicientes que puedan resultar de su interés. Paseos tranquilos, hacer recados para mi madre y cosas por el estilo. Sin embargo la actualidad no se frena, y en este año en el que si no votas una vez, lo haces dos o tres, hay elecciones cada fin de semana. Concretamente este Domingo vota en Grecia y el Domingo siguiente son las elecciones catalanas. Ambas de gran trascendencia, por motivos muy distintos, y que tendrán su efecto en la política nacional y europea.

Elecciones en Grecia.. dónde he leído yo esto? A lo largo de este año, en muchos sitios. Es la tercera vez que se convoca a las urnas a los griegos. En Enero tuvieron elecciones nacionales, en las que resultó victorioso Tsipras al frente de Syriza. Tras el desastre de política económica emprendida por su gobierno y la negociación con la UE tuvo lugar el famoso referéndum, también ganado por Tsipras, en el que se rechazaba un rescate a Grecia por parte de la UE mucho más blando del que finalmente fue aceptado por el gobierno de Atenas. Aquella pirueta, asombrosa, fragmentó a la coalición de izquierdas y, tras una serie de votaciones en el parlamento heleno en las que las decisiones de Tsipras eran respaldadas por otros y no por los suyos resultaba evidente que había que convocar elecciones para clarificar las cosas. Lo malo es que las cosas pueden quedar aún más revueltas después del Domingo. Las encuestas de esta semana muestran un absoluto empate entre Tsiparas y lo que queda de Syriza frente a Nueva Democracia, anterior gobernante del país, que es el equivalente al Partido Popular. Unas dan medio punto más a una formación y otras medio punto a la otra. La ley electoral griega posee lo que se llama la prima del vencedor, que es el regalo de cincuenta escaños al partido que queda primero, para alentar la formación de gobiernos estables (para que luego digan que el sistema electoral español, que necesita correcciones, es de lo peor), por lo que una victoria pírrica puede transformarse en una cómoda mayoría en el parlamento heleno. Lo cierto es que si Tsipras gana habrá conseguido algo asombroso, nada más y nada menos que tres victorias en nueve meses, y cada una de ellas con una oferta electoral distinta. En enero ganó con un discurso radical, imposible y lleno de brindis al sol. En Junio se hizo con la victoria en el referéndum tras una campaña en la que empezó a incluir mensajes de compromiso con Europa y de rechazo al acuerdo, pero en un tono muy distinto al de Enero, y ahora se presenta como una especie de socialdemócrata responsable frente a los exaltados de su formación, los Varoufakys de turno, que buscan la ruina de Grecia (aún más) y son unos irresponsables. Quizás sólo la conversión de San Pablo, caída de caballo mediante, fue más rápida y estrepitosa que la de Tsipras. Si pierde su situación será muy inestable. Habrá batido, probablemente, un récord de fugacidad en lo que hace a ser primer ministro electo, y lo que queda de Syriza acabe devorándolo en la catarsis, palabra muy griega, que viviría la izquierda helena tras este convulso embarazo que ha llevado en nueve meses de muchos dolores. Para los oponentes de Nueva Democracia, la alternativa a la victoria es quedarse donde están, más o menos en la nada, por lo que tienen más opciones para ser felices en la noche del Domingo.

Tsipras fue ensalzado por muchos en Europa, Podemos aquí sin ir más lejos, como ejemplo de la nueva política que iba a derribar a los muros impuestos por el capital, la austeridad y todo ese discurso que tanto les suena. A medida que la figura de Tsipras ha ido empequeñeciendo nada se ha oído por parte de sus antiguos admiradores, que ven como una derrota de Syriza en Grecia sería auténtico veneno para sus, ya menguadas, aspiraciones electorales. Si gana sacarán pecho, pero a sabiendas de que el Tsipras al que loaron pasadas las navidades nada tiene que ver con el otoñal que ahora se nos presenta. Y es que no hay nada como la realidad para hacer que los sueños, a veces bonitos, en muchas ocasiones ilusos, se tornen en realidad. Y esto también vale para Artur Mas.

Lo dicho, me cojo una semana de vacaciones. Si todo va normal el siguiente artículo será el Lunes 28 de septiembre, tras las catalanas. Descanse, pásenlo muy bien y gracias.

jueves, septiembre 17, 2015

La FED ante la subida (o no) de los tipos

Hoy tiene lugar una reunión de la Reserva Federal de EEUU, la FED, el Banco Central de allí. Esta cita estaba marcada en las agendas de todo el mundo desde hace muchos meses. Se decía ya a principios de año que este sería el momento decidido por la institución para empezar a subir los tipos de interés, dejar atrás el extravagante mundo del 0% en el que vivimos desde hace tanto tiempo y volver a la normalidad. Sin embargo, aunque la agenda se mantenga, las previsiones sobre lo que va a suceder tras la reunión de hoy no son tan claras. Si me apuran, hay más consenso para que no los suba que para que lo haga.

¿A qué se debe este cambio de opinión? Principalmente a lo sucedido a lo largo del verano. El pinchazo de la burbuja china y los malos datos de la economía real de ese país han tenido un efecto desatado en todo el mundo. Como ya sabrán, eso se ha traducido en inestabilidad (léase caídas) bursátil, desplome de precios de las materias primas, derrumbe de las previsiones de crecimiento de los países emergentes, recesiones declaradas en algunos de ellos, fuete depreciación de sus monedas respecto al dólar, datos mixtos en las economías occidentales… en fin, una catarata de consecuencias derivadas que han cambiado el panorama de la economía global del optimismo reinante hasta hace pocos meses a una sombría sensación de temor, que algunos ya ven confirmada como el preludio de una nueva recesión y otros no se atreven todavía a afirmar eso, y confían en que estemos ante una tormenta pasajera. Sea como sea, lo cierto es que la economía norteamericana ofrece, desde hace meses, indicadores mixtos que hacen no saber muy bien donde estamos. El nivel de desempleo sigue muy bajo, pero los salarios reales crecen muy poco y la tasa de actividad sigue en mínimos de décadas. El derrumbe del precio del petróleo alienta al consumo interno, como en nuestro país, pero lleva al desastre a la industria del fracking y a las financieras que han prestado su dinero a los extractores de crudo. Y todo ello con un mercado inmobiliario que muestra síntomas de empezar a calentarse en exceso en algunas áreas urbanas. En este contexto una subida de tipos de interés tendría un efecto de freno en la economía, quizás no muy elevado por lo descontado de la medida, pero sí generaría dos procesos directos. Uno, aumentar la inestabilidad del mercado bursátil, en medio de unas semanas de caídas, rebotes y disparos de la volatilidad. El otro sería el de fortalecer aún más al dólar, frenando las exportaciones estadounidenses, y llevando aún más abajo a las ya debilitadas monedas emergentes, haciendo que los préstamos internacionales consignados en dólares, muchísimos, se encarezcan aún más para estas naciones y supongan la pérdida de divisas en un momento en el que se encuentran ya exhaustas. Es decir, si desde EEUU varias son las voces que claman porque Yellen no suba los tipos por los efectos internos, desde fuera es casi unánime la petición, incluso ruego, para que no lo haga. Por eso lo que se anticipaba en primavera como una reunión técnica con una subida del 0,25% y mensaje de tranquilidad se ha convertido en una cita nerviosa, presionada desde todas partes, en la que puede que no se toquen los tipos, y el mensaje que de ella se traslade sea el de la indecisión. Lo cierto es que las apuestas se cruzan en todos los sentidos. Pueden ustedes jugar a ver si aciertan o no. Es divertido.

La verdad es que vivir, como llevamos tantos años, en un mundo del 0% es algo irreal y, en el fondo, insano. Mercados e intermediarios financieros se ha acostumbrado a unos tipos irreales y, como yonkis enganchados a la metadona, solicitan que ese 0% que les sostiene no se vaya nunca. Subir los tipos, incluso como estrategia para poder bajarlos cuando se necesite, como señalan algunos autores, es algo que la FED debe hacer, antes o después. El que ahora mismo se encuentre forzada ante este dilema y no tengamos nada clara su decisión también nos indica que seguimos viviendo, desde hace siete años y dos días que cayera Lehman Brothers, en una situación económica excepcional, muy complicada, incierta y, como mínimo, peligrosa. No debemos olvidarlo.

miércoles, septiembre 16, 2015

25 años de Ana Blanco en TVE

Quizás sea su flequillo, inalterable ante la turbulenta actualidad, o esos ojos algo caídos, que atrapan al espectador y le hacen sentirse visto y atendido, o esa voz serena y sosegada que nunca se eleva más de lo debido, que a veces corre el riesgo de arrullar pero, en tiempos como los que vivimos de griterío, bronca y ruido, supone un puerto sereno y sosegado donde el espectador sabe que la noticia le va a sobresaltar o interesar por su contenido, no por el histrionismo del presentador. Quizás porque es de Bilbao, o quizás porque, sin destacar mucho, ha sido siempre la mejor y eso ha convencido a todos durante décadas.

Ayer Ana Blanco cumplió veinticinco años como presentadora del Telediario de TVE, a veces al mediodía, otras por la noche, en contadas pero señeras ocasiones en el exterior o desplazada a puntos de interés, casi siempre en el estudio, pero día tras día con el espectador, contando noticias. Su imagen es un icono de la televisión en España, ha recibido todos los premios habido y por haber y su estilo, sobrio y sereno, propio de otros países, es estudiado por todos los que empiezan en el mundo de la comunicación para aprender de ella, de lo natural que logra hacer algo tan difícil como enfrentarse a una cámara, contar cosas serias, y salir airosa. Hay dos aspectos que quiero destacar de su carrera, que suponen un contraste muy serio frente a la realidad que vivimos en los medios y, en general, nuestro país. Uno es el de la longevidad de su carrera, y más en una profesión en la que a veces basta con ser un busto guapo, o especialmente, guapa, para figurar. Bella sonrisa, ojos grandes y que lea bien a veces bastan para convertir a un busto parlante en “periodista” y no es eso, no. En EEUU y otros países los presentadores, no sólo de los telediarios, son señores y señoras, en general, de edad, de gran carrera, que le imprimen un sello distintivo a su espacio y que lucen canas sin rubor alguno. Y no sólo en los informativos, no. Los famosos “late night shows” que ahora se encuentran en renovación, han visto como personajes de la talla de Jay Leno o David Letterman se han mantenido durante tantos años como Ana Blanco, sino más. En el caso de una mujer, seamos sinceros, su imagen pesa más, lo que es injusto pero innegable. Y Ana Blanco, que no tiene una imagen despampanante, sino que más bien resulta lo opuesto, h sabido usar su principal arma, la profesionalidad, para seguir al frente del puesto todos estos años. Este es el segundo aspecto, el de la profesionalidad. Decimos muchas veces, con razón, que falta profesionalidad en España. Acostumbrados a la chapuza, el trabajo fácil, el rematar las cosas como sea para pasar a otro asunto, no valoramos el trabajo bien hecho, concienzudo. Es obvio que no es tanta la chapuza como se cuenta, porque sino este país no funcionaría de ninguna manera, pero existir, existe, y consentir y comprender, se consiente y comprende. Y frente a esa forma de no trabajar, Ana Blanco encarna justo lo contrario. La seriedad, el rigor, la disciplina, el estilo digamos germánico del orden y el concierto. Sin salidas de tono, disculpándose ante cualquier fallo que pudiera existir a lo largo de la emisión, sea culpa suya o no, consciente de que es la cara de un equipo que trabaja sin cesar. Su credibilidad, inmensa, viene de ese rigor continuo, de una carrera forjada a lo largo de estos años en los que no ha transmitido, en ningún momento, la ideología que pueda tener, en la que ha sido muy celosa de su vida privada, de la que apenas sabemos nada, para que su popularidad no le perturbe y, también, para que esa faceta privada no contamine su imagen de periodista, su narración de la actualidad. Ana Blanco se ha entregado en cuerpo y alma a su profesión y gracias a ello, sobre todo, es por lo que ha conseguido el éxito y el reconocimiento de todos sus compañeros y, sobre todo, el público.

Habrá un día en el que, por jubilación, hartazgo o lo que sea, Ana Blanco deje de aparecer en los telediarios, y TVE se encontrará ante el reto de relevarla, con algunas de las muchas “Anas Blancos” que a lo largo de estos años han estado trabajando en y para la casa como presentadoras, algunas de ellas de enorme valía, pero que han visto como Ana, cual Isabel II, seguía en su reinado y las herederas debían buscar nuevos destinos ante la imposibilidad de acceder al trono. Ayer sus compañeros le dedicaron un simpático vídeo que resume en unos segundos la carrera de una vida entregada al trabajo y la actualidad. Ella se emocionó al verlo pero dio las gracias en apenas un par de segundos y remató el informativo sin querer ser protagonista en ningún momento. Enhorabuena, felicidades, y gracias por el ejemplo.

martes, septiembre 15, 2015

¿Por qué los países del Este no quieren a los refugiados?

Si recuerdan hace ya unas semanas criticamos con dureza a la UE por, ante la grave crisis de refugiados que se había desatado, convocar una cumbre de urgencia al respecto para un plazo de dos o tres semanas. Era obvio que en ese transcurso de tiempo las cosas iban a complicarse, y así lo han hecho. Llegó el 14 de septiembre, ayer, fecha del encuentro, y el resultado es, simplemente, deprimente. Desacuerdo entre los países sobre la obligatoriedad de las cuotas y las cuantías de las mismas. En una reunión que, sospecho, fue para los burócratas de Bruselas muy similar a las que se realizan sobre materias agrarias, la conclusión fue que, tarde y mal, no hay acuerdo.

Son los países del este de Europa los que, con más fuerza, se oponen a esta distribución de inmigrantes y los que desarrollan un discurso más duro contra ellos. ¿Por qué? No lo se. Y me extraña mucho. De hecho, debiera ser justo al revés. Este año se cumplen veintiséis desde la caída del muro de Berlín y la liberación de la Europa del este del yugo soviético. Durante todos esos años de dictadura férrea eran pocos los inmigrantes que, procedentes de esos países, llegaban a occidente, porque las dictaduras comunistas se han caracterizado, entre otras cosas, por controlas muy bien sus fronteras no para que nadie penetre por ellas, como sería lo habitual, sino para que nadie salga. Eran inmensas cárceles. La liberación supuso un inicial flujo de ciudadanos que huían de la miseria en la que se encontraban sus países, y la progresiva integración de los mismos en la UE ha supuesto que un flujo constante de inmigrantes económicos provenientes del este que han llegado a nuestras naciones. Polacos en el Reino Unido, Rumanos en España, etc. Pero más allá de la necesidad económica, son los nacionales de esos países los europeos que más fresco tienen el recuerdo de lo que es vivir bajo un régimen autoritario, de carecer de libertades, de saber lo que es ser perseguido por tener ideas prohibidas. Su liberación económica es posterior a la pura libertad de subirse a un muro y gritar, a la de enarbolar una pancarta, un lema, una manifestación. En esos países gran parte de la población aún puede contar, en primera persona, experiencias de haber sufrido la represión, historias de condenas injustas, juicios farsa, detenciones arbitrarias, separación de familias, persecución de cultos, torturas... el horror de la dictadura. Y es precisamente en esas naciones donde el discurso receptivo ante los inmigrantes que huyen de la guerra de oriente medio es más duro, expresa un mayor rechazo, de todo tipo. Se usa el argumento económico de que son países más pobres que los occidentales y no pueden hacer frente con sus medios a las peticiones de asilo, pero esa es una razón menor, sobre todo si tenemos en cuenta que la distribución de reparto elaborada por la Comisión hace que las cifras que les correspondan sean bastante inferiores a las de una España que, en economía, aún sigue maltrecha. No, no son las cuentas la fuente de la oposición. No se si es el miedo que todos tenemos a que un extranjero venga y nos quite el empleo, el temor que provoca en sociedades aún no muy acostumbradas a la exposición exterior a verse avasalladas por gente que posee estudios y experiencia, el miedo a la competencia, o cualquier otra razón posible. Lo cierto es que la oposición que han mostrado desde un principio, y que no deja de crecer, resulta muy deprimente vista desde los ojos de la ética y, también, la historia.

Húngaro era Sándor Márai, escritor que tuvo que huir de su país, que malvivió durante la dictadura del almirante Horthy, que se opuso al nazismo en su país y a la dictadura comunista que vino después, y que en 1948 no tuvo otra opción que largarse lo más lejos posible ante el odio que sentía hacia su persona. Márai, les recomiendo que le lean, es el emblema del europeo del este, cosmopolita, letrado, culto y sensible, que como el del oeste, o de cualquier otra parte del mundo, huye cuando la locura se instala en su país, para tratar de salvar su vida. Márai era húngaro, como lo son quienes levantan esas vallas alambradas o arrojan comida a inmigrantes como si fueran perros. Márai, otra vez, de estar vivo, se avergonzaría de su país.

lunes, septiembre 14, 2015

El inacabable problema de las armas en EEUU

Esta noche se ha producido un tiroteo en el MIT, la prestigiosa universidad tecnológica sita en las proximidades de Boston. Aún no están muy claras las causas ni las consecuencias, aunque parece confirmarse que ha fallecido un policía. Podemos estar ante un caso de terrorismo o ante el típico, qué pena tener usar este adjetivo, asalto de un descerebrado a su campus en venganza por vaya usted a saber qué. Es precisamente el hecho de que consideremos como típicos actos de este tipo lo que nos debiera alertar de la gravedad de los mismos, de su reiteración y del porqué en EEUU el asesinato es algo tan extendido. Visto desde este lado del mundo resulta incomprensible.

Obama, que ha conseguido en estos últimos meses del mandato tres enormes éxitos que darán lustre a su legado (aval del Tribunal Supremo a su reforma sanitaria y a la ley del matrimonio homosexual, y el acuerdo nuclear con Irán) se ha encontrado en el control de armas un obstáculo al que no ha podido hacer frente de ninguna manera, lo que demuestra entre otras cosas que el poder de un presidente norteamericano no es, ni mucho menos, tan inmenso como parece, y eso que, en comparación a los primeros ministros europeos, se encuentra a una distancia sideral respecto a lo que es capaz de hacer en su país (sólo el presidente francés es comparable). El lobby del armamento en EEUU, encabezado por la muy visible Asociación Nacional del Rifle, pero secundado por muchísimas agrupaciones locales dispersas a lo largo de toda la nación, se ha mostrado inflexible, y ni las numerosas y, cada vez, más horrendas matanzas a las que hemos asistido en estos años han permitido que se organice una mayoría en el Congreso de Washington que se atreva a restringir la venta, uso y posesión de armas. El recurso a la constitución norteamericana, que las ampara, y la defensa a ultranza de la libertad han generado en este asunto un problema de enorme dimensión, que ha convertido a EEUU en el país del mundo con mayor número de armas en manos de civiles, y por ello, susceptibles de ser utilizadas en cualquier caso. La confusa regulación al respecto, dependiente en muchos casos de los estados federados, ha contribuido a liarlo todo, y como pasa con la pena de muerte, hay lugares donde se ejerce un cierto control en la venta y posesión frente a otros en los que es más común y fácil hacerse con una manzana que con una bolsa de ensalada (incluso puede que sea más barato). Dice el dicho que cuando uno tiene un martillo en la mano todos los problemas se asemejan a clavos, y algo de esto pasa allí. Las disputas familiares, enfrentamientos laborales traumas y demás desgracias personales que en EEUU acaban en un tiroteo suceden también en el resto de sociedades, por supuesto, sólo que en el resto, por ejemplo las nuestras, no puedes disponer de un arma que te permita disparar sobre, pongamos, tus compañeros de trabajo, y por eso, pese a que se dan casos, su frecuencia e intensidad es mucho menor. El nivel de violencia subterránea será probablemente el mismo, pero no aflora en forma de disparos. Pongamos el caso del empelado de la televisión local que, hace un par de semanas, asesinó en directo a sus compañeros. Seguro que, sin salirse de esa profesión, muchos empleados desearían acabar en España con sus compañeros, jefes y técnicos de sonido, por decir algo. Pruebe a repartir pistolas por las redacciones y, a buen seguro que no pasará mucho tiempo hasta que una de ellas sea utilizada y tengamos una desgracia. Es esa accesibilidad sin límite lo que facilita la desgracia.

¿Qué tiene que pasar en la sociedad norteamericana para que cambie de actitud? No lo se. Es un asunto complejo en el que, en lo más profundo, late el individualismo de una sociedad formada por personas que recelan del estado y tienen grabado en su ADN la necesidad de autoprotegerse. Este es uno de esos casos en los que la libertad, en la compra y venta de armas, posee inconvenientes muy graves que obligan a que haya una regulación que la restringa. El liberalismo armamentístico tiene externalidades muy negativas, por decirlo en plan técnico y pedante. Y me temo que hasta que la sociedad norteamericana cambie de actitud da igual la dimensión o crudeza de la matanza a la que asistamos.

viernes, septiembre 11, 2015

11 de Septiembre, catorce años después

Hoy, 11 de Septiembre de 2015, se cumplen catorce años desde que el ataque terrorista perpetrado por unos fanáticos islamistas a bordo de aviones comerciales destruyera las Torres Gemelas del WTC de Nueva York y provocase que otros dos aviones se estrellasen, uno contra el pentágono y otro en un prado de Pensilvania. Transcurridos estos años la hidra islamista, lejos de debilitarse, se ha hecho más fuerte, y transformada, extiende sus dominios en oriente medio, llena Europa de refugiados que huyen de la barbarie en la que se han convertido sus países y el número de muertos causados por ese fanatismo se antoja inimaginable. Sea el día de hoy para recordar a las víctimas de aquellos atentados, y todas las que, desde entonces, han caído en todo el mundo por ese terror. A ellos nuestro homenaje en este día tan señalado.

jueves, septiembre 10, 2015

La zancadilla de Petra es la de Orbán y Le Pen

La imagen lo dice todo. En medio de una carrera de inmigrantes en un campo húngaro, que huyen de la policía que los quiere retener, se encuentran varios equipos de periodistas que graban la escena. Uno de ellos registra las carreras y a unos compañeros de profesión y, de repente, una de ellas, zancadillea a un padre que porta a su hijo en brazos, con una efectividad absoluta. Padre e hijo caen al suelo de manera estrepitosa y se quedan un rato ahí, sin saber muy bien qué ha pasado, mientras que la periodista se gira y, por lo visto en otras imágenes, se encamina hacia su siguiente objetivo para “ayudarle” en su camino.

Petra László, que así se llama la persona en cuestión, se ha hecho famosa en medio mundo, ha sido despedida del medio de comunicación en el que trabajaba y ha avergonzado a todos. Pero el problema que refleja la actitud de Petra es que, debajo de la ola de solidaridad ciudadana que está ayudando a la acogida de refugiados, de la que todos debemos sentirnos orgullosos, se esconde un rumor de fondo, un grupo de población mucho más numerosa de lo que parece, que se mantiene callada en medio de la solidaridad del momento, pero que quizás pase a la acción cuando el tema de los refugiados deje de estar en las portadas de los medios de comunicación. Petra es la expresión cruda, bruta, salvaje, de ese nacionalismo que siempre ha corroído Europa, de ese mensaje contra los “otros” sean quienes sean, que vienen a destruir nuestras esencias y acabar con nuestros valores. Sin ir muy lejos, lo vemos ahora en Cataluña, hemos visto como se ha matado en su nombre en el País Vasco, y la historia de Europa está llena de agravios, pogromos y desastres causados por el nacionalismo. En la crisis de los refugiados, ¿qué es lo que está haciendo el primer ministro húngaro, Victor Orbán, sino zancadillear al resto de la Unión? Orbán, un populista no muy famoso en nuestro entorno, es lo más parecido que existe a una Le Pen como jefe de un país. Bajo su mandato la calidad de las instituciones húngaras y sus estándares democráticos han caído notablemente. Su intervencionismo, envuelto en la bandera delo magiar, es de libro, y las instituciones de la UE, para evitar problemas mayores, han decidido hacer la vista gorda y no montar escándalo. Pero este drama que vivimos ahora ha puesto, por motivos geográficos, a Orbán en primera línea de la noticia, y muchos lo han descubierto, y se han quedado asombrados. Pero lo peor es que si ocupa ese puesto en el gobierno de Budapest es porque le han votado los ciudadanos de su país. Eso es lo más deprimente. Miles de “Petras” más o menos salvajes que con su elección han puesto a un sujeto como Orbán al frente del gobierno. En Francia, presunto refugio de la ilustración, la situación puede ser parecida. Marine Le Pen, aparentemente más moderada que su defenestrado padre, en realidad mucho más lista, sigue encabezando las encuestas de las presidenciales por encima del resto de candidatos, y en esta crisis de inmigración sus palabras han sido las, tristemente, esperadas. Nada de acogida, cierre de fronteras, ningún municipio gobernado por el Frente Nacional será lugar de refugio, etc. Un discurso insoportable, una expresión en palabras de la zancadilla de Petra que, lejos de restarle votos, probablemente se los de. Apelando al discurso del miedo, al que viene de fuera a quitar el trabajo, al rechazo a lo desconocido, a la comodidad de lo que ya tenemos, Le Pen ha conseguido echar raíces en enormes caladeros de votos, antes de izquierda, ahora suyos, que pueden llevarla a ser la gran Orbán de Europa.

Petra, con su zancadilla, ha hecho lo que muchos de los votantes y dirigentes de esas formaciones expresan con palabras y discursos cada día. Ha pasado del dicho al hecho, ha mostrado al mundo cómo mensajes de odio y miedo se transforman en actitudes xenófobas que, sin ningún pudor, se muestran ante las cámaras. Los que queman albergues en Alemania amparados bajo el anonimato y la noche son unos aprendices en lo que hace al racismo frente a la “valiente” Petra, que a buen seguro se convertirá en la heroína de muchos de ellos. Y no duden que, aunque no se atreva a ello, Orbán estaría dispuesto a recompensarla.

miércoles, septiembre 09, 2015

La podrida guerra de Siria

Como señaló ayer Carlos Alsina en su monólogo matutino en “Más de uno” sé que hablar de la guerra de Siria va a suponer que la mayor parte de mis (tres o cuatro) lectores salgan corriendo y hoy no sigan mucho más allá de esta línea. Sin embargo, si queremos entender por qué estos miles de refugiados llegan hasta nosotros, y lo van a seguir haciendo durante mucho más tiempo y cantidad, debemos mirar hacia Damasco y sus alrededores, donde se vive uno de los conflictos más crueles, enrevesados y miserables de los que ha habido en las últimas décadas. Un conflicto del que lo único que desea la población europea es no enterarse de lo que pasa. Y por eso pasa lo que pasa.

Para que vean hasta qué punto es amargo lo que pasa en Siria, el mismo término “Siria” ha perdido mucho de su sentido, porque Siria como país ha dejado de existir, y como zona geográfica va camino, también, de extinguirse. Lo que empezó como una revuelta en Damasco de una población con ansias de libertad, emocionada por las primaveras árabes, ha derivado en una guerra absoluta de todos contra todos, en la que el dictador Asad y su ejército controlan la mayor parte de la capital y algunos enclaves estratégicos, pero poco más, mientras que las milicias que trataban de derrocar al gobierno de Asad no se sabe muy bien qué es lo que controlan y las tropas islamistas de DAESH son las que, de momento, van ganando en lo que hace a posesión de ciudades, población civil y recursos. En la práctica en cualquier ciudad siria tenemos combates a tres bandas entre estas fuerzas, con el predominio de alguna de ellas, pero con una única cosa clara. Los civiles son los grandes perjudicados, los que huyen, los que llegan a nosotros en forma de refugiados. Estos tres bandos cuentan con apoyos, porque de lo contrario la guerra se hubiera acabado por agotamiento. Asad posee el ejército oficial, ya muy destruido, y sigue recibiendo suministros (aunque no se pueda decir) por parte de Rusia e Irán, y apoyo diplomático de Putin y China, lo que impide que el Consejo de Seguridad de la ONU pueda emitir resolución alguna (corolario, ¿para qué sirve la ONU?). Los rebeldes anti Asad reciben suministros por parte de fuerzas occidentales y apoyos indirectos (pesmergas kurdos y similar) y son la fuerza más débil de las combatientes. DAESH no deja de crecer, tanto por la buena gestión que hace para sus intereses de los recursos que se apropia como por el efecto de la política de tierra quemada, que hace huir a todo aquel que oye que los fanáticos se acercan a su población. Así mismo (tampoco se puede decir) recibe apoyos por parte de las monarquías sunitas del golfo, tanto de material como financiero, y se ha convertido en la gran fuerza sobre el terreno. Su califato incluye amplias áreas de la antigua Siria e Irak, otra nación que en la práctica ha desaparecido, y no deja de crecer en medio de la incomparecencia de quien pudiera derrotarle. Hace dos años tuvimos una ventana de oportunidad para intervenir en la guerra, cuando ya los frentes estaban muy desdibujados, que fue con el episodio del ataque con armas químicas por parte de las tropas de Asad. EEUU se puso muy serio, al flanquearse una de las “líneas rojas” autoimpuestas para determinar si se intervenía o no, pero la astuta maniobra de escapismo de Asad, la chulería de Putin apoyándole y la cobardía de Obama (y nuestra) acabó por desbaratar aquella amenaza. Desde entonces nadie ha vuelto a mirar a Siria, salvo algunos breves en los telediarios, puestos en las zonas donde se dan las noticias que no interesan. Las partes en conflicto también se han encargado de asesinar a cuantos periodistas han podido, y gracias a ello nade sabe muy bien que es lo que sucede allí, aunque no hace falta ser un genio para suponer que nada bueno.

Uno de los niños refugiados decía, hace un par de días, que ellos huyen por la guerra en su país, y que si paran la guerra no tendrán que escapar. ¿Se puede parar la guerra siria? Es muy difícil, y desde luego exigiría un esfuerzo militar (léase muertos) para separar a las partes (y acabar con DAESH) que ningún gobierno occidental está dispuesto a realizar. Por lo tanto, más allá de cosméticos vuelos y bombardeos que no sirven para nada, es probable que la guerra siga, con mayor o menor virulencia, y que la única alternativa para evitar una segura muerte por parte de los sirios sea al de huir rumbo a la emigración, en la que la muerte también es probable, pero al menos hay posibilidades de acabar vivo, cosa que resulta casi imposible en el maldito infierno en que se ha convertido ese lugar al que llamábamos Siria.

martes, septiembre 08, 2015

Ruiz-Mateos, la muerte de un personaje

En todos los pueblos hay un bufón, un chalado que pasea por las calles con mirada perdida, pintas cochambrosas, y que es objeto de burla y chanza por parte de los lugareños. Inofensivo casi siempre, suele montar a veces espectáculos que concitan a espectadores improvisados, que ríen las gracias, no previstas, del personaje. Si falta se le echa de menos, pero cuando aparece se recuerdan sus comedias y salidas de tono. En general se suele tener una buena opinión de él, aunque todo el mundo coincide en que está loco. Y esa es la disculpa para que, haga lo que haga, se le disculpe.

¿Estaba loco Ruiz-Mateos? No lo se, aunque su comportamiento extravagante pudiera indicar que así era. Ayer, a los 84 años, en un estado de semiabandono, usado por sus muchos hijos como chivo expiatorio de sus estafas, falleció el que en una época fue uno de los hombre más ricos y poderosos de España, que lo perdió todo, que lo volvió a reconstruir y perder, y que entre medias estafó a todo aquel que se cruzó en su camino. “Ruizma” es indistinguible de Rumasa, su empresa, la abeja que se posaba en todo tipo de negocios. En los años setenta su logotipo era omnipresente en industrias de consumo, ocio y todo lo que usted quiera imaginar. Los rumores sobre su mal estado de cuentas eran constantes, dado que la familia propietaria, Ruiz-Mateos, no era lo que se puede decir amante de la transparencia. La llegada del PSOE al gobierno en 1982 ofreció la posibilidad de reconvertir la economía española, y Rumasa se convirtió en una excusa para mostrar al resto de grandes empresas de que no iba a temblarle la mano al Ministro de Economía, Miguel Boyer, a la hora de tomar las decisiones que se considerasen oportunas. Vamos, igualito que ahora. En 1983 Boyer expropia Rumasa, y se descubre que la entidad está quebrada, posee contabilidad doble y que su agujero financiero es demoledor. De la noche a la mañana Ruiz Mateos pasa de héroe a villano, de prohombre a sujeto arruinado, y entonces empieza la construcción de su personaje mediático. Un payaso vestido de superhéroe que persigue al malvado Boyer allá donde vaya para reclamar sus empresas y dinero, que lo pega delante de las cámaras, que se convierte en la persona más popular, imitada y cachonda del país, que es un hazmerreír para todo aquel que le conozca, y que levanta un partido político, logra ser eurodiputado y lleva a todos los tribunales del mundo el caso de Rumasa para luchar por lo que, creía, era suyo. Con los años, y sus múltiples hijos, muchos de ellos clones del padre, vuelve a levantar un conglomerado llamado Nueva Rumasa (lo que tú tienes, se llama obsesión….) y aparece en televisión con su muy opusiana familia vendiendo pagarés al espectador para que se haga justicia. Aquí encaja muy bien el dicho de “a Dios rogando y con el mazo dando”, porque mientras los Ruiz-Mateos rezaban piadosamente por la mañana, por la tarde organizaban una nueva estafa piramidal a aquellos incautos inversores que les prestaban el dinero. La explosión de la burbuja inmobiliaria arrasó a Nueva Rumasa, y demostró que, como la originaria, era un inmenso castillo de naipes en el que los Ruiz-Mateos y allegados se forraban engañando a pardillos inversores y a empleados de las empresas del grupo, a los que pedían sacrificios y confianza, pero cada vez adeudaban más nóminas y atrasos. La quiebra, esta vez sin intervención del gobierno, acabó con el nuevo negociete de “Ruizma” y llevó su estafa a los juzgados, donde sigue dando vueltas, dada su dimensión y complejidad.

En los últimos años la imagen de Ruiz-Mateos mostraba ya los síntomas de un envejecimiento imparable. En silla de ruedas era llevado de juzgado en juzgado, y sus piadosos hijos corrían a relevarse para empujar de la silla a la vez que acusaban al padre de ser el único organizador de todas las estafas en las que ellos, como no, se habían forrado de manera tan productiva como el cabeza de familia. Entre pillos de familia andaba el juego, se diría. Su muerte descabeza un clan de ladronzuelos y pillos más propios de una época de sainete, y que de haberse dado en EEUU sería materia suficiente para que la HBO o cualquier otra cadena creasen una fantástica serie con todos los ingredientes posibles. En España, aparte de patetismo, su recuerdo permanecerá por mucho tiempo entre los estafados por la vieja y nueva Rumasa que, sospecho, nunca volverán a ver su dinero.

lunes, septiembre 07, 2015

Junts per el 3%

En este mes de septiembre se va a hablar mucho de Cataluña, muchísimo. Quizás, amable lector, esté usted extrañado de que no me haya referido mucho a este asunto en el blog, y es verdad. Apenas he escrito sobre ello, porque me da una pereza tremenda, es un tema tan sobado, manido, circular y que no lleva a ninguna parte que me exaspera, y supone una pérdida de fuerza y tiempo preciosa, habiendo como hay problemas mucho más urgentes (y reales) que los alentados por un nacionalismo que, como siempre, sólo ansía un par de cosas. Poder y dinero. Así fue en el pasado y será en el futuro. Lo demás es decorado, tramoya.

Mi teoría fundamental es que, habiendo como existe en Cataluña un bloque de voto nacionalista que desea la independencia, y eso es real, Mas y las élites de Convergencia han decidido unirse a este sector, minoritario, y alentarlo, para conseguir así mantenerse en el poder, seguir controlando el presupuesto y que las corruptelas que durante décadas han existido en Cataluña permanezcan y nadie las pueda aflorar, denunciar y, desde luego, juzgar. Hay dos escenas que describen el pacto de silencio que existe sobre la corrupción catalana, que ha sido respectado por todos los partidos, nacionales y nacionalistas, y desde todos los gobiernos, autonómicos y centrales. Una es la de Pasqual Maragall diciendo en alto lo del 3% en el Parlament y escuchando el murmullo de los corderos, que balaban asustados al ver que uno de ellos no guardaba el debido silencio. ¿Qué se investigó después de aquella afirmación? Nada, y por parte de nadie. El segundo es la aparición de Pujol en la comisión de investigación del Parlamento sobre su fortuna “heredada” (pongo las comillas, y soy muy indulgente) cunado realizó una soberbia actuación que, estéticamente, no hubiera encajado en “El Padrino” pero sí en fondo y argumentación. Amenazó a todo el mundo, a sabiendas de que todos los que le oían tenían miedo, y causa por la que sentirse amenazados, y dejó muy claro que nada de remover el árbol porque todos nos podemos hacer daño. Sus herederos políticos, y de otras cosas, callaban. Los independentistas de Esquerra y los radicales de la CUP callaban igualmente, y el resto, más o menos lo mismo. Este es el trasfondo del proceso soberanista catalán. Con una hacienda en la quiebra tras años de gastos desorbitados, con la crisis, que ha golpeado duramente a la economía catalana, con la histórica CiU, ahora partida, asediada por tramas corruptas, todas ellas vinculadas a las fabulosas fortunas que recaudaba allá donde metía la mano, Artur Mas se dio cuenta de que o se hacía con la recaudación o su comunidad autónoma, y lo que es peor, sus cuentas políticas y privadas, se iban a la quiebra. Comenzó, por tanto, su campaña por el pacto fiscal, para hacerse con el presupuesto. Rajoy, de una manera indolente, y quizás sospechando que la cosa se iba a acabar ahí, le dijo que no. Y Mas se asustó, no tanto por el futuro de la estelada, sino por el de su patrimonio y el de las amistades, tras largos años a la sombra de Pujol y sus “herencias”, y pensó “si no me dejan gestionar la caja, ¿por qué no me hago un país para mi y me la quedo?” Y dicho y hecho empezó la campaña soberanista, que desde entonces ha ido creciendo en intensidad, emotividad, agravios y acusaciones. Pero recuerden, con un único objetivo, que Convergencia, ya en solitario, gestione el presupuesto en exclusiva y, obviamente, se quede una parte de él. Quizás bastante más del 3%

¿Hay un problema en la relación de Cataluña con el resto del país? Sí, y este lío en el que estamos metidos lo va a agrandar. No existe una pulsión separatista plena en Cataluña ni un rechazo en el resto de España hacia ellos, aunque es cierto que hay personas que así lo sienten, pero no son mayoría. Sin embargo es evidente que todo lo que está pasando genera heridas, mayores o menores, que requieren esfuerzo y trabajo de cicatrización. Y que cuanto más enconemos el debate mayores serán esas heridas y peores secuelas dejarán. Y todo, movido por un nacionalismo irracional y destructivo, que es el gran mal de Europa, para esconder corruptelas y tapar vergüenzas. ¿Comprenden por qué me da pereza escribir sobre ello?

viernes, septiembre 04, 2015

China enseña sus nuevos juguetes de guerra

Los adultos, como los niños, disfrutan con juguetes nuevos. Los exhiben, pasean, alardean de ellos, se entretienen tanto con su uso como su muestra a los demás. La principal diferencia, con la edad, es el tamaño y el coste de dichos juguetes, que no deja de crecer. Observe a su vecino cuando se compra coche nuevo, o piense en usted mismo cuando lo ha hecho. O la última vez que se cambió de Smart para tener uno nuevo y flamante con el que hacer, en la práctica, más o menos lo que hacía con el antiguo. Pero es un juguete nuevo. Eso es lo importante, lo que le genera felicidad y orgullo.

Ayer China conmemoró el setenta aniversario de la victoria militar sobre Japón en la II Guerra Mundial, y lo hizo con un macrodesfile militar en pleno centro de Beijing, que llenó la ciudad de soldados uniformados, ejercicios de coordinación tan típicos de los asiáticos que, a usted no se, pero a mi me suelen dar bastante repelús, y juguetes, muchos y nuevos juguetes mecánicos con los que presumir y sacar músculo. Nuevos tanques, aviones, misiles, helicópteros, piezas artilladas… lo que usted quiera. Cada uno de ellos mucho más potente que su versión anterior, capaz de alcanzar objetivos situados mucho más lejos y de destruir cosas que antes no eran imaginables. Como colofón a lo que se ha llamado “el verano del descontento” que ha vivido China, marcado por la explosión en el puerto de Tianjing y el derrumbe de las bolsa de Shanghái y la ralentización del crecimiento económico, el gobierno de Xi Jinping ha decidido usar este desfile, programado bastante antes de que sucedieran todas estas cosas, como un objeto de propaganda para lanzar el mensaje al mundo de que aquí seguimos, de que somos la segunda economía del mundo y el ejército que más crece, y de que no vamos a flaquear en nuestro intento de ser los primero en todo. La idea fuerte es que, más allá de puntuales tropezones, que así es como parece que el gobierno chino califica lo sucedido en estos meses, el rumbo del país sigue trazado, las políticas no se cambian y el éxito está asegurado. Los mensajes lanzados desde la tribuna del desfile, además, fueron conciliadores en las formas, sobre todo referidos a la relación con sus vecinos. China volvió a afirmar que no desea ser una potencia imperialista y que no ambiciona territorios ni guerras, aunque la solidez de esas palabras tranquilas contrastaba bastante con el ruido de las orugas que los tanques producían a su paso por las avenidas. No se si en el fondo todo era un inmenso ejercicio de cruel ironía, como el que ejerce el malo de la película que, armado hasta los dientes, mira a sus potenciales víctimas diciéndoles que, por supuesto, nunca les va a atacar. La tensión que se vive en la zona del mar de China y, en conjunto, en toda el área asiática con todos los países limítrofes es probable que siga creciendo. Islas en disputa, yacimientos energéticos sobre y bajo el mar y cuestiones de prestigio y agravios históricos se encuentran en el fondo de unas tensiones que no parece que vayan a cesar. De momento el desfile mostró a esos vecinos, algunos de cuyos dirigentes se encontraban en la tribuna, que ya pueden ver a lo que se enfrentan si osan agredir o contradecir las políticas que emanan de Beijing, como una muestra “amistosa” de que es mejor llevarnos bien entre todos, no vaya a ser que alguno de estos juguetitos adquiera vida propia y ocasione desgracias indeseadas. Todo muy en la onda de fomentar el buen rollo entre vecinos, mientras cada uno de ellos se arma cada vez más y, obviamente, hace que el riesgo de accidente o provocación, crezca.

El desfile tuvo también, y no se puede obviar, un mensaje dirigido al propio pueblo chino, con dos vertientes. La directa es que debe mantener su confianza en el régimen, en sus políticas, en su sistema dictatorial y trabajar duro para que la economía y el crecimiento se mantengan firmes. No es momento de dudas, demandas de libertades ni protestas. La libertad es un lujo que China, su prosperidad y futuro, no pueden permitirse. Y para ello está el régimen y el gobierno, que vela por el bienestar de todo y todos. Y por si aún quedasen dudas al respecto, el mensaje implícito de ayer era tan directo como este. “Fijaros, vuelve a haber tanques en la plaza de Tiananmen. Ya sabéis lo que esto significa”.

jueves, septiembre 03, 2015

Un niño muerto en una playa

Una playa, al final del verano. Olas mansas que lamen la orilla sin fiereza alguna. Paisaje vacío, salvo un niño que yace en el suelo. Vestido no con bañador y chanclas, sino con ropa común, un niqui y pantalón corto. El niño se encuentra en una posición rara. No duerme, no descansa, no se relaja tras un día de juegos en el agua. Yace muerto a la orilla del manso mar. No se mueve. El tiempo a su lado se ha detenido para siempre. Ya le da igual si las olas le arrullan o golpean. Un miembro de la policía o ejército turco, no lo se, se acerca a él y lo acaba cogiendo. Lo levanta del suelo y lleva a un lugar recóndito, lejos del mar. Camino a su entierro.

Hace años vimos las primeras imágenes similares a esta, de fallecidos en las playas, ahogados a las puertas del sueño europeo. No fue en Turquía ni en Italia ni en Grecia, no. Fue aquí. Canarias en la crisis de los cayucos y las playas de Almería y Granada vieron llegar a inmigrantes que, a punto de tocar tierra, veían como sus embarcaciones, por llamarlas así, zozobraban, y quedaban a merced de las corrientes de la costa, siendo arrastrados muchos por ellas, y devueltos a las playas en forma de cadáver. Decenas, no se ni cuántos fueron ni si alguien los contó, murieron de esta manera, generando imágenes de una dureza extrema, tanta como la de esa foto del niño que hoy, con razón, domina en las portadas de toda Europa. Hubo una, creo recordar, en la que se juntaba toda la infamia que la situación lo requiere, en la que en un primer plano se veía a un grupo de turistas tomando el sol, en una actitud clásica de veraneo, mientras que en segundo plano, a su espalda, las fuerzas de salvamento marítimo levantaban cadáveres en las mismas playas en las que minutos antes, o después, los turistas se divertirían a su gusto. En aquellos años nos tocó afrontar aquella crisis solos, desbordados, incapaces de dar acogida a los cientos que llegaban, con Canarias sirviendo de muestra de lo que ahora viven las islas griegas, con Guardias Civiles llorando en las orillas de un mar que no dejaba rescatar a quienes de él trataba de huir, y con una opinión pública que, en muchos casos, tampoco vio aquello como un problema suyo, como sucede ahora mismo en el conjunto de Europa. Por aquel entonces las llamadas de auxilio de los gobiernos españoles a Bruselas se encontraban con el muro de la incomprensión, la indiferencia y, sobre todo, la seguridad de que la frontera estaba muy lejos de los edificios de la Comisión. Que el borde exterior de la UE era eso, exterior, lejano, y que a los que nos había tocado la labor de defenderlo no teníamos que quejarnos si cada día asistíamos a una tragedia y no teníamos medios ni siquiera para salvar vidas. Tuvimos que buscarnos la vida como país, negociar con naciones africanas de las que partían, o por las que transcurrían los flujos migratorios, y pagarles mucho para que esas acometidas se frenasen, para que ellos hicieran de tapón para evitar que nosotros lo fuéramos. Y desapareció el problema de la vista de los ciudadanos, y las playas dejaron de ser fosas comunes, y los veraneantes volvieron a su tranquilidad y rutina. Y las noticias dejaron de fijarse en la inmigración, para pasar a otra cosa con la misma velocidad con la que los enviados especiales acudían a las playas canarias a contar los rescates. Y el problema, oculto, dejó de serlo.

Ahora, con mayor intensidad, vuelve, y afecta a toda Europa, y no tenemos estados en África u Oriente Medio con los que negociar, porque son campos de batalla de los que, si pudieran, escaparían hasta las piedras de los monumentos. Y de mientras la confortable y cómoda Europa discute acaloradamente sobre si es ético publicar una imagen desoladora, esa desolación se extiende sin límite sin que los gobiernos y nuestras sociedades, nosotros, asumamos que tenemos el deber de acoger a esos millones de refugiados, porque es justo y necesario que así lo hagamos. No se el nombre de ese niño de la playa. No se si se sabrá algún día, pero su imagen, y las miles que vimos y veremos de este drama, nos interpelan a nosotros, por nuestro nombre propio, y nos exigen respuesta.

miércoles, septiembre 02, 2015

Tormenta sobre Aranjuez

La naturaleza puede ser tan intensa como despiadada. A veces nos ofrece paisajes maravillosos, puestas de sol de embeleso y estampas en las que uno querría quedarse toda la vida, mientras que en otras ocasiones es capaz de enseñarnos su cara más violenta, instintiva y cruel. Caracterizamos en nuestros cuentos y películas a los animales y hechos naturales con personalidad humana, dotados de sentimientos, pero eso es irreal, nos da una imagen falsa de ellos y puede conducirnos a errores graves. Un depredador matando a su presa con saña es también algo natural, y no podemos encontrar en esa escena criterios morales. Sólo instinto.

La tormenta de este pasado Domingo ofreció, sin ir más lejos, las dos caras posibles de un fenómeno natural que, si se descontrola del todo, puede ser devastador. Mientras en Elorrio hacía una tarde de Domingo calurosa y húmeda, preludio de la tormenta de la noche, que tuvo muchos rayos pero tampoco demasiada lluvia, sobre Madrid y otras zonas del centro y este peninsular se abatían tormentas de potencia muy superior, con muchos rayos, chubascos intensos y ráfagas de viento muy intensas. En Madrid la tormenta causó caídas de ramas y numerosas salidas de los bomberos, y mi barrio tiene, como muchos otros, restos de hojas y árboles caídos que, retirados en parte, ofrecen testimonio de la dureza del temporal que no pude vivir en persona. En Aranjuez, localidad sita al sur de la comunidad, la situación fue mucho peor aún si cabe. Azotada por un núcleo tormentoso mucho más intenso, y por lo que parece un tornado, la devastación ha sido enorme. Destrozos en edificios públicos y privados, tejados arrancados, tejas volando por toda la ciudad, ventanas y cristales astillados… pero sin duda lo peor se lo ha llevado el patrimonio forestal de la ciudad, y digo bien patrimonio porque los jardines de los palacios reales son un monumento en sí mismo. En ellos se encuentran cientos, miles de árboles, muchos inmensos, que desde hace siglos decoran con su presencia, y con sus estudiadas alineaciones ofrecen un espectáculo que diríase arquitectónico, formando avenidas, calles, conjuntos, edificaciones y estructuras que ofrecen al caminante que por sus veredas se adentra la sensación de pasear por una urbe vegetal. Las especies que alberga ese jardín son muchas, incluyendo ejemplares únicos provenientes de países muy lejanos, y que el trabajo de los jardineros ha permitido que arraiguen en nuestro suelo. Pues es en este entorno en el que la tormenta se cebó especialmente. Algunas de las imágenes que pueden verse en las webs muestran un paisaje que parece fruto de un bombardeo, en el que el suelo aparece cubierto de ramas y restos de hojas, abatidas por la violencia del vendaval, pero junto a ellas yacen enormes árboles, algunos de esos gigantes a los que me refería, que han sido partidos como si fueran palillos en manos de un ser muy superior, tronchados como simples espigas ante la mano del hombre, arrancados de cuajo desde el suelo, enseñando sus enormes raíces, que no han servido de nada ante un viento que lo llevaba todo. Como columnas de templos griegos arruinados, yacen en el suelo troncos inmensos, tocones enormes de madera de peso incalculable, que hasta el día anterior se erguían sin límite hasta casi tocar el cielo, que durante dos o tres siglos lo único que habían hecho era crecer y crecer sin límite, sólo con la ilusión de ser los más grandes entre los de su especie, sin freno alguno. Y la tormenta del Domingo, como si fuera un personaje malvado de un cuento, se fijó en ellos, y castigando su atrevimiento, haciéndoles ver que el cielo al que aspiran es dominio de los elementos y no de los que del suelo nacen, los castigó sin piedad, y derribo sin contemplación alguna.

Es pronto para saber el alcance y dimensión del destrozo causado en los jardines reales, que seguirán cerrados bastante tiempo hasta que pueda evaluarse y se limpien de los restos caídos, pero es seguro que el daño será elevado y, lo que es peor, permanente, dado que ejemplares de varios siglos de edad no pueden reponerse y lucir nuevamente con cierta prestancia hasta dentro de, nuevamente, bastantes años, demasiados para nosotros. Afortunadamente no se produjeron heridos ni víctimas personales, pero el patrimonio de Aranjuez, el material y, sobre todo, esa belleza inmaterial ajardinada, queda tocado. Toca volver a plantar, regar, y animar a que los árboles, tozudos, por instinto, vuelvan a retar al cielo no protector.

martes, septiembre 01, 2015

Eso del síndrome postvacacional

Ayer, hoy, miles de personas se reincorporan a su puesto de trabajo tras haber disfrutado de unos días de vacaciones, no se si lejos de su lugar de residencia, pero a buen seguro que alejados del trabajo, tanto física como mentalmente. Con amigos, solos o en familia, estos días, puede que los más deseados del año, ya han pasado, y la vuelta a la rutina laboral, el reencuentro con los compañeros y jefes y ponerse a hacer las actividades del resto del año son el síntoma de que los días oficiales de playa y asueto quedaron atrás. Es lo que toca.

Se ha puesto de moda en estos últimos años hablar del síndrome postvacacional para definir ese periodo de tristeza que nos embarga al terminar las vacaciones y la pataleta que entra cuando no queremos volver al trabajo. En los años más duros de la crisis, por vergüenza y decoro, se evitaba hablar de esto, pero veo que la recuperación económica permite que nuevamente en los informativos aparezcan serios médicos hablando del tema y comentando que puede ser una patología leve, y que no es necesario el consumo de medicamentos, salvo casos puntuales, y todos los tópicos asociados a los reportajes clínicos de sociedad. Si quieren que les diga la verdad, esto me parece una solemne estupidez. Todos hemos tenido una tarde triste cuando se acaban las vacaciones, y ni les cuento en la época del colegio, en las que el verano era infinito y las vacaciones duraban tanto que el final del curso pasado parecía otra época. Decir que uno está deprimido porque vuelve al trabajo es, la verdad, una forma de tomarse a recochineo la situación de desempleo de los muchísimos, demasiados, que siguen en el paro, y no ser consciente de que, en el fondo, el concepto de vacaciones se deriva de que tenemos un lugar al que volver. Si uno está impedido, jubilado o desempleado, vive en una especie de vacaciones perpetuas, que vistas desde cierto punto de vista no tienen por qué ser, ni muchos menos, envidiables. Lo ideal es el contraste, y al igual que sería insoportable pasarse todo el año trabajando, la perspectiva de estar todo él de vacaciones puede resultar, hasta cierto punto, sombría. Quien lea esto seguro que se indigna y piensa que qué puede haber de malo en unas infinitas vacaciones, pagadas, por su puesto, sin preguntarse quiñen pagaría ese ocio sin fin, y quizás sin admitir que pasadas las semanas, los meses en los que uno hace muchas de esas cosas que tiene pendientes, lo de ir a la playa todas las mañanas puede convertirse en una rutina tan soporífera y esclavizante como otras que asociamos al trabajo. Cuando llega la jubilación, que se festeja por todo el mundo, no son pocas las personas que echan de menos su época laboral, siendo cierto que muchas no lo hacen en absoluto, y sienten que algo les falta. Puede que hayan disfrutado de su trabajo, hayan hecho amistades profundas en él, aunque no sea ese el objetivo de tener un empleo, y noten que falta algo en sus vidas y en su tiempo. Se abre ante ellos un inmenso, eterno verano adolescente, en el que hay muchas horas que cubrir. Algunos lo logran, otros no, y no son pocos los que desearían pasar ese “síndrome” como si fuera el gusanillo que les da aliciente a sus vidas. Serán pocos los que lo reconozcan en público, porque está mal visto, pero muchos lo sentirán en su interior.

Otro factor que me revienta de este “síndrome” es la tendencia que tenemos, en esta sociedad cada vez más infantil, a “medicalizar” las cosas. Lo que no es sino un proceso normal de cambio y adaptación lo etiquetamos como enfermedad, lo que viene muy bien a los que venden pastillas y remedios para superarlo, haciendo negocio con una necesidad creada donde no la había. Y con ese aire de experto médico que aparece en televisión a ver quién es el valiente que se atreve a rebatirlo y decir que la medicina y las pastillas son para las enfermedades de verdad, y para las tardes de final de agosto basta con el recuerdo de lo vivido y las ganas de, en el trabajo y fuera de él, llevar una vida plena y satisfactoria. Tan simple, y difícil, como eso