En todos los pueblos hay un
bufón, un chalado que pasea por las calles con mirada perdida, pintas
cochambrosas, y que es objeto de burla y chanza por parte de los lugareños.
Inofensivo casi siempre, suele montar a veces espectáculos que concitan a
espectadores improvisados, que ríen las gracias, no previstas, del personaje.
Si falta se le echa de menos, pero cuando aparece se recuerdan sus comedias y
salidas de tono. En general se suele tener una buena opinión de él, aunque todo
el mundo coincide en que está loco. Y esa es la disculpa para que, haga lo que
haga, se le disculpe.
¿Estaba loco Ruiz-Mateos? No lo
se, aunque su comportamiento extravagante pudiera indicar que así era. Ayer,
a los 84 años, en un estado de semiabandono, usado por sus muchos hijos como
chivo expiatorio de sus estafas, falleció el que en una época fue uno de
los hombre más ricos y poderosos de España, que lo perdió todo, que lo volvió a
reconstruir y perder, y que entre medias estafó a todo aquel que se cruzó en su
camino. “Ruizma” es indistinguible de Rumasa, su empresa, la abeja que se
posaba en todo tipo de negocios. En los años setenta su logotipo era
omnipresente en industrias de consumo, ocio y todo lo que usted quiera
imaginar. Los rumores sobre su mal estado de cuentas eran constantes, dado que
la familia propietaria, Ruiz-Mateos, no era lo que se puede decir amante de la
transparencia. La llegada del PSOE al gobierno en 1982 ofreció la posibilidad
de reconvertir la economía española, y Rumasa se convirtió en una excusa para
mostrar al resto de grandes empresas de que no iba a temblarle la mano al
Ministro de Economía, Miguel Boyer, a la hora de tomar las decisiones que se
considerasen oportunas. Vamos, igualito que ahora. En 1983 Boyer expropia
Rumasa, y se descubre que la entidad está quebrada, posee contabilidad doble y
que su agujero financiero es demoledor. De la noche a la mañana Ruiz Mateos
pasa de héroe a villano, de prohombre a sujeto arruinado, y entonces empieza la
construcción de su personaje mediático. Un payaso vestido de superhéroe que
persigue al malvado Boyer allá donde vaya para reclamar sus empresas y dinero,
que lo pega delante de las cámaras, que se convierte en la persona más popular,
imitada y cachonda del país, que es un hazmerreír para todo aquel que le
conozca, y que levanta un partido político, logra ser eurodiputado y lleva a
todos los tribunales del mundo el caso de Rumasa para luchar por lo que, creía,
era suyo. Con los años, y sus múltiples hijos, muchos de ellos clones del
padre, vuelve a levantar un conglomerado llamado Nueva Rumasa (lo que tú
tienes, se llama obsesión….) y aparece en televisión con su muy opusiana
familia vendiendo pagarés al espectador para que se haga justicia. Aquí encaja
muy bien el dicho de “a Dios rogando y con el mazo dando”, porque mientras los
Ruiz-Mateos rezaban piadosamente por la mañana, por la tarde organizaban una
nueva estafa piramidal a aquellos incautos inversores que les prestaban el
dinero. La explosión de la burbuja inmobiliaria arrasó a Nueva Rumasa, y
demostró que, como la originaria, era un inmenso castillo de naipes en el que
los Ruiz-Mateos y allegados se forraban engañando a pardillos inversores y a
empleados de las empresas del grupo, a los que pedían sacrificios y confianza,
pero cada vez adeudaban más nóminas y atrasos. La quiebra, esta vez sin
intervención del gobierno, acabó con el nuevo negociete de “Ruizma” y llevó su
estafa a los juzgados, donde sigue dando vueltas, dada su dimensión y
complejidad.
En los últimos años la imagen de Ruiz-Mateos
mostraba ya los síntomas de un envejecimiento imparable. En silla de ruedas era
llevado de juzgado en juzgado, y sus piadosos hijos corrían a relevarse para
empujar de la silla a la vez que acusaban al padre de ser el único organizador
de todas las estafas en las que ellos, como no, se habían forrado de manera tan
productiva como el cabeza de familia. Entre pillos de familia andaba el juego,
se diría. Su muerte descabeza un clan de ladronzuelos y pillos más propios de
una época de sainete, y que de haberse dado en EEUU sería materia suficiente
para que la HBO o cualquier otra cadena creasen una fantástica serie con todos
los ingredientes posibles. En España, aparte de patetismo, su recuerdo
permanecerá por mucho tiempo entre los estafados por la vieja y nueva Rumasa que,
sospecho, nunca volverán a ver su dinero.
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