Hoy tiene lugar una reunión de la
Reserva Federal de EEUU, la FED, el Banco Central de allí. Esta cita estaba
marcada en las agendas de todo el mundo desde hace muchos meses. Se decía ya a
principios de año que este sería el momento decidido por la institución para
empezar a subir los tipos de interés, dejar atrás el extravagante mundo del 0%
en el que vivimos desde hace tanto tiempo y volver a la normalidad. Sin
embargo, aunque la agenda se mantenga, las previsiones sobre lo que va a
suceder tras la reunión de hoy no son tan claras. Si me apuran, hay más
consenso para que no los suba que para que lo haga.
¿A qué se debe este cambio de
opinión? Principalmente a lo sucedido a lo largo del verano. El pinchazo de la
burbuja china y los malos datos de la economía real de ese país han tenido un
efecto desatado en todo el mundo. Como ya sabrán, eso se ha traducido en
inestabilidad (léase caídas) bursátil, desplome de precios de las materias
primas, derrumbe de las previsiones de crecimiento de los países emergentes,
recesiones declaradas en algunos de ellos, fuete depreciación de sus monedas
respecto al dólar, datos mixtos en las economías occidentales… en fin, una
catarata de consecuencias derivadas que han cambiado el panorama de la economía
global del optimismo reinante hasta hace pocos meses a una sombría sensación de
temor, que algunos ya ven confirmada como el preludio de una nueva recesión y
otros no se atreven todavía a afirmar eso, y confían en que estemos ante una tormenta
pasajera. Sea como sea, lo cierto es que la economía norteamericana ofrece,
desde hace meses, indicadores mixtos que hacen no saber muy bien donde estamos.
El nivel de desempleo sigue muy bajo, pero los salarios reales crecen muy poco
y la tasa de actividad sigue en mínimos de décadas. El derrumbe del precio del
petróleo alienta al consumo interno, como en nuestro país, pero lleva al
desastre a la industria del fracking y a las financieras que han prestado su
dinero a los extractores de crudo. Y todo ello con un mercado inmobiliario que muestra
síntomas de empezar a calentarse en exceso en algunas áreas urbanas. En este
contexto una subida de tipos de interés tendría un efecto de freno en la economía,
quizás no muy elevado por lo descontado de la medida, pero sí generaría dos
procesos directos. Uno, aumentar la inestabilidad del mercado bursátil, en
medio de unas semanas de caídas, rebotes y disparos de la volatilidad. El otro
sería el de fortalecer aún más al dólar, frenando las exportaciones
estadounidenses, y llevando aún más abajo a las ya debilitadas monedas
emergentes, haciendo que los préstamos internacionales consignados en dólares,
muchísimos, se encarezcan aún más para estas naciones y supongan la pérdida de
divisas en un momento en el que se encuentran ya exhaustas. Es decir, si desde
EEUU varias son las voces que claman porque Yellen no suba los tipos por los
efectos internos, desde fuera es casi unánime la petición, incluso ruego, para
que no lo haga. Por eso lo que se anticipaba en primavera como una reunión técnica
con una subida del 0,25% y mensaje de tranquilidad se ha convertido en una cita
nerviosa, presionada desde todas partes, en la que puede que no se toquen los
tipos, y el mensaje que de ella se traslade sea el de la indecisión. Lo cierto es
que las apuestas se cruzan en todos los sentidos. Pueden ustedes jugar a ver si
aciertan o no. Es divertido.
La verdad es que vivir, como llevamos tantos
años, en un mundo del 0% es algo irreal y, en el fondo, insano. Mercados e
intermediarios financieros se ha acostumbrado a unos tipos irreales y, como
yonkis enganchados a la metadona, solicitan que ese 0% que les sostiene no se vaya
nunca. Subir los tipos, incluso como estrategia para poder bajarlos cuando se
necesite, como señalan algunos autores, es algo que la FED debe hacer, antes o
después. El que ahora mismo se encuentre forzada ante este dilema y no tengamos
nada clara su decisión también nos indica que seguimos viviendo, desde hace
siete años y dos días que cayera Lehman Brothers, en una situación económica
excepcional, muy complicada, incierta y, como mínimo, peligrosa. No debemos
olvidarlo.
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