Ayer
por la tarde Esperanza Aguirre volvió a dimitir. En un país en el que casi
nadie lo hace cuando debe, son tres las veces que Esperanza ha comparecido ante
los medios para anunciar su dimisión, devaluando la veracidad y relevancia de
cada una de ellas. Todas fueron irrevocables y definitivas, lo cual al menos
demuestra lo falsas que fueron las dos anteriores, y dejan la credibilidad
dimisionaria de la señora Aguirre a un nivel ínfimo. No descarten que, por
avatares de la vida, en pocos meses vuelva a la carga política y, en un par de
años, presente nuevamente una “irrevocable y definitiva” dimisión.
Se va Esperanza por la operación
Lezo, que supone la estancia entre rejas de quien fuera su número dos y sucesor
al frente de la Comunidad, que ocupó el cargo cuando ella dimitió por primera
vez. Con esta presencia carcelaria los contactos políticos de Esperanza se
arremolinan más en torno a las salas de los bis a bis que en los despachos y
oficinas de su marca electoral. Ha sido Esperanza la más lista de entre los
suyos, para no haber aparecido aún relacionada con caso alguno de corrupción,
mientras que en torno suyo el lodazal se extendía sin freno. Su excusa,
esgrimida durante mucho tiempo, hasta ayer mismo por la tarde, de que no sabía
lo que ocurría, confiaba en los acusados y no vigiló lo debido pudo ser creíble
hace años y en el primer caso. Con el transcurso del tiempo y la conversión de
todos sus altos cargos en una cuerda de presos no hay excusa posible que pueda
ser esgrimida para salvarle de la quema política, y está por ver lo que pueda
suceder en el plano judicial, porque las dimensiones de la operación Lezo no
dejan de crecer día a día. En su partido, es un decir, ayer respiraron
aliviados al volver a escuchar de su boca las palabras de la despedida, y a
partir de hoy todos los esfuerzos se centrarán en la contención de daños y que
sea el dique Esperanza el que limite la altura de la responsabilidad política
asumida por la corruptela destapada por Lezo. Está por ver que esto pueda ser
así, empezando por el cruce de comunicados emitidos ayer. La dimisión de
Esperanza llevaba en su escrito, leído ante la prensa y sin posibilidad de
preguntas, una carga de profundidad contra su odiado Mariano Rajoy, al que
siempre ha considerado un flojo, pusilánime y carente de criterios. “Yo asumo
las responsabilidades. Tú, cobarde, no” es lo que se entendía de su mensaje. Como
respuesta, el largo comunicado del PP de Madrid, donde defiende la decisión
adoptada por “Espe” la comparte y entiende, y traza una raya con el pasado que
ella encarnaba, pasado del que proceden todas las suciedades que ahora afloran.
Es un texto duro contra quien lo fue todo en el partido madrileño, escrito por
aquellos que tuvieron a Esperanza de frente, por el equipo de Cifuentes, que
fue saboteado en todo momento por los esperanzistas, tanto desde el interior
del partido como desde el exterior, desde tribunas mediáticas donde los
Marhuenda de turno actuaban como perros de presa de la “liberal” Esperanza, que
no dudaba en intervenir en todo lo que pudiera para garantizarse el poder
absoluto y el servicio incondicional de todos aquellos que la rodeasen. El
ascenso de Cifuentes fue una de las cosas que más pudo hacer rabiar a una Esperanza
que veía como los peones que ella había colocado en el gobierno iban cayendo
poco a poco, algunos entre rejas, otros difuminados por el partido, que fue
todo suyo en un momento dado.
Pero
para comunicado, el emitido por Génova, por Rajoy. Acudiendo a la máxima de
que no hay más desprecio que no hacer aprecio, el texto consta de dos párrafos
de una asepsia tan cruda como cruel, en los que sobre todo, como en un registro
de propiedad, se hace constar la renuncia de la interfecta, se valora y
reconoce su trayectoria, se la califica de relevante (ella, que todo lo fue) y
nada más. Falta un anexo no remitido con decenas de páginas de agravios,
peticiones de reembolso de las nóminas recibidas a lo largo de los años,
exigencia de devolución de los marcos de fotos y los bombones trajinados en
celebraciones internas y petición de genuflexo perdón a todos los que por Génova
han pasado y ella ha despreciado. Respira hoy el PP nacional de alivio, pero el
lazo de Lezo sigue, y quizás una cuarta dimisión de Esperanza se está
escribiendo.
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