Ya hemos perdido la cuenta de las
atrocidades que los siete años, siete, que lleva en marcha la guerra de Siria
nos ha mostrado. Imágenes todas ellas dolorosas, de esas que “hieren la
sensibilidad” como dicen los presentadores de los telediarios, que se ven forzados
en el caso sirio a usar esa expresión que ya sólo utilizan referidas a escenas
de maltrato animal. Las carnicerías humanas ya no nos afectan tanto y pasan con
indiferencia ante nuestros ojos. Tras la caída de Alepo, que tuvo algunos
minutos de gloria en las portadas de los informativos, la guerra siria volvió
al fondo de armario de la actualidad. Sus muertos, asesinados de manera
convencional, ni interesan ni venden.
Hace falta que en Siria se
asesine de manera alternativa para que la rutina de la muerte masiva se vuelva
a convertir en noticia. Es necesaria una masacre enorme, imágenes muy duras o,
como es este caso, el empleo de armamento no convencional, lo que vuelve a
llamar la atención de nuestras mentes y medios, y nos hace girar un instante la
cabeza hacia ese constante polvorín que, como volcán en erupción perpetua, no
deja de exhalar fuego y muerte. Ha sido esta vez en Jan Sheijun, localidad que
yo no sería capaz de situar en el mapa sirio ni, sin que me dijeran a qué país
pertenece, en el mapa global. Decenas de cuerpos se encuentran tirados por las
calles, portales y establecimientos, en
lo que parece el resultado de un ataque con armamento químico, mediante algún
tipo de gas. No hay mucha sangre, y los cuerpos permanecen quietos, algo
hinchados. En las escenas de televisión son rociados con agua por parte de los
presentes, regados con mangueras, mientras otros se encargan de moverlos para
sacarlos del lugar en el que han caído y llevarlos a quién sabe dónde. No se
escuchan muchos gritos ni aspavientos, parece como si el silencio de la muerte
se hubiera contagiado entre todos los presentes, caídos o no, y el tiempo fuera
oro entre los escasos vivos para hacer lo que les corresponde con los muertos
antes de juntarse con ellos. La localidad está en manos de los rebeldes, en una
provincia controlada por rebeldes, fuera de la influencia del gobierno de Asad,
y no es este el primer ataque aéreo que sufre ese pueblo y sus alrededores,
castigados habitualmente por la aviación del régimen y la rusa, aunque sí
parece que es la primera vez que en los ataques se utiliza armamento químico,
que visto lo visto resulta especialmente eficaz para los propósitos de quienes
lo han arrojado. No es la primera vez que vemos escenas así, hace ya tres
veranos creo recordar se vivió una crisis por el empleo de armamento igualmente
letal contra otra población, cuyo nombre soy incapaz de recordar, y las escenas
televisivas, o al menos el recuerdo que tengo de las mismas, era muy similar,
con cuerpos y más cuerpos apilados de manera informe, en pasillos que se
convertían en morgues improvisadas, con ese cierto hinchazón que antes les
comentaba y escasez de sangre. Fueron unos cientos los muertos en aquella ocasión
los muertos que se contabilizaron en el ataque, intensas las condenas de la
comunidad internacional, varias las reuniones de alto nivel para decidir qué
hacer, numerosos los lavados de manos ante la barbarie y, finalmente, un
acuerdo por el que el gobierno de Asad destruí parte de sus arsenales químicos
fuera de Siria, en buques en el Mediterráneo y en zonas terrestres alejadas del
país. Y pelillos a la mar. Como en las farsas que organiza ETA para mostrar que
renuncia al armamento, Asad debió destruir algunos barriles con contenido químico
y quedarse con una buena provisión de los mismos, porque será dictador y cruel,
pero no estúpido, esperando la mejor ocasión para volver a usarlos. Durante el
sitio de Alepo había demasiados ojos externos puestos sobre aquellos ataques y
no parecía el momento adecuado para utilizarlos. Ahora, con la guerra otra vez fuera
del foco mediático, se pueden volver a usar sin mucho riesgo.
¿Se va a producir algún cambio
respecto a la secuencia de actos recorrida hace ya algunos años en el anterior
ataque químico? Poco probable. Las condenas empezaron ayer, con salida de pata
de banco de la administración Trump, cosa que ya ni llama la atención, y hoy se
reúne el Consejo de Seguridad de la ONU para condenar un ataque realizado por
el socio ruso en la guerra siria. Con la actual implicación de Rusia en la
guerra y las buenas y complejas relaciones entre la administración de Putin y
casi todos los personajes que rodean a Trump no esperen mucho más allá de
comunicados de condena, palabras de congoja y caras largas. Y después, nada. Y
en esa localidad llamada Jan Sheijun, mañana, lo de siempre. Pero ya sin la
presencia de medios de comunicación, que buscarán otro lugar en el que poner un
foco que nos conmueva.
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