miércoles, abril 26, 2017

Venezuela se derrumba

Absortos como estamos por la intensidad de nuestra vida judicial y carcelaria, en la que no dejan de entrar personajes relevantes, estamos prestando menso atención estos días a las cosas que pasan fuera. Y son muchas, y muy relevantes. Uno de los focos de inestabilidad permanente es Venezuela, país de una belleza natural y riqueza de recursos tan inmensa como nefasta ha sido su gestión desde, si me apuran, el nacimiento de la nación hasta esta misma mañana. Se suceden las protestas en la calle entre los defensores de la libertad y los partidarios del régimen y, poco a poco, el balance de víctimas crece de una manera trágica e irreparable. El desastre no hace sino aumentar.

Tiene el actual estallido social dos causas fundamentales, una puntual y otra de fondo. La puntual surge tras la decisión del Tribunal Supremo del país, controlado por Maduro, de eliminar los poderes de la Asamblea Nacional, el parlamento local, que no tiene tantas atribuciones como nuestro Congreso, dado que es un régimen presidencialista, pero que algunas posee, y muy importantes. Esa decisión del Supremo equivalía a la eliminación de la Cámara, en manos de la oposición, y la instauración en la práctica de una tiranía regentada por Maduro desde Miraflores, su residencia de gobierno en Caracas. Era un autogolpe tan burdo como zafio, y la respuesta popular y condena internacional no se hizo esperar, en algunos casos con la tibieza acostumbrada, pero fue suficiente para que Maduro rectificara al cabo de unos días. Pero ese movimiento dejó muy clara su intención de, como sea, perpetuarse en el poder y arrinconar a la oposición hasta extinguirla. Desde entonces las protestas opositoras en la calle son constantes, y van a más, entre otras cosas porque sospechan, con razón, que sólo les queda esa vía para condicionar a un poder que no deja de atrincherarse. La causa de fondo del malestar es el derrumbe económico del país. Dependiente de la exportación de petróleo para conseguir divisas, y con un mercado interior intervenido por los “economistas” de Maduro, que han tratado de colectivizar todas las industrias posibles, la economía venezolana hace aguas por todas partes y se enfrenta a un panorama dantesco. Inflación desatada que alcanza cifras que superan el 100% anual, caída de ingresos por la baja cotización del petróleo, devaluación de la moneda sin freno, desabastecimiento por el incremento de los costes de los productos importados, deuda pública descontrolada… el panorama macroeconómico del país es incierto como alarmante. Como sucede siempre cuando hay un derrumbe de este tipo, quizás algunos privilegiados afectos al régimen, que poseen propiedades y divisas internacionales, pueden escapar de las consecuencias, pero las clases medias, o lo que quede de ellas, y la inmensa parte de la población que vive en torno a los umbrales de la pobreza apenas puede hacer nada para evitar su ruina total. Poseedor de una de las sociedades más desiguales del mundo desde hace mucho tiempo, Venezuela, ve como cada día son más las personas que no pueden hacerse con los productos básicos para poder comer, y el abastecimiento de pan es uno de los principales problemas. Asaltos a panaderías y tiendas de barrio en busca del alimento básico se reproducen constantemente y, en muchos de ellos, la histeria genera conatos de violencia o accidentes que se saldan con muertos. Junten a ello la violencia que es dueña de varios barrios de Caracas y otras ciudades, fenómeno anterior al chavismo, y que no ha remitido bajo su régimen, y la presencia de partidarios de Maduro de gatillo fácil que atacan las manifestaciones opositoras y tendrán sobre la mesa todos los ingredientes para el desastre.


¿Qué alternativas tiene el país? No muchas. Lo mejor sería que Maduro reconociera su fracaso absoluto y que se produjera una negociación entre el régimen y la oposición para pactar una salida acordada ante esta debacle, con el objeto de controlar la economía, pacificar las calles y volver a unos estándares democráticos homologables, pero siendo sinceros es poco creíble y lógico que el régimen decida autoliquidarse. El papel del ejército, poseedor de un inmenso poder en el país, será determinante si la situación se agrava y no es descartable una asonada militar o algo por el estilo. Si el régimen se atrinchera nada bueno podrá suceder en el futuro inmediato. Y de las negociaciones de mediadores internacionales, como las desarrolladas por ZP, creo que ya no se puede esperar mucho. Pobre Venezuela y venezolanos.

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