martes, abril 25, 2017

La tercera dimisión de Esperanza Aguirre

Ayer por la tarde Esperanza Aguirre volvió a dimitir. En un país en el que casi nadie lo hace cuando debe, son tres las veces que Esperanza ha comparecido ante los medios para anunciar su dimisión, devaluando la veracidad y relevancia de cada una de ellas. Todas fueron irrevocables y definitivas, lo cual al menos demuestra lo falsas que fueron las dos anteriores, y dejan la credibilidad dimisionaria de la señora Aguirre a un nivel ínfimo. No descarten que, por avatares de la vida, en pocos meses vuelva a la carga política y, en un par de años, presente nuevamente una “irrevocable y definitiva” dimisión.

Se va Esperanza por la operación Lezo, que supone la estancia entre rejas de quien fuera su número dos y sucesor al frente de la Comunidad, que ocupó el cargo cuando ella dimitió por primera vez. Con esta presencia carcelaria los contactos políticos de Esperanza se arremolinan más en torno a las salas de los bis a bis que en los despachos y oficinas de su marca electoral. Ha sido Esperanza la más lista de entre los suyos, para no haber aparecido aún relacionada con caso alguno de corrupción, mientras que en torno suyo el lodazal se extendía sin freno. Su excusa, esgrimida durante mucho tiempo, hasta ayer mismo por la tarde, de que no sabía lo que ocurría, confiaba en los acusados y no vigiló lo debido pudo ser creíble hace años y en el primer caso. Con el transcurso del tiempo y la conversión de todos sus altos cargos en una cuerda de presos no hay excusa posible que pueda ser esgrimida para salvarle de la quema política, y está por ver lo que pueda suceder en el plano judicial, porque las dimensiones de la operación Lezo no dejan de crecer día a día. En su partido, es un decir, ayer respiraron aliviados al volver a escuchar de su boca las palabras de la despedida, y a partir de hoy todos los esfuerzos se centrarán en la contención de daños y que sea el dique Esperanza el que limite la altura de la responsabilidad política asumida por la corruptela destapada por Lezo. Está por ver que esto pueda ser así, empezando por el cruce de comunicados emitidos ayer. La dimisión de Esperanza llevaba en su escrito, leído ante la prensa y sin posibilidad de preguntas, una carga de profundidad contra su odiado Mariano Rajoy, al que siempre ha considerado un flojo, pusilánime y carente de criterios. “Yo asumo las responsabilidades. Tú, cobarde, no” es lo que se entendía de su mensaje. Como respuesta, el largo comunicado del PP de Madrid, donde defiende la decisión adoptada por “Espe” la comparte y entiende, y traza una raya con el pasado que ella encarnaba, pasado del que proceden todas las suciedades que ahora afloran. Es un texto duro contra quien lo fue todo en el partido madrileño, escrito por aquellos que tuvieron a Esperanza de frente, por el equipo de Cifuentes, que fue saboteado en todo momento por los esperanzistas, tanto desde el interior del partido como desde el exterior, desde tribunas mediáticas donde los Marhuenda de turno actuaban como perros de presa de la “liberal” Esperanza, que no dudaba en intervenir en todo lo que pudiera para garantizarse el poder absoluto y el servicio incondicional de todos aquellos que la rodeasen. El ascenso de Cifuentes fue una de las cosas que más pudo hacer rabiar a una Esperanza que veía como los peones que ella había colocado en el gobierno iban cayendo poco a poco, algunos entre rejas, otros difuminados por el partido, que fue todo suyo en un momento dado.


Pero para comunicado, el emitido por Génova, por Rajoy. Acudiendo a la máxima de que no hay más desprecio que no hacer aprecio, el texto consta de dos párrafos de una asepsia tan cruda como cruel, en los que sobre todo, como en un registro de propiedad, se hace constar la renuncia de la interfecta, se valora y reconoce su trayectoria, se la califica de relevante (ella, que todo lo fue) y nada más. Falta un anexo no remitido con decenas de páginas de agravios, peticiones de reembolso de las nóminas recibidas a lo largo de los años, exigencia de devolución de los marcos de fotos y los bombones trajinados en celebraciones internas y petición de genuflexo perdón a todos los que por Génova han pasado y ella ha despreciado. Respira hoy el PP nacional de alivio, pero el lazo de Lezo sigue, y quizás una cuarta dimisión de Esperanza se está escribiendo.

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