Quizás sea de los aspectos
menores entre los muchos, muchísimos, derivados de la aplicación del Brexit,
pero es mencionar Gibraltar y la atención mediática se dispara, y la polémica
con ella. El anacronismo de la colonia británica se convierte, tras la decisión
de salida del Reino Unido de la UE, en un problema más, o mejor dicho, un
problema que se complica aún más, en las relaciones ahora a tres. Hasta el
momento de la salida, España y Reino Unido eran miembros de la UE, y esta no
hacía comentario alguno al respecto, salvo los deseos de que ambos socios
alcanzasen un acuerdo sobre el particular. Ahora somos tres, España, Reino
Unido y la UE, los implicados.
El referéndum del Brexit fue
rechazado por abrumadora mayoría en Gibraltar, un 90% del voto en contra de la
salida, como era de esperar. Los súbditos británicos y, especialmente, las
miles de empresas allí radicadas, vivían en el mejor de los mundos, amparadas
por una laxa legislación británica en lo financiero y con un pasaporte que les
permitía operar en toda la UE sin restricciones. Era, junto con Luxemburgo, lo
más parecido a un paraíso fiscal legalizado en el seno de la Unión. Salir de la
UE supone un varapalo enorme para el tinglado financiero que allí está montado,
dado que pierde el pasaporte comunitario y estará sujeto a las restricciones
que, desde la UE, se adopten hacia terceros estados, como sería su caso. Una
opción posible que podría satisfacer a empresas y residentes gibraltareños
sería la de un acuerdo de cosoberanía entre España y Reino Unido, que llevase
aparejada la doble nacionalidad para los gibraltareños. Londres perdería poder
en la roca, Madrid lo ganaría, y a cambio los residentes, físicos y jurídicos,
seguirían siendo parte de la UE para lo que les interesa. Este acuerdo también
sería la base para poder poner un cierto orden en lo que pasa en Gibraltar,
tanto en el asunto fiscal de las operaciones legales como en las muchas
actividades que, directamente, se encuentran fuera de la ley y que allí suceden
día tras día. Contrabando, limpieza de petroleros en aguas costeras, emisiones,
tráfico de drogas, ocultamiento de fugitivos… Gibraltar es una especie de
agujero negro legal en el que las autoridades españolas no pueden actuar y las
británicas ni lo hacen ni, al parecer, desean. El acuerdo de cosoberanía sería,
por tanto, la mejor de las opciones posibles, pero eso requiere no tanto la
cooperación española como la cesión británica. Antes del Brexit España era la
parte débil en esta negociación porque Reino Unido es un país bastante más
poderoso que nosotros, pero tras el proceso de salida la situación cambia. Ha
sido habilidoso el gobierno de Rajoy, en este momento inicial de la negociación,
en obtener de la UE una clausula en la que se otorga a España un derecho de
veto del acuerdo final UE – Reino Unido si Madrid no está de acuerdo con el
estatus final de Gibraltar. Esto significa, sobre todo, un refuerzo de la
posición negociadora de Madrid, que ahora ve como sus pretensiones, ninguneadas
por Londres desde hace siglos, literalmente, se ven unidas a las contrapartidas
comerciales de un acuerdo entre los británicos y la UE, que es el principal
objetivo del gobierno de May. Esto ha generado cierto nerviosismo en el gobierno
de Londres, tanto por el reforzamiento de la posición española como por el “olvido”
de mención a Gibraltar en la carta mediante la cual May invocaba el artículo 50
de los tratados y ponía en marcha el proceso. A los dos frentes territoriales
que se le han abierto al gobierno de May, Escocia e Irlanda, se le junta un
tercero, Gibraltar, que no estaba en su agenda de manera prioritaria.
Y del nerviosismo a la tontería
apenas hay un par de declaraciones púbicas. Ayer May se dio cuenta del error
cometido en el caso del peñón en esta muy inicial fase de la negociación e
hizo unas afirmaciones, de rigor en su caso, sobre la defensa hasta el final de
la soberanía sobre la roca y sus residentes, pero faltó tiempo para que
surgieran voces exaltadas que expresaban su deseo de que, como hizo Margaret
Tatcher en los ochenta con las Malvinas, la flota británica pusiera rumbo a las
aguas de Trafalgar, cruzase el estrecho y cañoneara a los ejércitos españoles,
en una serie de bravatas declaratorias que demuestran los perjudiciales efectos
que el exceso de Beefeter ocasiona en la lucidez humana. En fin, que no es lo más
importante, pero nos vamos a hartar de oír hablar de Gibraltar durante, al
menos, un par de años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario