Quizás sea su flequillo,
inalterable ante la turbulenta actualidad, o esos ojos algo caídos, que atrapan
al espectador y le hacen sentirse visto y atendido, o esa voz serena y sosegada
que nunca se eleva más de lo debido, que a veces corre el riesgo de arrullar
pero, en tiempos como los que vivimos de griterío, bronca y ruido, supone un
puerto sereno y sosegado donde el espectador sabe que la noticia le va a
sobresaltar o interesar por su contenido, no por el histrionismo del
presentador. Quizás porque es de Bilbao, o quizás porque, sin destacar mucho,
ha sido siempre la mejor y eso ha convencido a todos durante décadas.
Ayer Ana Blanco cumplió
veinticinco años como presentadora del Telediario de TVE, a veces al mediodía,
otras por la noche, en contadas pero señeras ocasiones en el exterior o
desplazada a puntos de interés, casi siempre en el estudio, pero día tras día
con el espectador, contando noticias. Su imagen es un icono de la televisión en
España, ha recibido todos los premios habido y por haber y su estilo, sobrio y
sereno, propio de otros países, es estudiado por todos los que empiezan en el
mundo de la comunicación para aprender de ella, de lo natural que logra hacer
algo tan difícil como enfrentarse a una cámara, contar cosas serias, y salir
airosa. Hay dos aspectos que quiero destacar de su carrera, que suponen un
contraste muy serio frente a la realidad que vivimos en los medios y, en
general, nuestro país. Uno es el de la longevidad de su carrera, y más en una
profesión en la que a veces basta con ser un busto guapo, o especialmente,
guapa, para figurar. Bella sonrisa, ojos grandes y que lea bien a veces bastan
para convertir a un busto parlante en “periodista” y no es eso, no. En EEUU y
otros países los presentadores, no sólo de los telediarios, son señores y
señoras, en general, de edad, de gran carrera, que le imprimen un sello
distintivo a su espacio y que lucen canas sin rubor alguno. Y no sólo en los
informativos, no. Los famosos “late night shows” que ahora se encuentran en
renovación, han visto como personajes de la talla de Jay Leno o David Letterman
se han mantenido durante tantos años como Ana Blanco, sino más. En el caso de
una mujer, seamos sinceros, su imagen pesa más, lo que es injusto pero
innegable. Y Ana Blanco, que no tiene una imagen despampanante, sino que más
bien resulta lo opuesto, h sabido usar su principal arma, la profesionalidad, para
seguir al frente del puesto todos estos años. Este es el segundo aspecto, el de
la profesionalidad. Decimos muchas veces, con razón, que falta profesionalidad
en España. Acostumbrados a la chapuza, el trabajo fácil, el rematar las cosas
como sea para pasar a otro asunto, no valoramos el trabajo bien hecho,
concienzudo. Es obvio que no es tanta la chapuza como se cuenta, porque sino
este país no funcionaría de ninguna manera, pero existir, existe, y consentir y
comprender, se consiente y comprende. Y frente a esa forma de no trabajar, Ana
Blanco encarna justo lo contrario. La seriedad, el rigor, la disciplina, el
estilo digamos germánico del orden y el concierto. Sin salidas de tono, disculpándose
ante cualquier fallo que pudiera existir a lo largo de la emisión, sea culpa suya
o no, consciente de que es la cara de un equipo que trabaja sin cesar. Su
credibilidad, inmensa, viene de ese rigor continuo, de una carrera forjada a lo
largo de estos años en los que no ha transmitido, en ningún momento, la ideología
que pueda tener, en la que ha sido muy celosa de su vida privada, de la que
apenas sabemos nada, para que su popularidad no le perturbe y, también, para
que esa faceta privada no contamine su imagen de periodista, su narración de la
actualidad. Ana Blanco se ha entregado en cuerpo y alma a su profesión y
gracias a ello, sobre todo, es por lo que ha conseguido el éxito y el
reconocimiento de todos sus compañeros y, sobre todo, el público.
Habrá un día en el que, por jubilación, hartazgo
o lo que sea, Ana Blanco deje de aparecer en los telediarios, y TVE se
encontrará ante el reto de relevarla, con algunas de las muchas “Anas Blancos”
que a lo largo de estos años han estado trabajando en y para la casa como
presentadoras, algunas de ellas de enorme valía, pero que han visto como Ana,
cual Isabel II, seguía en su reinado y las herederas debían buscar nuevos
destinos ante la imposibilidad de acceder al trono. Ayer
sus compañeros le dedicaron un simpático vídeo que resume en unos segundos la
carrera de una vida entregada al trabajo y la actualidad. Ella se emocionó
al verlo pero dio las gracias en apenas un par de segundos y remató el
informativo sin querer ser protagonista en ningún momento. Enhorabuena,
felicidades, y gracias por el ejemplo.
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