viernes, abril 28, 2017

Peligrosa visita del Papa a Egipto

Hoy empieza, y casi termina, la visita del Papa Francisco a Egipto, una peligrosa estancia en uno de los países más convulsos del mundo. Más allá de los actos previstos y de las ceremonias oficiales que puedan darse, preocupa sobre todo la seguridad del pontífice y de la comunidad copta que le va a acoger, comunidad sometida a crueles e inmensos atentados desde hace años, que han causado un balance enorme de muertos y heridos, y que amenazan con colapsar la historia de esa rama del cristianismo en un país mayoritariamente islámico. Varios ataques han sido perpetrados en el interior de las iglesias, con el mensaje de que nada hay seguro para los coptos, ningún espacio les protege.

De los cerca de noventa millones de habitantes que tiene Egipto, sí, sí, noventa millones, y creciendo, en torno al 10% son coptos. Habitualmente han sido o marginados o, mejor para ellos, obviados, por el resto de la población musulmana, pero en estos últimos años su situación se ha complicado sobremanera. La llegada al poder del islamista Mursi tras la caída de Mubarak los puso en el ojo de la ira radical islámica, y fueron frecuentes los atentados y atraques tanto a los fieles como a las instituciones y propiedades coptas. De una manera no disimulada, empezó un proceso de persecución y hostigamiento desde el poder contra esa comunidad. Por ello no es de extrañar que los coptos recibieran con los brazos abiertos las manifestaciones y sentadas de El Cairo en la mal llamada primavera árabe, y el posterior golpe militar que derrumbó al régimen islamista. La caída de Mursi supuso el fin de las acciones represivas del gobierno, pero trajo también la intensificación de los ataques, en los que Al Queda y DAESH empezaron a estampar su firma. Varias matanzas después, los coptos se sienten acorralados en un país tradicionalmente moderado, poseedor de uno de los centros de pensamiento islámico de mayor prestigio y moderación del mundo, la Universidad de Al Azhar, desde el que se ha proclamado varias veces la necesidad de convivir entre culturas y religiones. Pero también es Egipto el país que vio nacer la organización de los Hermanos Musulmanes, a la que pertenecía el expresidente Morsi, una de las ramas integristas más importantes del islamismo militante, que ya desde hace décadas proclama la necesidad de actuaciones internacionales coordinadas y contundentes para expulsar a los infieles del sagrado territorio del islam. A este ambiente convulso de enfrentamiento religioso, se le debe unir la desastrosa situación que vive desde hace años la economía egipcia. Muy dependiente del turismo para casi todo, la violencia islamista y el golpe de estado fueron letales para las visitas extranjeras. Cruceros, viajes por el Nilo, estancias en las zonas más conocidas del país, todo el negocio alrededor del impresionante patrimonio e historia que atesora el país se fue al traste y no se ha vuelto a recuperar. Una de las prioridades del actual régimen encabezado por Al Sisi, militar que cada día se parece más a Mubarak, es el de imponer una seguridad que permita retomar el turismo como fuente de crecimiento económico, pero la verdad es que lo lleva muy difícil. El Sinaí sigue siendo una tierra de nadie en la que cada dos por tres se producen ataques de islamistas a los militares egipcios, El Cairo y Alejandría no aparecen en las noticias si no es por atentados, contra los coptos últimamente, y las visitas no se recuperan, y con ellas los ingresos. Con una enorme proporción de población joven, en paro y desesperada, la sociedad egipcia corre riesgo de involución, de que tendencias islamistas o no, pero de corte radical, aniden en ella, en el caldo de cultivo que supone la miseria y falta de expectativas.

Este es el país que hoy visita Francisco. Su mensaje estará basado en la necesidad de restaurar la convivencia entre coptos y el resto de la nación, en la búsqueda de la paz y la condena de los atentados, y en el pecado máximo, y absurdo, que supone emplear la violencia en nombre de cualquier religión. Es poco probable que sus palabras capten la atención debida, y casi todos nos daremos por satisfechos si, tras estas horas de visita, no tenemos que lamentar desgracias de ningún tipo. Ojalá Egipto pueda remontar desde su actual situación, es un país con enormes recursos, y llamado a jugar un papel determinante en la geopolítica local y la internacional. Que pudiera actuar como contrapeso moderado frente al islamismo radical sería una de las mejores noticias que nos podríamos encontrar en esa castigada zona del mundo.

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