El gobierno de Trump es una
constante caja de sorpresas, la mayor parte de ellas malas, aunque esta vez la
noticia sea una buena. Su gabinete y equipos están regidos por el caos, la
descoordinación, la improvisación, la ausencia de directrices y una extendida
sensación de que todo esto del gobierno les queda muy grande. Y al frente de
todos ellos el personaje por excelencia, Trump, siempre fiel a su caótico
estilo. A medida que pasan las semanas resulta más inasumible la manera en la
que Trump analiza la realidad que, compleja como ella sola, se planta ante sus
narices. ¿Qué hará en Siria? ¿Qué negociará con China? Pongan muchas preguntas
y esperen sentados ante la ausencia de respuestas.
Como
les decía o la nueva es buena, y tiene que ver con la salida de Steve Bannon
del Consejo de Seguridad Nacional. Si no conocen a Bannon debieran hacerlo,
aunque esto les cause una gran incomodidad a la hora de conciliar el sueño. La
vida de este personaje da para muchas películas, algunas de ellas de calidad
escasa tipo telefilme y otras con tintes de drama político shakesperiano.
Civil, forjado a sí mismo, con experiencia de trabajo y fortuna hecha en el
mundo de las finanzas, Bannon es, sobre todo, ideólogo, experto en difundir sus
ideas en internet y de movilizar capital y personas para proclamarlas. Si
tuviera buenas ideas esa característica sería elogiosa y todos ganaríamos con
ella, pero no es así. Bannon es el estandarte de lo que se llama la nueva
derecha norteamericana, una derecha ideológica sin complejos, no tan centrada
como la clásica en cuestiones económicas, sino en ideas supremacistas de raza,
origen y destino. Su visión del mundo es muy apocalíptica, llena de
enfrentamientos y luchas, de corte darwinista, de las que finalmente surgiría
una raza vencedora y mejorada, formada obviamente por blancos como él. Durante
años ha utilizado su capacidad de convencimiento, elevada, y su fortuna, no
escasa, a propagar su credo, y ha conseguido un gran éxito. Creo el portal de
noticias Breitbart News, una web en la que muy poco de lo que se dice es
cierto, casi todo es una salvajada, y convierte por comparación en politólogos
de alto nivel a los habituales tertulianos de debates como el de La Sexta Noche.
Convencido adalid de la llamada “postverdad” que como siempre digo es una forma
muy edulcorada de denominar a la mentira, Bannon se convirtió con el tiempo en
el principal ideólogo de Trump, su soporte y aliento. Él era, desde un
principio, el que más apoyaba su candidatura, y cuando esta sufrió graves
crisis, como la de las grabaciones salidas a la luz sobre la (ya muy conocida)
opinión de Trump sobre las mujeres, y muchos de sus asesores huyeron, ahí siguió
estando Bannon, el fiel, siempre a la vera del líder. En gran medida es Bannon
el artífice de la victoria de Trump, el que supo ver dónde y qué electorado era
el que podía ser captado por el mensaje falaz y nacionalista de un
republicanismo muy distinto al clásico. Bannon es muy revolucionario en sus tácticas
y en sus ideas sobre lo establecido, odia a los republicanos de toda la vida
tanto como a los demócratas, aunque cierto es que en este caso no hace
distingos, y admira a Putin, no por sus ideas en sí, sino por su capacidad de
liderazgo, de imponer una visión, del control del estado y sus resortes. La
llegada de Trump al poder supuso, entre otras, cosas, el ascenso de Bannon a
responsabilidades enormes y, potencialmente, peligrosas. Consiguió acceder al
citado Consejo de Seguridad Nacional, donde como ultra, se enteraba y opinaba
de lo que el principal órgano de seguridad de EEUU debatía, discutía y decidía.
Su posición allí le otorgaba un poder inmenso. Y con él un gran peligro.
Su marcha, al parecer forzada por
militares de corte clásico, es una buena noticia por lo que supone de reducción
de capacidades de un personaje como este, pero un paso atrás a veces no es una
retirada, sino otra cosa. Bannon seguirá en el entorno de la Casa Blanca, con
acceso directo a Trump y, que se sepa, plena confianza por parte del Presidente
ante sus consejos e ideas. A medida que la presidencia avance y los problemas
se pongan ante la mesa, uno tras otro, será el momento de ver si la influencia
de Bannon decrece ante asesores más convencionales y objetivos (ojalá sea así) o
esa especie de Darth Vader, como algunos le apodan, sigue agazapado a la sombra
del emperador Trump.
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