jueves, septiembre 10, 2015

La zancadilla de Petra es la de Orbán y Le Pen

La imagen lo dice todo. En medio de una carrera de inmigrantes en un campo húngaro, que huyen de la policía que los quiere retener, se encuentran varios equipos de periodistas que graban la escena. Uno de ellos registra las carreras y a unos compañeros de profesión y, de repente, una de ellas, zancadillea a un padre que porta a su hijo en brazos, con una efectividad absoluta. Padre e hijo caen al suelo de manera estrepitosa y se quedan un rato ahí, sin saber muy bien qué ha pasado, mientras que la periodista se gira y, por lo visto en otras imágenes, se encamina hacia su siguiente objetivo para “ayudarle” en su camino.

Petra László, que así se llama la persona en cuestión, se ha hecho famosa en medio mundo, ha sido despedida del medio de comunicación en el que trabajaba y ha avergonzado a todos. Pero el problema que refleja la actitud de Petra es que, debajo de la ola de solidaridad ciudadana que está ayudando a la acogida de refugiados, de la que todos debemos sentirnos orgullosos, se esconde un rumor de fondo, un grupo de población mucho más numerosa de lo que parece, que se mantiene callada en medio de la solidaridad del momento, pero que quizás pase a la acción cuando el tema de los refugiados deje de estar en las portadas de los medios de comunicación. Petra es la expresión cruda, bruta, salvaje, de ese nacionalismo que siempre ha corroído Europa, de ese mensaje contra los “otros” sean quienes sean, que vienen a destruir nuestras esencias y acabar con nuestros valores. Sin ir muy lejos, lo vemos ahora en Cataluña, hemos visto como se ha matado en su nombre en el País Vasco, y la historia de Europa está llena de agravios, pogromos y desastres causados por el nacionalismo. En la crisis de los refugiados, ¿qué es lo que está haciendo el primer ministro húngaro, Victor Orbán, sino zancadillear al resto de la Unión? Orbán, un populista no muy famoso en nuestro entorno, es lo más parecido que existe a una Le Pen como jefe de un país. Bajo su mandato la calidad de las instituciones húngaras y sus estándares democráticos han caído notablemente. Su intervencionismo, envuelto en la bandera delo magiar, es de libro, y las instituciones de la UE, para evitar problemas mayores, han decidido hacer la vista gorda y no montar escándalo. Pero este drama que vivimos ahora ha puesto, por motivos geográficos, a Orbán en primera línea de la noticia, y muchos lo han descubierto, y se han quedado asombrados. Pero lo peor es que si ocupa ese puesto en el gobierno de Budapest es porque le han votado los ciudadanos de su país. Eso es lo más deprimente. Miles de “Petras” más o menos salvajes que con su elección han puesto a un sujeto como Orbán al frente del gobierno. En Francia, presunto refugio de la ilustración, la situación puede ser parecida. Marine Le Pen, aparentemente más moderada que su defenestrado padre, en realidad mucho más lista, sigue encabezando las encuestas de las presidenciales por encima del resto de candidatos, y en esta crisis de inmigración sus palabras han sido las, tristemente, esperadas. Nada de acogida, cierre de fronteras, ningún municipio gobernado por el Frente Nacional será lugar de refugio, etc. Un discurso insoportable, una expresión en palabras de la zancadilla de Petra que, lejos de restarle votos, probablemente se los de. Apelando al discurso del miedo, al que viene de fuera a quitar el trabajo, al rechazo a lo desconocido, a la comodidad de lo que ya tenemos, Le Pen ha conseguido echar raíces en enormes caladeros de votos, antes de izquierda, ahora suyos, que pueden llevarla a ser la gran Orbán de Europa.

Petra, con su zancadilla, ha hecho lo que muchos de los votantes y dirigentes de esas formaciones expresan con palabras y discursos cada día. Ha pasado del dicho al hecho, ha mostrado al mundo cómo mensajes de odio y miedo se transforman en actitudes xenófobas que, sin ningún pudor, se muestran ante las cámaras. Los que queman albergues en Alemania amparados bajo el anonimato y la noche son unos aprendices en lo que hace al racismo frente a la “valiente” Petra, que a buen seguro se convertirá en la heroína de muchos de ellos. Y no duden que, aunque no se atreva a ello, Orbán estaría dispuesto a recompensarla.

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