lunes, abril 10, 2017

Bach como refugio

El lanzamiento de misiles norteamericanos contra posiciones de Asad en la infinita guerra de Siria y las amenazas cruzadas entre EEUU y Rusia, la orden de enviar portaaviones de la marina americana hacia las costas de Corea del Norte, el ataque islamista que ha causado varios muertos y sembrado el terror en las calles de la hasta ahora infinitamente apacible Estocolmo, atentados yihadistas en cadena en iglesias cristianas coptas en Egipto, causando decenas de muertos en el Domingo de Ramos, y a dos semanas de la visita del Papa a aquel país, la repentina muerte, a una edad demasiado temprana, de una exministra socialista, y la orfandad repentina de su hijo de nueve años…..

Y Bach, Bach como refugio, consuelo y bálsamo. Como manta que, en una noche fría, guarece de la intemperie, como puerto seguro al que poder acudir cuando las olas se encrespan y el mar enseña su cara más agreste. Bach como espacio de serenidad, de huida de la realidad, como zona segura, tranquila, acogedora. Acudir al Auditorio a escuchar a Bach es darse no sólo un regalo al cuerpo, que también, sino sobre todo sentirse arropado, seguro, a resguardo de toda inclemencia. Durante el tiempo en el que uno permanece ahí, cobijado en su interior, se sabe confortado y protegido. Fuera sigue el ruido y la furia de una actualidad que no cesa y que tantas veces resulta incomprensible e insoportable. Pero en la sala, cuando las notas empiezan a sonar, la música se convierte en la medicina necesaria para paliar el dolor, la angustia y el pesar. Para el propio Bach la música era una vía para atenuar sus dolores, producidos por una vida dura, propia de su época, en la que vio morir muy tempranamente a la mayoría de sus muchos hijos, y que no sintió como reconocido su trabajo ante aquellos que, fueran miembros de la nobleza, potentados o concejos municipales, contaron con su servicio. Para un hombre religioso como Bach la Semana Santa era el culmen de su vida, el momento en el que su fe tenía que ser más certera para soportar la segura muerte de Jesús pero confiar en la narrada resurrección de su alma. Bach compone varias pasiones, oratorios en los que arias, recitativos y corales se suceden, expresando en música el relato de los días de Semana Santa, desde la institución de la Eucaristía hasta la muerte en la cruz, pasando por el prendimiento, el juicio ante los sumos sacerdotes y Pilatos, la tortura y el calvario. Se han conservado dos de ellas completas, la de San Juan y San Mateo, y retazos de una tercera, la de San Marcos. En estas obras, de enorme duración y complejidad, Bach pone a funcionar toda su capacidad como orquestador, compositor y creador. Elabora corales que puedan ser cantados por el pueblo llano que en su época, principios del siglo XVIII, acudía a los oficios, para que forme parte de la representación litúrgica, otorga al narrador y los personajes líneas melódicas para que puedan expresar las frases del evangelio y de otras fuentes de manera musical, y crea arias de belleza sobrecogedora en las que, en determinados puntos de la historia, los que considera más relevantes, el personaje canta un poema o texto que aluce a la vicisitud que padece. En su conjunto las pasiones son una especie de teatro musicalizado, que no alcanza el rango de ópera, ni lo hubiera pretendido el maestro, dado que no estamos ante una representación en un escenario, sino ante un acto religioso que se desarrolla en una iglesia. Y ante el dolor de la historia que se narra, la angustia y crueldad que en ella se escribe, Bach crea una música de una belleza, lirismo y, también, fuerza, como pocas veces se ha desarrollado a lo largo de la historia. En su conjunto, sus pasiones son un monumento, pero no sólo en el sentido de roca firme, segura y que resalta, que también, sino sobre todo como expresión de grandeza, de pura belleza, de arte supremo consagrado, que conmueve tanto al creyente como al que no lo es. Que le llega, arropa, cuida, mima y llena.


Ayer, ante un Auditorio entregado, el Colegium Vocale de Gante, dirigido por un Philippe Herreweghe entrado en años, construyó una excelente versión de la Pasión según San Mateo, que fue de más a mucho más, que llegó a excitar a todos los que allí estábamos y a hacer llorar de emoción no sólo a mi, sino a muchos que, desconocidos entre nosotros, compartíamos la sensación de estar en comunión con la grandeza, al menos durante unos instantes, encarnada en instrumentistas y cantantes que ponían su cuerpo para que la creación de Bach volviera a la vida, de manera efímera, como es el arte musical, pero arrebatadora en el momento de su concepción. Hoy la actualidad y el día a día volverá a arrollarnos con sus luces y sombras. Pero ayer, durante unas horas, la Pasión nos dejó a muchos el corazón apasionado, lleno de vida, cálido, ausente por unos momentos de dolor.

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