El agua que se bebe en Madrid
tiene una calidad extraordinaria. No se si es una de las mejores del mundo,
pero sí de las que conozco. Limpia, cristalina, de una pureza tan absoluta como
granítica es la sierra sobre la que se cae y deposita. El Canal de Isabel II,
CYII por su acrónimo histórico, es la empresa encargada de gestionar el
abastecimiento y el milagro que supone que millones de personas podamos beber y
usar agua todos los días en el secarral en que se convierte esta ciudad en
verano (y no sólo). Desde hace tiempo noticias y rumores asociaban al CYII,
empresa pública de altos ingresos y presupuesto, con turbias operaciones. Desde
ayer sabemos que hay mucho lodo junto a esa agua tan pura.
La
detención de Ignacio González, anterior presidente de la Comunidad, por un caso
de corrupción vinculado al CYII es una noticia enorme, de impacto
gigantesco en el contexto de Madrid, y de relevancia nacional, no sólo por el
peso de su figura en el partido, y por ser el suyo el partido que gobierna
tanto la Comunidad como la Nación. González es la pieza de caza más grande que
ha caído en el PP de Madrid desde que empezó a destaparse la corrupción que,
bien se llame Púnica, Gürtel o Lezo, descabeza cada cierto tiempo una
estructura del partido, podrida hasta los huesos por comisiones, adjudicaciones
y contratos fraudulentos. No es sin embargo González la pieza de caza principal
que puede caer con esta trama, sino un segundo de abordo, un segundo supeditado
a los designios de Esperanza Aguirre, que todo lo ha sido en el gobierno de
Madrid durante tantos años, y que ha visto como, uno tras otro, muchos de sus
colaboradores directos eran conducidos a prisión por tramas corruptas de las
que ella, como jefa de todos, nunca se ha sentido ni responsable ni vinculada. Su
clamoroso silencio ayer es el de la cobardía, el de aquel que se sabe culpable
pero elude su responsabilidad, el de quien ve como los demás caen por lo que ha
hecho, o dejado hacer, y quiere seguir ocultándose ante la salpicadura de la
realidad. Cada minuto que permanece callada, Aguirre aumenta su ignominia,
quizás ya acrecentada hasta un punto en el que no hay vuelta atrás. Su dimisión
y renuncia a todo cargo y puesto es lo mínimo, la nada, que debe empezar a
ofrecer. Frente a ella Cifuentes, la actual presidenta de la Comunidad de
Madrid, personaje muy odiado por el entorno del “aguirrismo” sale beneficiada
porque fue de las primeras en denunciar ante la fiscalía, una vez que se hizo
cargo de las riendas de la Comunidad, las sospechas de fraude en la gestión del
CYII. Algo olía a podrido en esas aguas, y Cifuentes actuó como es de desear
que lo haga un cargo político, poniendo las sospechas en las manos adecuadas,
las de la justicia, sean esas sospechas causadas por políticos de otra formación
o, como es el caso, y lo más relevante, la suya propia. Esto parece que le costó
a Cifuentes muchos disgustos y presiones, especialmente de miembros de ese
antes citado “aguirrismo” en el que nadaban, como siempre sucede en torno al
poder, arribistas y sujetos variados, carentes de escrúpulos, pero con ansias
de notoriedad, fama y, por supuesto, dinero. De golpe y porrazo varios
directivos y figuras de postín del conglomerado mediático de Planeta han saltado
a la arena de la imputación, empezando por toda la cúpula directiva y gestora
de La Razón, periódico del grupo. Mauricia Casals y Paco Marhuenda,
presidente y director del medio se enfrentan a muy graves acusaciones de amenazas
y actuación fraudulenta, con vistas a impedir que Cifuentes denunciara las
corruptelas del CYII, para así defender a González y, en última instancia, a la
reina madre Aguirre. En medio del silencio de los informativos de Antena3 y La
Sexta, locuaces cuando desean, mudos cuando conviene, los presuntos delitos que
se asocian a los directivos y periodistas señalados son de una gravedad,
judicial y deontológica, enorme. Ensucian su profesión, trayectoria y, desde
luego, credibilidad.
En medio de todo este lío, no
puedo evitar un apunte sobre Blas de Lezo, almirante del ejército español,
conocido como “medio hombre” por sus innumerables heridas de guerra, que
defendió con bravura y valentía asombrosa la plaza de Cartagena de Indias del
ataque de la flota británica, a mediados del siglo XVIII, y los venció. Su heroísmo
y genio estratégico es parejo a su olvido, típico de un país como este lleno de
aduladores de los que enajenan y despreciadores de los valientes, como ayer
vimos. La operación policial se llama “Lezo” en homenaje al gran almirante porque
fue en Cartagena de Indias donde tuvo lugar uno de los mayores contratos,
presuntamente corruptos, del CYII, y donde acudió Ignacio González para rubricarlo.
Desde su tumba, mutilado hasta el fin, hoy Blas de Lezo consigue otra victoria
frente a los delincuentes, esta vez envueltos en otra bandera, pero siempre
piratas. Sea para él la gloria.
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