Los adultos, como los niños,
disfrutan con juguetes nuevos. Los exhiben, pasean, alardean de ellos, se
entretienen tanto con su uso como su muestra a los demás. La principal diferencia,
con la edad, es el tamaño y el coste de dichos juguetes, que no deja de crecer.
Observe a su vecino cuando se compra coche nuevo, o piense en usted mismo
cuando lo ha hecho. O la última vez que se cambió de Smart para tener uno nuevo
y flamante con el que hacer, en la práctica, más o menos lo que hacía con el
antiguo. Pero es un juguete nuevo. Eso es lo importante, lo que le genera
felicidad y orgullo.
Ayer
China conmemoró el setenta aniversario de la victoria militar sobre Japón en la
II Guerra Mundial, y lo hizo con un macrodesfile militar en pleno centro de
Beijing, que llenó la ciudad de soldados uniformados, ejercicios de
coordinación tan típicos de los asiáticos que, a usted no se, pero a mi me
suelen dar bastante repelús, y juguetes, muchos y nuevos juguetes mecánicos con
los que presumir y sacar músculo. Nuevos tanques, aviones, misiles, helicópteros,
piezas artilladas… lo que usted quiera. Cada uno de ellos mucho más potente que
su versión anterior, capaz de alcanzar objetivos situados mucho más lejos y de
destruir cosas que antes no eran imaginables. Como colofón a lo que se ha
llamado “el verano del descontento” que ha vivido China, marcado por la explosión
en el puerto de Tianjing y el derrumbe de las bolsa de Shanghái y la
ralentización del crecimiento económico, el gobierno de Xi Jinping ha decidido
usar este desfile, programado bastante antes de que sucedieran todas estas
cosas, como un objeto de propaganda para lanzar el mensaje al mundo de que aquí
seguimos, de que somos la segunda economía del mundo y el ejército que más
crece, y de que no vamos a flaquear en nuestro intento de ser los primero en
todo. La idea fuerte es que, más allá de puntuales tropezones, que así es como
parece que el gobierno chino califica lo sucedido en estos meses, el rumbo del
país sigue trazado, las políticas no se cambian y el éxito está asegurado. Los
mensajes lanzados desde la tribuna del desfile, además, fueron conciliadores en
las formas, sobre todo referidos a la relación con sus vecinos. China volvió a
afirmar que no desea ser una potencia imperialista y que no ambiciona
territorios ni guerras, aunque la solidez de esas palabras tranquilas
contrastaba bastante con el ruido de las orugas que los tanques producían a su
paso por las avenidas. No se si en el fondo todo era un inmenso ejercicio de
cruel ironía, como el que ejerce el malo de la película que, armado hasta los
dientes, mira a sus potenciales víctimas diciéndoles que, por supuesto, nunca
les va a atacar. La tensión que se vive en la zona del mar de China y, en
conjunto, en toda el área asiática con todos los países limítrofes es probable que
siga creciendo. Islas en disputa, yacimientos energéticos sobre y bajo el mar y
cuestiones de prestigio y agravios históricos se encuentran en el fondo de unas
tensiones que no parece que vayan a cesar. De momento el desfile mostró a esos
vecinos, algunos de cuyos dirigentes se encontraban en la tribuna, que ya
pueden ver a lo que se enfrentan si osan agredir o contradecir las políticas
que emanan de Beijing, como una muestra “amistosa” de que es mejor llevarnos
bien entre todos, no vaya a ser que alguno de estos juguetitos adquiera vida
propia y ocasione desgracias indeseadas. Todo muy en la onda de fomentar el
buen rollo entre vecinos, mientras cada uno de ellos se arma cada vez más y,
obviamente, hace que el riesgo de accidente o provocación, crezca.
El desfile tuvo también, y no se puede obviar,
un mensaje dirigido al propio pueblo chino, con dos vertientes. La directa es que
debe mantener su confianza en el régimen, en sus políticas, en su sistema
dictatorial y trabajar duro para que la economía y el crecimiento se mantengan
firmes. No es momento de dudas, demandas de libertades ni protestas. La
libertad es un lujo que China, su prosperidad y futuro, no pueden permitirse. Y
para ello está el régimen y el gobierno, que vela por el bienestar de todo y
todos. Y por si aún quedasen dudas al respecto, el mensaje implícito de ayer
era tan directo como este. “Fijaros, vuelve a haber tanques en la plaza de Tiananmen.
Ya sabéis lo que esto significa”.
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