viernes, abril 28, 2017

Peligrosa visita del Papa a Egipto

Hoy empieza, y casi termina, la visita del Papa Francisco a Egipto, una peligrosa estancia en uno de los países más convulsos del mundo. Más allá de los actos previstos y de las ceremonias oficiales que puedan darse, preocupa sobre todo la seguridad del pontífice y de la comunidad copta que le va a acoger, comunidad sometida a crueles e inmensos atentados desde hace años, que han causado un balance enorme de muertos y heridos, y que amenazan con colapsar la historia de esa rama del cristianismo en un país mayoritariamente islámico. Varios ataques han sido perpetrados en el interior de las iglesias, con el mensaje de que nada hay seguro para los coptos, ningún espacio les protege.

De los cerca de noventa millones de habitantes que tiene Egipto, sí, sí, noventa millones, y creciendo, en torno al 10% son coptos. Habitualmente han sido o marginados o, mejor para ellos, obviados, por el resto de la población musulmana, pero en estos últimos años su situación se ha complicado sobremanera. La llegada al poder del islamista Mursi tras la caída de Mubarak los puso en el ojo de la ira radical islámica, y fueron frecuentes los atentados y atraques tanto a los fieles como a las instituciones y propiedades coptas. De una manera no disimulada, empezó un proceso de persecución y hostigamiento desde el poder contra esa comunidad. Por ello no es de extrañar que los coptos recibieran con los brazos abiertos las manifestaciones y sentadas de El Cairo en la mal llamada primavera árabe, y el posterior golpe militar que derrumbó al régimen islamista. La caída de Mursi supuso el fin de las acciones represivas del gobierno, pero trajo también la intensificación de los ataques, en los que Al Queda y DAESH empezaron a estampar su firma. Varias matanzas después, los coptos se sienten acorralados en un país tradicionalmente moderado, poseedor de uno de los centros de pensamiento islámico de mayor prestigio y moderación del mundo, la Universidad de Al Azhar, desde el que se ha proclamado varias veces la necesidad de convivir entre culturas y religiones. Pero también es Egipto el país que vio nacer la organización de los Hermanos Musulmanes, a la que pertenecía el expresidente Morsi, una de las ramas integristas más importantes del islamismo militante, que ya desde hace décadas proclama la necesidad de actuaciones internacionales coordinadas y contundentes para expulsar a los infieles del sagrado territorio del islam. A este ambiente convulso de enfrentamiento religioso, se le debe unir la desastrosa situación que vive desde hace años la economía egipcia. Muy dependiente del turismo para casi todo, la violencia islamista y el golpe de estado fueron letales para las visitas extranjeras. Cruceros, viajes por el Nilo, estancias en las zonas más conocidas del país, todo el negocio alrededor del impresionante patrimonio e historia que atesora el país se fue al traste y no se ha vuelto a recuperar. Una de las prioridades del actual régimen encabezado por Al Sisi, militar que cada día se parece más a Mubarak, es el de imponer una seguridad que permita retomar el turismo como fuente de crecimiento económico, pero la verdad es que lo lleva muy difícil. El Sinaí sigue siendo una tierra de nadie en la que cada dos por tres se producen ataques de islamistas a los militares egipcios, El Cairo y Alejandría no aparecen en las noticias si no es por atentados, contra los coptos últimamente, y las visitas no se recuperan, y con ellas los ingresos. Con una enorme proporción de población joven, en paro y desesperada, la sociedad egipcia corre riesgo de involución, de que tendencias islamistas o no, pero de corte radical, aniden en ella, en el caldo de cultivo que supone la miseria y falta de expectativas.

Este es el país que hoy visita Francisco. Su mensaje estará basado en la necesidad de restaurar la convivencia entre coptos y el resto de la nación, en la búsqueda de la paz y la condena de los atentados, y en el pecado máximo, y absurdo, que supone emplear la violencia en nombre de cualquier religión. Es poco probable que sus palabras capten la atención debida, y casi todos nos daremos por satisfechos si, tras estas horas de visita, no tenemos que lamentar desgracias de ningún tipo. Ojalá Egipto pueda remontar desde su actual situación, es un país con enormes recursos, y llamado a jugar un papel determinante en la geopolítica local y la internacional. Que pudiera actuar como contrapeso moderado frente al islamismo radical sería una de las mejores noticias que nos podríamos encontrar en esa castigada zona del mundo.

jueves, abril 27, 2017

La rebaja fiscal de Trump

Esta semana se cumplen los cien primeros días de la presidencia de Donald Trump. Sí, sí, parece que ha pasado un año, y sólo llevamos cien días, así que calculen lo que aún queda. El balance de estas jornadas de turbulencia es, a mi modo de ver malo, y así parecen opinar también los norteamericanos, que lo valoran muy bajo en los índices de popularidad. Quizás para remontar en esas encuestas, o para desviar la atención respecto a otros temas espinosos, Trump ha decidido lanzar la reforma fiscal que, desde un principio, fue uno de sus caballos de batalla electorales, y quizás la promesa más “normal” de todas las que hizo. Que un republicano diga que va a bajar los impuestos es como ver caer una manzana al suelo si se la suelta de la mano.

La idea de la reforma Trump consiste en un titular muy grande, muchos cambios encubiertos y un resultado neto no tan espectacular. Me explico. El titular que domina las portadas es la reducción del tipo del impuesto de sociedades del actual 35% al 15%, una bajada de veinte puntos, casi nada. Lo que ocurre es que, al igual que sucede en España, una cosa es el tipo nominal del impuesto, ese 35% de partida, y otra es el efectivo, el que realmente se acaba pagando, que suele ser menor dado que este impuesto, en todos los países, contiene un montón de deducciones de carácter e intención muy variadas para hacer política fiscal, y al final no hay empresa que acabe llegando a pagar ese tipo máximo de impuesto. La reforma Trump acompaña esa bajada de tipo nominal con una eliminación de la mayor parte de esas deducciones, lo que, ojo, es una buena idea, porque sobre todo logra simplificar mucho el impuesto, y elimina costes y litigios, tanto para las empresas como para la administración tributaria. De hecho es una idea que ya se barajó hace pocos años en España, pero que no se llevó a la práctica por la reducción en la recaudación que suponía, y eso para un país sumido en el déficit como el nuestro era inasumible. La cuestión es que entre lo que cambio por un lado y por el otro, la tributación de las empresas norteamericanas sí se va a ver reducida, pero no tanto como anuncian los titulares gruesos. En esto cada caso es un mundo, pero esa bajada de veinte puntos nominales que se vende se puede acabar convirtiendo en, por ejemplo, diez puntos efectivos. En todo caso, es una reducción de impuestos netos, y va a suponer una disminución de la recaudación del Gobierno federal, que ya afronta un déficit gigantesco. Por ello la tramitación de esta reforma en las cámaras de Washington no tiene por qué ser tan plácida y sencilla como uno pudiera pensar. Los halcones del déficit observan con gusto cualquier bajada de impuestos, que por supuesto esté acompañada de bajadas de gastos y, por tanto, no aumenten el déficit. Sin embargo Trum no cesa de anunciar aumentos disparatados en el presupuesto de defensa, recortes ciertos, en políticas sociales, ambientales y científicas, y gastos absurdos y retrógrados como el condenado muro. ¿Cómo cuadra todo esto? La idea del equipo de Trump es que la reforma fiscal suponga un estímulo para la economía norteamericana y que, finalmente, la recaudación acabe subiendo por el mayor dinamismo empresarial y aumento de las ganancias. Los críticos no ven esto nada claro y creen que la reforma lo que oculta es un regalo a las rentas muy altas y a las empresas que son amigas del clan Trump y que, en parte, copan ahora mismo altos puestos en la administración republicana. Ambos argumentos tienen una parte de razón y se complementan. Lo único que tengo claro, por ahora, es que esa bajada de impuestos no se integra en una política económica coherente, o al menos que tenga en cuenta otros aspectos, y eso me preocupa, dado que el impacto inicial de bajada de la recaudación es lo único seguro de esta medida. Todo lo demás está por ver, y siempre que sea aprobada por el Congreso, y ya les digo que no será fácil.


Este movimiento convencional de Trump en medio de su loca presidencia le puede servir para recuperar algo de apoyo entre parte de sus votantes, y quizás sea este el último sentido de esta reforma, que sea como sea su diseño y el resultado final que sea aprobado en Washington, será vendida desde la Casa Blanca y medios afines como un regalo, una compensación al “pueblo”. Es verdad que hace falta una política fiscal decidida, de inversión en infraestructuras en EEUU, donde muchas de ellas agonizan tras décadas de uso, pero como les decía, no veo un plan coherente en materia fiscal. La amenaza de que se produzca un cierre del gobierno por falta de fondos, como pasó en el segundo mandato de Obama, vuelve a ser cierta, y la curva de déficit no deja de crecer como síntoma de que algo va muy mal en el fondo de las cuentas públicas norteamericanas. Veremos a ver en qué acaba todo esto.

miércoles, abril 26, 2017

Venezuela se derrumba

Absortos como estamos por la intensidad de nuestra vida judicial y carcelaria, en la que no dejan de entrar personajes relevantes, estamos prestando menso atención estos días a las cosas que pasan fuera. Y son muchas, y muy relevantes. Uno de los focos de inestabilidad permanente es Venezuela, país de una belleza natural y riqueza de recursos tan inmensa como nefasta ha sido su gestión desde, si me apuran, el nacimiento de la nación hasta esta misma mañana. Se suceden las protestas en la calle entre los defensores de la libertad y los partidarios del régimen y, poco a poco, el balance de víctimas crece de una manera trágica e irreparable. El desastre no hace sino aumentar.

Tiene el actual estallido social dos causas fundamentales, una puntual y otra de fondo. La puntual surge tras la decisión del Tribunal Supremo del país, controlado por Maduro, de eliminar los poderes de la Asamblea Nacional, el parlamento local, que no tiene tantas atribuciones como nuestro Congreso, dado que es un régimen presidencialista, pero que algunas posee, y muy importantes. Esa decisión del Supremo equivalía a la eliminación de la Cámara, en manos de la oposición, y la instauración en la práctica de una tiranía regentada por Maduro desde Miraflores, su residencia de gobierno en Caracas. Era un autogolpe tan burdo como zafio, y la respuesta popular y condena internacional no se hizo esperar, en algunos casos con la tibieza acostumbrada, pero fue suficiente para que Maduro rectificara al cabo de unos días. Pero ese movimiento dejó muy clara su intención de, como sea, perpetuarse en el poder y arrinconar a la oposición hasta extinguirla. Desde entonces las protestas opositoras en la calle son constantes, y van a más, entre otras cosas porque sospechan, con razón, que sólo les queda esa vía para condicionar a un poder que no deja de atrincherarse. La causa de fondo del malestar es el derrumbe económico del país. Dependiente de la exportación de petróleo para conseguir divisas, y con un mercado interior intervenido por los “economistas” de Maduro, que han tratado de colectivizar todas las industrias posibles, la economía venezolana hace aguas por todas partes y se enfrenta a un panorama dantesco. Inflación desatada que alcanza cifras que superan el 100% anual, caída de ingresos por la baja cotización del petróleo, devaluación de la moneda sin freno, desabastecimiento por el incremento de los costes de los productos importados, deuda pública descontrolada… el panorama macroeconómico del país es incierto como alarmante. Como sucede siempre cuando hay un derrumbe de este tipo, quizás algunos privilegiados afectos al régimen, que poseen propiedades y divisas internacionales, pueden escapar de las consecuencias, pero las clases medias, o lo que quede de ellas, y la inmensa parte de la población que vive en torno a los umbrales de la pobreza apenas puede hacer nada para evitar su ruina total. Poseedor de una de las sociedades más desiguales del mundo desde hace mucho tiempo, Venezuela, ve como cada día son más las personas que no pueden hacerse con los productos básicos para poder comer, y el abastecimiento de pan es uno de los principales problemas. Asaltos a panaderías y tiendas de barrio en busca del alimento básico se reproducen constantemente y, en muchos de ellos, la histeria genera conatos de violencia o accidentes que se saldan con muertos. Junten a ello la violencia que es dueña de varios barrios de Caracas y otras ciudades, fenómeno anterior al chavismo, y que no ha remitido bajo su régimen, y la presencia de partidarios de Maduro de gatillo fácil que atacan las manifestaciones opositoras y tendrán sobre la mesa todos los ingredientes para el desastre.


¿Qué alternativas tiene el país? No muchas. Lo mejor sería que Maduro reconociera su fracaso absoluto y que se produjera una negociación entre el régimen y la oposición para pactar una salida acordada ante esta debacle, con el objeto de controlar la economía, pacificar las calles y volver a unos estándares democráticos homologables, pero siendo sinceros es poco creíble y lógico que el régimen decida autoliquidarse. El papel del ejército, poseedor de un inmenso poder en el país, será determinante si la situación se agrava y no es descartable una asonada militar o algo por el estilo. Si el régimen se atrinchera nada bueno podrá suceder en el futuro inmediato. Y de las negociaciones de mediadores internacionales, como las desarrolladas por ZP, creo que ya no se puede esperar mucho. Pobre Venezuela y venezolanos.

martes, abril 25, 2017

La tercera dimisión de Esperanza Aguirre

Ayer por la tarde Esperanza Aguirre volvió a dimitir. En un país en el que casi nadie lo hace cuando debe, son tres las veces que Esperanza ha comparecido ante los medios para anunciar su dimisión, devaluando la veracidad y relevancia de cada una de ellas. Todas fueron irrevocables y definitivas, lo cual al menos demuestra lo falsas que fueron las dos anteriores, y dejan la credibilidad dimisionaria de la señora Aguirre a un nivel ínfimo. No descarten que, por avatares de la vida, en pocos meses vuelva a la carga política y, en un par de años, presente nuevamente una “irrevocable y definitiva” dimisión.

Se va Esperanza por la operación Lezo, que supone la estancia entre rejas de quien fuera su número dos y sucesor al frente de la Comunidad, que ocupó el cargo cuando ella dimitió por primera vez. Con esta presencia carcelaria los contactos políticos de Esperanza se arremolinan más en torno a las salas de los bis a bis que en los despachos y oficinas de su marca electoral. Ha sido Esperanza la más lista de entre los suyos, para no haber aparecido aún relacionada con caso alguno de corrupción, mientras que en torno suyo el lodazal se extendía sin freno. Su excusa, esgrimida durante mucho tiempo, hasta ayer mismo por la tarde, de que no sabía lo que ocurría, confiaba en los acusados y no vigiló lo debido pudo ser creíble hace años y en el primer caso. Con el transcurso del tiempo y la conversión de todos sus altos cargos en una cuerda de presos no hay excusa posible que pueda ser esgrimida para salvarle de la quema política, y está por ver lo que pueda suceder en el plano judicial, porque las dimensiones de la operación Lezo no dejan de crecer día a día. En su partido, es un decir, ayer respiraron aliviados al volver a escuchar de su boca las palabras de la despedida, y a partir de hoy todos los esfuerzos se centrarán en la contención de daños y que sea el dique Esperanza el que limite la altura de la responsabilidad política asumida por la corruptela destapada por Lezo. Está por ver que esto pueda ser así, empezando por el cruce de comunicados emitidos ayer. La dimisión de Esperanza llevaba en su escrito, leído ante la prensa y sin posibilidad de preguntas, una carga de profundidad contra su odiado Mariano Rajoy, al que siempre ha considerado un flojo, pusilánime y carente de criterios. “Yo asumo las responsabilidades. Tú, cobarde, no” es lo que se entendía de su mensaje. Como respuesta, el largo comunicado del PP de Madrid, donde defiende la decisión adoptada por “Espe” la comparte y entiende, y traza una raya con el pasado que ella encarnaba, pasado del que proceden todas las suciedades que ahora afloran. Es un texto duro contra quien lo fue todo en el partido madrileño, escrito por aquellos que tuvieron a Esperanza de frente, por el equipo de Cifuentes, que fue saboteado en todo momento por los esperanzistas, tanto desde el interior del partido como desde el exterior, desde tribunas mediáticas donde los Marhuenda de turno actuaban como perros de presa de la “liberal” Esperanza, que no dudaba en intervenir en todo lo que pudiera para garantizarse el poder absoluto y el servicio incondicional de todos aquellos que la rodeasen. El ascenso de Cifuentes fue una de las cosas que más pudo hacer rabiar a una Esperanza que veía como los peones que ella había colocado en el gobierno iban cayendo poco a poco, algunos entre rejas, otros difuminados por el partido, que fue todo suyo en un momento dado.


Pero para comunicado, el emitido por Génova, por Rajoy. Acudiendo a la máxima de que no hay más desprecio que no hacer aprecio, el texto consta de dos párrafos de una asepsia tan cruda como cruel, en los que sobre todo, como en un registro de propiedad, se hace constar la renuncia de la interfecta, se valora y reconoce su trayectoria, se la califica de relevante (ella, que todo lo fue) y nada más. Falta un anexo no remitido con decenas de páginas de agravios, peticiones de reembolso de las nóminas recibidas a lo largo de los años, exigencia de devolución de los marcos de fotos y los bombones trajinados en celebraciones internas y petición de genuflexo perdón a todos los que por Génova han pasado y ella ha despreciado. Respira hoy el PP nacional de alivio, pero el lazo de Lezo sigue, y quizás una cuarta dimisión de Esperanza se está escribiendo.

lunes, abril 24, 2017

Macron y Le Pen, a la segunda vuelta francesa

Al César lo que es del César, y a los encargados de las encuestas electorales en Francia, mis aplausos y reconocimiento, porque prácticamente lo han clavado. Por una vez, tras tanto sobresalto, el veredicto de las urnas ha sido casi el vaticinado por los sondeos, lo que en este caso es una doble buena noticia. Apuntaban esas encuestas a una reñida disputa entre cuatro candidatos, y el triunfo disputado entre dos de ellos. Le Pen, que ha sido segunda, con el 21,53% de los votos, y Macron, que ha ganado con el 23,75%. En tercer lugar ha quedado Fillon con el 19,91% y en cuarto, con una diferencia de apenas tres décimas, Mélenchon, con el 19,6%. El socialismo francés apenas supera el 6%.

Buenas noticias por el acierto de las encuestas y por el resultado final. Frente a los extremismos ideológicos que se daban cita en las urnas, encarnados en Le Pen y Mélenchon, los electores franceses han realizado la mejor de las jugadas posibles. Por un lado han impedido que uno de estos extremistas gane, lo que ya de por sí es meritorio, y también han propinado un serio varapalo a los partidos tradicionales. La debacle del socialista Hamon coloca a su partido a un paso, si no lo está ya, de la “pasokización” o de la simple irrelevancia. Los republicanos gaullistas, la tradicional fuerza de la derecha, también salen castigados. Su candidato, Fillon, puede exhibir un tercer puesto que no le sirve de nada, y ahora empezará a recapacitar sobre su desastrosa campaña, los contratos y sueldos pagados a sus familiares sin que nada hicieran para merecerlos y el atrincheramiento en el que ha logrado resistir estos meses para llegar a la derrota que tantos predecían. Creo que hace muchas muchas décadas que no se da la circunstancia de que ni un socialista ni un gaullista llegan a la segunda vuelta. Eso ya es una noticia de alcance. El vencedor, Macron, que aún no llega a los cuarenta años, presenta un perfil mixto, abierto, europeísta, liberal en lo económico y socialdemócrata en lo gubernamental, una especie de mix que caracteriza a su movimiento, que no partido, creado hace apenas un año y que, surgido de la nada, ha logrado llegar hasta donde pocos hubieran imaginado apenas hace unos meses. De cara a la segunda vuelta es bastante probable que se alce con el triunfo final, porque todas las fuerzas moderadas ya han indicado que es su candidato, para impedir la victoria de una Le Pen que, como siempre, encarna los peores valores que uno pueda imaginarse. La victoria probable de MAcron tiene algunos obstáculos por delante, empezando por la necesidad de volver a movilizar a sus electores, y las reticencias a apoyarle de votantes que esta vez lo han hecho por Mélenchon, candidato que ayer ofreció una muy mala actitud ante su negativa inicial a reconocer los resultados y su no decisión pública de apoyar a Macron para impedir que Le Pen se haga con la presidencia de la república. Se ha señalado desde muchos medios la similitud de las propuestas que, en aspectos como el nacionalismo económico y el cierre de fronteras, anida en los programas de Le Pen y Mélenchon. Siendo la primera una candidata reprobable por todo lo demás, esta igualdad de ideas económicas de fondo es más que cierta, y no tan paradójica. En el fondo todos los extremismos se parecen, apelan al miedo del elector, le venden una película falsa y se arrogan la posibilidad de liberarle de ese miedo ya inoculado. Por ello, como consejo, allí y aquí, en todas partes, huyan de los líderes mesiánicos, de los hombres fuertes y de las promesas de utopías y paraísos. Sólo quieren engañarle para robarle la cartera y, si llega el caso, encarcelarle.


Pero de todas maneras, y con la alegría que me produce la victoria del moderado, proeuropeo y moderno Macron, sigue siendo preocupante que más de un 20% de los franceses han votado convencidos al Frente Nacional, un partido xenófobo, autoritario, negacionista, extremista en todo, que encarna lo peor de las ideologías, y que no tiene en sus falsas propuestas solución alguna a los problemas, serios, que afligen a la sociedad francesa. Macron puede llegar al Elíseo y entonces veremos su capacidad de gestión y lo que es capaz de hacer, pero el resultado que se de en las legislativas, la composición de la cámara y, sobre todo, la persistencia de los problemas económicos y de seguridad en Francia determinarán lo que, si lo logra, sea su presidencia. Para MAcron lo complicado está a sólo dos semanas de empezar.

viernes, abril 21, 2017

París, atentados y elecciones

Había miedo a que el terrorismo hiciera aparición antes de las elecciones francesas, cuya primera vuelta es este próximo domingo. Todo el país sigue en estado de alerta y las intentonas frustradas se suceden sin cesar. Hace un par de días eran detenidos dos individuos en Marsella que planificaban un atentado contra uno de los candidatos, se ha dicho que Fillón, justo al final de la campaña electoral. El miedo corría por el ambiente y la expectación era máxima ayer, frente al último encuentro televisivo de todos los aspirantes, esta vez no un debate, sino un extraño formato de entrevista muy corta a cada uno de ellos. Y de mientras la nación asistía al encuentro político, el terrorismo actuó.

Esta vez en un formato clásico, si se me permite la expresión, y en el centro del corazón de París, en la rutilante avenida de los Campos Elíseos, poco antes de las nueve de la noche, en un día primaveral en la capital, con terrazas y comercios llenos de residentes y turistas, que allí pasaban parte de su tiempo y dejaban no poco de sus ingresos. Un comando formado por, al parecer, dos individuos, ametralló desde un coche a una patrulla policial que paseaba por la acera de la avenida. Tras ello uno de los atacantes salió del vehículo y, antes de que pudiera seguir actuando, fue abatido por policías y militares sobre la misma acera. El balance provisional es de un policía muerto, el atacante fallecido y dos heridos, uno de ellos policía, cuya vida anoche iba y venía según cambiaban las informaciones, y un turista que pasaba por la zona. La dimensión del atentado es menor que la vista en acciones anteriores en París, pero el efecto mediático y de amedrentamiento que logra es similar, y todo ello reforzado por la proximidad de unas elecciones inciertas en las que la seguridad y el terrorismo emergen como uno de los principales argumentos de batalla entre los partidos. Tiempo habrá para averiguar hasta qué punto el autor corresponde a la identidad que le atribuyó DAESH en su rápido comunicado de autoría emitido ayer noche, y si estaba o no fichado por la policía como ha sido el caso de varios de los atacantes en actos pasados, y si contó con colaboradores, cómplices e infraestructura. Las dos prioridades de cara a las próximas horas serían la de tratar de garantizar la calma del electorado de cara a la cita de dentro de tres días e intentar, aunque dudo que esto sea posible, que el atentado no condicione el voto, o lo altere. Dice la lógica de manual que un acto de este tipo refuerza las posiciones extremistas, y sería Le Pen la principal beneficiaria de una situación de tensión, en la que su exaltado (y muy equivocado en fondo y forma) discurso de la seguridad y el aislacionismo puede ser comprado por más votantes, algunos de ellos quizás indecisos hasta contemplar las imágenes de los Campos Elíseos tomados por la policía y desiertos de turistas. Cierto es que la lógica no tiene por qué funcionar, como hemos visto tantas veces a lo largo de las últimas elecciones y referéndums que nos han rodeado a lo largo de estos pasados años, pero no hay duda de que uno de los objetivos que buscaba este atentado, en jueves, a cuatro días de las elecciones, y en horario de máxima audiencia televisiva, era alterarlas, sesgarlas, pegarles una patada para ver si en el caos y ruido derivado del asentamiento es posible obtener algún rédito. Por ese mismo motivo no es descartable, ni mucho menos, que se puedan producir nuevos ataques hasta el mismo día de los comicios. La policía francesa bien lo sabe, y por eso el mensaje de ayer de Hollande, presto en la comparecencia, incidía mucho en mantener la seguridad y calma, a sabiendas del esfuerzo enorme que se va a hacer para lograrlo y lo fácil que puede resultar desbaratarlo.


En las trascendentales elecciones francesas, donde toda Europa nos jugamos nuestro futuro, todas mis bazas juegan a la casilla de que Le Pen no será la futura presidenta, y la esperanza en que lo sea Macrón, un candidato algo alternativo, moderado, centrado, con aire tecnocrático y europeísta convencido. Un enfrentamiento en segunda vuelta entre ambos casi daría por segura la derrota de Le Pen, pero lo único que desde hace tiempo tienen como cierto todos los analistas es que será la líder del frente nacional la única que tiene garantizado su pase a esa segunda vuelta. Crucemos los dedos de cara al domingo, y pongamos toda la atención en Francia, tanto en lo que hace a riesgos de seguridad terrorista hasta el momento del fin del recuento como al resultado mismo de los comicios. Que no haya más desgracias. Que no haya más atentados.

jueves, abril 20, 2017

Blas de Lezo derrota a González, Aguirre y Marhuenda

El agua que se bebe en Madrid tiene una calidad extraordinaria. No se si es una de las mejores del mundo, pero sí de las que conozco. Limpia, cristalina, de una pureza tan absoluta como granítica es la sierra sobre la que se cae y deposita. El Canal de Isabel II, CYII por su acrónimo histórico, es la empresa encargada de gestionar el abastecimiento y el milagro que supone que millones de personas podamos beber y usar agua todos los días en el secarral en que se convierte esta ciudad en verano (y no sólo). Desde hace tiempo noticias y rumores asociaban al CYII, empresa pública de altos ingresos y presupuesto, con turbias operaciones. Desde ayer sabemos que hay mucho lodo junto a esa agua tan pura.

La detención de Ignacio González, anterior presidente de la Comunidad, por un caso de corrupción vinculado al CYII es una noticia enorme, de impacto gigantesco en el contexto de Madrid, y de relevancia nacional, no sólo por el peso de su figura en el partido, y por ser el suyo el partido que gobierna tanto la Comunidad como la Nación. González es la pieza de caza más grande que ha caído en el PP de Madrid desde que empezó a destaparse la corrupción que, bien se llame Púnica, Gürtel o Lezo, descabeza cada cierto tiempo una estructura del partido, podrida hasta los huesos por comisiones, adjudicaciones y contratos fraudulentos. No es sin embargo González la pieza de caza principal que puede caer con esta trama, sino un segundo de abordo, un segundo supeditado a los designios de Esperanza Aguirre, que todo lo ha sido en el gobierno de Madrid durante tantos años, y que ha visto como, uno tras otro, muchos de sus colaboradores directos eran conducidos a prisión por tramas corruptas de las que ella, como jefa de todos, nunca se ha sentido ni responsable ni vinculada. Su clamoroso silencio ayer es el de la cobardía, el de aquel que se sabe culpable pero elude su responsabilidad, el de quien ve como los demás caen por lo que ha hecho, o dejado hacer, y quiere seguir ocultándose ante la salpicadura de la realidad. Cada minuto que permanece callada, Aguirre aumenta su ignominia, quizás ya acrecentada hasta un punto en el que no hay vuelta atrás. Su dimisión y renuncia a todo cargo y puesto es lo mínimo, la nada, que debe empezar a ofrecer. Frente a ella Cifuentes, la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, personaje muy odiado por el entorno del “aguirrismo” sale beneficiada porque fue de las primeras en denunciar ante la fiscalía, una vez que se hizo cargo de las riendas de la Comunidad, las sospechas de fraude en la gestión del CYII. Algo olía a podrido en esas aguas, y Cifuentes actuó como es de desear que lo haga un cargo político, poniendo las sospechas en las manos adecuadas, las de la justicia, sean esas sospechas causadas por políticos de otra formación o, como es el caso, y lo más relevante, la suya propia. Esto parece que le costó a Cifuentes muchos disgustos y presiones, especialmente de miembros de ese antes citado “aguirrismo” en el que nadaban, como siempre sucede en torno al poder, arribistas y sujetos variados, carentes de escrúpulos, pero con ansias de notoriedad, fama y, por supuesto, dinero. De golpe y porrazo varios directivos y figuras de postín del conglomerado mediático de Planeta han saltado a la arena de la imputación, empezando por toda la cúpula directiva y gestora de La Razón, periódico del grupo. Mauricia Casals y Paco Marhuenda, presidente y director del medio se enfrentan a muy graves acusaciones de amenazas y actuación fraudulenta, con vistas a impedir que Cifuentes denunciara las corruptelas del CYII, para así defender a González y, en última instancia, a la reina madre Aguirre. En medio del silencio de los informativos de Antena3 y La Sexta, locuaces cuando desean, mudos cuando conviene, los presuntos delitos que se asocian a los directivos y periodistas señalados son de una gravedad, judicial y deontológica, enorme. Ensucian su profesión, trayectoria y, desde luego, credibilidad.

En medio de todo este lío, no puedo evitar un apunte sobre Blas de Lezo, almirante del ejército español, conocido como “medio hombre” por sus innumerables heridas de guerra, que defendió con bravura y valentía asombrosa la plaza de Cartagena de Indias del ataque de la flota británica, a mediados del siglo XVIII, y los venció. Su heroísmo y genio estratégico es parejo a su olvido, típico de un país como este lleno de aduladores de los que enajenan y despreciadores de los valientes, como ayer vimos. La operación policial se llama “Lezo” en homenaje al gran almirante porque fue en Cartagena de Indias donde tuvo lugar uno de los mayores contratos, presuntamente corruptos, del CYII, y donde acudió Ignacio González para rubricarlo. Desde su tumba, mutilado hasta el fin, hoy Blas de Lezo consigue otra victoria frente a los delincuentes, esta vez envueltos en otra bandera, pero siempre piratas. Sea para él la gloria.

miércoles, abril 19, 2017

Crece el riesgo de guerra en Corea

No es un titular alarmista el que he escogido hoy, sino uno de los escenarios posibles a los que nos aboca la actual tensión en la península asiática. Creo que es el menos probable, pero no es descartable, y sólo el hecho de que lo veamos como posible indica la gravedad de los acontecimientos que allí se están desarrollando, los golpes sobre la mesa, y bajo ella, que se suceden cada día, y la tensión creciente entre un grupo de actores principales y secundarios que tienen un papel determinante. El problema es que estos actores no cuentan con guion y son sumamente impredecibles. Kim Jong Un y Donald Trump no responden a la lógica, y eso hace todo mucho más peligroso.

El régimen norcoreano es el más hermético y secreto del mundo, no está nada claro qué es lo que pasa ahí ni cuáles son sus intenciones reales de cara a la relación con sus vecinos, más allá del supuesto objetivo básico de la perpetuación del régimen y de los sátrapas que sobre él reinan la nación. Sí parece obvio que los norcoreanos han aprendido las lecciones de Irak y Libia, lecciones que se basan en el amargo trago que supone para un dictador regional alardear de poseer armas de destrucción masiva cuando realmente no las tiene. Jugar de farol con estas cosas hace que puedas acabar colgado de una horca como Sadam o violado y despellejado en una cañería como Gadafi. Por lo tanto, si quieres garantizar tu éxito, no presumas de tener armas superiores. Tenlas y muéstralas. Los ensayos nucleares norcoreanos de hace unos años elevaron mucho la tensión, sí, pero sobre todo otorgaron a Pyongyang un aura de respetabilidad, la que se asocia al miedo. La pasada política de EEUU frente al régimen de los Kim ha sido muy bien descrita por el vicepresidente actual Mike Pende, estos días de visita en Corea del Sur, al afirma que “se ha terminado la época de la paciencia estratégica”. EEUU muestra músculos, y el ataque con Tomahawk a las posiciones sirias y el uso de “la madre de todas las bombas” en el desierto de Afganistán, más allá de las implicaciones en la política interna y la búsqueda de reforzar la imagen presidencial de un alocado Trump, que mucho hay de eso, son un mensaje a la cúpula norcoreana, algo así como “andaros con ojo, que a mi no me da miedo disparar”. Pudiera parecer, por este cruce de acusaciones y bravatas, que el juego sólo se desarrolla entre estos dos países, pero no nos engañemos, hay un tercero, China, que es tan importante como ambos. No sólo porque sea el único que posee frontera con la dictadura norcoreana y, por tanto, puede verse asaltado por una avalancha de refugiados en caso de que se desate una guerra, y no sólo por ser el tradicional aliado del régimen comunista (es una forma de llamarlo) que reina en la zona oscura de la península. China es, económica, política y militarmente, el líder en la zona, y no ve con agrado, siendo comedidos, que tropas norteamericanas se acerquen a sus aguas con la excusa norcoreana, o que sistemas de radares instalados por Washington en Corea del Sur, que sirven para el guiado de los misiles defensivos que ha instalado EEUU en su aliado amenazado, puedan ser utilizados para espiar comunicaciones internas de Pekín. En este sentido la situación recuerda un poco a la ira que le entra a Rusia cada vez que los países fronterizos con ella reclaman la presencia de militares e instalaciones norteamericanas, consiguiendo de esta manera que el enemigo histórico se encuentre justo a las puertas de casa. No es nada probable que EEUU actúe unilateralmente en Corea del Norte sin el acuerdo de China, pero no es descartable, al menos con Trump en el poder. Las últimas declaraciones tuiteras del Presidente sobre el tema incidían mucho en eso, en que las cosas se harán, mejor con el acuerdo de China, pero sin que sea imprescindible. Eso hace aumentar aún más la volatilidad del escenario y sus riesgos.


Y todo esto sucede con Corea del Sur en un estado de nerviosismo que no quiero imaginar. Cerca de cincuenta millones de personas viven en ese país, en torno a una veintena de ellos en el área del gran Seúl, una de las conurbaciones más grandes y densas del mundo. Seúl está a sólo cincuenta kilómetros de la frontera de Corea del Norte, por lo que en caso de que haya cualquier tipo de ataque militar no es necesaria ninguna gran tecnología para causar una masacre de enormes proporciones en esa abigarrada ciudad. Los escenarios bélicos que se manejan hablan de cifras que superan el millón de muertos con una naturalidad pasmosa. Más allá de las pifias que hacen que esta tensión pueda ser tomada a guasa, el escenario coreano es, ahora mismo, junto al sirio, el más peligroso y tenso del mundo. Mucho cuidado con lo que allí pueda acabar pasando.

martes, abril 18, 2017

Erdogán ya es todo un Sultán

Se demuestra por los hechos que hay que ser un profesional para convocar referéndums y obtener en ellos el resultado deseado. Si la cosa está disputada y se juega con las reglas limpias de la democracia es probable que el organizador de la consulta la pierda, y ejemplos sobran en este último año. Para ganar como es debido, o como quiere el líder que sea debido, se fuerza la campaña, se amedrenta a la oposición, se la detiene si hace falta, se cambian las normas electorales casi el mismo día de la votación y, aunque sea por poco, se acaba ganando. ¿Dónde se ha visto a un autócrata siendo expulsado del poder por un refrendo por él convocado?

Erdogan ha demostrado ser un digno émulo de Putin en su estilo de gobierno y formas de actuación. Llegó al poder con un aire de modernidad, sedujo a muchos representantes de gobiernos occidentales, entre ellos a ZP y su idea de la alianza de las civilizaciones. Por aquel entonces, es verdad, Turquía parecía un ejemplo prometedor, que combinaba la economía de mercado y el crecimiento económico con una sociedad musulmana y un gobierno laico, un revoltijo de sistemas, incompatibles algunos entre ellos, pero que milagrosamente parecían funcionar correctamente. La economía turca iba viento en popa y, pese a los infinitos escollos en lo que hace a las eternas negociaciones de adhesión a la UE, Ankara era vista como un socio fiable, y un país que había encontrado su propio rumbo para encarar la modernidad. El estallido de las primaveras árabes, preludio del invierno del islamismo, tuvo en Turquía a uno de sus referentes. Muchos países querían ser como Turquía. Quizás fueron esos los tiempos de la máxima consideración de Erdogán y su régimen, pero a partir de ahí la cosa se torció, y no sólo por el cada vez mayor derrumbe de esas primaveras, que se convirtieron en el amargo reverso de lo que muchos esperábamos. Erdogán descubrió que el poder le gustaba, y que el islam era una vía directa para fortalecerse en él. Sus cada vez más claros coqueteos con las facciones radicales islámicas del país empezaron a causar la alarma dentro y fuera de Turquía, en un país en el que la laicidad fue impuesta y sometida por Ataturk y el ejército desde hacía ya bastantes décadas. Las tensiones entre el estamento militar y el poder civil fueron a más, y con ellas los rumores de golpes. Elección tras elección, ganada siempre con holgura, Erdogan se iba convirtiendo en un líder cada vez más poderoso, en un hombre fuerte, que no dejaba de acaparar poder y evidenciar la figura del primer ministro, cargo de gestión diaria en el gobierno turco, cada vez más cuestionado en sus competencias y opiniones. Desde hace un par de años lanzó el hombre fuerte su campaña a favor de una reforma constitucional que, sin disimulos, depositara en él todas las competencias, haciéndole mucho más poderoso que regímenes presidencialistas que conocemos, como pueden ser Francia o EEUU. El golpe de estado del año pasado, del que aún existen dudas razonables sobre hasta qué punto fue inspirado por el propio Erdogán, le otorgó la vía libre necesaria para encarcelar a todos aquellos que opinaban en contra de su figura e ideas. Las cárceles turcas se abarrotaron como las playas en esta Semana Santa, y la autocracia, de facto, se instaló en el país. La fecha del pasado Domingo estaba anotada desde hace tiempo en la agenda internacional como el posible Rubicón de la democracia turca y, visto lo visto, los malos presagios parecen haberse cumplido. Cada vez serán menos los que tosan al Sultán que, desde Ankara, rige los designios del país.


La votación ha vuelto a mostrar la división del país en un esquema que ya se vio en el caso del Brexit o la elección de Trump. Las ciudades se han negado a dar el apoyo a la autocracia mientras que las zonas rurales, en su inmensa mayoría, se han decantado por el régimen del hombre fuerte, en nombre de la seguridad perdida en un país en el que los atentados y la guerra de Siria y la que se desarrolla contra los kurdos ha generado una enorme inestabilidad y un balance sangriento difícil de imaginar. Hoy Turquía, dividida, es una nación menos libre, y cuando se lleve a cabo la reforma que ha sido aprobada, será difícil de equipararla como a otra nación democrática. Y la UE seguirá teniendo que negociar con ella aspectos tan importantes como la gestión de los refugiados. Amargo sabor el que deja el referéndum del domingo.

miércoles, abril 12, 2017

Escalada terrorista en Europa y de tensión en el mundo

Parece que no tenemos ya semana en la que no haya un atentado en alguna ciudad europea y, como no, en el resto del mundo. El ataque islamista contra las iglesias coptas de Egipto perpetrado el pasado Domingo de Ramos costó la vida a casi cincuenta personas, pero ha tenido muy poca cobertura entre nosotros. La cercanía emocional y social de lo que les sucede a nuestros vecinos opaca todo lo que pasa más allá, y es tan injusta como entendible. Pero no debemos olvidar que, aunque nos dé la sensación de que el terrorismo sólo golpea Europa, la diferencia de estos tiempos es que también golpea a Europa, ya que no cesa donde siempre ha actuado.

El viernes, poco más de una semana después del atentado en el puente de Westminster de Londres, fue en Estocolmo, en otro atentado de esos en los que basta una voluntad criminal para perpetrar un acto que cause muertes, miedo y confusión. Estremece pensar que todo puede ser utilizado para el mal cuando el mal pretende conseguir sus objetivos, lo que podría servirnos de lección para todos nosotros, inmersos muchas veces en quejas constantes sobre los impedimentos que no permiten hacer lo que deseamos cuando, la verdad, estamos llenos de posibilidades y objetos que pueden ayudarnos, pero ese es otro debate. El terrorista robó un camión de reparto de cervezas por la mañana y por la tarde lo lanzó por la principal calle peatonal y comercial de Estocolmo, algo parecido a Preciados, para los que conozcan Madrid. El balance del ataque fue de cuatro muertos y varios detenidos, entre ellos el conductor del camión, que sobrevivió al impacto final del vehículo contra unos grandes almacenes. En la apacible y tranquila Suecia, la mano del terror propinó un sopapo a sus habitantes, en un acto que, como el de Londres, no tuvo demasiadas bajas (si los comparamos con ataques como los de Madrid o París) pero fue igualmente efectivo a la hora de inocular el miedo entre la población. Ayer, cuatro días después, un ataque con explosivos contra el autobús del equipo alemán del Borussia provocó heridas a uno de los jugadores, el aplazamiento del partido y la confusión, y el miedo, en Alemania. No están claros la mayor parte de los hechos que sucedieron ayer, más allá de la intencionalidad, la existencia de explosivos y de una carta que parece reivindicar el acto. La autoría no ha sido desvelada, y a esta hora puede ser tanto un ataque islamista como producto de la infinita violencia que rodea a eso del fútbol, pero en todo caso es una acción terroristas, y tiempo habrá para saber quiénes son sus autores concretos y sus filiaciones. Lo que es evidente es que la secuencia de ataques no deja de aumentar en frecuencia y alcance espacial. Cualquier ciudad europea se encuentra ahora mismo bajo el foco del terror y sus habitantes se saben más vulnerables. También es cierto que la intensidad de los atentados es menor, sus consecuencias mortales más leves, y que la actuación de las policías y cuerpos de investigación de los distintos países están logrando impedir que los terroristas se hagan con armamento que haría mucho más letales sus actos. Por ese motivo recurren a coches y otros vehículos para atacar, porque su voluntad no se puede frenar, pero sí la letalidad de los ataque. Pese a ello, la sensación de cierta psicosis en la población es comprensible, y las alertas, reales o falsas, se sucederán sin cesar en los próximos días. Mi consejo es el de siempre. Mantener la cabeza fría, las rutinas diarias y no dejarse intimidar por unos infames que pretenden, sobre todo, eso, amedrentar y alterar nuestras formas de vida. Máxima colaboración y apoyo a los cuerpos y fuerzas de seguridad de todas las naciones y no dejar nunca de batallar contra este mal, que va para largo, muy largo.

Y todo esto se produce en un contexto internacional volátil, oscuro y cada vez más tenso, en el que las amenazas entre EEU y Rusia no dejan de crecer a cuenta del papel de cada uno en la miniguerra mundial que se vive en Siria. Creo que hay muchas claves ocultas en el enfrentamiento a cara de perro que viven ahora mismo los dos países, de la mano de gobernantes que se conocen y, se está investigando, apoyan uno a otro, pero en todo caso la subida de las agresiones verbales entre ambos países empieza a ser motivo de preocupación global y, al menos para mi, hace tiempo que superaron los límites soportables como para no mirar de reojo a lo que pueda pasar en el futuro cercano. Mucho cuidado con el escenario sirio, el de Corea del Norte y todos los puntos del globo en los que se puedan dar roces entre Putin y Trump, dos jugadores de órdagos demasiado aficionados a los puñetazos en la mesa.


Subo a Elorrio para pasar la Semana Santa y me cojo el Lunes festivo. Descansen y, si todo va bien, nos leemos nuevamente el martes 18

martes, abril 11, 2017

Cumbre del sur de Europa, faltaban Dijsselbloem y Draghi

Ayer se reunieron en Madrid los primeros ministros de los siete países del sur de Europa. España, Portugal, Francia, Italia, Grecia, Chipre y Malta comparten mar (Lisboa no, pero se la considera como tal) y problemas, especialmente los económicos y los de acogida a los refugiados que llegan de las costa sur del Mediterráneo. También en estos países, aunque no sólo en ellos, el populismo ha arraigado tras casi una década de crisis y algunos de los gobiernos presentes, caso griego, y puede que futuros, ojalá no el francés, están afectados por ese fenómeno que tanto miedo da, y con razón, en toda Europa.

Más allá de los temas tratados en la cumbre, en un día de abril que en Madrid parecía el anticipo del verano, ideal para hacer aún más promoción turística, hubo dos nombres que no fueron mencionados en la declaración final pero que revolotearon sin duda en el encuentro privado de los dirigentes. Uno es el del, por ahora, presidente del Eurogrupo, el, por ahora, ministro holandés de economía Jeroen Dijsselbloem, que hace algunas semanas realizó unas declaraciones salidas de tono y forma en la que acusaba a los países del sur de gastarse el dinero en mujeres y alcohol. Más allá de la experiencia que todo holandés tenga en temas como esos, y del rendimiento que le saca al barrio rojo de Amsterdam, el amigo Jeroen cayó en uno de los grandes errores que lastran el crecimiento de la UE, que es la persistencia de los clichés, las visiones nacionales sesgadas y los sentimientos de superioridad de unos frente a otros. Yo mismo he sido muy crítico con nuestra sociedad por su papel en el desarrollo descontrolado que degeneró en nuestra burbuja, y sigo diciendo a todo el mundo, pese a que nadie comparta mi opinión, que el principal causante de aquellos males económicos y de los que nos acechan somos nosotros mismos, y que en nosotros mismos también debemos encontrar las soluciones. Pero yo no soy nadie, apenas cuatro palabras mal puestas en el océano de Interne, y Dijsselbloem sí que es alguien, representa un cargo institucional, cobra por él, emite opiniones que pueden acabar siendo decisiones y, por ello, requiere un cuidado y una diplomacia que, vistas sus manifestaciones, no posee. Cierto es que los niveles de corrupción son más elevados en el sur que en el norte de Europa, sobre todo porque las sociedades nórdicas los toleran en menor cuantía, pero podemos encontrar casos corruptos y delictivos en cualquier economía, porque la tentación existe en todas ellas y son los principios morales de cada uno el, normalmente, único freno que realmente puede actuar para evitar las mordidas. La posición de Jeroen al frente del Eurogrupo estaba ya bastante comprometida antes de sus declaraciones tras el mal resultado de su partido, el socialdemócrata (sí, qué cosas) en las elecciones holandesas de marzo, y estas afirmaciones pueden suponer su puntilla, aunque es cierto que sigue contando con el respaldo de Alemania. En previsión de lo que pueda o no suceder, y ante el fiasco de la intentona pasada, Luis de Guindos se ha mostrado comedido en sus manifestaciones ante este asunto, dejando clara la oposición del gobierno español a las mismas, pero en ningún momento postulándose como sucesor del cargo o candidato al mismo. Ello no ha impedido que algunos de los líderes, reunidos ayer en Madrid, expresasen públicamente su apuesta por el ministro español para alcanzar ese importante cargo comunitario. Está por ver qué pasa con Jeroen, pero creo que su futuro está más condicionado por lo que suceda en las bambalinas de la política holandesa que por el castigo ante unas declaraciones que no son de recibo.


El otro hombre que faltaba en la reunión, y al que con sumo gusto todos los invitados hubieran homenajeado hasta el hartazgo era Mario Draghi, el presidente del BCE. Su actitud decidida ante la crisis y sus compras de deuda han hundido las primas de riesgo periféricas, casi todas las reunidas ayer, y Madrid, Lisboa, Roma y Atenas le deben a Don Mario gran parte de la vida económica que ahora se respira en sus países. Draghi, italiano, es un ortodoxo, criado en tradición del norte de Europa, en las formas y en el fondo, pero es un hombre inteligente y no deja que los prejuicios y las ideas preconcebidas condicionen su misión, que es la del crecimiento económico y la mayor integración de la UE, aunque ello le obligue a correr riesgos que no controle. El contraste con Jeroen no puede ser más intenso.

lunes, abril 10, 2017

Bach como refugio

El lanzamiento de misiles norteamericanos contra posiciones de Asad en la infinita guerra de Siria y las amenazas cruzadas entre EEUU y Rusia, la orden de enviar portaaviones de la marina americana hacia las costas de Corea del Norte, el ataque islamista que ha causado varios muertos y sembrado el terror en las calles de la hasta ahora infinitamente apacible Estocolmo, atentados yihadistas en cadena en iglesias cristianas coptas en Egipto, causando decenas de muertos en el Domingo de Ramos, y a dos semanas de la visita del Papa a aquel país, la repentina muerte, a una edad demasiado temprana, de una exministra socialista, y la orfandad repentina de su hijo de nueve años…..

Y Bach, Bach como refugio, consuelo y bálsamo. Como manta que, en una noche fría, guarece de la intemperie, como puerto seguro al que poder acudir cuando las olas se encrespan y el mar enseña su cara más agreste. Bach como espacio de serenidad, de huida de la realidad, como zona segura, tranquila, acogedora. Acudir al Auditorio a escuchar a Bach es darse no sólo un regalo al cuerpo, que también, sino sobre todo sentirse arropado, seguro, a resguardo de toda inclemencia. Durante el tiempo en el que uno permanece ahí, cobijado en su interior, se sabe confortado y protegido. Fuera sigue el ruido y la furia de una actualidad que no cesa y que tantas veces resulta incomprensible e insoportable. Pero en la sala, cuando las notas empiezan a sonar, la música se convierte en la medicina necesaria para paliar el dolor, la angustia y el pesar. Para el propio Bach la música era una vía para atenuar sus dolores, producidos por una vida dura, propia de su época, en la que vio morir muy tempranamente a la mayoría de sus muchos hijos, y que no sintió como reconocido su trabajo ante aquellos que, fueran miembros de la nobleza, potentados o concejos municipales, contaron con su servicio. Para un hombre religioso como Bach la Semana Santa era el culmen de su vida, el momento en el que su fe tenía que ser más certera para soportar la segura muerte de Jesús pero confiar en la narrada resurrección de su alma. Bach compone varias pasiones, oratorios en los que arias, recitativos y corales se suceden, expresando en música el relato de los días de Semana Santa, desde la institución de la Eucaristía hasta la muerte en la cruz, pasando por el prendimiento, el juicio ante los sumos sacerdotes y Pilatos, la tortura y el calvario. Se han conservado dos de ellas completas, la de San Juan y San Mateo, y retazos de una tercera, la de San Marcos. En estas obras, de enorme duración y complejidad, Bach pone a funcionar toda su capacidad como orquestador, compositor y creador. Elabora corales que puedan ser cantados por el pueblo llano que en su época, principios del siglo XVIII, acudía a los oficios, para que forme parte de la representación litúrgica, otorga al narrador y los personajes líneas melódicas para que puedan expresar las frases del evangelio y de otras fuentes de manera musical, y crea arias de belleza sobrecogedora en las que, en determinados puntos de la historia, los que considera más relevantes, el personaje canta un poema o texto que aluce a la vicisitud que padece. En su conjunto las pasiones son una especie de teatro musicalizado, que no alcanza el rango de ópera, ni lo hubiera pretendido el maestro, dado que no estamos ante una representación en un escenario, sino ante un acto religioso que se desarrolla en una iglesia. Y ante el dolor de la historia que se narra, la angustia y crueldad que en ella se escribe, Bach crea una música de una belleza, lirismo y, también, fuerza, como pocas veces se ha desarrollado a lo largo de la historia. En su conjunto, sus pasiones son un monumento, pero no sólo en el sentido de roca firme, segura y que resalta, que también, sino sobre todo como expresión de grandeza, de pura belleza, de arte supremo consagrado, que conmueve tanto al creyente como al que no lo es. Que le llega, arropa, cuida, mima y llena.


Ayer, ante un Auditorio entregado, el Colegium Vocale de Gante, dirigido por un Philippe Herreweghe entrado en años, construyó una excelente versión de la Pasión según San Mateo, que fue de más a mucho más, que llegó a excitar a todos los que allí estábamos y a hacer llorar de emoción no sólo a mi, sino a muchos que, desconocidos entre nosotros, compartíamos la sensación de estar en comunión con la grandeza, al menos durante unos instantes, encarnada en instrumentistas y cantantes que ponían su cuerpo para que la creación de Bach volviera a la vida, de manera efímera, como es el arte musical, pero arrebatadora en el momento de su concepción. Hoy la actualidad y el día a día volverá a arrollarnos con sus luces y sombras. Pero ayer, durante unas horas, la Pasión nos dejó a muchos el corazón apasionado, lleno de vida, cálido, ausente por unos momentos de dolor.

viernes, abril 07, 2017

EEUU ataca Siria tras seis años de guerra

En la noche de ayer crecía, como un rumor incesante, la inminencia de una posible acción militar de EEUU sobre territorio sirio, como respuesta al ataque lanzado por el régimen de Asad con armamento químico. Los corresponsales de los medios en EEUU hablaban de generales en televisión explicando escenarios y, en general, daba la sensación de que había que estar alerta a lo largo de este fin de semana por lo que pudiera pasar. Finalmente los hechos se han precipitado, y hace apenas tres horas la marina norteamericana ha lanzado más de cincuenta misiles Tomahawak, de largo alcance, sobre territorio sirio, destruyendo una base aérea del régimen, desde la que se cree despegaron los vuelos que utilizaron el mortífero armamento.

Dos eran los escenarios de los que se hablaba ayer. Uno, al parecer el empleado, consistía en un ataque de castigo a distancia, con intenciones quirúrgicas y queriendo enviar el mensaje de que acciones del tipo de las denunciadas a lo largo de la semana no salen gratis. Era en principio una operación sencilla, no invasiva y útil como señal de advertencia. Requeriría, como así parece haber sucedido, conversaciones previas con Rusia, para advertirle del momento y lugar del ataque para, sobre todo, evitar la muerte de soldados de Putin, lo que sería como mínimo peligroso. El otro escenario debatido, más duro y peligroso, era el de una intervención aérea en la que aviones norteamericanos atacasen objetivos en tierra. Sería una operación a mayor escala, más invasiva, y con mayores riesgos, empezando por el de los propios pilotos estadounidenses. La sola idea de que alguno de los aparatos fuera derribado, o que se produjera un error y aviones rusos que no cesan de volar sobre Siria fueran objeto de ataques empezaba a poner nerviosos a los comentaristas. Finalmente ha sido la primera de las opciones la escogida por el alto mando de Trump, en una acción que, por su naturaleza, no necesita de continuidad y, sobre todo, sirve como señal de advertencia. En 2013, tras el primer uso certificado por la comunidad internacional de armas químicas en esta guerra, que en aquella ocasión causó más de mil muertos, Obama tuvo sobre su mesa un plan muy similar al ejecutado esta noche, una vez que anunciara públicamente que su línea roja para intervenir en la guerra era el uso de armamento no convencional. En aquel momento Obama no actuó, no está claro si le pudo el miedo, la responsabilidad, la incertidumbre del después o lo que fuera, pero el caso es que no lanzó ataque alguno. Eso debilitó notablemente la posición norteamericana en el avispero sirio y dio, en la práctica, pista libre a la acción decidida a favor del régimen de Asad por parte de Rusia. En aquel momento la mayor parte de las voces respaldaron la no acción de Obama, o al menos no criticaron su inacción. Había un enérgico tuitero llamado Donald Trump, que entonces no soñaba con ser presidente, y el resto menos con verle convertido como tal, que gritaba con fuerza desde la red social contra la intervención de la Casa Blanca en aquella guerra. Cuatro años después, la guerra sigue, se enreda sin fin, y es Trump el que, desde su despacho oval, ha dado la orden de ejecución de lo que en su momento hubiera negado para Obama. Cuántas vueltas da la vida. ¿Ha actuado Trump correctamente? Me inclino a pensar que sí, y doy por sentado, lo cual es mucho, que este ataque cuenta con el beneplácito de Putin, oficialmente consta que se le informó del mismo, y de Xi Jinping, presidente chino, con el que Trump se reunió ayer en su paraíso de Florida. El ataque es, también, una señal de fuerza de Trump, que en su primera crisis internacional muestra que está dispuesto a utilizar todas las opciones, fuerza inclusive. En Corea del Norte habrán seguido lo sucedido esta noche con mucho interés.


Lo que no tengo claro, ni yo ni nadie, es cuáles pueden ser las consecuencias futuras del ataque, tanto en lo que hace a la infinita guerra siria como al papel de EEUU y Rusia en ella y a sus propias relaciones. Desde hace tiempo Siria juega el papel de mini guerra mundial en la que se enfrentan potencias, religiones, e ideologías globales, con una saña, violencia y destrucción difíciles de concebir. El conflicto no se acaba nunca y sigue teniendo la capacidad de extenderse más allá de sus vecinos y convertirse en una peligrosa crisis global. Si EEUU y Rusia acaban chocando en el escenario sirio, bien sea por intención o por accidente, las consecuencias pueden ser muy peligrosas. Si tenían esa guerra fuera de sus radares, vuelvan a fijarse en ella, no sólo por una cuestión de justicia, que es la mayor, sino porque lo que allí suceda puede acabar influyéndonos de muchas maneras. Cuidado.

jueves, abril 06, 2017

Steve Bannon pierde poder en EEUU

El gobierno de Trump es una constante caja de sorpresas, la mayor parte de ellas malas, aunque esta vez la noticia sea una buena. Su gabinete y equipos están regidos por el caos, la descoordinación, la improvisación, la ausencia de directrices y una extendida sensación de que todo esto del gobierno les queda muy grande. Y al frente de todos ellos el personaje por excelencia, Trump, siempre fiel a su caótico estilo. A medida que pasan las semanas resulta más inasumible la manera en la que Trump analiza la realidad que, compleja como ella sola, se planta ante sus narices. ¿Qué hará en Siria? ¿Qué negociará con China? Pongan muchas preguntas y esperen sentados ante la ausencia de respuestas.

Como les decía o la nueva es buena, y tiene que ver con la salida de Steve Bannon del Consejo de Seguridad Nacional. Si no conocen a Bannon debieran hacerlo, aunque esto les cause una gran incomodidad a la hora de conciliar el sueño. La vida de este personaje da para muchas películas, algunas de ellas de calidad escasa tipo telefilme y otras con tintes de drama político shakesperiano. Civil, forjado a sí mismo, con experiencia de trabajo y fortuna hecha en el mundo de las finanzas, Bannon es, sobre todo, ideólogo, experto en difundir sus ideas en internet y de movilizar capital y personas para proclamarlas. Si tuviera buenas ideas esa característica sería elogiosa y todos ganaríamos con ella, pero no es así. Bannon es el estandarte de lo que se llama la nueva derecha norteamericana, una derecha ideológica sin complejos, no tan centrada como la clásica en cuestiones económicas, sino en ideas supremacistas de raza, origen y destino. Su visión del mundo es muy apocalíptica, llena de enfrentamientos y luchas, de corte darwinista, de las que finalmente surgiría una raza vencedora y mejorada, formada obviamente por blancos como él. Durante años ha utilizado su capacidad de convencimiento, elevada, y su fortuna, no escasa, a propagar su credo, y ha conseguido un gran éxito. Creo el portal de noticias Breitbart News, una web en la que muy poco de lo que se dice es cierto, casi todo es una salvajada, y convierte por comparación en politólogos de alto nivel a los habituales tertulianos de debates como el de La Sexta Noche. Convencido adalid de la llamada “postverdad” que como siempre digo es una forma muy edulcorada de denominar a la mentira, Bannon se convirtió con el tiempo en el principal ideólogo de Trump, su soporte y aliento. Él era, desde un principio, el que más apoyaba su candidatura, y cuando esta sufrió graves crisis, como la de las grabaciones salidas a la luz sobre la (ya muy conocida) opinión de Trump sobre las mujeres, y muchos de sus asesores huyeron, ahí siguió estando Bannon, el fiel, siempre a la vera del líder. En gran medida es Bannon el artífice de la victoria de Trump, el que supo ver dónde y qué electorado era el que podía ser captado por el mensaje falaz y nacionalista de un republicanismo muy distinto al clásico. Bannon es muy revolucionario en sus tácticas y en sus ideas sobre lo establecido, odia a los republicanos de toda la vida tanto como a los demócratas, aunque cierto es que en este caso no hace distingos, y admira a Putin, no por sus ideas en sí, sino por su capacidad de liderazgo, de imponer una visión, del control del estado y sus resortes. La llegada de Trump al poder supuso, entre otras, cosas, el ascenso de Bannon a responsabilidades enormes y, potencialmente, peligrosas. Consiguió acceder al citado Consejo de Seguridad Nacional, donde como ultra, se enteraba y opinaba de lo que el principal órgano de seguridad de EEUU debatía, discutía y decidía. Su posición allí le otorgaba un poder inmenso. Y con él un gran peligro.


Su marcha, al parecer forzada por militares de corte clásico, es una buena noticia por lo que supone de reducción de capacidades de un personaje como este, pero un paso atrás a veces no es una retirada, sino otra cosa. Bannon seguirá en el entorno de la Casa Blanca, con acceso directo a Trump y, que se sepa, plena confianza por parte del Presidente ante sus consejos e ideas. A medida que la presidencia avance y los problemas se pongan ante la mesa, uno tras otro, será el momento de ver si la influencia de Bannon decrece ante asesores más convencionales y objetivos (ojalá sea así) o esa especie de Darth Vader, como algunos le apodan, sigue agazapado a la sombra del emperador Trump.

miércoles, abril 05, 2017

Guerra química en Siria, otra vez

Ya hemos perdido la cuenta de las atrocidades que los siete años, siete, que lleva en marcha la guerra de Siria nos ha mostrado. Imágenes todas ellas dolorosas, de esas que “hieren la sensibilidad” como dicen los presentadores de los telediarios, que se ven forzados en el caso sirio a usar esa expresión que ya sólo utilizan referidas a escenas de maltrato animal. Las carnicerías humanas ya no nos afectan tanto y pasan con indiferencia ante nuestros ojos. Tras la caída de Alepo, que tuvo algunos minutos de gloria en las portadas de los informativos, la guerra siria volvió al fondo de armario de la actualidad. Sus muertos, asesinados de manera convencional, ni interesan ni venden.

Hace falta que en Siria se asesine de manera alternativa para que la rutina de la muerte masiva se vuelva a convertir en noticia. Es necesaria una masacre enorme, imágenes muy duras o, como es este caso, el empleo de armamento no convencional, lo que vuelve a llamar la atención de nuestras mentes y medios, y nos hace girar un instante la cabeza hacia ese constante polvorín que, como volcán en erupción perpetua, no deja de exhalar fuego y muerte. Ha sido esta vez en Jan Sheijun, localidad que yo no sería capaz de situar en el mapa sirio ni, sin que me dijeran a qué país pertenece, en el mapa global. Decenas de cuerpos se encuentran tirados por las calles, portales y establecimientos, en lo que parece el resultado de un ataque con armamento químico, mediante algún tipo de gas. No hay mucha sangre, y los cuerpos permanecen quietos, algo hinchados. En las escenas de televisión son rociados con agua por parte de los presentes, regados con mangueras, mientras otros se encargan de moverlos para sacarlos del lugar en el que han caído y llevarlos a quién sabe dónde. No se escuchan muchos gritos ni aspavientos, parece como si el silencio de la muerte se hubiera contagiado entre todos los presentes, caídos o no, y el tiempo fuera oro entre los escasos vivos para hacer lo que les corresponde con los muertos antes de juntarse con ellos. La localidad está en manos de los rebeldes, en una provincia controlada por rebeldes, fuera de la influencia del gobierno de Asad, y no es este el primer ataque aéreo que sufre ese pueblo y sus alrededores, castigados habitualmente por la aviación del régimen y la rusa, aunque sí parece que es la primera vez que en los ataques se utiliza armamento químico, que visto lo visto resulta especialmente eficaz para los propósitos de quienes lo han arrojado. No es la primera vez que vemos escenas así, hace ya tres veranos creo recordar se vivió una crisis por el empleo de armamento igualmente letal contra otra población, cuyo nombre soy incapaz de recordar, y las escenas televisivas, o al menos el recuerdo que tengo de las mismas, era muy similar, con cuerpos y más cuerpos apilados de manera informe, en pasillos que se convertían en morgues improvisadas, con ese cierto hinchazón que antes les comentaba y escasez de sangre. Fueron unos cientos los muertos en aquella ocasión los muertos que se contabilizaron en el ataque, intensas las condenas de la comunidad internacional, varias las reuniones de alto nivel para decidir qué hacer, numerosos los lavados de manos ante la barbarie y, finalmente, un acuerdo por el que el gobierno de Asad destruí parte de sus arsenales químicos fuera de Siria, en buques en el Mediterráneo y en zonas terrestres alejadas del país. Y pelillos a la mar. Como en las farsas que organiza ETA para mostrar que renuncia al armamento, Asad debió destruir algunos barriles con contenido químico y quedarse con una buena provisión de los mismos, porque será dictador y cruel, pero no estúpido, esperando la mejor ocasión para volver a usarlos. Durante el sitio de Alepo había demasiados ojos externos puestos sobre aquellos ataques y no parecía el momento adecuado para utilizarlos. Ahora, con la guerra otra vez fuera del foco mediático, se pueden volver a usar sin mucho riesgo.


¿Se va a producir algún cambio respecto a la secuencia de actos recorrida hace ya algunos años en el anterior ataque químico? Poco probable. Las condenas empezaron ayer, con salida de pata de banco de la administración Trump, cosa que ya ni llama la atención, y hoy se reúne el Consejo de Seguridad de la ONU para condenar un ataque realizado por el socio ruso en la guerra siria. Con la actual implicación de Rusia en la guerra y las buenas y complejas relaciones entre la administración de Putin y casi todos los personajes que rodean a Trump no esperen mucho más allá de comunicados de condena, palabras de congoja y caras largas. Y después, nada. Y en esa localidad llamada Jan Sheijun, mañana, lo de siempre. Pero ya sin la presencia de medios de comunicación, que buscarán otro lugar en el que poner un foco que nos conmueva.

martes, abril 04, 2017

Atentado en el metro de San Petersburgo

Es natural, y aunque se trate de evitar, resulta imposible no pensar esta mañana, viniendo al trabajo en metro, en el atentado perpetrado ayer en el suburbano de San Petersburgo, segunda ciudad por importancia de Rusia, que ha dejado once muertos y decenas de heridos. En los traqueteos del vagón y al entrar y salir de las estaciones, mientras leía el libro que llevaba en la mano y me fijaba en mi entrono, una pequeña, minúscula pero constante voz, como un zumbido, repetía eso de “y si pasa aquí” y cada cierto tiempo era acallada por la certeza de la incertidumbre, aunque suene absurdo, de que nunca se puede dónde ni cuándo va a volver a pasar.

Muchos y crueles son los atentados que ha sufrido Rusia en los últimos años, en su mayor parte relacionados con las guerras regionales que ha desarrollado el gobierno de Moscú. El teatro Dubrovka o la escuela de Beslán permanecerán para siempre asociados a grandes tragedias, de centenares de muertos, en los que se unió la acción terrorista junto a la negligencia total de las autoridades rusas, habituadas a actuar, en la guerra y fuera de ella, con una absoluta falta de tacto y sensibilidad. A medida que Moscú se ha ido involucrando cada vez más en la guerra de Siria las amenazas de los islamistas radicales se han centrado en el régimen de Putin y en su población. Cuando empezó su acción directa y sin complejos en aquella guerra la opinión de los moscovitas era que, tarde o temprano, algún atentado les golpearía, tanto por lo fácil que es que una acción pueda tener éxito como por el mensaje yihadista de venganza. Moscú, aliado tradicional del chiísmo encarnado en Irán y la dinastía alauí de los Ashad en Siria, es visto por el yihadismo suní de Al Queda y DAESH como un fiero enemigo, que no muestra clemencia alguna. La táctica para garantizarse la seguridad por parte de Putin y su ejército ha sido la de laminar, directamente, los bastiones yihadistas de Siria, con la estrategia de que cada combatiente radical muerto en la guerra es un potencial terrorista menos que sea capaz de actuar en suelo ruso. Pero es obvio que no se puede eliminar a todos los elementos que actúan en ese escenario, y que siguen siendo miles los yihadistas que, provenientes del Caúcaso, de repúblicas exsoviéticas o de la propia Rusia, combaten a día de hoy en la guerra de Siria, y que pueden optar por el retorno a “casa” con ideas más o menos terroristas. Aún es pronto para saber quién está detrás de la fechoría cometida ayer, pero es bastante probable que existan conexiones con estos grupos y, en general, con combatientes en activo o retornados del escenario sirio. Y todo esto se produce cuando empezaba a haber, en las calles de Moscú, nuevas manifestaciones de opositores al régimen de Putin, régimen que mantiene sometida a toda Rusia a un extraño modelo de dictadura de apariencia suave, formas elegantes, pero rígidas y severas restricciones. Las manifestaciones opositoras de estos últimos fines de semana se han saldado con numerosas detenciones de líderes políticos y ciudadanos anónimos, que habían osado a levantar su voz ante la autocracia de un Putin que, parece, controla por completo los resortes del poder político y económico con una efectiva mezcla de corrupción y miedo, extendida en todos los ámbitos de la sociedad rusa. Es bastante probable que este atentado permita a Putin aumentar la presión interna, ante esos asustados opositores, y los esfuerzos de guerra externos, y de esta manera saque partido de un hecho cruel que, además, desmonta parte de su discurso, basado en la seguridad a rajatabla de Rusia frente a los desmanes salvajes que provienen del exterior. Conociendo a Putin cualquier respuesta será de cualquier estilo, menos blanda.


Una última reflexión tiene que ver, obviamente, con el metro en sí, y con la imposibilidad de garantizar la seguridad en unos medios de transporte colectivo urbanos que, cada día, en cada ciudad del mundo, mueven millones y millones de personas, y que como el sistema circulatorio del cuerpo, otorgan vida a la urbe, y al colapsan si, como en el caso de ayer en San Petersburgo, son obligados a detenerse. Garantizar la seguridad absoluta es imposible, lo sabemos todos, queramos admitirlo o no, y en pocos lugares como en el metro se es tan consciente de una situación como esta. Qué fácil es atentar en un lugar así, extender el terror, causar daño inocente. Ayer fue en Rusia, ojalá nunca más en ninguna parte, pero el mal que no descansa ahí sigue, maquinando planes.

lunes, abril 03, 2017

Gibraltar

Quizás sea de los aspectos menores entre los muchos, muchísimos, derivados de la aplicación del Brexit, pero es mencionar Gibraltar y la atención mediática se dispara, y la polémica con ella. El anacronismo de la colonia británica se convierte, tras la decisión de salida del Reino Unido de la UE, en un problema más, o mejor dicho, un problema que se complica aún más, en las relaciones ahora a tres. Hasta el momento de la salida, España y Reino Unido eran miembros de la UE, y esta no hacía comentario alguno al respecto, salvo los deseos de que ambos socios alcanzasen un acuerdo sobre el particular. Ahora somos tres, España, Reino Unido y la UE, los implicados.

El referéndum del Brexit fue rechazado por abrumadora mayoría en Gibraltar, un 90% del voto en contra de la salida, como era de esperar. Los súbditos británicos y, especialmente, las miles de empresas allí radicadas, vivían en el mejor de los mundos, amparadas por una laxa legislación británica en lo financiero y con un pasaporte que les permitía operar en toda la UE sin restricciones. Era, junto con Luxemburgo, lo más parecido a un paraíso fiscal legalizado en el seno de la Unión. Salir de la UE supone un varapalo enorme para el tinglado financiero que allí está montado, dado que pierde el pasaporte comunitario y estará sujeto a las restricciones que, desde la UE, se adopten hacia terceros estados, como sería su caso. Una opción posible que podría satisfacer a empresas y residentes gibraltareños sería la de un acuerdo de cosoberanía entre España y Reino Unido, que llevase aparejada la doble nacionalidad para los gibraltareños. Londres perdería poder en la roca, Madrid lo ganaría, y a cambio los residentes, físicos y jurídicos, seguirían siendo parte de la UE para lo que les interesa. Este acuerdo también sería la base para poder poner un cierto orden en lo que pasa en Gibraltar, tanto en el asunto fiscal de las operaciones legales como en las muchas actividades que, directamente, se encuentran fuera de la ley y que allí suceden día tras día. Contrabando, limpieza de petroleros en aguas costeras, emisiones, tráfico de drogas, ocultamiento de fugitivos… Gibraltar es una especie de agujero negro legal en el que las autoridades españolas no pueden actuar y las británicas ni lo hacen ni, al parecer, desean. El acuerdo de cosoberanía sería, por tanto, la mejor de las opciones posibles, pero eso requiere no tanto la cooperación española como la cesión británica. Antes del Brexit España era la parte débil en esta negociación porque Reino Unido es un país bastante más poderoso que nosotros, pero tras el proceso de salida la situación cambia. Ha sido habilidoso el gobierno de Rajoy, en este momento inicial de la negociación, en obtener de la UE una clausula en la que se otorga a España un derecho de veto del acuerdo final UE – Reino Unido si Madrid no está de acuerdo con el estatus final de Gibraltar. Esto significa, sobre todo, un refuerzo de la posición negociadora de Madrid, que ahora ve como sus pretensiones, ninguneadas por Londres desde hace siglos, literalmente, se ven unidas a las contrapartidas comerciales de un acuerdo entre los británicos y la UE, que es el principal objetivo del gobierno de May. Esto ha generado cierto nerviosismo en el gobierno de Londres, tanto por el reforzamiento de la posición española como por el “olvido” de mención a Gibraltar en la carta mediante la cual May invocaba el artículo 50 de los tratados y ponía en marcha el proceso. A los dos frentes territoriales que se le han abierto al gobierno de May, Escocia e Irlanda, se le junta un tercero, Gibraltar, que no estaba en su agenda de manera prioritaria.


Y del nerviosismo a la tontería apenas hay un par de declaraciones púbicas. Ayer May se dio cuenta del error cometido en el caso del peñón en esta muy inicial fase de la negociación e hizo unas afirmaciones, de rigor en su caso, sobre la defensa hasta el final de la soberanía sobre la roca y sus residentes, pero faltó tiempo para que surgieran voces exaltadas que expresaban su deseo de que, como hizo Margaret Tatcher en los ochenta con las Malvinas, la flota británica pusiera rumbo a las aguas de Trafalgar, cruzase el estrecho y cañoneara a los ejércitos españoles, en una serie de bravatas declaratorias que demuestran los perjudiciales efectos que el exceso de Beefeter ocasiona en la lucidez humana. En fin, que no es lo más importante, pero nos vamos a hartar de oír hablar de Gibraltar durante, al menos, un par de años.